REPRODUCCIÓN ASISTIDA Y REPRODUCCIÓN HUMANA: TENSIONES ENTRE LO NATURAL Y LO CIENTÍFICO-TECNOLÓGICO EN MUJERES DE SECTORES POPULARES Y MEDIOS, ÁREA METROPOLITANA DE BUENOS AIRES. Cecilia Straw, IIGG-FCS-UBA/ FCS-UBA/ [email protected] INTRODUCCIÓN La reproducción asistida1 constituye un fenómeno social complejo al contener múltiples dimensiones imbrincadas: médica, científico-tecnológica, jurídica, económica, demográfica, ética, y subjetiva, entre las principales. Desde esta última, la reproducción asistida atraviesa — de forma e intensidad variable— la vida de las mujeres: interviene sobre el cuerpo —donde se presenta una clara asimetría (Luna, 2008)—, la sexualidad —tanto en la reproducción (o no), como en el goce—, involucra los ideales de feminidad, maternidad, parentalidad, conyugalidad y parentesco.2 Precisamente esta incidencia nos permite reflexionar sobre las implicancias sociales de las prácticas de la biomedicina reproductiva. En el siglo XXI según Rose (2012), las transformaciones en el campo de la biomedicina responden a “una política vital” que ya no se encuentra vinculada a la salud ni a la enfermedad sino abocada a “controlar, administrar, modificar, redefinir y modular las propias capacidades vitales de los seres humanos” (p.25), a quienes insistentemente se promueve a ser “consumidores activos y responsables de los servicios y productos médicos, desde fármacos hasta tecnologías reproductivas y análisis genéticos” (p.27). El propósito es que satisfagan los propios deseos respecto de “la persona que quieran ser y que sus hijos sean” (p.27); y las mujeres entrevistadas con palabras, gestos, expresiones de felicidad o llanto dieron cuenta de estas transformaciones y de cómo las procesan e incorporan a sus vidas. Los objetivos son describir la concepción de la reproducción asistida de mujeres con dificultades para tener un hijo que recurren a las tecnologías reproductivas para intentar concretar sus deseos maternos, y reflexionar sobre las implicancias que el recurso a la biomedicina reproductiva provoca en las creencias socioculturales de la reproducción humana. La investigación consistió en un estudio cualitativo, exploratorio y descriptivo en base a veinticinco entrevistas en profundidad realizadas con una guía de pautas semiestructurada, y consentimiento informado. Los criterios para ingresar a la muestra, no probabilística, fueron: sexo/género (mujeres); sexualidad (heterosexual); situación ante los tratamientos de 1 En esta ponencia utilizaremos indistintamente el término reproducción asistida o tecnologías reproductivas para simplificar los términos, en lugar de emplear técnicas o tecnologías de la reproducción humana asistida o reproducción humana médicamente asistida. 2 Arilha, 1996, Ariza, 2008; Badinter, 1981; Bestard, 2009; Bestard y Marre, 2004; Diniz y Gomes Costa, 2006; Giberti et al., 2001; Howell, 2004; Jadur y Duhalde, 2005; Luna, 2001 y 2002; Nari, 2004; Silva y Lopes, 2009; Sommer, 1994; Strathern, 1992, 1995, 2009; Tarducci, 2008, 2011; Tubert, 1991, 1996; Vargas 1999, 2010. 1 reproducción asistida (tener la necesidad de un tratamiento, y el estado de realización del tratamiento: concluido, estar a la espera, o estar realizándolo); nivel educativo (hasta secundario completo, y terciario y más), y nivel socioeconómico (sectores populares y medios). La pertenencia socioeconómica fue controlada adicionalmente por la inserción laboral. La edad promedio de las entrevistadas es 41.5, (mínima de 30 y una máxima de 57 años). La edad promedio en los sectores populares es 39.7 (mínima 35 y máxima 44); y en los sectores medios, la edad promedio es 42.8, (mínima 30 y máxima 57). Los datos se recolectaron entre julio y noviembre, 2011. Los resultados evidencian que en la concepción de la reproducción asistida de las mujeres estudiadas predominan rasgos similares respecto de su valoración positiva —casi sin cuestionamientos—, acompañados de fundamentos enraizados en los deseos maternos y en posiciones pragmáticas por el recurso a estas tecnologías para intentar tener un hijo. Asimismo emergen algunas especificidades (dudas, críticas y rechazos) que atienden a la pertenencia social y a la intensidad del ideal de la reproducción humana “natural”. Ambos aspectos muestran cómo en la concepción subjetiva de la reproducción asistida se solapan sentidos biológicos propios de la cultura euro-americana de la reproducción humana con sentidos científico-tecnológicos. La ponencia se estructura en cinco apartados. A esta introducción le siguen los apartados sobre la reproducción asistida y reproducción humana: valoraciones, deseos maternos y pragmatismo; las tensiones entre lo natural, lo artificial y lo científico en la reproducción asistida; la relevancia del ideal de la reproducción humana “natural”, y se finaliza con las conclusiones sobre la diversificación del ideal de la reproducción humana por la relevancia de las prácticas de la biomedicina reproductiva en la sociedad contemporánea. La reproducción asistida y reproducción humana: valoraciones, deseos maternos y pragmatismo La concepción de la reproducción asistida de las mujeres con dificultades reproductivas investigadas emergió con un rasgo predominante sin diferencias por nivel socioeconómico: su valoración “positiva”, e inclusive podían arriesgar “que tal vez” no tuviera aspectos negativos y, entre algunas entrevistadas de sectores populares reconocían no poder diferenciar “lo positivo de lo negativo” por la reciente iniciación del primer tratamiento. Dicha valoración surgió casi sin cuestionamientos. Sólo los plantearon algunas mujeres también de sectores populares frente a la necesidad o la evaluación sobre utilizar óvulos donados, espermatozoides comprados y alquilar un vientre por las dificultades para generar los vínculos de parentesco, como analizaremos posteriormente. 2 La valoración positiva de la reproducción asistida se fundamentaba en las intenciones personales: era el medio al servicio del “deseo” de ser madres —individual o conyugalmente en los sectores populares—, y la “herramienta” para cumplir el “deseo” de ser “madre” o “tener un hijo en los sectores medios, destacando la posibilidad de permitir la maternidad “natural”. Verena Stolke (1991) sostiene que estas tecnologías responden al “deseo de paternidad biológica por medio de una maternidad tecnológica” (p.82). Celia lo expresó con claridad: realizar un tratamiento reproductivo es una alternativa más complicada para tener un hijo biológico; la vía más sencilla es “la natural” sin tener complicaciones reproductivas. La calificación positiva de la reproducción asistida incluyó al carácter “científico. Sobre lo científico se expresaron con nitidez, los fundamentos pragmáticos para realizar un tratamiento reproductivo, los que se abordarán en el apartado siguiente. “La necesidad de la pareja de ser padres es fundamental porque muchas mujeres con problemas físicos, si no lo hacen por medio de la ciencia no lo pueden lograr. […] Y cuando empezás a hacer cosas para proyectar eso y ves que no, ni siquiera con la ciencia, con nada se hace posible lo que tanto deseás”. Inés, 44 años, sectores populares, 1 hijo “La mayoría de las personas que me rodean han querido tener un hijo, han tenido relaciones sexuales, han quedado embarazadas, su bebé ha llegado a término y lo han tenido; ese es el camino más simple. Cuando se complica, hay que afrontarlo y encontrar las herramientas alternativas para llegar al mismo objetivo. […] Yo estoy haciendo esto para tener un hijo”. Celia, 30 años, sectores medios, sin hijos Las tensiones entre lo natural, lo artificial y lo científico en la reproducción asistida Estas tensiones entre lo natural, lo artificial y científico en la reproducción asistida se manifiestan porque la concepción socio-cultural euro-americana entiende a la reproducción humana como el resultado de un proceso único donde se da una perfecta continuidad entre eventos naturales: relaciones sexuales, embarazo y parto (Strathern, 1992, 1995, 2009), y las tecnologías reproductivas —según Luna (2008) son “[...] los diferentes procedimientos que, en mayor o menor medida, pueden reemplazar o colaborar en uno o más pasos naturales del proceso de reproducción” (p.12)— modifican la secuencia de los eventos, y con ello la significación de los mismos (Strathern, 1992, 1995; Luna, 2001 y Tarducci, 2011). Las entrevistadas de sectores populares predominantemente le restaron trascendencia a la dicotomía natural-artificial de los tratamientos reproductivos porque no les surgió ese cuestionamiento ni creían que fueran “artificiales”, inclusive alguna los concebía como “normales”. “[…] no sé si natural o artificial. Yo siempre quise ser madre, y siempre dije que voy a hacer todo lo posible hasta que los médicos me digan “no podés quedar embarazada porque es muy riesgoso para tu salud”, ahí dejo. […] Para mí no es algo artificial”. Camila, 41 años, sectores populares, sin hijos 3 “Nunca me lo pregunté tampoco. Yo quiero cumplir mi meta. No me importa cómo sea. […] a nosotros lo que nos importaba era el hijo. No importaba de qué manera viniera pero queríamos nuestro hijo”. Emilia, 37 años, sectores populares, 1 hijo En cambio aisladamente la artificialidad se pensó en la etapa inicial del tratamiento por el desconocimiento sobre la intervención de las técnicas reproductivas en los procesos de gestación humana: “decía “¿qué es eso?” No tenía información y pensaba ¿un bebé que viene, que te ponen, que te sacan? No entendía cómo era la ciencia y después entendí”. Entre las entrevistadas de sectores medios como mencionamos subyacía como marco de referencia la concepción sociocultural euro-americana de la reproducción humana. Para Karina, dicha concepción definida exclusivamente sobre lo “natural” era “un error” porque “no ocurre así o no siempre” sucede. De hecho no lograr un embarazo por medios “naturales” era lo que motivaba la consulta a un especialista en fertilidad. Sin embargo no cuestionaban la concepción euroamericana, sólo creían que no tenía alcance universal, y realizaban tratamientos de reproducción asistida para intentar tener un hijo biológico y por parto natural, asumiendo lo “natural” una doble significación. “¿Es natural que uno no pueda tener? Quizás uno nace ciego y está toda la vida ciego y nació así. Pero uno no piensa que puede nacer sin la posibilidad de ser madre. Y te puede pasar… PREGUNTA: ¿En qué consiste esta idea de que ser madre es natural? “Es un error de concepción. Vos decís ¿quién lo dijo? ¿Por qué todas las mujeres tenemos que ser madres o todas vinimos con la capacidad para ser madres? Lo que pasa que nadie te lo dice”. Karina, 40 años, sectores medios, mellizos con tratamiento Natural también se utilizó para referirse a un hijo que hereda los “genes” de los padres, y para calificar la vivencia del proceso de gestación humana de “concebir” y “parir” una criatura. Además se usaron como sinónimos hijos “naturales” y “propios” con expresiones como “mi hijo” aludiendo a los hijos bio-genéticos propios: “concebir hijos naturalmente” o “tener un hijo desde mi panza”. En cambio entre las entrevistadas de sectores medios, la reproducción asistida fue calificada como: no natural o artificial, natural, parecida a lo natural y científica. “Artificial” y “no natural” fueron utilizados como sinónimos para sostener que los tratamientos reproductivos “interferían en lo biológico”. Esta perspectiva se identificaba en personas que rechazaban el uso de estas tecnologías por sus creencias religiosas, y por profesar el credo católico, quienes tenían una visión de lo religioso como “lo puro” y “lo inmaculado” que rodea a la reproducción humana porque implica la generación de “un ser humano”; en oposición a lo “artificial” que significaba recurrir a un tratamiento de reproducción asistida para tener un hijo. Las entrevistadas describían dicha postura religiosa en los siguientes términos: “¿cómo se puede llegar a ser madre con tanto artificio, dispositivo en el medio?”, estar realizando un 4 “pecado mortal”, y “no ser lo que Dios manda”. Florencia Luna (2001) identifica como sectores contrarios a la reproducción asistida en la Argentina a las vertientes religiosas más conservadoras de los católicos apostólicos romanos. Igualmente algunas entrevistadas de sectores medios reconocieron que la reproducción asistida tenía “algo de artificial” —sin por ello rechazarla— porque la maternidad en un plano “simbólico” estaba ligada a la idea de un “acto mágico”, que interpretamos que aludían a la perfecta continuidad de eventos naturales en la reproducción humana enunciada por Strathern, que sin tener presente la complejidad del proceso reproductivo se confirma toda vez que luego de una relación sexual sucede una fecundación, una gestación que luego culmina en el parto de un ser humano. “Creo que tiene algo de artificial. […] La maternidad tiene algo de acto mágico. Si yo lo busco va a venir y un día va a llegar. […] Entonces cuando uno puede desligarse de esa representación de su propia fantasía, ahí lo puede empezar a vivir como que son herramientas al servicio de un deseo que uno tiene”. Liliana, 44 años, sectores medios, sin hijos También se admitió el sentimiento de no naturalidad en los tratamientos y a la vez que se lo asumía “de entrada como parte del juego”. En la experiencia de Carmen, lo distintivo fue la calificación selectiva de lo artificial. Consideró “no natural” haber tenido un parto por cesárea en lugar de “la experiencia del parto” natural3, y no hizo ninguna referencia a este rasgo cuando describió el tratamiento con ovodonación realizado. Por ello interpretamos que la no naturalidad del parto por cesárea tiene una relevancia distinta a la del tratamiento, porque el procesamiento de los lazos de parentesco cuando median tratamientos de reproducción asistida se produce cargando de sentido a las etapas del proceso reproductivo (Strathern, 1992, 1995; Luna, 2001 y Tarducci, 2011). “[…] lo sentí [lo no natural] en la cesárea, ahí sí, la experiencia del parto. Yo lo pelee bastante pero el obstetra de entrada me dijo, “vos venís de un tratamiento de ovodonación con cuarenta y cinco años, lo más probable es que vayas directo a cesárea”. […] y terminé en cesárea. Me convencieron porque no había dilatado. Ahí fue donde más sentí lo no natural, sentí el tema del quirófano, la anestesia, pero va más allá del tratamiento”. Carmen, 47 años, 1 hijo con tratamiento Otra referencia aislada a lo artificial que significaba cierta reticencia a estas tecnologías pero no una oposición total, expresaban quienes aceptaban que un tratamiento de reproducción asistida intervenga en la naturaleza reproductiva humana pero sólo limitadamente, por ello realizaban tratamientos de baja complejidad. Esta actitud se fundamentó en definirse como “católica”, y conocer la trastienda de prácticas poco éticas dentro del campo médico reproductivo debido a 3 Pareciera ser, por comentarios de las entrevistadas, que los médicos evitan los partos naturales en los casos de tratamientos de reproducción asistida. 5 la profesión (bioquímica). Frente a la artificialidad se expresaba la defensa de la sabiduría de “la naturaleza” y la apelación a “respetarla” porque por alguna razón, la reproducción humana no ocurriría, aludiendo a versículos bíblicos4 para fundamentarlo. Los tratamientos reproductivos de alta complejidad se rechazaban porque podían implicar la manipulación genética y dar lugar tanto a acciones beneficiosas como perjudiciales. “[…] la naturaleza es muy sabia y hay que respetarla. Hasta determinado punto uno puede intervenir. Y si tengo un bebé que sea con mis óvulos y con el esperma de mi marido, y si va a estar alojado en algún lado que sea en mi organismo, como la naturaleza lo dictaminó en la unión de un hombre y una mujer que quieren tener un hijo. No me gusta que la ciencia entre tanto en esas cosas. […] Es como que no es todo natural. Está mucho metido el hombre y hay muchas cosas que se manipulan y ahora con todo lo genético. Así como hubo un gran avance, también puede haber muchos defectos. […] Lola, 57 años, sectores medios, 2 hijos Por el contrario, otras entrevistadas sostuvieron que la reproducción asistida fue una experiencia totalmente “natural” destacando los aspectos considerados iguales a la reproducción humana exclusivamente bio-genética. Estela argumentó que dependía “de la naturaleza” de su cuerpo quedar embarazada. Utilizó como metáfora la intervención humana en el desarrollo de una planta para que dé sus frutos, al igual que en su tratamiento para tener un hijo. Otros aspectos igualmente “naturales” resaltados fueron el proceso de gestación, la criatura por nacer y la muestra de espermatozoides. “Ahí entramos en el terreno de qué es lo natural, porque el semen es natural, que yo sepa, no es social. PREGUNTA: ¿Para vos qué es natural? Lo que estoy haciendo es natural, depende de la naturaleza que yo quede embarazada. Cuando hablo de naturaleza hablo de mi cuerpo […]. Todo lo que hasta ahora no pudo ser, en la naturaleza o mi cuerpo, es la naturaleza que no armó todavía las condiciones para que esto nazca o tenga sus frutos. […] así como uno riega las plantas todas las mañanas y le pongo abono para que esté más linda, de la misma manera colaboro para que mi cuerpo rinda sus frutos, colaborar con la naturaleza me parece natural”. Estela, 41 años, sectores medios, sin hijos En cambio, la reproducción asistida fue calificada como “parecida a lo natural” comparándose los aspectos que se vivieron iguales y diferentes entre la reproducción humana natural y la mediada tecnológicamente. Como aspectos iguales se destacaron la incertidumbre sobre el estado o no de gravidez, así como la falta de explicación científica sobre las razones por las cuales en algunas circunstancias la gestación no ocurría. Entre los aspectos disímiles se reconoció que las tecnologías reproductivas permitían una “manera diferente” de ser madre, “no la ideal” que era la natural sin complicaciones. Asimismo se vivió como “poco natural” y gravoso la omnipresencia de la realización de un tratamiento reproductivo porque “no te podés olvidar”, por la dedicación que implica llevar adelante los procedimientos y controles médicos, 4 “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos, llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (Génesis 1: 27-28). 6 comparándolo con la simplicidad de tener relaciones sexuales y esperar al fin del ciclo reproductivo femenino para saber si se está embarazada. “[…] lo vivencié parecido a lo natural. Había intentado un año sin cuidarme y no hay una explicación médica de por qué una mina que ovula y está todo perfecto este mes no quedó y el siguiente sí. Hay algo que la ciencia no puede dar cuenta, y que fuercen el acercamiento de los espermatozoides no era mayor garantía que el que busca natural, era tan incierto si el embrión prende en el útero o no. […] En este, me parecía más jodido que no te podés olvidar, porque tal día tenés que hacerte la ecografía a ver si ovulaste y parece que sí…, vení mañana, esperás tres horas, es como que te lo hacen demasiado presente, y eso es para mí lo poco natural, que no es como jugando, como quién no quiere la cosa”. Violeta, 43 años, sectores medios, 1 hijo con tratamiento En algunas experiencias o tratamientos, otro aspecto disímil fue la ausencia de relación sexual lo que derivaba en otras diferencias: por un lado “una cierta intromisión corporal” al realizarse el tratamiento reproductivo en el cuerpo de la mujer; y por otro lado, la intromisión del “acto médico” que significaba la presencia de un profesional en “el campo de la sexualidad” de una pareja. Vinculado a la inexistencia de relación sexual se relató que la situación de obtener la muestra de espermatozoides para la fertilización in vitro se vivenciaba “como medio cortocircuito”, algo “raro” sin llegar por ello a ser identificado como “artificial”. De todas formas el término “cortocircuito” podría referirse a la fragmentación del proceso reproductivo (Strathern 1992 y 1995) que implican algunos tratamientos de reproducción asistida, de ahí que la recolección de la muestra de esperma se presentó más como un “trámite que estar haciendo un hijo” por medio de una relación sexual con amor. “[…] hay una cierta intromisión corporal porque no es lo mismo inseminarse que hacer el amor y lograr el embarazo… Hay una intromisión del acto médico que se mete en el campo de la sexualidad. No es lo mismo, darse inyecciones en la panza, ver que te crezcan los óvulos, tener que hacer una ecografía, ir a quirófano, que te pongan una mascarita y que aspiren los óvulos y que te implanten los embriones”. Liliana, 44 años, sectores medios, sin hijos Otra diferencia mencionada fue la “interferencia” del tratamiento reproductivo en el deseo sexual de la pareja que quedaba desplazado si era “estratégico” tener relaciones sexuales para el éxito del tratamiento. En estos casos, el deseo sexual puede convertirse en una disfunción que aumenta entre las personas con dificultades reproductivas porque las relaciones sexuales comienzan a vivirse como una prescripción médica (Perfumo et al., 2005). Adicionalmente se destacó como diferencia entre la reproducción humana sin complicaciones y la asistida tecnológicamente, el tener que enfrentar un proceso de racionalización de la toma de decisiones sobre los procedimientos que se iban a desarrollar a lo largo del tratamiento. En cierta forma este proceso de racionalización significaba deconstruir el deseo de tener un hijo. En palabras de una entrevistada realizar un tratamiento de reproducción asistida “te obliga a decidir concienzudamente”, “tener que vértelas con decidir, ¿cuántos embriones te implanto?, 7 ¿cuántos hijos vas a querer tener?, ¿te bancarías tener dos, tres, o solamente uno? Entonces te pongo uno y si no va, no va”, circunstancias que como sostuvo Liliana, “[…] son impensadas a la hora de la concepción de un hijo”. Hasta cierto punto también resultan contraintuitivas, al estar en juego el deseo materno cuya intensidad fue calificada como “profunda”, “incontrolable”, “muy fuerte” y “que va más allá de una [la mujer]”, por algunas entrevistadas. Por último se planteó como diferencia la ausencia de un varón o tener un vínculo afectivo estable con uno, dado que “una mujer sola” podía acudir a un banco de esperma y comprar una muestra de espermatozoides e intentar tener un hijo con un tratamiento de reproducción asistida, lo que fue calificado como “un mundo distinto”. Finalmente, algunas entrevistadas de sectores medios y populares describieron a la reproducción asistida como “la posibilidad científica” para tener un hijo sin despertarles contradicciones ni cuestionamientos, “lo que no logro a través de mi cuerpo, poder hacerlo a través de un laboratorio”. Ellas expresaron una valoración absolutamente positiva de la ciencia, “la ciencia es maravillosa”, del uso cotidiano en la vida, ligado a la reproducción o no reproducción, a la salud y la enfermedad, y como un elemento incorporado en la sociedad contemporánea que mejora “día a día”. Su posición era que “si la ciencia avanza la gente debe avanzar también acompañando a la ciencia”, de ahí nacía el fundamento pragmático con el cual enfrentaban a la realización de un tratamiento reproductivo. Quienes definieron a la reproducción asistida como “parecida a lo natural” y “la posibilidad científica” exponían esta posición pragmática respeto de recurrir a un tratamiento de este tipo para tener un hijo, lo que desplazaba cualquier cuestionamiento en tanto “no natural” o “artificial”. Una forma para fundamentar esta posición fue plantear como situación análoga “un trasplante” de un órgano que de ser necesario —al igual que un tratamiento reproductivo— no se vacila en realizarlo. De la misma forma se afirmó que por ser necesarios y existir, estos tratamientos constituían “la mejor opción que tenés en ese momento”, “si están, están para usarlos”, “aprovecho lo que la ciencia me da hoy”, y “la ciencia me dio la posibilidad”. Inclusive se consideró “muy poco inteligente” e inexplicable no realizar los tratamientos si pueden solucionar un problema reproductivo, y “si eso facilita llegar al deseo de ser padres”, dado que “nadie te garantiza el resultado”. “Tengo mis dudas que haya afectado a lo natural. No me lo plantee mucho, lo viví como si fuera un trasplante. ¿No aceptaría el órgano de otro porque es de otro? Ni en pedo, sí lo aceptaría. No me gustó, hubiese preferido no tener que recurrir a eso, y llegado el momento no vacilé”. Violeta, 43 años, sectores medios, 1 hijo con tratamiento 8 La relevancia del ideal de la reproducción humana “natural” Algunas entrevistadas de sectores populares expresaron diferente relevancia en torno del ideal de la reproducción humana “natural” que derivaba en distintos posicionamientos y críticas a los tratamientos de reproducción asistida. Las que evaluaban o necesitaban la donación de óvulos, pensaban en las implicancias de recurrir a la compra de espermatozoides, y al alquiler de vientre para intentar tener un hijo, cuestionaban el uso de estos procedimientos por las dificultades para la generación de los lazos de parentesco —“no quería […] es diferente”, “yo no me animaría”, “no sé si yo haría”, “no, qué va”—. En algunas experiencias que necesitaban tratamientos con ovodonación, las dudas y el rechazo provenía de las implicancias para la definición del vínculo materno-filial —¿un niño nacido con esta técnica podría ser considerado un hijo propio? —, y las dificultades para procesar ese vínculo conyugalmente —¿cómo actuar frente a no tener semejanzas físicas entre la madre y el niño?, ¿se da a conocer la utilización de óvulos comprados? —. “[…] “vos sabés que nosotros es con ovodonación” y lo primero que le salta es decir “pero no pensés que va a ser eso”, […] lo niega continuamente. […] pero me decía “si nacen de vos está todo bien, son tuyos”. Él lo que quería era verme embarazada, […] entonces, no hubo problema”. Micaela, 42 años, sectores populares, sin hijos “Yo me siento mal, no quería donación de óvulos, quería mis hijos míos, míos, […] Y dije sí, donación de óvulos. […] yo quiero mi hijo, para saber a quién se parece, a mí, a su papá, cómo es, cómo crece, esa era mi angustia. […] cuando te hacen donación de óvulos, es si le vas a decir a tu hijo, no sé qué. Yo en mi cabeza solamente pienso en mí, de crecer yo no digo nada a nadie, es mi hijo, mío. […] Por eso si no puedo, lo puedo hacer un poco parecido a mí. […] Es mi hijo, yo lo tengo, es mi hijo. Aunque sea una donación de óvulos, es mi hijo. No va, de que crezca y decir que no, que no es mío. Para mí es mi hijo, no hay donación de óvulos, se cuenta que los óvulos son míos, […] no lo voy a compartir con nadies”. Roberta, 40 años, sectores populares, sin hijos Quienes planteaban el rechazo a recurrir a la compra de espermatozoides lo fundamentaron en que podían lesionar la masculinidad de sus parejas al no utilizarse su propio esperma y, por las dificultades para procesar conyugalmente que tuviera un hijo de “otra persona”, (refiriéndose al hombre donante). Vanina asoció las células germinales humanas, óvulos y espermatozoides con seres humanos, por ello se indagó si existía una representación de adulterio frente a la posibilidad de generar una criatura con una muestra de espermatozoides comprada, tal como fue registrado en otras investigaciones5, lo que no fue confirmado por la entrevistada. En ambos aspectos además estaba presente el cuestionamiento en torno de la posibilidad de tener un hijo que no fuera genéticamente “propio”. 5 Véase Ragoné, H. (1994). Surrogate Motherhood. Boulder: Westview Press, citado en Luna, N. 2002. 9 El recurso a la maternidad subrogada despertó rechazo y dudas no sólo por las implicancias para la definición del vínculo materno-filial, sino respecto al status de hijo propio o “natural” y de madre, por la creencia en la existencia de una pluralidad de madres cuando se recurre a este procedimiento. “[…] me pusieron el tema de vientre de alquiler que yo estoy fuera. No pienso así. PREGUNTA: ¿Estás en contra? No es en contra pero yo no me animaría porque seríamos dos en todo caso. Seríamos dos, por más de que sea óvulo mío, de mi marido, no, no me convence. Para mí no estoy de acuerdo. PREGUNTA: Me dijiste algo sobre que serían dos. Claro, seríamos dos madres. Para mí, yo no sé si es así o no, porque la otra madre también está poniendo su parte, el cuerpo, todo”. Carla, 41 años, sectores populares, 1 hijo adoptado “Mi hermana me ha ofrecido “yo por vos te doy mi útero, mi vientre para que tengas tu hijo”. PREGUNTA: ¿Usarías el útero de tu hermana? Sí y no porque a la larga va a ser la madre ella, por más de que yo lo tenga conmigo. […] lo dijo muy por arriba, como diciendo “te quiero tanto, que yo deseo cumplir tu sueño”. Hay que estar preparada muy bien psicológicamente porque ¿si después cuando nace se te pone que no lo querés porque es hijo de tu hermana?”. Vanina, 36 años, sectores populares, sin hijos “Una amiga me dijo “yo no tengo tu esto… te ayudo, que lleve mi panza”. No, qué va, no quiero. Que lleve mi panza, […] vio que mi óvulo y que otro lleve mi panza, no. […] Yo quiero que todo el mundo me vea con la panza. […] Yo solamente sé que quiero tener mi panza, ver crecer mi panza, sentir qué es lo que se siente adentro, los antojos (llora), estar embarazada, caminar, si los pies te hinchan o no, ¡eso quiero sentir!”. Roberta, 40 años, sectores populares, sin hijos Carla rechazó la maternidad subrogada porque existirían “dos” “madres”. Vanina dudó porque no sabía cómo podía reaccionar emocional y físicamente ante un niño no gestado en su vientre y parido por otra mujer, que al existir la posibilidad de que fuera la hermana, la llevaba a dudar: ¿será mi hijo, el niño que gestó y parió mi hermana? En su relato, resta importancia tanto al componente genético como a la convivencia para generar el vínculo materno-filial (“por más que yo lo tenga conmigo”), y en cambio valoriza y carga de significación a la gestación y el parto. Roberta, en este caso rechazaba a la maternidad subrogada porque deseaba experimentar las vivencias corporales de un embarazo (“sentir qué es lo que se siente adentro”), y porque no tendría el reconocimiento social producto de la exhibición de su estado de gravidez (“que todo el mundo me vea con la panza”), formas a partir de las cuales también se generan los lazos de parentesco y sociales. Estas entrevistadas tenían como marco de referencia tanto los aspectos biológicos como los relacionales de la dominante concepción del parentesco euro-americana (Strathern, 1992 y 2009; Marre y Bestard, 2004; Bestard, 2009). Recordemos que esto sucede porque al emplear las tecnologías reproductivas, por un lado, se interviene sobre los elementos bio-genéticos y se altera la base de significación a partir de la cual se establecen los vínculos de parentesco. Esta 10 intervención provoca una triple consecuencia: la fragmentación del proceso reproductivo único, la multiplicación del número de personas que pueden estar involucradas en el nacimiento de una criatura, e introduce ambigüedad o incerteza en la definición de los lazos de parentesco biológicos, los que antes eran considerados irrevocables (Strathern, 2009). Además, por otro lado, se afectan los aspectos relacionales del parentesco por medio de los cuales se construyen los vínculos sociales y se conforman, paralelamente, las identidades personales y familiares de las personas (Marre y Bestard, 2004). Las semejanzas físicas entre padres e hijos juegan un rol importante porque evidencian en el parentesco, las verdades de la biología (Marre y Bestard, 2004), y a su vez son una confirmación de la relación de conyugalidad establecida entre un hombre y una mujer. A partir de ellas, los padres sitúan a sus hijos en una red de lazos familiares donde se generan relaciones de identificación tanto individual como familiar, no sólo por el hecho de compartir una herencia genética sino también, porque así se desarrollan los lazos de afecto entre los miembros de una familia (Marre y Bestard, 2004). En definitiva, la fortaleza del ideal de la reproducción exclusivamente bio-genética —“natural”— provocaban dudas, críticas y rechazos a los tratamientos que utilizaban ovodonación, espermatozoides comprados, y la maternidad subrogada por las dificultades para la generación de los lazos de parentesco. Conclusiones En la concepción de la reproducción asistida de las mujeres estudiadas predominaron rasgos similares respecto de su valoración positiva —casi sin cuestionamientos—, acompañados de fundamentos enraizados en los deseos maternos, y en posiciones pragmáticas por el recurso a estas tecnologías para intentar tener un hijo. Asimismo emergen algunas especificidades (dudas, críticas y rechazos) que atienden a pertenecer a un sector social popular, y a la intensidad del ideal de la reproducción humana “natural”. Estos elementos muestran cómo en la concepción subjetiva de la reproducción asistida se solapan sentidos bio-genéticos propios de la cultura euro-americana de la reproducción humana con sentidos científico-tecnológicos. Esto deja en evidencia la diversificación del ideal de la reproducción humana por la relevancia e implicancias de las prácticas de la biomedicina reproductiva en la sociedad contemporánea. Si bien el recurso a la biomedicina reproductiva no constituye la principal preferencia —salvo para quienes decidan conformar familias monoparentales—, el crecimiento en la intensidad de su uso, nos enfrenta a nuevas formas de reproducción humana que se vienen legitimando socialmente. 11 Bibliografía Arilha, M, (1996). Infertilidade, práticas conceptivas e políticas públicas. Entre desejos y direitos. (pp.173-188). En Barbosa, R. y Parker, R. (Editores). Sexualidades Brasileiras. Río de Janeiro: Relume Dumará. Ariza, L. 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