MARIA DE LAS HUERTAS BARNES SANCHEZ. (Alumna Máster IEF-UNED) Para indicar qué se entiende por Estado de Bienestar (en adelante EB) se hace necesario hacer una breve referencia a su génesis y contextualización. No existe doctrina unánime a la hora de determinar los orígenes del Estado de Bienestar, aunque el antecedente próximo de lo que modernamente se conoce como tal es fechado por la mayoría de los estudiosos después de la II Guerra Mundial. No obstante es posible encontrar antecedentes remotos en las denominadas Leyes de pobres (adoptadas en la época de los Tudor en Inglaterra con el fin de hacer frente a los problemas derivados de la disolución de instituciones encargadas de la caridad, instaurando las casas de caridad para discapacitados y casas de industria para los pobres que carecían de trabajo), en la legislación social alemana del Canciller Bismarck (Ley del Seguro de enfermedad de 1883, Ley de Accidente de Trabajo de 1884 y Ley de Seguro de Enfermedad, jubilación y defunción de 1889) que responde a modelo profesional de EB, incluso en China, en el siglo XI (se concedieron seguros agrícolas, se nombraron comisiones que regulaban salarios y planificaban pensiones…). Lo que parece ser común entre todos los autores es la consideración del EB como una necesidad histórica que ha permitido dar respuesta a una serie de disfunciones que afectaban a la sociedad industrial competitiva (y que el Estado liberal no era capaz de solventar), contando con el apoyo del desarrollo cultural y tecnológico inherente al proceso de industrialización de las economías. Su origen se centra en una sociedad en la que la pobreza y desigualdad pasaron a convertirse en cuestiones de índole política, la denominada “cuestión social”, como consecuencia de la agudización de las tensiones sociales derivadas de los ciclos de modernización económica, unidas a fenómenos como la industrialización, la urbanización o la explosión demográfica. La extensión y aceptación social de la intervención pública en la economía se sustentaba en acontecimientos de índole extraeconómica (generalización del sufragio universal, expansión de la democracia…) y también de marcado carácter económico, como la Gran Depresión de 1929. Los procesos de distribución de rentas surgidos de la acumulación de capital (modelo de producción capitalista) determinaban la necesaria intervención activa del Estado en la economía con el fin de realizar una acción compensatoria de los desequilibrios existentes, que generaban fuertes tensiones sociales. El modelo de producción capitalista, cuya debilidad se habría puesto de manifiesto, significaba que el mercado no garantizaba una adecuada distribución de recursos y un crecimiento económico equilibrado, ni era capaz de hacer frente a problemas derivados de la industrialización, la generalización de bienes de consumo de vida limitada, la mayor movilidad social y demográfica. Surgen así, en una fase de experimentación, las medidas de política intervencionista de Roosevelt, como las contenidas en el New Deal, y otras leyes como la Social Security Act (1935), la Old pension Act (1908), …normas que se verían ampliadas por la actuación del Informe Beveridge de 1942, Social Insurance and Allied Services (cuyo programa incluía un sistema de seguridad social unitario, un servicio nacional se salud y un sistema de asistencia nacional, y que responde al modelo universal de EB). Tras la II Guerra Mundial se da el contexto adecuado para que se produzca la consolidación y generalización del EB, fruto de las maltrechas economías de los países tras el conflicto bélico, el crecimiento económico que conllevan los programas de reconstrucción (plan Marshall) y de la aceptación y éxito de las teorías de Keynes (según las cuales, sólo estimulando el consumo y, por ende, la demanda, se puede impulsar el crecimiento económico que implica, a su vez, un aumento del consumo, con el consiguiente despegue de la actividad económica). Se puede afirmar que el EB (desde el punto de vista económico) o el denominado Estado Social de Derecho (desde el punto de vista político) surge formalmente a partir de la Ley Fundamental de Bonn (1949) y obedece a una nueva concepción del Estado y de sus relaciones con la sociedad civil, que considera necesaria la intervención de aquél para corregir los fallos de mercado y los efectos disfuncionales de la sociedad capitalista competitiva, evitando la revolución social violenta, convirtiendo así el gasto social en unos de los fundamentos legitimadores del Estado moderno. Expuesto lo anterior, una vez que se ha hecho la contextualización, se puedes ir tomando conciencia de la dificultad de dar una definición única y omnicomprensiva de EB, pues la misma obedece a un fenómeno histórico y dinámico, en constante evolución y de configuración diversa en cuanto al despliegue de sus prestaciones, según sea la realidad plural que exista en el tiempo al que se refiera. El EB es una realidad cambiante, que da lugar a diferentes modelos (liberal, bismarckiano o nórdico), los cuales tienen un común denominador, que es la idea de combinar la provisión pública y/o los servicios de financiación pública con una economía de mercado, siendo el equilibrio entre ambos cambiante con el tiempo y diferente de un país a otro, habiendo llegado a convertirse en un elemento constituyente de la estructura política y social de las sociedades desarrolladas (como consecuencia de que cada vez un número mayor de personas depende de sus prestaciones), mitigador de los conflictos, cuyas prestaciones no han llegado a desaparecer y que ha de adaptarse a las nuevas necesidades. Además, se hace necesario relacionar EB con el propio concepto de BIENESTAR SOCIAL, entendido este último como término ambiguo que se utiliza para describir un tipo de servicios que se proveen a los ciudadanos y les protege en diversas circunstancias potencialmente adversas. En todas las sociedades avanzadas existen tres pilares fundamentales que abastecen de bienestar social, la familia (unida por el principio de reciprocidad), el mercado (basado en el intercambio) y el Estado (que basado en el principio de igualdad de derecho de los ciudadanos a unos niveles mínimos de bienestar, trata de redistribuir allí donde existe desigualdad). Por Bienestar podemos entender todas aquellas medidas tomadas en la sociedad para satisfacer las necesidades de las personas y de los grupos. Dicho término comprende la acción social, no sólo de los poderes públicos, sino, también, por parte de los agentes privados como la familia, las entidades mercantiles o las entidades no lucrativas, que pueden contribuir a la mejora de la calidad de vida de los individuos en cualquiera de sus vertientes (Alemán y García, 1999). Piénsese, que la primera de las acepciones que da el diccionario de la Real Academia sobre bienestar dice así: Conjunto de las cosas necesarias para vivir bien, pudiéndose decir, por tanto, que el bienestar material dependerá de las retribuciones que un individuo, o una economía familiar, consigan para satisfacer sus necesidades básicas, como son la alimentación, la vivienda, el vestido… En otras palabras, el bienestar estará estrechamente relacionado con la ausencia de privaciones. Por el contrario, la gente que padece hambre o malnutrición, que no dispone de una vivienda y, si la tiene, no cuenta con agua potable o servicios de luz eléctrica, o que vive con su familia o tiene poca ropa con la que vestirse, no ha alcanzado el bienestar. En la actualidad, son muchas las familias que se encuentran en esta situación (Berzosa, 2003). Asociar el concepto de bienestar con el de Estado presentará diversas acepciones dependiendo del país en el que se analice, de manera que en la Unión Europea (en adelante UE) el concepto de EB se utiliza junto al de protección social. Según el mismo, los diversos agentes mencionados, incluido el Estado, intervienen en la provisión de bienestar, mientras que en EEUU, por ejemplo, el bienestar social consiste en asistencia económica para personas en situación de pobreza. Todos los modelos de EB tienen un denominador común: establecen un modelo ideal propio de provisión de bienestar en el que el Estado acepta la responsabilidad de universalizarlo a todos los ciudadanos. Autores como I. GOUGH definen el EB como un conjunto, tanto de actividades (de provisión de determinados servicios sociales), como de normas (de reglamentación de actividades privadas) de forma que se utiliza el poder estatal para modificar la reproducción de la fuerza de trabajo y para mantener a la población no trabajadora en las sociedades capitalistas. Otros, como J. L. MONEREO, consideran que el EB es aquella forma de organización del poder político en la comunidad que comporta una responsabilidad de los poderes públicos en orden a asegurar una protección social y el bienestar básico para sus ciudadanos. En este sentido, implica la provisión pública de una serie de servicios sociales, incluyendo transferencias para cubrir las necesidades humanas esenciales de los ciudadanos de una sociedad compleja y cambiante y la responsabilidad estatal en el mantenimiento de un nivel mínimo de vida a todos los ciudadanos pertenecientes a la comunidad política. Finalmente, R. MUÑOZ DE BUSTILLO, lo define como el conjunto de actuaciones públicas tendentes a garantizar a todos los ciudadanos de una nación, por el hecho de serlo, el acceso a un mínimo de servicios que garantice su supervivencia (entendida en términos sociales y no estrictamente biológicos). Expuesto lo anterior, se puede asumir la amplia definición de A. BRIGGS y podemos definir el EB como aquel “…en el que el poder organizado utiliza deliberadamente (a través de la política y la administración) mecanismos para modificar las fuerzas del mercado en tres importantes direcciones: primero, garantizando ingresos mínimos a los individuos y a las familias; segundo, eliminando niveles de inseguridad y evitando a los individuos y a las familias alcanzar cierto grado de contingencia social (por ejemplo enfermedad, envejecimiento y desempleo) que les permite esquivar posibles crisis y, finalmente, asegurando que todos los ciudadanos sin distinción alguna de estatus o clase social reciban los mejores niveles posibles de servicios sociales”, definición que indica y refiere cuáles han de ser los objetivos de todo EB. La misma ha de completarse con lo apuntado por VICENT NAVARRO, quien indica los instrumentos, medios o mecanismos para el logro de tales objetivos y refiere que son varios los tipos de intervención del EB, distinguiendo, servicios públicos (sanidad, educación, vivienda, servicios sociales, ayudas a familias, etc.), transferencias sociales de fondos públicos de unos ciudadanos (trabajadores y empresarios) a otros (pensiones de vejez, viudedad o discapacidad), intervenciones normativas (leyes y normas mediante las que el Estado u otras unidades administrativas contribuyen a consolidar el EB) e intervenciones públicas (que tratan de establecer condiciones laborales óptimas para el desempeño del trabajo de los ciudadanos). Se trata de las políticas sociales, medidas que los gobiernes adoptan para abastecer de protección y bienestar a los ciudadanos. De todo lo expuesto con anterioridad podemos concluir que el EB constituye un modelo ideal de provisión universal, de protección mediante servicios sociales articulados a través de políticas sociales, cuya acepción será diferente dependiendo del Estado en el que esté instaurado (modelo liberal, modelo bismarckiano o conservador, modelo nórdico y modelo sureño) y que actúa estableciendo y promoviendo, por medio de políticas sociales, estructuras que se correspondan con los valores de una sociedad concreta, basado, según el modelo, en principios como el de la solidaridad, el de la reciprocidad y el de seguridad social y que por medio de dichas políticas sociales ha contribuido a la institucionalización de derechos.