ROMPIENDO LA CUARTA PARED Paulo J. Futre. Texto de artista. Crecí viendo a mi padre por televisión. Fue un futbolista famoso en su día, lo que me supuso una infancia agitada entre periodistas, autógrafos, aficionados y medios de comunicación. El hecho de verle todos los días en la vida real, pero también constantemente en los medios de difusión, cromos, camisetas, publicidad e incluso aquellos primeros juegos de ordenador, produjo en mí una experiencia de desconcierto y perturbación acerca de los límites difusos entre realidad física y virtual. La necesidad adulta de elaboración de esta experiencia me ha llevado a conocer bien la obra de varios filósofos postmodernos cuyos pensamientos también giraban en torno a mi cuestión existencial, como es el caso de Paul Virilio o Jean Baudrillard. De este último me interesa especialmente su obra “Cultura y Simulacro”, en la que llega a afirmar radicalmente que la propia realidad ha muerto en un plano metafísico, diluida entre la proliferación masiva de simulacros. Baudrillard incluso plantea que nuestro mundo real ha sido sustituido por una copia, un nuevo paradigma artificial al que definió como “hiperrealidad” y que corresponde a la “realidad” de la sociedad postmoderna y de consumo en la que vivimos. Partiendo de esta premisa conceptual, propongo una reflexión filosófica sobre la hiperrealidad. Para ello, me baso en la noción formal y metafísica de espejo, uno de los más clásicos simulacros de realidad que existe. Pese a lo que se pueda creer comúnmente, la imagen que vemos reflejada no es real, sino virtual. De hecho, en términos de física óptica se nombra “imagen virtual” a la imagen reflejada. Tras una larga investigación, descubrí un procedimiento de plata que podría usar como pintura de espejo líquido sobre vidrio. De ese modo, el acto de pintar crea literalmente un universo virtual en el que se adentra el entorno físico a través de su reflejo. Al mismo tiempo, también cuestiona el papel del arte figurativo a lo largo de la historia con su afán de imitar y reproducir la realidad. Un artista en el que me baso es René Magritte, quien en sus obras ya cuestionó el peligro mimético de la representación que sustituye el original. Otro concepto prioritario para mí es el de la ruptura de la cuarta pared, noción surgida en el teatro de Diderot en el siglo XVIII y que se trata de la “pared invisible” que existe entre los espectadores y la obra. Se rompe la cuarta pared cuando se produce una interacción entre la fantasía propuesta y la realidad receptora, como por ejemplo, cuando en una película se congela la acción y los actores se dirigen a cámara, directamente a los espectadores. Yendo más allá del simple recurso narrativo, encuentro la analogía poética perfecta del pensamiento de Baudrillard: al saltarse la ficción e interactuar con la realidad, se están colocando ambos universos a la misma altura. Eso es lo que logro con las pinturas de espejo líquido, que están planteadas conceptualmente como un eterno videojuego en el que, como artista, propongo un universo virtual y estético en el que se adentra el espectador a través de su reflejo, rompiendo la cuarta pared para situar metafóricamente realidad y simulacro en el mismo plano. Una vez más la ruptura de la cuarta pared es la clave fundamental que culmina la obra y que constituye la metáfora definitiva de hiperrealidad. Las pinturas que realizo, aparte de interactivas, son intencionalmente abstractas, ya que en ellas materializo el tercer orden de simulación, generando lo real después de la copia. Aparte del componente poético que tiene la realidad física reflejada en una creación pictórica abstracta, el análisis metafísico es que el mapa precede al territorio, parte de un simulacro, el espejo, para generar una nueva realidad abstracta sin referente real figurativo. Es un eterno circuito ininterrumpido donde la referencia no existe. Es hiperreal. Sin embargo, la pintura-espejo en sí como objeto físico está siempre inacabada, pues necesita obligatoriamente la interacción con el entorno, que es el que da sentido y la completa. De ahí la importancia vital de la fotografía para documentar este diálogo entre lo real y virtual, y complementar el sentido final de mi discurso.