El mecenazgo artístico como placer Mesa redonda

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El mecenazgo artístico como placer
Mesa redonda, CaixaForum Madrid, 2 de octubre de 2014
Participantes:
Leopoldo Rodés,
Rodés, presidente de la Fundación Arte y Mecenazgo
Elisa Durán,
Durán, directora general adjunta de la Obra Social "la Caixa"..
Francisco Calvo Serraller, catedrático de Historia del Arte Contemporáneo,
ensayista y crítico. Moderador del debate.
Alicia Koplowitz, presidenta de la Fundación Alicia Koplowitz.
Carlos Usandizaga, coleccionista y miembro del Patronato de la Fundació Miró.
Javier Gomá,
Gomá, filósofo, ensayista y director de la Fundación Juan March.
Guillermo de la Dehesa, presidente del Real Patronato del Museo Nacional
Centro de Arte Reina Sofía.
Miquel Barceló,
Barceló, artista.
Medios de comunicación
-EFE (Carlos Mínguez, redactor jefe cultura)
-EL MUNDO (Antonio Lucas, redactor especializado temas de arte,
columnista).
-EL PAÍS (Borja Hermoso, redactor jefe cultura)
-LA RAZÓN (Manuel Calderón, redactor jefe)
-LA VANGUARDIA (Teresa Sessé)
-EL PERIÓDICO (Olga Pereda, redactora cultura en Madrid)
-EL CONFIDENCIAL (Peio Hernández, redactor jefe cultura).
Leopoldo Rodés:
Rodés: Todos conocen los objetivos y las inquietudes de la Obra Social
“la Caixa” y de la Fundación Arte y Mecenazgo en lo que se refiere al
coleccionismo y el mecenazgo y, de qué modo en los últimos cuatro años hemos
luchado por la creación de una Ley de Mecenazgo. Es por eso que no puedo
dejar de tener ahora cierta sensación de fracaso al ver que nuestros esfuerzos no
han tenido un resultado satisfactorio. Más aún cuando habíamos albergado
esperanzas -porque se nos daban-, lo que ha hecho que la decepción haya sido
mayor cuando, finalmente, el resultado ha sido, en mi opinión, peor de lo que se
podía imaginar.
Cedo la palabra a Francisco Calvo Serraller, moderador de esta mesa redonda,
quien presentará el tema que nos reúne hoy aquí.
Francisco Calvo Serraller:
erraller La cuestión que nos ocupa resulta un poco paradójica,
porque parece extraño que deba justificarse que el arte, el coleccionismo y el
mecenazgo estén relacionados con el placer, algo diametralmente distinto a la
utilidad. Pero, en una sociedad tan pragmática y utilitaria como la nuestra, se
convierte en una cuestión que se hace necesario justificar. Y es importante
hacerlo porque me da la impresión de que –voy a utilizar un proverbio español-,
“cogemos el rábano por las hojas”. No es que las hojas no pertenezcan al rábano,
pero el rábano en el fondo, en esencia, tiene que ver con el placer. El mecenazgo
tiene unos intereses fiscales, una repercusión o unas motivaciones prácticas muy
diversas, que no por ser interesadas hay que despreciar, pero estas hojas no nos
pueden hacer olvidar lo esencial, la razón original. El arte tiene que ver con el
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placer, coleccionarlo también y el mecenazgo tiene y debe tener una dimensión
placentera.
Husmeando recientemente en diversas librerías encontré entre las novedades la
traducción de un libro del pensador alemán Peter Sloterdijk, actualmente muy de
moda por su carácter polémico. Me quedé perplejo porque, en su ensayo
Fiscalidad voluntaria y responsabilidad ciudadana, el autor plantea la necesidad
de que los impuestos sean voluntarios en lugar de coactivos. Sloterdijk
argumenta que estamos en un momento en el que tenemos tantas obligaciones,
estamos tan representados, que hemos perdido nuestra propia identidad como
ciudadanos, no sabemos por qué estamos aquí. Me puedo permitir hacer esta
glosa porque no soy representante de ningún partido político, ya que, de serlo,
me echarían por plantear esto. Pero, en conclusión, el planteamiento es que nada
de lo que se hace de forma coactiva puede acreditar una dignidad. Si los
impuestos fueran voluntarios dignificarían la fiscalidad, es decir, la participación
ciudadana en el Estado. Otra cosa es si esto sería viable o no, pero me parece que
tiene mucho que ver con el arte, con el coleccionismo y el mecenazgo. Casi todos
los que han abordado estos temas han hecho referencia al placer, pero me gustó
especialmente encontrarlo en un autor francés, Guy de Brebisson, quien en su
ensayo titulado Le mécenat, plantea que, si bien el mecenazgo posee interés
social, rentabilidad económica, motivaciones legales, etc., finalmente no se puede
ignorar, dice él, le bon plaisir, el buen placer. Si quitamos eso, al final quizás
hemos convertido el rábano solamente en unas hojas que no son comestibles. Es
decir, que, incluso pretendiendo ser prácticas, no producen ningún resultado. Y,
aunque sean dramáticamente importantes en el mundo actual precisamente por
su escoramiento a lo utilitario, a lo pragmático, a lo rentable, en el fondo están
difiriendo la naturaleza de las cosas.
En ese sentido tenía razón Karl Marx cuando hablaba de la perversión del valor
de uso y del valor de cambio. Económicamente no voy a defender eso porque no
tengo competencia, pero sí estoy convencido de que olvidar la dimensión original
en las cosas significaría desnaturalizarlas. Si al final hacemos una serie de
reflexiones jurídicas, económicas, sociales y políticas sobre la ventaja de
coleccionar arte y de la figura del mecenas, y nos olvidamos de esa dimensión del
placer, no solamente estamos desvirtuando la historia del arte, por tanto del
coleccionismo y del mecenazgo, sino que también desvirtuamos un poco quienes
somos.
Quiero hacer una doble reflexión: por un lado, recordar que los griegos que
fueron quienes –entre otras cosas-, inventaron el arte, hacían una sencilla
clasificación del saber. Diferenciaban entre las artes o conocimientos liberales, es
decir, ocupaciones de personas libres que las realizaban por placer, sin razón
práctica, y luego las mecánicas o serviles –que correspondían a saberes,
conocimientos, ciencias o artes que no exigían pensamiento y eran propias de
siervos. En una sociedad esclavista esa diferencia era una transposición de la
organización social, que se dividía entre personas libres y esclavos, situación que
en cierto modo se mantuvo hasta el siglo XVIII, es decir, prácticamente hasta
nuestra época. La esclavitud no consiste solo en llevar hierros o ser maltratado
por un amo que tiene la potestad de matar al esclavo a su arbitrio. La esclavitud
es no tener autonomía, ni libertad, por ejemplo, para pensar en las musarañas:
esclavitud es estar ocupado por otro. Esa distinción me parece fundamental, es
decir, hay maneras de pensar generosas porque no buscan ninguna
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compensación inmediata, no solamente material, sino que tampoco buscan
ninguna posible aplicación. En cierta manera la división entre el pensar liberal y
el pensar mecánico o servil me parece muy pertinente hoy cuando hemos
invertido completamente ese orden. Lo que nunca haría un griego y todos
aquellos que han continuado con ese modo de pensar, es afirmar que una
investigación debe ir necesariamente acompañada de desarrollo. Lo que nunca
habría aceptado un griego es que la investigación se debe al desarrollo. La
investigación es precisamente algo al margen del desarrollo. Estoy convencido de
que cuánto más se aparta la investigación del desarrollo tanto mejor es como
investigación aunque pierda su utilidad práctica. Y cuando el desarrollo manda,
sobra la investigación. Es decir, son antitéticos. Otra cosa es que haya que
conciliarlos, pero, no nos equivoquemos, nunca es una suma, siempre es una
resta.
Los griegos nos decían “es pensador quién es libre para pensar”, eso son las
ciencias liberales. Los griegos no consideraban sin embargo que el arte tuviera
ese estatuto porque, finalmente, los artistas realizaban un esfuerzo físico,
sudaban, materializaban algo y, sobre todo, mercaban con ello, cosa que
producía inmediatamente un rechazo. Era un saber que pudiendo ser liberal
estaba contaminado por su materialismo. Podría contar cómo eso se mantiene
hasta el siglo XVIII. Hay pleitos en la España del siglo XVII contra el Estado
para defender que la pintura no debe pagar impuestos porque es un arte liberal,
es decir, los pintores pintan de forma desinteresada, la pintura implica una
actividad intelectual y además no tiene utilidad práctica, que es lo que le da
nobleza y liberalidad al arte. En esa polémica, quienes defienden a la Hacienda
Real tienen, naturalmente, las de ganar porque pueden alegar que por muy
noble que sea alguien, si vende tiene la obligación de pagar.
Entonces llega la revolución del arte contemporáneo. De repente, en el siglo
XVIII, el mundo occidental se da cuenta de que el patrón en el que ha estado
alojado el arte ya es imposible de mantener. El patrón del arte, que es el canon
clásico (que había sufrido problemas de apreturas desde el siglo XVI y llevaba
desde entonces intentando que no se le rompieran las costuras o por los menos
remendándoselas cuando se le rompían), ya no puede estar fundamentado en la
belleza. Después de este descubrimiento, que es estupefaciente para la mayor
parte de la gente, un pensador alemán, Friedrich Schiller, en un libro
maravilloso, Cartas de educación estética del hombre y, posteriormente, en un
ensayo titulado Kallias –que significa belleza en griego- afirma “el arte tiene que
estar fundamentado en la libertad”, lo que es un poco desconcertante y temible,
dado que se basa en un elemento negativo, es decir, que el arte no puede tener
fundamento. Pero va más allá y, en ese libro maravilloso, hace una diferenciación
entre el mundo de la razón con sus obligaciones y el mundo del derecho con sus
coacciones, que son importantes y necesarias, pero también es necesario un
espacio aparte para que el hombre pueda manejarse de forma libre, para que
pueda ejercer una determinada irresponsabilidad. Incluso, al final del libro,
Schiller da una definición del arte que, obviamente, como todo lo
contemporáneo es polémica, pero que a mí me gusta mucho: “el estado estético que es el estado del arte- es dar la libertad por medio de la libertad”, y eso,
naturalmente, solo se produce -y así lo dice también Schiller-, a través de esa
cosa también absolutamente gratuita, que es el juego. Es decir, el arte es algo
lúdico porque, en realidad, cuando jugamos estamos aplicando reglas a algo que
no tiene ninguna consecuencia en la realidad práctica y no está por tanto sujeto a
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ninguna coacción. Incluso podemos crear las reglas del juego a nuestro arbitrio.
Es decir, el arte es una actividad lúdica y es quizás dentro de lo que ha
constituido la evolución de la sociedad, el único refugio de la libertad, aunque no
en un sentido político, pues naturalmente el arte está también restringido a las
coacciones del derecho y de la ciudad. Es libre porque se puede permitir el lujo
de jugar, de pertenecer a una esfera cuya única frontera –no exclusiva, pero sí la
principal- es su capacidad de dar placer. No olvidar eso es muy importante.
Cuando hablamos de placer pensamos sistemáticamente en un determinado
hedonismo fundamentalmente erótico y que a todos nos concierne. Podemos
disfrutar el placer de la gula, del sexo o de cualquier otra sensación relativa a
nuestros sentidos. Sin embargo, el placer principal es el placer inquisitivo, el de
interrogar, cuando, frente a la realidad que está llena de repuestas, uno tiene la
posibilidad de hacerse preguntas. Creo que el placer de, frente a lo establecido,
preguntarse sin voluntad de responderse mecánicamente, es decir, hacerse
preguntas que no tienen repuesta, es un privilegio que no es privativo, ni mucho
menos, del arte, pero que hoy es el arte el único que lo ejerce, porque es el único
que conserva todavía un relativo espacio para que eso pueda desarrollarse y ahí es
donde se produce el verdadero placer.
Pero frente a todo esto está el mercado, que tiene una enorme importancia y es
una de las grandes coacciones y una de las grandes mediaciones y también -como
muchas veces ocurre en las mediaciones- una de las grandes corrupciones. Walter
Benjamin estudió muchos aspectos del París del siglo XIX, entre ellos la novela
y, concretamente, la figura del coleccionista basándose en lo que decían las
novelas del XIX, fundamentalmente en las de ese gran cronista que fue Balzac,
cuya ejemplar novela, El primo Pons, está dedicada al coleccionismo. El
coleccionista en el siglo XIX y casi durante buena parte del siglo XX no era
necesariamente una persona con muchos recursos, sino una persona
fundamentalmente curiosa y cuya curiosidad le impelía a husmear justo donde la
gente no husmeaba y esa era su gran ventaja, ese era su arte. Pero Benjamin,
aparte de estudiar la figura del primo Pons y del coleccionista en el siglo XIX dio
una definición maravillosa de lo que es coleccionar, y que es justo lo contrario de
a lo que nosotros solemos referirnos: “la maravillosa acción social del
coleccionista es que retira del mercado una mercancía y le vuelve a dar la
dignidad de la posesión”. Esa capacidad de hacer reversible las cosas es muy
necesaria hoy. En ese sentido he citado a Sloterdijk y su idea de que los
impuestos deberían ser voluntarios y filantrópicos. ¿Por qué dice eso? Para
recobrar la dignidad del ciudadano. Quizás no sea operativo, pero sí es realmente
necesario. El ciudadano no puede ser un esclavo del Estado, no puede estar
siempre obligado, porque entonces no será un buen ciudadano, será un súbdito y
no un ciudadano. Y ese intentar evitar ser súbditos nos puede llevar a inspirarnos
en el arte, en el sentido de que esta nos proporciona un camino de libertad.
Las razones utilitarias y pragmáticas del arte están definidas desde hace más de
un siglo por un gran sociólogo nórdico, Thorstein Veblen, que elaboró una teoría
sobre la clase ociosa, y radiografió desde el punto de vista económico y social
todos los intereses que movían a la gente a coleccionar arte, a ser mecenas,
naturalmente buscándoles siempre una razón interesada: el prestigio, el interés
económico, las ventajas fiscales, etc.; razones que yo no desprecio en absoluto,
siempre y cuando no olvidemos que eso en cualquier caso debe ser consecuencia
de ese “ravissant bon plaisir” que he citado anteriormente.
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Para terminar, el famoso y antes tan santificado y ahora tan despreciado
Sigmund Freud, realizó en mi opinión una interesante afirmación: “el placer pide
repetición”, frente al dolor que te hace refractario.
Así pues, para que las cosas que como el arte nacen de la libertad puedan
fructifican, el elemento placentero es fundamental y olvidarlo podría suponer
cegar ese campo que, no solo nos da placer, sino que nos permite conocernos a
nosotros mismos en una vertiente que hoy precisamente nadie investiga, porque
prima la preocupación por lo que le interesa el mercado.
Esta ha sido mi justificación de la necesidad de reflexionar sobre el placer a la
hora de hablar sobre coleccionismo y mecenazgo, pero nos acompañan expertos
que, desde muy diversos puntos de vista, pueden aportar su versión y su
testimonio sobre este tema. Y quiero ceder la palabra en primer lugar, y muy
intencionadamente, a un coleccionista y mecenas, Carlos Usandizaga. Me
gustaría preguntarle, un poco a partir de la introducción que he hecho, si
efectivamente él se siente identificado o no, con esa dimensión de la que he
estado hablando, del placer de la filantropía, el placer de coleccionar, el placer de
contemplar arte.
Carlos Usandizaga:
sandizaga Represento una colección modesta, en progreso y poco
puedo añadir a lo ya dicho en lo relativo a los conceptos claves del
coleccionismo, pero sí, sin embargo, puedo aportar mi experiencia individual.
Yo siempre he creído que las colecciones son siempre autobiográficas, es decir,
uno colecciona porque quiere encontrar respuestas a unas preguntas, que se
formula, de una forma u otra, de modo verbal o pre-verbal, ordenado o
desordenado, pero que están siempre presentes.
Y en el arranque de su interés, probablemente de niño o de adolescente, el
coleccionista descubre que existen cosas en el mundo que, de una manera
inesperada e indirecta, responden a esas cuestiones que le inquietan y sobre las
que en ocasiones no sabe ni siquiera formular las preguntas y mucho menos
darles respuesta. Y eso te lleva a buscar las obras, los objetos en mi caso, porque
los coleccionistas de arte tribal –que antes se llamaba primitivo- coleccionamos
algo a lo que solo se le puede llamar objetos, a los que unos los consideraran
obras de arte y otros no. Y lo que vas descubriendo en ellos es que alguien se ha
hecho una pregunta similar a las que a ti te preocupan y que le ha dado una
respuesta que a ti te puede servir en algo.
Este es el hecho por el que los coleccionistas coleccionamos. En mi caso, de muy
niño, tenía cinco o seis años, contemplaba la colección de mi tío y yo notaba que
allí había algo mágico y misterioso, que aquello no eran solo objetos, eran mucho
más que objetos, y eran distintos de la lámpara que tenían al lado y distintos de la
silla que había un poco más a la izquierda. Tenían un significado distinto. Y el
empezar desde niño a pensar sobre ese significado finalmente te hace llegar a la
conclusión de que son las respuestas dadas por alguien que se ha preocupado
antes que tú por esas cuestiones que a ti te han interesado o te están interesando.
Y así vas encontrado un poco, por triangulación, tu lugar. Y descubres que si un
día estás de malhumor y escuchas a Mozart, por ejemplo, eso te hace sentir
distinto y allí existe una emoción dentro del trabajo de alguien. Y cuando
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descubres El paseante ante un mar de niebla de Caspar David Friedrich, no
sabes por qué, pero piensas “el pintor aquí me descubre algo sobre cuestiones
que yo me he planteado”. A base de estos elementos de arranque, tú te haces una
idea de las cosas que te gustan, las cosas que te hablan y las cosas que te poseen,
ellas a ti, no tú a ellas. Y vas ejerciendo la libertad suprema del coleccionista, que
es la de escoger. El acto supremo del coleccionista es la selección. El
coleccionista escoge lo que le da la gana porque le da la gana. Esto es un hecho
grandioso, un pequeño hecho grandioso, que es lo que nos aporta, yo creo, la
mayor fuente de placer. Luego descubres que existe una constante a lo largo de
la historia y es que quienes han hecho arte, u objetos con una pretensión
simbólica, se han saltado los límites y las restricciones del tiempo y del espacio.
Descubres que hay una sensibilidad y una verdad en una pieza creada en Asia
hace cinco o seis siglos que es similar al trabajo que está haciendo alguien en
Irlanda hoy, y que, curiosamente, si te acostumbras a enfrentarlos, se aguantan la
mirada. Y esa es una fuente de satisfacción realmente gloriosa para los que no
somos capaces de ceñirnos a coleccionar en un solo ámbito. En los diccionarios
se define colección como un “conjunto ordenado de objetos generalmente de la
misma clase”. Pues eso no es verdad en mi caso ni el de otros muchos
coleccionistas, porque nosotros estamos poseídos por los objetos y somos
regalados a los objetos. Y luego quizás podamos tratar otras cuestiones como es
la función social, el retirar obras del mercado o el ser depositarios y guardianes
de las obras de las que no se encargan los museos, pero que es necesario que sean
preservadas, porque su desaparición supondría una gran pérdida. Pero eso son
otros temas, porque para mí la razón por la que coleccionamos los que
coleccionamos es lo que acabo de exponer.
Francisco Calvo Serraller:
erraller Me gustaría hablar de un tema que hoy, mirando al
pasado, quizás se ha perdido, aunque creo que se está restaurando por otros
medios. Se trata del papel que ha jugado el comitente en relación con la obra y el
artista. Hoy se dice, hay que afirmarlo rotundamente para que no se olvide, que
la obra no existe sin contemplador. No se puede crear una obra sin destinatario,
porque no habría obra, no se produciría. Siempre hace falta ese otro para que la
obra cobre plenitud. El coleccionista siempre necesita a los artistas, pero en el
pasado había formas de relacionarse con los artistas diferentes a simplemente
rebuscar en el mercado. Hablo de algo que se puede convertir también en un
don. Como cuando en la creación de la obra participaban tanto el artista como el
cliente, del modo en el que se hacía hasta prácticamente el siglo XVII, es decir,
alguien quería hacer una obra determinada, fuera devocional o de otro tipo, y
entonces elegía al artista que creía que mejor le podría servir para hacer esa obra,
le explicaba cuál era su idea, le decía de qué posibilidades materiales disponía
para poder fabricarla y en ese diálogo se creaba la obra, era una relación directa.
Y eso hoy está renaciendo y tiene que ver con el mecenazgo y consiste, no en
comprar una obra, sino en producirla. Muchos artistas en la actualidad fundamentalmente escultores-, dado el coste elevado de llevar a la práctica el
concepto que tienen de una obra, no pueden fabricarla simplemente
respondiendo a su voluntad de crearla. Estamos pues volviendo a los mecenas en
vinculación con la idea tradicional del encargo, en el cual un artista le cuenta su
idea al mecenas y este financia la producción pactando, a lo mejor y lógicamente,
sobre su propiedad. Creo que esa personalización del encargo es muy importante
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en la historia tanto del arte como de la relación entre artista y contemplador,
porque, al fin y al cabo, como se ha dicho, el coleccionista es co-autor. Cuando
se cree en la magia, esta aumenta su poder, pero, si no se cree en ella, pierde toda
relevancia. Así la complicidad del creyente, del comitente, del feligrés, o del
contemplador sin más, para no ponerle adjetivos, es esencial para la obra y
además esto tiene que ver con la dimensión que no quisiera entender
simplemente como hedonista del arte, sino que conecta con otra dimensión para
mí más importante que es su capacidad de preguntar. ¿Por qué es posible
comunicarte con una persona que vivió hace cinco siglos y que esa persona te
conteste? Eso solamente sucede en la literatura y en el arte. La técnica sí que
progresa y, por tanto, va abandonando todo lo anterior, sin embargo, una
persona que ama el arte actual no tiene ningún problema para amar el Partenón
o a Botticelli, es decir, el arte no progresa, cambia, pero no progresa.
Otro testimonio esencial es el del sujeto paciente y activo, que es el artista, el
chamán. ¿Qué piensa el chamán de todo esto?
Miquel
Miquel Barceló:
arceló: Ayer en París conversé con un filósofo japonés de la teoría del
desastre, algo muy adecuado, porque tras los tsunamis y los volcanes parece que
está en el país adecuado para intentar organizar un congreso de chamanismo,
porque piensa que es la única solución posible, in extremis, en este momento.
Yo no comparto del todo la idea de que el artista sea un chamán. Formo parte
del comité científico de la cueva de Chauvet en Francia y una de las teorías de los
últimos años para explicar sus pinturas era la del artista chamán que las habría
realizado bajo el efecto de drogas. Yo creo, sin embargo, que el chamán ejercía su
función y el artista tenía otra diferente. En esta conversación hay que recordar a
Freud cuando afirmaba que el placer repetido pertenece a los niños y el placer
variado es de los adultos. Coleccionar es pues una pulsión infantil, y yo lo
entiendo así también. Pero me temo que planea sobre esta mesa redonda la negra
sombra de la Ley de Mecenazgo, que casi no nos atrevemos a mencionar porque
nos resulta desagradable. Es algo frustrante e incluso yo, que me entero a veces
poco de lo que sucede y observo las cosas desde lejos, he seguido este tema con
la misma decepción que compartimos todos nosotros. Evelyn Waugh decía sobre
la autobiografía de Stephen Spender: “Verlo haciendo malabares con nuestro
rico y delicado lenguaje es experimentar el mismo horror de ver un jarrón de
Sèvres en las manos de un chimpancé". Creo que es esto lo que está sucediendo
con el arte, con la cultura y, sobre todo, con la educación, porque cada vez se
enseña menos arte en las escuelas, es algo que está quedando de modo
testimonial y creo que allí empieza el gran problema. Seguramente, que no haya
llegado la Ley de Mecenazgo que esperábamos es un síntoma, pero la
enfermedad es esta especie de abdicación de la enseñanza del arte. En las
escuelas ya no se estudia arte, como por abandono y por desidia, nunca entiendo
si es con mala fe o porque simplemente una legislatura no es suficiente para
aplicar las reformas, pero la enseñanza del arte es muy urgente y necesaria.
Acabo de regresar de Brasil y me quedé admirado de la función didáctica de los
museos, de la cantidad de museos que son como escuelas. Y también de la
porosidad del arte con la vida social y de los coleccionistas brasileños que
coleccionan arte brasileño, pero también arte internacional, y sentí una profunda
envidia, porque hace unos años se hizo un estudio de mi mercado y resulta que
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¡los coleccionistas españoles que compran mi obra ocupan solo el quinto lugar!
Nunca me lo había planteado en estos términos, pero me resultó curioso y veo
que en Alemania, por ejemplo, protegen a sus artistas y esto hace que, pese a que
pienso que es un país con no muy grandes artistas, logren un resultado fabuloso
en términos de éxito. Creo que en España tenemos grandes artistas, pero no
existen en el mercado porque hay una especie de desidia institucionalizada.
Pienso que España es un país que hace grandes funerales –como se hacían los
funerales en Francia de los grandes hombres en el Panteón - pero mientras el
artista está vivo se le considera una molestia.
Francisco Calvo Serraller:
erraller Está claro que la dimensión en que se materializa
cualquier cosa es esencial para vivirla. Contamos con el testimonio de los que
tienen el placer de coleccionar, de ejercer la filantropía y el mecenazgo. Hemos
visto el placer del artista, que también se retrata a través de una obra y busca un
interlocutor no necesariamente en el presente. Como decía muy bien Alberto
Giacometti: “yo no hago obra para mis contemporáneos, sino para la gran
población de los muertos”, en el sentido de que estaba dirigiéndose a lo
universal.
Otras perspectivas también son importantes, como las de aquellos que, además
de ser coleccionistas y amantes del arte, participan en este mundo por sus
responsabilidades institucionales.
En este caso tenemos el privilegio de contar con alguien que, aparte de los títulos
académicos que le acreditan, lleva varias décadas siendo una figura fundamental
de la economía española. Me refiero a Guillermo de la Dehesa, que en este
momento es presidente del Real Patronato del Museo Nacional Centro de Arte
Reina Sofía y que, entre otras cosas, está ayudando a potenciar la proyección
social del museo y a aumentar su capacidad de supervivencia económica. Aquí se
nos plantea otra dimensión en la que las cosas no se ven solo desde un punto de
vista pragmático. Cuando aceptó la presidencia del Patronato del Museo
Nacional de Arte Contemporáneo, institución fundamental en España, además
de sentir la satisfacción por ser propuesto, debió de considerar que, entre las
razones para su elección, estaría su interés por el arte y el placer que esta le
produce.
Guillermo de la Dehesa:
Dehesa Estoy muy de acuerdo con las reflexiones de Francisco
Calvo Serraller, pero el coleccionismo de arte, hasta la democracia, era solo una
práctica de los reyes y algunas personas relevantes que lograron dejar colecciones
extraordinarias. Recuerdo una vez que el rey de España asistió en el Prado a un
almuerzo con los miembros del Patronato del museo y le pregunté ¿qué hubiera
pasado si a lo largo de los siglos los reyes de España, en lugar de invertir en arte
hubieran invertido en deuda pública? En España la deuda ha sido repudiada o a
quebrado veinte o treinta veces a lo largo de la historia, por lo que el patrimonio
artístico ha resultado la mejor inversión, porque las colecciones del Prado tienen
un valor incalculable. Así pues, el coleccionismo de arte es el que ha dado mayor
rentabilidad a lo largo de la historia, mucho más que otras actividades. Y eso es
extraordinario.
Cuando llega la democracia, el mercado del arte cambia, porque comienzan las
subastas, que son las que fijan los precios. Comienza a crearse un mercado. Al
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principio no existía el mercado, eran solo unos pocos los que, por dinero o
posición, podían acceder a los grandes artistas y todavía había numerosas obras
de esos artistas disponibles. Hoy es mucho más difícil coleccionar. No es un
mercado dual como era antes, primero se fue extendiendo y ahora es mundial.
Cualquier millonario de cualquier país compra obras por unos precios que ni los
museos ni casi ninguna institución puede alcanzar. Y entonces, ¿qué pueden
hacen los museos? Buscar gente que les aporte dinero para que ellos puedan
adquirir obras, porque tienen que competir en un mercado global con un número
de compradores inmenso y en el que quizá el número de ofertantes no es tan
grande. Esto hace que se produzca una concentración y que los precios se
disparen.
Y teniendo en cuenta esta situación, ¿Qué hago en el Reina Sofía? Pues
fundamentalmente dar “sablazos”, conseguir que el museo logre patrocinios o el
mecenazgo de personas dispuestas a ayudar.
Francisco Calvo Serraller:
erraller: ¿Qué hacéis el museo y tú para atraer ese mecenazgo?
Porque pedir no basta, ¿cómo pides? No digo que me desveles tus secretos…
Guillermo de la Dehesa:
ehesa Hay que decidir y organizar dónde se quiere buscar,
primero entre los nacionales y luego entre los extranjeros. Hemos creado una
Fundación para conseguir que los coleccionistas cedan obras durante cierto
tiempo para que las pueda disfrutar todo el mundo. También nos dirigimos a
empresas para lograr tener una mayor posibilidad de compra, porque el mercado
actualmente es muy duro.
También el Prado necesita ayuda en este sentido, porque si quieres aumentar
una colección tan extraordinaria como la del Prado, todo es carísimo, aunque,
sorprendentemente, en la actualidad las obras contemporáneas son mucho más
caras que las obras clásicas.
Francisco Calvo Serraller: En la medida en que el mercado actual se ha hecho
más global, la influencia de los modos o las modas, al hacerse el mercado del arte
contemporáneo hegemónico, ha causado que la obra de un artista del que a
nosotros nos cuesta pronunciar el nombre porque es, por ejemplo, japonés, chino
o coreano, resulta que vale más que un Rembrandt, por tener más demanda tal y
como has apuntado. Esa es la valoración del mercado, totalmente legítima y
además matemática. Si hay 8000 compradores, vale mucho más que si hubiera
800 y que si hubiera 80, 8 o 1. Y si no hubiera ninguno no valdría nada, ese es el
problema de la valoración del mercado.
Guillermo de la Dehesa: Respecto a los mencionados coleccionistas de Brasil o
de otros países, quizás con economías menos desarrolladas, aunque en ellos
existen tal vez menos compradores potenciales, hay mucha gente que se plantea
que, dado que su país devalúa su moneda cada diez años un 40% -que es lo que
ha ocurrido en muchos países de América Latina y en otros emergentes- es
necesario invertir en algo seguro. Y por eso compran arte y desarrollan
colecciones muy importantes, porque es una forma de hacer un hedge, de
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asegurarse contra el riesgo del tipo de cambio. A algunos de ellos son a los que
intento atraer hacia el Reina Sofía, porque, evidentemente, los multimillonarios
norteamericanos prefieren ayudar al MoMA de Nueva York y no a un museo
español.
Desde el punto de vista de los museos el coleccionismo es cada vez es más
complicado. No sabemos cuánto tiempo durará esta situación, porque hay
cientos de miles de millonarios chinos, son 1.300 millones de personas en China,
o 1.100 millones de indios que acuden al mercado porque la rupia se ha
devaluado tradicionalmente muchas veces. En estas circunstancias resulta difícil
competir. Esta es en cierto modo mi experiencia.
Francisco Calvo Serraller: Ahora voy a ceder la palabra a Javier Gomá, que,
aparte de ser amigo y una persona a la que admiro, creo que puede ejercer
perfectamente sin que le avergüence de Pepito Grillo, siendo la conciencia que
puede subyacer a todas nuestras especulaciones. Él puede dar un testimonio
particularmente precioso, porque, además de tener una importante
responsabilidad institucional, es biográficamente un explorador, un ser
menesteroso que está dando tumbos para encontrar –y espero que todavía lo siga
buscando- su propia identidad. Empieza estudiando Filología clásica, después
Filosofía pura, -algo que en cualquier casa provoca que todo el mundo se ponga
histérico pensando que debe tener algún vicio privado, padecer alguna rara
anomalía para dedicarse a eso- y luego estudia Derecho y es letrado del Consejo
de Estado, una personalidad que todo el mundo conoce. Esa transversalidad le
da un poder añadido, el de la experiencia de quien ha estado dando muchas
vueltas por el mundo y por ello posee una perspectiva más amplia. En uno de sus
libros, Cómo ganarse la vida en el arte convocó a una serie de personas, entre
ellos a mí –es provocador como todos los pensadores-, para tratar una cosa sobre
la que normalmente nadie quiere hablar. Nadie quiere hablar de sus intereses,
nadie quiere hablar de sus placeres. Está bien que alguien de vez en cuando nos
provoque para hablar. La tesis de Javier, publicada en ese libro, me interesa
mucho y es contraria a –digamos- la tesis “oficial”, que es la tesis romántica, del
artista desinteresado, individualista, salvaje, genial, que no tiene ninguna
vinculación social. Y él, creo que con mucha razón, discrepa de esa versión
romántica. Es una discrepancia valiente, porque el mundo contemporáneo es
romántico. Hago este largo preámbulo porque es importante para entender sus
razones.
Javier Gomá:
omá: Voy a ser ese contrapunto quizás más allá todavía de lo que habías
imaginado, porque últimamente el destino me ha situado en varias ocasiones en
esa posición para que al final de la reunión se produzca una polifonía de voces.
Lo que voy a decir, ya lo anticipé en una reunión previa con Leopoldo Rodés y
con Mercedes Basso y luego lo escribí en el diario El País, en un artículo titulado:
“¿Tú que prefieres?”. Por eso me parece particularmente estimable por vuestra
parte que no os importe oír mi voz, que no es discrepante en absoluto. Practico
un principio del que pocas veces me muevo que es “in dubio pro Paco” y hoy
también y además “in dubio pro Arte y Mecenazgo”, pero con todo creo que es
conveniente una cierta clarificación conceptual. Mi inclinación personal es hablar
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de arte, hablar de belleza, hablar de cultura, de vocación y he escrito mucho
sobre ello. También en el diario citado anteriormente publiqué recientemente un
artículo sobre Lo sublime. Estos son los temas hacia los que mi corazón me lleva.
Pero en el ámbito del mecenazgo, como en el ámbito de las fundaciones hay una
cierta inautenticidad en el lenguaje. En la Ley de Fundaciones, por ejemplo,
define a las fundaciones como “un patrimonio afectado o destinado a un fin de
interés general” y la realidad es que el 99% de las fundaciones que existen en
España no tienen patrimonio; y que el fin de interés general es secundario
respecto de otros intereses; lo cual no quiere decir que no sea lícito. No
solamente es lícito, sino que incluso me parece muy bien que se proteja, pero hay
una falsedad general en el ámbito de las fundaciones que tuve la oportunidad de
desenmascarar en una conferencia que di en un Congreso General de
Fundaciones, porque hay un vocabulario por el que el sector de las fundaciones
se entiende a sí mismo que, simplemente, no es verdadero. El sector de
fundaciones habla de mecenazgo, de tercer sector, de participación de la
sociedad, de filantropía, de altruismo, pero estas categorías no explican bien el
fenómeno fundacional. Deben verse sustituidas por otras, que son las que
propongo por ejemplo en el artículo que he citado anteriormente, que demuestra
que lo que subyace a esas categorías es perfectamente legítimo aunque distinto.
Se ha hablado aquí de las razones del mecenazgo, de su importancia presente e
histórica y el propio Calvo Serraller ha hablado y escrito muchas veces sobre la
importancia que el mecenazgo y el encargo, ha tenido en la historia,
prácticamente hasta los impresionistas; y para ello no fue necesaria ninguna Ley
de Mecenazgo. Se crearon innumerables obras maestras como la Capilla Sixtina
o el Partenón, y, hasta donde yo sé, no existía ninguna ley, había mecenazgo pero
no Ley de Mecenazgo. Asistimos con admiración a las grandes obras de la
creación del espíritu occidental que son obras de mecenazgo sin necesidad de
ninguna ley. Entonces, ¿quién impide a nadie hoy practicar el mecenazgo? ¿Si
quiero aportar dinero para que hacer algo, quién me lo impide? Nadie lo impide.
No hay en las legislaciones democráticas nada que impida apoyar
económicamente a un artista para que pinte un cuadro o donar dinero al Museo
del Prado. Entonces, cuando hablamos de mecenazgo, ¿de qué hablamos? Pues
en realidad parece que estamos hablando de la desgravación fiscal, de la
deducción del IRPF. Ya centramos el tema, no hablamos tanto de mecenazgo
sino de desgravación fiscal, que muchas veces acompaña a una acción
auténticamente de mecenazgo, pero en cualquier caso el mecenazgo no está
castigado por nadie.
Ahora bien, si sacudimos un poco esta macedonia de palabras y nos centramos
en lo que realmente ocurre en la Ley de Mecenazgo, que no es de mecenazgo
sino de desgravación, nos encontramos con que la realidad necesita ser
reflexionada. ¿Es mala la desgravación fiscal? No, la desgravación fiscal a mí me
parece una maravilla siempre que el Estado se lo pueda permitir. ¿Qué significa
desgravación fiscal? Desgravación fiscal significa detraer de la Hacienda Pública
determinados ingresos. El Estado identifica unas necesidades sociales e idea un
programa de redistribución de riqueza para satisfacer esas necesidades, que son
los presupuestos generales del Estado, que se nutren básicamente de los
impuestos directos e indirectos. Y ese plan es, supuestamente, la expresión del
principio de justicia aplicado a un país por lo menos durante ese año. Cuando
nosotros pagamos impuestos, lo hacemos de manera abstracta. Doy dinero y,
salvo la casilla de la Iglesia Católica o la Función Social que es irrisoria, no puedo
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definir el destino de ese dinero, sino que lo doy abstractamente y el Estado lo
aplica de acuerdo con ese plan sin rendirme cuentas, de una manera abstracta,
no finalista. Y claro, el Estado hace cosas que prácticamente ningún mecenas
haría. Construye cárceles y carreteras, paga la prestación por desempleo, las
pensiones… Yo no conozco a ningún mecenas que diga que vaya a pagar un 0,5
de las pensiones del 2015.
El mecenazgo consiste en permitir que determinadas personas paguen los
impuestos de una manera finalista, lo cual es mucho más satisfactorio desde el
punto de vista personal. Entonces, en lugar de pagar los impuestos de una
manera abstracta para que asfalten una carretera comarcal, puedo dar dinero a
un museo y a lo mejor hasta consigo que me pongan una placa y si lo hago en
EEUU a lo mejor hasta me dedican una de las salas. Lo cual es mucho más
satisfactorio desde el punto de vista personal. Y estoy absolutamente a favor de
eso, pero trato de centrar el tema de nuestra deliberación y nuestra discusión.
A Peter Sloterdijk, cuando dice que le gustaría que los impuestos algún día
fueran voluntarios, le puedo contestar, de acuerdo con la teoría de Rousseau, que
en un régimen democrático, los impuestos son siempre voluntarios, puesto que la
diferencia entre un súbdito y un ciudadano es que un ciudadano solamente se
obedece a sí mismo, no obedece a ningún tirano. Por lo tanto, las leyes que se
aprueban en el Congreso –por lo menos de acuerdo con la teoría democrática
clásica-, son auto-coacciones, el ciudadano se obedece a sí mismo. De manera
que a veces me ha gustado decir que todo ciudadano que paga los impuestos es
un verdadero mecenas, contribuye a la redistribución de la riqueza de acuerdo
con un plan general de la justicia, que además consiente en ella a través de sus
representantes que son elegidos democráticamente.
En cambio, si la desgravación del mecenas fuera del 100% (hipótesis que
normalmente no se produce, aunque en la Ley de Mecenazgo había previsto una
cantidad de 150€ o 200€ con una desgravación del 100%), en ese caso más bien
hablaríamos de un contribuyente privilegiado. Porque si la desgravación fuera del
100%, no conozco ningún caso de ciudadano que, si la ley le permitiera
desgravarse 150 o 200 €, no preferiría dárselos a un artista, a una fundación, a
una parroquia o a una ONG. Esto te aporta mayor satisfacción, porque puedes
dar una finalidad a tus impuestos que de otra manera no es posible.
Cuando al principio de la legislatura me preguntaban sobre la Ley de
Mecenazgo, mi pronóstico, sin ser el oráculo de Delfos, era que esa ley nunca se
aprobaría porque ahora el Estado no se lo puede permitir. Y no se lo puede
permitir porque el estado tiene que devolver la deuda, tiene un alto déficit, sube
los impuestos, reduce los gastos, disminuye las prestaciones, produce un gran
dolor y contestación social y es difícil que admita una cierta detracción de sus
ingresos por la vía desgravación fiscal. Si se lo pudiera permitir, yo estoy
absolutamente a favor, en primer lugar, del placer y, si fuera posible que el placer
fuera subvencionado por todos los contribuyentes, yo encantado.
El que la Ley de Mecenazgo haya decaído es ¿negligente?, ¿inteligente? o
¿deprimente? Deprimente seguro. Lo que no estoy seguro es que sea totalmente
negligente en esta época en la que el Estado no parece que se pueda permitir esa
detracción de los ingresos.
Y termino como empecé. Estoy a favor del mecenazgo y aquí hemos escuchado
algunos testimonios de lo qué es el mecenazgo con los que estoy absolutamente
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de acuerdo y creo, además, que el placer del coleccionista es contagioso y se
transmite. La pregunta es si el Estado se lo puede o no permitir. Por otra parte,
una deducción del 100% es problemática, pero con deducciones inferiores,
incluso en deducciones del 20-30%, se ha demostrado que logran la función
social extraordinaria de incrementar el mecenazgo.
Una cosa es el coleccionismo y el placer que siempre experimenta el coleccionista
y otra que el coleccionismo deba o no ser financiado por todos los ciudadanos a
través de los impuestos. Creo que debe ser financiado a través de los impuestos
porque el coleccionista hace mucho por la sociedad. Compra, muchas veces
recupera para España un patrimonio que estaba en el extranjero, lo conserva, lo
exhibe y anima a otros potenciales mecenas. En fin, sé que esta Fundación ha
realizado estudios que justifican –no desde el punto de vista del placer, que ya
sería mucho, sino desde el punto de vista de la función social- esas
desgravaciones fiscales, con las que yo estoy totalmente a favor, pero me
incómoda a veces la mistificación de las palabras. Cuando hablamos de
fundaciones muchas veces no estamos realmente hablando de ese patrimonio
afectado a un fin de interés general y cuando hablamos de mecenazgo no estamos
hablando realmente de mecenazgo, pero la realidad que subyace me parece muy
bien, la apoyo y la aplaudo.
Mercedes Basso:
asso: Pero respecto a la Ley de Mecenazgo, la fiscalidad es sólo un
complemento. Cuando el gobierno anunciaba la Ley de mecenazgo hablaba de
otros aspectos que para nosotros son primordiales, como es el reconocimiento de
las personas que participan en él, reconocimiento simbólico en muchos casos,
pero fundamental. Por otro lado, el reconocimiento, si nos fijamos en el modelo
anglosajón, son letras doradas en una sala, pero el reconocimiento también es
que me digan “puedes hacerlo”, sentir que confían en mí y me permiten que
participe. Luego, ante esa relación que en muchas ocasiones se quiere ver como
una intromisión de lo privado en las instituciones públicas, como una ruptura del
equilibrio, se pueden establecer códigos.
Nuestro planteamiento de Ley de Mecenazgo, que anunciamos desde mucho
antes de conocer la intención del gobierno de apoyarla, se centra en estimular
que las personas que tienen aficiones en materia de coleccionismo o de
participación social y cultural de cualquier tipo se sientan con la comodidad de
poder hacerlo. Yo creo que el proyecto de ley se enfocaba al reconocimiento por
la vía de premios, a crear un observatorio del coleccionismo y a formar a las
personas que están en las instituciones que requieren mecenazgo. Javier Gomá
afirma: “a nadie se le impide hacer mecenazgo”, pero si a mí me gusta el museo
de mi ciudad pero resulta que este no tiene una fundación propia entonces no
puede recibir mi aportación.
Si hablamos de mercado del arte, como decía Guillermo de la Dehesa, estamos
hablando de un mercado que mueve en España 300 millones de euros, según
datos que revelaba nuestro informe de hace dos años. ¿Cuál es el coste tributario
de una pequeña parte de eso? Nada. ¿Y cuál es el retorno? Pero hablar de
intangibles, de ese retorno, de si es más a medio o largo plazo, eso es complicado.
Javiér Gomá:
omá: Querría añadir algo más. Me gusta ver el mecenazgo en
combinación con el estado de bienestar. El mecenazgo y los impuestos que crean
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el estado de bienestar son ambos formas de redistribución de la riqueza. Cuando
se admira tanto la filantropía y el mecenazgo del mundo anglosajón, a veces se
olvida que tiene una sanidad y una educación públicas muy deficientes. Un
estado puede soportar un cierto grado de redistribución de la riqueza, sea a través
de impuestos o de la filantropía y el mecenazgo. Claro, nosotros tenemos una
sanidad pública extraordinaria y una educación posiblemente superior a la
americana. Adicionalmente se suman la filantropía y el mecenazgo que son
nuevos instrumentos de redistribución, lo que puede hacer que llegue un
momento en que se produzca cierta saturación. Lo que quiero decir con esto que
es injusto mirar la filantropía anglosajona con admiración, sin al mismo tiempo
no lamentar los servicios públicos americanos.
En cambio, una de las razones por las que España tiene un filantropía pequeña
respecto a la norteamericana es porque todos los ciudadanos, que ya antes he
afirmado que considero que son mecenas, lo son, con una redistribución de la
riqueza muy alta que permite servicios públicos muy elevados que dignifican a los
ciudadanos y nos dignifican a los españoles, porque nos los concedemos a
nosotros mismos. Dicho lo cual, por favor, no interpretéis esto como la más
mínima vacilación respecto a mi apoyo personal a la Ley de Mecenazgo. Personal
y no tanto institucional porque la fundación que dirijo no recibe subvenciones, ni
patrocinios, ni ayudas, ni mecenazgo, aunque tampoco los da, se trata de una
fundación operativa. Lo único que me parece importante, incluso desde el punto
de vista del mensaje social, es que hay que ser muy preciso en el lenguaje que se
usa y no pretender cosas que no son, porque producen al mismo tiempo,
admiración y recelo. Admiración por el lenguaje cargado de significación positiva
y al final recelo por verse como una ley de ricos y ¿cómo nos vamos a permitir en
una época de crisis, producir placer a los ricos? Entonces, es mejor, creo,
clarificar bien el vocabulario para que el mensaje social sea nítido.
Miquel
Miquel Barceló
arceló: Quisiera recordar que hace bastantes años, cuando el Estado
español adquirió la colección Thyssen, el argumento contrario y muy utilizado
era que el Estado no se lo podía permitir. Finalmente, por suerte, seguramente
fue la mejor inversión de los últimos dos siglos, pero hubo mucha resistencia y el
argumento siempre era que no nos lo podíamos permitir. Recuerdo que una vez
dije que costaba tanto como una fragata –que seguramente no es cierto- pero
parecía un insulto y estábamos convencidos de que no nos lo podíamos permitir.
Si algo es absolutamente necesario es el arte y la cultura, es lo único de lo que no
podemos prescindir.
Javier Gomá:
omá: Hay un filósofo que distingue –y a mí me gusta mucho- entre los
valores más altos y los valores de más peso. Si solamente atendiéramos a los
valores de más peso, tendríamos que dedicarnos exclusivamente a dar de comer a
la gente y siempre dejaríamos de lado los que son más altos, entonces no se
podría nunca dedicar un euro a la cultura mientras hubiera hambre en el mundo.
Es necesario comprender que existen valores de más peso, pero que también hay
que tener en cuenta los valores más altos, hay que llegar a un equilibrio, porque
hay que dedicar dinero a dar de comer a la gente, pero también al alma.
14
Francisco Calvo Serraller:
erraller: Natalia Ginzburg, novelista y ensayista italiana,
sostenía que los padres solemos predicar a nuestros hijos las grandes virtudes y
exigir las pequeñas.
Guillermo de la Dehesa:
ehesa: Estoy muy de acuerdo con lo dicho ahora por Javier
Gomá. Todo el mundo admira a EEUU, yo también, en el sentido de que los
grandes millonarios son grandes mecenas. En EEUU te puedes desgravar como
individuo hasta el 40% de lo que ganas, con lo cual este tipo de personas que son
muy ricas, están pagando un 55% de lo que ganan, con el 40% de deducción,
rebajándolo de una manera notable. Ahora bien, luego hacen de verdad
mecenazgo. Como ejemplo vemos la Fundación de Bill Gates que lleva las
vacunas directamente a los que las necesitan, porque la ayuda oficial al desarrollo
en el mundo, es enorme, pero se da de Estado a Estado. España da muchísimo
dinero en ayuda al desarrollo pero se lo dan al jefe del Estado de Liberia, o de
otro país y a veces no llega adonde tiene que llegar. Este cambio ha sido
fundamental, porque estas personas no donan a ningún Estado, crean su propia
organización para que esas vacunas lleguen a quienes lo necesitan, incluso en
contra del Estado local. Creo que eso es muy importante pero, como se ha
señalado, en EEUU no existen los servicios sociales que hay en España ni mucho
menos.
Francisco Calvo Serraller:
erraller: Es un tema muy interesante. Los Estados tienen que
dignificarse constantemente. Por eso me refería a Sloterdijk. No solamente
tenemos que dignificarnos nosotros, los ciudadanos, -me alivia mucho pensar
que yo soy un mecenas porque pago unos impuestos brutales, eso me ha
conmovido-, sino que también tiene que dignificarse el Estado. Es decir, que no
solamente nosotros tenemos que ser ejemplares, el Estado también tiene que ser
ejemplar.
Has dicho una cosa que me parece extraordinaria y que suscribo en lo relativo a
los súbditos y los ciudadanos y probablemente tengas toda la razón, el ciudadano
es responsable, el súbdito no, porque obedece, mientras que el ciudadano elige.
Entonces, evidentemente, en una democracia todos somos responsables porque
todos somos mecenas. También hay en el ambiente social gran preocupación
porque, a veces, como decían los marxistas, la superestructura, como un globo
aerostático se eleva con nuestra representación y no nos representa tanto.
Entonces, volvemos a la historia fantástica de la altura y del peso. Es un
equilibrio gravitacional entre qué quieres mirar y qué te puedes permitir mirar,
no sea a ser que te vayas a romper el cuello por mirar demasiado tiempo hacia lo
alto.
Mercedes Basso:
asso: Francisco Calvo Serraller ha comentado que uno de los
encantos del mecenazgo personal frente al institucional o público es su
diversificación, el que un coleccionista o un mecenas pueda apoyar un proyecto
“enloquecido”, es decir, más arriesgado, menos convencional, más ambicioso.
Creo que es algo que nos interesa a todos potenciar o estimular. La razón de ser
de nuestra Fundación es esa justamente y estamos trabajando para lograrlo de
algún modo. En el mecenazgo personal, como decía Manuel Arango, gran
filántropo, es tan importante el tiempo como el dinero y las maneras de
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implicarse en un proyecto son muy diversas. Se trata de cómo una persona puede
ser mecenas: aportando dinero, tiempo, apoyo, etc., en definitiva impulsando la
existencia de algo que de otro modo no se hubiera llevado a cabo por los
mecanismos habituales. Ese es uno de los temas que nos inquietan, preocupan y
ocupan.
Francisco Calvo Serraller:
erraller: Contestando como si fuera Javier Gomá, diría que
efectivamente la ventaja de esto es la particularidad. Es decir, el mecenazgo
institucional es programático, mientras que el coleccionismo privado está mucho
más particularizado y aporta exactamente lo que no cabe en el programa oficial.
Aporta ese gran rendimiento de la individualidad, que a lo mejor, dejada a su
arbitrio de forma salvaje produce el caos, pero que encauzada produce un gran
bien, y que es un poco un termómetro que nos da la temperatura para lo alto y lo
bajo. Por ejemplo, cuando uno analiza el Patrimonio Nacional descubre un
programa que ha existido desde el nacimiento del Estado en España en el siglo
XVI, en el que resulta que hay muchos huecos. Pero hemos de tener en cuenta
que esa particularidad enriquece a esa comunidad de ciudadanos. Y sin esa
particularidad, –y eso lo digo como historiador del arte-, España –aparte de la
colección de los reyes de España, que es una particularidad también dentro de la
generalidad-, habría perdido mucho.
Javier Gomá:
omá: ¿Hasta qué punto el capricho personal puede ser de interés general?
La palabra mecenazgo me estorba cuando se trata de unas desgravaciones fiscales
que son perfectamente lícitas y dignas de la máxima protección, por razones
culturales, sociales y de interés general, pero que no son mecenazgo propiamente
dicho. Lo acompañan, lo estimulan, lo alientan, pero no son mecenazgo. Y esa
comunión ocurre con mucha frecuencia en el mundo de las fundaciones. Por eso
digo que varias veces me he dirigido a un público formado por representantes de
fundaciones y les he dicho que utilizan un lenguaje para comprenderse a ellos
mismos que está transido de inautenticidad y no expresa el verdadero fenómeno
fundacional. El 99% de las fundaciones que existen en España, no solamente no
tienen patrimonio sino que se crean ocasionalmente para concurrir a las
subvenciones públicas que exigen tener forma de ONG, forma asociativa o forma
fundacional. ¿Todas las fundaciones que operan en España son expresión del
mecenazgo, de la participación, de la filantropía de quien ha promovido esa
fundación? Pues muchas veces no. ¿Son, sin embargo, dignas de protección?
Absolutamente sí. Eso es lo que quiero llevar a la reflexión en el ámbito del
mecenazgo.
Francico Calvo Serraller:
Serraller: Está muy bien, pero voy a hacer una aclaración: esto no
es una fundación de mecenazgo, sino una fundación de arte y mecenazgo.
Manuel Calderón (La Razón): Primero comentar lo que ha dicho Javier Gomá,
que en el fondo sostiene algo muy parecido a la defensa que ha hecho el gobierno
sobre la Ley de Mecenazgo incluida en una reforma fiscal. El ministro Wert lo ha
dicho de una manera muy curiosa, argumentando que en el fondo “sigue siendo
solomillo aunque vaya en plato sopero y no llano”. A lo mejor habría que explicar
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a la ciudadanía que sus impuestos sirven también para que el Reina Sofía y el
Museo del Prado estén abiertos, cosa que a lo mejor no se hace, ya que los
políticos, muy acuciados por la situación que todos conocemos, están obligados a
sobrevivir y a hacer hincapié en que los impuestos son para mantener los
hospitales y los colegios, que es en definitiva la economía utilitaria.
Francisco Calvo Serraller:
erraller: Sí, pero los contribuyentes también financiamos la liga
de futbol. Lo que quiero decir es que los números rojos en lo que se refiere al
futbol o al deporte en general son verdaderamente monstruosos y nadie se
pronuncia, evidentemente porque existen muchos intereses colectivos al respecto.
Eso debe servirnos como reflexión y como fondo para tener una referencia.
Realmente estamos muy preocupados por un sector que es mínimo y, sin
embargo, derrochamos enormes cantidades de dinero en una cosa totalmente
ociosa que también es un juego y puede ser un arte, como es el deporte, pero que
generalmente tiene una repercusión más amplia. Por ejemplo, la población sale a
la calle y la prensa se escandaliza porque un club deba descender de categoría a
causa de sus deudas millonarias. Los ciudadanos decidimos que es más
importante el fútbol que el patrimonio histórico artístico. En la balanza estamos
todos reflejados y no basta decir ¿qué puede hacer un ministro de Cultura en
relación con un ministro de Hacienda? Cero. Porque Hacienda es quién
distribuye el patrimonio de los españoles. Si te gusta mucho Tintoretto pero
tienes una persona al lado que se está muriendo porque tiene hepatitis C y el
tratamiento vale 60.000€, creo que la mayoría estaríamos de acuerdo en que se
destinara el dinero al enfermo de Hepatitis C aunque nos tuviéramos que privar
de contemplar la obra de Tintoretto.
Javier Gomá:
omá: Es absurdo explicar que la Ley de Mecenazgo ha quedado
sustituida por una reforma fiscal, porque si fuera lo mismo entonces se hubiera
aprobado la Ley de Mecenazgo y no se produciría la frustración social que ha
generado. Habría que comparar los números de las deducciones previstas en esa
Ley de Mecenazgo y lo que realmente va a resultar con las reformas parciales que
se han llevado a cabo para ver si es lo mismo o no, aunque yo pronostico que no
va a ser lo mismo en absoluto. Además de que no es lo mismo una serie de
reformas en sectores especiales que una Ley de Mecenazgo que establece un
marco legal general y permanente para una determinada actividad, en este caso
de mecenazgo o de desgravación.
Podemos seguir en el terreno de la anécdota. Hace poco falleció Emilio Botín y,
entre otras cosas, se dijo de él que fue: “un gran mecenas de la universidad
porque creó Universia”. Pero Universia no es de la Fundación Santander, es del
banco, y se planteó como un negocio. Me parece muy bien, porque ha
proporcionado mucho dinero a las universidades, ha conseguido dinamizar las
universidades españolas y latino-americanas y es un plan de inversiones
extraordinario, ahora bien, no es una expresión de mecenazgo, pero, incluso si
produce una contraprestación económica para el banco, es digna de todo elogio.
Manuel Calderón (La Razón): El Gobierno español es un gobierno socialdemócrata comparado con el gobierno actual de Manuel Valls en Francia en lo
relativo a los presupuestos. Están recortando los presupuestos generales a unos
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niveles brutales. Sin embargo, mantiene un modelo de mecenazgo que es en el
que se quería inspirar España. Es el modelo francés del 60/65: 60% empresa,
65% persona. ¿Qué razón hay para que en España no se pueda desarrollar una
Ley de Mecenazgo en ese sentido? Aunque tal vez la cuestión sería: ¿si no se
imparten clases de arte en los colegios, porque vamos a hacer una ley que vaya en
ese sentido?
Borja Hermoso (El País): Francia, país que admiro y en el que he vivido
bastantes años, ha tenido un gasto público desaforado que ahora de golpe está
pagando, con unos recortes traumáticos, sobre todo para una sociedad
acostumbrada a un gasto público generoso en educación y cultura. Porque para
ellos, educación y cultura es lo mismo. En España, ningún Gobierno se ha creído
lo de que la educación es lo mismo que la cultura. Se ha hecho o bien cultura
espectáculo de una forma vergonzante a veces, o bien, se ha pasado al otro
extremo, que es tener que estar justificando la cultura constantemente.
Probablemente es todo lo mismo y de allí vienen los males; el fin de las
humanidades, el fin de la enseñanza de la música, el fin de la enseñanza del arte,
la chapuza constante en la formación del profesorado, etc.
Cuando aludimos -de una forma más romántica que pragmática- al caso francés,
tenemos que tener en cuenta que se trata de otra mentalidad. En Francia
tuvieron a Malraux, y aquí no. Y a Jack Lang, que realizó actuaciones dudosas en
ocasiones, pero también otras de una eficacia devastadora. Efectivamente, como
apuntaba Javier Gomá, no toda la gente visita los museos y mucho menos a las
galerías, pero toda la gente va a los hospitales y va a los colegios. Los colegios y
los museos deberían ser lo mismo, y en este país, no lo son.
Vivimos en un país en que los periódicos (y aquí asumo mi parte de culpa),
hablamos del Prado y del Reina todos los días, pero no hablamos del MUSAC,
no hablamos del IVAM, ni siquiera del Guggenheim, ya no digamos del Bellas
Artes de Bilbao. Hablamos de Madrid y Barcelona. Entonces, en Madrid ocurre
que el Prado le quiere quitar el Guernica al Reina Sofía y Patrimonio Nacional le
quiere quitar el Bosco al Prado, esto es un sainete de mal gusto. Cuando manejas
un poco, o un mucho, de información todos los días para darle cauce, te
encuentras con situaciones surrealistas como esas. Y también hay otra cosa: la
vida trata de prioridades. Cuando editas un periódico eliges unos temas y
descartas otros; y a la hora de construir unos presupuestos generales, hay
prioridades y no puedes detraer cantidades de dinero que fehacientemente tienen
que ir a otro sitio de forma prioritaria. Pero luego tenemos el tema del 21 % del
IVA, estas decisiones no las toma el Ministerio de Cultura (que no existe), es
decir el de Educación, Cultura y Deporte, ni el de Hacienda. Esto lo decide
Presidencia de Gobierno pero no aquí, en cualquier país, porque Presidencia de
Gobierno es quien pone de acuerdo a los ministerios, igual que el director de mi
periódico pone de acuerdo a los redactores-jefe cuando discutimos. Alguien se
inventa de la noche a la mañana que el IVA tiene que ser del 21% en lugar del
8% y están muy contentos y orgullosos de recaudar y de desangrar una industria
cultural –que debería existir, aunque no existe en este país, entre otras cosas
porque la están destruyendo- . Un medio digital publicaba el otro día que el
Ministerio de Hacienda recaudó 4 millones de euros con la película El niño,
mucho más que los productores, exhibidores y distribuidores, dato que no me
parece normal. Y luego está el caso del Thyssen. Probablemente sea la mejor
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inversión de este país, pero en los presupuestos del Estado previstos para 2015
tiene un incremento del 138,4% por ley, para cubrir el déficit. El LázaroGaldiano, que es un museo maravilloso, ha bajado un 45%, el Patio Herreriano
de Valladolid, probablemente va a desaparecer, el Marco de Vigo, un recorte del
28%, y así sucesivamente.
Antonio Lucas (El Mundo): Tengo la extraña sensación de que realmente no se
ha hablado de lo que está sucediendo en la calle con el tema de la cultura. Esto
es como si París estuviese ardiendo a nuestras espaldas y nosotros estuviéramos
discutiendo sobre cuál es el mejor artesano para la cornucopia. Llevo diecisiete
años ejerciendo el periodismo cultural y siempre que he hablado con los
sucesivos directores y miembros del Patronato del Reina Sofía, uno de los temas
importantes que se reivindicaban con mayor entusiasmo era la necesidad de una
Ley de Mecenazgo. Ha sido una reflexión muy hermosa y sofisticada la que
hemos escuchado en torno al placer y el mecenazgo, pero creo que hemos estado
esquivando lo que realmente ha sucedido, que es que ha desaparecido la
posibilidad de tener una Ley de Mecenazgo. Aludiendo a lo que ha dicho Javier
Gomá, respecto a la mezcla de admiración y recelo que genera a veces el mundo
de la cultura en sus más altas instituciones, salgo de esta mesa redonda con la
impresión de que he estado reunido con gente del mundo de la cultura que
probablemente se sentirá afectada, tanto desde el punto de vista institucional
como desde el punto de vista de coleccionista privado, por lo que ha sido una
incompetencia o una maldad, o una incompetencia disfrazada de maldad por
parte del gobierno que actualmente preside este país, y que, sin embargo, a ellos
o no les importa o no les apetece comentarlo. O tal vez es que consideran que
este no es el foro más adecuado, aunque yo no creo que haya otro mejor posible
que bajo el amparo de esta Fundación y con los representantes del mundo de la
cultura aquí reunidos. Me llevo la sensación de que aquí nadie ha querido
realmente mojarse respecto a lo que está ocurriendo dentro del ámbito de la
cultura. Excepto Miquel Barceló y Leopoldo Rodés que han dicho que se sentían
desolados y Javier Gomá que se ha expresado, aunque en dirección contraria a la
de Barceló, no he escuchado qué opinan sobre que no haya ha salido adelante la
ley de Mecenazgo y cómo lo asumen y creo que, aunque tal vez ustedes no
necesiten el altavoz que nosotros como prensa podemos proporcionarles -porque
probablemente puedan dirigirse directamente a quien compete- la gente sí nos
necesita para saber que piensan ustedes de que la tan cacareada Ley de
Mecenazgo no haya llegado a buen término.
Guillermo de la Dehesa:
ehesa: El presidente Rajoy prometió –en un acto celebrado por
la donación Várez Fisa al Museo del Prado- sacar adelante una Ley de
Mecenazgo antes de que terminase la legislatura. Falta más de un año de
legislatura y yo aún tengo esperanzas. Y además, como economista tengo que
reconocer que, desde 1840 que es desde cuando hay estadísticas fiables del PIB
español, la mayor caída de la historia de PIB en España es la de esta recesión, ni
siquiera fue mayor la producida por la guerra civil. La mayor tasa de paro de la
historia de este país desde que hay cifras de paro –que son muy posteriores a
1840- se ha producido también ahora. Quiero decir con esto que existen unos
imponderables que hay que tener en cuenta como país y como ciudadanos.
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Javier Gomá:
omá: Tengo una solución para que el presidente del Gobierno pueda
cumplir su promesa sin que le cueste un problema: que apruebe la ley en esta
legislatura y en la disposición final establezca que entrará en vigor en 2017.
Carlos Usandizaga: Una simple intervención, pequeña y desorientada para
introducir la cuestión de qué pinta el coleccionista ante este debate de más o
menos mecenazgo. Los coleccionistas modestos como yo no queremos un
porcentaje determinado de desgravación. Nos damos cuenta de que somos
administradores temporales de cosas que quizás algunas de ellas, si hemos tenido
un poquito de acierto puedan tener interés social y puedan ayudar a alguna gente
a entender un periodo o una determinada geografía o una determinada escuela y,
entonces, ¿qué demandamos los coleccionistas? Pues, solo demandamos una
cosa, que es el interés manifiesto del consumidor final, es decir, del Estado. Y eso
es lo que nos desazona en este momento, el que vemos que no muestra ningún
interés. Y ¿cómo se manifiesta el interés? De muchas formas, en el modo de
educar, por ejemplo, pero también, entre otras cosas, en el modo de establecer
los impuestos. Pero es muy desmotivador para los coleccionistas ver que estás
coleccionando una cosa de la que probablemente solo serás administrador
temporal en un entorno que no manifiesta pro-activa y fuertemente su interés.
Quería contaros una anécdota. Entre los presidentes de Francia los ha habido
con mucho interés cultural, Jacques Chirac en particular tenía mucho interés por
“les Arts Premiers”. En el mundillo del arte tribal se contaba una historia de un
señor de 80 años que vivía en Marsella y tenía una colección espléndida de arte
tribal. Como buen interesado, buen amateur y persona pro-activa, Chirac
conocía la colección y un día llamó y le dijo al coleccionista “Francia le necesita,
done usted su colección”, y el señor la donó. Lo que a otros coleccionistas les
produjo una mezcla de placer por estar en un Estado así y miedo por si les
llamaba Chirac. Quedémonos con la satisfacción de estar en un Estado cuyo
presidente baja a la arena y se implica.
Francisco Calvo Serraller
erraller:: Evidentemente a veces un gesto así crea algo que no
puede un capital, y es extremadamente fértil. Es una motivación que te llame el
presidente de la República y te diga “La France vous demande”.
Miquel Barceló:
arceló: Pero no es tan sencillo, porque también en Francia cerraron el
Musee de l`Homme, que era un museo estupendo, muy politizado y anti colonial
para hacer esta especie de joyería de lujo que es el Musée des Arts Premiers, que
a mí me parece una porquería. A mí me gusta el Musee de l`Homme, y el 10%
mejor de este museo fue al Arts Premiers y la colección que mencionas es la de
Jacques Kerchache, que, lejos de ser un sencillo anciano marsellés, era un
hombre que vendió piezas al Estado francés, todo es más complicado. Es cierto
que vamos dando vueltas al tema y el problema que nos queda más atravesado es
el de la Ley de Mecenazgo, yo vine para eso. El placer es mi herramienta de
trabajo. Y lo que resulta extravagante es que en la última feria de Arco, una obra
mía costaba más en una galería española que en una galería extranjera. Y yo no
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sigo mucho los temas de economía, los sigo de reojo, pero hasta allí llego. ¡Eso
ocurre por es la fiscalidad y es un disparate!
Mercedes Basso:
asso: De hecho, en nuestro Borrador de Proyecto de Ley de medidas
de fomento, impulso y desarrollo del arte y mecenazgo en España hablábamos de
patrimonio, mercado y mecenazgo, y eso tiene que ver con los impuestos de
importación y con el IVA, que cada cual establece a partir de la directiva
europea, porque aunque existe un marco cada Estado escoge.
Carlos Usandizaga:
Usandizaga: Hay una excelente frase de Borges que decía que los
peronistas no son ni buenos ni malos, son incorregibles. Pues los coleccionistas
no son ni buenos ni malos, son incorregibles. Si tienen verdadera vocación
seguirán coleccionando pase lo que pase. Ahora, si el entorno ayuda, mucho
mejor.
Francisco Calvo Serraller:
erraller: Carlos, eso es un buen colofón que te agradezco
mucho.
Olga Pereda (El Periódico): Yo quería trasladar la pregunta que hacía Antonio
Lucas a los coleccionistas a Miquel Barceló. Aparte de la decepción que pueda
sentir con la Ley de Mecenazgo, ¿cómo piensa que le afecta personalmente como
artista?
Miquel Barceló:
arceló: Quizás si hubiera salido adelante la Ley de Mecenazgo mi obra
estaría más presente, pero no es solo una cuestión personal en cuanto a mi obra,
es algo que desde hace años venimos demandando, es una demanda general de
los artistas. Que España no se dé cuenta de que la cultura es su mejor inversión a
largo plazo es una forma de suicidio. Ir renunciando a la enseñanza, a la
enseñanza del arte, de las humanidades, eso es un disparate infinito que hará que
ya no sea necesario el mecenazgo. Yo creo que esa es la intención perversa, va
mucho más allá de la legislatura. Es como una tendencia a lograr que la gente
pierda el interés por la cultura, el arte y de la enseñanza.
Guillermo de la Dehesa:
ehesa: Ha habido dos casos en la historia increíbles: uno de los
grandes personajes del Prado es Velázquez, no solo como pintor, sino por lo que
consiguió. Es quien forma el Museo del Prado, pues convence a Felipe IV y
compra a unos precios bajísimos los mejores Tizianos, Rubens, lo compra todo.
Ese es el Prado. Y el otro caso es el de Picasso, que dice “yo no vuelvo a España
hasta que muera Franco”, y finalmente muere dos años antes de que muera
Franco y se quedan todos los Picassos en Francia; menos el Guernica.
Francisco Calvo Serraller:
erraller: Es más siniestro de lo que te imaginas porque Picasso
estaba dispuesto en un momento determinado -y hay documentos históricos que
lo acreditan-, incluso sin morir Franco, a dejar un legado importante en Málaga y
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se frustró. Hay documentos que acreditan que a finales de la década de 1960
estaba dispuesto a hacer un gran museo Picasso en Málaga.
Miquel Barceló:
arceló: Estamos como al principio, volvemos a pensar que por un pelo,
que porque Napoleón no se quedó aquí, estamos en esta situación, volvemos a
donde siempre. Me parece que hemos hecho un bucle melancólico para volver a
la tristeza total.
Olga Pereda (El Periódico): Quería preguntar a Guillermo de la Dehesa ¿es
cierto que todavía tiene esperanza de que salga adelante la Ley de Mecenazgo en
el año que queda de legislatura?
Guillermo de la Dehesa:
Dehesa: Yo creo en la palabra del presidente del Gobierno.
Miquel Barceló:
arceló: ¡Eso sí que es un buen colofón!
Mercedes
Mercedes Basso:
asso: Cuando se publicó el proyecto de Reforma Fiscal en el Boletín
de las Cortes, me asaltó la duda de si lo estaba entendiendo bien o me faltaba
información. Aunque se puede racionalizar que el contexto no es el adecuado y
que si se pospone la Ley a 2017 sería más fácil aprobarla ya que entraría en vigor
en otra legislatura –de hecho la reforma fiscal es para el 2015-2016-, nos habían
dado más que motivos para tener expectativas, y, sin embargo, el 6 de agosto
vemos que se publica la reforma fiscal con cuatro artículos referidos al
mecenazgo. Y entonces pensamos: “bueno, ahora nos contarán qué desarrollo
tiene esto, si la reforma fiscal es un primer paso y luego llegará la Ley como ha
dicho el presidente y el secretario de Estado Lasalle ha ratificado mil veces”. Pero
pasan los días, llega septiembre y ni de manera oficial ni por medio de la prensa
se aclara la cuestión y, de repente, por un comentario fortuito se confirma que la
Ley de Mecenazgo prometida va a quedarse solo en esa reforma fiscal y que,
además, debemos felicitarnos por ello. Yo creo que ha faltado, además de todo,
coordinación y pedagogía a la hora de explicar las decisiones que se han tomado.
Guillermo de la Dehesa:
ehesa: Eso en el argot taurino se llama hacer las cosas “a la
remanguillé”.
Carlos Mínguez (EFE):
(EFE): Yo quiero hacer una pregunta a la Fundación. En otras
parcelas de la política cultural en España, en concreto en lo relativo al Museo del
Prado y el cambio de su estatuto jurídico, incluso en el caso del Reina Sofía, se
llegó a un pacto entre los partidos mayoritarios y un consenso general, ¿No ha
existido en ningún momento, o por lo menos se ha intentado, construir un
acuerdo parlamentario o un consenso de Estado entre el PP, el PSOE y resto de
partidos, minorías catalanas, el PNV, los cuales también deberían tener interés
en estas cuestiones, para desarrollar una Ley de Mecenazgo?
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Francisco Calvo Serraller:
erraller: Es muy difícil, porque es posible llevar a cabo un
pacto con las diversas fuerzas políticas del Estado cuando se trata de una
institución como el Prado, pero si el objeto es algo menos concreto como el
mecenazgo es más complicado alcanzar el consenso, porque allí inmediatamente
surgen las divergencias entre los partidos, dado que la cultura al fin y al cabo es
un instrumento político.
Carlos Mínguez (EFE): Pero de la misma forma que en otros foros se ha
afirmado siempre que se va a intentar consensuar una Ley de Educación para
evitar que cada vez que se nombre un nuevo ministro se cambie, pues consensuar
una política cultural en el sentido republicano de la palabra tampoco es mucho
pedir.
Francisco Calvo Serraller
erraller:: Estoy absolutamente de acuerdo en que no es mucho
pedir, pero, aun así, pienso que es utópico porque inmediatamente empieza la
divergencia ideológica.
Carlos Mínguez (EFE): A lo mejor lo que pasa es que no tener un consenso
mínimo en esos niveles es lo que ocasiona esta situación…
Francisco Calvo Serraller:
erraller: Indica un nivel de ciudadanía muy bajo.
Leopoldo Rodés:
odés: Yo lo creo especialmente grave para el apoyo a las instituciones
más que para el coleccionismo, porque en un momento en que las aportaciones
públicas se han reducido dramáticamente, se trataba y hubiera sido deseable, que
el sector privado pudiera en cierto modo suplir esta necesidad. Y este momento
es gravísimo.
Javier Gomá:
omá: De hecho, el gobierno lo afirmó así, que iban a compensar las
menores aportaciones destinadas a cultura con la Ley de Mecenazgo y,
efectivamente, las aportaciones sí han disminuido pero no han aprobado la Ley
de Mecenazgo, por lo que muchas instituciones culturales de primer orden
sufren.
Miquel Barceló:
arceló: La esperanza del año y medio de legislatura es tal vez lo único a
lo que nos podemos agarrar, la única nota ilusionante del día, además del placer,
evidentemente.
Francisco Calvo Serraller:
erraller: Cuanto más ahoga la realidad, más aumenta la
esperanza.
Mercedes
asso:: Queríamos hablar de motivación, de la palanca que hace
Mercedes Basso
posible que todo esto se mueva, eso es muy importante, ¿Qué provoca al señor
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Usandizaga a coleccionar? ¿Qué provoca a Miquel Barceló a colaborar con la
Fundación Arte y Mecenazgo y donar una escultura como galardón de los
premios Arte y Mecenazgo? ¿Qué provoca a la Fundación “la Caixa” a
desarrollar un nuevo proyecto? ¿Qué genera el deseo de vínculo, de dedicar
tiempo, dinero, inteligencia? Esa es la cuestión, ¿no?
Carlos Usandizaga:
Usandizaga: La afinidad y la obligación.
Miquel
Miquel Barceló:
arceló: Una pulsión. Se trata de conducir las pulsiones.
Francisco Calvo Serraller:
erraller: El deber y la devoción.
Ahora, reconocerás Miquel que los de las obligaciones y contratos habéis ganado
por goleada. Y creo que está muy bien, es justo y necesario y además de muy
oportuno. De hecho ¿por qué existe el arte si no es por una especie de evocación
de la infancia?
Mique
Mique Barceló:
arceló: Sí, la colección tiene algo de infantil, de repetición del juego,
muy de esa pulsión de coleccionar insectos o lo que sea. Es una pulsión que viene
de la infancia, de un placer repetido.
Carlos Usandizaga: Cuando se afirma que alguien ha empezado a ser
coleccionista de mayor no suele ser cierto. Normalmente algo habría hecho en la
infancia.
Mercedes
Mercedes Basso:
asso: Borja Hermoso apuntaba que los medios quizás dedican mucha
atención a las cotizaciones altísimas en las subastas de Nueva York y Londres, al
Reina Sofía, al Prado, etc., y, efectivamente, la voluntad de ampliar ese registro
nos provocó crear este encuentro. Queremos reclamar ese aspecto, comentado
por Manuel, de seducción, de interés… ¿Qué ocurre en las instituciones que
buscan mecenazgo? ¿Con qué problemas se encuentran? Quizás no saben generar
deseo, no se sabe entusiasmar. Cuando alguien me propone un tema necesito
que me lo cuente con convencimiento, quiero creérmelo; si me lo creo a lo mejor
me entusiasmo y acudo. Esa es la cuestión, la palanca del mecenazgo que a
nosotros como organización nos gusta también señalar y esta es la intención de
este encuentro, aunque ha coincidido en el tiempo en el que se está hablando de
la fallida nueva Ley de Mecenazgo.
Por otra parte, nosotros como organización ya hemos hablado todo, hemos
hecho los deberes en materia de regulación y fiscalidad, pero esa es otra vertiente.
Recuperemos ese aspecto palanca que puede hacer que alguien financie un
proyecto de un artista emergente o a una institución. Cómo decía Chris Dercon,
finalmente hemos superado el dar desde la caridad. Damos porque creemos en
algo, pues fomentemos esa relación de proyecto con mecenas.
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Francisco Calvo Serraller:
erraller: Para terminar quiero hacer un balance muy rápido y
sintético. Como siempre, no hay placer sin necesidad, o no hay necesidad sin
placer. Es decir, que la realidad ha interferido en esta propuesta arcádica de
reflexionar sobre el placer, en un momento en el que estamos asediados por
multitud de necesidades. Está muy bien que hayan sido subrayadas las
necesidades y que hayan sido subrayados, no solo los placeres sino también las
dignidades que el placer implica. En fin, muchas gracias a todos por participar en
este encuentro.
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