artículo 2439 del CC, que Servicios GST Limitada, de

Anuncio
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACIÓN CIVIL
Magistrado Ponente
EDGARDO VILLAMIL PORTILLA
Bogotá D.C., dos de diciembre de dos mil nueve
Ref.: Exp. No. 11001-31-03-009-2003-00596-01
Se decide el recurso de casación interpuesto por el demandante contra
la sentencia de 28 de mayo de 2008, dictada por la Sala Civil del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Bogotá, como epílogo del proceso ordinario
promovido por el Banco Popular S.A. frente a la sociedad Servicios G.S.T. Ltda.
ANTECEDENTES
1.
El demandante pretendió que se declarara “de conformidad con el
artículo 2439 del C.C., que Servicios G.S.T. Limitada, de acuerdo con la
garantía hipotecaria otorgada a favor del Banco Popular S.A., mediante las
escrituras públicas No. 2815 del 20 de noviembre de 1991 de la Notaría Única
de Facatativa, hoy Primera, y la No. 295 del 16 de febrero de 1994 de la
Notaría Primera de Facatativa, registradas al folios (sic) de matrícula
inmobiliaria Nos. 050-0139867 y 050-01109057 está obligada a pagarle al
Banco Popular S.A., las obligaciones que este cobra ejecutivamente en el
proceso ejecutivo de Banco Popular contra Luís Fernando Torres Henao y
Comercializadora de Derivados del Petróleo Ltda. ‘Codepel’, antes Stahelin y
Torres Ltda., que cursa en el Juzgado Treinta y Uno Civil del Circuito de Bogotá
D.C., expediente No. 11001 31 03 031 1996 10625 01, y las cuales no se han
logrado recaudar en dicho proceso y están actualmente pendientes de
pago.
(…) En consecuencia de lo anterior, se condene a la demandada a
pagarle al Banco Popular S.A. el valor de la liquidación del crédito aprobada
por el Juzgado Treinta y Uno Civil del Circuito de Bogotá, en el proceso
ejecutivo de Banco Popular contra Luís Fernando Torres Henao y
Comercializadora de Derivados del Petróleo Ltda. ‘Codepel’, antes Stahelin y
Torres Ltda., dentro de los diez 10 días siguientes a la ejecutoria de la
sentencia que ponga fin a este proceso.
(…) En el evento que la demandada no cumpla oportunamente con el
pago de su condena, el Banco Popular S.A. en ejecución de la sentencia podrá
solicitar la venta en pública subasta de los inmuebles hipotecados” (fls. 237 y
238 Cdno.1).
2.
El demandante acudió a los siguientes hechos para sustentar sus
pretensiones:
2.1. Mediante la escritura pública No. 2815 de 20 de noviembre de
1991, la firma Servicios G.S.T. Ltda. constituyó hipoteca a favor del Banco
Popular S.A. hasta por la suma de $ 35.090.000, sobre dos inmuebles, con el
fin de respaldar el pago de las obligaciones propias, así como las de la
sociedad Stahelin y Torres Ltda., hoy Comercializadora de Derivados del
Petróleo “Codepel Ltda.”, garantía que se amplió luego hasta una cuantía
indeterminada mediante la escritura pública 295 de 16 de febrero de 1994.
2.2. Ante el Juzgado 31 Civil del Circuito de Bogotá, el Banco Popular
promovió un proceso ejecutivo singular contra Luís Fernando Torres Henao y la
Comercializadora de Derivados del Petróleo “Codepel Ltda.”, (antes Stahelin y
Torres Limitada), juicio en el que intentaba el recaudo del valor de 9 pagarés
por una suma cercana a doscientos millones de pesos, obligaciones cuyos
vencimientos ocurrieron entre el 7 de junio de 1995 y el 5 de abril de 1996.
Dicho en breve, el Banco Popular demandó al deudor en persecución de
la prenda común y declinó en ese entonces el uso de la garantía hipotecaria.
2.3. En el aludido proceso no hubo pago de las obligaciones, por
insolvencia de los deudores, a pesar de haberse adelantado dicho juicio hasta
la sentencia y encontrarse en firme el auto aprobatorio de la liquidación del
crédito.
2.4. Las obligaciones cuyo recaudo se intenta en el trámite ejecutivo
singular que cursa ante el Juzgado 31 Civil del Circuito de Bogotá, estaban
respaldadas por la firma Servicios G.S.T. Ltda., entidad que constituyó a favor
del acreedor una hipoteca sobre dos de sus bienes.
3.
La demandada fue notificada mediante curador ad litem, auxiliar
que admitió algunos hechos y que en lo demás se atuvo a lo que resultara
acreditado dentro del proceso.
4.
Las sentencias de primera y segunda instancia fueron adversas a
las súplicas de la demanda. La entidad financiera propuso entonces el recurso
de casación contra el fallo del Tribunal, del que ahora se ocupa esta Corte.
LA SENTENCIA RECURRIDA
El infortunio de las pretensiones en segunda instancia fue fruto de los
razonamientos que enseguida se condensan.
1.
Para el Tribunal, la demandante pretendió la expedición de un
título ejecutivo que comprendiera la obligación garantizada mediante las
escrituras de hipoteca, porque el Juzgado 31 Civil del Circuito se negó a admitir
la reforma de la demanda, e igualmente desdeñó la posibilidad de hacer el
desglose de los pagarés en que consta la deuda garantizada, quedando de ese
modo confinados los documentos en un juicio ejecutivo singular y en
imposibilidad de ejercer la garantía, ambas solicitudes las planteó el Banco
Popular dentro del proceso ejecutivo singular promovido contra Luís Fernando
Torres Henao y la Comercializadora de Derivados del Petróleo Ltda., todo “para
dar cumplimiento en un futuro a las exigencias del inciso 2º del artículo 554
del C.P.C.”.
2.
El ad quem dedujo que la sociedad Servicios G.S.T. Ltda. había
garantizado con un gravamen hipotecario, no sólo las obligaciones propias,
sino también aquellas contraídas por la sociedad Stahelin y Torres Ltda.,
después denominada “Codepel Ltda.”.
3.
Con apoyo doctrinal, el juzgador de segundo grado estableció que
“la prueba del gravamen no es la prueba de la obligación, no bastará la
escritura en que se constituyó la hipoteca abierta. Será necesaria que esta
vaya acompañada de un título que preste mérito ejecutivo, en el cual conste la
existencia de una obligación clara, expresa y exigible, a cargo del deudor”. En
suma, de acuerdo con el Tribunal, resulta insuficiente el sólo gravamen para
promover el proceso ejecutivo hipotecario, pues es menester allegar el título
ejecutivo que soporte el crédito.
4.
De la mano de la ley, el ad quem ratificó la posibilidad de gravar
bienes propios en garantía de obligaciones ajenas, de conformidad con lo
previsto en el artículo 2439 del Código Civil.
5.
El sentenciador hizo luego un recuento de las pruebas aportadas al
proceso, a propósito resaltó las actuaciones del trámite ejecutivo singular del
Banco Popular S.A. contra Luís Fernando Torres Henao y la Comercializadora
de Derivados del Petróleo “Codepel Ltda.”. De ese agregado probatorio, el
Tribunal dedujo que el Banco Popular como acreedor está aprovisionado de la
garantía hipotecaria, pero carece del título ejecutivo que contenga las
obligaciones respaldadas o amparadas con el gravamen.
6.
Luego de tales planteamientos, el juzgador hizo hincapié en que el
dueño de la cosa hipotecada, Servicios G.S.T. Ltda., no es deudor de la
obligación principal que se cobra ante el Juzgado 31 Civil del Circuito, pues esa
firma no suscribió los pagarés allí ejecutados, de donde derivó que la sociedad
aludida “solo puede ser demandada por el acreedor Banco Popular S.A. en
ejercicio de la facultad que otorga la hipoteca de perseguir exclusivamente el
bien dado en garantía, respecto de ella se debe ejercer la acción real que es la
única con la que cuenta el acreedor hipotecario, por el trámite establecido para
los procesos ejecutivos con título hipotecario y de esta manera obtener la
venta del bien y satisfacer su acreencia”.
7.
El Tribunal concluyó que era inadmisible “que a través de un fallo
estimatorio obtenido en proceso ordinario, como aquí se pretende, el dueño de
la cosa con que se garantizó una deuda ajena y respecto del cual cabe
ejercitar, exclusivamente, se itera, la acción real, quede además cobijado con
una acción personal respecto de la obligación principal, es decir, resulte
doblemente vinculado: por un lado a raíz del contrato accesorio de hipoteca y,
por el otro, en la obligación materia del recaudo judicial, pese a no haberse
obligado cambiariamente en los pagarés aducidos a un proceso ejecutivo, ni
tampoco en esa actuación haber sido parte”.
8.
El ad quem apuntó que las vicisitudes ocurridas en desarrollo del
proceso ejecutivo singular tramitado ante el Juzgado 31 Civil del Circuito de
Bogotá, son ajenas a la persona jurídica demandada y de ninguna manera
permiten acoger las peticiones planteadas por el Banco en el proceso ordinario.
9.
Finalmente, el juez de segunda instancia destacó el artículo 2439
del Código Civil, según el cual, quien constituye una hipoteca puede garantizar
obligaciones ajenas, pero sin que se tenga “acción personal contra el dueño si
este no se ha sometido expresamente a ella”; seguidamente apreció las
escrituras de hipoteca aportadas al proceso y con apoyo en ellas concluyó que
la demandada no se obligó de manera personal, pues si así hubiera sido las
pretensiones habrían tenido otro desenlace.
LA DEMANDA DE CASACIÓN
El recurrente planteó dos cargos contra la sentencia del Tribunal, los
mismos se decidirán en el orden propuesto, pues el primero de ellos contiene
reproches de procedimiento, en tanto que el segundo tiene soporte en la vía
directa de la causal primera de casación.
PRIMER CARGO
El censor acusa que la sentencia es incongruente con los hechos y las
pretensiones de la demanda, pues el Tribunal denegó los ruegos a pesar de
admitir que el banco demandante carecía de título para hacer efectiva la
hipoteca abierta a cargo de la demandada.
El recurrente recriminó al Tribunal por haber entendido que la demanda
pretendía contrariar o ampliar la fianza hipotecaria, para que la constituyente
del gravamen respondiera de manera personal, porque basta transcribir la
primera pretensión para demostrar que en el presente proceso “jamás se ha
pretendido contrariar o ampliar lo pactado”.
El recurrente también denunció que la incongruencia vino de que la
sentencia consideró que la acción ejercida en el proceso es personal, “cuando
en verdad lo que se ejerce es una acción real, ya que nace del derecho real de
hipoteca que tiene el Banco Popular sobre unos predios de la demandada
quien los hipotecó en la modalidad de hipoteca abierta de cuantía
indeterminada”.
El censor, luego de aludir a la definición legal del derecho real, insistió
en que hay desarmonía entre las pretensiones de la demanda y el fallo, porque
“lo que se pretende es obtener un título ejecutivo necesario para iniciar el
proceso ejecutivo hipotecario y no se está utilizando el proceso ordinario
para obtener el pago de las sumas de dinero como erradamente se afirma en
los considerandos de la sentencia” (subraya la Sala); además, a su juicio, esa
norma en ninguna parte establece que “la acción real tenga que ser
necesariamente ejecutiva, porque como en el presente caso la acción ordinaria
que se ejerce nace de la fianza hipotecaria otorgada por la demandada, la cual
el banco no puede hacer efectiva, a través del proceso ejecutivo hipotecario si
antes no se dicta sentencia favorable a las pretensiones de este proceso,
porque dicha sentencia se requiere para constituir el título ejecutivo” (subraya
la Sala).
Finalmente, reiteró que el presente no es un proceso de ejecución, sino
que persigue que se declare “unas obligaciones de un tercero, garantizadas
con una hipoteca”.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
Basta con ver los planteamientos del recurrente para deducir el fracaso
del cargo que se analiza, pues no se trata ahora de que el sentenciador haya
irrumpido con un fallo absolutorio que desborda las pretensiones de la
demanda o sus hechos, ni que tal cosa haya acontecido como resultado
exclusivo de la invención del juzgador, sino que de modo expreso el ad quem
se propuso extraer el que consideró genuino sentido del libelo inicial y no sólo
halló en él las pretensiones, que precisamente la censura echa hoy de menos,
sino que afrontó su resolución.
Tiene decantado la Corte que, en línea de principio, las sentencias
completamente
absolutorias
no
son
vulnerables
a
los
ataques
por
inconsonancia, pues “como es fácil advertirlo, siempre que el sentenciador
resuelva sobre la totalidad del litigio, no existe ninguna trasgresión al principio
de la congruencia entre lo pedido y lo resuelto, como quiera que, en tal caso,
se cumple a plenitud con la función jurisdiccional en ese proceso, sin
que para ello tenga trascendencia si al decidir se acogen o se deniegan las
pretensiones de la demanda, pues, en el evento de que el fallo sea adverso al
actor, éste no resulta incongruente, ya que ‘distinto de no decidir un extremo
de la litis es resolverlo en forma adversa al peticionario. En el primer caso el
fallo sería incongruente y, en consecuencia, podría ser atacado en casación con
base en la causal segunda; en el otro no, puesto que el fallo adverso implica
un pronunciamiento del sentenciador sobre la pretensión de la parte, que sólo
podría ser impugnado a través de la causal primera si con él se violó directa o
indirectamente la ley sustancial. De lo contrario se llegaría a la conclusión de
que el fallo sólo sería congruente cuando fuera favorable a las pretensiones del
demandante, lo que a todas luces es inaceptable’ ” (G.J. T. LII, Pág. 21 y
CXXXVIII, Págs. 396 y 397, G.J. t. CCXLIX, Pág. 748, doctrina reiterada en
sentencias de casación civil de 15 de marzo de 2004, Exp. No. 7132 y 19 de
enero de 2005, Exp. No. 7854).
No obstante lo anterior, la jurisprudencia también ha resaltado que la
sentencia absolutoria pueden ser incongruente frente a las pretensiones
planteadas por el demandante, si el juzgador “al considerar los hechos
sustentantes de la pretensión, no hace cosa distinta a la de despreocuparse de
la demanda para tomar únicamente en cuenta aquellos que, de acuerdo con su
personal criterio, resultan dignos de ser valorados” (G.J. t. CCXXV, Pág. 255,
reiterada en Sent. Cas. Civ. de 24 de octubre de 2006, Exp. No. 0005801), o,
como también se ha expresado, con otras palabras, se trata de un “yerro por
invención o imaginación judicial, producto de la desatención o prescindencia de
los hechos de la demanda” (Sent. Cas. Civ. de 27 de noviembre de 2000, Exp.
No. 5529).
La congruencia del fallo impone pues al juzgador, la veda para
“sustentar su decisión en hechos distintos de los consignados por el actor en
su demanda. Si el juez rebasa esta regla, o sea, si, prescindiendo del esquema
factual trazado en el escrito incoativo del proceso, hace descansar su
resolución en una causa petendi, diferente, aún a pretexto de ser ésta la
que aparece probada, incurre en incongruencia, la cual, como se sabe,
constituye un vicio de actividad, pues aquél habrá desatendido una de las
pautas que la ley señala para el proferimiento de la sentencia” (G.J. T. CCXXV,
Pág. 246).
Sin embargo, es especialmente nítida la diferencia entre un fallo
absolutorio incongruente y la acusación por indebido entendimiento de la
demanda, pues mientras el primer asunto atañe al error de procedimiento
atacable con apoyo en la causal segunda de casación, el otro vendría de una
equivocación de juicio en el análisis de la pieza procesal que abre la
controversia, por lo tanto, ha decantado la Corte, que “la causal segunda no es
el camino adecuado para encauzar un reclamo de esta naturaleza, si es que la
discrepancia se inscribe en el ámbito de la interpretación de la demanda y no
es el caso aquel en que el juez sustituye radicalmente al demandante en la
definición de los contornos del litigio” (Sent. Cas. Civ. de 16 de agosto de
2007, Exp. No. 717101).
De otro lado, no puede acusarse la sentencia totalmente absolutoria de
ser incongruente, cuando el juzgador, con apego a la causa petendi de la
demanda, decide abiertamente que alguna circunstancia netamente jurídica
impide el progreso de las pretensiones del demandante, pues en tal caso la
pretermisión denunciada estructuraría un error de juzgamiento, atacable en
casación con base en la causal primera, porque el segundo motivo de censura
previsto en el artículo 368 del Código de Procedimiento Civil, “‘… no autoriza,
ni puede autorizar, para abordar el examen de las consideraciones que han
servido al juzgador como motivos determinantes del fallo..’ (G.J, T. XCVII, pág.
178) y por lo tanto es preciso descartarla cuando este último resuelve, con
acierto o equivocadamente, lo que ha sido objeto de un determinado
pleito” (Sent. Cas. Civ. de 12 de julio de 1995, Exp. No. 4439).
En el caso de ahora, el Tribunal desestimó totalmente las pretensiones
del Banco Popular, para lo cual identificó cabalmente los reclamos elevados en
la demanda, de las cuales dedujo, en compendio, que el propósito de la
entidad estaba encaminado a obtener un título ejecutivo que comprendiera las
obligaciones cuyo cobro judicial se había promovido sin fortuna contra Luís
Fernando Torres Henao y la Comercializadora de Derivados del Petróleo Ltda.,
proceso que se adelantó ante el Juzgado 31 Civil del Circuito de Bogotá,
despacho que no sólo denegó la reforma de la demanda, sino que se abstuvo
de autorizar el desglose de los pagarés base del trámite compulsivo.
Y si cualquier recriminación estuviera pendiente de hacer al juzgador en
la labor heurística de la demanda, ella debería hacerse por la vía de la causal
primera de casación, protesta que tampoco podría tener buen suceso, si es
que el Tribunal nunca dijo que el libelo perseguía la ampliación o modificación
de la hipoteca o que este fuera un proceso de naturaleza personal; por el
contrario, el juzgador sostuvo, en coincidencia con el recurrente, que las
pretensiones tenían como propósito obtener un título ejecutivo para hacer
valer la hipoteca, luego más que desencuentros, la coincidencia brota entre la
sentencia recurrida y el censor, en punto de la actividad interpretativa que
recayó respecto de la demanda.
Ahora, tampoco puede sostenerse, como hace el censor, que el Tribunal
distorsionó la naturaleza de la acción ejercida, porque, como ya se vio, el
juzgador, sin desconocer los verdaderos fines perseguidos por el demandante,
expuso que los derechos del acreedor hipotecario no le permitían acudir al
proceso ordinario en procura de un nuevo título ejecutivo, en tanto esas
facultades se limitaban al ejercicio del cobro judicial con garantía real, aspecto
que dista de ser un yerro de procedimiento y, en todo caso, se engasta en el
juicio que sirvió al ad quem para resolver el debate, situación que deja ver a
las claras, lo inadecuado del planteo del recurrente y la desventura del cargo.
En suma, ningún desacople existe entre la sentencia recurrida y las
pretensiones de la demanda o los hechos que le sirven de apoyatura;
por el contrario, la decisión desestimatoria de aquellas se acompasa
armoniosamente con el cuadro fáctico vertido en el escrito inaugural del
proceso y está cimentada en cavilaciones que atañen al plano in iudicando, de
cuyo arreglo con el ordenamiento se ocupará la Corte, a propósito del estudio
del siguiente cargo.
En conclusión este cargo no prospera.
SEGUNDO CARGO
El recurrente acusó al Tribunal por la violación directa de los artículos
4, 29, 58, 228 y 229 de la Constitución Política; 2361 del Código Civil; 50, 396
y 488 del Código de Procedimiento Civil, por falta de aplicación; los artículos 51
y 83 del Código de Procedimiento Civil, por aplicación indebida; 665, 2453,
2454 del Código Civil y 554 del Código de Procedimiento Civil por
interpretación errónea.
1.
En el primer segmento, el casacionista recriminó al juzgador por
haber dejado de aplicar los artículos 4, 29, 58, 228 y 229 de la Constitución
Política, porque se vulneró - según dice - la primacía de la Carta, en especial,
el artículo 29, en tanto las pretensiones fueron denegadas “so pretexto de que
la vía para obtener una solución favorable es el proceso ejecutivo hipotecario
al cual el Banco Popular solo puede acceder obteniendo sentencia favorable a
sus pretensiones en el proceso ordinario”.
El Tribunal, en la lectura que hace el censor, también quebrantó el
artículo 58 de la Constitución, porque al negar éxito a las pretensiones no
garantizó el derecho real de hipoteca que el Banco Popular tiene sobre los
inmuebles hipotecados, pues este derecho no puede hacerse efectivo, “sin el
título ejecutivo que se pretende constituir con la sentencia que acceda a las
pretensiones de la demanda” (fl. 22 c. 4), credencial requerida ante la
negativa del propio Estado a desglosar los títulos para hacerlos valer en un
proceso ejecutivo hipotecario contra la demandada, situación que motivó al
acreedor para acudir al procedimiento ordinario.
Según el censor, el artículo 228 de la Carta resultó vulnerado por no
haber prevalecido el derecho sustancial, “so pretexto de que el proceso
ordinario no era apto para que se accediera a las pretensiones de la demanda”,
al igual que el artículo 229 ibídem, pues el acreedor hipotecario carece de
mecanismos para acceder a la administración de justicia, en tanto que la
sentencia favorable en el proceso ordinario resulta indispensable para ejercer
el derecho real a través del proceso ejecutivo hipotecario.
A los ojos del recurrente, hubo violación del artículo 2361 del Código
Civil, en cuanto al desconocimiento de la naturaleza de la fianza, por haberse
hecho una errada interpretación del artículo 554 del Código de Procedimiento
Civil, que condujo al juzgador a afirmar “que el fiador hipotecario es
litisconsorte necesario de los deudores principales cuando por la naturaleza de
la fianza entre fiador hipotecario y los fiados lo máximo que puede existir es un
litisconsorte facultativo”.
El casacionista sostuvo que según el artículo 50 del Código de
Procedimiento Civil, puede demandarse la acción personal contra el deudor
principal “y si por esta vía no logra la satisfacción de la obligación, puede
iniciar, en proceso separado, el cobro de la obligación al fiador hipotecario
ejerciendo la acción real”.
Finalmente denunció la falta de aplicación de los artículos 396 y 488 del
Código de Procedimiento Civil, que disponen la posibilidad de acudir al proceso
ordinario para ventilar las controversias que no tienen fijado trámite especial;
agregó el casacionista, que “lo que se busca con la sentencia condenatoria es
que ésta sirva de título ejecutivo para poder iniciar el proceso ejecutivo
hipotecario” (fl 24 c.4).
2.
En el segundo segmento de la acusación, el recurrente denunció la
aplicación indebida de los artículos 51 y 83 del Código de Procedimiento Civil,
pues insistió en que “no existe litisconsorcio necesario pasivo entre el deudor
principal y el fiador hipotecario y el acreedor”. Igualmente, el censor trascribió
la sentencia C-192 de 1996 de la Corte Constitucional, para afirmar que la
decisión del Tribunal vulneró el precedente establecido en dicha providencia
que, según dice, apoya el argumento trascrito.
Además, expuso que el acreedor “está legitimado para que a través de
un proceso ordinario, como el que nos ocupa, obtenga un título ejecutivo para
que junto con el título hipotecario, son necesarios para adelantar el ejecutivo
hipotecario” (subraya la Sala), pues el aporte del título ejecutivo se hizo
imposible para el acreedor, ante la negativa tanto del desglose de los pagarés
firmados por los deudores principales, como de la expedición de una primera
copia de la sentencia con mérito ejecutivo suficiente.
3.
El recurrente recriminó la interpretación del Tribunal acerca de los
artículos 665, 2453 y 2454 del Código Civil, en particular por entender que las
acciones derivadas de la hipoteca sólo pueden ser ejercidas a través del
proceso ejecutivo, si “la ley en ninguna parte hace tal distinción, para restringir
el ejercicio de las acciones reales de hipoteca al proceso ejecutivo”, menos,
cuando se hace necesario que el acreedor hipotecario promueva previamente
el proceso ordinario, para obtener un título que permita iniciar la acción
ejecutiva sin que ello implique la modificación o ampliación del contrato de
hipoteca.
4.
El censor trascribió los artículos 2453 y 2454 del Código Civil,
normas a partir de las cuales sostuvo que el acreedor hipotecario puede
demandar primero al deudor principal y si este no paga, proceder a hacer
efectiva la fianza hipotecaria.
Finalmente, el recurrente reprochó al Tribunal por haber hecho una
interpretación del artículo 554 del Código de Procedimiento Civil, sin tener en
cuenta la sentencia C-192 de 1996 de la Corte Constitucional, y haber
denegado las pretensiones de la demanda “a través de la figura del
litisconsorcio”, categoría ajena por completo al proceso, “a pesar de que en la
sentencia se acepta que dicha garantía [hipotecaria] está vigente y la
obligación garantizada también” (fl. 36 c.4).
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
1.
El Banco Popular pretende una sentencia que reconozca la
obligación del demandado, con el propósito de perseguirlo como constituyente
del gravamen hipotecario con que garantizó deuda ajena, cuyo cobro fue
intentado a través de un proceso ejecutivo singular, sólo frente a los obligados
respaldados. En esas circunstancias, se acusa al Tribunal por quebranto de las
normas sustanciales, al negarse a proveer de otro título al acreedor, a pesar de
que se plantea que sin este documento los derechos del Banco Popular
estarían en imposibilidad de ser satisfechos.
La respuesta al planteamiento del cargo exige una mirada teórica a la
hipoteca y a los derechos del titular del gravamen, para luego aplicar esas
directrices a los reparos formulados a la sentencia del juzgador censurado.
2.
Como derecho real que es, la hipoteca concede al titular los
atributos que atañen a los demás de su tipo, es decir, la persecución y la
preferencia, caracteres que han sido reconocidos por la Corte, con apoyo en
los artículos 2452 y 2448 del Código Civil, como la facultad del acreedor para
“embargar y hacer vender ese bien, al vencimiento del término, sea quien
fuere el poseedor, para hacerse pagar con el precio, de preferencia a los otros
acreedores” (XLIV, Pág. 542). En otras palabras, la hipoteca permite al
acreedor promover las acciones judiciales tendientes a la satisfacción de las
obligaciones garantizadas, con abstracción de quién sea el dueño o poseedor
actual del bien gravado y asistido aquel acreedor del derecho de preferencia
respecto de los demás acreedores de menor derecho.
Adrede se trae el asunto de la extensión de los derechos del acreedor
hipotecario, pues profusa ha sido la Sala en sostener, desde antaño, que
cuando coinciden el deudor de la obligación y el propietario del bien
hipotecado, dicho titular mantiene la posibilidad de ejercer el “derecho
personal o de crédito que conlleva el de perseguir la ejecución de la obligación
sobre todos los bienes raíces o muebles del deudor, y el derecho real de
hipoteca sobre el inmueble para que con el producido se le pague o hacérselo
adjudicar en pago hasta concurrencia de su crédito, sea quien fuere el que
posea la cosa hipotecada. (…) por el hecho de tener un derecho real de
hipoteca, no deja de tener los derechos de acreedor común y corriente, es
claro que tiene dos acciones distintas: la acción personal y la acción real
hipotecaria, que pueden ejercerse conjuntamente. Cuando se ejercita la acción
personal, el demandado tiene que ser el deudor de la obligación. Cuando se
ejercita la acción real, el demandado tiene que ser el actual poseedor” (Sent.
Cas. Civ. 15 de diciembre de 1936, G.J. T. XLIV, Pág. 542).
Igualmente, la Corte sostuvo que cuando el deudor constituye hipoteca
en respaldo del crédito, “el acreedor tiene contra él dos acciones: la personal
por el contrato principal, la real por el contrato de hipoteca. Enajenado el bien
hipotecado, éste queda siempre bajo el imperio de una acción real; el acreedor
conserva su acción personal contra el deudor, la real contra el inmueble
hipotecado; pero es claro que la acción personal no puede recaer sobre el
adquirente de la finca hipotecada, que la recibió con ese gravamen, porque él
no está ligado con ninguna relación personal con el acreedor” (Sent. Cas. Civ.
de 3 de septiembre de 1937, G.J. T. XLV, Pág. 489, reiterada en Sent. Cas. Civ.
de 27 de febrero de 1968, G.J. T. CXXIV, pág. 32).
En general, existen entonces dos situaciones claramente diferenciadas
de las cuales se desprenden consecuencias jurídicas disímiles, vale decir, que
el deudor respalde una obligación suya con un bien propio y que se mantiene
como dueño el día que la obligación es cobrada judicialmente, caso en el cual
el acreedor puede alternativa o conjuntamente perseguir el bien hipotecado o
este y los demás bienes del deudor. También puede suceder que el deudor
originario constituya la garantía hipotecaria sobre un bien suyo, pero trasfiera
su derecho de propiedad antes de la ejecución del gravamen, evento en el cual
el accipiens puede dirigir su acción personal contra el deudor con prescindencia
de la hipoteca, ejercer exclusivamente la garantía real contra el propietario
actual del bien gravado (inc. 3º del art. 554 del C.P.C.), o involucrar al dueño
de la prenda y al deudor que no son el mismo, en un proceso ejecutivo mixto,
juntando en beneficio del acreedor la prenda general del deudor y la prenda
específica que vive en el gravamen hipotecario, todo con los límites que más
adelante se indicarán.
3.
La sistematización de las acciones a disposición del acreedor
presenta la siguiente situación: tal como está organizada la acción ejecutiva en
el ordenamiento procesal no es posible, de modo general, acumular las
acciones hipotecarias y las comunes. No está demás señalar que el Código de
Procedimiento Civil no regula de manera aislada, autónoma y cerrada cada una
de las vías para perseguir tanto las garantías genéricas, como las específicas,
es decir, el proceso ejecutivo llamado singular y el proceso ejecutivo con título
hipotecario son trámites que tienen múltiples puntos de contacto e
interrelación normativa.
3.1. Así, el numeral 9º del artículo 555 del Código de Procedimiento Civil
prevé una regla de integración de conformidad con la cual, los posibles vacíos
normativos del proceso ejecutivo hipotecario se llenan con las reglas del
trámite ejecutivo singular, al decir la norma que “en todo lo no regulado
en el presente Capítulo, se aplicarán las normas de los Capítulos I a IV de este
Título”; mecanismo general que se ratifica, si se tiene en cuenta además, que
el numeral 3º del propio artículo 555 ibídem, dispone que “respecto de la
regulación de perjuicios, cumplimiento de la obligación y condena en costas,
beneficio de exclusión y eficacia de la sentencia, se aplicarán los artículos 506,
inciso primero del 507, 511, y 512, respectivamente”, disposición que acude
como vaso comunicante para dejar ver aspectos regulativos que reflejan más
semejanzas que diferencias entre el proceso ejecutivo singular y el hipotecario,
en especial, porque el objetivo en uno y otro es idéntico, el cobro de las
obligaciones, tan solo se apartan en punto de la garantía, general en un caso y
específica en otro.
3.2. Igualmente, en la acción ejecutiva, hay cierto margen de
adaptabilidad y flexibilidad. Así, son varias las normas que dan muestra de la
labilidad de la dicha acción, tanta, que un proceso de cobro promovido bajo la
modalidad hipotecaria, puede migrar hacia el proceso ejecutivo singular.
En efecto, por vía de ejemplo, ello se presenta cuando es insuficiente el
producto de la prenda específica, una vez realizada y aplicada al pago. Este
caso se encuentra previsto en el numeral 7º del artículo 557 del Código de
Procedimiento Civil, que prevé la mutación del proceso ejecutivo hipotecario en
un proceso común, en el que por supuesto pueden ser perseguidos otros
bienes del deudor para pagar el déficit de la deuda que no pudo enjugarse con
la venta de la prenda; por lo tanto, es posible en ese proceso convertido, la
concurrencia de otros acreedores mediante los mecanismos de acumulación de
demandas o de procesos, y eventualmente una ejecución concursal de tono
universal. En la hipótesis recién expuesta, una vez se ha producido esta
especie de metamorfosis del proceso, es dable perseguir no sólo otros bienes,
sino los que se lleguen a desembargar en otras ejecuciones y aún proceder a
la acumulación de aquel proceso que por agotamiento de la prenda ha
devenido en ejecutivo común.
Entonces, el acreedor hipotecario cuya prenda ha resultado insuficiente,
puede seguir denunciando otros bienes hasta la satisfacción total de la deuda.
El numeral 7º del artículo 557 del Código de Procedimiento Civil sólo realiza la
primacía sustancial de los derechos del acreedor y autoriza a este para que
continúe con la labor de cobro judicial del crédito, con los demás bienes del
patrimonio del deudor, pues nótese que el remate de bienes no pone fin al
proceso ejecutivo hipotecario; por el contrario, la insolvencia parcial del deudor
faculta al acreedor para buscar por la vía de la prenda general, la satisfacción
del derecho personal reclamado.
Situación semejante se presenta cuando la prenda es amenazada, como
ocurre en el caso previsto en el numeral 8º del artículo 555 del Código de
Procedimiento Civil, en concordancia con el parágrafo 3º del artículo 686
ibídem, es decir, cuando se levanta el embargo como consecuencia de la
prosperidad de la oposición al secuestro; entonces, si se trata de proceso
ejecutivo con garantía real, “el ejecutante podrá perseguir bienes distintos de
los gravados con hipoteca o prenda. A partir de este momento serán
admisibles tercerías de acreedores sin garantía real y se aplicará el artículo
540” ibídem. Con lo cual resulta evidente que el proceso hipotecario demuda
en otro singular, inclusive con la participación abierta de todo tipo de
acreedores en concurso para perseguir la prenda general de garantía del
ejecutado.
Acontece lo propio en la denominada acción mixta, mediante la cual el
[1]
acreedor, en desarrollo del artículo 2449 del Código Civil
y el numeral 5º
del artículo 554 de Código de Procedimiento Civil, puede perseguir, además del
bien hipotecado, otros bienes distintos del deudor, caso en el que “se seguirá
exclusivamente el procedimiento señalado en los anteriores capítulos de este
título”, disposición que reconoce la posibilidad de que el acreedor hipotecario
emprenda, simultáneamente, tanto la acción derivada del derecho real
accesorio de hipoteca, como la persecución de la garantía general que
corresponde a cualquier otro acreedor, de acuerdo con el trámite
ejecutivo singular.
3.3. También hay ejemplos de esa coexistencia procesal entre el
ejercicio de una acción personal con otra de carácter hipotecaria; así, los
incisos 1º y 2º del artículo 539 del Código de Procedimiento Civil, prevén que si
dentro de un proceso ejecutivo singular se embarga un inmueble gravado con
hipoteca, se citará a los acreedores hipotecarios, para que hagan valer sus
derechos, bien sea en proceso ejecutivo con garantía real “o en el que se les
cita en ejercicio de la acción mixta”, que se convierte en imperativo, pues “si
vencido el término a que se refiere el inciso anterior a que se refiere [30 días
siguientes a la notificación], el acreedor notificado personalmente no hubiere
instaurado alguna de las demandas ejecutivas, sólo podrá hacer valer sus
derechos en el proceso [ejecutivo] donde se le hizo la notificación, dentro del
plazo señalado en el artículo 540”, situaciones en que el acreedor con acción
real deberá concurrir con otros que tienen obligaciones sin tal respaldo, e
inclusive promovidas contra otros sujetos que están comprometidos sólo
quirografariamente.
De igual manera, el numeral 4º del artículo 157 del Código de
Procedimiento Civil establece que si varios acreedores hipotecarios lo
acuerdan, pueden acumular el ejercicio de su derecho “a un ejecutivo
quirografario que contra el mismo deudor se adelante por otros acreedores”,
de manera que así se estructura otro ejemplo en que el proceso ejecutivo da
abrigo al ejercicio de acciones hipotecarias.
Viene de lo dicho, que existen distintos escenarios en que la ejecución
con garantía real puede migrar hacia la singular; tampoco hay obstáculo para
que una vez iniciado el proceso ejecutivo se involucre un cobro con respaldo
hipotecario, casos en los cuales el trámite debe reajustarse de acuerdo con las
reglas del proceso ejecutivo mixto, todo para procurar la satisfacción expedita
de los créditos quirografarios (garantía general), ora la obtención del
pago de las obligaciones con la prenda específica (garantía hipotecaria),
episodios todos que son una clara muestra de la adaptabilidad de las formas
procesales para ajustarse a las necesidades sustanciales y a los privilegios del
acreedor.
4.
Ahora, importa esclarecer en ese contexto, los límites de la
responsabilidad de los deudores, en especial, cuando quien contrajo la
obligación es persona diferente a quien aparece como propietario del bien,
evento en el cual a cada categoría de ejecutado corresponde un compromiso
también diverso.
Así, la jurisprudencia ha reconocido que tal situación se presenta cuando
el constituyente del gravamen hipotecario pierde por cualquier causa la
titularidad en el dominio del inmueble, o porque con este se haya garantizado
obligación ajena en los términos del artículo del artículo 2439 del Código Civil,
situaciones en las cuales “las dos garantías de que arriba se habló presentan
matices diversos, como que, evidentemente, contra el deudor no tendrá el
acreedor más que una acción personal, atendiendo precisamente la naturaleza
del derecho de crédito que le pertenece; por lo mismo, el patrimonio del
deudor, in integrum y hasta el importe de la deuda, constituye en tal caso su
garantía personal. Y a la par con ella, está favorecido también con la garantía
real de hipoteca, en el evento en que el deudor no cumpla la obligación, que
se traduce, quepa repetirlo, en la facultad de perseguir exclusivamente el bien
hipotecado, a fin de obtener la venta del mismo y garantizar su acreencia con
el producido, lo cual podrá ejercer mediante acción que dirija contra el dueño
de la cosa, sea el que fuere, haya o no constituido el gravamen, exceptuado el
caso, claro está, de que haya adquirido en pública subasta en las condiciones
previstas en el articulo 2452 del Código Civil.
“Nótese que la razón para resultar demandado el tercero poseedor
estriba no en que esté personalmente obligado a la deuda, sino sólo por
encontrarse en poder del inmueble hipotecado.
“En la hipótesis comentada, es claro, pues, que contra el deudor no
podrá ejercerse la acción real; a su turno, contra el dueño de la cosa se carece
de acción personal, como sea que el que garantizó deuda ajena se haya
obligado a ello expresamente (parte final del artículo 2439 ya citado)” (Sent.
Rev. de 14 de marzo de 1990, G.J. T. CC, pág. 117)
Este análisis sobre los límites de las diferentes acciones derivadas de la
hipoteca constituye, en lo pertinente, la reiteración de otro pronunciamiento
realizado por la Corte, en cuyo estudio se dejó planteado que “el acreedor
hipotecario, cuando la obligación se hace exigible, tiene distintas acciones para
hacerla judicialmente efectiva: una de carácter personal, derivada del derecho
de crédito, contra el deudor de la obligación, y otra real, proveniente de la
hipoteca, contra el dueño del bien hipotecado (C. de P. C., artículo 554, inciso
3º). (…)
“En este último caso [cuando el deudor y el dueño de la cosa
hipotecada sean sujetos distintos], pues, esa relación jurídica es plurilateral;
son tres las personas que intervienen en ella, el deudor, el acreedor, y el
dueño de la cosa hipotecada, sea que éste haya constituido el gravamen para
respaldar deuda ajena, ya que habiendo gravado el bien para garantizar su
propia obligación, haya enajenado la cosa estando la deuda aun pendiente de
pago” (Sent. Cas. Civ. de 17 de junio de 1975, G.J. T. CLI, Pág. 140).
A pesar de que el caso no era semejante al de ahora, la Corte sostuvo
recientemente que la “acción real inherente a la hipoteca se dirige contra el
propietario poseedor actual del bien, quien no siendo deudor de la obligación
principal, sea porque adquirió la cosa con posterioridad, ora porque amparó
una deuda ajena, contrae frente al acreedor una responsabilidad sin débito
propio limitada a la cosa gravada, el valor del crédito y sus accesorios,
pudiendo ‘abandonársela, y mientras no se haya consumado la adjudicación,
de recobrarla, pagando el monto de la obligación y los gastos que este
abandono hubiere causado’, pues ‘no se entenderá obligado personalmente si
no se hubiere estipulado’ y ‘no habrá acción personal contra él si no se
ha sometido expresamente a ella’ (art. 2454 C.C.); siendo deudor, el acreedor
puede ejercer en su contra, ya la acción personal como quirografario con
posibilidad de perseguir todo el patrimonio debitoris, ya la acción real como
preferencial, bien acción mixta conjuntamente (arts. 28, Ley 95 de 1890
subrogatorio del art. 2449 y 1583 [1], 2418, 2452 Código Civil y 554 [3] C. de
.
P.C.; Cas. Civ. 15 diciembre de 1936, XLIV, 541 y 542; 19 de mayo de 1937,
XLV, 118 y 13 de agosto de 1946, LXII, 59; 27 febrero de 1968, CXXIV, 32)”
(Sent. Cas. Civ. de 1 de julio de 2008, Exp. No. 2001-00803-01) (subraya la
Corte).
En suma, el acreedor puede demandar a la par al propietario del bien
que garantizó una deuda ajena con un bien o lo compró estando vigente un
gravamen; de un lado, la hipoteca frente al propietario del inmueble gravado,
y de otro, la obligación respaldada, contra el deudor respectivo. Nótese que
ningún reparo podría formularse contra la citada posibilidad, si es que la simple
disparidad entre los sujetos pasivos de cada relación jurídica es insuficiente
para restringir el ejercicio de los derechos derivados de la hipoteca, cuando
quiera que el titular de esta decida promover conjuntamente las facultades
inherentes a la garantía, sin prescindir de la persecución personal contra el
deudor original.
Por supuesto que la realización mancomunada de las acciones derivadas
de la hipoteca debe llevarse a cabo dentro de los límites que ha señalado la
jurisprudencia en aplicación de las normas sustanciales, vale decir, el
compromiso del propietario del bien se restringe al valor de este, pues
“responde con la cosa y sólo con ella” (G.J. CXXIV, 32), mientras que el deudor
original responde por la obligación con la totalidad de sus bienes embargables,
en desarrollo de la prenda general de garantía de los acreedores.
Además, el propio artículo 2449 del Código Civil reconoce que el
ejercicio de la acción hipotecaria deja incólume la acción personal “para
hacerse pagar sobre bienes del deudor que no le han sido hipotecados,
y puede ejercitarlas ambas conjuntamente”, sin excluir que pueda desarrollarse
a través del mismo proceso, se reitera, por la vía del denominado proceso
“mixto”, apropiado para cuando la calidad de deudor y propietario de la cosa
hipotecada, esté disociada en personas diferentes.
5.
Ahora, si el acreedor hipotecario puede perseguir desde el primer
momento, tanto el bien que soporta el gravamen, como otros bienes del
demandado, a través del proceso ejecutivo mixto, nada obsta para que el
trámite que comenzó como singular, persiguiendo la prenda general, se
convierta en mixto mediante reforma, acumulación de la demanda, o denuncia
del bien hipotecado, en este último caso, siempre que haya identidad entre el
deudor y el obligado hipotecario.
Es que ninguna norma sustancial o procesal dispone la pérdida o
extinción de la hipoteca simplemente porque el acreedor persiga, en un primer
momento, la prenda general de garantía de los deudores, pues la
sistematización de las opciones de cobro con que cuenta el dicho acreedor
admiten, sucesivamente, el ejercicio de la acción ejecutiva singular, para luego
modificar el objeto de persecución general a otro específico, sin que puedan
oponerse talanqueras procesales de ninguna naturaleza, pues la estructura y
filosofía de los trámites tienen como norte servir de cauce para garantizar la
satisfacción de los derechos subjetivos reconocidos por el ordenamiento
jurídico; por lo tanto, los procesos deben flexibilizarse para lograr el
cumplimiento de ese importante fin, permitiendo la armonía entre los intereses
de los demandantes, con el respeto al debido proceso de los demandados.
Además, las reglas procesales ya indicadas (incisos 1º y 2º del artículo
539; inciso 5º del artículo 554; numerales 5º y 8º del artículo 555; numeral 7º
del artículo 557; parágrafo 3º del artículo 686; normas del Código de
Procedimiento Civil), admiten que haya mixtura en la ejecución sin que se
afecte la fuerza sustancial del gravamen, ni los privilegios derivados de
este.
A la postre, si el proceso ejecutivo singular y el mixto se desarrollan por
un mismo procedimiento, nada impide que el primero pase a adelantarse por el
trámite del segundo, si es que se acumula una demanda mediante la cual se
persigue la garantía real.
De otro lado, si bien es inadmisible sostener que hay en algún momento
fracaso total de la persecución contra los deudores quirografarios, en tanto el
activo futuro deja abierta la expectativa de satisfacción, el acreedor hipotecario
puede utilizar el proceso ejecutivo, en la modalidad mixta, para perseguir las
prerrogativas derivadas de la hipoteca, con indiferencia de quién sea el
propietario del bien, acudiendo a la vía de la reforma de la demanda, o a la
acumulación de demandas.
En suma, ningún obstáculo legal existe para que el trámite cambie de
ejecutivo hipotecario a singular, como tampoco puede haberlo para que este
último se convierta en mixto con el fin de enarbolar la hipoteca, todo para
permitir el ejercicio adecuado de los derechos del acreedor con garantía real,
desde luego, permitiendo la defensa del propietario de la cosa gravada, o de
quien haya respaldado deuda ajena con un bien propio, para que, a pesar de
la conversión del procedimiento, se garantice el debido proceso a las personas
llamadas a resistir las ejecuciones.
Dicho elípticamente, el proceso puede variarse durante el decurso según
las necesidades que se presenten, pero nunca podrá prohijarse que la garantía
real pueda realizarse a espaldas del dueño que está facultado para replicar a
los reclamos del acreedor.
6.
A partir de esa aproximación teórica al contrato de hipoteca, los
derechos del acreedor hipotecario y las vías procesales para ejercerlos,
estima necesario la Sala describir cronológicamente las incidencias de la
relación crediticia debatida en el proceso, en especial, el intento de cobro
judicial, para procurar luego una respuesta al problema que se planteó ab
initio.
6.1. El 20 de noviembre de 1991, la sociedad Servicios G.S.T. Ltda.
constituyó hipoteca en primer grado a favor del Banco Popular S.A., lo que hizo
mediante la escritura pública No. 2815, otorgada ante la Notaría Única de
Facatativa, sobre dos inmuebles ubicados en el municipio de Mosquera Departamento de Cundinamarca -, con folios de matrícula inmobiliaria números
0500139867 y 050-1109057; tal garantía tuvo por objeto respaldar, según se
dijo en el instrumento citado, “el pago de cualquier obligación que la sociedad
Servicios G.S.T. Limitada y/o la sociedad Stahelin y Torres Limitada (…)
conjunta o separadamente tenga o llegue a tener a favor del Banco Popular
hasta por la suma de treinta y cinco millones noventa mil pesos ($35.090.000),
de los cuales le corresponde veinte millones doscientos cuarenta mil pesos
($20.240.000) para el predio de la calle 3 No. 1-20E y $14.850.000 para el
predio de la carrera 1 No. 3-42, por capital, suma que será incrementada por
el valor de los intereses, gastos y costas…” (fl. 22 vto.). Dicha garantía fue
extendida hasta una “cuantía indeterminada” a través de la escritura pública
No. 295 de 16 de febrero de 1994, otorgada en la misma oficina notarial.
El 8 de julio de 1996, el Banco Popular promovió proceso ejecutivo
singular de mayor cuantía en contra de Luís Fernando Torres Henao y la
Comercializadora de Derivados del Petróleo (antes Stahelin y Torres Ltda.) (fls.
63 a 71 c. 1), trámite del que conoció el Juzgado 31 Civil del Circuito de
Bogotá, al cual se aportaron los pagarés Nos. 350-01-06454-8, 350-01-064415, 350-01-06447-2, 350-01-06460-5, 350-01-06464-7, 350-01-06476-1, 35001-06481-1, 350-01-06490-2, 350-01-06499-3 (fls. 16 a 26 c. 1). En la dicha
demanda se mencionó tanto la constitución de la hipoteca como su ampliación
(fls. 66 y 67 c.1), sin que se vinculara a la firma Servicios G.S.T. Ltda.
como propietaria de los bienes que soportan la garantía real, es decir, el
acreedor eligió la persecución de la prenda general de los acreedores, con
desdén de la prenda específica, pues aunque se aludió en el libelo ejecutivo
que había un gravamen, no se pidió la realización de la hipoteca.
El juzgado que conoció el proceso ejecutivo inadmitió la demanda para
que, entre otras, se aclarara el factor de competencia “y la clase de proceso
que se desea seguir” (fl. 76 c. 1). En esas condiciones, el Banco Popular
subsanó el libelo, con la explicación de que el proceso a seguir era “el
contemplado en la Sección Segunda, Título XXVII, artículos 488 y siguientes
del Libro 3º del Código de Procedimiento Civil” (fl. 77 c.1), es decir, que la
actuación se ceñía por las reglas que corresponden al proceso ejecutivo
singular.
El 31 de julio de 1996, el Juzgado Treinta y Uno Civil del Circuito de
Bogotá libró mandamiento de pago contra Luís Fernando Torres Henao y la
Comercializadora de Derivados del Petróleo Ltda., por las sumas de
$10.250.000;
$31.250.000;
$21.000.000;
$11.156250;
$6.675.000;
$39.000.000; $58.200.000; $15.000.000; $7.400.000, contenidas en los nueve
pagarés allegados como título ejecutivo.
Notificados los demandados mediante curador ad litem (fl. 99 c.1), el
demandante presentó reforma de la demanda con el propósito de incluir como
ejecutada a la persona jurídica denominada Servicios G.S.T. Ltda. “para que
previos los trámites del proceso ejecutivo singular de mayor cuantía se libre
mandamiento de pago” (resaltado original), por las mismas sumas reclamadas
en la primera demanda. La dicha reforma fue inicialmente inadmitida mediante
auto de 10 de marzo de 1998 (fl. 121 c. 1), el juzgado volvió sobre sus pasos
para rechazar finalmente aquel escrito en proveído de 14 de mayo de 1998,
porque “la sociedad denominada Servicios G.S.T. Ltda. no se obligó como
deudora dentro de los pagarés que se presentan como base de la
acción” (fl. 123 c.1).
El acreedor interpuso el recurso de reposición y subsidiariamente el de
apelación contra la anterior providencia, tras aceptar que si bien “la entidad
Servicios G.S.T. Ltda. no suscribió los pagarés base de la presente acción”, ella
sí es deudora por haber constituido el gravamen hipotecario que respalda las
obligaciones de la firma Stahelin y Torres Ltda., de donde el entonces
recurrente dedujo la posibilidad de librar mandamiento de pago en contra de
Servicios G.S.T. Ltda.
Mediante el auto de 27 de julio de 1998, el juzgado mantuvo la decisión
de rechazar la reforma de la demanda, luego de admitir que si bien hubo
hipoteca, la sociedad Servicios G.S.T. Ltda. “no se obligó de ninguna forma
frente a los documentos que sirven de base de la acción, esto es, que no existe
título con fuerza ejecutiva capaz de producir efecto para librarse una orden de
pago en su contra, ateniéndonos a la literalidad y autonomía de los mismos,
por tanto, los títulos ejecutivos base del recaudo no reúnen las exigencias del
art. 488 del C.P.C” (fls. 126 y 127 c.).
El 10 de septiembre de 1998, el juzgado concedió el recurso de
apelación interpuesto por el demandante, pero hubo de declarar desierta la
impugnación, porque “no se cancelaron (sic) dentro del término señalado el
valor de las piezas procesales para que se surtiera el recurso” (fl. 130 c.1).
El 6 de noviembre de 1998 (fl. 131 c.1), se dictó sentencia que ordenó
seguir adelante la ejecución dentro del proceso ejecutivo singular promovido
por
el
Banco
Popular
S.A.
contra
Luís
Fernando
Torres
Henao
y
Comercializadora de Derivados del Petróleo Ltda.
El 5 de septiembre de 2001, el Banco Popular solicitó al Juzgado 31 Civil
del Circuito de Bogotá, expedir copia de las sentencias de primera y segunda
instancia del proceso ejecutivo, de la liquidación del crédito, los autos
aprobatorios de estas, con constancia de ejecutoria, así como la
anotación “de que se trata de la primera copia con mérito ejecutivo y que
hasta la fecha los demandados no le han cancelado (sic) al Banco Popular
suma alguna por concepto de las obligaciones que en ellas constan, las cuales
se encuentran vigentes y que se expiden para iniciar el proceso ejecutivo
hipotecario contra la sociedad Servicios G.S.T. Limitada, a fin de hacer efectiva
la fianza hipotecaria otorgada a favor del Banco Popular por las obligaciones de
Comercializadora de Derivados del Petróleo ‘Codepel Ltda.’ antes Stahelin y
Torres Ltda.” (fl. 135 c.1).
Allí mismo, el demandante pidió el desglose de la primera copia de las
escrituras públicas Nos. 2815 y 295 de 20 de noviembre de 1991 y 16 de
febrero de 1994, con la constancia que continúan vigentes en todas sus partes,
petición que se extendió a los nueve pagarés que se aportaron con la
demanda, con la anotación de “que obraron en el proceso de la referencia sin
haber sido tachados ni rearguidos de falsos y que sirvieron de título ejecutivo
para dictar las sentencias proferidas en el proceso de la referencia y que se
desglosan para iniciar el proceso ejecutivo hipotecario contra la sociedad
Servicios G.S.T. Limitada, a fin de hacer efectiva la fianza hipotecaria otorgada
a favor del Banco Popular por la obligaciones de Comercializadora de Derivados
del Petróleo ‘Codepel Ltda.’, antes Stahelin y Torres Ltda.” (fl. 136 c.1).
El 28 de septiembre de 2001, el juzgado denegó la solicitud de desglose
(fl. 137 c.1), pues estimó que no se presentaban los supuestos previstos en el
literal c. del artículo 115 - debió decir 117 - del Código de Procedimiento Civil,
norma que establece la posibilidad de obtener el desglose de los documentos
presentados “una vez terminado el proceso, caso en el cual se hará constar en
cada documento si la obligación se ha extinguido en todo o en parte”.
El 4 de junio de 2003, el Banco Popular insistió en la solicitud de
desglose de las primeras copias de las escrituras 2815 y 295, en que consta la
hipoteca y la ampliación de esta garantía. El acreedor argumentó que la
petición era procedente, en la medida en que “las mencionadas
escrituras no sirvieron de título ejecutivo contra los demandados en el
proceso” (fls. 133 y 134 c.1). El juzgado, sin mayores explicaciones, accedió al
desglose “previa la revisión del expediente”.
6.2. Como puede apreciarse en el anterior recuento, desde el principio
del proceso aludido, el demandante dirigió la demanda contra Luís Fernando
Torres Henao y Codepel Ltda., por la vía del proceso ejecutivo singular,
situación que ratificó a instancias del juzgado, que pidió aclaración sobre el
tipo de procedimiento que intentaba el Banco Popular; en respuesta y sin
ambages, el demandante aludió a las normas que gobiernan ese trámite, con
lo cual descartó el ejercicio de la acción hipotecaria y si bien mencionó en la
demanda inicial la existencia del gravamen, no persiguió la garantía específica
(fls. 66 y 67 c. 1).
Hasta aquí la conclusión señala que la actividad de cobro del acreedor
hipotecario se restringió a reclamar el monto del crédito a los aceptantes de los
pagarés, a pesar de que la obligación de uno de ellos, Codepel Ltda., estaba
respaldada con la hipoteca constituida por Servicios G.S.T. Ltda. sobre dos de
sus bienes, es decir, el ejecutante insistió en la vía ejecutiva singular para el
cobro de sus obligaciones; primero, a Luís Fernando Torres Henao y Codepel,
para luego tratar de involucrar en ese trámite al propietario del bien
hipotecado, pero sin perseguir la prenda sino entendiendo equivocadamente
que la sociedad Servicios G.S.T. era un deudor quirografario, o como si este
hubiera respaldado personalmente los títulos en que se basó el dicho proceso
ejecutivo singular primeramente intentado.
De otro lado, el Banco demandante pretendió con el proceso ordinario,
según el propio casacionista, “obtener un título ejecutivo necesario para iniciar
el proceso ejecutivo hipotecario”, con lo cual se advierte que el acreedor busca
afanosamente escapar a la situación que creó con su propia actividad. En
efecto, el titular del crédito no ejerció la garantía específica que le
brindaba el proceso ejecutivo hipotecario como el camino idóneo para tal fin, y
tampoco acudió al proceso conocido como ejecutivo mixto, dejando atrapados
los títulos ejecutivos dentro del trámite singular que inició frente a los
deudores quirografarios.
Ahora, el demandante podía desde un comienzo prescindir del ejercicio
de la garantía hipotecaria y buscar que los obligados cubrieran el crédito con
sus bienes. Y aún después de saber que las medidas cautelares fracasaron,
como se deduce de las respuestas del Registrador de Instrumentos Públicos de
Bogotá (fls. 160 y 166 c. 1), el acreedor podía incluir al propietario de los
inmuebles gravados para lograr la satisfacción de su crédito, en ejercicio del
gravamen. No obstante, nada de eso ocurrió, el Banco Popular también en esa
oportunidad prescindió del derecho real de garantía, e intentó vincular a
Servicios G.S.T. Ltda. pero esta vez como deudor directo y no como otorgante
de la garantía hipotecaria.
Entonces, nada obstaba para que el acreedor hipotecario vinculara al
propietario del inmueble y persiguiera la garantía dentro del proceso singular
promovido inicialmente, trámite que cambiaría al procedimiento mixto; en esas
circunstancias, carecería de objeto una pretensión ordinaria para dotar al
acreedor de un nuevo título, cuando hasta el momento ni siquiera ha
perseguido la hipoteca y mantiene las posibilidades de incluirla al debate que
planteó por la vía ejecutiva singular, pues el gravamen sigue vigente, en tanto
[2]
la situación expuesta no es motivo de decaimiento de la misma
.
En efecto, la entidad financiera obró dentro de las posibilidades para
que su crédito fuera satisfecho, para ello eligió a los deudores quirografarios y
está haciendo uso en tal proceso de la prenda general de garantía concebida
en el artículo 2488 del Código Civil. Sin embargo, nada descarta la persecución
sucesiva de la prenda específica, a partir de vincular como demandado al
propietario de los bienes gravados, por supuesto con el imperativo de
conservar el debido proceso y el derecho de defensa, pilares fundamentales de
la eficacia de las relaciones procesales que debe garantizarse a todos los
intervinientes en los trámites judiciales.
6.3. A todas estas, el demandante pretendió en el proceso ordinario que
se declarara a Servicios G.S.T. Ltda. como “obligada a pagarle al Banco
Popular S.A., las obligaciones que este cobra ejecutivamente en el proceso
ejecutivo de Banco Popular contra Luís Fernando Torres Henao y
Comercializadora de Derivados del Petróleo Ltda. ‘Codepel’, antes Stahelin y
Torres Ltda., que cursa en el Juzgado Treinta y Uno Civil del Circuito de Bogotá
D.C., expediente No. 11001 31 03 031 1996 10625 01, y las cuales no se ha
logrado recaudar en dicho proceso y están actualmente pendientes de
pago” (fls. 237 y 238 c.1), reclamos cuyo propósito fue, en palabras del
casacionista, “obtener un título ejecutivo necesario para iniciar el proceso
ejecutivo hipotecario”, de donde fuerza concluir que el demandante no quería
una sentencia que diera órdenes al Juzgado que conoció del proceso ejecutivo
singular, sino el reconocimiento de la relación crediticia entre el Banco Popular
S.A. y el demandado Servicios G.S.T. Ltda.
7.
En suma, no puede ser acogido el ruego para que se provea al
acreedor demandante de otro título, en sustitución de unos títulos valores que
están atados a una ejecución singular de la que no pudieron se retirados, por
lo tanto, no hubo quebranto de las normas sustanciales denunciadas, ni es
posible acceder a la reedición de un título ejecutivo ya existente y que está
siendo cobrado en una ejecución singular, máxime si se tiene en cuenta que a
través de la sentencia de un proceso ordinario no se pueden reestablecer las
condiciones de aquel título, cual si fuera una relación jurídica inmune al paso
del tiempo o que mediante este camino pudiera escaparse a los efectos que
causaría una eventual prescripción de las obligaciones que allá se cobran.
Dicho de otra forma, dadas las posibilidades que arroja el diseño legal
de los procesos ejecutivos dentro de los cuales se ejercita la hipoteca, el
acreedor no puede aspirar a obtener un título “nuevo” con todas sus
características, para perseguir las obligaciones insolutas de los deudores, pues
no hay motivo procesal para considerar que tiene vedado el cobro de su
crédito ni tampoco puede eludirse por esta vía el paso del tiempo sobre las
obligaciones civiles, situaciones que descartan la expedición de otro documento
para ejecutar la hipoteca de manera separada, siendo que el acreedor está en
posibilidad de gestionar, dentro del proceso ejecutivo singular que promovió, la
efectividad del derecho real accesorio, en los términos ya explicados, pero con
el compromiso de asumir los deterioros de los títulos, frente a quien está
facultado para resistir las pretensiones.
8.
De otro lado, el censor argumenta que el Tribunal exigió la
integración de un litisconsorcio necesario entre los obligados y el propietario
del inmueble hipotecado, cuando en realidad el juzgador jamás sostuvo que
fuera indispensable la convocatoria del acreedor hipotecario conjuntamente
con los responsables de la obligación, en verdad sólo reparó en que el dueño
de la cosa hipotecada resultara “doblemente vinculado” con el acreedor, en
calidad de propietario, dijo, y además como obligado personal, duplicidad que
descartó con apoyo en la escritura pública de hipoteca y su ampliación,
documento del cual el Tribunal dedujo que Servicios G.S.T. Ltda., nunca
comprometió su responsabilidad personal, con lo que desestimó las
pretensiones de la demanda, de conformidad con lo previsto en el artículo
2439 del Código Civil.
Entonces, resulta innecesario involucrar un análisis sobre la aplicabilidad
de la sentencia de inconstitucionalidad citada en el cargo - C-192/96 -, pues
ella presuntamente apoyaría el argumento del censor sobre la integración del
litisconsorcio, que como se vio es ajeno a los fundamentos del fallo
denunciado. Baste con decir que dicha jurisprudencia carece de pertinencia en
el caso de ahora, no solo por lo expuesto, sino porque en ella la Corte
Constitucional apenas se limitó a declarar la exequibilidad del inciso tercero del
artículo 554 del Código de Procedimiento Civil, sin hacer condicionamiento de
ninguna especie, por donde puede verse que ningún reproche puede realizarse
al Tribunal tampoco en este aspecto.
9.
Todo lo anterior señala la ausencia de fundamento en el cargo
elevado contra la sentencia recurrida, pues no hubo el quebranto directo de las
disposiciones legales invocadas en la censura.
Entonces, el cargo no prospera.
DECISIÓN
En armonía con lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, en Sala de
Casación Civil, administrando justicia en nombre de la República y por
autoridad de la ley, no casa la sentencia de 28 de mayo de 2008, dictada por
la Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, como epílogo
del proceso ordinario promovido por el Banco Popular S.A. frente a la sociedad
Servicios G.S.T. Ltda.
Costas del recurso de casación a cargo del recurrente.
El proceso vuelva al despacho de origen.
WILLIAM NAMÉN VARGAS
JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR
RUTH MARINA DÍAZ RUEDA
PEDRO OCTAVIO MUNAR CADENA
ARTURO SOLARTE RODRÍGUEZ
(Con ausencia justificada)
CÉSAR JULIO VALENCIA COPETE
EDGARDO VILLAMIL PORTILLA
[1]
Cuyo texto fue modificado por el artículo 28 de la Ley 95 de 1890.
[2]
Sent. Cas. Civ. de 1º de septiembre de 1995, Exp. 4219.
Descargar