LAS CLASES DE LOS LUNES Se acabaron las

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LAS CLASES DE LOS LUNES
Se acabaron las clases de los lunes,
las risas en el patio,
los bocadillos detrás del radiador
en las frías mañanas del invierno.
Ya nadie escribirá su nombre en la pizarra
dentro de un corazón atravesado,
ni esperará temblando en el pasillo
la mirada encendida de ese primer amor,
que por arte de una secreta magia
transformaba en domingo el sopor de los lunes
y en un fugaz instante
el tedioso letargo
de las interminables tardes del verano.
Pero cuando seáis
ya hombres y mujeres, abrumados
tal vez por un tumulto
de hipotecas, facturas, biberones,
algún lunes futuro o una tarde
cualquiera a cualquier hora,
el viento del recuerdo
os traerá, como un sueño,
unas risas lejanas, el rumor de unos pasos,
la jubilosa herida de aquel primer amor.
Y volverán entonces las clases de los lunes,
el bullicio del patio,
el sordo golpeteo de cientos de taquillas,
los bocadillos tibios detrás del radiador.
Estaréis como ahora sentados todos juntos,
como si el tiempo entonces se hubiera detenido
y la vida y el mundo empezaran de nuevo.
Sentada junto a Laura, Sara dirá: “Una cosa”,
y Laura mirará por la ventana el paso de las nubes solitarias.
Alberto me pedirá la llave para el baño.
Alicia y Ruth arreglarán el mundo, porque el mundo
necesita un arreglo.
Ese día también, os lo aseguro.
Rocío y Sandra
comentarán con Jéssica
las dos o tres anécdotas de la noche del sábado,
con los ojos vestidos todavía de sueño y de domingo.
Darío, Sergi y Carlos,
la guardia de la noche en este muro helado,
lamentarán la suerte de Jon Nieve,
-tranquilos no hay spoilero añorarán la ardiente belleza de Daenerys.
Jorge, siempre en primera fila, emprenderá el análisis
de una oración funesta como un lunes cualquiera de febrero
y se reirá Daniel a carcajadas,
no sabremos por qué
-aunque es posible que tampoco él lo sepa-,
pero el día será
un poco más hermoso y menos triste.
Érica y Sandra mirarán en silencio
un baile de catáforas lejanas
sobre el mudo escenario de una silla vacía.
Suspirará Noelia pensando en cualquier cosa
y sus ojos tendrán por un momento
el fulgor del amor y de la vida.
Andrea luchará a brazo partido
con un una base léxica alomórfica,
y entonces tal vez diga o tal vez piense:
-“Yo esto no lo entiendo”.
“Andrea, yo tampoco”,
querré decirle, pero
lo explicaré de nuevo una vez más,
de la misma manera que lo hice
otras doscientas diecisete veces
la semana pasada.
Así es la vida. Siempre la misma duda
Y la misma respuesta.
No hay secretos.
Pero ya suena el timbre,
una canción lejana que baila en el pasillo,
y un nuevo torbellino de voces y de risas
aparece en la puerta:
Laura me contará el último chiste (algo así como:
Un pescado le dice a otro:
-Oye, ¿qué hace tu papá?
-Nada -responde el pescadito.),
que yo no entenderé hasta que Pablo,
con toda la paciencia del mundo, me lo explique.
Me apresuro
a dejar la pizarra inmaculada antes de que entre Omar,
que siempre encuentra
un trazo en rebeldía invisible a otros ojos
y él mismo me pide el borrador y acaba la faena.
Mi pizarra es sin duda la pizarra
más limpia de todo el instituto.
Jose se sienta y me sonríe
mientras Borja
reflexiona en silencio
sobre el último artículo que acabo de entregarles.
Alberto le dice a Inés no sé qué cosa,
prefiero no saberlo por si acaso,
y Sheila se levanta. En la pizarra,
una subordinada de sujeto permanece incrustada,
lo mismo que un fragmento de metralla,
en una coordinada inacabable.
Así es la vida, Omar, tanto borrar para empezar de nuevo.
Jaume y Francesc al fondo de la clase tal vez duermen,
y Mervick se resiste a despertarles.
Ya dijo Calderón (No Alberto, el de la Barca.
No vayamos ahora a confundir las cosas):
La vida es sueño.
Parece que es así, que algunos siguen
siempre al pie de la letra
las sabias enseñanzas de los clásicos.
Alvaro también duerme (ya sabéis de qué Álvaro os hablo).
Y no, Álvaro; ¡no!
Martin Luther King no dijo: Tengo sueño.
No intentes convencernos.
El otro, el otro Álvaro, susurra alguna cosa al oído de Toni
-tal vez busque una tesis fugitiva-.
Y Toni mira al cielo, suspira, asiente y calla.
Carlos, Moisés y Víctor, como siempre,
están hablando de cosas importantes,
y no de estas banalidades del tema y la coherencia.
Mirian, ya en la pizarra,
segmenta y clasifica otra parasintética infumable.
Pobre parasintética, me digo.
Mirian, ya lo sabéis, no toma prisioneros.
Olga me da las gracias y yo pienso:
gracias a ti, a vosotros, porque, ahora,
en vuestra juventud vuelve a latir la nuestra.
Ferrán, cierra los ojos y recorre un mundo feliz e imaginario
donde el raciovitalismo no existe
y Ortega es un torero retirado.
Tamara hoy ha venido con la sonrisa puesta,
siempre ajena al bullicio de la clase,
a ese sordo murmullo, que ahora entiendo
que es el rumor profundo de la vida,
de estas vidas que empiezan.
Y se acaba la clase como se acaba todo.
Y otra vez una canción lejana recorre los pasillos.
Eva, Tamara y Carla se asoman a la puerta
y saludan a Irene, que me pide
que abra la ventana,
una ventana al mundo
a la vida y al frío de este día que empieza.
Gustavo hoy ha venido.
Me da los buenos días y se sienta en su sitio.
Raquel nos dice ¡hola! con la cara encendida;
y sus ojos de azul aguamarina
iluminan el gris de la mañana.
Joseph está mirando más allá de su alma
con esa calma lenta que duerme en sus cabellos.
Esmeralda, María y Alejandro
meditan en silencio al fondo de la clase
y Cristina y Mireia sueñan mundos de tinta
perdidos en la noche.
Celia cierra los ojos:
un corcel desbocado galopa por su pecho.
María dice algo.
Sus palabras me llegan como una lluvia súbita.
Andrea le sonríe detrás de los cristales
y Tsvetan nos contempla desde su poderosa
presencia acogedora.
Y Natalia y Saray
ríen como si el mundo empezara de nuevo.
Natalia y Saray
siempre salen las últimas,
También de este poema en el que todos
quedaréis para siempre, aunque
por fin se han acabado las clases de los lunes,
el sol de estas mañanas,
las risas en el patio,
los bocadillos tibios detrás del radiador.
Ese día futuro
-quién sabe- tal vez estaré yo.
Con tres heridas, yo:
La de la ausencia,
La del recuerdo,
La del adiós.
A todos los alumnos de 2º de bachillerato.
Juanjo Torreblanca. Benetússer, 27 de mayo de 2016
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