¿Fin del ciclo neoliberal en los países capitalistas desarrollados? II

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¿Fin del ciclo neoliberal en los países capitalistas
desarrollados? II
Caracas, 13 Nov. AVN.- La semana pasada hablamos de lo que se ha dado en llamar el "fin del ciclo
progresista" con el objetivo de dar a conocer mi punto de vista sobre el debate que se ha generado
en los medios sobre ese tema. Al respecto quisiera recomendar un extraordinario artículo, —que
comparto en su totalidad— escrito por el analista político y periodista panameño Nils Castro,
publicado el 14 de octubre pasado en el periódico Página 12 de Argentina, bajo el título "El
fenómeno cíclico no se agotó". Es un tema abierto que no se extinguirá con las elecciones
presidenciales argentinas del 22 de noviembre ni las parlamentarias venezolanas del 6 de diciembre.
Tampoco se agotará nunca el acoso imperial a todo aquel que inicie un camino soberano,
independientemente que no toque las estructuras del sistema ni con el "pétalo de una rosa", porque
no es eso de lo que estamos hablando, como lo señala Atilio Borón en un reciente artículo, al
referirse a las particularidades de los comicios en Argentina.
Pero, oculta tras esa discusión subyace la otra, la que podría llamarse "el fin del ciclo neoliberal en
los países capitalistas desarrollados". Hasta la década de los 70 del siglo pasado, América Latina
marchaba a la zaga de los acontecimientos políticos mundiales. Los movimientos políticos de finales
del siglo XVII, del XIX y la mayor parte del XX en la región, respondieron muchas veces a eventos
que se desarrollaban fuera de nuestras fronteras. Así, tuvimos el influjo de la independencia de
Estados Unidos, la Revolución Francesa, la derrota de Napoleón Bonaparte en 1815, la revolución de
Rafael Riego en España en 1820, todas estas, acciones que influyeron de manera sustancial en el
curso de las guerras de Independencia. Posterior a ello, la atadura a Gran Bretaña y a continuación a
Estados Unidos, hicieron que nuestro acontecer político estuviera permanentemente signado por los
avatares que procuraban las decisiones de política exterior e incluso de la política interna de estas
potencias, en particular en los ámbitos económico y militar.
Durante el siglo XX, esta situación tuvo relevante particularidad antes, durante y después de las dos
guerras mundiales. Al finalizar la segunda de ellas, en 1945, el mundo bipolar y la guerra fría
"amarró" indisolublemente a los gobiernos de la región (salvo contadas excepciones) a los designios
de Estados Unidos y el capital transnacional. La confrontación con el sistema socialista desató la más
feroz persecución a los luchadores democráticos y revolucionarios, la represión fue institucionalizada
mientras los ejércitos latinoamericanos hacían el trabajo sucio, después de su consabido
adoctrinamiento en la Escuela de las Américas y otros centros de "estudio", en los que entre otras
cosas, aprendían a perfeccionar los métodos de tortura.
En la década de los 70 del siglo pasado, ya se había puesto fin hacía rato a la política del "Buen
Vecino" que Estados Unidos implementó para ganarse el apoyo latinoamericano en su participación
en la guerra mundial. La guerra fría estaba en pleno apogeo, y salvo la revolución boliviana de 1952,
el intento inacabado de Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954 y los gobiernos de Getulio Vargas en
Brasil y Juan Domingo Perón en Argentina, que fueron expresión de un sentimiento nacionalista y
democrático que irrumpió en la región, la polarización global, que tuvo poco después su mayor
expresión cuando la Revolución Cubana declaró su carácter socialista eran expresión de la fisonomía
de una época, que además vio como caían las dictaduras de Perú, Colombia y Venezuela.
Parecía que había un ascenso democrático en la región y una crisis en el control estadounidense de
la misma. La respuesta fue brutal, esa década de los años 70 fue testigo del enseñoramiento de las
dictaduras más sanguinarias de la historia que pudieron entronizarse bajo el paraguas protector de
Estados Unidos. Sin la existencia legal de partidos políticos, ni sindicatos, con la prensa libre
acallada, y los parlamentos cerrados, fue fácil imponer modelos neoliberales que permitieron
incrementar los niveles de exclusión social, generando ganancias extraordinarias para las empresas
transnacionales y las oligarquías locales. Sin embargo, Europa marchaba a contrapelo. En esos
mismos años 70, caían una a una las dictaduras fascistas de España, Portugal y Grecia. La
democracia florecía en el Viejo Continente. Mientras tanto, una cantidad no menor de líderes
políticos latinoamericanos, social demócratas fundamentalmente, vivieron su exilio en Europa,
donde fueron aleccionados y comprados por estos demócratas de nuevo cuño que se preparaban
para instaurar modelos neoliberales en sus países, a la usanza de lo que las dictaduras hacían en
América Latina. Para los social cristianos no fue necesario vivir ese proceso, porque la gran mayoría
de ellos fueron cómplices y partícipes de las dictaduras y absorbieron de manera directa, bajo
financiamiento de sus gobiernos militares las enseñanzas malignas de la Escuela de Chicago.
Ahora, Europa era la que comenzaba a marchar detrás de América Latina. Después de los
desastrosos años 80, llamada "década perdida" por los economistas, el modelo neoliberal comenzó a
entrar en crisis y con ello las dictaduras que los sostenían. Paradójicamente, bajo la influencia
de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, Europa asumía el neoliberalismo, comenzando la
destrucción de los "Estado de bienestar" que había construido al finalizar la guerra.
Pero, el nuevo siglo comenzó a producir cambios más profundos en nuestra región desde la llegada
al gobierno del Comandante Hugo Chávez, una nueva camada de líderes comenzaron a desmontar la
estructura todavía vigente que sostenía los modelos neoliberales. Sin que ello, significara una
transformación profunda de la economía y la sociedad, la respuesta imperial no se hizo esperar.
Ahora, por primera vez en la historia, era América Latina la que sentaba las pautas de la política a
nivel global. Mientras ello ocurría, Europa se solazaba con sus modelos neoliberales que restringían
cada vez más las libertades democráticas y los derechos de los trabajadores.
Quince años después, cuando se habla del "fin del ciclo progresista", en algunas potencias
capitalistas, sus pueblos comienzan a "alebrestarse" y producir ciertos hechos que cuando menos
llaman la atención. En septiembre de este año, en Australia, el primer ministro Tony Abbott fue
destituido al perder la confianza en el seno de su partido tras "las numerosas encuestas que
mostraban, en los últimos meses, una notable pérdida de confianza entre la opinión pública
australiana". Aunque, su sucesor en el cargo, Malcolm Turnbull, es un correligionario de su Partido
Liberal, el mismo ha manifestado ideas mucho más avanzadas respecto de participación y derechos
de mujeres y homosexuales, cambio climático, protección de la niñez e incluso ha sido partidario de
establecer el sistema republicano en su país, que es miembro del Commonwealth británico y por
tanto súbdito de su monarquía. Australia ha sido un leal aliado de Estados Unidos en la mayor parte
de sus aventuras militares. El nuevo primer ministro ha designado por primera vez en la historia a
una mujer como ministra de defensa.
En Canadá, el partido Conservador del ex primer ministro Stephen Harper sufrió una aplastante
derrota a favor del partido Liberal y su líder Justin Trudeau en las elecciones del 19 de octubre en lo
que el analista Thomas Walkom, del diario Toronto Star consideró "un repudio a Harper y a su estilo
de gobierno". Según Walkom, "al elegir a los liberales de Trudeau, los votantes estaban diciendo
basta a tanta mezquindad en la política".
La derrota de Harper, uno de los más importantes socios de Estados Unidos en sus acciones militares
en diferentes regiones del planeta es considerada por el periodista argentino-canadiense Alberto
Rabilotta como el "repudio a una década de políticas neoliberales que terminaron por arrasar lo que
quedaba del Estado de bienestar, un importante referente de la sociedad y la identidad de los
canadienses, así como el rechazo a una política exterior derechista, adosada a la OTAN y
contraria,(...) a la tradición de más de medio siglo de la política exterior canadiense basada en la
búsqueda de soluciones políticas y diplomáticas a los conflictos armados".
En ese ámbito, el 24 de septiembre el nuevo líder del Partido Laborista británico Jeremy Corbyn,
obtuvo una sonora victoria que lo encumbró a la máxima dirección de su partido, sustentada en una
plataforma considerada "de izquierda sin compromisos". El triunfo de Corbyn con un 59,5% y una
inusual participación de 76% es, en primer lugar una profunda derrota para Tony Blair y sus huestes
que hizo que el partido Laborista se pareciera tanto al Conservador que sus diferencias tan disimiles
eran difíciles de detectar por los electores. En estas condiciones, la opinión pública británica
comienza a conjeturar una eventual derrota de los conservadores en las próximas elecciones.
Corbyn se define como pacifista y republicano. Ha participado en diferentes campañas contra la
guerra y de solidaridad con Palestina. Tuvo un activo papel en el intento de juzgar al dictador chileno
Augusto Pinochet cuando fue detenido en Londres. La sola victoria de Corbyn en las elecciones
internas del partido laborista significo que miles de ciudadanos solicitaran su ingreso a ese partido,
esperanzados en un cambio de orientación a su política neoliberal.
Otro tanto, ha ocurrido con la sorpresiva campaña electoral del senador Bernie Sanders en las
internas del Partido Demócrata que lo ha colocado en segundo lugar detrás de la candidata del
presidente Obama, Hillary Clinton. Sanders, se considera un político social demócrata, lo cual es
mucho decir en Estados Unidos. En la lógica de ese país, sus propuestas reflejan ideas avanzadas
respecto de temas como la protección del medio ambiente y el cambio climático, el derecho a la
educación y la salud, la desigualdad de los ingresos, el financiamiento y los gastos de las campañas
electorales, su negativa a la disminución de los impuestos para los ricos propuesto por el presidente
Bush, las libertades civiles y la crítica a la ley Patriota y el derecho a la privacidad de los ciudadanos.
Algunos analistas han afirmado, que independientemente de lo que pudiera ocurrir con Corbyn y
Sanders, su discurso ha obligado a sus opositores a moderarse en algunas propuestas que han
vertido con sentido retrógrado, dado el inusitado apoyo que han obtenido en importantes sectores
de la ciudadanía.
Finalmente, en Portugal, una alianza de los partidos Socialista, Comunista y el Bloque de Izquierda
llevaron a la caída del gobierno de derecha en ese país ibérico. La nueva coalición sustentó su
acuerdo en el logro de consensos respecto del fin de los recortes impuestos por la troika conformada
por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional y la vuelta al
escenario económico de 2011, cuando el gobierno de la derecha aprobó importantes recortes en las
pensiones y los salarios. Algunos de los puntos acordados para formar gobierno son el aumento de
las pensiones, el complemento de las rentas mínimas para jubilados, el fin de los recortes a los
salarios de los funcionarios públicos y la reposición de un 25% por cada trimestre de 2016, la
elevación del salario mínimo, al reposición de cuatro feriados (dos laicos y dos religiosos) que habían
sido suprimidos, el establecimiento de una jornada laboral de 35 horas semanales, reformas a la
legislación laboral para beneficiar a los trabajadores, progresividad de los impuestos y deducción por
hijos, reducción de la sobre tasa al impuesto a la renta, bajada del IVA y un impuesto a las herencias
superiores al millón de euros, supresión de tasas de seguridad social a los que ganan menos,
reforma de las tasas por servicios de salud, rebaja de la tarifa eléctrica aplicando una tarifa social a
500 mil familias de bajos recursos y anulación de las privatizaciones que estaban en marcha y fin de
ellas a futuro. Todas medidas, de claro corte anti neoliberal.
Entonces, si estamos hablando de fin de ciclo, ¿a cual nos referimos? ¿no será más bien que no
hemos sistematizado aquello que el presidente Correa llama el cambio de época y nos quedamos sin
categorías para estudiar lo que está ocurriendo? Pero, más allá del debate académico, que no
tuviera mayor importancia, si no estuviera en juego la vida de millones de ciudadanos, lo relevante
es que no existen ciclos. La sociedad y la economía se rigen por leyes científicas que sin embargo,
suelen ser manipuladas por oscuros intereses mediáticos de minorías. Mientras un "fin de ciclo" se
presenta como terminal y catastrófico, el "otro" se oculta, se minimiza y se hace desaparecer. Así, se
construyen falsos referentes en el cerebro de los ciudadanos, que los inducen a actuaciones políticas
y sobre todo electorales acorde a la información que han recibido. Además, dicen que eso se llama
democracia y "libertad de prensa".
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