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EL PUNTO DE VISTA ECONOMICO
Hemos visto que la metapsicología corresponde, según Freud, a tres puntos de vista diferentes: tópico, dinámico y
económico. Freud define el económico como la tentativa de "perseguír los destinos de las magnitudes de excitación y
establecer una estimación, por lo menos relativa, de estas" Pero el punto de vista metapsicológico está en estrecha
relación con los otros dos, de modo que Freud hace corresponder, a raíz de su primera tópica, un modo particular de
circulación de la energía con cada una de las instancias del aparato psíquico: la energía libre es lo propio del Ies, la energía
ligada es la del Pcs y la energía móvil de sobrecarga corresponde al sistema Cs.
La hipótesis económica posibilita el estudio tanto de 1a movilidad de las cargas como el de sus cambios de intensidad o de
sus oposiciones. Es esta una hipótesis quise mantiene permanente en la obra freudiana y que surgió muy temprano, en
1895, con motivo del Proyecto de una psicología para neurológos. Ese mismo año Breuer la formula en sus
"Consideraciones teóricas" de los Estudios sobre la histeria. Y Freud la utiliza con suma frecuencia, por ejemplo en todo el
capítulo VII de su Interpretación de los sueños, cuando explícita las nociones de desplazamiento y condensación.
La idea rectora de la hipótesis es la de un aparato —calificado de neurónico por Breuer y más tarde de psíquico por Freud—
cuya finalidad consistiría en mantener en un nivel mínimo la energía que se desplaza en él. Este aparato psíquico conoce,
según Freud, a la vez estímulos exteriores y estímulos interiores. Los estímulos de origen interno, a los que Freud califica de
pulsiones, se ponen de manifiesto por un constante impulso y obligan al aparato psíquico a efectuar determinado trabajo.
Efectivamente, Freud define el impulso dé la pulsión como la cantidad de exigencia de trabajo impuesta al psiquismo 2. A
este propósito resulta interesante advertir que el propio Freud reconoce "el carácter vago e indeterminado" de sus
consideraciones metapsicológicas, sobre todo desde el punto de vista económico. Según él, la incertidumbre proviene,
"naturalmente, de que nada sabemos de la naturaleza del proceso de excitación en los elementos de los sistemas psíquicos
y no nos sentimos autorizados para arriesgar hipótesis ninguna sobre tal materia. De este modo operamos siempre con una
x (incógnita), que entra obligadamente en cada nueva fórmula"3.
De cualquier manera todo el mecanismo del trabajo del aparato psíquico puede caracterizarse, según el punto de vista
económico adoptado por Freud, por el juego de las cargas y descargas, de las contracargas, y las sobrecargas.
LA COMBINATORIA DE LAS INVESTIDURAS
El concepto económico de investiduras (carga o inversión) corresponde al hecho de que determinada cantidad de
energía psíquica puede ser llevada a una o varias representaciones, a un objeto exterior o fantasmagórico, a una parte
del cuerpo o al yo. El término "investiduras" es la traducción de la voz alemana Besetzung. Freud lo emplea a lo largo de
toda su obra, atribuyéndole sentidos a veces ligeramente diferentes. Ante todo se inscribe en un contexto neurológico: el
del Proyecto de una psicología para neurólogos (1895), ensayo en el que Freud caracteriza el mecanismo del aparato
nervioso por variaciones de energía en el interior de un sistema neuronal. Luego, a partir de 1900 en La interpretación de
los sueños Freud utiliza el concepto de carga dentro del marco de un aparato psíquico, en el que describe la distribución de
la energía entre los diferentes sistemas psíquicos. Así, el Ics viene a corresponder a la libre descarga de las cantidades de
excitación, en tanto que el Pcs intenta obstaculizar toda descarga espontánea. Este es el punto de vista que estudiaremos
en seguída a través de las nociones de energía libre y energía ligada. Consecuente con ello, es decir, en 1915, en su ensayo
metapsicológico Las pulsioneslili
y sus destinos (Triebe und Triebschicksale) Freud califica la energía pulsional como de origen
interno. Al ejercer un constante impulso, esta exige del aparato psíquico un determinado trabajo de transformación. Como
existen diferentes tipos de pulsiones, también habrá investiduras diferentes. Y se llamará, por ejemplo, investiduras
libidinal a una investiduras de la energía de las pulsiones sexuales.
Por último, a partir de su ensayo El "yo" y el "ello" (Das "Ich" und das "Es"), 1923, Freud sitúa el origen de todas las
investiduras en el ello, que es, de algún modo, el gran depósito de las pulsiones. De manera, pues, que las otras instancias,
es decir, el yo y el superyó, toman su energía de esa misma fuente. De todos modos, cualesquiera que sean las diversas
suertes de la noción económica de carga, esta parece especialmente apta para explicar un alto número de afecciones. Por
ejemplo, el trabajo de duelo, descrito por Freud en 1915 en su ensayo de metapsicología, muestra con claridad hasta qué
punto dispone el individuo de cierta cantidad de energía y cómo puede distribuirla entre las relaciones que mantiene
consigo mismo y con el mundo exterior. El empobrecimiento de la vida de relación del individuo en estado de duelo puede
efectivamente explicarse por una sobreinvestidura del objeto amado y perdido.
La sobreinvestidura corresponde a una carga suplemenetaria efectuada sobre un objeto, una representación o una persona
previamente receptores de investiduras; necesariamente es paralela a una descarga. Freud utiliza esencialmente esta noción para dar cuenta del fenómeno de la atención. Según un punto de vista bastante próximo, Freud define la
sobreinvestidura, para informar acerca de la noción de shock psíquico, como "preparación para el peligro", que permite
proteger los sistemas destinados a sufrir la excitación antes que todos los demás. "A causa de tal insuficiencia de la
investidura no se hallan luego los sistemas en buena disposición para ligar las masas de excitación que afluyen, y las
consecuencias de la rotura de la protección se hacen sentir con mayor facilidad. Hallamos de este modo que la disposición
a la angustia representa, con la sobreinvestidura de los sistemas receptores, la última línea de defensa de la protección
contra las excitaciones"'.
Es necesario comprender bien que toda sobreinvestidura es función inversa de una descarga. Por ejemplo, si en el caso de
la paranoia se puede hablar de una sobreinvestidura narcisista, en la que la libido se contrae sobre el yo, ello se debe al
hecho de que paralelamente hay una descarga de los objetos.
Con respecto a la noción de contrainvestiduras, tan a menudo invocada por Freud dentro del marco de las actividades
defensivas del yo, es una noción que permite sobre todo dar cuenta del mecanismo de la represión. Es necesario apelar, en
efecto, a la existencia de una contrainvestidura que permite mantener en el inconsciente tal o cual representación. si se
toma en consideración el hecho de que toda representación se halla cargada por una energía pulsional y apunta de manera
continua a llegar a la conciencia. El proceso de la represión supone consiguientemente, por una parte, una descarga por el
preconsciente de una determinada cantidad de energía psíquica hasta entonces fijada en una representación molesta, y,
por la otra, una contrainvestiduras posibilitada por esa cantidad de energía ya liberada. La contrainvestidura puede
efectuarse sobre un elemento del preconsciente a fin de prevenir el regreso de la representación reprimida. El elemento
que acaba de ser contracatectizado puede ser tanto un retoño del inconsciente. es decir, un sustituto de la representación
inconsciente, como una formación reactiva que se alza contra esa representación.
Por lo demás cabe destacar que Freud no emplea la noción de contrainvestidura únicamente a raíz del estudio de la
represión. También recurre a ella para explicar ciertos medios de defensa de que dispone el organismo contra una fluencia
súbita de energía de origen externo. Tal es por ejemplo el caso de las barreras de defensa contra un dolor violento, que el
organismo puede levantar por contrainvestidura. Y Freud piensa que la sensación insoportable que va ligada al dolor físico
proviene "de una ruptura parcial de la barrera de protección" del organismo. Entonces el aparato psíquico percibe los
estímulos de origen externo —muchos y violentos— como si emanaran del interior. "¿Y qué podemos esperar como
reacción de la vida anímica —se pregunta Freud— ante esta invasión? Desde todas partes acude la energía de carga para
crear en los alrededores de la brecha producida grandes acopios de energía. Fórmase así una 'contrainvestidura'
(Geqenbesetzung), en favor delilila cual se empobrecen todos los demás sistemas psíquicos, resultando una extensa parálisis
o minoración del resto de la función psíquica"5.
ENERGIA LIBRE Y ENERGIA LIGADA
Freud extrae una importante conclusión del ejemplo precedente; para hacerlo recurre a otra noción económica esto es, la
de energía ligada, que se entiende por oposición a la de energía libre. Esta conclusión metapsicológica con siste en pensar
"que un sistema intensamente cargado se halla en estado de recibir nueva energía que a él afluya y transformarla en carga
de reposo, esto es, ligarla pulqui camente".. A este respecto Freud menciona a Breuer, quien según él, habría admitido la
existencia de "dos formas de carga energética de los sistemas: una forma libre v una forma ligada"; pero en rigor es Freud
mismo quien Intuí duce esta formulación. En efecto, si Breuer introdujo, en Estudios sobre la histeria, una distinción entre
los elementos de los sistemas psíquicos, en cuanto a la naturaleza de sus cargas energéticas simplemente traspuso al plano
del sistema nervioso la oposición entre dos especies de energías mecánicas. Trátase de la oposición entre una energía
actual o cinética y una energía potencial o estática. Breuer habla de una energía potencial existente en el sistema nervioso
y la califica de energía "quiescente". Según él, esta energía puede verterse en el conjunto de las actividades, tanto
intelectuales como motrices. Es libremente transformable en otro tipo de energía que Breuer le opone: la energía cinética.
Por último Breuer no concede prioridad alguna a ninguna de las dos. No ocurre realmente del mismo modo respecto de la
distinción que establece Freud entre "energía libre" y "energía ligada". Primeramente, la energía libre es anterior a la
energía ligada. En seguida, Freud utiliza el término "libre" en el sentido de una libre circulación, y no en el de una libre
transformación. Además identifica "el proceso psíquico primario con la carga libremente móvil, y el secundario con las
modificaciones de la carga fija o tónica"; según él, "correspondería entonces a las capas superiores del aparato anímico la
labor de ligar la excitación de las pulsiones, característica del proceso primario" 7. Esta ligadura consiste en hacer pasar del
estado de libre circulación al de reposo inmóvil las energías fluentes y se sitúa, según Freud, en un "más allá del principio
del placer". En otros términos, se trata de una función independiente del aparato psíquico, función que parece anterior a la
tendencia de evitar el displacer y buscar el placer. Escribe Freud: "Solo después de efectuada con éxito la ligadura podría
imponerse sin obstáculos el reinado del principio del placer o de su modificación: el principio de realidad. Pero hasta tal
punto sería obligada como labor preliminar del aparato psíquico la de dominar o ligar la excitación, no en oposición al
principio del placer, pero sí independientemente de él, y en parte sin tenerlo en cuenta para nada" 8. Y hasta añade Freud,
luego, que todas las transformaciones que acompañan a tal función de ligadura, como por ejemplo el paso del proceso
primario al proceso secundario, se realizan para el ulterior beneficio del principio del placer: "Durante esta transformación
escribe— no puede tenerse en cuenta el desarrollo del displacer, pero el principio del placer no queda por ello derrocado.
La transformación sucede más bien en su favor, pues la ligadura es un acto preparatorio que introduce y asegura su
dominio'". ¿Pero qué entiende exactamente por "principio del placer"? En un primer momento se conforma con definirlo
como "una tendencia que estará al servicio de una función encargada de despojar de excitaciones el aparato anímico,
mantener en él constante el montante de la excitación o conservarlo lo más bajo posible" ,0. De manera, pues, que para
poder informar detalladamente acerca de esta tendencia fundamental del psiquismo humano que es, según Freud, el
principio del placer, necesitamos ante todo estudiar el importante principio económico designado por Freud con el nombre
de "principio de constancia".
EL PRINCIPIO DE CONSTANCIA
El principio de constancia vendría a ser, según Freud, el fundamento económico del principio del placer, "pues si la labor
del aparato anímico se dirige a mantener baja la cantidad de excitación, todo lo apropiado para elevarla tiene que ser
sentido como antifuncional, esto es, como desagradable"". Así se comprende por qué el principio del placer puede permitir
ser deducido del principio de constancia. Pero Freud se ve obligado a precisar que también este tiene que tomar parte "en
lili lo animado, la de retornar a la quietud del mundo inorgánico”. A este respecto, Freud
la aspiración más general de todo
hace coincidir su pensamiento con el de G. Th. Fechner, quien enunció un principio de estabilidad universal atinente a la
influencia directa del segundo principio de la termodinámica, principio según el cual las diferencias de nivel energético de
un sistema cerrado tienen tendencia a anularse. Ahora bien, esa influencia se halla grávida de consecuencias, en el sentido
de que determina en buena parte la ambigüedad del pensamiento freudiano acerca del principio de constancia. En efecto,
parece que Freud designa con un mismo término varias cosas: el dominio de las excitaciones, su inmovilización psíquica, su
descarga progresiva.
Por lo que atañe al dominio de los estímulos y su inmovilización, se comprueba que el principio de constancia viene a
situarse más bien del lado de la ligadura de los estímulos y, por consiguiente, del lado del proceso secundario; de ello se
podrá deducir, por lo tanto, el principio de realidad más bien que el de placer, que corresponde mejor a la energía libre, es
decir, al proceso primario. Respecto de la descarga de las excitaciones, tropezamos con otro problema, pues Freud toma de
manera inequívoca por equivalentes la tendencia del aparato psíquico a la reducción absoluta de la cantidad de excitación
que él contiene y la tendencia de este mismo aparato a mantener en un nivel lo más constante posible esa misma cantidad
de excitación. Parece, no obstante, que Freud, cuatro años después de su texto de 1920 Más allá del principio del placer, da
en "El problema económico del masoquismo" (1924) ciertos índices que le permiten atenuar esa ambigüedad.
Efectivamente, míen- tras que en 1920 denominaba a esta doble tendencia tanto "principio de constancia" como "principio
de Nirvana", ahora hace corresponder este último principio a la pulsión de muerte. Esto nos permite relacionar principio
del pla- cer y principio de Nirvana, puesto que Freud mismo suponía, ya en 1920, que el principio del placer se encuentra al
servicio de las pulsiones de muerte. Por lo que concierne, en fin, al principio de constancia, resulta interesante advertir que
el acento finalmente puesto por Freud sobre la tendencia a la reducción a cero de la cantidad de excitación no deja de
recordar la elaboración de un "principio de inercia" que ya había sido intentado, en 1895, en su Proyecto de una psicología
para neurólogos a propósito del funcionamiento del sistema neurónico.
EL PRINCIPIO DEL PLACER
Freud asigna primordial importancia al principio del placer. Según él, es absolutamente innegable que la evolución de los
procesos psíquicos es función de este principio. En otras palabras, Freud piensa, en su condición de psicoanalista, que tal
evolución "tiene su origen en una tensión desagradable y emprende luego una dirección tal, que su último resultado
coincide con una aminoración de dicha tensión y, por tanto, con un ahorro de displacer en favor de una producción de
placer". El análisis que efectúa Freud de este principio se fundamenta en consideraciones económicas, ya que habla de una
relación entre el displacer y el placer por un lado y de la cantidad de energía libre del aparato psíquico por el otro, y supone
que todo displacer equivale a un aumento de esta cantidad de energía y todo placer, por el contrario, a una reducción de
ella.
Vemos que Freud hubo igualmente de formularse la pregunta de saber si las sensaciones de displacer y placer
corresponden tanto a excitaciones ligadas como a excitaciones no ligadas. Y respondió a esta pregunta, puesto que, como
acabamos de verlo, sitúa el principio del placer del lado de la cantidad de energía libre del aparato psíquico. Le parece, en
efecto, "evidente que los procesos desligados o primarios producen sensaciones mucho más intensas que los ligados o
secundarios" En último análisis, sin embargo, la respuesta de Freud está lejos de ser tan terminante como pudo parecer a
primera vista. En efecto, Freud establece por una parte que la tendencia al placer es mucho más intensa en el origen de la
vida psíquica que después, pero que está limitada por un gran número de interrupciones, y por otra parte que en el curso
del desarrollo de la vida psíquica el dominio del principio del placer se afirma, pero que las inclinaciones que se vinculan a
lili Sea como fuere, Freud saca la conclusión de que "aquello que hace surgir en el proceso
él no logran escapar a la ligadura.
excitante las sensaciones de placer y displacer tiene que existir tanto en el proceso secundario como en el primario".
Este análisis puede animarnos a pensar que el principio del placer abarca, por consiguiente, la totalidad de nuestra vida
psíquica; pero ni Freud mismo llegó a afirmarlo. En tanto se interroga sobre la posibilidad de existencia de un "más allá del
principio del placer", admite la intervención de una "tendencia a la repetición", "la cual parece ser más primitiva, elemental
y pulsional que el principio del placer, al que suele sustituir" De modo que, mientras que el campo de los sueños parecía ser
el dominio privilegiado para el cumplimiento de los deseos inconscientes del individuo, Freud se ve llevado por el estudio
de ciertos casos clínicos a admitir que no todos los sueños obedecen necesariamente al principio del placer y que, por
consiguiente, no todos tienen por finalidad la realización de deseos. En Más allá del principio del placer escribe por
ejemplo: "Si los sueños de los enfermos de neurósis traumática reintegran tan regularmente a los pacientes a la situación
del accidente, no sirven con ello a la realización de deseos, cuyo aporte alucinatoria ha llegado a constituir, bajo el dominio
del principio del placer, su función peculiar. Pero nos es dado suponer que actuando así se ponen a disposición de otra
labor, que tiene que ser llevada a cabo antes que el principio del placer pueda comenzar su reinado" Según Freud, otro
tanto ocurre con los sueños de los pacientes contra los cuales choca el psicoanalista durante la cura y en los cuales
descubre los recuerdos de traumatismos psíquicos sobrevenidos en el curso de la infancia. Para Freud, en efecto, un
acontecimiento traumatizante siempre perturba de manera considerable la economía energética del organismo y pone en
movimiento todo tipo de mecanismos de defensa. Así, pues, el principio del placer es el primero en quedar fuera de combate. Y otro tanto ocurre, por consiguiente, con motivo de la reactualización por el sueño de antiguos traumatismos.
Como vemos, Freud, en su esfuerzo por captar con precisión el papel y el lugar del principio del placer en la evolución de
los procesos psíquicos, se vio inducido a limitar un tanto este principio, admitiendo más allá de él una tendencia, más'
primitiva, a la repetición. Veremos cómo en el otro extremo de la cadena puede el principio del placer ser igualmente
limitado por lo que Freud denomina "principio de realidad".
EL PRINCIPIO DE REALIDAD
Freud parte de una comprobación muy sencilla sabe que si en la evolución de los procesos psíquicos se concede un lugar de
privilegio al principio del placer, la mayoría de tales procesos deberían ir acompiañados o seguidos de placer. Ahora bien.
Freud comprueba que un buen número de nuestras experiencias contradicen semejante conclusión y admite, por
consiguiente, que "existe, efectivamente, en el alma una fuerte tendencia al principio del placer; pero a esta tendencia se
oponen, en cambio, otras fuerzas o estados determinados, y de manera tal, que el resultado final no puede corresponder
siempre a ella". En rigor Freud sabe que es completamente conocido y de los más normales el obstáculo con que choca el
principio del placer. Nuestro aparato psíquico, que se halla confrontado con dificultades de origen exterior, no puede dejar
permanentemente que se afirme el principio del placer, pues ello amenazaría con arruinar el equilibrio y la conservación
misma de nuestro organismo. De manera que, según Freud, "bajo el influjo dla pulsión de conservación del yo, el principio
del placer queda sustituido por el principio de realidad, que, sin abandonar el propósito de una final consecución de placer,
exige y logra el aplazamiento de la satisfacción y el renunciamiento a algunas de las posibilidades de alcanzarla, y nos
fuerza a aceptar pacientemente el displacer durante el largo rodeo necesario para llegar al placer".
El principio de realidad queda, pues, definido por Freud como un principio que tiene una función reguladora. Dentro de una
perspectiva económica es contemporáneo del paso de una forma de energía que circula sin trabas a una energía ligada. En
efecto, la búsqueda de satisfacción no puede llevarse a cabo en adelante de manera directa, es decir, del mismo modo que
bajo el dominio exclusivo del principio del placer. Freud muestra a las claras, luego, cómo el lactante pasa de un modo de
satisfacción alucinatorio a la toma de conciencia de la realidad, que no siempre es agradable. El advenimiento del principio
de realidad está vinculado a diversas transformaciones del aparato psíquico. Acabamos de mencionar la aparición de la
lili hay que indicar el desarrollo de las funciones conscientes tales como la memoria, la
función de ligadura pero también
atención y la facultad de juzgar. Por lo demás, Freud no oculta que, desde el punto de vista tópico, el principio de realidad
corresponde al sistema Pcs. Por fin, dentro del marco de la segunda tópica freudiana este principio correspondería de
manera muy especial al yo, en la medida un que Freud define esta instancia como "aquella parte del ello que fue
modificada por la proximidad y la influencia del mundo exterior y dispuesta para recibir los estímulos y servir de protección
contra ello".
De manera general, el principio de realidad corresponde a la satisfacción de las necesidades vitales. Entendido en este
sentido específico, se opone fundamentalmente al principio del placer, vinculado, por su parte, al fenómeno del sueño
definido como realización de deseo, o al de la experiencia de satisfacción por un modo alucinato- rio, fenómenos cuyo
aspecto al margen de lo real es manifiesto.
PRINCIPIO DE CONSTANCIA
Tendencia a la reducción absoluta
distinto de
Tendencia a la constancia
(Principio de Inercia)
Principio de Nirvana
Pulsiones de muerte
Principio del placer
distinto de
Energía Libre
Principio de constancia
Principio de Realidad
Energía Ligada
Proceso Primario
(Ics.) (Ello)
distinto de
lili
Proceso Secundario
(Pcs.-Cs) (Yo)
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