Es decir, el “tiempo” no es ningún invariable, ya que el paso del tiempo no lleva la misma velocidad en todos los lugares y a mayor velocidad de nuestro desplazamiento más lento correría el “tiempo”; el único invariable universal sería la “velocidad de la luz” (constante en el vacío). El pasajero que deja caer la piedra por la ventana de un tren en movimiento observa que la trayectoria de la piedra que cae es una línea recta (no perpendicular), pero un peatón la vería caer en trayectoria de arco de parábola, generándose así la ambigüedad de poder saber si las posiciones que recorre la piedra se hallaban en realidad sobre una recta o sobre una parábola. Por tanto, ante la realidad de que no existe una trayectoriapropiamentedicha,sinosólotrayectorias con relación a un cuerpo de referencia determinado, Einstein en su “teoría especial de la relatividad” se ve precisado a redefinir los conceptos de Espacio y Tiempo de la mecánica clásica (Galileo-Newton). El “espacio” dejaría de ser la simple palabra de la mecánica clásica que no nos permite formarnos de él ni el más ligero concepto, ya que es definido como “el movimiento con respecto a un sistema de coordenadas (cuerpo de referencia) prácticamente rígido (el tren y el suelo)”. Si con respecto a un sistema de coordenadas rígidamente unido al tren la piedra describe una recta, con respecto a un sistema de coordenadas rígidamente unido al suelo describe una parábola. El “tiempo”, o en qué momento se encuentra el cuerpo en cada uno de los puntos de la trayectoria, es necesario definirlo en función de unas magnitudes esencialmente observables, basándonos en el concepto de simultaneidad. De ahí que para valores del tiempo como magnitudes observables, Einstein se imagina, en el terreno de la mecánica clásica, dos relojes de idéntica construcción, uno de ellos en manos del hombre que está en la ventanilla del tren y el otro en manos del hombre que se encuentra en el camino de peatones, y cada uno de ellos determina en qué lugar de su propio cuerpo de referencia se halla la piedra cada vez que el reloj que tiene en su mano marca un “tic”. Y para el concepto de simultaneidad, Einstein se imagina la caída de un rayo sobre la carrilera afectando al mismo tiempo los puntos A, B y C, bien distantes entre sí, y, ante la pregunta de si estas tres descargas se han producido simultáneamente, considera necesario disponer de un método que nos permita decidir por medio de experimentos si los dos rayos han caído o El Gran Concilio no simultáneamente, consistente en poner los relojes de idéntica construcción en cada uno de los sistemas de coordenadas (A, B, C) y dispuestos de tal modo que la posición de sus manecillas sea simultáneamente la misma. Con magnitudes observables y con una simultaneidad definida empíricamente mediante un método de experimentación, Einstein define el “tiempo” de un suceso, en el terreno de la mecánica clásica, como la lectura de la posición de las manecillas del reloj que se halla espacialmente en la vecindad del suceso, asignándosele así a cada suceso un valor del tiempo esencialmente observable; esto es, si tres relojes puestos en reposo en dos lugares distintos del cuerpo de referencia se disponen de tal modo que una posición de las manecillas de uno de ellos sea simultánea con la misma posición de las manecillas de los otros dos, entonces las posiciones iguales de las manecillas son simultáneas. Con la Teoría de la Relatividad quedaría evidenciado cómo eso del Éter como referente universal sólo era una especulación mística, la que sería sustituida por el referente de la constante universal de la velocidad de la luz, a la par que ponía a buen recaudo la validez universal de las leyes de la mecánica clásica. Aunque con las últimas teorías de la antimateria y la materia oscura, que niegan eso de que el vacío está lleno de la nada, ¿es posible que resurja una variante de la teoría de una especie de Éter? En la mecánica clásica la velocidad (v) de un cuerpo equivale a cierta relación entre el espacio y el tiempo (s/t), resultando relativa con respecto a otros cuerpos en movimiento, ya que si dos móviles se moviesen uno al lado del otro a la misma velocidad de 300 Km. x hora, entonces la velocidad de uno con respecto al otro sería 0 Km. x hora. Pero encuentra Einstein cómo, después de hacer equivalentes la Aceleración con la Gravedad, no ocurre lo mismo con respecto a la velocidad de la luz, puesto que ésta siempre es una constante de 297.000 Km. x segundo; que, sin importar si se le mide desde un punto fijo o desde un cuerpo en movimiento, a la velocidad de la luz no cabe restarle ningún vector, ya que en todo lugar y en todo momento siempre será constante; que para explicar porqué la gravedad no afectaba dicha constante, que según las leyes de la mecánica clásica tendría que atraerla, debía observarse cómo un rayo de luz se curva conservando siempre la misma velocidad, debido a que no es la gravedad la que hace doblar a la luz, sino al espacio. 77