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desarrollo rural
08 Octubre
9
L A C O L UM NA V E R D E
Oficios tradicionales de la comarca
Herrero y herrador
Herrero y herrador
han sido dos profesiones ligadas e
imprescindibles, para
dar servicio a los
habitantes de la
comarca, cuando la
actividad principal de
la mayoría de los
vecinos era la agricultura y el medio de trabajo, los animales.
El herrero
El de herrero era un oficio que no podía
faltar en ningún pueblo del Nordeste, pues
resultaba imprescindible su trabajo para el
arreglo y el mantenimiento de los aperos
de labranza, y era el complemento necesario de todos los agricultores. Normalmente, las plazas se cubrían por los hijos o
venían profesionales de otros lugares si
alguna quedaba vacante.
El herrero era contratado por el pueblo,
por la “hermandad de agricultores”, por
una “iguala” en trigo al año. Con esto se
cubrían los arreglos de rejas, puntas y calzas. Para repartir lo que cada uno debía
aportar de esa “iguala”, se llevaba el control con una tarja, listón de madera que se
repartía a cada uno y con el cual debía
acudir a al herrería para que el herrero le
hiciera las marcas o picos estipulados por
cada trabajo. Al finalizar el año, que se
contaba de septiembre a septiembre, el
secretario de la hermandad contaba los
picos de cada uno y hacía el reparto del
trigo que tenían que aportar hasta completar la “iguala”. En dinero, según
encargo, se cobraba la fabricación de aperos.
El herrero ha tenido que ir adaptando su
dedicación a los requisitos de la industrialización. Al principio sólo trabajaba en la
fragua; posteriormente, cuando se introdujo la soldadura, tuvo que habilitar espacios más grandes, se introdujeron materiales, herramientas y técnicas nuevos, la profesión se liberalizó y los herederos de los
antiguos herreros en nuestra zona se han
convertido en profesionales autónomos o
trabajadores de pequeñas empresas.
y si se golpea así el metal, se deshace.
El temple es una técnica que se usa para
dar resistencia y fuerza a las piezas cortantes, y solamente puede hacerse en piezas
de acero. Es una de las cosas más difíciles
de conseguir en este oficio. Cada pieza
requiere un punto de temple diferente
según el uso al que vaya destinada. No se
puede dejar muy blando, porque al cortar
se doblaría, y tampoco endurecer demasiado, porque cascaría.
Previamente, se forja la pieza. Para ello
hay que calentar el metal y, con el martillo,
golpearlo para aplanar la barra primero y
después darle la forma deseada, ayudándose de las tenazas para sujetarlo. La pieza
se machaca encima del yunque.
Una vez forjada la pieza, viene el pulido,
que se hace con piedra de yanguas (piedras circulares de afilar que giran sobre un
soporte), limas o esmeriles. Con el pulido
se sacaba el filo cortante, aunque no había
que terminar del todo.
La pieza se volvía a calentar para darle el
temple. Había que observar el color que
iba tomando, pues tenía que llegar a un
rojo cereza, ya que la temperatura se calculaba de esta forma. Seguidamente, se
procedía a meterla en agua de canto. La
temperatura del agua también es importante, si está demasiado fría salen “pelos”,
se raja y hay que desechar al pieza; el agua
caliza tampoco es adecuada. El control del
temple se realizaba frotando la pieza con
un cuerno de vaca para comprobar la
dureza. Al sacar la parte que ha tenido
contacto con el agua, toma color blanco y
va oscureciendo al enfriar. Sólo recibe el
tratamiento la parte de la pieza que va a
cortar. Si una vez pasado por el agua no ha
Jardinería sostenible
cogido la dureza deseada, se debe pasar
por llama.
Otra técnica es el pegado. Si se quieren
unir dos piezas, éstas deben estar a la
misma temperatura para, a golpe de martillo, unirlas. Normalmente, para esta
tarea se requieren dos personas: el
herrero marca en al pieza y el otro golpea.
Se usaba principalmente para “pegar” puntas a las rejas del arado.
Introducción a la soldadura
El soldado es más sencillo y menos costoso. Ahora se usa la soldadora eléctrica y
anteriormente la de carburo. En primer
lugar, hay que preparar la pieza y coger el
electrodo adecuado en material y grosor.
Lo mejor es “hacer punta” a la pieza y
rellenar la muesca con el electrodo. Si se
suelda en plano, la soldadura se suele ir.
Los diferentes acabados que se les
puede dar a los metales son variados;
anteriormente todas las piezas se dejaban
sin tratamiento, pero hoy existen barnices,
pinturas y productos que proporcionan el
aspecto que se desee.
En la actualidad, el oficio ha derivado a la
forja artesanal y a al cerrajería, adaptándose a las nuevas demandas del mercado.
El herrador
El herrador era el profesional encargado
de la fabricación y herrado de los animales
de trabajo. A veces, el mismo herrero
ejercía también de herrador, mientras que
en otros pueblos los oficios estaban diferenciados en profesionales distintos.
El herrador solía desarrollar su trabajo
en varios pueblos, desplazándose a cada
uno de ellos un día determinado.
La herrería tradicional
El método tradicional de trabajo consiste en calentar el material con carbón.
Éste era de brezo, pero ahora ya no se utiliza por la dificultad para encontrarlo y se
ha sustituido por el de piedra, aunque con
el otro las piezas salían más limpias. Según
el color que va tomando, se sabe cuando
está a punto para trabajar. Si ha cogido
demasiado calor, empiezan a saltar chispas,
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En la actualidad, el diseño adecuado de los espacios verdes
cobra especial importancia para
intentar responder a criterios
de sostenibilidad. Las primeras
evidencias de jardines ornamentales se remontan a pinturas en
tumbas egipcias del año 1500
aC, y ya entonces se tenía muy
en cuenta el diseño del jardín.
Hoy, al parecer, nos cuesta
mucho entender un jardín sin
césped, cuando no debemos
olvidar que el 70% del agua de
riego que se aporta a un jardín
lo consume el mismo, elemento
que no es indispensable ni
mucho menos. Hemos de
entender que en Inglaterra, por
ejemplo, el césped sea tan
común, pero también hemos de
darnos cuenta de las precipitaciones tan abundantes que allí
tienen, que en nada se parecen
a las nuestras.
Existen multitud de alternativas
sostenibles para nuestros espacios verdes, jardines ecológicos,
xerojardines, rocallas, etcétera.
En general, todas estas técnicas
de jardinería se basan en los
mismos principios:
– Una elevada biodiversidad de
las especies utilizadas, lo que
nos va a asegurar un paisaje
bello durante todo el año.
– Una correcta elección de las
especies, pues siempre son más
interesantes las autóctonas,
mucho mejor adaptadas al clima
del lugar, las plagas, el suelo…
– Un tratamiento adecuado del
suelo, siempre con abonos
naturales, para alterar lo menos
posible las condiciones naturales del mismo.
– Un uso racional del agua,
teniendo muy en cuenta la elección del sistema de riego más
adecuado en función de las
especies plantadas.
– Multitud de pequeños trucos
a la hora de la siembra, la poda,
la ubicación de las plantas, el
acolchado, la orientación, el
compostaje, la recogida del agua
de lluvia, la integración del
huerto en el jardín, etcétera.
Por qué no dedicar al menos 10
minutos a nuestro jardín, con
papel y lápiz en la mano, para
analizar, observando nuestro
entorno, si su diseño es el más
adecuado o, por el contrario,
hemos convertido una parte de
nuestro hogar en un rincón que
únicamente nos genera trabajo,
además de un consumo excesivo de agua e incluso un considerable gasto económico todos
los años, y todo eso para el
escaso tiempo que lo disfrutamos.
Cristina Cristóbal
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