Modelo social europeo, políticas y directrices

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Modelo social europeo,
políticas y directrices
Rafael Muñoz de Bustillo Llorente
Catedrático de Economía Aplicada. Universidad de Salamanca
[email protected]
Fecha de recepción: 15/03/2010
Fecha de aceptación: 12/04/2010
Sumario
1. Introducción. 2. Fundamentación y dificultades de la existencia de una política social comunitaria.
3. El elusivo modelo social europeo. 4. Políticas y directrices. 5. Reflexión final. 6. Bibliografía.
RESUMEN
Partiendo del análisis de la diversidad de la política social de los Estados miembros de la UE y
de su distinto grado de esfuerzo presupuestario dedicado a la protección social, en este artículo
se cuestiona la existencia de un modelo social europeo como categoría de análisis. La UE se presenta así como un espacio de respaldo moral al Estado de Bienestar y de discusión y debate sobre buenas prácticas, pero no como un protagonista de política social. Tras esa constatación se
analiza cuál es el papel de los objetivos de política social en la Estrategia 2020 que sustituye a
la Estrategia de Lisboa.
Palabras clave:
Política social, modelo social, Estado de Bienestar, Estrategia 2020.
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Monografía
ABSTRACT
This paper argues that the European Social Model is far from being a useful category of social
analysis. The existence of huge differences of relative social expenditure among the EU Member States, not fully explained by objective reasons, is the main argument used to reach such
conclusion. From this perspective, the UE plays a backing role of moral support of the different
European Welfare States, forming a space of discussion and exchange of information of good
practices, but it is not a major protagonist of social policy. The last part of the paper presents
the role of social policy goals in the new Strategy 2020.
Key words:
Social Policy, Social Model, Welfare State, Strategy 2020.
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Monografía
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INTRODUCCIÓN
El término modelo social europeo se ha convertido en una palabra fetiche,
o mágica, que a fuerza de significar mucho acaba por no decir nada. El objetivo de estas páginas es reflexionar sobre hasta qué punto se puede hablar de la
existencia de un modelo social europeo, y cuál sería su papel en la que está llamada a convertirse en la estrategia básica de la UE en la presente década: la
futura Estrategia UE 2020. Para ello, en una primera sección se repasa cuál es
la fundamentación de la existencia de una política social de ámbito europeo.
En la segunda parte se analiza de forma breve el distinto grado de esfuerzo
presupuestario en políticas sociales de los Estados miembros de la UE, estudiando si dicha diversidad es el resultado de situaciones objetivas distintas o
el fruto de la diferente orientación de su política social. Esta sección revisará,
ya para terminar, en qué medida se puede hablar de una convergencia en materia de política social en la UE a lo largo del tiempo. Con este telón de fondo
que nos permitirá ver las restricciones a las que se enfrenta la existencia de
una política social verdaderamente comunitaria, más allá de actuaciones puntuales, sin duda importantes, pero de orden menor, en la tercera sección del artículo se presentarán las líneas de actuación comunitaria que se avanzan en los
documentos de la Comisión sobre la próxima Estrategia UE 2020.
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FUNDAMENTACIÓN Y DIFICULTADES DE LA EXISTENCIA DE UNA POLÍTICA
SOCIAL COMUNITARIA
La política social, materializada en las instituciones que conforman lo que
se ha venido a conocer como Estados de Bienestar, constituye una de las principales fuentes de gasto de las administraciones públicas. Como veremos en la
próxima sección, más de una cuarta parte del PIB comunitario se dirige a financiar este tipo de actuaciones. Ello significa necesidades impositivas que, en
última instancia, terminarán recayendo sobre los agentes económicos del país.
Por su parte, la existencia de prestaciones sociales, como el seguro de desempleo, la incapacidad transitoria o las pensiones de jubilación, pueden alterar
los incentivos de las personas a la hora de decidir su forma y grado de implicación en el mercado de trabajo. Otras actuaciones en el ámbito de la política
social, como la existencia del salario mínimo, por ejemplo, aunque sin coste
presupuestario directo, tendrán también un efecto potencial sobre el funcionaDocumentación Social 157
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miento de la economía. Todo ello significa que la política social no se desarrolla en un vacío, sino que interactúa con el mercado de trabajo y con la economía en general, afectando a su comportamiento. ¿Hasta qué punto puede
plantearse un mercado común sin hacer frente a las diferencias existentes en
materia de política social entre sus miembros? ¿Es esperable que la propia dinámica de convergencia económica derivada del establecimiento de dicho
mercado genere también una convergencia social? Estas preguntas estuvieron
presentes en los debates previos a la firma del Tratado de Roma, triunfando la
visión que confiaba en una convergencia social espontánea, con el devenir del
tiempo y la profundización de la integración económica.
Tal es así que el Tratado de Roma, aunque sitúa entre sus objetivos la cohesión social, y prevé la creación de un Fondo Social Europeo, no dice nada
sobre las grandes áreas de actuación en materia de política social como son las
pensiones, la sanidad o el desempleo. Los sucesivos tratados no cambiarán
esta marginación de lo social, salvo en la forma de declaraciones solemnes, de
las que nunca ha estado escaso el proceso de construcción europea.
Ese «quiero y no puedo» social comunitario se manifestará sin falta cada
vez que la UE se abra hacia países con un menor grado de desarrollo económico y de protección social. Así, el debate del dumping social aparecerá, cual
Ave Fénix, con la ampliación de 1986 hacia Portugal y España, y con la gran
ampliación de 2005 hacia los Países del Este, Malta y Chipre. Junto con la cuestión del dumping social, que hace referencia a la pérdida de competitividad de
los países con mayores cargas sociales frente a los países de la ampliación,
donde su menor desarrollo del Estado de Bienestar va acompañado de menores cargas sociales y por lo tanto de menores costes laborales, aparece una nueva preocupación, de distinta naturaleza, el riesgo de aparición del turismo
social. Este término, poco afortunado desde mi punto de vista, hace referencia
al peligro potencial de que se produzcan movimientos de población desde los
países con baja protección social hacia países con alta protección social con la
finalidad de beneficiarse de dicho diferencial. Ya sea por este temor, o por el
miedo a que la entrada de los nuevos países con salarios menores derivara en
la intensificación de la inmigración interna, la mayor parte de los países miembros instauraron períodos de carencia para la entrada en funcionamiento de la
libertad de movimiento de trabajadores. De esta forma, en el peor de los escenarios, los viejos países europeos con Estados de Bienestar consolidados se enfrentarían a una avalancha de ciudadanos de otros países europeos en busca
de sus mejores prestaciones sociales y a una huída de sus empresas en busca
de mercados de trabajo que al tener un menor desarrollo de sus sistemas de
protección social, tendrían también menores costes laborales. En la práctica,
sin embargo, el turismo social ha resultado ser una amenaza fantasma (Zaice-
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Monografía
va y Zimmermann, 2008), mientras que la deslocalización de empresas hacia
los países de la ampliación ha resultado ser menor de la esperada dadas las diferencias de costes de protección social (European Reestructuring Monitor,
2007), lo cual no quiere decir que no se hayan producido efectos por otras vías
indirectas (por ejemplo, el efecto que una amenaza creíble de deslocalización
pueda tener sobre las negociaciones salariales o la política fiscal hacia las empresas).
De todas formas, que no se hayan producido tales escenarios apocalípticos
y que el Estado de Bienestar haya resultado ser más resistente (o resilente como
gusta decir ahora) no significa que la cuestión de fondo no sea relevante: ¿hasta qué punto es compatible un mercado único con 27 políticas sociales?
3
EL ELUSIVO MODELO SOCIAL EUROPEO
En el gráfico 1 se reproduce el peso del gasto público en política social (tal
y como se entiende en la UE, esto es sin incluir el gasto en educación) sobre el
PIB, de los distintos Estados miembros en 2007, el último año disponible. Esa
«insoportable levedad» del modelo social europeo a la que hacíamos referencia en la sección anterior se refleja de forma prístina en las fuertes diferencias
existentes en el esfuerzo en protección social de los distintos estados miembros. Así, frente a una media de la UE (15) cercana al 27%, Francia o Suecia dedican alrededor de un 30% de su PIB al gasto social, mientras que en España
el esfuerzo se limita al 21%. En el extremo inferior se sitúan los Países Bálticos
junto con Rumanía y Bulgaria (entre el 11 y el 15%), países con una renta per
cápita significativamente inferior a la media europea, pero también Irlanda
(18,9%) uno de los países más ricos de la UE (por lo menos hasta el estallido
de la crisis). De hecho, si tomamos el gasto social de Estados Unidos (alrededor del 17%) como elemento de comparación del «modelo social europeo» y el
más liberal modelo social americano, caracterizado por una menor (en términos relativos) responsabilidad pública en la protección de los individuos frente a los riesgos de enfermedad, desempleo, y falta de ingresos en la vejez,
algunos países europeos, Irlanda de forma notable, se acercan más a Estados
Unidos que a la media comunitaria.
El gráfico 1, sin embargo, adolece de un problema importante, puesto que
en él se mezclan países con muy distinto nivel de desarrollo, estructura demográfica y dinámica del mercado de trabajo, factores todos ellos que afectan a
las necesidades de protección social y a las posibilidades de financiación de la
misma. En cuanto al primer factor, la evidencia empírica señala que con el crecimiento de la renta per cápita aumenta más que proporcionalmente el gasto
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en protección social. En lo referido a la estructura demográfica, el gasto de algunos de los principales programas sociales, como los dirigidos a la salud, las
pensiones o la ayuda familiar, dependerá directamente del peso que la población mayor y más joven (mayores demandantes de estos programas) tenga en
la población total. De esta forma una parte importante de tales diferencias podrían deberse a diferencias en estas variables y no a desigualdades en esfuerzo en los distintos países. Dicho de otra forma, algunos países gastarían menos
porque tendrían menores demandas de su población o menos recursos o ambas cosas.
Gráfico 1. Gasto Social público como porcentaje del PIB en diversos países
europeos (2007)
35
30
26,9
25
% del PIB
21,0
20
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10
5
0
Francia*
Suecia*
Bélgica
Dinamarca
Países Bajos*
Austria
Alemania*
Suiza
UE-15*
Italia*
UE-27*
Finlandia
Reino Unido*
Portugal
Grecia
Noruega
Hungría
Islandia
Eslovenia p
España*
Luxemburgo
Irlanda
R. Checa
Chipre*
Polonia
Malta
Eslovaquia*
Bulgaria
Lituania*
Rumanía
Estonia
Letonia*
Nota: * datos provisionales.
Fuente: Eurostat y elaboración propia.
Con la finalidad de comprobar el peso de estas variables objetivas a la hora
de explicar las diferencias en esfuerzo social (Gasto público con respecto al
PIB) en los países de la UE, se ha procedido a realizar un ejercicio estadístico
mediante el cual se puede conocer en qué medida las diferencias observadas
en esfuerzo social se explican por diferencias en los siguientes factores: 1) PIB
per cápita, 2) población de más de 64 años con respecto a población total, 3)
población de menos de 16 años con respecto a la población total, 4) tasa de
desempleo. El resultado refleja, que si bien una parte importante de las diferencias observadas responde a diferencias en los hechos objetivos señalados
más arriba, la capacidad explicativa de los mismos es limitada, ya que estos
factores dejan sin explicar algo más de la mitad (el 54%) de las diferencias ob20
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servadas en esfuerzo social. La conclusión, por lo tanto, es que detrás de los resultados recogidos en el gráfico 1 se encuentran diferentes opciones en materia de diseño social, diferentes decisiones sobre el papel del Sector Público y
las decisiones privadas en la puesta en marcha de sistemas de protección frente a los riesgos de enfermedad, desempleo, etc. En definitiva, diferentes decisiones de cómo debe distribuirse la renta generada en el mercado.
Estados Unidos nos ofrece un buen ejemplo de la importancia de la política en el diseño de los Estados de Bienestar. Este país, o sus gobernantes, decidieron hace mucho tiempo que la responsabilidad de disponer de atención
sanitaria en situación de enfermedad pertenecía al ámbito privado, de los individuos, y no del Estado, salvo en dos situaciones concretas: en el caso de
pobreza extrema y en el caso de personas mayores (para los que los seguros
sanitarios privados son especialmente onerosos). Como resultado de esa decisión, salvo las personas que pertenecen a dichos colectivos, protegidos por los
sistemas públicos conocidos como Medicaid y Medicare respectivamente, el resto de los ciudadanos americanos tienen que proveerse individualmente de
seguros sanitarios, aunque corrientemente parte del coste de los seguros lo
asumen las empresas para las que trabajan (el 60% de empresas cofinancian
los seguros médicos de sus empleados, Axeen y Carpenter, 2008). Esa decisión
política ha derivado en que alrededor de 46 millones de estadounidenses no
cuenten con seguro médico, mientras que otra parte significativa tienen sólo
un seguro incompleto. Precisamente esta circunstancia, junto con el elevado
coste del sistema sanitario de ese país (EE.UU. gasta en salud el 15,3% del PIB,
el doble que la UE-15, 7,7%) ha llevado al Presidente Obama a plantear la reforma sanitaria como uno de los ejes centrales de su política doméstica. Pero
no es necesario irse tan lejos para contrastar la importancia de la política. España también es un buen ejemplo. Desde finales de la década de 1970 hasta
aproximadamente mediados de la siguiente década, el gasto social en España
aumentó a un ritmo que, de haberse mantenido hasta la actualidad, habría llevado a la convergencia en materia de esfuerzo social de España con la UE (15).
Sin embargo, desde finales de la década de los 80, el cambio de prioridades
políticas (cumplimiento de los criterios de Maastricht para formar parte de la
eurozona, favorecimiento de la reducción impositiva, etc.), conduce a una
fuerte ralentización del proceso de construcción del Estado de Bienestar.
Para terminar esta breve sección sobre el «espejismo» del modelo social europeo hay que indicar que las diferencias entre los Estados miembros en materia de esfuerzo social no sólo son muy significativas, sino que en gran parte
se han mantenido con el paso del tiempo. Esto es, la creación de un mercado
único ha supuesto convergencia intensa en muchos ámbitos: educativo (el Espacio Europeo de Educación Superior), monetario (el euro), financiero, etc.,
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pero no así en materia social. Como se puede ver en el gráfico 2, entre 1995 y
2007 se produce una reducción de la dispersión del esfuerzo en gasto social
de los Estados de la UE (15), pero la misma sigue siendo elevada al final del
período. Más aún, la reducción observada en las diferencias, prácticamente se
explica por el comportamiento de tres países: Irlanda, Grecia y Portugal, en los
que sí se observa un proceso de convergencia a la media.
6.00
30
5.00
25
4.00
20
3.00
15
2.00
10
Desviación estándar del gasto social de los Estados miembros
1.00
Gasto social/ PIB % (UE-15)
Desviación estándar del esfuerzo en gasto social
Gráfico 2. Gasto social medio (% del PIB) y dispersión, UE(15) 1995-2007
5
gasto social medio como % del PIB, UE (15)
0.00
0
1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007
Fuente: Eurostat y elaboración propia.
Con una arquitectura de toma de decisiones lastrada por la unanimidad, una
preocupación centrada en la construcción de un mercado único, un presupuesto
de actuación muy limitado y distintas sensibilidades sobre el papel del sector
público en la protección social, especialmente tras la ampliación, no es de extrañar que la Unión Europea no haya sido capaz de realizar grandes avances en el
campo que nos ocupa, dejando a los Estados miembros el protagonismo en esta
materia. Ello no quiere decir, sin embargo, que la UE no haya actuado ofreciendo un respaldo programático al Estado de Bienestar y no haya intentado, al menos desde algunos de sus comisariados, defender la compatibilidad de mayores
cotas de eficiencia económica y mayores niveles de cohesión social(1), tanto entre
los distintos Estados miembros como dentro de cada uno de ellos.
(1) Uno de esos intentos es el respaldo comunitario al planteamiento de la flexiseguridad con el que se intenta compatibilizar las mayores demandas de flexibilidad laboral de las empresas en un contexto de competencia global con el mantenimiento de la protección
social. Una visión crítica de este concepto se puede encontrar en Tanguian (2007).
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POLÍTICAS Y DIRECTRICES
En la cumbre de Lisboa de marzo 2000, los estados miembros de la UE se
dieron una década para «convertirse en la economía basada en el conocimiento más competitiva y dinámica del mundo, capaz de crecer económicamente
de manera sostenible con más y mejores empleos y con mayor cohesión social». Esta estrategia partía de la base de que el mantenimiento del modelo
social europeo, en un mundo cada vez más abierto, exigía del aumento de la
productividad y la competitividad de la economía europea. Cinco años más
tarde, el relanzamiento de la Estrategia de Lisboa se centró en el crecimiento y
el empleo, dejando en un segundo lugar otros aspectos de ésta (como la mejora de la calidad de los empleo, por ejemplo).
Esta década conoce la puesta en marcha de los Informes conjuntos sobre protección social e inclusión social, publicados anualmente, donde se repasan los Planes Nacionales de los Estados miembros en materia de protección social y
lucha contra la exclusión, siguiendo el denominado Método Abierto de Coordinación, MAC, utilizado de forma pionera en el campo de la política de empleo.
Los objetivos fundamentales del MAC para la protección social y la inclusión
eran fomentar: a) la cohesión social, la igualdad entre hombres y mujeres y la
igualdad de oportunidades para todos, a través de sistemas de protección
social y políticas de inclusión social adecuados, accesibles, financieramente viables, adaptables y eficientes; b) la interacción efectiva y mutua entre los objetivos de Lisboa de mayor crecimiento económico, más y mejores puestos de
trabajo y una mayor cohesión social, con la estrategia de desarrollo sostenible
de la UE; c) una buena gobernanza, la transparencia y la implicación de los interesados en el diseño, la ejecución y la supervisión de la política.
Estos objetivos se han aplicado a tres líneas prioritarias de trabajo: la erradicación de la pobreza y la exclusión social, pensiones adecuadas y viables y
atención sanitaria y cuidados de larga duración (para personas mayores dependientes) accesibles, de calidad y viables. En coherencia con estos objetivos,
en la Agenda Social de la Comisión para el período 2005-2010, se preveía que
el año 2010 fuera designado Año Europeo de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social, como así ha sido, con el fin de reafirmar y reforzar el compromiso político inicial de la UE, al principio de la Estrategia de Lisboa, de tener
«un impacto decisivo en la erradicación de la pobreza».
Sin embargo, como se ha señalado más arriba, estos ambiciosos objetivos
no se han visto acompañados de la necesaria capacidad presupuestaria y legislativa por parte de la UE, de forma que su éxito o fracaso ha dependido de
la posición y posibilidades de los distintos Estados Miembros. Por poner un
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ejemplo, la aportación comunitaria a España del programa europeo del Año
Europeo de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social no alcanza los
700.000 euros. Como se puede apreciar en el gráfico 3, no parece que la estrategia europea de lucha contra la pobreza haya tenido mucho éxito, ya que las
tasas de pobreza han permanecido básicamente estables, cuando no han aumentado, a pesar del crecimiento económico y del empleo experimentado en
la UE. De ello nuestro país es, lamentablemente, un buen ejemplo.
En todo caso, este resultado no debería sorprendernos ya que las diferencias en tasa de pobreza entre los países miembros, con valores mínimos en la
UE (15) entre el 11-13% en los Países Bajos, Suecia, Dinamarca o Francia, y máximos para España y Grecia, se explican más por la intensidad de las prestaciones sociales que por diferencias en el funcionamiento del mercado(2), y como
hemos visto, las prestaciones sociales tienen un peso muy variable en los distintos Estados miembros.
Gráfico 3. Tasas de pobreza en la UE (15) y España: 1995-2008
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20
20
18
16
18
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19
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18
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19
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15
15
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16
17
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(%)
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España
0
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Fuente: Eurostat y elaboración propia.
La sustitución de la estrategia de Lisboa por la nueva Estrategia 2020 ha coincidido con una crisis económica global especialmente intensa en términos de
caída del PIB. Del único documento de evaluación de la Estrategia de Lisboa
evacuado por la Comisión hasta el momento, literalmente 21 páginas, se desprende cierta complacencia en términos del efecto global de la Estrategia de Lis(2) En la UE (27), en 2008, el coeficiente de variación de la tasa de pobreza de mercado (antes de transferencias) es de 0,133, mientras que tras transferencias es de 0,147.
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boa, a pesar de no haber alcanzado sus objetivos centrales (European Commission, 2010). Así, por ejemplo, en materia de empleo, uno de los ámbitos donde
más había mejorado la UE hasta el estallido de la crisis, en 2008 se alcanzaba
una tasa de empleo del 66%, muy por encima del 62% de comienzos de década,
pero todavía por debajo del objetivo fijado del 70%. Los resultados en otros ámbitos, como el aumento del gasto en I+D han sido mucho menos destacables
(paso del 1,85% al 1,95% frente al objetivo del 3%). La nueva Estrategia 2020 (Comisión Europea, 2010), aunque en términos generales mantiene las líneas centrales de la Estrategia de Lisboa se plantea con mayor humildad, centrándose
en un número inferior de objetivos, cinco, organizados en tres grandes áreas:
crecimiento inteligente, sostenible e integrador, y concentrándose en siete iniciativas «estrella» (emblemáticas en su terminología) para alcanzarlo.
Como se puede apreciar en el cuadro 1, tres de los cinco objetivos principales: el aumento de la tasa de empleo de la población entre 20 y 64 años hasta el
75%, reducir el abandono escolar al 10% —y aumentar la tasa de personas entre 30 y 34 años con estudios superiores del 31% actual hasta el 40%—, y reducir el número de europeos que viven por debajo del umbral de la pobreza en un
25%, están directamente o indirectamente relacionados con la política social y
entre sí. El aumento de la tasa de empleo generará simultáneamente una mejor
capacidad de financiación de la protección social por un lado y una menor necesidad de prestaciones, la reducción de la tasa de abandono escolar facilitará
el aumento del empleo y la reducción de la tasa de pobreza ya que el abandono escolar es un claro factor de riesgo de inactividad, desempleo, salarios bajos
y pobreza (Muñoz de Bustillo et al., 2009), por último, el aumento del empleo
redundará en una caída de la tasa de pobreza en la medida que el desempleo
es un factor de riesgo de pobreza, y es en sí mismo un objetivo de la política
social.
Junto con la presentación de los objetivos para el próximo decenio, el documento de la Comisión ofrece algunas pautas de las políticas que se deberían
abordar para alcanzarlos. Como ya ocurriera en la Estrategia de Empleo, la
Comisión sigue subscribiendo una visión del desempleo como un problema
fundamentalmente de oferta, esto es de la «empleabilidad» de los trabajadores: de ahí el papel que otorga al aumento de la educación y al aprendizaje
permanente a lo largo de la vida, y cuya solución exige la «modernización» de
las instituciones laborales. En los términos del documento: «será clave ejecutar
los principios de flexiseguridad y habilitar a las personas para adquirir nuevas
cualificaciones y adaptarse a las nuevas condiciones y a cambios potenciales
de carrera» (p. 20). De hecho, el documento recuerda a los Estados miembros
la necesidad de ejecutar planes nacionales de «flexiseguridad» con el objetivo
de reducir la «segmentación del mercado laboral y facilitar las transiciones, así
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Cuadro 1. Resumen de la Estrategia 2020
OBJETIVOS PRINCIPALES
– La tasa de empleo de la población de entre 20 y 64 años debería pasar del actual 69% a,
como mínimo, el 75%.
– Alcanzar el objetivo de invertir el 3% del PIB en I+D, en particular mejorando las
condiciones para la inversión en I+D por parte del sector privado y desarrollando un nuevo
indicador que haga un seguimiento de la innovación.
– Reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 20% en comparación con los
niveles de 1990, incrementar el porcentaje de las energías renovables en nuestro consumo
final de energía al 20% y aumentar un 20% la eficacia en el uso de la energía.
– Reducir el porcentaje de abandono escolar al 10% desde el actual 15% e incrementar el
porcentaje de personas de entre 30 y 34 años con estudios superiores completos del 31% a,
como mínimo, un 40%.
– Reducir el número de europeos que viven por debajo del umbral nacional de pobreza en un
25%, liberando de la pobreza a 20 millones de personas.
CRECIMIENTO INTELIGENTE
INNOVACIÓN
Iniciativa emblemática de la
UE: «Unión por la innovación». Mejorar las condiciones
generales y de acceso a la financiación destinada a investigación e innovación con el fin
de reforzar la cadena de innovación e impulsar los niveles
de inversión en toda la Unión.
CRECIMIENTO SOSTENIBLE
CLIMA, ENERGÍA Y
MOVILIDAD
Iniciativa emblemática de la
UE: «Una Europa que aproveche eficazmente los recursos».
Ayudar a desligar crecimiento
económico y uso de recursos,
reduciendo las emisiones de
carbono de nuestra economía,
incrementando el uso de energías renovables, modernizando
nuestro sector del transporte y
promoviendo un uso eficaz de
la energía.
EMPLEO Y CUALIFICACIONES
Iniciativa emblemática de la
UE: «Una agenda para nuevas
cualificaciones y empleos».
Modernizar los mercados laborales facilitando la movilidad
de los trabajadores y el desarrollo de cualificaciones a lo
largo de la vida, con el fin de
incrementar la participación en
el empleo y de adecuar mejor
la oferta a la demanda.
EDUCACIÓN
COMPETITIVIDAD
LUCHA CONTRA LA POBREZA
Iniciativa emblemática de la
UE: «Juventud en movimiento». Reforzar los resultados de
los sistemas educativos y consolidar el atractivo internacional de la educación superior
europea.
Iniciativa emblemática de la
UE: «Una política industrial
para la era de la mundialización». Mejorar el entorno empresarial, especialmente para
las PYME, y apoyar el desarrollo de una base industrial fuerte
y sostenible que pueda competir mundialmente.
Iniciativa emblemática de la
UE: «Plataforma europea contra la pobreza». Garantizar la
cohesión social y territorial de
tal forma que los beneficios del
crecimiento y del empleo lleguen a todos y de que las personas afectadas por la pobreza
y la exclusión social puedan vivir con dignidad y participar
activamente en la sociedad.
SOCIEDAD DIGITAL
Iniciativa emblemática de la
UE: «Una agenda digital para
Europa». Acelerar la implantación de internet de alta velocidad y beneficiarse de un
mercado único digital para familias y empresas.
Fuente: Comisión Europea (2010) p. 32.
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CRECIMIENTO INTEGRADOR
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como facilitar la conciliación entre vida laboral y familiar» (p. 20). He de reconocer que me resulta difícil entender la lógica interna de lo señalado en el párrafo anterior, en especial la referencia a la conciliación. En todo caso, dicho
párrafo refleja por dónde van las preferencias en materia de política social y de
empleo de la Comisión.
En lo que se refiere a la lucha contra la pobreza, la Comisión sigue confiando en la creación de empleo como herramienta central, a pesar de reconocer
que el 8% de los trabajadores europeos no gana lo suficiente para superar el
umbral de la pobreza (el 11% en España), lo que hace que en términos absolutos, después de los inactivos, los trabajadores constituyan el principal grupo de
personas en riesgo de pobreza (el 28% de las personas en riesgo de pobreza en
nuestro país). En lo que a esto respecta, la Comisión vuelve a confiar en la educación y los programas de empleo, sin hacer referencia a la necesidad de completar tales acciones, basadas en la mejora de la empleabilidad de las personas
en riesgo de pobreza, con otras intervenciones de complemento de rentas que
hagan posible que el trabajo de bajos salarios no sea un trabajo de bajos ingresos, liberando a los trabajadores y sus familias de la pobreza. La Comisión
también señala la necesidad de «promover la responsabilidad colectiva e individual compartida en la lucha contra la pobreza y la exclusión social» (p. 21),
quizá haciéndose eco de la opinión del 18% de la población comunitaria (el 26%
de la población de los nuevos Estados miembros) que consideran
que la pobreza tiene su principal causa en la falta de esfuerzo o voluntad de los
que la sufren (o de sus progenitores, habría que añadir, dado que una parte importante de la población pobre son niños) (Eurobarómetro 279, 2007).
5
REFLEXIÓN FINAL
En estas páginas se ha defendido que el llamado «Modelo social europeo»
es poco más que una generalización que sirve para llamar la atención sobre las
distintas formas de organización social de la economía de mercado en ambos
lados del Atlántico. Si las competencias y financiación de la política social están
en manos de los Estados miembros poco podrá hacer la política social europea
como no sea servir de coartada del mantenimiento de las políticas de bienestar
y de catalizador de un debate sobre las mejores formas para compatibilizar crecimiento económico y bienestar social. Dicho esto, también hay que señalar que
la UE tiene dos caras distintas, la del Ecofin y la del Consejo de Ministros de
empleo y política social (que no tiene diminutivo), que no siempre mantienen
posiciones similares en asuntos de protección social. Los Estados de Bienestar
son una opción política que ha demostrado suficiente y largamente su capaciDocumentación Social 157
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Monografía
dad de adaptación y resistencia a las cambiantes circunstancias del mercado.
En la actualidad se enfrentan a una situación especialmente delicada, ya que su
fortaleza se ha visto afectada por las intervenciones que se han visto obligados
a realizar para compensar el hundimiento de la demanda fruto de la crisis financiera. La existencia de Estados de Bienestar ha permitido desvincular parcialmente la caída del empleo de la caída de ingresos y mantener servicios
sociales vitales para la ciudadanía. Lamentablemente, ahora la lucha contra los
déficit generados se convierten en el objetivo central de la política comunitaria
en cumplimiento del Pacto de Estabilidad y Crecimiento. El lector que busque
en la Estrategia 2020 un apoyo incondicional de la UE al Estado de Bienestar
verá defraudadas sus expectativas. Lo más que encontrará es una llamada a la
«evaluación de la adecuación y viabilidad de los sistemas de protección social
y pensiones» (p.21). Durante muchos años España ha buscado en Europa el respaldo a su construcción del Estado de Bienestar, sin percatarnos que el Estado
de Bienestar europeo no era una construcción de la UE, sino de sus Estados
miembros. Probablemente haya llegado la hora de fundamentar internamente
la necesaria consolidación del Estado de Bienestar español y nuestro turno de
contribuir con ello al fortalecimiento del modelo social europeo.
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