RELACIONES EUA-AMERICA LATINA ¿NUEVO PARADIGMA? Alberto J. Sosa 2002 Después de la 2ª Guerra Mundial los EUA modificaron las características de las relaciones con sus vecinos de América Latina, de acuerdo a criterios políticos que resultaban funcionales a sus intereses, a escala mundial y hemisférica. A continuación describimos sucintamente los principales paradigmas bajo los cuales EUA implementó sus relaciones con los países de América Latina. 1. Desarrollo y seguridad A partir de la instalación de la guerra fría y el consecuente conflicto con la URSS, aplicó una política de “contención del comunismo” para controlar la amenaza extra-hemisférica. El Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), signado en Río de Janeiro, es un símbolo de ese periodo. Sin embargo, “cuando el marxismo-leninismo aprende a hablar en castellano”, la hipótesis de conflicto se internaliza (2ª Declaración de La Habana-Cuba 04/02/1962) y la amenaza deviene intrahemisférica. El gobierno de EUA propició la institucionalización de la Junta Interamericana de Defensa (JID1), la creación y fortalecimiento de la OEA2 y la conformación de una Fuerza Interamericana de Paz (FIP3) Las políticas y estrategias de EUA contenían prácticas de “acción cívica” y de “contrainsurgencia”, así como de capacitación y entrenamiento para vincular de manera sistemática a oficiales de las Fuerzas Armadas (FFAA) de todas las Américas. La “acción cívica” acrecentaba el rol de las FFAA en actividades domésticas de desarrollo económico y 1 La Junta Interamericana de Defensa es la organización militar y de defensa regional más antigua del mundo y ha existido ininterrumpidamente desde el 30/03/1942 Cfr. http://www.jid.org Disponible 01/03/2010. 2 Carta de Bogotá 1948. 3 Creada ad hoc para intervenir militarmente en República Dominicana 1965, la República Argentina no participó en la misma por diversas razones. Por un lado, sus FFAA si bien están de acuerdo con la invasión a la República Dominicana no estaban dispuestas a someterse a las órdenes de un general brasileño. Por otro el Congreso de la República Argentina no avaló el envío de tropas a Santo Domingo. Cfr. Lanús, Juan Archibaldo. “De Chapultepec al Beagle”. Editorial Emecé. Buenos Aires. 1984, págs. 208/218. A su vez, el canciller Nicanor Costa Méndez sostuvo ante los medios de prensa: “Estamos decididamente a favor de la institucionalización de la JID (Junta Interamericana de Defensa)”, pero aclaró que “esto no significa apoyar ni promover la Fuerza Interamericana de Paz, ni fuerzas militares contingentes”. Ver al respecto Clarín, 11/02/1967, p. 9, y “Argentina: Oposición a la FIP”, Clarín, 18/02/1967, p. 7. Entrevistado por la periodista Sonia Pascual Sánchez, el canciller Costa Méndez diferenció su proyecto del de la FIP en los siguientes términos: (...) Auspiciamos ejércitos fuertes, vigorosos y debidamente constituidos. No queremos una fuerza militar supranacional. No queremos la Fuerza Interamericana de Paz. Sí queremos un organismo que coordine los planes y proyectos militares de las diversas naciones en orden a la seguridad. A eso apuntaba nuestro proyecto. (...) Las diferencias son sustanciales. La FIP supone la creación de una entidad militar supranacional. El proyecto argentino significa la institucionalización de un instrumento para coordinar los esfuerzos nacionales en favor de la seguridad. (...) la fuerza interamericana supondría un ejército supranacional que interviniera sin control de las naciones en Santo Domingo, Cuba o el país que fuere. El proyecto nuestro significaría que los ejércitos de los países que están dispuestos a intervenir en el supuesto caso, intervengan y coordinen sus esfuerzos a través de un organismo centralizador de armonización y coordinación de la actividad que los ejércitos nacionales realicen en la emergencia. ” Cfr. http://argentina-rree.com/14/14-021.htm . Disponible 03/03/2010. 1 social, mientras que la “contrainsurgencia”, las involucraba en la lucha contra el enemigo interno4. La Administración Kennedy (1961/1963) implementó este modelo en América Latina, a través de la “Alianza para el Progreso”, es decir la “contra-estrategia” de EUA frente al reformismo en América Latina y la revolución cubana. Sus bases de sustentación fueron el Desarrollo y la Seguridad. Las políticas de “Desarrollo” propiciaban la alfabetización, la cobertura de la salud, el fraccionamiento de la gran propiedad rural y hasta podían admitir la industrialización. Las de “Seguridad”, se relacionaban con el exterminio de la “amenaza doméstica”. Este paradigma fue sostenido oficialmente, por el gobierno de los EUA, hasta mediados de la década de los setenta del siglo XX, aunque gobernó la realidad latinoamericana varios años más. 2. Democracia y seguridad Otra Administración demócrata (James Carter 1977/1981), impulsó un cambio en la orientación de la política exterior de los EUA, enfatizando la vigencia de los regímenes democráticos y de los derechos humanos, compatibilizados con las estrategias de seguridad, tendientes a garantizar la hegemonía de los EUA a escala mundial y hemisférica y evitar la expansión soviética. Según este criterio, los EUA no debían continuar propiciando y respaldando regímenes autoritarios violadores de derechos humanos, so pretexto de combatir la amenaza comunista. Las dictaduras militares de Argentina (1976/1983) y de Chile (1973/1990) o gobiernos como los de Anastasio Somoza Debayle (1967/1979) en Nicaragua, mantuvieron relaciones tensas con la Administración Carter, a pesar de que aquéllas habían surgido respaldadas en las políticas hemisféricas de “seguridad” de los EUA. Otra etapa la constituye, el gobierno del presidente Ronald Reagan (1981/1989) que provocó un fortalecimiento de las políticas de “seguridad”, en desmedro de las prácticas democráticas y la promoción de los derechos humanos. No obstante, comportamientos militares como los de la dictadura argentina en la fallida recuperación de Malvinas (02/04/1982) o los del general Manuel Noriega (1983/1989) en Panamá, produjeron recelo en la elite estadounidense, respecto de las FFAA latinoamericanas, favoreciendo la oleada democrática de la citada década. 3. Democracia y libertad de mercados El desvanecimiento y posterior colapso de la URSS implicó una reorientación del paradigma vigente en las relaciones EUA-América Latina. El orden mundial bipolar había girado en torno del paradigma de la “seguridad”, por el conflicto capitalismo-comunismo. La desaparición de la URSS5 modificó la tendencia hacia el eje económico y consolidó el predominio de un único sistema a escala mundial: el capitalismo. El “neoliberalismo” subrogaba a la “doctrina de la seguridad nacional”. Los EUA, a través de organismos multilaterales, impusieron un credo neoliberal que se traducía en recetas aperturistas, privatizadoras, desreguladoras y de libre e irrestricta movilidad de los capitales extranjeros. Estas políticas condujeron a un creciente control de las economías latinoamericanas, por parte de corporaciones privadas extranjeras. 4 A este respecto, documentos del Departamento de Estado citaban, como precedente y ejemplo, el caso de la lucha del ejército de EUA en la “conquista del oeste” contra su “enemigo interno”: los “pieles rojas”. Cfr. Conferencia de Juan Archibaldo Lanús en el Servicio Cultural de la Embajada de EUA (Biblioteca Lincoln) en Buenos Aires. Argentina. 2º semestre 1982. 5 El Tratado de Belovezh, acuerdo internacional firmado el 08/12/1991 declarando la disolución oficial de la URSS y estableciendo en su lugar a la Comunidad de Estados Independientes (CEI). 2 4. ¿Seguridad y neoliberalismo? Los acontecimientos posteriores al 11/09/2001, producidos por la Administración del presidente Bush hijo, a escala hemisférica, como el fracaso de las conversaciones de paz en Colombia, la reformulación del Plan homónimo6, la ofensiva pro-ALCA, el “escarmiento” a la Argentina (2001/2002) y la cómplice conducta en el golpe de estado y consecuente transitoria interrupción del proceso democrático venezolano (11/04/2002), nos inducen a preguntarnos ¿si la potencia hegemónica, “acompañada por amigos y aliados” ha inaugurado otro tipo de relación con sus vecinos hemisféricos del sur, anclada en el “neoliberalismo” y en la “nueva doctrina de la seguridad”? Los gobiernos remisos en aplicar políticas de libre mercado ortodoxas, los neutrales o supuestamente condescendientes con el “terrorismo”, tipo FARC o islámicos residentes en la “triple frontera”, ¿podrían ser penalizados por los EUA? La vigencia de un paradigma de este tipo tendría nefastas consecuencias para los países de América Latina. Cuando la potencia hegemónica aplicó la díada “desarrollo-seguridad”, propiciaba la expansión de las economías domésticas y la prosperidad social latinoamericana, para controlar la amenaza comunista. Cuando implementó el modelo “democracia-seguridad”, procuró limitar a los gobiernos dictatoriales, encaminando a esta parte del mundo hacia gobiernos republicanorepresentativos y respetuosos del pluralismo y las libertades públicas. Sin embargo, el paradigma presuntamente inaugurado por la Administración republicana, sugiere el peor de los escenarios. No se propone contribuir al desarrollo económico ni a la promoción de la democracia o de las libertades públicas. En este sentido, podemos preguntarnos si ¿los EUA sólo aspiran a exterminar el terrorismo y a afianzar la libertad de los mercados? 5. Consideraciones finales Los países de América latina, en su inmensa mayoría, se han adaptado a los diversos paradigmas implementados por EUA para el hemisferio. No se han fijado sus propias metas, éstas les han sido impuestas. Una política autónoma, en el sentido que le da Johan Galtung, significa “desarrollar poder sobre sí mismo”, es decir capacidad para establecer metas propias que atiendan al bienestar general y estrategias adecuadas para alcanzarlas, no las que fijen terceros o un tercero7. Ninguno de los paradigmas citados, salvo en aquellos temas relacionados con la prosperidad económica latinoamericana o la democracia o la promoción de los derechos humanos, contribuyó a resolver el eje central de la problemática de la Región. EUA ha hecho girar a los países de América Latina alrededor de sus propias hipótesis de conflicto, impidiendo que éstos individualmente, en forma Sub-Regional o en su conjunto, se ocuparan de la solución de sus propios problemas centrales. Desde esta perspectiva, deberían reformularse aquellas estrategias que pretenden asignar al terrorismo y a la libertad de los mercados, un carácter central. La hipotética solución de estos problemas, no resolvería el problema del subdesarrollo, pobreza y exclusión sociales que padece la mayoría de los latinoamericanos. Los esfuerzos de países como Argentina deberían volcarse a sus propias prioridades, vinculadas a la problemática de desarrollo económico-social por medio de la diversificación de la matriz económica y de la innovación tecnológica; del 6 Acuerdo bilateral celebrado entre los presidentes de Colombia Andrés Pastrana Arango (1998/2002) y de los EUA William Jefferson Clinton (1993/2001). 7 Galtung, Johan. “La Comunidad Europea: una superpotencia en marcha”. Buenos Aires. Argentina. Ediciones Nueva Visión SAIC. 1973. Capítulo III. 3 perfeccionamiento de su democracia; de la profundización y expansión del MERCOSUR; así como de la solución diplomática del conflicto colombiano y la diversificación de sus relaciones exteriores. La paz, la democracia, el desarrollo, la justicia social, la integración y soberanía compartida en el MERCOSUR, según el prototipo del Estado red8, deberían configurar las bases para contribuir al bienestar social y a la seguridad hemisféricas. 8 Cfr. Castells, Manuel. Trilogía. “La era de la información: economía, sociedad y cultura”. “Vol. III. El fin del milenio. La unificación de Europa: globalización, identidad y Estado red.” Madrid: Alianza, 1ª edición 1997/1998. 4