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Título: Entre la fecundidad y la paternidad.
Temática: Sexualidad y Reproducción.
Datos de los autores por orden alfabético:
Nombre completo: Laura Ramón Vásquez.
Adscripción institucional: El Colegio de México
Teléfono: (246) 46 26 5 26, Celular: 246 101 5357 y 55 27 16 76 81.
Dirección electrónica: [email protected]; [email protected]
Nombre completo: Raúl René Rojas Olmos
Adscripción institucional: Instituto Nacional de Estadística y Geografía
Teléfono: (55) 56 58 43 05; Celular: 55 1900 1100
Dirección electrónica: [email protected]; [email protected]
Síntesis:
Históricamente el estudio de la fecundidad se ha centrado en información proveniente de las
mujeres, ya que son ellas las que tienen un periodo reproductivo bien definido; ocurren en sus
cuerpos los eventos reproductivos -como la duración, desenlace y periodicidad de los embarazos;
suelen ser ellas quienes viven con los hijos en caso de una separación; son ellas quienes
comúnmente informan sobre las características de los residentes en cada vivienda y el argumento
sobre la seguridad sobre su maternidad, aspecto que presenta ambigüedad en los varones. Pero a
la paternidad es necesario entenderla como un proceso relacional, de orden social y cultural, por
encima de la condición biológica de la reproducción. Para un hombre es más fácil ejercer su
paternidad si vive son sus hijos. Es por ello que se hace una caracterización de los hombres y los
hijos que residen con ellos en la misma vivienda, tomando como eje, algunas de las variables que
de acuerdo con la literatura tradicional influyen en el número de hijos.
Resumen extenso
Tema de estudio: Un acercamiento a la paternidad a través del Censo de Población y Vivienda
2010.
Objetivos:
1. Nombrar los vacíos teóricos que bloquean la incursión de los temas de la fecundidad
masculina y la paternidad al estudio más formal de los mismos.
2. Hacer visible la presencia de los varones como padres en los hogares mexicanos.
3. Analizar las diferencias en el número de hijos de varones considerando algunas
características sociodemográficas de los padres que residen con ellos en la misma
vivienda, de acuerdo con datos del Censo de Población y Vivienda 2010.
Perspectiva conceptual:
Se revisa la literatura que aborda el tema de la paternidad más allá del mero acto biológico,
además se realiza un análisis demográfico de los datos obtenidos a partir del censo. Si bien esto
parece contradictorio, se busca visibilizar la posibilidad que ofrece el Censo de Población y
Vivienda 2010 para obtener información sobre padres, hijas, hijos y cónyuge.
Metodología (fuente de datos y tipo de análisis).
La fuente de datos es la muestra del Censo de Población y Vivienda de 2010, captada con el
cuestionario ampliado. Este cuestionario fue modificado debido a recomendaciones
internacionales y permite, por vez primera, identificar si la madre o el padre residen en la misma
vivienda que los hijos.
También se hace una revisión bibliográfica para poder contextualizar los datos obtenidos y
finalmente presentar un análisis demográfico de orden descriptivo que permita un primer
acercamiento al estudio de los llamados “datos duros” al respecto de la paternidad.
Resultados preliminares
Antecedentes
La ecuación básica de la demografía incluye los principales eventos que afectan la forma y
volumen de la población: fecundidad, mortalidad y migración, si bien incluye a toda la población,
el primer evento centra casi todos sus indicadores en las mujeres y en la declaración de sus
vivencias reproductivas, dejando desatendida la experiencia masculina, como ya desde hace más
de una década lo señala Figueroa (1996). Involucrar al varón en el área reproductiva parece
transgredir la norma, cuando en realidad lo que se pretende es develar su papel en un ámbito en el
que siempre ha estado presente.
Los antecedentes de la fecundidad, invariablemente remiten a las mujeres. En México comenzó
su descenso en dos períodos: el primero en la década de los cuarenta gracias a un grupo de
mujeres denominadas “pioneras” que empezaron a disminuir su paso del tercer al cuarto hijo y
aún más del cuarto al quinto hijo (Juárez & Quilodrán, 1990). El segundo periodo se dio en la
década de los setenta, cuando se aplicaron políticas de población que lograron un descenso
importante de la fecundidad logrando pasar de una Tasa Global de Fecundidad en 1976 de 5.8
hijos por mujer a 2.4 hijos por mujer en 2010, según cálculos propios con datos del Instituto
Nacional de Estadística y Geografía –INEGI (2010).
Rojas (2008) considera que si la demografía continúa dejando de lado el análisis de la
participación masculina en los procesos reproductivos, contribuye a mantener cono únicas
protagonistas a las mujeres, aún cuando la participación de los varones –activa o pasiva- también
fue necesaria en la transición de alta a baja fecundidad.
Al respecto del estudio de la fecundidad masculina se han hecho estudios de corte cualitativo y
cuantitativo, estos últimos se han centrado principalmente en encuestas ya desde la década de los
treinta. Para fines de este resumen solamente se enumeraran:
En el ámbito internacionalse encuentran:
1. La Encuesta Nacional de Salud de los Estados Unidos de 1935-1936 (Rojas, 2008)
2. La Encuesta Nacional de Fecundidad Masculina de Colombia, realizada en 1969
(Figueroa & Rojas, 2002)
Encuestas de las que se obtiene información para varones de manera indirecta:
3. Las Encuestas Demográficas y de Salud: Demographic Health Survey o DHS (Figueroa &
Rojas, 2002)
4. En 1958 se realizó en Puerto Rico una encuesta a parejas cuyos resultados evidencian el
impacto directo de la participación de los varones en la fecundidad (Rojas, 2006)
5. En 1994 se realizó una encuesta en Brasil para conocer cómo se definía el tamaño de la
familia (Rojas, 2008)
6. Este mismo fin tuvo una encuesta realizada en Cuba en 1998 (Ídem).
En el ámbito nacional se tienen:
1. Encuesta Nacional sobre Conocimiento, Actitud y Práctica en el Uso de Métodos
Anticonceptivos de la Población Masculina Obrera del Área Metropolitana de la Ciudad
de México en 1988 –ENCAPO- (Rojas, 2008)
2. La Encuesta Nacional sobre el Comportamiento Sexual en México realizada de1992 a
1993 (Demos, 1996)
3. En 1995, se realizó la Encuesta Nacional de Planificación Familiar o ENAPLAF
(Casique, 2003)
4. La Encuesta de Comunicación en Planificación Familiar (ENCOPLAF) realizada en 1996
(Rojas, 2006),
5. La Encuesta de Salud Reproductiva con Población Derechohabiente del IMSS en 1998 –
ENSARE 1998 (Ídem).
6. En 1998 se realizó un estudio sobre el uso de condón entre algunos jóvenes de la Ciudad
de México (Ibid, 2008);
7. La Encuesta Nacional sobre Niveles de Vida de los Hogares de corte longitudinal ENNViH 02-12- (UIA-CIDE, 2008).
8. La Encuesta Nacional de Salud Reproductiva para Varones en 2003 (COLMEX, 2003).
9. La Encuesta sobre Políticas Públicas, Equidad de Género y Hombres aplicada en 2009.
(Figueroa y Franzzoni en Aguayo y Sadler, 2011).
Intentando teorizar a propósito de los hombres: reproducción, fecundidad, paternidad
Hablar de reproducción y fecundidad masculina no es lo mismo, ni qué decir de la paternidad.
Cuando se piensa en reproducción, usualmente se hace referencia a las mujeres, pero es
importante notar que los hombres también están incluidos en este evento, Núñez (2007, págs.
141-142) señala que es necesario ampliar el concepto de reproducción y “considerar a la pareja
que se reproduce como una unidad de análisis fundamental de ‘la reproducción’, [como] una
relación entre sujetos genéricos con sus ideologías e identidades respectivas que construye
posibilidades y efectos sexuales, laborales, emocionales y reproductivos diferenciados para cada
uno de los sujetos atravesados por el poder y el privilegio”.
En este mismo sentido, Figueroa (1998) encuentra que el comportamiento reproductivo abarca
esferas biológicas, psicológicas, sociales y culturales tan complejas como el cortejo; el
apareamiento sexual; la unión en pareja; las expectativas e ideas en cuanto a la familia; la
planeación del número de hijos y su espaciamiento; la actitud y relación de la pareja durante el
embarazo y el parto; el cuidado y crianza de los hijos; así como su apoyo económico, educativo y
emocional.
Considerando estas reflexiones, la fecundidad es una parte del comportamiento reproductivo.
Hasta ahora el estudio de la fecundidad se ha feminizado y se ha dado poca credibilidad otorgada
a la declaración masculina, ya sea por el auténtico desconocimiento de las consecuencias
reproductivas de su vida sexual; por el deliberado ocultamiento de las mismas o por las razones
técnicas y metodológicas que complican su medición; cualquiera que fuere la razón, es necesario
conocer un poco más de esta parte de la población hasta ahora imprescindible en la fecundidad.
Greene y Biddlecom (2000) exponen las principales razones técnicas para no calcular tasas de
fecundidad masculina, entre las que destacan:
1) El intervalo reproductivo de los hombres no está tan definido como el femenino. Es
decir, se considera una mujer en edad fecunda en el periodo de los 15 a los 49 años, periodo
enmarcado por la menstruación; mientras que los hombres no cuentan con un periodo de edad
fecunda definido.
2) Las mujeres suelen estar más tiempo en casa que los hombres y son más fáciles de
entrevistar.
3) Si los hijos no viven con ambos padres, es más probable que vivan con la madre.
4) Las mujeres recuerdan con más claridad eventos tales como abortos o muertes
prematuras de sus hijos.
5) No existe la ambigüedad en las mujeres de si consideran que son sus hijos o no.
Teniendo en cuenta que la demografía busca explicar y predecir el comportamiento en
fecundidad y no solamente estimar su medición, se pueden debatir estas razones:
1. Estudios médicos y biológicos indican que los varones tienen un periodo reproductivo
significativamente mayor al de las mujeres (Alich, 2007), pero habría que estudiar si, debido al
uso de anticonceptivos, los varones típicamente continúan su reproducción a edades mucho
mayores que las reportadas por las mujeres.
2. Desde una perspectiva de género, pensar que “la mujer permanece en casa” la remite
al ámbito privado, ignorando su creciente participación económica, especialmente en momentos
de crisis.
3. El que los hijos vivan con su madre no implica que el padre necesariamente se olvide
de ellos, especialmente si se cuentan con aspectos legales que los vinculen.
4. La certeza de las mujeres en lo que respecta a saber de su descendencia es discutible
dado que existen métodos utilizados por la demografía para identificar los errores reportados por
ellas, tales como la preferencia de dígitos en las edades de los hijos y si han tenido hijos o abortos
no reportados. Además, según Fariyal, Gray y Shah (1993), el uso de anticonceptivos por parte
de las mujeres, así como su peso, altura y hábitos como el tabaquismo, son bien reportados por
sus parejas masculinas. Ello podría deberse a que, como indica Salguero (2006, pág. 68), los
hombres generalmente “viven al margen del proceso de embarazo, parto y crianza de los hijos
porque no forman parte de los estereotipos hegemónicos socialmente atribuidos a los varones” ya
que son considerados eventos propios de las mujeres”.
5. Finalmente, el tener la certeza de ser padre biológico de una persona no implica
hacerse responsable de ella. A fin de cuentas, la paternidad y maternidad no necesariamente van
ligadas a la fecundidad biológica. Es especialmente para el caso de los varones una cuestión más
social y cultural que biológica (Salguero Velázquez, 2006).
La paternidad, señala Figueroa (2006, pág. 23), es un “conjunto de relaciones posibles que
pueden darse entre un progenitor y sus hijos, sin reducirla a una cuestión biológica” ya que
pueden incluir afecto, cuidado, conducción, autoridad, amor, diversión, además del clásico sostén
económico. Así mismo existe la posibilidad de incluir violencia y abuso de poder.
Por su parte, Nava, (en(Figueroa, Jiménez, & Tena, 2006, pág. 22), afirma que “la paternidad es
una relación que incluye diferentes formas de comunicación […] que el hombre-padre establece
con los sujetos que reconoce como hijos, desde su condición genérica masculina, con las
implicaciones de ejercicio del poder genérico masculino y con la diferencia generacional”.
La paternidad está enmarcada en el desempeño genérico del varón, Salguero Velázquez (2006,
pág. 59) explica que “la paternidad no puede ser considerada únicamente como reproducción
biológica, sino como un proceso social y cultural [en el que] las prácticas, [los] significados y
[las] vivencias han sido influidas por los discursos prevalecientes en cada época histórica y cada
grupo social y cultural”, por ello se puede decir que la paternidad es temporal, es relacional, es
cambiante. La misma autora continúa diciendo que la paternidad “se circunscribe al orden
sociocultural, con los significados, representaciones, modelos e imágenes del padre que forman
parte del sistema social, político e ideológico históricamente construido y que conforma el
contexto en el que se organiza la subjetividad de los individuos” (Ídem, pág. 60).
Método y análisis.
De acuerdo Con Eggenbeen y Knoester (2001), se distinguen cuatro tipos de arreglos en los que
los hombres son padres:
a) Hombres que viven con sus hijos dependientes menores de 18 años.
b) Hombres que viven aparte de sus hijos dependientes porque no tienen relación con la
madre de estos
c) Hombres cuyos hijos son adultos e independientes
d) Hombres que se han vuelto padres a través del matrimonio (no son hijos biológicos).
En este caso, solamente se considera la información de hijos cuyos padres residen en la misma
vivienda, independiente de la edad de los hijos y si son biológicos o no, la finalidad es poner de
manifiesto la información que es posible obtener del censo al respecto de la paternidad. Es
importante recordar que la paternidad es un proceso relacional y que si no están cerca de su
progenie por cualquier motivo, el ejercicio de la paternidad es más difícil. Por ello se excluyen
los padres que no viven con sus hijos, aún cuando paguen la manutención correspondiente.
También somos conscientes de que, como lo señala la CEPAL (2002), “aún cuando hay padres
que conviven bajo un mismo techo con sus hijos, no siempre cumplen con sus responsabilidades
económicas y emocionales en [su] crianza”.
A modo de referencia, se realizaron cálculos para las mujeres que viven con sus hijos, estimando
el promedio de hijos que residen con su madre en la misma vivienda, se reconoce que los datos
presentarán una diferencia respecto al promedio de hijos nacidos vivos, pero de alguna manera se
intentó equiparar en condiciones a mujeres y hombres a fin de analizar si su comportamiento es
similar o no.
La información sobre los padres y sus hijos que residen en la misma vivienda proviene del
levantamiento de la muestra censal con el cuestionario ampliado, el cual se aplicó a más de 2.9
millones de viviendas seleccionadas con criterios probabilísticos definidos. El diseño de la
muestra garantiza estimadores con precisión y confianza aceptables para la gran mayoría de las
variables a un nivel de desagregación geográfica de municipio y por localidad en aquellas
superiores a los 50 mil habitantes.
La innovación en el ejercicio censal de 2010 que permite realizar esta investigación está basada
en recomendaciones internacionales y deriva del cuestionamiento a cada integrante sobre la
residencia de su padre y/o madre en la misma vivienda, en caso de ser afirmativo, es posible
identificar de la lista de personas de la vivienda a quien corresponde con este parentesco.
Resultados obtenidos.

Número de hijos que viven con sus padres a nivel nacional.
Tomando en cuenta los datos que se obtienen a nivel nacional y por entidad federativa, los
varones suelen tener una cantidad menor de hijos viviendo con ellos en comparación con las
mujeres. De acuerdo con los registros del Censo de Población y Vivienda de 2010, los datos
señalas que hay padres que viven con hasta 17 de sus hijos, mientras que hay madres que viven
con hasta 18 de ellos, por supuesto, estos casos son los menos.
De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda, de los hombres que viven en caso con hijos, el
33.7% vive con un hijo, 34.7% vive con dos hijos y 20.4% más, con tres hijos, eso hace un
porcentaje acumulado de 88.8% de varones que viven hasta con tres de sus hijos.
Para el caso de las mujeres que reside con sus hijos en la misma vivienda, el 38% de ellas viven
con un hijo, 33.2% vive con dos hijos y 18.7% más vive con tres hijos. Es decir, el 89.9% de las
madres viven hasta con tres de sus hijos.
Esta disparidad en el número de hijos que viven con su padre o madre y que sean estas últimas
las que presentan un número mayor de descendientes en la misma vivienda puede deberse a que
los varones tienen más parejas sexuales que las mujeres, antes y después de unirse (Szasz, 1998).

Número de hijos que viven con sus padres por grupos quinquenales de edad.
Para el caso de los padres, se decidió tomar el mismo intervalo que se da a las mujeres en periodo
reproductivo fecundo: de 15 a 49 años.
Los varones muestran el mayor promedio de hijos en el grupo quinquenal de 40 a 44 años, tienen
1.95 hijos compartiendo vivienda, mientras que las mujeres tienen más hijos en el quinquenio de
35 a 39 años, llegando a 2.11 hijos viviendo con ellas. La diferencia en los quinquenios de edad
con mayor promedio de hijos entre hombres y mujeres tiene sentido si se considera que de
acuerdo con datos de la ENADID 2009, la edad a la primera unión es de 26.6 para los varones y
de 23.8 para las mujeres. Es decir, los miembros de la pareja pueden estar en quinquenios
distintos.

Número de hijos que viven con sus padres según situación conyugal
Hernández Rosete (1996) y Gutmann (1993 y 1996) en Rojas (2008) afirman que el ejercicio de
la paternidad debe ser estudiado y entendido como un proceso de construcción social, conyugal y
familiar.
Considerando la situación conyugal de los varones, aquellos que son casados tiene el promedio
más alto hijos viviendo con ellos: 2.03, los que viven en unión libre tienen 1.52 hijos y los viudos
tienen 1.21 hijos. Finalmente, con promedios mínimos se encuentran los separados o divorciados
y los solteros con 0.32 y 0.01 hijos viviendo con ellos respectivamente. Los solteros no tienen ni
el 10% del promedio de hijos que tienen las mujeres solteras.
Si bien en todo momento los varones tienen un número menor de hijos viviendo con ellos
respecto de las mujeres, es cuando se da una separación o un divorcio que se aprecia un descenso
considerable de este valor para los padres (0.32), siendo casi cinco veces más alto el de las
mujeres, aquellas separadas o divorciadas tienen en promedio 1.61 hijos. Esto se atribuye a que
típicamente los hijos suelen quedarse con la madre cuando sucede este evento.

Número de hijos que viven con sus padres según lugar de residencia de la pareja
Dados los resultados obtenidos en el apartado anterior, referente a la situación conyugal, se
decidió tomar solamente a aquellos casados o unidos para poder acceder a esta caracterización.
Los padres cuya cónyuge o pareja no residen en la misma vivienda tienen en promedio 0.14 hijos,
mientras que al residir la cónyuge, este valor aumenta más de trece veces, llegando a los 1.90
hijos viviendo con ellos.
Para las madres, aún cuando su pareja no viva con ellas, tienen en promedio 1.54 hijos, puede
deberse a que típicamente son ellas quienes se quedan con la patria potestad de los hijos. Y
cuando su cónyuge reside ahí mismo, tienen en promedio apenas 4 décimas más que los varones,
siendo casi dos hijos tanto para hombres como para mujeres que están unidas y viven en pareja,
aún cuando la CEPAL (2002) señala que la paternidad es un compromiso directo que los padres
establecen con sus hijos, independientemente de su relación con la madre.

Número de hijos que viven con sus padres según tamaño de localidad de residencia
Existe una relación inversa entre el tamaño de la localidad y el número de hijos. Así tenemos que
las localidades más pequeñas, con menos de 2500 habitantes arrojan un valor de 1.28 hijos
promedio que viven con sus padres, mientras que las localidades con cien mil y más habitantes
casi alcanzan en promedio un hijo: 0.90 hijos. Cabe señalar que a nivel nacional, los hombres
viven con un hijo (1.05).
Para las mujeres el comportamiento es similar, diferenciándose por un incremento de casi 0.3
hijos en todos los niveles con respecto de los hombres, dicho incremento se mantiene a nivel
nacional, alcanzando los 1.32 hijos viviendo con ellas.

Número de hijos que viven con sus padres según nivel académico
En lo que respecta a la educación, una variable que se sabe que tradicionalmente afecta a la
fecundidad, se podría pensar que impacta casi de la misma manera a la paternidad: a menor grado
de educación, hay un número mayor de hijos viviendo con sus padres. Tenemos que para aquellos
con ningún grado de escolaridad o alguno de primaria, tienen 1.56 hijos en promedio viviendo
con ellos, mientras que si tienen algún grado de secundaria o similar, desciende a 1 hijo en casa,
este valor disminuye aún más para aquellos que cuentan con algún grado de educación media
superior, llegando a 0.77 hijos viviendo con ellos. Pero es en el caso de aquellos con algún grado
de educación superior, que repunta el número de hijos que viven con ellos a 0.81 hijos en
promedio. Esto podría deberse a que para alcanzar este nivel educativo se necesita cierta edad, la
cual puede conducir a que muchos de los hombres estén casados y tengan mayor estabilidad,
tanto económica como emocional.
En el caso de las mujeres, la educación afecta de la misma manera que a la fecundidad; presenta
una relación inversa, eso puede deberse a la relación que aún existe entre la fecundidad y la
maternidad, ya que tradicionalmente se considera que van de la mano. Las mujeres que viven con
sus hijos reducen significativamente el número de estos entre aquellas que no tienen estudios o
tienen algún grado de primaria y entre aquellas con un algún grado de educación secundaria o
similar, pasando de 2.13 y 1.97 hijos a 1.32 hijos respectivamente. Las mujeres con algún grado
de educación media superior alcanzan los 0.95 hijos en promedio y aquellas con algún grado de
educación superior disminuyen el número de hijos viviendo con ellas hasta llegar a los 0.85 hijos.
Cabe destacar que son las madres las que tienen más hijos en todos los niveles educativos y que
la diferencia con el número de hijos que viven con los padres es mayor cuando hay un menor
nivel educativo. A la inversa, aún cuando los padres presentan una "inconsistencia" en repuntar
en el número de hijos al presentar algún grado de educación superior, la diferencia con el número
de hijos que viven con sus madres es la menor, apenas de 0.04, lo cual podría indicar que es en
ese momento cuando existe mayor afinidad en la pareja para definir el número de hijos con los
cuáles vivir.

Número de hijos que viven con sus padres según condición de jefatura de hogar
La jefatura de hogar indica quién es la persona que se hace responsable por los gastos del hogar.
En este sentido, se puede apreciar que los varones señalados como jefes de hogar tienen en
promedio 1.92 hijos viviendo con ellos, pero si no lo son, tienen 1.16 hijos viviendo con ellos.
Esto se puede explicar porque el rol genérico del padre es el de proveedor y sin esta capacidad,
disminuye la cantidad de hijos que puede mantener viviendo con él. Rojas (2008) señala que la
conformación de la identidad genérica masculina descansa en la represión de los aspectos
femeninos del sujeto, construyéndose una oposición entre lo masculino y femenino, de tal manera
que las madres presentan un comportamiento inverso al de los varones en lo que respecta a la
jefatura familiar. Si son jefas de familia, tienen apenas 1.62 hijos viviendo con ellas, mientras que
si es su pareja quien asume ese rol, alcanzan los 2.14 hijos.
Este comportamiento inverso entre madres y padres jefes de hogar que viven con sus hijos puede
deberse a la construcción de género y las expectativas de la sociedad, mientras que de un varón se
espera que sea el principal proveedor -si no es que el único, de una mujer se espera que tenga
hijos y cuide a su familia. Una vez que este precepto no solamente no se cumple, sino se invierte,
se puede pensar que tanto la mujer como el hombre optan por una cantidad menor de hijos
viviendo con ellos.

Número de hijos que viven con sus padres según condición de habla indígena
Para identificar la población indígena, se considera si esta habla alguna lengua indígena; a este
respecto, si un varón es indígena, aumenta el número de hijos que viven con él: se tienen 1.64
hijos con padre de habla indígena y 1.01 hijos de padre de no habla indígena.
Para las madres se tiene una situación similar, con 1.88 hijos que viven con madres de habla
indígena y 1.29 hijos que viven con madres que no hablan legua indígena o dialecto. Esto reitera
la situación de vulnerabilidad de las madres indígenas al contar un con una cantidad mayor de
hijos que viven con ellas.

Número de hijos que viven con sus padres por entidad federativa.
Los estados de la república con el mayor promedio de hijos viviendo con sus padres son Chiapas,
con 1.33 hijos, Zacatecas, Guanajuato y Aguascalientes con 1.19 hijos, seguidos por Tlaxcala,
con 1.17 hijos. Esto podría cobrar sentido al considerar que Chiapas y Zacatecas son de las
entidades con mayor promedio de hijos nacidos vivos en el país y que los siguientes estados
tienen sociedades conservadoras que de alguna manera condicionan a los padres a vivir con sus
hijos. Los estados con menor número de hijos viviendo con sus padres son Colima con 0.92
hijos, con dos centésimas menos está Quintana Roo, Baja California tiene 0.89 hijos y Baja
California Sur cuatro centésimas menos, finalmente se encuentra el Distrito Federal con 0.75
hijos viviendo con sus padres. En el mismo sentido del promedio de hijos nacidos vivos, Colima,
Quintana Roo y el Distrito Federal, se encuentran entre las cinco entidades con menor cantidad
de los mismos; el caso de Baja California y Baja California Sur, entidades con una tradición
migratoria.
Se considera para la comparación el indicador de Promedio de Hijos Nacidos vivos ya que
presenta información de la fecundidad acumulada de las mujeres, razón por la cuál es más
factible que estos hijos vivan con sus padres. En un inicio se consideró la Tasa Global del
Fecundidad, pero esta hace referencia al promedio de hijos que habría tenido una mujer durante
su vida reproductiva, da cuenta de la fecundidad reciente basada en una cohorte ficticia.
Para el caso del promedio de hijos que viven con sus madres, son también las chiapanecas
quienes más hijos tienen con esta característica: 1.57 hijos viviendo con sus madres, seguidas de
Guerrero, con 1.49 hijos, Aguascalientes, Durango y Oaxaca con una y dos centésimas menos,
respectivamente. Estos estados presentan los más altos promedios de hijos nacidos vivos a nivel
nacional, lo cual está estrechamente ligado a la maternidad y a la permanencia de los hijos en la
casa de la madre. Los cinco estados con un número menor de hijos viviendo con sus madres son:
Colima con 1.36 hijos, Nuevo León con una décima menos, Quinta Roo con 1.23 hijos y Baja
California Sur con 1.20 hijos, mientras que para el caso del Distrito Federal hay un descenso
importante, llegando a 1.01 hijos que viven con sus madres. Nuevamente, estos estados se
encuentran en los últimos nueve con menor promedio de hijos nacidos.
Reflexiones sobre los resultados obtenidos.
Sobre paternidad no hay categorías claras y precisas para poder teorizar y eso vuelve complicado
el tema, pero también es importante recalcar que es posible que la razón sea la falta de interés. No
estamos intentando de empatar la fecundidad femenina y la fecundidad masculina. Es solamente
un primer acercamiento a la paternidad a través de las características de los varones que viven
con sus hijos.
Como se pudo apreciar, el promedio de hijos viviendo con los varones siempre es inferior al
obtenido para las mujeres. Si bien por grupo quinquenal los hombres están desfasados un
quinquenio con las mujeres al tener la mayor cantidad de hijos viviendo con ellos, sería
interesante revisar la edad de los mismos.
Lo expuesto deja en claro que los varones viven con sus hijos preferentemente cuando se
encuentran viviendo con su pareja. En este punto sería interesante hacer una revisión de aquellas
parejas en segundas nupcias e identificar quién tiene más hijos viviendo con ellos de la unión
previa.
Por localidad se da una relación inversa, hay más hijos viviendo con sus padres y eso, como ya se
dijo, puede ser por mayor presión social. En las localidades grandes las acciones se diluyen.
El nivel académico impacta de manera muy similar tanto al número de hijos que viven con los
padres como a la fecundidad en el caso de las mujeres. Cabe señalar que en aquellos que tienen
algún grado de escolaridad de nivel superior pueden estar también afectados por la edad, el
tránsito a la vida en pareja y su consecuente inicio en la vida reproductiva de manera abierta y
aceptada socialmente.
En lo que respecta al número de hijos dada la condición de jefe de hogar o no, se puede ver que la
construcción genérica es aún muy fuerte. En este sentido existen casos que difícilmente se pueden
cuantificar, por ejemplo, aquellas mujeres que regresan a la casa de sus padres y es su padre
quien se asume como jefe de hogar. También están aquellas que niegan ser que aportan el
principal ingreso sostén de la familia.
Por condición de habla indígena, puede haber un par de factores que estén involucrados de
manera sustancial: que la tradición obligue a los varones a permanecer con sus hijos y que se
encuentren en localidades pequeñas, donde la presión social los obliga aún más a permanecer con
la familia.
Dado que Hernández en Salguero Velázquez (2006) indica que la paternidad implica un proceso
de construcción con la pareja y la autora abunda (2006, pág. 62) en que “es a través del proceso
de socialización en la vida cotidiana donde se generan formas de relación entre los padres y los
hijos”, considerar este acercamiento a la paternidad mexicana a través de los datos obtenidos del
censo sobre los varones que residen en la misma vivienda que los hijos, permite dar pie a más
investigaciones al respecto. Y si bien es un avance tener datos sobre los varones unidos, sería
más provechoso poder enriquecerlos con datos cualitativos al respecto.
La disparidad en el número de hijos que viven con sus padres y el número de ellos que habita en
la misma vivienda que sus madres , teniendo ellos un número ligeramente menor puede deberse a
que los hombres rechazan la idea de que tener muchos hijos los convierte en más hombres. Ser
padre significa ser formador y guía de los hijos, la paternidad activa y consistente, siendo un
evento de larga duración, constituye un ingrediente central en el significado de ser hombre
(Gutmann 1993 y 1996 en Rojas 2008). En este mismo sentido, la masculinidad de los varones
necesita comprobarse constantemente, una de esas maneras es a través de su sexualidad, por lo
que
tienen más parejas que las mujeres, antes y después de unirse; la sexualidad y sus
consecuencias son concebidas y ejercidas en dos ámbitos, uno ligado a la vida conyugal y por
tanto reproductiva y otra que está fuera de ella (Szasz, 1998).
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