Voces que matan

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ContraPunto-El Salvador
Voces que matan
Modificado el domingo, 24 de febrero de 2008
Por Mario Chávez
CANADÁ - El cuentista y periodista Mario Chávez nos ofrece otra de sus creaciones, compuestas entre el calor de las
nostalgia y el frío real del Norte. ...
Basado en un hecho real del pasado
“Yo no sé por qué me quieren matar, si siempre he sido fiel a la revolución. Pero ya me han dicho que me van a
ajusticiar, por traidor. Qué error, dios mío, que van a cometer en nombre de la justicia”.
Eso era lo que iba pensando José mientras caminaba con su fusil al hombro en la larga columna de rebeldes en lo
profundo de los cerros de Morazán.
Llevaban ya varios días de estar huyendo de un operativo de Yunque y Martillo que había montando el Ejército para
cercar a la fuerza más numerosa del grupo guerrillero.
Los combates habían sido perros, con muchas bajas. Los muertos y heridos sumaban más de 50, un número bastante
significativo para los alzados en armas.
El cansancio y la fatiga habían ya hecho mella en la salud física y mental de los rebeldes, en especial de José, que
seguía pensando en su propia muerte:
“Me van a fusilar mañana por la mañana. Ya me lo dijeron las voces que andan por allí, las mismas que me
hablan cuando estoy combatiendo, diciéndome que debo matar para salvar mi vida”.
Eso iba pensando el pobre hombre en medio de la madrugada húmeda y caliente. Sudaba, su rostro estaba
descompuesto en una mueca macabra, sus grandes ojos abiertos como faroles perdidos en la oscuridad del caos.
Como a las tres de la madrugada, Santiago, el jefe de la brigada, encontró un lugar donde los combatientes podían
descansar por unos minutos, mientras se comunicaba con el mando para decidir a dónde mover la fuerza.
Cuando estaba sentándose para descansar un rato, Santiago vio llegar a José, que se notaba que estaba bastante
consternado, con lágrimas secas sobre sus ojos enrojecidos en un rostro casi desfigurado por un rictus que daba miedo.
-No me mate compañero, usted bien sabe que yo soy leal a la causa, siempre lo he sido, desde que me incorporé a los
comando en la ciudad capital.
Santiago se asustó al oír esas palabras, en especial porque provenían de un compañero muy valioso, sobre el que no
pesaba ninguna condena. Mientras tanto, José seguía hablando:
-Estimado Santiago, tu me conoces desde que estábamos en la Universidad, hace más de diez años y bien sabes de
mis convicciones revolucionarias, entonces, ¿por qué me van a matar?
Santiago lo primero que hizo fue desarmarlo, luego le dijo que nadie lo iba a ejecutar, que no se preocupara por nada,
que procurara descansar un poco para tranquilizarse y sacarse esas ideas locas de la mente.
Un poco más sereno, José se fue a echar bajo un plástico negro entre arbustos, pero las voces que lo atormentaban
volvieron a sonar dentro de su cabeza, confirmándole la sentencia de muerte que le habían dado.
Fue entonces cuando decidió escapar, solo, desarmado, en medio de aquella jungla asfixiante, con la mente llena de
tétricos chillidos.
Pocos minutos después, cuando se topó con el cerco de los soldados del Ejército, una ráfaga lo hundió en el silencio,
por fin.
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Generado: 24 November, 2016, 20:13
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