SIN PERJUICIO DE MIS DERECHOS CANÓNICOS Y CIVILES 12 de julio de 2000 A Su Eminencia, Darío Cardenal Castrillón Hoyos Prefecto de la Congregación para el Clero 00193 ROMA ITALIA Re: Prot. N. 20000832 Eminencia: Como usted sabe, ya he respondido, por carta del 11 de julio, a su amenaza de excomunión, expresada en su carta del 5 de junio de 2000, en la cual me aconsejaba que si continuaba con mi demanda civil contra Monseñor McCormack, para la que fue fijado proceso el 28 de agosto, la consecuencia sería mi excomunión. En mi carta del 11 de julio, dije a usted que había instruido a mis abogados para que abandonaran la acción en respuesta a su amenaza, a condición que Mons. McCormack no buscara imponerme costas y que retirara su amenaza de excomunión. Hice eso contra mi voluntad, sabiendo que mi demanda contra Mons. McCormack está bien fundada (como acordó el tribunal civil al rechazar desestimar la demanda), perfectamente permisible de acuerdo al Código de Derecho Canónico de 1983 y prescrito en la justicia natural como explico más ampliamente abajo. En mi carta del 11 de julio le prometí también una respuesta más amplia a su carta del 5 de junio, incluyendo una propuesta para resolver mi situación de acuerdo a justicia. Ahora proveo como sigue, y sin perjuicio de mi posición canónica, ni de mis derechos canónicos y civiles. A causa de las abrumadoras obligaciones de este Apostolado, al igual que del hastío de mi parte, no leí su carta fechada 5 de junio en su integridad hasta los primeros días de julio. Su carta no llegó aquí hasta el 21 de junio, como usted sabe. Tengo que hacer notar también que no supe ni tuve noticia de su carta hasta que llegó aquí a última hora del 21 de junio de 2000. Usted habla de gestos de buena voluntad. Entre otras formas, he mostrado mi buena voluntad ofreciendo abandonar una legítima demanda (bajo su amenaza de excomunión). Ahora espero algún signo de buena voluntad de su parte. Mientras tanto, responderé a su carta del 5 de junio con mayor detalle. Mi respuesta será franca, y desafortunadamente bastante contundente, pero simplemente no hay manera de tratar estas materias en tono delicado, especialmente dentro del tiempo limitado que usted me ha dado para responder. En primer lugar, señalo que su carta fue enviada por un emisario del Nuncio Papal en Canadá, quien presionó a un miembro de mi personal e insistió que llamara a mi asistente para que me despertara de un profundo sueño para poder entrar a mi casa en la noche, para entregar la carta. El emisario le dijo que estaba siendo muy ruda al negarle el derecho de completar su “misión”. El rechazó enviarme la carta por fax, e insistió duramente en que debía franqueársele la entrada a mi casa inmediatamente, para que pudiera entregármela personalmente en mano. Cuando mi empleada rechazó ser presionada, su emisario recurrió a un artificio deshonesto. El le dijo que el documento que estaba tratando de entregar era de naturaleza ‘extraoficial’, y que venía “del Santo Padre”, que una vez que él entregara la carta “todos nos sentiríamos muy complacidos”. Las declaraciones de su emisario fueron escritas y preservadas en un memorandum que está en nuestros archivos. http://www.fatima.org/span/crusader/cr64/cr64pg59.pdf 1 Estas expresiones de su emisario fueron obviamente mentiras. El documento era de implicancia legal (aunque su significado está lejos de ser claro), no era del Papa sino de usted, y no me dejó “muy complacido”. Al contrario, su carta me puso muy triste – no tanto a causa de la amenaza que contenía, sino por lo que mostraba en cuanto al abuso de poder y al estado de disolución en el gobierno de la Iglesia post-conciliar. En su carta usted se atrevió a invocar el nombre de Nuestro Señor y Su Santísima Madre al mismo tiempo que me amenazaba groseramente con la excomunión si no mostraba “un signo concreto” de “buena voluntad constructiva”. Ese “signo” que usted esperaba era que abandonara inmediatamente un legítimo procedimiento civil, de diez años de duración, contra Mons. McCormack, quien propaló alegaciones falsas sobre mi condición sacerdotal en periódicos seculares a lo largo de Norteamérica, dañando por lo tanto mi buen nombre, y lo que es lejos más serio, la reputación del Apostolado (una asociación civil) de la cual soy presidente. Comencé el procedimiento civil sólo después que mis numerosos intentos de resolver la cuestión amigablemente, incluyendo varias cartas que fueron desairadas por el Arzobispo de Toronto, quien rechazó inflexiblemente ordenar una retractación de las alegaciones demostrablemente falsas de Mons. McCormack. No tuve más opción que proceder como lo hice; el daño al Apostolado fue demasiado grave para pasarlo por alto. Pero ahora, con su amenaza de excomunión sin fundamento, daño aún más grande, tengo que inclinarme ante su amenaza por el bien del Apostolado. ¿No se avergüenza usted de abusar del poder de su cargo para amenazarme de esa manera? ¿No se da cuenta que amenazar a alguien con la ruina y la deshonra para obtener ventajas en un procedimiento civil es un abuso terrible de su poder y autoridad? Usted sabe muy bien que la acción civil que mantengo contra Mons. McCormack no estaba prohibida por el Código de Derecho Canónico de 1983, y que tuve y todavía tengo el derecho natural (reconocido en la Teología Moral Católica) de reparar el daño a mi buen nombre, obteniendo una sentencia judicial contra un calumniador – especialmente cuando la calumnia en cuestión daña a mucha gente que trabaja para el Apostolado, y a mucha gente que recurre al Apostolado en busca de información sobre cuestiones de formal preocupación por la Iglesia. (Ver Can. 212, 215, 299 y otros.) El tribunal civil en el que está pendiente la acción reconoció con justicia mi demanda como una cuestión que va mucho más allá de los confines de la Iglesia para entrar en el amplio campo de la sociedad civil, donde se destruyó mi reputación como ser humano (con derechos civiles y naturales como cualquier otro) en las mentes de innumerables personas que leyeron las mentiras de Mons. McCormack sobre mí. El tribunal civil, a diferencia de su Congregación, tuvo la decencia de reconocer que mi demanda es lo suficientemente seria y justifica un proceso. Ambos intentos realizados para lograr que su congregación escuchara mis justas reclamaciones fueron desechados por sus predecesores sin un proceso. Sus predecesores fueron tan lejos como para decretar formalmente que yo no tenía derecho a un juicio imparcial en un “procedimiento administrativo”. Así, mi alegada “desobediencia” a la orden de encontrar otro obispo o bien de retornar a Avellino, fue juzgada por los mismos dos prelados que me habían impedido obedecer la orden al bloquear ilícitamente mi incardinación en otra diócesis. (Trato esto con detalles más abajo) Usted habla de escándalo. El verdadero escándalo es que los tribunales eclesiásticos del Vaticano no observen las normas mínimamente básicas de imparcialidad que aun los tribunales civiles están obligados a satisfacer. ¿Es algo asombroso que buscara reparación en los tribunales civiles? Y la ley de la Iglesia me permitió hacerlo así. Realmente, hoy los tribunales civiles están llenos de demandas contra sacerdotes y prelados que han abusado de su autoridad y posiciones de confianza de la manera más inexpresable. Y, como usted sabe, la Iglesia se ha hecho libremente sujeto de la ley civil en tales cuestiones, bajo el nuevo Código de Derecho Canónico promulgado por el propio Papa Juan Pablo II. http://www.fatima.org/span/crusader/cr64/cr64pg59.pdf 2 El reciente rechazo del tribunal civil a desestimar mi demanda, y su fijación del proceso para el 28 de agosto del 2000, fue evidentemente lo que impulsó su repentina (y patentemente infundada) amenaza de excomunión. Estoy dispuesto a renunciar a mi derecho de indemnización por parte de Mons. McCormack bajo su coacción. Sin embargo tengo un deber no meramente conmigo mismo, sino con el Apostolado que las mentiras de Mons. McCormack han dañado tan severamente, de hacer conocer la verdad de sus acciones, y de corregir las muchas falsedades contenidas en su carta del 5 de junio. Triste es decirlo, su excesiva amenaza de excomunión está acompañada por muchas aserciones erróneas de hechos que demuestran o que usted sabe muy poco sobre mi caso o que está haciendo caso omiso deliberadamente de la verdad. Sin asentir que estoy obligado a reargumentar mi posición en respuesta a su carta (cuyo sentido canónico está lejos de ser claro), permítame hacer las siguientes observaciones: 1. Contrariamente a sus aserciones sobre mi salida de Avellino, usted parece no estar al corriente que cuando dejé Avellino en 1977 tenía permiso de mi Ordinario para hacerlo así. Ese permiso fue renovado por el Obispo de Avellino oralmente y/o por escrito en 1978, 1981, 1989 y en 1990 y 1994. 2. Usted afirma que Mons. McCormack sólo estaba ejerciendo un “deber pastoral” al denunciarme falsamente y que el Arzobispo de Toronto me había “exhortado” en alguna forma. Ambas aserciones son falsas. Primero, no puede ser un “deber pastoral” decir mentiras sobre otro. Segundo, el Arzobispo de Toronto, Cardenal Carter, en los años anteriores al escrito difamatorio de Mons. McCormack nunca me “exhortó” a hacer nada, ni tuvo ningún derecho o jurisdicción para hacerlo, desde que no soy un sacerdote de su Arquidiócesis y nunca he residido allí. El Cardenal Carter y yo intercambiamos cartas y nos reunimos en una ocasión. En verdad, él me dio permiso para visitar parroquias de su Arquidiócesis con la estatua del Apostolado de la Virgen Peregrina (la que fue bendecida por el Papa Pablo VI). Posteriormente, el Cardenal Carter me pidió que ya no organizara esas visitas, y cumplí con su pedido. Luego, años más tarde, fui invitado por el obispo auxiliar del Cardenal a hacer otra visita con la estatua a una parroquia en la Arquidiócesis de Toronto. Aunque le dije al obispo auxiliar de la aversión del Cardenal Carter a más visitas con la estatua, él me dijo que no había ninguna objeción a esta única visita adicional. Tal vez usted se refiera al Cardenal Ambrozic, sucesor del Cardenal Carter como Arzobispo de Toronto en 1990. (Como sabe, el Cardenal Ambrozic era solo Arzobispo cuando sucedió al Cardenal Carter.) Fue durante el episcopado del Arzobispo Ambrozic que se publicaron las falsas acusaciones de Mons. McCormack. Yo no había tenido ningún contacto en absoluto con el Cardenal Ambrozic desde 1979 o 1980. Tuvimos una discusión teológica mientras él era todavía obispo auxiliar. En realidad, desde la fecha de las falsas acusaciones de Mons. McCormack sobre mí en 1990, el Cardenal Ambrozic ha rechazado aun acusar recibo de mis cartas protestando por las acciones de su Canciller. El Cardenal Ambrozic nunca me ha “exhortado” a hacer nada. El no se ha comunicado conmigo de ninguna manera sobre ningún asunto. Así, ni el Cardenal Carter ni el Cardenal Ambrozic me han hecho llegar nunca ninguna “exhortación” u orden, ni tuvieron ninguna jurisdicción o fundamento para hacerla. 1 Su sugestión de que de alguna manera hice algo en contra de su legítima autoridad es, por lo tanto, completamente infundada. 1 Usted también afirmó, en forma totalmente falsa, que fui “exhortado” a hacer algo, por el Nuncio Papal en Canadá. Al contrario, en 1989, el Nuncio me sugirió solamente que le hiciera una visita, y admitió que no me estaba ordenando que lo viera. Elegí no hacer la visita al Nuncio después de que supe que en ese mismo año de 1989, me acusó falsamente de ser un sacerdote errante, cuando él sabía (o debía haber sabido) que tenía permiso escrito del Obispo de Avellino para residir en Canadá. El mismo Nuncio difundió la mentira ultrajante que yo había “extorsionado el sagrado sacerdocio”. Descubrí esa mentira más tarde, en 1998, cuando el Promotor de Justicia la reveló en su votum en mi caso. http://www.fatima.org/span/crusader/cr64/cr64pg59.pdf 3 Tengo que subrayar que el Apostolado solicita lícitamente donaciones de los católicos, de la misma manera que lo hacen muchos otros apostolados católicos organizados de acuerdo a la ley civil. Los libros del Apostolado son auditados anualmente por la más grande firma contable del mundo, y el Apostolado cumple con todas las leyes canadienses aplicables a las corporaciones sin fines de lucro. No hay absolutamente nada en las actividades del Apostolado, o en mi participación en él, que contravenga ninguna ley civil o de la Iglesia. Por lo tanto, el Arzobispo de Toronto no tuvo ningún derecho para atacar las actividades legítimas del Apostolado a través de su Canciller, ni para hacer que ese Canciller publique afirmaciones falsas y difamatorias sobre mi condición sacerdotal, que han causado grave daño al Apostolado. 3. Usted me acusa de “desobediencia largamente arraigada”. ¿A que respecto he sido “desobediente”? Reactivando una alegación refutada hace largo tiempo, usted sugiere que “dejé” de atender la orden de mi antiguo obispo de encontrar un obispo benévolo para incardinarme fuera de la diócesis de Avellino. Esa es la única pretensión de “desobediencia” que nunca me ha sido planteada en mis 24 años de sacerdocio. Pero seguramente usted sabe que esta pretensión de “desobediencia” es completamente falsa. Permítame resumir, aún una vez más, lo que ya conoce de las voluminosas actas de mi proceso canónico: • Usted sabe, por supuesto, que encontré tres obispos benévolos para incardinarme, y que su predecesor, y el predecesor del Secretario de la Congregación, usaron presión ilícita, amenazas veladas y directivas ocultas (todas desconocidas por mí en el momento) para impedir mi incardinación por cada uno de esos obispos, aunque el Obispo de Avellino no tenía objeción a mi partida de Avellino, como él mismo lo admitió. Después de ocultar esas intervenciones ilícitas durante años, su Congregación la admitió repentinamente el año pasado. Su Congregación ahora pretende que posee el “poder vicario ordinario” del propio Papa sobre todos los obispos y sacerdotes, sin ninguna delegación especial del Papa. Esa asombrosa pretensión socava la divina constitución de la Iglesia. • Usted sabe, por supuesto, que por esos medios ilícitos sus predecesores me impidieron obedecer la misma orden que me acusan de “dejar” de obedecer. ¿Piensa que es justo y propio acusar a alguien de “desobedecer” una orden, cuando el mismo acusador es la propia causa de la “desobediencia”? ¿No piensa que tal hipocresía sólo se incrementa cuando el acusador se sienta en juicio como juez en mi caso, justificando sus complots contra mí, el acusado? • Usted sabe, por supuesto, que uno de los tres obispos benévolos, el Arzobispo de Hyderabad, resistió valerosamente las intervenciones ilícitas de sus predecesores y afirmó mi formal incardinación con decretos que señalan que “las fuerzas del mal [a las que aparentemente quiere señalar como sus predecesores] han conspirado para destruir su obra de amor”, que estoy haciendo una “obra de Dios” en su arquidiócesis, y que él fue engañado y desinformado por “gente influyente”; una referencia al predecesor de usted quien no tenía derecho para suspender de facto la autoridad del Arzobispo para incardinar en su propia arquidiócesis. El mismo Arzobispo ha firmado mi carta abierta de recurso al Sumo Pontífice, junto con muchos otros obispos, 1.900 sacerdotes y religiosos y más de 15.000 miembros del laicado. • Usted sabe, por supuesto, que aun si el Obispo de Avellino fuera mi obispo todavía – y él no lo es – sería ilegal para mi volver a Italia después de una ausencia de 23 años para establecer residencia permanente en ese país, ya que el Obispo de Avellino no ha hecho nada para cumplir con las actuales leyes italianas de inmigración, las cuales estaban en vigor en 1996, cuando fue emitida su orden de volver a Avellino. La ley italiana requiere que un obispo solicite la entrada de un sacerdote nacido en el extranjero para autorizar la emisión de una visa apropiada y certifique por escrito que él sostendrá al sacerdote, le http://www.fatima.org/span/crusader/cr64/cr64pg59.pdf 4 proveerá un seguro de salud y una pensión para su jubilación – cosas que el Obispo de Avellino nunca ha proporcionado desde 1976. Es absurdo de su parte acusarme de “desobediencia” porque declino entrar en Italia como un extranjero ilegal sin ningún ingreso, seguro de salud o pensión, pasible de ser arrestado y deportado en cualquier momento. • Usted sabe, por supuesto, que la orden de regresar a Avellino es, por lo tanto, legalmente inválida. El Obispo de Avellino simplemente no tiene derecho a ordenar a un ciudadano no italiano a residir allí sin una visa propia, y la Iglesia considera sujeto de la ley civil aplicable. (Can. 22) • Usted sabe, por supuesto, que he dirigido a la Signatura Apostólica una petición de declaración de nulidad y restitutio in integrum, la que suspende la operación de las penalidades amenazadas en la orden de 1996 de regresar a Avellino. Mi petición señala que la orden de volver a Avellino es inválida porque no puedo residir en Italia sin quebrantar la ley, y que de cualquier manera yo ya había sido incardinado en Hyderabad cuando fue dada esa orden. Conociendo todos esos hechos, usted sabe también que su acusación de “desobediencia” es falsa – tal como mentira fueron las mentiras que dijo su emisario para ganar el acceso a la privacidad de mi casa, para poder entregarme su carta que me extorsiona sin vergüenza en el nombre de Nuestro Señor y la Santísima Virgen. En agosto de 1931, en Rianjo, España, Jesús dijo a la Hermana Lucía de Fátima que estaba muy disgustado porque los obispos católicos aún no habían obedecido Su pedido de consagrar pública y solemnemente Rusia al Inmaculado Corazón de María. Jesús dijo a la Hermana Lucía: “Participa a Mis ministros que, en vista de que siguen el ejemplo del Rey de Francia, en la dilación de la ejecución de mi petición, también lo han de seguir en la aflicción. Nunca será tarde para recurrir a Jesús y a María.” 4. Usted dice que ejerzo mi ministerio “sin aprobación canónica”. Eso es falso mediante una mediaverdad. Sabe muy bien que no se necesita aprobación canónica según el Código de Derecho Canónico de 1983, como fue señalado reiteradamente en las actas de mi caso. (Can. 218, 278, 299 etc.) Y sabe, de cualquier manera, que tres sucesivos obispos han aprobado mi Apostolado, aunque tal aprobación no sea necesaria. 5. Usted dice que mi “conducta” ha causado preocupación a la autoridad eclesiástica competente. Eso es falso. Hasta el presente, nunca nadie especificó qué en mi “conducta” se considerara impropia – aparte de mis demandas legales y protestas legítimas contra prelados que me ordenaron encontrar otro obispo y luego http://www.fatima.org/span/crusader/cr64/cr64pg59.pdf 5 trataron de impedir que encuentre otro, para poder acusarme de “desobediencia” y publicar denuncias infundadas contra mí al mundo entero. Por favor, especifique cual aspecto de mi “conducta” que considera usted objetable, y cite los cánones que pretende que mi conducta transgredió. Sería la primera vez que alguien lo hiciera en más de seis años de procedimientos canónicos, o en cualquier ocasión durante mis 24 años como sacerdote. Y permítame ser perfectamente franco sobre eso: ambos sabemos muy bien que la única “conducta” que usted tiene en mente es mi actividad legítima y lícita de enseñar y predicar íntegro el Mensaje de Fátima y expresar criticas lícitas de ciertas políticas vaticanas que yo (y millones de otros católicos) creo que son errores trágicos. Estas políticas incluyen la Ostpolitik y la transigencia del Vaticano en la creación del súper-tribunal ateo conocido como el Tribunal Criminal Internacional, cuya cabeza es el ex-presidente pro aborto de Irlanda. Por supuesto, el verdadero motivo de todo esto fue admitido francamente por el Arzobispo Zenón Grocholewski (antiguo Secretario y reciente Prefecto de la Signatura), quien dijo a un eminente jurista que ese caso no es sobre mi incardinación, sino más bien sobre “lo que él (Padre Gruner) dice.” En otras palabras, predicar íntegro el Mensaje de Fátima es considerado “divisivo” por aquellos que quisieran hacernos creer que la advertencia profética de Fátima es cosa del pasado. Sin embargo, no hay base canónica para negarme la misma libertad de expresión de que gozan todos los miembros de la Iglesia – incluyendo herejes abiertos contra los que usted no hace nada aunque tiene el deber asumido ante Dios y los hombres de silenciar a los herejes – sin embargo usted y sus predecesores, la Signatura y la Secretaría de Estado vaticana han recurrido a una mala jugada canónica: han ideado ordenarme volver a Avellino después de impedir ilícitamente que cualquier otro obispo en el mundo me incardinara. Sabiendo que fue y es humana y legalmente imposible para mí regresar a Avellino después de 23 años, para vivir como un extranjero ilegal en una condición indigente hasta mi muerte, usted propone “suspenderme” por “desobediencia”. Sin embargo, su treta ha fallado, ya que el Arzobispo de Hyderabad ha resistido valientemente su abuso de poder al incardinarme, y también ha firmado mi carta de apelación al Supremo Pontífice, en cuyo nombre usted se atreve a perpetrar estas injusticias absurdas. 6. Usted dice que rechacé los intentos de acuerdo y diálogo de mi ordinario anterior. Eso es falso. Mi ordinario anterior admitió que no tenía ninguna queja contra mí, ni ninguna razón para negarme la excardinación, pero fue actuando sólo bajo presión de sus predecesores y del Secretario de Estado Vaticano. El no ofreció dialogar ni acordar, porque su Congregación y el Secretario de Estado, quienes interfirieron ilícitamente y destruyeron mi una vez pacífica y amistosa relación con mi ordinario anterior, le impidieron hacerlo. Le pregunto con toda franqueza y con todo el respeto debido: ¿Cómo pudo usted comprometerse en estos procedimientos fraudulentos sin avergonzarse? 7. Usted dice que soy un “sacerdote irregular”. Aquí usted agrega una alegación íntegramente nueva y falsa a los procedimientos en mi caso. Ninguno, ni siquiera sus predecesores, me acusó nunca de ser “un sacerdote irregular”. Por favor, dígame en que aspecto he incurrido en una irregularidad en mis órdenes sacerdotales, y bajo qué cánones. Si no hay tales irregularidades – y verdaderamente no hay ninguna – entonces usted está obligado ante Dios y ante los hombres a retirar su acusación. Es verdaderamente evidente que usted ha inventado la acusación totalmente sin sentido que soy un “sacerdote irregular” para poder proporcionar una copia de su carta a Mons. McCormack, quien la usó para alegar – diez años después del hecho – que sus falsas declaraciones fueron verdaderas cuando las emitió en 1990. ¿Es por eso que su emisario insistió en irrumpir en mi casa bajo falsas pretensiones para que con gran http://www.fatima.org/span/crusader/cr64/cr64pg59.pdf 6 prisa me entregaran su carta de extorsión llena de errores? También parece evidente que usted está planeando alguna suerte de “declaración” sobre mi persona el día 11 de julio o después del “plazo” que ha establecido arbitrariamente para mi respuesta a su carta. (Estoy completamente preparado para contestar tal declaración, si se lo hace.) Aunque he respondido a su amenaza ofreciendo abandonar mi demanda civil contra Mons. McCormack, es evidente que usted tiene la intención de publicar su carta o algún otro “anuncio” tal como sus predecesores y la Signatura publicaron otros decretos y “anuncios” referidos a mí, aun en la revista Soul y en L’Osservatore Romano. Verdaderamente, usted mismo pidió permiso (que fue otorgado) a la Signatura para enviar una copia del más reciente decreto de la Signatura a todos los Obispos Ordinarios del mundo para su publicación doquier usted juzga conveniente, aunque mi petición de restitutio aún está pendiente. ¡No obstante, soy yo el acusado de recurrir en forma ilegal a la opinión pública! Todo lo que hice fue contestar y defenderme contra lo que hizo público (o circuló privadamente entre muchas personas muy influyentes) su Congregación o la Signatura u oficiales de la Secretaría de Estado. (Hago notar que mientras publica decretos sobre mis procedimientos al mundo entero, ¡la Signatura me pide que observe estricta confidencialidad!) 8. Usted dice que me encuentro “en la situación de un clérigo suspendido”. Esa es la mayor mentira de todas. Sabe muy bien que mi petición de restitutio está pendiente ante la Signatura, y que ésta suspende la operación de cualquier amenaza de suspensión de mis órdenes sacerdotales. (Canon 1647). Usted sabe también que los recientes decretos afirmando mi incardinación en Hyderabad fueron presentados a la Signatura y al Obispo de Avellino, en fechas noviembre y agosto de 1999 respectivamente, y que ni uno ni otro los han objetado. Ni el Obispo de Avellino siquiera respondió a mi pedido de consulta, enviado en octubre de 1999, de lo que él esperaba que hiciera, en razón de muchos de los hechos que he señalado más arriba. Usted concluye su letanía de alegaciones falsas citando tres cánones en conexión con su amenaza de excomulgarme. (Can. 1371, 1373, 1393). Sin embargo, no he enseñado ninguna doctrina contraria a la Fe (1371, 1º), ni he desobedecido ninguna orden de la Sede Apostólica ni de mi ordinario (1371, 2º), aunque he recurrido legítimamente la orden de volver a Avellino y mi petición de restitutio aún está pendiente. En cuanto al Canon 1373, dígame por favor como he incitado el odio de mis “sujetos” contra la Sede Apostólica. Nunca he incitado a nadie al odio. En todo caso, usted puede haber notado que no tengo ningún “sujeto”, y que el canon ni siquiera se aplica a mí en primer lugar. Por otra parte, puedo demostrar ciertamente que prelados de la Sede Apostólica han incitado el odio de sus sujetos contra mí publicando “declaraciones” engañosas y falsas, basadas en nada, las cuales me condenan ante toda la Iglesia. Eso por no mencionar las numerosas falsas acusaciones hechas a mis espaldas, incluyendo la mentira ultrajante del Nuncio Papal que “extorsioné el sagrado sacerdocio”, mentira que fue descubierta por el Promotor de Justicia a fines de 1998 en uno de los muchos documentos “secretos” que él revelo en su votum. Pedí copias de estos documentos hace más de 18 meses, y usted ni siquiera reconoció la recepción de mi pedido. ¿No tengo derecho de ver documentos que hacen falsas alegaciones contra mí e imponen condiciones secretas al ejercicio de mi sacerdocio, o usted y sus predecesores me han suspendido mi derecho de defensa, contrariando todas las normas de justicia y el Código de Derecho Canónico? Finalmente, en cuanto al Canon 1393, no he violado ninguna “obligación”, aunque usted y sus predecesores (al igual que el Secretario de Estado) han violado obligaciones para conmigo en justicia y caridad, abusando de su autoridad, intimidando obispos benévolos que quisieron incardinarme, publicando y haciendo circular falsas alegaciones contra mí, y ahora extorsionándome al amenazarme con la excomunión si no abandono una demanda civil legítima. http://www.fatima.org/span/crusader/cr64/cr64pg59.pdf 7 Como usted sabe, ya he hecho mi gesto de buena voluntad, pero también le prometí una propuesta para llevar a una conclusión justa y pacífica a la cuestión que inspiró su más extraordinaria intervención. He aquí lo que propongo: Me reuniré con usted para hablar sobre qué hay sobre mí o en mi obra de promover el Mensaje de Fátima, que haya inspirado tantas acciones sin precedentes en mi contra, aunque no menos de 1000 Obispos han expresado su aprobación a varios aspectos de nuestro Apostolado, y tres obispos han reconocido el gran valor de mi obra y quisieron promoverla bajo sus auspicios. Con gusto asistiría a tal reunión (junto con mis consejeros) para entablar una discusión fraternal con el propósito de llevar toda esta cuestión a una conclusión amigable y justa. Sin embargo, no estoy dispuesto a asistir a tal reunión bajo la premisa de que soy un sacerdote “suspendido”. No estoy suspendido y tengo que insistir en que su afirmación de que estoy suspendido debe ser retractada. Sin embargo, como un signo de buena voluntad, ya que la base de su amenaza de excomunión sin fundamento ha sido quitado por mi ofrecimiento de abandonar la acción civil en proceso, su amenaza de excomunión tiene que ser formalmente levantada antes de nuestra reunión. En esa reunión, si tuviera lugar, propondría una solución que respetara la dignidad de su cargo y también mi dignidad como sacerdote en buena condición y como ser humano que tiene los mismos derechos que todo otro sacerdote y ser humano en la Iglesia, incluyendo, por ejemplo a Hans Küng. Küng, que como sabe, permanece como sacerdote en buena condición en la Diócesis de Basilea, a pesar de su predicación de herejías evidentes a lo largo de la Iglesia durante muchos años, y su pública denuncia del Santo Padre como un déspota que “gobierna la Iglesia en el espíritu de la Inquisición Española”. Tal vez sería posible a la Congregación para el Clero y a la Signatura Apostólica mostrar tanto respeto por mis derechos como se muestra por los derechos de un hereje profeso que ha causado daño incalculable al Cuerpo de Cristo con su palabra escrita y hablada, de ninguna de las cuales se ha retractado, y que han desafiado y burlado al Supremo Pontífice – mientras no recibió, puedo agregar, ninguna condenación sino elogio público de nada menos que el Secretario de Estado Vaticano, Cardenal Sodano. Tal vez, si nos reunimos, se me podría explicar cómo es posible que sacerdotes como Küng pueden andar errante por nuestra Santa Iglesia en gran número, no habiendo recibido nunca la más limitada forma de castigo (y usualmente ningún castigo para nada), mientras soy amenazado con el máximo castigo, excomunión, por no hacer nada absolutamente en contrario a la ley de la Iglesia ni a la Fe o a las costumbres. No sólo a mí, sino a millones de personas que leen las publicaciones del Apostolado, les gustaría conocer la explicación de esta escandalosa duplicidad de criterio de justicia en la Iglesia. Aquí tengo que hacer notar que no comprendo el significado canónico de su carta, aunque la he contestado porque me lo pidió. Mi caso está ahora ante la Signatura Apostólica, y no he presentado ningún nuevo recurso que pudiera requerir la participación de la Congregación para el Clero. Ciertamente no acepto que la Congregación para el Clero pueda sua sponte amenazarme con la excomunión cuando no hay proceso ante ella. Sin embargo, sigo dispuesto a reunirme con usted en espíritu de diálogo fraternal, como siempre lo he estado. Aunque he cumplido con su pedido (bajo su amenaza de excomunión), supongo, dado la manera de su tratamiento de mi actividad, y la de la Fraternidad de San Pedro, que usted todavía pudiera intentar “excomulgarme”. Si usted viera apropiado cumplir su amenaza de excomunión, sin embargo, espero que siga la ley de la Iglesia y la Ley Natural y que se comience un proceso penal legítimo, en primera instancia, ante el ordinario competente (el Arzobispo de Hyderabad) antes que se inicie cualquier recurso o apelación. Espero que ese proceso incluya acusaciones específicas apoyadas por evidencia específica, un proceso completo del caso, http://www.fatima.org/span/crusader/cr64/cr64pg59.pdf 8 una oportunidad de confrontar los testigos contra mí, y los otros varios aspectos de los derechos de defensa dados por Dios. Mientras tanto, continuaré ejerciendo mi derecho dado por Dios de predicar y enseñar el Mensaje de Fátima, cuya urgencia se incrementa cada día que pasa. Verdaderamente, el 27 de junio de 2000 el Secretario de Estado Vaticano, Cardenal Sodano honró a Mikail Gorbachev invitándolo al Vaticano como huésped especial, sentado a Gorbachev entre él y otro cardenal, (Silvestrini) en una conferencia de prensa para celebrar la publicación de las memorias del Cardenal Casaroli sobre la Ostpolitik. Gorbachev está promoviendo mundialmente el aborto y la anticoncepción para reducir la población mundial a quinientos millones, asesinando 4.000.000.000 (cuatro mil millones) de personas inocentes por el aborto, la anticoncepción abortiva y otros medios inmorales de control de la población. Este hombre sostiene todo aquello a lo que Nuestra Señora de Fátima vino a oponerse y a advertirnos en su contra, en nombre de Su Hijo. ¡Sin embargo el Vaticano honra a este despreciable predicador de la muerte, este agente que trabaja para instalar un solo gobierno mundial ateo, sólo un día después que el Tercer Secreto fue consignado al pasado por el Cardenal Ratzinger, quien insinúa sutilmente (citando a Dhanis) que la Hermana Lucía pudo haber inventado todo el secreto de Fátima y obtenido las imágenes del Tercer Secreto de libros devocionales! Cuán lejos hemos caído de la cúspide desde que la Iglesia una vez militante predicaba sin avergonzarse el Reinado Social de Cristo a todas las naciones tal como el Reinado de Su Santísima Madre – las mismas cosas afirmadas en el Mensaje de Fátima. ¿Recuerda? ¿Fue hace tanto tiempo? Usted entenderá, entonces, por qué continúo con mi trabajo a pesar de su amenaza de excomunión. También, estoy solícito por el tema de la reconciliación y la conversión en este año del Gran Jubileo. Pero le digo, con toda humildad, que no soy yo quien necesita convertirse y reconciliarse con la Santa Madre Iglesia, pues nunca la he dejado. http://www.fatima.org/span/crusader/cr64/cr64pg59.pdf 9 Cuando se haga justicia, y se vea que se hace en mi caso, todos los hombres de buena voluntad estarán “muy complacidos”, para usar la frase de su emisario. A diferencia de él, uso la frase honestamente. Por último, permítame recordarle la admonición del Concilio de Trento, citada en el Cánon 2214 del Código de Derecho Canónico de 1917: “Los Obispos y todos los ordinarios tienen que ser pastores y no perseguidores. Tienen que gobernar a sus súbditos pero no dominarlos. Tienen que amar a sus súbditos como hermanos e hijos …” [Meminerint Episcopi aliique Ordinarii se pastores non percussores esse, atque ita praeesse, sibi subditis oportere, ut non in esi dominentur, ses illos tamquam filios et fratres diligant …] Le pido que relea su carta amenazante y abrupta del 5 de junio tanto como los procedimientos en mi caso con esta admonición en mente, y pregúntese honestamente si he sido tratado como un hermano e hijo por mis superiores. Luego compare el tratamiento que he recibido con la escrupulosa atención mostrada por superiores con los derechos procesales y substantivos de los herejes, pedófilos y otros malhechores en el sacerdocio católico, y pregúntese usted honestamente como en nombre del Cielo pudo usted amenazarme con la excomunión. Lo saluda respetuosamente en Cristo, Padre Nicholas Gruner Con copias a: Su Santidad Juan Pablo II Arzobispo Ternyak Csaba A cada uno de los directores del Comité Nacional de la Virgen Peregrina Nacional de Canadá, S.A. http://www.fatima.org/span/crusader/cr64/cr64pg59.pdf 10