GUIA Miguel de Cervantes, Real Comisario de Abastos Ajedrez infantil Dijimos en el anterior número de este periódico que dos importantes aspectos veíanse en la organización de una amplia sección infantil. El primero, que ya expusimos, se refiere a progresos de orden moral, físico e intelectual. El segundo, que expondremos hoy, trata del aspecto deportivo. Por razones de número, acentuadas por el profesionalismo, las poblaciones pequeñas no suelen aspirar a más en deporte, o al menos no obtienen más, que éxitos comarcales en categorías modestas. Han existido y existen excepciones, aunque menos a medida que pasa el tiempo. Quizás el deporte menos afectado por dichas razones es el nuestro, prueba de ello lo puede ser nuestro Club, que pertenece a una categoría cuya equivalencia en fútbol (lo ponemos como ejemplo por ser el deporte que obtiene la atención de más personas), sería jugar con el Gijón, Sabadell, Zaragoza..., por ejemplo. Por este motivo somos ambiciosos y soñamos con figurar entre los primates del ajedrez español. ¿Es ello posible? Sí, lo es, pero depende de los niños, depende de que asistan a las clases que damos y tomen parte en nuestros campeonatos el mayor número posible de ellos. De la cantidad de ajedrecistas saldría la calidad y su número nos permitiría económicamente dar entrada en los torneos importantes a nuestras figuras, con lo cual mejorarían su nivel de juego. Porque si ahora no tenemos ya algún ajedrecista de renombre es porque no es posible ir en bicicleta a Barcelona, jugar, y regresar a comer a Malgrat otra vez montados en bicicleta. Quisiéramos ser capaces de convencer a los padres de que el ajedrez mejoraría a sus hijos, de que él podría dar lugar a que se hablase de Malgrat con admiración, repitiendo la proeza de David venciendo a Goliath (a los Goliaths del ajedrez). De ellos hemos de esperarlo. CLUB DE AJEDREZ MALGRAT Guia. 15/2/1951. Pàgina 7 A mediados del mes de Agosto del año 1587, salió Miguel de Cervantes de Esquivias (Toledo); caminaba a lomos de una lustrosa muía para recorrer las cien y pico de leguas que le separaba de Sevilla. Sentíase invadido por la satisfacción de un logro durante mucho tiempo apetecido, por fin habían tenido recompensa sus veintidós años de servicio activo en el ejército, y su valeroso comportamiento en la batalla de Lepante Ya era Real Comisario de Abastos. No dejó sin embargo, de volver la cabeza atrás sintiendo pena por lo que dejaba y dudando tal vez, de la resolución tomada, pero el sueldo asignado, unos doce reales diarios, le convencía de lo acertado en elegir esta nueva vida. En sus interiores meditaba Cervantes, que para ganar este sueldo escribiendo comedias, tendría que escribir muchas y además encontrar quien se las comprase; suponía también que este cargo no le impedía el continuar escribiendo. Con estas razones y con muchas más ilusiones, Cervantes iba salvando la distancia que le separaba de la ciudad de la Giralda, con las consiguientes paradas en las ventas del camino. Llegado a Sevilla se puso a las órdenes del Proveedor General de la Armada y flotas de Indias, Don Antonio de Guevara, el cual le hizo entrega de la documentación necesaria para que empezara tu actuación, embargando determinadas cantidades de trigo en Ecija, Espejo, La Rambla y Castro de Rio. Pronto comprendió Cervantes la riquezd triguera de la comarca donde iba a empezar su actuación, pero más pronto aún, comprendió lo desagradable de su cargo. La oposición entre las ciudades trigueras no tardó en estallar, al nuevo Real Comisario todo el mundo lo recibía como un enemigo. Los pueblos se pasaban unos a otros la misma voz de alerta. Los Ayuntamientos y los labradores forcejeaban por dar el menor trigo posible, y la elocuen- cia persuasiva de Cervantes no era bastante para convencer a que le soltasen un grano de trigo sin dinero en mano. Otros Comisarios habían pasado antes y esto agravaba su situación. Cervantes venciendo un sinnúmero de dificultades y haciendo o no uso de los medios expeditivos de que disponía, continuó actuando, recorriendo buena parte de las provincias de Sevilla, Córdoba y Jaén, haciendo acopios de trigo, de aceite o de garbanzos, para el Real servicio, cuidando de su envío a Sevilla a disposición del Proveedor General de la Armada. La experiencia había enseñado a Cervantes como podía cumplir su misión sin grandes dificultades, valiéndose de los medios persuasivos de su clara inteligencia, pero las continuas demandas de nuevos acopios de cereales o aceites, daban motivo a los labradores y terranientes para presentar sus quejas amañadas con argucias e intrigas, a las Corporaciones, las cuales, por medio de sus representantes en la Corte las hicieron llegar hasta el Rey. Cansado Felipe II de recibir tales quejas de los pueblos andaluces contra sus Comisarios de Abastos, resolvió abolir la provisión de la Armada por este medio y cambió «I procedimiento. Se establecería un cupo que se repartiría a los grandes terratenientes más vecinos al puerto donde de ordinario partían las galeras, y un funcionario nombrado expresamente recogería al tiempo de la cosecha la cantidad estipulada, quedando el resto de la misma de libre disposición de los terratenientes y agricultores. Con esta Real disposición quedaba Cervantes relevado del cargo de Comisario de Abastos, después de siete años de afanes y desilusiones, y, lleno de experiencia, un buen día salió de Sevilla camino de Esquivias. Nuestro comentario se remonta a una época de la cual nos separan 356 años. ¿Será que la Historia y los hechos se repiten? Si Cervantes viviera... LUIS PONT