¿La sexualidad nos hizo humanos?

Anuncio
¿La sexualidad nos hizo humanos?
Cuando los antropólogos estudiaron la conducta social de nuestros parientes primates se
llevaron una sorpresa cuando vieron que los machos de los grandes simios son ultraviolentos.
En 1971 antropólogo Wrangham propuso la teoría del macho demoníaco según la cual la
conducta social ultra violenta es muy común entre todos los machos de los grandes simios y a
más inteligencia más violencia. Para este autor, los grandes simios monosexuales:
orangutanes, gorilas y chimpancés, que comparten con nosotros más del 90% del genoma, son
todas especies con machos demoníacos. Razona en su teoría que el nivel de inteligencia de
estos grandes simios tiene mucho que ver con sus posturas agresivas. Todas estas especies
son lo suficientemente inteligentes para conocer la personalidad de los otros miembros de su
sociedad y habrían descubierto que el trato violento es lo que mejor funciona en las relaciones
sociales. Además los machos más violentos son los que mejor comen y los que más hijos
engendran, por lo que de esta forma, la crueldad se perpetúa “ad æternum”.
Cuando se descubrió al chimpancé pigmeo o bonobo se vió que sus machos no son
ultraviolentos como los otros machos de primates. En este grupo todos sus individuos son
bisexuales pansexuales o, lo que es lo mismo, pueden mantener relaciones sexuales con
machos o con hembras. El sexo, en esta especie, no sólo tiene función reproductiva sino que
también tiene un fuerte papel social. Yen un conflicto, antes de que la violencia se extienda y
descontrole, se producen siempre intercambios sexuales amortiguadores que la impiden. Estos
simios también comparten con nosotros más del 95% del genoma, pero sus sociedades son
mucho menos violentas que la de sus parientes chimpancés.
Aunque para muchos autores, los hombres compartimos con nuestros parientes primates
monosexuales este lado agresivo, violento y oscuro, la realidad es que la sexualidad humana
es atípica y extraña. No es ni la típica sexualidad reproductiva de los chimpancés, ni tampoco
la sexualidad social de los bonobos; la nuestra es una sexualidad distinta y exclusiva de
nuestro grupo.
En 1948, Alfred Charles Kinsey y sus colaboradores publicaron sus trabajos sobre la
sexualidad humana en un informe. El documento sobre la sexualidad masculina está basado
en 6300 entrevistas personales realizadas a hombres de diferentes partes de USA. El impacto
del informe de Kinsey continúa y se mantiene en la actualidad. Una de las grandes
conclusiones de su trabajo es la graduación sexual. Por primera vez se confeccionó una escala
sobre heterosexualidad-homosexualidad humana en siete grados, donde un extremo, el grado
0, manifestaba una heterosexualidad completa sin ambages y el otro extremo, grado 6, una
homosexualidad exclusiva. Kinsey escribió: “muchas de las reflexiones que han hecho tanto los
científicos como los hombres de leyes se fundamentan en la asunción de que las personas son
u , que estas dos especies son antitéticas en el mundo sexual y que hay un grupo
insignificante de que ocupan una posición intermedia. Con los casos de nuestro estudio, sin
embargo, queda claro que la heterosexualidad y la homosexualidad de muchas personas no es
una cuestión de todo o nada.”
El miedo patológico a la homosexualidad predicado durante siglos por las religiones y
asimilado como dogma de fe por la ciudadanía, borró toda posible visión imparcial del informe.
Si estudiamos sin prejuicios la escala propuesta por Kinsey observaremos que la sexualidad en
el hombre no es blanca o negra sino que está claramente graduada, está muy lejos de la
monosexualidad animal que observamos en los otros mamíferos. La sexualidad en el hombre
es muy compleja porque es el resultado de una mezcla de masculinidad más feminidad en
diferentes porciones. Kinsey y sus colaboradores confeccionaron una escala que recogía los
sentimientos sexuales de las personas.Y descubrieron que los humanos sexualmente no se
1/3
¿La sexualidad nos hizo humanos?
dividen en dos o tres grupos de población distintos, los heterosexuales, los homosexuales y los
pansexuales, sino que la sexualidad humana es en realidad demasiado compleja. Y a pesar de
haber trascurrido más de sesenta años desde la publicación del informe, son muy pocos los
estudios que se han centrado en la clara bisexualidad humana reflejada en la escala. El famoso
10% de población homosexual nubló todo lo demás e impidió dar una visión global de la
misma. Impidió observar una sexualidad dividida en siete grados que es típicamente y
únicamente humana. La gran conclusión a concluir del mensaje es que en el hombre la
sexualidad puede definirse en realidad como bisexualidad graduada porque es la suma de dos
sexualidades distintas para cada uno de los índices de la escala.
Si observamos atentamente la escala vemos que la sexualidad humana está
compartimentada, que no es la clara monosexualidad animal, de la mayoría de animales. El
resultado nos dice que tenemos que cambiar de chip, la presión monoteísta nos ha fijado un
falso techo que impide ver el sol. Basta con leer la prensa del corazón, de cualquier país
occidental, para comprobar que las cosas no son tan simples como nos habían contado. A
medida que la libertad gana enteros, sobre todo en occidente, frente a la presión moralista
religiosa reaparecen las relaciones bisexuales que parecían haberse esfumado.
La relectura de la graduación de Kinsey permite dividir la sexualidad en una compleja
bisexualidad heptaseptada, tabicada en siete sexualidades distintas. Y en definitiva, situar a
cada persona en uno de los grados. El ostracismo que impone la sociedad, consciente e
inconscientemente, a los actos homosexuales limita las libertades sexuales de las personas y
tiene como resultado mostrar casi siempre un comportamiento sexual sesgado.
El ser humano no es monosexual, como la gran mayoría de los animales del planeta. No
somos sexualmente como los chimpancés y por este motivo no nos comportamos como ellos.
El ser humano posee una sexualidad más rica y más amplia. ¿Por qué no aceptarla? Nuestra
sexualidad no se detiene en el blanco o en el negro, sino que se divide en gran variedad de
fragmentos, tantos como los colores del arco iris. Y sólo y exclusivamente en los extremos se
da una sexualidad no mezclada que podría equiparase con la monosexualidad.
Entendamos la bisexualidad humana como una suma de atracciones. Por ejemplo un
individuo de la escala Kinsey 2 sería una persona bisexual con 2 partes (33,33%) homosexual
y 4 partes (66,67%) heterosexual de un total de 6 partes (100%). Es casi seguro que este
individuo se comporta como un heterosexual puro por la influencia social, pero
independientemente del grado de atracción sexual por mujeres u hombres, el individuo bisexual
de grado Kinsey 2 es evidentemente muy diferente al individuo Kinsey 0, y aunque ambos
parezcan prácticamente iguales respecto a sus sentimientos de atracción por las féminas, el
primero será más sensible y menos agresivo que el segundo.
La sexualidad humana se vuelve así muy compleja, no existen sólo los dos o tres grupos que
la mayoría de la población asume, sino siete. La bisexualidad no sólo marcará el grado de
atracción por individuos del mismo sexo, socialmente muy condicionado, sino sobre todo y
fundamentalmente el grado de feminización o masculinización dentro de cada sexo. Los
machos con carga femenina son a la fuerza menos hostiles y violentos con los otros machos.
Puesto que somos una especie con un dimorfismo sexual bastante marcado, la bisexualidad
graduada impartirá un grado mayor o menor de feminidad o masculinidad a los individuos
dentro de su grupo. Una mujer Kinsey 6 no será nunca un hombre sino una mujer con rasgos
más masculinos que el resto de sus compañeras, ni viceversa. La bisexualidad no crea
hembras entre los machos, ni machos entre las hembras sino que permite a ambos sexos tener
dentro de su grupo una visión del mundo cercana a la del contrario.
2/3
¿La sexualidad nos hizo humanos?
Con respecto al grado de violencia y sensibilidad, un hombre situado en la escala Kinsey 0
será tan o más violento que un chimpancé, en cambio uno situado en el grado 2 de la escala
tendrá una parte importante de carga feminizante, por lo que su grado de violencia será
muchísimo menor y tenderá a ser más sensible. Sin embargo, con toda probabilidad, ambos
individuos, en nuestra sociedad, sólo se sentirán atraídos por mujeres y pasarán como
heterosexuales similares. En realidad no son dos individuos heterosexuales iguales sino dos
individuos bisexuales distintos pertenecientes a diferentes escalas del rango de bisexualidad
humana.
¡Pero cuidado!, que todos los humanos seamos bisexuales no significa que podamos hacer
como Julio César, que era el ejemplo del bisexual pansexual perfecto, en palabras de Curión:
"Marido de todas las mujeres y mujer de todos los maridos".
Si estudiamos a las sociedades antiguas menos homófobas, como Grecia y Roma en la
época Clásica, descubrimos que las relaciones bisexuales eran muy comunes. Las relaciones
bisexuales eran comunes y normales entre nuestros antepasados precristianos. Además si
observamos a los hombres, en teoría totalmente heterosexuales, separados de mujeres por un
largo periodo de tiempo, descubrimos que acaban relacionándose sexualmente con otros
hombres. Sin embargo, los chimpancés en la misma situación nunca lo hacen ¿por qué?
3/3
Descargar