Del Registro de Condiciones Generales de la Contratación

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CAPÍTULO III
Del Registro de Condiciones Generales de la Contratación
ARTÍCULO 11
Registro de Condiciones Generales
1. Se crea el Registro de Condiciones Generales de la Contratación, que estará a cargo de un Registrador de la Propiedad y Mercantil, conforme a las normas de provisión previstas en la Ley Hipotecaria.
La organización del citado Registro se ajustará a las normas que se dicten
reglamentariamente.
2. En dicho Registro podrán inscribirse las cláusulas contractuales que tengan el carácter de condiciones generales de la contratación con arreglo a lo dispuesto en la presente Ley, a cuyo efecto se presentarán para su depósito por duplicado, los ejemplares, tipo o modelos en que se contengan, a instancia de
cualquier interesado, conforme a lo establecido en el apartado 8 del presente
artículo. No obstante, el Gobierno, a propuesta conjunta del Ministerio de Justicia y del Departamento ministerial correspondiente, podrá imponer la inscripción obligatoria en el Registro de las condiciones generales en determinados sectores específicos de la contratación.
3. Serán objeto de anotación preventiva la interposición de las demandas
ordinarias de nulidad o de declaración de no incorporación de cláusulas generales, así como las acciones colectivas de cesación, de retractación y declarativa previstas en el capítulo IV, así como las resoluciones judiciales que acuerden
la suspensión cautelar de la eficacia de una condición general.
Dichas anotaciones preventivas tendrán una vigencia de cuatro años a contar desde su fecha, siendo prorrogable hasta la terminación del procedimiento
en virtud de mandamiento judicial de prórroga.
4. Serán objeto de inscripción las ejecutorias en que se recojan sentencias
firmes estimatorias de cualquiera de las acciones a que se refiere el apartado
anterior. También podrán ser objeto de inscripción, cuando se acredite suficientemente al Registrador, la persistencia en la utilización de cláusulas declaradas
judicialmente nulas.
5. El Registro de Condiciones Generales de la Contratación será público.
6. Todas las personas tienen derecho a conocer el contenido de los asientos
registrales.
7. La publicidad de los asientos registrales se realizará bajo la responsabilidad y control profesional del Registrador.
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8. La inscripción de las condiciones generales podrá solicitarse:
a) Por el predisponente.
b) Por el adherente y los legitimados para ejercer la acción colectiva, si
consta la autorización en tal sentido del predisponente. En caso contrario, se
estará al resultado de la acción declarativa.
c) En caso de anotación de demanda o resolución judicial, en virtud del mismo mandamiento, que las incorporará.
9. El Registrador extenderá, en todo caso, el asiento solicitado, previa calificación de la concurrencia de los requisitos establecidos.
10. Contra la actuación del Registrador podrán interponerse los recursos
establecidos en la legislación hipotecaria.
ARTÍCULO 13
Sometimiento a dictamen de conciliación
Previamente a la interposición de las acciones colectivas de cesación, retractación o declarativa, podrán las partes someter la cuestión ante el Registrador
de Condiciones Generales en el plazo de quince días hábiles sobre la adecuación
a la Ley de las cláusulas controvertidas, pudiendo proponer una redacción alternativa a las mismas. El dictamen del Registrador no será vinculante.
COMENTARIO*
SUMARIO: I. ANTECEDENTES. 1. El iter legislativo y el Registro de Condiciones Generales: su justificación. 2. El Registro en el Derecho comparado. II. ENCUADRE DEL REGISTRO DE CONDICIONES GENERALES. 1. Características y funciones. III. OBJETO DEL REGISTRO. 1. Depósito y registro. 2. Anotaciones
preventivas, inscripción y registro. IV. EL TITULAR DEL REGISTRO DE CONDICIONES GENERALES. DEBER
DE INFORMACIÓN Y CALIFICACIÓN. EMISIÓN DE DICTAMEN Y RECURSOS.
I. ANTECEDENTES
1. EL ITER LEGISLATIVO Y EL REGISTRO DE CONDICIONES GENERALES: SU JUSTIFICACIÓN
Si se procede al análisis de los trabajos de la Comisión General de Codificación
tendentes a la redacción de un Anteproyecto de Ley sobre Condiciones Generales,
y en particular respecto de la regulación del Registro de Condiciones Generales, puede concluirse que la atención que al mismo se dispensa es desigual. Así, en el Anteproyecto de 1983 se preveía la existencia del Registro y la posibilidad de depósito de las Condiciones Generales, a la par que se utilizaba el hecho del depósito
como dies a quo del cómputo de la acción de impugnación (cfr. E. de M. y arts. 28
* Por JUAN MANUEL ABRIL CAMPOY.
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y 29). Asimismo se determinaba que el establecimiento y funcionamiento del Registro se llevaría a cabo por el Gobierno (Disp. Adic.).
En la Propuesta de Anteproyecto de 1987 no se efectúa ninguna referencia, ni
en la Exposición de Motivos ni en su texto articulado, al citado Registro. Tampoco
el texto articulado del Anteproyecto de 1992, pese a que en la Exposición de Motivos se alude al denominado control abstracto, regula el referido Registro. Sin embargo, en el Anteproyecto de Ley de 1997, publicado en el BOCG de 5-9-1997, se
diseña el Registro de Condiciones Generales de la Contratación, con una concepción, características y funciones desconocidas por los anteriores textos elaborados
y con un pretendido fundamento en el artículo 7 de la Directiva 93/13/CEE, del Consejo de 5-4-1993, sobre las cláusulas abusivas en los contratos celebrados con los
consumidores. La variación en la redacción definitiva del texto responde a la adopción de enmiendas dirigidas a la mejora técnica de la norma [tales como la determinación precisa de los legitimados para solicitar la inscripción de las condiciones
generales o el régimen de recursos contra la calificación (sic) del Registrador], sin
que, pese a las enmiendas que se presentaron a lo largo de la tramitación parlamentaria
(vide BOCG, n.º 78-6, 23-10-1997), se haya logrado variar el encuadre del Registro, sus funciones y el objeto de su inscripción.
2. EL REGISTRO EN EL DERECHO COMPARADO
Al decir de la propia Exposición de Motivos de la Ley que ahora se comenta, el
Registro de Condiciones Generales de la Contratación se crea de acuerdo con los
modelos de otros Estados de la Unión Europea. Sin embargo, del artículo 7 de la
Directiva antes citada («1. Los Estados miembros velarán para que, en interés de
los consumidores y de los competidores profesionales, existan medios adecuados y
eficaces para que cese el uso de cláusulas abusivas en los contratos celebrados entre profesionales y competidores. 2. Los medios contemplados en el apartado 1 incluirán disposiciones que permitan a las personas y organizaciones que, con arreglo a la legislación nacional, tengan un interés legítimo en la protección de los
consumidores, acudir según el derecho nacional a los órganos judiciales o administrativos competentes con el fin de que éstos determinen si ciertas cláusulas contractuales, redactadas con vistas a su utilización general, tienen carácter abusivo y
apliquen los medios adecuados y eficaces para que cese la aplicación de dichas cláusulas. 3. Los recursos mencionados en el apartado 2 podrán dirigirse, respetando la
legislación nacional, por separado o conjuntamente contra varios profesionales del
mismo sector económico o contra sus asociaciones que utilicen o recomienden que
se utilicen las mismas cláusulas contractuales generales o cláusulas similares») no
se desprende la necesidad de instaurar un Registro de Condiciones Generales, como
lo demuestra la realidad normativa de diversos paises de nuestro entorno, a la par
que aquellos que lo han creado y regulado [cfr. Ley sobre Condiciones Generales
alemana de 1976 (art. 20) y su reforma de 19-7-1996 o el Decreto Ley portugués
de 31-8-1995 (art. 35)] lo han configurado como un Registro de demandas y resoluciones judiciales, mas no de depósito de condiciones generales (ALFARO ÁGUILA-REAL,
«El Proyecto...», pp. 883-884). Por consiguiente, el Registro ahora establecido por la
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LCG, respecto de la inscripción (depósito) de las cláusulas contractuales calificadas como condiciones generales de la contratación no encuentra, pese a la negativa
a admitir la novedad que se aprecia en la Memoria justificativa del Proyecto y la actual Exposición de Motivos, parangón en el derecho comparado.
II. ENCUADRE DEL REGISTRO DE CONDICIONES GENERALES
El encuadre del Registro de Condiciones Generales, en cuanto oficina pública cuya misión consiste en permitir a cualquiera el conocimiento de sus asientos
(cfr. arts. 11.5 y 6) y que está a cargo de un Registrador de la Propiedad y Mercantil (art. 11.1), debe llevarse a cabo desde una doble óptica, de conformidad con las
dos claras y diversas funciones atribuidas al mismo. En efecto, por una banda, en
el Registro, al decir de la LCG «podrán inscribirse las cláusulas contractuales que
tengan el carácter de condiciones generales de la contratación», esto es, que, pese
a la mejorable técnica legislativa, lo que se pretende es que en el citado Registro
puedan depositarse, que no inscribirse, los diferentes documentos que contengan condiciones generales de la contratación de acuerdo con lo explicitado en el artículo 1
de la norma (cláusulas predispuestas, redactadas con la finalidad de incorporarse a
una pluralidad de contratos, y cuya incorporación al contrato se impone por una de
las partes). Por consiguiente, parece que respecto de este extremo el Registro no es
más que un Registro de documentos (de formularios si se prefiere) que operará, pese
a la dicción de la Ley acerca de la inscripción, mediante el expediente técnico de la
transcripción, puesto que de acuerdo con la norma, al exigirse la entrega de los
ejemplares, tipos o modelos que contengan las referidas condiciones generales por
duplicado, ello responde a que uno de los citados ejemplares se depositará en el Regitro, restituyéndose el otro a quien lo presenta. Nótese que tampoco se trata de un
sistema puro de transcripción, toda vez que no se copian o transcriben los documentos,
sino que se exige la presentación de un ejemplar para su conservación en el Registro. En cambio, por otro lado, el Registro se configura bajo el sistema de inscripción y no de transcripción. Así, en primer lugar, se previene la inscripción de aquellas ejecutorias, que en cuanto documentos públicos y solemnes (cfr. art. 369 LEC)
contengan sentencias firmes estimatorias de una acción individual (de nulidad o de
declaración de no incorporación) o colectiva (de cesación, retractación y declarativa de condiciones generales —cfr. art. 12—). Esta hipótesis se destina como inscripción obligatoria a tenor del análisis comparativo del artículo 11 y 22. En segundo
lugar, se contempla una hipótesis de «inscripción» en la que no se califican e inscribe los extremos relevantes de un título, sino que se prevé la posibilidad de inscribir
un hecho, que ha de ser acreditado de manera previa y suficiente al Registrador, cual
es la persistencia en la utilización de cláusulas declaradas judicialmente nulas. Baste ahora con apuntar dos observaciones: la primera, que se trata de una función atribuida al Registrador y que parece más propia de otros profesionales, como los fedatarios públicos, y la segunda, que la propia norma (art. 24) establece que la
persistencia en utilizar o recomendar condiciones generales, respecto de las que
haya triunfado una acción de cesación o retractación se sanciona con la multa prevista, con lo que una de las vías —pero no la única— de acreditar la citada persis-
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tencia es la anómala inscripción en el Registro, que determinará la realización del
supuesto de hecho, al cual se conecta la sanción. En tercer lugar, exige la norma sobre condiciones generales que se practique la anotación preventiva respecto de la
interposición de una acción individual o colectiva y de aquellas resoluciones judiciales que de forma provisional y cautelar suspendan la eficacia de una condición
general. En ese sentido, es de destacar que de este modo se regula la publicidad registral de la pendencia de un proceso en el que se ventila una acción individual o
colectiva, a la par que se convierte, al establecerse la anotación con carácter imperativo, en un mecanismo indirecto u oblicuo a través del cual muchas condiciones
generales accederán al Registro (cfr. CABANAS TREJO Y NAVARRO VIÑUALES, «La intervención
notarial...», p. 171).
1. CARACTERÍSTICAS Y FUNCIONES
Acerca de los caracteres o notas definitorias del Registro de Condiciones
Generales (o con mayor propiedad Registros, a tenor de lo dispuesto en la Disp.
Adic. 3.ª que, a no dudar, precisará de una norma reglamentaria que discipline la
organización interna de los diferentes Registros) puede afirmarse que se trata de un
Registro público, lo que exige el análisis del tipo de publicidad que proporciona, de
competencia estatal y, al decir de la Exposición de Motivos, lo que requiere un examen más detallado, de carácter jurídico.
En primer término, hay que destacar —y así lo hace la propia Ley (arts. 11.5,6
y 7)— que la función primordial de todo Registro es otorgar publicidad. No obstante, la publicidad otorgada por un Registro depende del carácter del mismo. En
ese orden de ideas, puede otorgar publicidad al contenido de sus asientos, o bien
añadir a esa información (publicidad, si se prefiere) una garantía de veracidad o certeza. Tan sólo en este último caso el Registro es de carácter jurídico (cfr. LACRUZ BERDEJO Y SANCHO REBULLIDA, Derecho Inmobiliario Registral, p. 16). En la cuestión que ahora nos
ocupa, el Registro de Condiciones Generales, desde el aspecto de la publicidad formal, se halla abierto a la consulta de todo aquel que desee conocer el contenido de
sus asientos (cfr. art. 11.6 LCG y art. 221 LH e IDGRN de 5-2-1987, y constátese
como en este último precepto se exige, respecto del Registro de la Propiedad, el interés conocido, a la par que se contemplan una serie de recursos —art. 228 LH—
contra la negativa del Registrador a facilitar la publicidad solicitada), y se impone
al Registrador el control y la responsabilidad de la publicidad del RCG (arg. art. 11.7).
Respecto de esta publicidad formal, y en concreto sobre los medios de dar a conocer el contenido del Registro, habrá que esperar a lo que disponga el Reglamento
de ejecución de la presente Ley (Disp. Final 2.ª).
En contra, no cabe derivar prácticamente ningún efecto jurídico del depósito de
las condiciones generales o de la anotación preventiva practicada, ni tampoco de la
inscripción de las ejecutorias, más que la previsión acerca de la prescripción de las
acciones colectivas de cesación y retractación, en las que el cómputo de las normas
se inicia desde la inscripción (arg. art.19 LCG). Añádase a ello que no existe ninguna presunción de exactitud del Registro y que no cabe atribuir a los asientos ni
eficacia declarativa ni constitutiva (ALFARO ÁGUILA-REAL «El Proyecto..., p. 882 y CABANAS
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TREJO Y NAVARRO VIÑUALES, «La intervención notarial..., pp. 171-172), con lo que no es viable
discurrir acerca de una hipotética publicidad material. En definitiva, de lo expuesto parece que el registro es meramente informativo, tanto de las condiciones generales que se depositan, como de la pendencia de los procesos y de las resoluciones
que en ellos se dicten.
La segunda nota definitoria que puede predicarse del Registro de Condiciones
Generales es que el mismo es conceptuado como un Registro jurídico (cfr. EM.),
para de ese modo atribuir la competencia sobre su ordenación al Estado, en virtud
de la reserva competencial prevista en el artículo 149.1.8 C.E. —ordenación de registros e instrumentos públicos— (vide SSTC de 30-11-1982 y 24-4-1989). De ahí que aun
cuando el texto articulado haya suprimido la aseveración del Proyecto de Ley que ajustaba la organización del Registro a las normas que dicte el Ministerio de Justicia,
en la propia Exposición de Motivos de la vigente Ley puede leerse en aras de la defensa del carácter estatal del mismo (véase la Enmienda n.º 30 del Grupo Socialista en la que,
tras calificar al Registro como administrativo, se proponía la posibilidad de crear por las CCAA Registros de Condiciones Generales) que «Se trata de un Registro jurídico, regulado por el
Ministerio de Justicia, que aprovechará la estructura dispensada por los Registradores de la Propiedad y Mercantiles». Expuesto lo que antecede, se torna oportuno,
aun con el límite que marca el presente comentario, efectuar algunas consideraciones acerca del pretendido carácter jurídico del Registro.
Por lo que atañe al repetido carácter jurídico que le atribuye la Exposición de
Motivos, los argumentos que se emplean en pos del mismo son los siguientes: eficacia erga omnes que la inscripción atribuye a la declaración judicial de nulidad,
efectos prejudiciales derivados de los asientos relativos a sentencias firmes dictadas en otros procesos respecto de cláusulas idénticas, cómputo del plazo de prescripión y emisión del dictamen de conciliación por parte del Registrador. Para proceder a un correcto examen de los argumentos expuestos y del corolario que se
pretende extrer de los mismos, a saber, el carácter jurídico del Registro, es conveniente diferenciar entre aquellos efectos que se derivan del Registro, en cuanto oficina en la que se depositan las condiciones generales, del Registro, en cuanto oficina que otorga publicidad a las situaciones litigiosas que se plantean con ocasión
de la contratación en masa mediante condiciones generales.
En cuanto Registro de sentencias firmes y anotaciones de demandas y resoluciones
judiciales, el denominado efecto horizontal no puede hacerse derivar de la inscripción en el Registro de la sentencia estimatoria de una acción colectiva de cesación o
retractación (vide ALFARO ÁGUILA-REAL, «El Proyecto...», pp. 879-882), para que con base en
él queden vinculados los órganos judiciales (la Ley habla de Jueces) que hayan de
resolver los posibles procesos posteriores en que se solicite la nulidad de cláusulas
idénticas si se trata del mismo predisponente, sino que no es más, que, al igual que
aconteció con la LCS —artículo 3.3—, la introducción de una norma tuitiva en pos
del adherente, a la par que, dada la eficacia de la acción de cesación (condenar al demandado a eliminar de sus condiciones generales las reputadas nulas y a abstenerse
de utilizarlas en el futuro) o de retractación (condena a retractarse de la recomendación de utilización de condiciones generales que se consideren nulas y abstenerse de
recomendarlas en el futuro) la sentencia firme ya contendrá la condena a que se refiere el precepto (cfr. art. 20.4 LCG). Asimismo se arguye que el carácter jurídico
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del Registro se derivaría del dictamen que puede emitir el Registrador. A ese respecto,
es oportuno indicar que el hecho de que el Registro de Condiciones Generales se encuentre a cargo de un Registrador de la Propiedad y Mercantil y que la LCG les atribuya, por medio de la emisión de un dictamen, una función propia de otros profesionales del Derecho, ello no convierte per se el Registro en jurídico.
En cuanto Registro en el que se depositan las condiciones generales, la Exposición de Motivos funda el carácter jurídico del mismo porque de la inscripción (rectius depósito) deriva el inicio del cómputo de la prescripción de las acciones colectivas. Sin perjuicio de poner de manifiesto que el hecho de que el depósito determine
el inicio del cómputo de la prescripción no convierte el Registro en jurídico, toda
vez que sigue sin atribuir certeza y veracidad a la publicidad que ofrece, hay que
advertir que la norma es técnicamente defectuosa. En efecto, parece que la norma
pretende proteger al que deposita las condiciones generales y así promover el depósito de las mismas (CABELLO DE LOS COBOS Y MANCHA, La Ley..., p. 171), al determinarse
un plazo de prescripción de las acciones colectivas de cesación y retractación cuyo
dies a quo se fija por la fecha del depósito. No obstante, la norma consigue unos
efectos no deseados, como es la protección de aquellos que siguen utilizando condiciones generales tras dos años del depósito, ya que en dicha hipótesis si se insta
una acción colectiva, es suficiente la alegación del hecho excluyente de la prescripción
para poner fin a la acción. Conclusión que, sin duda, no es de recibo.
III. OBJETO DEL REGISTRO
A lo largo del presente comentario, se ha constatado como el objeto del Registro de Condiciones Generales es doble: por un lado, el depósito, pese a que en la
Ley se utiliza el término inscripción, de condiciones generales y, por otro, la anotación de las demandas en que se ejercite una acción individual o colectiva, así como
las resoluciones judiciales que de forma cautelar suspenden la eficacia de una condición general y la inscripción de las ejecutorias que contengan sentencias firmes
estimatorias de acciones individuales o colectivas.
1. DEPÓSITO Y REGISTRO
Respecto del Registro en cuanto oficina de depósito de las condiciones generales es necesario detenerse en los siguientes extremos. En primer lugar, como se advirtió con anterioridad, se trata de un Registro creado para depositar condiciones generales de la contratación y ello se realiza mediante el expediente técnico de presentar
por duplicado los modelos o ejemplares que las contengan, quedando uno en el Registro y otro, al parecer, devolviéndose al interesado con la nota del depósito de las
mismas. Por tanto, es oportuno insistir una vez más en que, pese a que el legislador
se refiere constantemente a la inscripción, no es adecuado utilizar el término inscripción en sentido técnico, toda vez que responde al sistema de transcripción. En
segundo lugar, el depósito de condiciones generales se configura con carácter general como voluntario, para de ese modo, al decir de la Exposición de Motivos, tra-
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tar de alcanzar un equilibrio entre seguridad jurídica y agilidad en la contratación.
Pese a ello, se permite que el Gobierno pueda en determinados sectores de la contratación imponer la inscripción, rectius depósito, obligatoria. En ese orden de ideas,
pueden adelantarse las siguientes consideraciones:
La posibilidad de imponer, con carácter preceptivo, el depósito de condiciones
generales en determinados sectores (v. gr., financiero, energético, etc.) supondrá, a
no dudar, un coste añadido a la contratación y una ralentización del tráfico económico, todo ello, si cabe, más rechazable cuando el depósito en el Registro no produce, a excepción del cómputo de la prescripción, prácticamente ningún efecto jurídico. Es de notar como la propia norma previene, ex artículo 24, la imposición de
una sanción pecuniaria, así como los criterios para fijar el quantum de la misma,
cuando el depósito sea preceptivo y no se lleve a cabo.
Por último, conviene advertir que si bien la Ley que ahora se comenta impone
al Registrador el deber de extender los asientos solicitados, ello implica (art. 11.9)
la previa calificación de la concurrencia de los requisitos exigidos. Pues bien, ello
supone que el Registrador debe poder determinar si se trata de condiciones generales, conforme a lo que dispone el artículo 1, y, a mi juicio, la exigencia de que las
normas sean impuestas por una de las partes es ajena a ese control (En el mismo sentido, CABANAS TREJO Y NAVARRO VIÑUALES «La intervención notarial...», p. 199), lo que le obstaculizará asimismo para informar, con exactitud, acerca de la aplicabilidad de la norma (art. 23.1 LCG).
2. ANOTACIONES PREVENTIVAS, INSCRIPCIÓN Y REGISTRO
Desde la óptica del Registro como oficina que otorga publicidad a la vertencia
de diversos procesos, en los que se ejercitan acciones individuales o colectivas, así
como a la constancia de resoluciones judiciales dictadas en ellos, conviene poner
de relieve cuanto sigue:
En primer término, en lo que se refiere al asiento de anotación preventiva, la LCG
previene que el objeto del mismo consiste en la interposición de una demanda de
nulidad o de declaración de no incorporación, o bien en la que se articule una acción colectiva, y parece que la finalidad perseguida, dada la ausencia de efectos sustantivos de las referidas anotaciones, no es otra que facilitar información sobre la
pendencia de los procesos en que se ejercen las citadas acciones individuales o colectivas. Al margen de ese efecto informativo, de modo indirecto, los citados asientos de anotaciones preventivas llevarán aparejado el depósito de las condiciones generales en el Registro [arg. art. 11.8 c)]. Asimismo es objeto de anotación preventiva
la resolución judicial que adopte como medida cautelar la suspensión de la eficacia
de una condición general. Una vez más la única eficacia que puede conferirse acerca de este tipo de anotación es la mera información, por cuanto la suspensión de la
eficacia y sus efectos respecto del predisponente y adherente derivan de la resolución judicial, sin que nada añada la anotación en el Registro. Por último, en línea
con la regulación de las anotaciones preventivas en la Ley Hipotecaria (cfr. arts. 42
y 86 LH) se disciplina la vigencia y la prórroga de las referidas anotaciones preventivas (art. 11.3.2).
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En cuanto a la inscripción se refiere, se establece también de modo obligatorio,
al igual que acontecía con las anotaciones preventivas, por un lado, la de las ejecutorias que recojan sentencias firmes estimatorias de acciones individuales o colectivas, lo que se cohonesta con el deber que se impone al órgano judicial de expedir
un mandamiento judicial al Registro a fin de obtener la inscripción de la sentencia
(cfr. arts. 11.4 y 22). Frente a ello, es también objeto de inscripción la persistencia
en la utilización de condiciones generales declaradas nulas. Nótese que se trata de
acreditar ante el Registrador un hecho, cual es la continuidad en la utilización de
las referidas condiciones generales, con lo que se le atribuye una función propia de
un fedatario público, se previene con carácter voluntario, puesto que nada impide a
los interesados acudir a la vía judicial y, quizás de ahí pueda derivar la virtualidad
de esta inscripción voluntaria, de ella puede originarse la imposición de una sanción ex artículo 23 LCG.
IV. EL TITULAR DEL REGISTRO DE CONDICIONES GENERALES.
DEBER DE INFORMACIÓN Y CALIFICACIÓN.
EMISIÓN DE DICTAMEN Y RECURSOS
El Registro de Condiciones Generales se encuentra a cargo de un Registrador
de la Propiedad y Mercantil, al que la LCG atribuye fundamentalmente las siguientes
funciones. En primer término, la calificación los documentos presentados a fin de
extender los asientos solicitados (art. 11.5). Acerca de ello, basta con poner de manifiesto que no se trata propiamente de una tarea de calificación, entendida ésta como
el examen de la validez externa e interna del título presentado (art. 18 LH) (vide LACRUZ BERDEJO Y SANCHO REBULLIDA, Derecho Inmobiliario..., p. 305), sino que, a diferencia de
las previsiones del Proyecto (el art. 22.2 del mismo disponía que «Los Notarios advertirán y los Registradores de la Propiedad y Mercantiles calificarán la necesidad,
en su caso, de la previa inscripción de las cláusulas contractuales que tengan el carácter de condiciones generales de la contratación») su función se constriñe al examen de la concurrencia de los presupuestos exigidos, tales como los legitimados para
solicitar el depósito de las condiciones generales, explicitado en el apartado 8 del
artículo 11, y la calificación de las cláusulas como condiciones generales, extremo
éste que en muchas ocasiones no podrá advertir y controlar, puesto que la nota de
predisposición e imposición a una de las partes es un dato ajeno al documento que
se presenta. Incluso, en esa línea de ideas, la actual redacción otorgada al artículo 10.6 LCU, debida a la Disposición Adicional 1.ª LCG, solamente permite la negativa del Registrador a la inscripción de contratos o negocios jurídicos en que se
incluyan cláusulas que hayan sido declaradas nulas por abusivas en sentencia e inscrita ésta en el RCG (cfr. art. 258.2 LH). De este modo, se da cumplimiento a lo explicitado en la Exposición de Motivos, tendente a deslindar perfectamente la función judicial de la función del encargado del Registro, siendo competencia exclusiva
de la primera el control de validez de las condiciones generales.
En segundo término, se atribuye a los Registradores, junto con los Notarios, (art.
23 LCG) el deber de advertir acerca de la aplicabilidad de la LCG, tanto —dice la
LCG— en sus aspectos generales como en cada caso concreto sometido a su inter-
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vención. No obstante, como ya se advirtió, es de notar que en determinadas ocasiones le resultará difícil al Registrador cumplir con el deber de información, al no
poder establecer el carácter de imposición a una de las partes (art. 1), extremo que
determina precisamente la aplicación de la LCG. Además se les impone un deber
de colaboración (E de M) con los órganos jurisdiccionales (cfr. art. 108 C.E. y art.
10.6.1 LCU), en aras a la inscripción el RCG de las sentencias que declaran la nulidad de una cláusula abusiva, cuando el adherente es un consumidor (cfr. Circular 8/958,
del Colegio de Registradores de la Propiedad y Mercantiles de España, y CABANAS TREJO Y NAVARRO
VIÑUALES «La intervención...», pp. 204-205).
En tercer término, la LCG atribuye al Registrador la emisión de un dictamen de
conciliación en determinadas hipótesis. La facultad de emitir el citado dictamen se
conecta con el carácter jurídico del Registro, lo que como ya se expuso no parece
acertado, y a su regulación se destina el artículo 13 LCG.
Acerca del dictamen es obligado constatar que el mismo se configuraba con carácter preceptivo, pero no vinculante, en el Proyecto de Ley, mientras que en la vigente LCG se tornó potestativo. Las consideraciones que al respecto pueden efectuarse son las siguientes. En primer lugar, pese a que se intitule dictamen de
conciliación, la labor que lleva a cabo el Registrador no es tal, sino que la finalidad
del mismo estriba en que éste analice si las cláusulas controvertidas entre las partes se adecuan a la Ley. Si se rastrea a través de los debates parlamentarios, podrá
observarse (Enmienda n.º 135 GP, BOCG 23-10-1997, n.º 78-6) que la misión del
dictamen consistía en ser una consulta previa sobre la legalidad de la cláusula, evitando así el acudir al cauce judicial. En segundo lugar, la atribución de un dictamen
de legalidad al Registrador se adecua mal con la declaración de principio contenida en la Exposición de Motivos de que el juicio acerca de la validez de las condiciones generales se reserva a la competencia judicial, a lo que cabría añadir que con
dificultad podrá emitirse un dictamen acerca de la adecuación o no a la LCG, si el
Registrador no dispone de los elementos fácticos necesarios para siquiera saber si
la presente LCG es de aplicación a la controversia que se le somete. En tercer lugar, es oportuno poner de manifiesto que la función de dictaminar acerca de la adecuación de las condiciones generales a la LCG debería haberse atribuido en exclusiva a los órganos judiciales, pero es que la función de emitir un dictamen, con la
posibilidad de proponer una redacción alternativa de las cláusulas controvertidas es
ajena a la función del encargado del Registro y parece, sin duda, más propia de otros
profesionales (Notarios, abogados, etc.). En cuarto lugar, no se alcanza el sentido
de la posibilidad de solicitar el dictamen como paso previo al ejercicio de una acción colectiva, puesto que como se ha manifestado (ALFARO ÁGUILA-REAL, «El Proyecto...»,
p. 881), al ser voluntaria la inscripción, el conocimiento de las condiciones generales puede haber sido extrarregistral.
Por último, es de alabar la eliminación del carácter preceptivo del mismo, por
cuanto al no ser vinculante el dictamen emitido se elimina así un coste añadido a la
contratación en masa, dejando expedito el ejercicio de la acción colectiva sin el previo paso por el mal llamado dictamen de conciliación.
Para finalizar, la norma impone al Registrador el control de la publicidad del
Registro, que se realiza bajo su responsabilidad, así como la práctica de los asientos, previa su calificación (sic). Enlazado con ello, y mejorada la técnica legislati-
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CAPÍTULO TERCERO
ARTS. 11 y 13
va del Proyecto (cfr. art. 10.9), en el que se entremezclaban los recursos contra la
calificación del Registrador y contra la negativa al otorgamiento de la publicidad,
la vigente LCG remite a los recursos establecidos en la legislación hipotecaria, esto
es, por un lado, lo dispuesto en el artículo 228 LH, respecto de la negativa a la información registral solicitada, y, por otro, en relación con la calificación del Registrador (cfr. arts. 66 y 260.3 LH y arts. 111 a 136 RH).
BIBLIOGRAFÍA
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legislativa, burocracia e intereses corporativos en el Derecho privado», RDBB, 67, Año XVI, julioseptiembre, 1997, pp. 839 ss.
CABANAS TREJO Y NAVARRO VIÑUALES: «La intervención notarial en la nueva Ley sobre condiciones generales de la contratación: una propuesta de reflexión», La Notaría, mayo de 1998, n.º 5, pp. 161 ss.
CABELLO DE LOS COBOS Y MANCHA: La Ley de Condiciones Generales de la Contratación, Madrid, 1998.
LACRUZ BERDEJO Y SANCHO REBULLIDA: Derecho Inmobiliario Registral, Barcelona, 1984.
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