P. Julio Dati

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Padre JULIO DATI FLOSI
Carta Mortuoria
Valencia, Agosto de 1965
Nació en Italia el 18 de Mayo de 1881; profesó en Italia el 5 de Agosto de 1899; sacerdocio en Chile el 8 de Julio
de 1906; llegó a Venezuela el 5 de Septiembre de 1936; murió en Valencia el 29 de Julio de 1965; a los 84 años de
edad, 66 de profesión y 59 de sacerdocio.
Queridos Hermanos:
El 29 de Julio pasado, expiró santamente en el Señor el querido Hermano, Profeso
Perpetuo, Sacerdote JULIO DATI, de 84 años de edad.
Había nacido en Villa Basílica, Lucca, Italia, hijo de Natale Dati y Petronila Flosi de
Dati.
Frecuentó el Gimnasio en nuestro Colegio San Pablo de La Spezia. Bajo la paterna
dirección de Don José Scappini y de su inolvidable maestro Don Martín Caroglio, maduró su
vocación de consagrarse al servicio de Dios, bajo la bandera de Don Bosco.
En Foglizzo, el 20 de Noviembre de 1898, recibió la sotana de manos del Excmo.
Monseñor Juan Cagliero. El 5 de agosto de 1899 emitió sus votos trienales. La profesión
perpetua la hizo, como la trienal, en manos del Siervo de Dios Don Miguel Rúa, el 31 de Julio de
1900.
Entusiasmado por las Misiones, pidió ir a la Tierra del Fuego, Punta Arenas. Pero la
obediencia lo destinó a la Casa de Valparaíso, Chile, donde comenzó su apostolado como
maestro y asistente.
En 1904 fue transferido con el cargo de Consejero Escolástico al Colegio "Patrocinio de
San José" de Santiago. El día 8 de Julio tuvo la alegría y la felicidad de ver coronados sus santos
ideales, recibiendo la Ordenación Sacerdotal de manos de Monseñor Ramón Ángel Jara, Obispo
de Ancud.
En 1909 pasó nuevamente a su querido Colegio de Valparaíso, donde permaneció por 18
años consecutivos, ocupando por 8 años el cargo de Prefecto y por 7 el de Director. En estos
largos períodos dedicó, con amor y sacrificio, todas sus actividades al servicio de la
Congregación.
Con especial espíritu de organización, dio gran impulso a las dos secciones de estudiantes
y artesanos y aumentó considerablemente el número de alumnos. Un nuevo y moderno edificio
para la sección comercial coronó sus deseos. Incansable en el trabajo, reunió y organizó la
Asociación de Antiguos Alumnos, que lo recuerdan aún hoy con cariño y gratitud.
La Santa Sede le confió el cuidado espiritual de la Colonia Italiana de Valparaíso y lo
eligió su Primer Párroco. Por varios años los guió por el camino de la virtud y de la práctica de la
religión.
En 1924 S. A. el Príncipe Humberto de ·Saboya, de paso por Valparaíso, visitó el
Colegio Salesiano, donde la Colonia Italiana le ofreció un cordial y magnífico recibimiento. El
Gobierno Italiano premió el interés del Padre Dati por la numerosa Colonia Italiana nombrándolo
"Caballero Oficial de Italia".
En 1925 es nombrado Director de la Casa Inspectorial "La Gratitud Nacional". Mientras
con todo entusiasmo daba impulso a los grande Talleres de Mecánica y Electricidad, le llegó de
Turín el nombramiento de los Salesianos de Ecuador. Partió para Ecuador dejando, con gran
dolor, a tantos queridos Hermanos, alumnos y exalumnos, el 11 de Febrero de 1926.
Muchas fueron las dificultades que tuvo que superar para llegar a Ecuador. En el puerto
peruano de El Callao, donde el barco atracó por algunas horas, le llegó un telegrama del Excmo.
Monseñor Comín, avisándole que el gobierno de Ecuador le negaba la entrada. Confiado en
Dios, continuó el viaje, llegó a Guayaquil y pudo desembarcar, acogido cordialmente por los
Hermanos, los alumnos y los Cooperadores.
Sus principales preocupaciones fueron para la Casa de Formación. Comenzó el trabajo de
ampliación del Oratorio Festivo de La Tola y se colocó la primera piedra para una futura Iglesia
para el Oratorio y para los locales anexos. Desde el primer año visitó las Casas de la Misión del
Vicariato de Méndez y Gualaquiza para animar a los queridos Hermanos e Hijas de María
Auxiliadora, que con heroísmo sublime ofrecen su vida en las inhospitalarias y húmedas selvas
del Oriente Ecuatoriano para evangelizar y civilizar a los salvajes Jíbaros.
El viaje es siempre penosísimo. Se deben pasar los Andes a más de 4000 metros y viajar
algunos días a caballo y a pie por peligrosísimos senderos que bordean precipicios. En uno de
estos viajes sufrió una peligrosa caída de un caballo que milagrosamente no le costó la vida.
Después de varias conversaciones, con la colaboración de los Cooperadores locales, pudo abrir,
con el permiso de los Superiores Mayores, la casa de Rocafuerte.
En 1929 tomó parte en el Capítulo General y el venerado Rector Mayor, el Siervo de
Dios Don Felipe Rinaldi, lo nombró Inspector de Centro América y Panamá. Llegado a la nueva
sede, su primera preocupación fue la de dotar la Casa de Formación de Ayagualo de todo lo
necesario para el funcionamiento de la sección Aspirantes-Noviciado-Filosofado y del incipiente
Instituto Normal. En breve tiempo un nuevo y vasto salón pudo recibir a los Clérigos de
Filosofía y un nuevo artístico altar de mármol de Carrara adornó la Capilla del Instituto. En la
ciudad de San Salvador, capital de la República, encontró inconcluso un moderno edificio. Con
celeridad fueron continuados los trabajos y los alumnos pudieron ocupar los nuevos locales.
Dotada la Inspectoría del personal docente especializado para los Estudios Teológicos,
pidió y obtuvo del Rector Mayor, Don Rinaldi, permiso para el Decreto correspondiente para
abrir el Estudiantado Teológico, en la ciudad de Santa Tecla, El Salvador. En todas las
Repúblicas florecía la Obra Salesiana. Sólo en una República no había una obra de Don Bosco.
Entrar en Guatemala en aquella época, para un sacerdote era algo muy difícil. Leyes hostiles a la
Iglesia le prohibían la entrada al clero. Con traje seglar entró el Padre Dati, acompañado de su
fiel secretario, el Padre Menichinelli. Fue huésped del Arzobispo y después de varias y
laboriosas conversaciones, pudo obtener de la Curia la entrega de un vasto terreno que el difunto
cooperador, el Canónigo Castañeda, había regalado al Excmo. Monseñor Cagliero, cuando éste
era Internuncio en América Central, para una obra salesiana. El dinámico Padre Siker fue el
primer Director y la Obra Salesiana tuvo un incremento maravilloso.
Sus preocupaciones se dirigieron también a la República de Costa Rica, donde
funcionaba una sola casa salesiana en la ciudad de Cartago. Pero faltaba una Obra Salesiana en la
Capital de la República. Quiso el cielo que una buena señora ofreciera un amplio terreno a los
Salesianos, para abrir en San José de Costa Rica una Obra Salesiana en favor de muchachos
pobres y abandonados. Así se comenzó un modesto edificio. Fueron muchos los cooperadores y
los generosos bienhechores y la Obra tuvo también un magnífico desarrollo.
Mucho se preocupó el Padre Dati de la organización de los Centros de Exalumnos, que
correspondieron generosamente sobre todo en Santa Tecla, Granada, Costa Rica y Panamá.
Terminado su sexenio, aunque de salud precaria, fue nombrado Director del Colegio San
Francisco de Sales de Caracas, VENEZUELA, donde llego el 5 de Septiembre de 1936. Con
infatigable ardor se dedicó al bien de los Hermanos y alumnos. Después de tres años de trabajo,
fue atacado por una fuerte bronconeumonía, que lo obligó a absoluto reposo. Pasados unos meses
de convalecencia en la Escuela Agronómica de Naguanagua, se recuperó un poco y fue destinado
a este Colegio Don Bosco de Valencia, donde permaneció por más de 26 años consecutivos,
dándonos ejemplo de las más excelsas virtudes sacerdotales y religiosas.
La figura moral del Padre Dati se puede resumir en el trinomio: piedad, trabajo y
observancia religiosa. Los que lo conocieron íntimamente pueden afirmar que su fervorosa
piedad sacerdotal lo llevaba a cumplir su sacrificio diario en el puesto que le había asignado la
obediencia.
El Sagrario era el centro vital que inspiraba su trabajo diario y donde -recogido en
fervorosa oración- se le veía frecuentemente. El Santo Sacrificio dejaba transparentar su sentido
de piedad y convicción. Muchos preferían que fuera él el celebrante de las misas ofrecidas,
persuadidos de que así obtenían con más seguridad las gracias que pedían a Dios.
Su celo sacerdotal se difundió especialmente en la predicación de la Palabra Divina y en
los últimas tiempos en el perdón y el consejo que repartía en el Sacramento de la Penitencia,
cuyos frutos recogieron los fieles y los muchachos del Colegio, a pesar de los achaques de la
edad.
En Junio de 1956 celebró sus Bodas de Oro sacerdotales rodeado de los Hermanos y del
Clero secular y religioso, con el Obispo a la cabeza. Fue un público testimonio de veneración y
respeto, en verdad extraordinario, como un eco de las palabras que le dirigiera el Revmo. Rector
Mayor, Don Renato Ziggiotti: "Con gran placer he sabido que el próximo ocho de Julio celebrará
sus Bodas de Oro. Es una fortuna que tienen sólo pocos hermanos nuestros y el Señor la concede
sobre todo a aquellos que pueden ser llamados los pioneros de nuestras obras en Italia y en el
mundo. Usted es en verdad un pionero y sobre todo un buen salesiano que ha sabido copiar en sí
mismo las virtudes y el celo de nuestro Fundador y Padre, y ha infundido nuestro espíritu en
muchísimos hermanos, que ahora trabajan especialmente en esas Inspectorías americanas".
El Padre Dati fue un trabajador incansable. Como salesiano legítimo quiso vivir siempre
al lado de los muchachos, dispuesto a amarlos en Dios, mientras les sugería el camino de la
virtud y la fuga del mal.
Ajeno a toda publicidad y ostentación, amaba su trabajo silencioso de todas las horas,
bajo la mirada de Dios. Durante 14 años dirigió la Escuelita Domingo Savio, anexa al colegio
Don Bosco.
Con ejemplar constancia, casi olvidándose de su ancianidad y de sus frecuentes molestias
físicas, era entre sus alumnos el índice extendido hacia la perfección cristiana y la adquisición de
las ciencias humanas, indispensables en el mundo moderno.
Por su trabajo en la enseñanza, el Señor Ministro de Educación incluyó su nombre en la
lista de maestros beneméritos y así fue honrado por el Gobierno Nacional con la Medalla "27 de
Junio", en su Primera Clase, que le fue impuesta por el Reverendísimo Padre Inspector, delegado
al efecto por el Despacho. De esa manera se manifestaba el reconocimiento de la Nación. El
Obispo Diocesano, gran admirador del festejado, subrayó con su presencia el júbilo de la
Inspectoría en el acto solemne.
Los Superiores, por una exquisita caridad, más de una vez le ofrecieron un paréntesis en
su actividad, pero su respuesta era siempre la misma: "Hasta cuando me lo permitan las fuerzas
no dejaré de trabajar". Y fue fiel a su lema hasta la víspera de su muerte, con la perfecta
actuación de las palabras de Don Bosco: "Cuando suceda que un salesiano muera en el trabajo, la
Congregación habrá obtenido un gran triunfo".
Su espíritu de observancia religiosa nos obliga a creer que vivía la Regla, como lo pueden
afirmar todos los que en la Comunidad han podido constatarlo. Puntual y exacto, precedía a los
Hermanos en los diversos actos de la vida común, como heraldo e intérprete de los deberes
religiosos, que él cumplió plenamente, dando así un magnífico ejemplo sobre todo a los
salesianos jóvenes.
Era ejemplar en el pedir permiso cuando de ello había menester, como un simple novicio.
Era ejemplar igualmente en hacer su Cuenta de Conciencia, siempre por escrito y con una
caligrafía nítida. La larga trayectoria de súbdito y superior por tantos años, había formado su
espíritu a la obediencia a la Regla, fuente de meritoria penitencia y de edificación en el ámbito de
la vida común.
A la vigilia de su muerte, que él presentía, pidió cenar un poco antes, pero luego quiso
quedarse con la comunidad hasta la hora acostumbrada, como un último adiós.
Terminadas las oraciones de la noche, mientras iba para su cuarto, un hermano le deseó
que se encontrara bien al día siguiente, y él le respondió: "No. Yo parto para la eternidad". Y así
fue. A la mañana siguiente, a las 6:30 am. no se le vio en la sacristía. Se creyó que habría dejado
para más tarde la celebración de la misa. Pero al entrar en su cuarto, lo encontraron ya cadáver, si
bien con síntomas de que la muerte lo había sorprendido poco antes. Se le administraron los
santos sacramentos bajo condición, mientras en casa y fuera se difundía la triste noticia.
El suscrito, ausente desde el día anterior y ya para tomar el avión para el Oriente de la
República, supo el deceso y se apresuró a volver.
Se arregló su cuerpo en ataúd con las Reglas y el Santo Rosario en las manos. Así lo
vieron centenares de personas que al conocer por la radio la noticia, se apresuraron a desfilar
ante los restos mortales de quien tantas veces les había devuelto la paz y la gracia en la
confesión. Entre quienes nos expresaron el pésame estaban el Señor Ministro de Justicia, los
miembros del Poder Legislativo del Estado, el Gobernador y otras personalidades. El Excmo.
Señor Obispo de Valencia, después de la misa, impartió la absolución y se dignó acompañarnos
hasta el Cementerio, al lado del Padre Inspector y de los Directores de las casas cercanas, de los
alumnos de la Escuelita Domingo Savio y de un escogido grupo de cooperadores y amigos de
nuestra Obra.
El Padre Inspector y el Doctor Ignacio Bellera dieron el último saludo al querido Padre
Dati, que nos deja la herencia de sus eximias virtudes religiosas.
Queridos Hermanos: la inesperada muerte del querido Padre Dati, si bien deja un vacío
en nuestra comunidad y en toda la Inspectoría, nos asegura la presencia de un nuevo intercesor
en el cielo, al lado de María Auxiliadora.
Quiera el Señor, dueño de la mies, hacer surgir otras vocaciones que tengan el sello
ejemplar que vimos en el Padre Dati, cuya personalidad, austera y amable al mismo tiempo,
mantuvo vívidas y presentes en el siglo XX las virtudes y tradiciones de tantos salesianos de la
segunda generación, que bebieron la santidad en las mismas fuentes de la Congregación, la cual,
hoy más que nunca debe mirar al pasado como centro de inspiración para las glorias futuras.
Mientras os encomiendo el alma del Padre Dati, os ruego que tengáis un recuerdo por
esta casa, y por quien se profesa vuestro hermano en Don Bosco Santo,
Sac. Ricardo Alterio
Director
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