Trabajo práctico de Historia Proyecto de investigación: Política romana Materia: Historia Profesor: Enrique García Año y división: 1° 1a Ciclo lectivo 2002 Buenos Aires Argentina Integrantes: − Pablo Giudice − Martín Varela − Juan Ignacio Waissmann − Sebastián Rodríguez Chiarini − Nicolás Cosachov Índice Introducción Este trabajo monográfico fue propuesto por el profesor Enrique García de la cátedra de Historia. El cual trata, principalmente la organización política durante las tres etapas de la historia romana: Monarquía, Republica e Imperio. En el siguiente trabajo trataremos de rechazar o confirmar la siguiente hipótesis mediante información recopilada en libros e Internet: La organización política implementada por los romanos hizo que fuera una de las civilización más avanzada de todos los tiempos. Marco teórico 1 Geografía Romana Italia es un país montañoso. Dos grandes cordilleras, la de los Alpes y la de los Apeninos, cruzan su suelo en distintas direcciones y lo dividen en diversas regiones naturales: Italia continental, Italia peninsular e Italia insular. En la historia, los romanos ocuparon toda Italia, pero su lugar de origen es la Italia peninsular. Los Apeninos son el eje montañoso de la Italia peninsular a la que atraviesan de extremo a extremo, en dirección norte a sur, dividiéndola longitudinalmente en dos zonas desiguales: la del este, orientada hacia el Mar Adriático y la del oeste que mira al Mar Tirreno. La zona del Adriático es abrupta y pobre, pues allí los Apeninos multiplican sus ondulaciones hasta muy cerca de la costa y determinan una naturaleza accidentada y rocosa poco propicia para la agricultura. La zona italiana del Tirreno presenta, en cambio, un aspecto muy distinto. Allí, entre los Apeninos y el mar, se extienden tres regiones feraces: Etruria, Lacio y Campaña que desempeñaron un importante papel en la historia de Italia. Origen de Roma Existen dos leyendas míticas sobre el origen de Roma. En ciertas partes estas concuerdan, pero cuentan con diferencias en el comienzo de la historia. Una leyenda romana cuenta que Eneas, un general troyano que había escapado el finalizar la famosa guerra relatada por Homero en La Ilíada, se refugió en la llanura del Lacio donde su hijo fundó la ciudad de Alba Longa. Cuatro siglos más tarde, uno de sus reyes fue destronado por su hermano, quien también ordenó arrojar al río Tiber una canasta con sus nietos: los mellizos Rómulo y Remo. Sin embargo, la canasta quedó varada en la orilla del río y los mellizos sobrevivieron gracias a una loba que los amamantó y a unos pastores que los encontraron y criaron durante varios años. El otro mito indica que la leyenda comienza con la llegada de Eneas al Lacio luego de la Guerra de Troya. En el Lacio, uno de sus descendientes fundó la ciudad de Alba. Algunos siglos más tarde, uno de los reyes de esa ciudad, Numitor, fue destronado por su hermano Amulio. Para garantizar su seguridad, el usurpador ordenó matar a todos los hijos varones de su hermano y, para evitar que su única sobrina, de nombre Rea Silvia, tuviera descendencia, la obligó a hacerse sacerdotisa. Sin embargo, Rea Silvia tuvo dos hijos gemelos, Rómulo y Remo, con Marte, dios de la guerra. Al igual que la otra historia, el rey ordenó que los niños fueran arrojados al río y obtuvieron la misma crianza. Muchos historiadores afirman que la loba no existió y que los niños siempre fueron cuidados por los pastores; y se relaciona a la mujer con una loba ya que en esos tiempos a las prostitutas se las denominaba de esa manera y se dice que la pastora ejercía esa profesión. A partir de este momento, las historias coinciden. Cuando los mellizos fueron mayores, conocieron su verdadera identidad, repusieron a su abuelo en el trono de Alba. Como recompensa su abuelo lo dejo fundar una ciudad en el Monte Palatino, aquellos parajes en los que habían sido salvados y criados. Para resolver quien era el jefe consultaron la voluntad divina expresada por el vuelo de los pájaros. Rómulo contó 12 buitres y Remo 6. A Rómulo le tocó trazar los límites de la futura ciudad y ordenó que nadie les traspasara, pero Remo (desafiando a su hermano) no acató la orden y fue asesinado por Rómulo. Desde entonces, nadie se atrevió a desafiar la autoridad de Rómulo y la nueva ciudad recibió un su honor el nombre de Roma. Estas leyendas tienen origen en los años en que los romanos se expandieron hacia las colonias griegas del sur de la península. Muchos historiadores piensan que la leyenda sirvió para justificar las guerras de conquista, presentándolas como una revancha por la guerra perdida en el pasado por los troyanos ante los griegos. 2 Períodos de la historia romana Por regla general, la historia de Roma se divide en tres partes; aunque otras divisiones tienen también alguna justificación: Monarquía, época de la República u época del Imperio. Conforme a la tradición más común, Roma fue fundada en el año 753 a. C., según la leyenda por Rómulo luego de asesinar a Remo. Tarquino el Soberbio, el último de los reyes, fue expulsado en el año 510 a. C.. Los relatos de este período son en su mayoría leyendas. La época de la República, desde el año 509 hasta el 27 a. C., es aquella en que Roma conquistó la supremacía en Italia primero y luego en el Mediterráneo; la época en que adquirió, entre éxitos y derrotas, su experiencia su experiencia política y administrativa y asimiló la civilización de otros pueblos. El último siglo es un siglo de desbarajustes político, de expansión comercial y financiera y de confusión moral. La tercera época, que empieza en el año 27 a. C., es la del Imperio o, mejor, de la Roma Imperial. La mayor parte, en el sentido territorial, fue adquirida en la segunda época. Los dos primeros siglos de esta época son, en términos generales, los años constructivos del imperio, los años en que los romanos empezaron a dejar sus huellas más permanentes en las naciones del mundo romano. Desarrollo Como ya hemos especificado en el marco teórico, la historia de Roma se divide en tres períodos: Monarquía, República e Imperio. A continuación detallaremos la monarquía. Monarquía romana (753 a.C.−510 a.C.) Desde su fundación hasta fines del siglo VI antes de Cristo, Roma fue una ciudad−estado gobernada por un rey. Sus habitantes estaban organizados en dos clases sociales fuertemente diferenciadas: una minoría dominante, formada por los patricios, y una mayoría de campesinos y artesanos, los plebeyos. Los siete reyes romanos: Rómulo (753−715 a.C.): Tuvo un carácter guerrero y sentó las bases políticas de Roma. Renovó la ciudad con sangre sabina (rapto de las sabinas). De este modo logró una alianza con el pueblo Sabino. Conquistó y anexionó los suburbios de Roma. Organizó el ejército. Creó el senado, órgano consultivo, formado por cien senadores elegidos por su aristocracia y vejez. Dividió al pueblo en tres tribus y a estas tribus en treinta curias. De este modo creó los comicios curiados, órgano electivo de los futuros reyes. No se sabe cual fue el fin de Rómulo. Según la leyenda desapareció en medio de una tormenta. Numa Pompilio (715 − 672 a.C.): Según la tradición el sucesor de Rómulo fue el sabino Numa Pompilio, que inspirado según la leyenda por la ninfa Egeria, su esposa, creó la religión romana y reguló el culto y las funciones de los sacerdotes. Bajo su reinado se edificó el templo de Jano. Tulio Hostilio: A Numa, príncipe pacifico, le sucedió el belicoso Tulio Hostilio, que destruyó Alba Longa. Bajo su reinado tuvo lugar el combate de los Horacios contra los Curiacios. Los patricios de Alba Longa fueron admitidos en el senado romano y Tulio Hostilio murió poco después por un rayo. Anco Marcio y Tarquino el antiguo: Estos dos reyes, aunque legendarios también son figuras saturadas de significado histórico. Anco Marcio, nieto de Numa, venció a los latinos coligados contra Roma. Constantemente la leyenda refleja este hecho real, las luchas continuas de Roma con sus vecinos. También extendió el territorio hasta el mar, fundando el puerto de Ostia, fortificó el monte Capitolio y tomó medidas contra posibles ataques de los etruscos. En el Aventino colocó almacenes de sal y construyó el puente 3 Sublicius, enteramente de madera sin tener un solo clavo. De construcción data el origen de la fortuna comercial de Roma. Tarquino el antiguo: Fue el sucesor de Anco, lleva el nombre de una noble familia etrusca de Caere. La tradición le presenta como un tirano y además de origen extranjero: era hijo de un griego llamado Demarato, que había huido de Corinto de la tiranía de Cipselo, en el año 658 a. C. Tarquino I había fundado la hegemonía romana sobre los latinos y vencido a los sabinos; pero quiso implantar en Roma la magnificencia y el colosalísmo de las obras publicas de los etruscos, por lo que tiranizó al pueblo sometiéndolo a corveas y haciéndole trabajar en la construcción de la cloaca máxima. Instaló también los fundamentos del Capitolio. Los artistas y los dioses de Etruria penetraron en Roma. Tarquino murió asesinado por un hijo de Anco Marcio. En el fondo de esta leyenda se oculta tal vez una conspiración nobiliaria y nacionalista romana contra la supremacía de los etruscos, o sea de los extranjeros. Servio Tulio: Según la leyenda, apenas hubo sido asesinado Tarquino, su viuda, la reina Tanaquil, para ocultar la noticia al pueblo, dijo que el rey padecía solo una ligera herida, y mientras se curaba, su yerno Servio Tulio reinaría en su lugar. Así subió al trono Servio Tulio, presentado por la orgullosa tradición patricia como el hijo de una sierva (de donde su nombre Servius), simboliza tal vez las tendencias democráticas y reformadoras de la monarquía frente al individualismo feudal de las grandes estirpes romanas. Servio Tulio creó durante su reinado toda una constitución, la llamada reforma centuriata, dividió en forma administrativa a Roma en cuatro barrios o tribus urbanas y la implantación del censo, dividiendo a los ciudadanos romanos en cuatro clases, según la fortuna, no según su nacimiento. Esta medida iba dirigida contra el exclusivismo aristocrático, permitiendo que a partir de ella fuesen admitidos a participar en los asuntos públicos, no sólo los nobles, sino también los que habían conquistado la fortuna con su trabajo. Las medidas de Servio Tulio eran, en cierto modo, democráticas. Se atribuye también a Servio la construccion de un muro que rodeaba la ciudad, el muro serviano. No todas las fuentes concuerdan acerca de su leyenda: unos le hacen etrusco, y otros hijo de dios. Lo más significativo para nosotros es que las reformas de Servio despertaron el odio de la nobleza y acabó asesinado. Tarquino el soberbio: Fue el yerno de servio Tulio. Después de haber participado en el asesinato de su suegro, tomó el nombre dinástico de Tarquino II y se comportó tiránicamente. Rodeado de una guarda de mercenarios, gobernó a despecho de las leyes, implantando un régimen de terror y sometiendo al pueblo a corveas para que trabajase en las grandes obras públicas. En realidad, en la figura de los tarquinos debe verse un período de dominación etrusca. La tradición dice que Tarquino el soberbio enamorado de una dama de la aristocracia romana, llamada Lucrecia, la solicito, y habiéndose resistido ella por virtud, el rey aprovechó una ausencia del marido y de los parientes de la dama para ultrajarla. Un noble llamado Junio Bruto conspiró con el esposo y el padre de Lucrecia para derivar la monarquía y expulsar a los etruscos de Roma. Tarquino huyó a Tusculum, después a Cumas y la realeza fue abolida. Las instituciones del estado durante la monarquía: El rey: era el jefe supremo en el orden político y militar. La monarquía era electiva y el soberano ejercía el mandato (imperium) con el consentimiento del pueblo. En cierto aspecto era el propietario de la ciudad y aunque su autoridad también comprendía las cuestiones religiosas, en la práctica estuvo limitado por el Senado y la Asamblea de las Curias. El senado: integrados por los jefes de las gens más importantes, tenía la atribución de aconsejar al rey en los temas más importantes, elegía al rey en caso de muerte y podía vetar las leyes de la Asamblea. De acuerdo a la tradición el Senado fue instituido por Rómulo y contó con 100 miembros. A fines de la monarquía contó con trescientos y fue incrementado durante la república. La Asamblea o Comicios Curiados: tenía derecho a declarar la guerra y aceptar o rechazar la designación del nuevo rey hecha por el Senado. Aunque estaba integrado por todos los varones adultos, eran los patricios 4 quienes tomaban las decisiones. En la ultima etapa de la monarquía, los Comicios Curiados fueron reemplazados por los Comicios Centuriados (el pueblo era convocado para integrar el ejército). Con la creación de los Comicios Centuriados, Servio Tulio trató de disminuir el poder de los patricios, destruyendo sus lazos tribales, en privilegio de una aristocracia basada en la riqueza. Dividió a toda la población en 5 clases, de acuerdo con sus riquezas, y le dio a cada uno determinados derechos. Con excepción de la última clase (la de los ciudadanos más pobres), cada clase estaba a su vez dividida en diversas centurias, que tenían un carácter militar y se relacionaban con el lugar que ocupaban los ciudadanos dentro del ejercito (por ejemplo la caballería, la infantería, etc.). Este nuevo sistema, que negaba las ventajas de nacimiento, permitió a los plebeyos ricos alcanzar mayor influencia. La república Romana (509−27 a.C.) El dominio etrusco y la concentración del poder del rey en prejuicio de la aristocracia, fueron las características del siglo VI a.C. El último Tarquino, apodado el Soberbio, es presentado por la leyenda como un tirano, y su brusca caída (509 a.C.), considerada como un triunfo de la libertad. Este hecho marcó el fin del predominio etrusco y la victoria de los patricios locales, que se estableció así una república aristocrática. Durante los dos primeros siglos de la época republicana ocurrió una doble crisis: el enfrentamiento interno entre patricios y plebeyos por el poder político y, en el orden exterior, una lucha constante en defensa del territorio ante las amenazas de los pueblos vecinos. Ambos factores están conectados: la guerra exterior obligó a recurrir a todos los hombres disponibles. La plebe debió ser incorporada al ejército, lo cual motivó cambios en la organización social y política. Gobierno de la República en su primera etapa (VI−III a.C.) El gobierno lo integraban dos cónsules de origen patricio: duraban un año en sus funciones. El mutuo control y la limitación de su mandato a un año evitaban todo intento de concentración del poder. El mando militar y político era misión de estos magistrados. El Senado era el verdadero centro político de Roma. Trescientos aristócratas ocupaban los cargos de senadores en forma vitalicia. Controlaban a los cónsules y dirigían la guerra, las relaciones exteriores y el cobro de impuestos. En caso de extremo peligro el Senado designaba a un dictador con plenos poderes, por el lapso de seis meses. Existían otras dos asambleas: la asamblea de las centurias (basada en la organización militar de los ciudadanos), que era la que elegía a los cónsules, y la antigua asamblea de las curias, que perdió poder de influencia. En la asamblea de las centurias intervenían patricios y plebeyos, pero los primeros eran los que tenían el verdadero control político. La dictadura de Sila Lo más destacable, pues, de la década de los años 80 a.C. es la misma supervivencia de la república en medio de tantos trastornos. Sila decretó la dictadura, suspendió los derechos individuales y manipuló autoritariamente elecciones y magistrados; pero también tenía considerable talento para resucitar viejas instituciones. Hizo gran número de reformas, que produjeron importantes cambios sociales: −Amplió el Senado a 600 senadores, el doble de los que había antes. Los nuevos miembros reclutados los extrajo de los equites y la clase dirigente itálica, lo que confirmaba los derechos civiles de los antiguos aliados, de modo que no pudiera haber futuras disensiones. −Reformó el ejército para convertirlo en un factor de orden, no de caos, y concedió tierras a los veteranos de las guerras pasadas. −Las magistraturas también fueron reestructuradas y se reformaron sus vías de acceso, de modo que se llegase 5 a ellas a determinadas edades a fin de garantizar suficiente experiencia y probada lealtad. −Finalmente, también se modificó el sistema judicial, otorgando al Senado −del que ahora formaban parte muchos caballeros con experiencia jurídica− su control. Astutamente, los planes de Sila pretendían incluir en la clase dirigente a quienes en años pasados habían sido sus máximos detractores. Realizadas las reformas y convencido de su viabilidad, Sila dimitió de todos sus cargos y se retiró en el 78 a.C., muriendo pacíficamente en su retiro y dando de nuevo muestra de la más poderosa fuerza de Roma: la habilidad para adaptarse a las nuevas circunstancias. La guerra social A finales de los años 90 a.C. hubo un nuevo brote de tensión que comenzó cuando los itálicos empezaron a pedir la ciudadanía romana: los soldados querían obtener los mismos beneficios de licencia que disfrutaban sus camaradas romanos; los mercaderes y comerciantes pretendían las mismas oportunidades que los caballeros romanos, y la aristocracia de las ciudades italianas buscaba la promoción social y política asociada con la ciudadanía. En el 91 a.C. fue asesinado el tribuno de la plebe Marco Druso, que pretendía precisamente la extensión de la ciudadanía romana a todos los aliados. Éstos perdieron la paciencia y comenzó la llamada Guerra Social (90−88 a.C.), un devastador conflicto que degeneró luego en una década de revueltas civiles, a pesar de la generosidad de Roma hacia los vencidos. En el 88 a.C. se concedió finalmente la ciudadanía a los itálicos, pero los romanos que habían perdido familiares en la guerra no aceptaron fácilmente esas medidas; tampoco los itálicos, que no tardaron en sufrir sucesivas tretas para difuminar al máximo su potencial electoral. Cuando todas estas disensiones se hicieron de nuevo violentas, el recurso a la fuerza armada pareció la única solución y quien mejor lo entendió así fue Lucio Sila, un aristócrata que había conseguido éxitos y fama en la guerra social. El primer triunvirato: Pompeyo, Cesar y Craso En verdad, si Pompeyo hubiera querido poderes autoritarios, no necesitaba de la ayuda de Craso y César. En el 62 a.C., a la vuelta de la guerra mitridática, Pompeyo podía haberse hecho fácilmente con el poder absoluto, pero optó por licenciar su ejército y continuar su carrera como un senador más. César , por su parte, fue ganando poder y prestigio por medios regulares, es decir, presentándose candidato en las elecciones oportunas. Y en el caso de Craso , sus riquezas difícilmente hacían de él un revolucionario; por el contrario, murió en el campo de batalla cuando trataba de conseguir −una costumbre muy romana− el prestigio militar. Por otro lado, que los tres se aliasen para beneficio mutuo tiene poco de novedoso considerando la larga tradición de facciones rivales características de la vida política romana. Pero la idea del monopolio político choca contra la existencia de otras facciones −entre ellas las de Lúculo y Catón el Joven− que se opusieron a los triunviros con éxito, evitando que se aprobasen algunas de sus propuestas legales o que salieran elegidos algunos de sus candidatos, incluso consiguieron llevar a los tribunales a varios secuaces de los triunviros. El destino de la república nunca estuvo sellado y, con la adaptabilidad característica de los romanos, el gobierno procuró aminorar las causas del perceptible descontento, mejorando la condición de los más desfavorecidos y distribuyendo nuevas tierras a veteranos y plebeyos. Aunque los historiadores no gusten admitirlo, el azar y los errores también tienen su responsabilidad en el 6 desarrollo de los acontecimientos, como parece haber sucedido en el caso de la crisis desencadenada por la pelea entre Pompeyo y César. La intransigencia del primero y el orgullo del segundo impidieron la reconciliación y sus amigos y partidarios, por diversos y personales intereses, acabaron distanciándolos aún más. Para desgracia de Roma, César era entonces procónsul de la Galia y disponía de tropas experimentadas y leales; con ellas cruzó el Rubicón en el 49 a.C. y desencadenó la guerra civil. La guerra civil : César y Pompeyo. La República ya había pasado por un trance similar con Sila y había sobrevivido. Ahora, sin embargo, no hubo segunda oportunidad, quizá debido a que los nuevos líderes contaban con un apoyo más amplio, diversificado y personal que antes, cuya participación requirieron. En consecuencia, la discordia civil en Roma acabó siendo una guerra de ámbito mediterráneo (49−45 a.C.) que devastó Italia, las provincias e incluso estados extranjeros, como sucedió en el Egipto de Cleopatra. En el 48 a.C., Pompeyo murió asesinado, pero sus lugartenientes y partidarios siguieron luchando con obstinación. El espectacular suicidio de Catón el Joven, en el 46 a.C., animó aun más la resistencia de los anti−cesarianos, que sólo se rindieron tras una cruel y casi indecisa batalla peleada en Munda (Hispania). Al final, el costo de la victoria había sido excesivo, tanto en vidas humanas como en confianza en el sistema: el antiguo orden estaba perdido. La dictadura de César César quedó al frente de Roma como dictador. Sus propósitos finales son difíciles de determinar con certeza, aunque parece improbable que tratase de imponer una monarquía de estilo oriental. La tarea de reconstrucción le obligó a tomar medidas en el campo económico, social y político: restablecimiento del Senado, cuyos miembros habían sido prácticamente masacrados en la guerra civil; leyes sobre las deudas, los repartos de tierra y el abastecimiento y distribución del trigo; también se retocó el sistema de administración territorial; el único plan que no pudo llevar a cabo fue la guerra contra Partia. Aun con sus poderes extraordinarios, César nunca estuvo a salvo de las críticas. Sus oponentes eran tanto enemigos de antaño que habían sido perdonados como antiguos partidarios que encontraban insoportable la posición constitucional del dictador. Una conjura planeada por Marco Bruto y Cayo Casio consiguió triunfar y, en los idus de marzo del 44 a.C., César fue asesinado. El segundo triunvirato : Marco Antonio, Octavio y Lépido El magnicidio inauguró un nuevo ciclo de violencia que duró algo más de una década. Bruto y Casio se proclamaron a sí mismos liberadores y anunciaron la restauración de la República, un eslogan que tuvo mucho éxito, especialmente entre las clases medias y altas de Italia. Sin embargo, los veteranos de César se movían por principios más materiales, y el control de esas legiones y de las clientelas provinciales fue la clave del éxito para quienes se consideraban los herederos y vengadores 7 del dictador: su lugarteniente, Marco Antonio , y su sobrino nieto, Octavio . Este último tenía, por aquel entonces, 19 años y era llamado despectivamente por Cicerón el chaval ; sin embargo, la preeminencia de éste quedó determinada al abrirse el testamento de César y saberse que le había nombrado su heredero universal, lo que fue suficiente para ganarse la lealtad de las legiones. En el 43 a.C., Marco Antonio, Octavio y Lépido constituyeron el segundo triunvirato. Los triunviros, a los que Roma había concedido el poder absoluto durante cinco años para organizar el gobierno, acordaron que Lépido se quedase en Roma, mientras Marco Antonio y Octavio planearon el asesinato de Cicerón y la muerte y confiscación de los bienes de los asesinos de César y de sus partidarios, que fueron derrotados en la batalla de Filipos (42 a.C.). Los vencedores se repartieron las provincias, tomando Octavio el Occidente, Antonio el Oriente y Lépido el África, pero a este último se le obligó a dimitir del cargo en el 36 a.C. La guerra civil : Marco Antonio y Octavio. En los años siguientes, las relaciones de Octavio y Marco Antonio se deterioraron progresivamente, aunque hubo períodos de tregua marcados con enlaces matrimoniales. Marco Antonio basaba su fuerza en el Este, especialmente en Cleopatra VII y en las riquezas de Egipto; Octavio, por su parte, contaba con las provincias occidentales y, mediante una hábil propaganda, consiguió desacreditar a su oponente hasta el punto de que la guerra entre ellos no pareció civil sino la respuesta al ataque de una potencia extranjera. La campaña terminó con la victoria naval de Octavio frente a las costas de Actium (31 a.C.). La batalla, aunque a nivel militar no fue especialmente importante, cambió el destino de muchos: Antonio y Cleopatra tuvieron un trágico fin, mientras Octavio pasó a ser el dueño único de Roma. La magistratura romana Magistrados Duración Cantidad Cónsul 1 año 2 Pretores 1 año 2 Censores 18 meses 4 Ediles curules 1 año 10 Cuestores 1 año 10 Tribunos de la plebe 1 año 10 Función Dirigían el estado y en tiempos de guerra mandaban los ejércitos. Eran los encargados de administrar la justicia. Se ocupaban de elaborar el censo de los ciudadanos de acuerdo con su fortuna. Vigilaban el comportamiento de los senadores. Eran los responsables del mantenimiento del orden y del abastecimiento de la ciudad de Roma. Contabilizaban los gastos del tesoro. Podían vetar cualquier decisión que afectara los intereses de los plebeyos. Etapas de la expansión romana 8 A lo largo del siglo V a.C. los romanos conquistaron la región del Lacio. En el siglo IV a.C., Roma fue conquistada por los galos, pueblo de origen celta que llegó desde el norte y que solamente se retiraron cuando los romanos aceptaron pagarles tributo. Reorganizadas sus fuerzas, Roma volvió a imponerse en el Lacio y tras una serie de guerras, sometió a los samnitas, belicosos montañeses que dominaban parte de la península. Dos décadas después iniciando el siglo III a.C., el Lacio, Campania, Apulia y todos los territorios al sur del río Arno hasta el límite con la Magna Grecia, quedaron bajo el poder de Roma. Una sociedad cambiante La sociedad romana estuvo en permanente crecimiento y en contacto con otros pueblos, muchas veces de cultura superior. La sociedad romana se caracterizó por su constante evolución. El ascenso de la plebe Pese al predominio de los patricios, la plebe romana logró una serie de sucesivas conquistas que mejoraron su ubicación inicial: Roma nunca llegó a ser una democracia en el sentido moderno del término, pues solo los sectores superiores de la plebe, los ricos, fueron los que realmente se incorporaron al patriciado en función de gobierno. En los comicios o asambleas de las centurias, por ejemplo, después de la primera guerra púnica, el aumento del número de las centurias participantes hizo que, para lograr una mayoría, ya no alcanzaron sólo los votos de la primera clase, sino también los de la segunda, la tercera y aun la cuarta. Los menos pudientes siguieron sin tener influencia en el poder. El comicio de tribus poco representó siempre los intereses populares. En realidad, allí concurría una minoría y los ricos podían imponer sus decisiones mediante el soborno o el peso de sus numerosas clientelas. Los nobles, una clase media integrada por los plebeyos enriquecidos a través del matrimonio con el patriciado, originó una nueva aristocracia, a la que se accedía por ocupar cargos en el gobierno. Las guerras púnicas Una serie de tres guerras que los historiadores romanos llamaron púnicas, se desarrollaron durante los siglos III y II a.C. En ellas se enfrentaron durante varias generaciones dos Estados: Roma y Cartago. Su escenario geográfico fue el mediterráneo occidental, pero el resultado de la lucha produjo consecuencias que también afectaron a los pueblos de las regiones orientales del mismo mar. Crisis de la República El siglo que siguió a la destrucción de Cartago se caracterizó por profundos y violentos cambios en la vida interna de Roma. Esta crisis obedeció a diversos motivos. Causas de la crisis Las rivalidades entre patricios y plebeyos, que no habían sido superadas por las reformas anteriores. Los conflictos sociales provocados por el descontento de los italianos sometidos a Roma y las rebeliones de 9 esclavos. La situación de los pequeños propietarios campesinos arruinados por las largas guerras y por la competencia del trigo extranjero. La profesionalización del ejército y el surgimiento de caudillos militares. Las ambiciones personales de nuevos líderes político−militares que intentaron concentrar el poder en sus manos. El imperio Romano (27 a.C. − 476 d.C.) Luego de su triunfo sobre Marco Antonio, Octavio fue concentrando un gran poder en sus manos e inauguró un nuevo sistema político, el Principado. Con Octavio, comenzó una nueva etapa en la historia de Roma: el Imperio. La era de Augusto (31 a. de C.−14 d. de C.) En el año 27 a. de C., Octavio proclamó la "restauración de la República". Comprendió la necesidad de apaciguar a la clase gobernante senatorial y se dio cuenta, a partir de la experiencia de julio César, de que no podía ejercer el poder de un modo tan obvio. Únicamente las formas republicanas tradicionales podían satisfacer a la aristocracia senatorial. Al mismo tiempo, Octavio era consciente de que la República no podía ser restaurada del todo y se las arregló para llegar a un compromiso que fuera funcional, al menos mientras él viviera. En el 27 a. de C., el senado le concedió el título de Augusto: "el reverenciado". Prefirió el título de princeps, que significaba el ciudadano principal, o el primero entre iguales. Al sistema de gobierno que Augusto estableció a veces se le llamaba principado, insinuando la idea de un monarca constitucional que gobierna con el senado. Pero, si bien Augusto luchó por mantener esta apariencia, en realidad el poder estaba muy cargado a favor del princeps. Después del devastador caos político de los últimos días de la República, no debería sorprender que la posición del princeps llegará a ser a la larga, la de un monarca absoluto. El nuevo orden constitucional En el nuevo orden constitucional que creó Augusto, la estructura básica gubernamental consistía en un princeps (Augusto) y un senado aristócrata. Augusto conservó el senado como el principal cuerpo deliberativo del estado romano. Sus decretos, filtrados de antemano por el princeps, ahora tenían fuerza de ley. El senado controlaba de manera oficial los desembolsos del tesoro público y servían como corte suprema de justicia. Sin embargo, pese a sus poderes, el senado no era un socio cabal igual que el priceps. El título de Princeps −primer ciudadano del estado− no implicaba en sí un poder. No obstante, si bien Augusto deseaba evitar la apariencia de autoridad absoluta, no tuvo la menor intención de renunciar a su control. Al principio, el fundamento legal del poder de Augusto residía en el cargo de cónsul, el cual ejercía cada año, desde el 31 a. de C., esto le dio el imperium, o el derecho de gobernar. Esta situación duró hasta el año 23 a. de C., cuando Augusto renunció al consulado y se le concedió un mayor proconsulado, o maius imperium (un mayor imperium que el de cualquier otro) Ahora, el consulado resultaba innecesario. Más aún, es muy probable que en el año 23 a.de C., se le haya otorgado la tribunicia potestas, el poder de un tribuno, sin ejercer de hecho el cargo en sí. Este poder te permitía proponer leyes y vetar cualquier asunto de interés público. En forma periódica, también asumió el poder de censor, que le permitía revisar la lista de ciudadanos y la nómina de senadores. En el año 12 a. de C., Augusto fue elegido también pontifex maximits (pontífice máximo), o cabeza de la religión estatal oficial. Si bien los funcionarios continuaron siendo elegidos, la autoridad de Augusto aseguraba que ganasen sus candidatos a cargos. Esta situación provocó que la participación en las elecciones disminuyera. En consecuencia, las asambleas populares −despojadas de cualquier participación real en las elecciones y ensombrecidas de forma creciente por los decretos del senado− gradualmente declinaron 10 en cuanto a su importancia. El imperio y sus instituciones. Gran parte del éxito de la reforma se debe a que el gobierno de Augusto duró casi medio siglo −casi dos generaciones−, y hubo tiempo de modificar esencialmente el Senado, las magistraturas, el ejército y las provincias. El senado. La transformación del Senado vino favorecida por las propias circunstancias. La oligarquía había sido la lógica víctima de las guerras civiles y las familias nobles apenas podían cubrir las vacantes senatoriales. El nuevo Senado era ahora más grande y, en las tres revisiones que Augusto llevó a cabo, sus 600 miembros se reclutaron entre las grandes familias, entre los partidarios del Principado y entre miembros destacados de las oligarquías italiana y provinciales. Además, se reguló el acceso a la dignidad (el llamado orden senatorial) y se hizo hereditaria, de modo que sólo los hijos de senadores eran elegibles para suceder a sus padres. El Senado siguió constituyendo el órgano consultorio del Príncipe y, con el tiempo, sustituyó a la asamblea popular en la elección de los magistrados. El ideal constitucional de muchos emperadores habría sido un gobierno compartido con el Senado, que debía ratificar las decisiones imperiales, pero la autocracia creciente hacía difícil distinguir las críticas de la oposición y los senadores eran conscientes de que, en última instancia, sus vidas, sus fortunas y sus familias estaban en manos del príncipe. En consecuencia, el Senado perdió su anterior papel para convertirse en un servidor del príncipe. Las provincias A partir del año 27 a. C, hubo dos clases de provincias: las senatoriales y las imperiales. La diferencia entre ambas estaba en la presencia o no de fuerzas militares permanentes: en las primeras, indefensas, el Senado designaba a los gobernadores, que sólo conservaban de la época republicana los nombres de procónsules y propretores; en las otras, con fuertes contingentes militares en su suelo, el imperio correspondía al Príncipe que las gobernaba mediante lugartenientes. El organigrama era el mismo para las dos clases. El gobernador ya no tenía los poderes absolutos, la autonomía o el fuero de los promagistrados republicanos, sino que habían sido limitados en lo administrativo y en lo territorial. Cada territorio tenía siempre algún consejo o asamblea, en ocasiones de tipo religioso o festivo, que permitía al gobernador disponer de un órgano consultivo y representativo de la provincia. Finalmente, según los casos, había representantes que se encargaban por cuenta del emperador de la percepción de determinados impuestos o de la administración de recursos de especial importancia (minas, fundiciones, almacenaje de granos y aceite, etc.). Las ciudades, sobre todo si eran de ciudadanos romanos, disponían de una amplia autonomía. La dinastía de los Flavios (69 a.C. − 96 a.C.) 11 Los breves reinados de Galba, Otón y Vitelio entre los años 68 y 69 d.C. fueron seguidos por el de Vespasiano, que junto a sus hijos, los emperadores Tito y Domiciano, constituyen la dinastía de los Flavios. Resucitaron la sencillez de la corte en los comienzos del Imperio e intentaron restaurar la autoridad del Senado y promover el bienestar del pueblo. Fue durante el reinado de Tito cuando se produjo la erupción del Vesubio que devastó la zona al sur de Nápoles donde se encontraban las ciudades de Herculano y Pompeya. Aunque la literatura floreció durante el reinado de Domiciano, éste se convirtió en sus últimos años en una persona cruel y un gobernante tiránico. Este periodo de terror sólo acabó con su asesinato. La dinastía de los Antonios (96 a.C. − 192 a.C.) Marco Coceyo Nerva (96−98) fue el primero de los denominados cinco buenos emperadores junto a Trajano, Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio. Cada uno de ellos era elegido y adoptado legalmente por su predecesor según su habilidad e integridad. Trajano llevó a cabo una campaña contra los dacios, armenios y partos, permitiendo que el Imperio alcanzara su mayor extensión territorial; también destacó por su excelente administración. El escritor satírico Juvenal, el orador y escritor Plinio el Joven y el historiador Tácito vivieron bajo el reinado de Trajano. Los 21 años de gobierno de Adriano también fueron un periodo de paz y prosperidad; tras ceder algunos de los territorios más orientales, Adriano consolidó el resto del Imperio y estabilizó sus fronteras. El reinado de su sucesor, Antonino Pío se caracterizó igualmente por el orden y la paz. Las incursiones de varios pueblos emigrantes sobre diversas zonas del Imperio agitaron el reinado del siguiente emperador, el filósofo estoico Marco Aurelio, que gobernó junto a Lucio Aurelio Vero hasta el fallecimiento de este último. Marco Aurelio fue sucedido por su disoluto hijo Lucio Aurelio Cómodo, considerado como uno de los más sanguinarios y licenciosos tiranos de la historia. Fue asesinado en el 192 y con él finalizó la dinastía de los Antoninos. Luego de los breves reinados de Publio Helvio Pertinax (193) y Didio Severo Juliano fueron seguidos por el de la breve dinastía de los Severos. Dinastía de los Severos A esta breve dinastía la integraron: Lucio Septimio Severo (193−211): Fue un hábil gobernante Carcalla (211−217): Se dice que en el año 212 entregó la ciudadanía romana a todos los hombres libres del Imperio romano a fin de poder cobrarles impuestos a los que sólo estaban sometidos los ciudadanos. Heliogábalo (218−222) : Se destacó por su corrupción Alejandro Severo (222−235) : Se destacó por su justicia y sabiduría. El gobierno de Diocleciano (284 − 305) Gobernante capaz, Diocleciano llevó a cabo un buen número de reformas sociales, económicas y políticas: eliminó los privilegios económicos y políticos que habían disfrutado Roma e Italia a costa de las provincias, intentó regular la creciente inflación mediante el control de los precios de los alimentos y de otros productos básicos, así como del salario máximo de los trabajadores, instituyó un nuevo sistema de gobierno en el cual él y Maximiano compartieron el título de 'augusto', a fin de establecer una administración más uniforme en todo el Imperio. Sus poderes fueron reforzados por el nombramiento de dos césares, Galerio y Constancio, instaurando así el régimen de tetrarquía (dos augustos y dos césares). Diocleciano controlaba Tracia, Egipto y Asia, mientras que su césar Galerio gobernaba las provincias danubianas. Maximiano administraba Italia y África y su césar Constancio, Hispania, la Galia y Britania. La tetrarquía creó una maquinaria administrativa más sólida pero aumentó la ya enorme burocracia gubernamental con cuatro sectores imperiales y sus 12 correspondientes funcionarios, lo que supuso una enorme carga financiera para los limitados recursos imperiales. Diocleciano y Maximiano se retiraron en el 305 y dejaron a los dos nuevos césares inmersos en una guerra civil, que no acabó hasta la ascensión de Constantino I el Grande en el 306. Constantino I el Grande (306−337) Constantino, que había sido con anterioridad césar en Britania derrotó a sus rivales en la lucha por el poder y reunificó el Imperio de Occidente bajo su mando. Tras derrotar en el 314 a Licinio, emperador de Oriente, Constantino quedó como único gobernante del mundo romano. Se convirtió al cristianismo, que había hecho su aparición durante el reinado de Augusto y que, a pesar de las numerosas persecuciones de que fue objeto, se había difundido durante el mandato de los últimos emperadores; a finales del siglo IV, se convirtió en la religión oficial del Imperio. Constantino estableció la capital en Bizancio, ciudad reconstruida en el 330 y rebautizada con el nombre de Constantinopla (actual Estambul). La muerte de Constantino (337) marcó el inicio de la guerra civil entre los césares rivales, que continuó hasta que su único hijo vivo, Constancio II reunificó el Imperio bajo su mando. El fin del mundo romano en occidente En el siglo V el imperio fue perdiendo su poder poco a poco, las provincias se del Imperio romano de Occidente se empobrecieron por los impuestos exigidos para el mantenimiento del ejército y de la burocracia; también a causa de las guerras civiles y las invasiones de pueblos germanos. Luego de cientos de invasiones y saqueos de pueblos como los visigodos, vándalos, suevos, alanos y hunos, el ultimo rey, Romulo Augusto, fue depuesto por hérulos Odoacro, terminando así con el imperio romano de Occidente. El imperio Romano de Oriente, o imperio Bizantino, no correría la misma, suerte sino que perduraría hasta el año 1453. Conclusión Luego de este trabajo llegamos a la conclusión de confirmar la hipótesis, por lo ya explicado en el trabajo, podemos decir que la organización política que los romanos experimentaron desde la fundación hasta la caída de Roma, fueron implementadas durante la historia de variadas civilizaciones posteriores a la caída del imperio. Podemos observar que esta civilización sostuvo una organización política cambiante de acuerdo a sus dificultades, ya que pasaron de tener una monarquía a una republica y más tarde a un imperio. Podemos afirmar que su organización política fue utilizada nuevamente, con diversos cambios, en otro tipo de civilizaciones. Bibliografía • R.H Barrow. Los romanos. México. Fondo de cultura económica. 2000 • Juan Antonio Bustinza y otros. De la prehistoria al S. XV. Bs. As. A−Z editora. 1996 • Luis Pericot García y otros. Historia de Roma. España. Montaner y Simón S.A. • Oscar Secco Ellari y otros. Historia universal. Bs.As. Kapeluz.1995 Anexo 1 Fotos e ilustraciones sobre algunos elementos característicos de la antigua Roma Anexo 2 13 Mapas los cuales muestran la expansión romana. Anexo 3 Cronología de la historia romana. 2 Política en la antigua Roma Instituto Libre de Segunda Enseñanza Los sucesores de Augusto Dinastía de los julio−Claudios Tiberio (14−37) Calígula (37−41) Claudio (41−54) Nerón (54−68) Anarquía militar (68−69) Dinastía de los Flavios Vespasiano (69−79) Tito (79−81) Domiciano (81−96) Dinastía de los Antonios Nerva (96−98) Trajano (98−117) Adriano (117−138) Antonio Pío (138−161) Marco Aurelio (161−180) Cómodo (180−192) Anarquía militar (193) 14 Dinastía de los Severos Séptimo Severo (193−211) Carcalla (211−217) Macrino (217−218) Heliogábalo (218−222) Alejandro Svero (222−235) 15