3. Régimen jurídico del cooperativismo en Italia

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forma Agraria permaneció estancado, mientras que se triplicó
el número de las especializadas, fundamentalmente en los
sectores de vino, aceite y lácteos.
A principios de los 70, el movimiento cooperativo demostraba haber avanzado considerablemente. La CCI (Confcooperativa) asocialia a 11.000 sociedades cooperativas, siendo su
máximo exponente las del sector agrario, con el 36,9% de sus
afiliados. A la Lega se adherían 8.200 cooperativas, en las que
el sector agrario ocupaba el tercer lugar (18,8%). Por último,
la AGCI agrupaba poco más de 2.000 sociedades cooperativas,
de las cuales más de la mitad eran del sector de la construcción (STUPAZZONI, 1984).
En definitiva, a pesar del progreso general del cooperativismo en el plano empresarial, con la creación de estructuras
de segundo grado y la consolidación patrimonial de algunas
importantes cooperativas, el cooperativismo italiano en los
años 90, y más concretamente el agrario, se presenta como un
sector poco relevante en el sistema económico, todavía demasiado disperso y localista y con unas dimensiones insuficientes
para su plena integración en el mercado, debido, sobre todo,
a la escasa especialización de las cooperativas de base. De
todo ello hablaremos con mayor detalle en los apartados siguientes de este trabajo
3.
REGIMEN JURIDICO DEL COOPERATIVISMO EN
ITALIA
En este apartado se analizará el marco jurídico que regula
las distintas formas de cooperativismo existentes en Italia. EI
análisis se hará exponiendo los hitos más importantes que
han caracterizado al Derecho cooperativo italiano desde su
génesis, a finales de siglo pasado, hasta la actualidad.
3.1.
Del Código de Comercio de 1882 al régimen corporativo fascista
En Italia, las,nuevas formas cooperativas tardaron en ver
reconocida jurídicamente su presencia, por lo que las prime-
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ras de ellas se vieron obligadas a nacer como sociedades de
ayuda mutua y a constituirse legalmente como sociedades
anónimas. La primera referencia a estas nuevas formas de sociedades se recogía en el Código de Comercio de 1882, que
contenía «disposiciones especiales sobre las sociedades cooperativas». En este código no se contemplaba, sin embargo, ninguna definición conceptual sobre la fórmula cooperativa, que
no pasaba de ser tratada como una variante de las sociedades
comerciales existentes por aquel entonces en Italia, con la
única particularidad de incluir en sus estatutos el principio de
«un hombre un voto» y ser sociedad de capital variable.
Hasta principios de este siglo no existió ningún tipo de legislación específica para las cooperativas, a las que, no obstante, se les otorgaban algunas ventajas fiscales, lo que corría
el riesgo de favorecer su constitución con fines especulativos.
Desde entonces, y de una forma fragmentaria, fueron publicándose diversas normas especiales para hacer frente a la necesidad de ir reconociendo al cooperativismo como un movimiento autónomo que iba adquiriendo importancia cada vez
mayor en la sociedad italiana, normas que, poco a poco, irían
definiendo las líneas esenciales de lo que serían más tarde las
sociedades cooperativas con su propia personalidad jurídica.
Así, en la ley n° 6.216, de 11 de junio de 1889, aparecen ya citadas expresamente las cooperativas de producción y trabajo
asociado, en relación con la regulación de los contratos de
obras públicas, reconociéndoseles capacidad jurídica para
contratar a condición de que estuviesen legalmente constituidas como tales e inscritas en el registro prefittizio. Esta medida
ha sido valorada por algunos autores (STUPAZZONI, 1984)
como de una prudente apertura, casi experimental, más ligada al hecho de reconocer a este tipo de cooperativas como
medio para «aliviar» el problema del desempleo, que al deseo
de los legisladores de definir una figura jurídica autónoma y
separada de otro tipo de sociedades, y a la que, desde ciertos
sectores de opinión, se observaba con recelo. No hay que olvidar que en este período la cooperativa era para muchos una
especie de sindicato, capaz de generar más conflictos que otra
cosa. Sea lo que fuere, lo cierto es que la mención que la citada ley hacía de ciertas clases de cooperativas impulsaría el
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desarrollo posterior de una legislación especial sobre el cooperativismo.
Con el inicio del siglo y, consecuentemente, con el comienzo de la ya citada etapa giolittiana, caracterizada, como
se ha señalado, por el más favorable clima político hacia el
cooperativismo, comenzó también el desarrollo de una intensa actividad legisladora que afectaría a las cooperativas
tanto de forma directa como indirecta. A título de ejemplo
pueden citarse, entre otras, las siguientes disposiciones: ley de
11 de junio de 1904, para la industria enológica y las cantinas
sociales (bodegas cooperativas); leyes de 12 de mayo de 1904
y de 1906, referidas a los contratos de obras públicas y que
modificaban algunos aspectos de la vieja ley de 1889, ya citada
más arriba; ley de 7 de julio de 190i, para la regulación de las
pequeñas cooperativas agrarias; R. D. n° 146, de 17 de marzo
de 1907 (reglamento de actuación de las leyes de 1904 y 1906
anteriormente citadas).
La actividad legisladora en este período tuvo gran importancia para el cooperativismo, ya que permitió regular con
precisión la estructura, el funcionamiento y la presencia de
las cooperativas en la sociedad italiana, individualizando, además, los diferentes sectores cooperativos y sus respectivas actividades. No obstante, es necesario puntualizar que el estado
del cooperativismo italiano se encontraba todavía en esta
época en una fase elemental, sin haber mostrado sus auténticas posibilidades como forma de organización económica, lo
que explica, a la hora de regularlo, que el poder público considerase prevalente el aspecto ocupacional y de pacificación
social que las cooperativas podían si no garantizar, sí al menos
promover.
De especial relevancia en esta época de reformismo giolittiano fue la ley n° 422 de 1909 y su correspondiente reglamento (R. D. de 12 de febrero de 1911, n° 278), que, si bien
estaban referidos a las cooperativas de producción y trabajo
asociado, son considerados por los estudiosos del Derecho
cooperativo como la primera fuente de una normativa verdaderamente orgánica del cooperativismo italiano (ST[1Pnzzo;v^,
1984). En las citadas disposiciones legales se regularon diversos aspectos del cooperativismo, tales como lo relacionado con
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el número mínimo de socios, la aplicación del principio de
puertas abiertas, el reparto de los beneficios, o el control de
las cooperativas tanto en el mantenimiento de sus características definitorias, como en el respeto a la propia ley.
Siguiendo el curso de la historia se llega así al período fascista, durante el cual puede afirmarse que el movimiento cooperativo, entendido como libre instrumento de organización
económica y social, sucumbió de golpe a la estructura corporativa que el régimen de Mussolini impuso en la sociedad italiana. La consecuencia directa que para el Derecho cooperativo se derivó de tal circunstancia fue que toda la actividad
legisladora de este período estuvo enfocada a la aplicación de
un sistema corporativo totalmente controlado por el Estado,
dejando sin potenciar el rol económico y social que las cooperativas podían desempeñar. Así, por ejemplo, en el R. D. de 1
de julio de 1926, se establecía que el conjunto del sistema cooperativo era competencia absoluta del recién creado Ministerio de Economía Nacional, imponiéndoseles a las cooperativas la obligatoriedad de constituir federaciones sindicales y
estableciéndose la adhesión forzosa de éstas a un ufficio centrale de asistencia y coordinación, que sería constituido poco
después a través del R. D. de 30 de diciembre de 1926. Quedaba así instituido el ENC ( Ente Nazionale per la Cooperazione), que asumía las funciones de asistencia, desarrollo y
coordinación de todas las cooperativas italianas.
En consonancia con la voluntad hegemónica y de control
de los nuevos poderes públicos, la mayor parte de las disposiciones legales que, sobre el cooperativismo, se aprobaron durante la etapa fascista hacía continua referencia al ENC y a sus
estatutos, destacando siempre el carácter normativo de base
que dicho organismo debía ejercer en la regulación del movimiento cooperativo. En el marco de estas normas, se crearon
federaciones nacionales, lógicamente controladas por el partido fascista, a las cuales las cooperativas debían adherirse
obligatoriamente; asimismo, se reguló el tratamiento fiscal de
las mismas y se establecieron distintas modalidades para la
concesión de créditos, definiéndose también las reglas de funcionamiento de cada sector cooperativo.
Como se ha indicado, estas disposiciones no significaron
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un avance en el desarrollo legal del cooperativismo, ya que
trataron solamente de reglamentarlo en el plano funcional y
organizativo para conseguir un control absoluto sobre el
mismo, sin que los legisladores del fascismo se preocupasen
por desarrollar sus auténticas posibilidades como agentes económicos.
3.2.
Del Código Civil de 1942 al marco jurídico actual
No obstante, con el Código Civil de 1942, aprobado en
los últimos años del fascismo, fueron introducidas modificaciones de cierta relevancia en la disciplina reguladora de las
sociedades cooperativas, si bien no lo suficientemente determinantes como para alterar las características de fondo del
anterior sistema normativo. La cooperativa sería ahora considerada como una categoría autónoma e independiente jurídicamente de las otras sociedades ordinarias, pero debía
someterse, en algunos aspectos, a la normativa que regulaba
el funcionamiento de estas últimas.
Tres años más tarde, con el fin de la segunda guerra mundial, la caída del fascismo y el advenimiento de la República,
el cooperativismo consiguió ver reconocida públicamente su
presencia en la sociedad italiana al aparecer en la propia
Carta Constitucional, en su artículo 45, una mención especial
en la que se decía textualmente:
«La República reconoce la función social del coopera ^vismo
con carácter mutualista y sin afán de lucro privado. La ley promueve el crecimiento del movimiento con los medios más idóneos y asegura, con los oportunos controles, su carácter y finalidad».
Tal afirmación suponía el primer reconocimiento oficial
de la función social del cooperativismo, cuya presencia en la
sociedad italiana no se limitaba sólo a las esferas económicas y
reivindicativas, sino que ampliaba su campo de actuación y
poder de influencia a las relaciones con los poderes públicos
tanto a nivel central como regional. Esta voluntad del nuevo
Estado democrático tomó forma en el ámbito legislativo con
la publicación del D. L. n° 1.577, de 14 de diciembre de 1947
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(también denominado ley Basevi), que constituye uno de los
dos pilares básicos sobre los que se asienta el marco jurídico
actual del cooperativismo italiano. Tal decreto dota de status
de Derecho público al conjunto del sistema cooperativo y, a
diferencia del Código Civil, establece claramente los requisitos definitorios del carácter mutualista de las cooperativas.
El citado decreto ley de 1947 integra, además, entre sus
disposiciones la disciplina ya establecida en el Código Civil y
que hacía referencia al número de socios, al máximo de partes sociales poseídas individualmente y todo lo relativo con la
vigilancia y control del funcionamiento interno de las cooperativas (STUPAZZONI, 1984).
EI otro gran pilar sobre el que descansa el marco jurídico
actual del cooperativismo es la ley de 17 de febrero de 1971,
n° 127, también llamada «minirreforma», que introduce algunas innovaciones respecto al decreto ley de 1947, como son
los requisitos exigidos para ser socio de una cooperativa, la
posibilidad de constituir fondos de autofinanciación y, especialmerite, la no transformabilidad de la sociedad cooperativa
en otro tipo de sociedad. Con esta última norma, el Estado
pretende controlar las llamadas cooperativas «espúreas» o falsas, creadas con el único objetivo de disfrutar de las ventajas
fiscales ofrecidas por la ley.
A estas dos leyes comentadas hay que añadir, por último,
las distintas disposiciones regionales. Las regiones italianas, haciendo uso de las competencias transferidas con el proceso de
descentralización, y según posean estatuto ordinario o especial, tienen capacidad para legislar en materia cooperativa. En
lo que se refiere a los de estatuto especial, la región de Trentino-Alto-Adige es la única que tiene competencia primaria
respecto al desarrollo y vigilancia del cooperativismo, mientras
que Sicilia y Friuli-Venezia-Giulia tienen, por el contrario, competencia secundaria, en tanto que su capacidad legisladora
queda limitada por la legislación nacional que disciplina la
materia cooperativa. Las regiones con estatuto ordinario no
tienen ninguna competencia en lo que respecta a la normativa
sobre la estructura, organización y control del cooperativismo,
aunque todas ellas pueden legislar en materia de desarrollo y
promoción de las cooperativas en aquellos sectores como el ar-
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tesanal, agrario, transportes, pesca o turismo, en los que los
poderes regionales gozan de importantes atribuciones. En definitiva, el decreto ley de 1947, la ley de 1971 y las distintas disposiciones regionales, configuran el marco legal del cooperativismo italiano en la actualidad.
4.
REPRESENTACION DE INTERESES EN EL COOPERATIVISMO ITALIANO
En este apartado analizaremos las tres grandes estructuras
organizativas en que se divide el cooperativismo italiano. Aunque, como ya hemos tenido ocasión de comentar en varias
ocasiones, este modelo de representación es intersectorial,
centraremos nuestra atención en la sección agraria del mismo,
dada la naturaleza de este estudio.
El análisis de las tres centrales se hará siguiendo un esquema
tripartito similar para cada una de ellas. En primer lugar, analiza
remos, aunque someramente, el contexto de génesis de las primeras organizaciones representativas en el cooperativismo italiano, con el objetivo fundamental de explicar sus raíces
ideológicas y situar cada una de las tres centrales cooperativas
dentro del espacio socio-político italiano, un espacio en el que están ya presentes muchos de los factores que impregnan sus respectivas formas de actuación, su modelo de organización y la estrategia de desarrollo adoptada por ellas. En segundo lugar,
analizaremos la estructura politico-representativa de cada organización, prestando especial interés al modo en que aparecen articuladas las cooperativas agrarias en el marco intersectorial. En
tercer y último lugar, ofrecemos algunos datos que nos revelen la
importancia económica que tiene el cooperativismo agrario en el
seno de cada central, permitiéndonos, a través de ellos, apreciar
las actividades de mayor incidencia.
Una vez aplicado este esquema a cada una de las organizaciones de representación haremos, a modo de corolario, un
análisis comparado y algunas reflexiones sobre las relaciones
intercentrales y las posibilidades de unificación, cuestión ésta
que es objeto de debate en la actualidad entre los dirigentes
del movimiento cooperativo.
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