Adquisición de tierras baldías por extranjeros

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NACJONAL-
t-ACUL TAD DE DERECHO r (JEMCIAS rOLnlCJ,~
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baldia5 por ex.rranj~::,o>
TESIS DE GRADO~ POR
f{afael Tafur Guerrero
MOMXVIII
'rIPOGRAFIA
AUGUST.A
Calle 10. número 229
Este Libro fue Editado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia
Hlt1'L:BLII ..
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UiUnR51DAD
OR ~OLOMBIA
NACIONAl- :"ACULTAD DI: DERECHO Y L1f.IlCIA~ rOU'f1CA-Í
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baldia5 por ~xrranj~N)S
TESIS DE GRADO. POR
R.afael Tafur Guerrero
~CMXVIII
'rIPOGRAFIA
AUGUSTA
Calle lO, número 229
Este Libro fue Editado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia
HECTOR DE LA fACUL TA1):
DOCTOR
ANTONIO }OSE CADA VID
PRESIOE¡-';TE DE TESIS:
DOCTOR CARMELO ARANGO
n:.-\MI:-.iADORES:
DOCTO:~ ANTONIO jOSE CADA VID
DOCTOR lUAN EV ANGELIST A TRUJILLO
DOCTor~ JUAN c. TRUJILLO ARROYO
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AOQur~rcrou Df SAlmOS POR H1RANJfROS
PERSONAS NATURALES EXTRANJERAS
El hombre que pone la planta en un país, es en él
nacional o extranjero, } por participar de la una o de
la otra calidad gozará de un conjmlÍ{.l mayor o menor de
derechos. Si nacional, tendrá en su patrimonio todos los
derechos naturales, civiles, cívicos y pc>JHicosqut por las
leyes del respectivo EBtado S~ conceden a jl.lS ciudadanos. Si extranjero,
seguramente
no disfrutm<Í
de igual
.suma de derechos, y sólo tendrá los natm<llcs, civiles 1)
cívicos, en unos pai::;es con más o menos restricciones
que en otros, pero en todo caso estará .privado del goce
de los llamados propiamen~e políticos.
Nacionales son los súbditos dei Dobicmo di' que se
irate; son los rnicmbros·-por
así di:cirlc- de 1¡¡¡;: mbma
familia
que ocupa un terri1orio
cuerpo de leyes propias,
ros los súbditos de
las fronteras
manentemente
U1
fijo .Y
!.!l¡~ ~{: rígf
Por el ~ontrar¡",
Gobierno ex\,aíir.,
de su patria Sr; CilCl1cntran
en el territorio
por un
son!: .dranje{jm' g¡¡lVando
ilCcil..kntal o per-
de otro Estado.
En ambos
casos el individuo tiene debe¡c~ que c¡¡mp);r)'
qué invocar; en ambos ¡;aSI)S l[I.l\:dil ¡¡l!,ild0 1'\ Ir
¡j;:recllos
11l: di.,) (it;
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-6relaciones
jurídicas
respecto
del soberano
reside:
por eso hay en todas
sas que
regulan
la condición
del extranjero,
Cuándo
una persona
ra, es asunto
por
las naciones
determinan
y
nosotros
y cuándo
se halla
en
sus
sobre
Colombia,
y especialmente
la condiciÓn
ya sean
toda
da Carta
Fundamental,
la República
personas
jurídica
domiciliados
minando
la cuestión
están
que
reglamentado
8, 9, 10,
las Leyes 80 de
la 145 de 1888,
es-
de los extranjeros
en
o transeúntes.
está
el artículo
Pero
para
en Colombia
proteger
en sus
vidas,
constitucional
resulta,
lombiana
asegura
naturales
así a los colombianos
bien
y garantiza
que respecto
particular,
disfrutan
diremos
en la mayor
una
tendencia
honra
naturales
que
parte
del individuo.
el !Jecho inconcuso
zón de serlo,
posee
y del Gobierno
en este
en Colombia
entre
Fúndase
una cantidad
este
Existe
a consagrar
nacionales
y
estrictamente
feliz principio
hombre,
no
como sí acon-
civilizados.
los derechos
de que todo
tes a su naturaleza
racional,
dondequiera
que se traslade;
dad
una idea
modernas
jurídica
a
ha-
son los
naturales,
de los países
de la igualdad
en lo relativo
adelante,
cuáles
los extranjeros
los d~rechos
De este
la ley co-
de los derechos
veremos
Avanzando
y
a los extranjeros;
concreto
en las legislaciones
el principio
extranJeros
según
gozan.
de todos
tece
como
en (;ada caso
de que en realidad
que
el respeto
de éstos,
brá que examinar
pues,
las
derechos
y asegurar
el respeto
recíproco
de los
naturales, previniendo y castigando los delitos.
texto
de
a todas
bienes,
último
do-
19 de la cita-
dice que las autoridades
instituidas
residentes
y
extranje-
articulas
11, 12, 13, ]4, 15, 16, 17 Y 18. También
tatuyen
expre-
del nacional
separadamente.
Nacional,
1871, 33 de 1873,
leyes
la situación
es nacional
que entre
la Constitución
del país en que
en
por la sola ra-
de derechos
inheren-
los cuales le acompafian
a
y es un deber de la socie-
que a ésta
rija, respetarlos
y
al1pa-
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-7rarlos,
porque
sus
actividades
y poniendo
en ejercicio
de su libertad
dentro
del radio
tándose
de tales
derechos,
llamando
las
cristianos
y sólo
ven en el hombre
chos
se trata.
Tra-
de la mayoría
un sér que surgió
Los civiles
no se les otorgan.
ceden,
pues
son
cuando
de los
gentilícias,
a la vi,ja do-
y los cívicos
jamás
Es este
a los
hay
como
un
natural
conced'~n
ellas
civiles o cívicos,
al
a cam-
extranjero
se
iguales
derel;hos
a los súbditos
del Estado
en que el ex-
tranjero
reside;
es, por tanto,
un modo
Gobiernos
de asegurar
goce de ciertos
rras;
siendo
que
a sus nacionales
derechos
digno
ese
en
se les con-
un egoísmo
A veces
derechos
de
país~'s
considerado~;
en las naciones.
bio de que en el país
se otorgan
y
Los políticos
universalmente
determinados
de los otros dere-
limitaciones,
de los nacionales.
extranjero
personal.
los que 11 emos veni-
en distinciones
lo propio
donde
privilegio
mismos
idéntico, porque idéntica
es tamque sirve de fundamen',o y de r;.,íz
con algunas
y necesario
aquellos
naturales.
no ocurre
extranjeros
leyes
no reparan
tado de un patrimonio
bién la esencia humana
Pero
que son
naturales,
países
a los derechos
no se n otra cosa
el hombre realice su verdadero fin
ni dificultad,
desarrolhndo
todas
derechos
do
y la sociedad
el Gobierno
que medios para que
terreno sin obstáculos
cuando
de tomarse
que
vivan
concedan
tienen
los
emigran
el
en ex trafías
en cuenta
que esta
tiearma
viene a ser, en manos del Gobierno,
un med,o para extender la acción de éste muy más all¿ de SIlS propias
¡ronteras,
tos. Por
intacta
prive
en interés
otra
parte,
la necesidad
la soberanía
del Estado
a los extranjeros
cos, y aun
del goce
de los cívicos
jar así el peligro
'Jicrnos
y protección,
se apoderen
de que
eso si, de sus súbdisuprtma
exige
(>
de conservar
imp(,ne
que se
de lus d\?rec:JOS políti-
y de algunos
ci\'ilc~., para ata-
súbditos
extrarjeros
Go-
de los negocios
pú~
de la direcciÚIl
de
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-8blícas y de aquellas servicios que llevan envueltos graves y trascendentales intereses de la soberanía nacional.
Circunstancias peculiares de cada nacionalidad determinan a sus legisladores a conceder o negar a los extranjeras el goce de los derechos civiles, o de una parte de ellos. Los Estados europeos, por ejemplo, que tienen exceso de población y carencia de territorio, y que
al mismo tiempo desarrollan entre sI una política de recíprocas desconfianzas, han creado, en lo general, restricciones y trabas al extranjero
para adquirir bienes
raEces; en muchos de ellos se le prohibe rotundamente
esta manera de ejercitar el innato derecho a la propiedad. Motivos sustancial mente diversos han inclinado al
legislador de las Repúblicas americanas a dar facilidades
al extranjero para que adquiera los ¡nmuebles, pues por
este camino se trata de obtener que la onda humana
que se desborda de Europa, venga a poblar y a explotar
nuestros incultos y extensos territorios. La República Argentina ha ido más lejos en su deseo de atraer al extranjero, y al efecto le ha concedido el goce de los d~rechos no sólo naturales y civiles, sino también el de
algunos políticos, como el de ser elegible y elector de
las corporaciones municipales.
En Colombia no puede afirmarse de manera perfecta que los extranjeros tengan el disfrute de todos los
derechos naturales, ci viles y cívicos; porque este beneficio está subordinado a lo que se hubiere estipulado al
respecto en los Tratados públicos celebrados con el Gobierno de que el extranjero es súbdito, y limitado aSÍmismo por lo que tengan establecido sobre estas materías las leyes nacionales del extranjero. Cuando el Tratado exprese que el extranjero tenga determinados derechos, o todos (os derechos al igual de [os nacionales,
podrá aquél hacerlos valer y respetar ante las autoridades de la República; y cuando las leyes del país del
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extranjero otorgue ti a los colombianos residentes all¡í determinados
derechos,
o todos los derechos
igual que a
los nacionales, entonces
ese extranjero
podrá invocar
aquí la misma cOl1c~sión, es decir, gozará de los mismos determinados
derechos, o de todos los derech·)s al
igual de los nacionales, según el caso. Y sólo cuando
lIO haya Tratado
pÚblico, ni sea posible esclarecer qu~
suma de derechos se otorguen a los colombianos
en el
país del extranjero,
éste podd en Colombi::t invoc:;r todos los derechos estrictamente
naturales,
los der'~chos
de hombre, Ir)s inherentes
él
la naturaleza
humana; y
esto en virtud d~ una interpretación
benigna que de las
disposiciones
pertinentes
hace la jurisprudencia
ilr:ernacional, pues no hay, por desgracia,
cn nuestro sistema
legal articulo ninguno que con~agre de modo ~xpreso el
principiu de la i!~uélld"d jurídica entre nacionales y extranjeros, en lo que' a d:rechos natufi1les concierne.
Pero es preciso. D<lri1 mejur comprender
esta importante y fUrl'.lilll1cntal cuestión, hacer algunas cJ<.plicaciones rrevi; 5.
Reciprocidad dipl')(Tlática-El
sistema jurídico de la
reciprocid;¡u dipltrnJ¡ica, es aquel que suhordina el goce
de los derechos de UlI cxt~,\lljcro a lo que de altcmano se hubkr-: cs:ipl!hdo cn los pact)s
jJjLvrnac',)nales
celebrados entre el Gúbierno del extranjero y cl Gobierno del país Ul quc el cxtranjero
se e:i::uel!tla.
Según
este sistcma, que cn otro tiempo adoptaron
rigurosamente las leyes francesas, el extranjero
podria invocar
Únicamente los derechos que por el Tratado se le otorgaran, pero naJa Illás que esos derechos;
y si ,~l Tratado no los otorga, (1 si no existe Tratado, n0 será pvsible que invoque ni ejerza derechos de ninguna clase.
ConclUSión esta ultima inequítativa
y, sobre todo, contraria a loS fuertes relaciones de diverso orden que hoy
ligan a los nacionales
de un pafs con los de todos los
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países del mundo. Por tan grave inconveniente, las legislaciones modernas han desechado este sistema, o lo
han atenuado prudentemente
en sus alcances lógicos.
Reciprocidad legislativa-Por este otro sistema jurídico se conceden al extranjero los mismos derechos que
según las leyes de su Nación se concedan a los natur~
les del país en que el extranjero reside. Encontrándose
un noruego en Alemania, verbigracia, tendría allí los derechos que en Noruega se otorguen a los súbditos del
Imperio Alemán. Hoy se adopta este sistema por algunas legislaciones europeas, y aun por varias americanas. Pero se objeta que, en tratándose de dos Estados
que consagren simultáneamente el mismo sistema, resultarán in~olubles e indefinidos conflictos, porque no podría, en definitiva, determinarse ni saberse cuáles son
los derechos que corresponden
al extranjero.
Si en el
ejemplo propuesto, tanto la ley alemana como la noruega se remiten la una a la otra recíprocamente, y ninguna de las dos expresa los derechos que se conceden al
extranjero, éste se quedaría al cabo sin ninguno y en
situación asaz desfavorable. Como lo dejamos dicho atrás,
la jurisprudencia de cada pais ha resuelto en estos casos, al igual que cuando no hay Tratado público, o si
habiéndolo nada dice sobre el particular, que se concedan al extranjero todos los derechos naturales.
Sistema colombiano-E~ constituyente de 1886 adoptó un sistema intermedio, o mejor dicho, un sistema que
es una combinaci-ón de los dos anteriormente
expuestos. En efecto, el artícuJ.o 11 de la Constitución reza así:
«Los extranjeros disfrutarán en Colombia de los
mismos derechos que se concedan a los colombianos por
las leyes de la NaciÓll a que el extranjero pertenezca,
salvo lo que se estipule en los Tratados públicos.Para averiguar la condición de un extranjero en
nuestro pals habrá, por tanto, que examinar primera.
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II -
mente los Tratados vigentes con la Nación del extranjero; si nada dijeren aquéllos,
se recurrirá a las leyes
del mismo extranjero
para saber qué derechos c01ceden
ellas a los colombianos.
Y cuando se presente
el caso
de que no haya Tratados,
y las leyes del extranjero
tampoco digan cosa alguna acerca de los derechos concedidos a los c.)!oi11bianos, no quedara otro camino que
el de aplicar las reglas de la jurisprudencia
internacional de que hici:nos antes mención (1).
SOCIEDADES
O COMI'AÑIAS
EXTRANJI:RAS
El derecho de asociaciÓn es un derecho natural en
el hombre, porque el homhre es naturalmente
sociable.
Se forman las soci~Jades privadas
con el fin de conseguir mejor, mediante el apoyo mutuo, la felicidad o el
bién de cada uno de los asociados. ¿¡ Sér Suprcmo que
señaló al hombrc un fin terren¡¡J, debía dotarle asimismo
de los medios il1dispensahl~s para i'lcanzarlo; y c')mo los
medios participan dc la naturaleza dd fin, lógicamente se
deduce que el derec;lO de asociarse
para lograr el fin
natural dcl hombre \:5 tal11h;én UII derecho natu-al.
Las legislacirllles cOllternporánea~
reconocen a tndo~
los habitantés
del territorio el derecho de COl\stiiuír so-
(1) El scilor doct::Jr Antonio José Uribe, Profesor de D~recho Internacional
Privado en la Facultaú de Bogotá, y uno de los juristas
más reputados y de merecida fama continental"halla
cens u rabIe este
sistema de la ley colombiana .
•Come se ve--dica,--el
principio fundamental
recon,)cido
por
nucstro Derecho Público es el de la reciprocidad
legislativé, atenuado o modificado por la reciprocidad diplomática,
y, en con,ecucncia.
le son aplicables las obs~rvacioJleB que sobre uno y otro sistema, y
sobre la combinélciún de ambes, dejamos expuest:!s .• F!nll!(!& Dip!omtJticolS !' Consulares de CJ!ombia. T0mo
11, página 861.
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ciedades para comerciar; ninguna, que sepamos, y salvo
las de países o pueblos que aún no gozan de los beneficios de la civilización, desconoce el referido derecho.
y es porque el comercio, sea ejercido por naturales o
por extranjeros, siempre es una fuente de riqueza y un
signo de prosperidad para el país en donde él alcanza
un alto grado de desarrollo.
En Colombia los extranjeros gozan del derecho de
formar sociedades de comercio, con sólo la limitación
del orden público y de la moral, que es impuesta a todos los pobladores. Pueden ellos, por consiguiente, constituir compañías colectivas, anónimas o en comandita
para especulaciones mercantiles. Es obvio que tales ea mpaftías se regirán, para su formación y en cuanto a los
efectos jurldicos de los actos que ejecuten, por las leyes nacionales colombianas, a la par de las compañías
formadas por súbditos colombianos.
Mas ¿qué acontece con las compañías nacidas en
el Exterior, esto es, con las compafiié:ls propiamente extranjeras, que vienen a establecerse
en Colombia y a
ensanchar aquí sus negocios? La nacionalidad de una
compafiía se determina por el lugar de su domicilio.
Ese domicilio es determinado, a su vez, por el lugar en
donde la compafiía tiene el centro de sus negocios o
explotaciones materiales, según unos autores, y según
otros, por el lugar en donde tiene el centro directivo o
intelectual; la última opinión es la que tiende a prevalecer, y los Estados de América especialmente
la han
aceptado y adoptado.
Digamos ahora que tanto estas sociedades
propiamente extranjeras como las que se formen por extranjeros dentro del suelo colombiano, gozarán de los mismos derechos de las personas colombianas, al tenor de
lo ordenado por el artículo 14 de la Constitución de I.a
I~epublica, que dice:
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-Las sociedades o corporaciones Que sean reconocidas en Colombia como personas jurídicas no tendrán
litros derechos que los correspondientes
a personas colombianas.Entendemos Que el constituyente se ha querido referir, con la palabra personas que emplea en la parte
final de este artículo, a las personas puramente jurldicas; en otros términos, que las sociedades a quienes se
les haya reconocido personería jurídica en Co:ombia, tendrán iguales derechos que las sociedades de origen coIcmbiano. Ya sabemos, por lo demás, que las personas
se dividen en naturales o jurldicas, y que estas últimas,
por ser ficticias o simples creaciones de la. ley para
atender a ciertos intereses, no pueden ejercer todos [os
derechos que corresponden a las primeras. Para evitar
confusiones y dudas, quizá habría sido conveniente que
el artículo 14 terminara así: «••••
a personas colombianas de [a misma especie.En este punto, por lo visto, las leyes colombianas
adoptaron el principio de la igualdad jurídíca entre las
sociedades nacionales y las extranjeras;
y en consecuencia, para saber qué derechos puede ejercer aquí una
compafiía extranjera no será ya necesario apl~lar al examen de los Tratados públicos, ni tampoco investigar
cuáles derechos se conceden a las sociedades colombianas por la legislación extranjera respectiva:
basta que
la sociedad extranjera haya sido reconocida como persona jurídica para que pueda invocar todos les derechos
de sus similares colombianas. Síguese de aquí, por tanto,
y en buena lógica, que las leyes colombianas carecen de
armonía y de coherencia, toda vez que a la8 personas
naturales extranjeras las sujetan a la reciprocidad diplomática y a la legislativa, al paso que a las personas jurídicas las equiparan con las de igual especie colombianas. ¿Qué razone~ tuvo el constituyente
paré;. establecer
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tan marcada diferencia? Los que de estas cuestiones entienden, manifiestan que no parece existir ninguna plausible, y todos se limitan a suo;pirar por una reforma.
En Colombia las sociedades de comercio, ya sean
colectivas, anónimas o en comandita, adquieren la personería por el solo ministerio de la ley, desde el momento que son legitimamente constituidas, y elIo es lo mismo que se trate de socios colombianos o de extranjeros
residentes en suelo colombiano. Pero si las compañias
creadas o domiciliadas en Nación extranjera vienen a Colombia con propósito de emprender especulaciones mercantiles, ¿cómo adquieren ellas la personería jurídica?
Desde luégo, tal calidad deben haberla adquirido yá: las
leyes colombianas solo podrán reconocerla. Para constituirse, esas compaftías debieron conformarse con las leyes vigentes en el lugar de su constitución (locus regit
actum); pero el Estado colombiano se cerciora de que
tales leyes se observaron,
exigiendo la previa protocolización en el lugar donde las compafíías van a especular, de los estatutos y demás documentos relativos
a Su formación. Sera necesario, además, que tales instrumentos vengan autenticados por el Agente diplomático o
consular de Colombia en el país a que las sociedades
pertenecen; la autenticación, según nuestras leyes de procedimiento, consiste en la constancia de que se han
cumplido las disposiciones legales vigentes y se han llenado las demás fórmulas y requisitos del caso. Todas
estas diligencias tienen por único o principal objeto amparar los derechos de terceros que contraten con la compaftia. Ellas no otorgan, no confieren a la companía la
personeria jurídica; pero sí inquieren si verdaderamente
existe la companía, esto es, una persona capaz y responsable, o si se trata, por el contrario, de una persona
falsa, irresponsable, inexistente, contra la cual no es po-
Este Libro fue Editado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia
-15sible dirigir ninguna acción para hacer efectivo el derecho.
En suma: las sociedades extranjeras puede'l, en Colombia, ejercer todos los derechos que nuestras leyes
otorguen a las compañías colombianas; podrán celebrar
contratos, adquirir bienes, enajenarlos, etc., ete., a diferencia de lo que ocurre con las personas naturales extranjeras, segÚn lo tenemos demostrado
atrás. De esta
diferencia surgen graves conflictos en la práctic:a, acerca
de ¡os cuales no será desacertado ni inoportuno hacer
algunas observaciones. Por ahora apuntamos este: los
sÚhditos de una Nación en donde se prohiba adquirir
ciertos bienes a los extranjeros, no pueden en Colombia,
al tenor de la reciprocidad legislativa, hacer adquisiciones de esos bienes; pero si tales súbditos se <¡socian y
forman una compañía comercial, quedan habilítados por
este solo hecho pal a adquirir los mismos biene:5 que antes les era vedado adquirir. Anomalía ésta que reclama,
;¡ todas luces, una fundamental
enmienda. Adeante nos
detendremos él analizar con un poco de más cudado tan
importante y delicada cuestión.
ADJUDICACION
DE LOS BALDIOS
Entre los extranjeros que adquieren hoy bienes inmuebles en Colombia, merecen lugar preferente los ingleses y los norteamericanos.
Gran parte de los inmigrantes de esas dos nacionalidades se dedican entre nosotros
a la explotación de minas, de ferrocarriles, o al cultivo
de las tierras, o a la ganadería; y todas esta~; labores
las realizan ordinariamente sobre baldíos que 1~1 Estado
les adjudica directamente, o que adjudica a nacionales
que luégo los enajenan él los extranjeros. Ante todo, expreltamos que no compartimos ideas con quienes miran
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con susto y recelo el que los extranjeros adquieran propiedad territorial e inviertan capitales en su cultivo aquí
en Colombia, pues no creemos que sea el caso de temerle a la llamada penetración pacífica, ni de rechazar,
.con la maliciosa astucia del indfgena, cuanto de extraños
y adelantados países provenga:
tal criterio seria, desde
todo punto de vista, censurable. Porque precisamente lo
que necesita nuestra patria, y lo que debemos esforzarnos en traerle, son brazos y capitales extranjeros, y sobre todo cabezas pensantes y de iniciativa, de que desgraciadamente carecemos casi en absoluto en estas hermosas y feraces tierras. Bien merece, no obstante, que
analicemos, someramente siquiera y en su aspecto jurídico, esta importante
materia de las adjudicaciones de
tierras baldías a los ingleses y norteamericanos, ya que
carecemos de tiempo y de suficientes estudios para extendemos a los súbditos de otras nacionalidades. La circunstancia de que muy poderosas compañías extranjeras se hayan aduefíado y continúen adueñándose de inmensas porciones de terreno, en los Departamentos de
la Costa atlántica particularmente, ha suscitado vibraciones de zozobra en el alma nacional; y tal circunstancia
viene a suministrar oportunidad al intento de estudiar
el caso a la luz de nuestro Derecho positivo, para ver
de conseguir que cesen las alarmas, si infundadas, o
que se precava el peligro, si verdadero.
Derecho inglés-Pasada la época feudal, todas las
legislaciones de las nacionalidades europeas reaccionaron en el sentido de la unidad. Merced a las doctrinas
científicas tenazmente divulgadas por los jurisconsultos,
tales legislaciones se orientaron hacia fines más racionales, más en consonancia con la equidad y la justicia. Se
abolieron los bárbaros derechos de pernada, de aubana,
de naufragio, etc., etc.; se borraron las vallas opuestas
en cada feudo a los súbditos de los otros setioríos; el
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Derecho civil buscó inspiraciones,
a lo menos en muy
importantes puntos, en los viejos principios del Derecho
romano y del Derecho canbnico, y fue entonces cuando
se hizo notorio el gran servicio prestado a las disciplinas jurídicas por las famosas Universidades de Bolonia
y Módena.
Pero Inglaterra, nación adicta a las tradidones, presentó resistencia él la corriente innovadora. De ahí el que,
mientras en casi todos los pueblos se reconodera a los
extranjeros el derecho de comerciar y de adquirir bienes, las leyes inglesas persistían en negarles ese derecho.
En 1848 y ] 870, sin embargo, se expidieron allí nuevas
leyes que reglamentan la condición de los extranjeros,
y por ellas se les reconoce la facultad de adquirir bienes y de comerciar. Se estableció también que los extranjeros podrian adquirir la naturalización perfecta, previo dictamen del Parlamento, es decir, una calidad idéntica en todo a la del nacional inglés.
Con este país tenemos varios Tratados, dl~ los cuales estimamos como principales los de 1825 y lSfi6, que
versan sobre las relaciones comerciales entre las dos naciones. Tanto los ingleses en Colombia como los colombianos en Inglaterra, podrán gozar del derecho de comerciar con las mismas franquicias y los mismos privilegios que se otorg;.¡en a los súbditos de la Nación más
favorecida. Prácticamente, pues, ha existido y existe una
especie de igualdad jurídica, y los ingleses y colombianos tienen y disfrutan ampliamente de los derEchos naturales y civiles, a la par de los nacionales.
Con todo, en Inglaterra se considera como un deber
social el prestar el oficio de Jurado en los asu;ltos criminales, y en tal virtud los extranjeros desempefían allí
estas funciones más como una carga que como un derecho. Pero en todas partes se piensa de otro modo, y lo
que allá es una carga es estimado generalmente
como
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un derecho que puede invocar el ciudadano. Ahora bien:
en Colombia no pueden ser Jurados los extranjeros, al
tenor de lo ordenado por el artículo 76, inciso j), de la
Ley 100 de 1892. Un inglés, por tanto, no podria exigir
en Colombia que se le permitiera ser Jurado, porque esta
cuestión es considerada aquí como de orden público interno, y no es posible concebir que el legislador colombiano que aprobó el Tratado de 1866 hubiera tenido en
mira derogar esta clase de disposiciones, las cuales que~
dan fuéra de la Úrbita de los pactos internacionales.
La adjud!cación de tierras baldias, que es un modo
de adquirir el derecho de propiedad sobre los bienes inmuebles, puede hacerse en favor de los ingleses, pero
siempre a reserva de lo que expresan las disposiciones
del Tratado de 66 y las Jeyes de ese país sobre lamateria. Esto, naturalmente, en lo que concierne a súbditos
del Reino Unido, propiamente taJes.
Porque en lo relativo a súbditos del Imperio Británico, oriundos de alguna colonia que goce de lo que
ellos llaman el self-government,
habrá que indagar en
cada caso lo que las leyes propias de esa colonia dígan
al respecto. Tales colonias, según tenemos entendido,
gozan :.le la soberanía interior, pero carecen de la soberania externa; por consiguiente no les será dado contraer compromisos internacionales. Ahora, ¿los pactos internacionales celebrados por Inglaterra con otras naciones son extensivos a las colonias? Imaginemos que en
esos pactos se establece que los extranjeros gozarán en
Inglaterra de táles o de cuáles derechos, o que se les
nieguen táles o cuál~s otros; e imaginemos también que
la legislación propia de la colonia establece precisamente todo lo contrario. ¿Cuál habrá de ser la condición del
i:xtranjero que resida en territorio culonial? ¿Gozará de
aquellos derechos, de acuerdo con el Tratado, o carecerá de los mismos, de acuerdo con las leyes de la colo-
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19-
oía? Conceptuamos que en estos casos se debe dar preferencia a las leyes de la colonia; porque no cabe duda
de que la metrópoli inglesa, al conceder po:" medio de
un solemne convenio a ciertas colonias el .:;elj-government, es decir, la plena facultad de regirse interiormente por sí mismas, les reconoció igualmente el derecho de
reglamentar la condición jurídica de los extranjeros; es
ésta una cuestión de orden público interno que se roza
de modo directo con los inalienables derechc.s de la colonia a su existencia y a su soberanía inman ente. Y si
la metrópoli aceptó tales derechos en la colonia, implícitamente renunció a la facultad de estipular cosa alguna acerca de este punto en los Tratados
públicos que
firmase con otras naciones. Esta manera de resolver la
dificultad la respaldamos
con lo dispuesto
al respecto
en el Protocolo suscrito en Bogotá entre la Legación
Británica y el Ministerio de ReJ::¡ciones Exteriores, aprobado por medio de la Ley 38 de 1912, por el cual se
concede libertad a cada parte para denunciar el Tratado
de 1866, en cuanto fuere éste contrario a lo Últimamente resuelto y acordado entre Inglaterra y cier~as de sus
colonias; esto es, que Australia, el Canadá, :~ueva Zelanda, los Estados surafricanos y la isla de Norfolk gozarán de autonomía, y que a ellas no se aplicarán en
lo sucesivo los compromisos contraídos por Inglaterra o
que en lo posterior contraiga.
En consecuencia, creemos que en lo que respecta a
los súbditos coloniales británicos es necesario hacer previamente una clasificación; y si se trata de los o:'iundos de
colonias autónomas,
se aplicará en Colombia el principio de la reciprocidad
legislativa en todo su rigor, sin
atenuaciones o combinaciones con el de la re.:iprocidad
diplomática: los australianos, canadenses, etc., disfrutarán en nuestro suelo de los mismos derechos que allá
se otorguen a los colombianos.
Y en lo que se refiere
Este Libro fue Editado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia
- 20a la propiedad inmueble, ellos podrán adquirirla aquE,
ora por sucesión, ora por compraventa,
ya por adjudicación, en idénticos términos que los naturales colombianos pueden adquirirla en aquellos lejanos países. Si
se trata de súbditos británicos nacidos en colonias que
no tienen el selj-government o gobierno propio, entonces
se estará a las reglas generales y se les considerará al
igual que los ingleses oriundos de Inglaterra .
*•*
Derecho norteamericano-Nada
tenemos qué decir de
los tiempos que precedieron a 1777, en que las leyes
de los Estados o colonias eran las mismas de Inglaterra. Aun después de esta fecha, que marca la independencia del pafs del dominio británico, la legislación propia de algunas secciones federadas ha sido calcada s(¡bre el modelo del common Law inglés.
La Constitución federal de los Estados Unidos, que
data del ano 1787, no consagra un solo principio en relación con los derechos de los extranjeros; tampoco lo
consagran los quince articulas reformatorios y adicionales expedidos algún tiempo más tarde. El pensamiento
del constituyente norteamericano
fue, sin duda, dejar
estas materias a cargo de las legislaturas de los distintos Estados de la federación.
Tal pensamiento, tácito en la Constitución, fue expreso en el Pacto de confederación perpetua que los Delegados firmaron en Filadelfia el 9 de julio de 1778. El
articulo IX de este Pacto dice que el Poder federal celebrará los Tratados de alianza y de comercio, siempre
que por estos últimos no se afecte el Poder legislativo
de los Estados, "privándolo de establecer impuestos sobre los extranjeros," y «con tal que no se viole el derecho legislativo de ningún Estado dentro de sus límites."
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21 -
Cada Estado de los de la Unión tiene su ConstituciÓn y sus leyes peculiares, con independencia
completa respecto de los otros Estados. De manera que para
conocer la situación jurídica de un extranjero que resida en los Estados Unidos, habrá primeramente que examinar las leyes del Estado respectivo. Los sistema!! adoptados por esas múltiples legislaciones son múltiples también, dándose el caso no infrecuente de que algunos se
excluyan abiertamente con otros.
Esta variedad de leyes no ha dejado de presentar
graves dificultades al Gobierno federal, única entidad que
ejerce la soberanía exterior o transeúnte, y que, en consecuencia, puede celebrar Tratados con otros paises. Y
ocasiones ha habido en que el Gobierno de Washington
exija para sus nacionales en un Tratado internacional
ciertas ventajas o privilegios, comprometiéndose a la reciprocidad, la cual no le ha sido posible cumplir después, por oponerse a ello las legislaciones de los Estados. Tal ocurrió, verbigracia, con un Tratado concluído
a mediados del último siglo con el reino alemán de Baviera, que tuvo que improbar o rechazar el Senado americano. Está aún reciente, asímismo, el caso de los japoneses residentes en uno de los Estados del Pacífico,
para quienes se dictaron leyes depresivas que dieron
ocasión a enérgicas protestas
del Mikado y a subsiguientes fratamientos en sus relaciones con t:I Gobierno
de los Estados Unidos.
Colombia ha celebrado dos Tratados
sobre estas
materias con la Cancillería norteamericana:
el de 3 de
')ctubre de 1824, cuyos artículos IV, IX Y x se limitaron
a dejar a los comerciantes de un país en el otro el derecho de dirigir por sí mismos sus negocios y de obtener justicia ante los Jueces en iguales términos que
los nacionales, a reserva, no obstante, de 10 que en el
respectivo paíl; se estatuyera sobre adquis,ción de bieEste Libro fue Editado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia
- 22nes rafees por extranjeros
(1); y el celebrado el 2 de
diciembre de 1846, que reemplazó al anterior en todas
sus partes: en este Tratado, actualmente en vigencia,
se dispuso poco más o menos lo mismo que en el de
1824 acerca de la navegación y el comercio.
En resolucibn, tenemos que los dos únicos Tratados
que hemos celebrado con los Estados Unidos sobre co.
mercio, no deciden la situación jurídica de los extranje~
ros en los territorios de uno u otro país, en lo relativo
a lél adquisición de bienes raíces, ni era posible que
la decidieran, dadas las leyes de aquella gran Nación.
Hay necesidad, por tanto, de descartar en este punto
el principio de la reciprocidad
diplomática, y de tener
en cuenta en la generalidad de los casos el canon constitucional colombiano de la reciprocidad legislativa.
Afirmemos de una vez que los súbditos norteamericanos disfrutarán en Colombia, por lo que respecta a
la adquisición del dominio y demás derechos reales sobre los "bienes raíces, de los mismos derechos que en
los Estados Unidos se concedan a los colombianos. Y
CClmolas legislaciones y sistemas son allá múltiples y
diversos, será necesario en cada caso especial examinar
las leyes del Estado a que el norteamericano pertenezca.
El Estado de Pensilvania, en su Constitución de 16
de diciembre de 1873, establece que e todos los hombres han nacido igualmente libres y poseen ciertos derechos naturales e inalienables, entre ellos el de gozar
de la existencia y de la libertad, defender, adquirir, po(1) Alrededor de e~te Tratado se suscitó en 1829 una larga e Interesante discusión diplomática entre los Ministros Plenipotenciarios
americanos Harrison, Moore y Mac-Afee, y el Gobierno de Colombia; discusion provocada por un Decreto del Libertador dictado en
Quito in ese mismo al\o, que establecía un derecho difere.cial sobre las mercancías procedentes de los Estados Unidos en buques extrJnjeros. Por el Tratado de 1846 se abolió ese derecho.
Este Libro fue Editado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia
- 23seer y proteger su propiedad
y su reputación, y de
buscar su felicidad individual». En principio, como se
ve, es reconocido allí a los extranjeros
el derecho de
adquirir y de poseer bienes; ,y como no se distingue,
claro es que se trata de bienes muebles y raíces. Sin
embargo, las leyes del Estado limitan la facultad de
adquirir inmuebles a los extranjeros, hasta concurrencia
de un valor que no exceda de 20,000 dólare:, y hasta
una extensión de 50,000 acres. Los súbdiks
de este
Estado que vengan a Colombia sólo podrán hacer adquisiciones de esos mismos bienes sujetos a la misma
restricción,
Hay ciertos Estados, como los de AJabama y
New Jersey, en los cuales impera el egojsll~o absoluto
e incúnveniente del antiguo derecho cumún inglés, que
niega a los extranjeros el derecho de adquirir bienes
¡nmuebles a cualquier título; y cuando por sucesión testamentaria o intestada corresponde
alguna finca a un
l;xtranjero, éste sólo tendrá derecho al valer comercial
de! bien. Por consiguiente, un ciudadano de cualquiera
de estos Estados no podrá adquirir en Colombia propiedad raíz por compraventa, ni por sucesión, ni por
adjudícaci6n, etc.; si llega a adquirirla, t;¡1 adquisición
lstará viciada de nulidad.
Otros Estados, como la Luisiana y Florida, adoptan
el sistema de la igualdad jurídica entre naturales y extranjeros en este punto; todos podrán adcuirir ¡nmuebles. Los súbditos de estas secciones sí adquirirán en
Colombia toda clase de bienes sin limitación de ninguna
clase.
Otros Estados, como New York y Te:{as, disponen
que los extranjeros que residan en territorio norteamericano podrán adquirir bienes raj;~es, pero de hecho
quedan excluídos los que no residan en jicho territorio, salvo que se trate de una compañía minera. Los
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24-
neoyorkinos y texanos que vengan a Colombia también
podrán hacer adquisiciones de fincas, subordinados a la
misma condición.
Por aquí se comprenderá cuánta importancia tiene,
para el efecto de la adjudicación de las tierras baldias, el
investigar con cuidado cuál es la nacionalidad del norteamericano que solicite la adjudicación, antes de verificarse
ésta. Entre nosotros casi siempre se ha omitido hacer tal
investigación, y no pocos son los casos en que el Estado
ha extendido títulos de propiedad a favor de extranjeros
norteamericanos
que carecen desde luego de capacidad
legal; todo cvn evidente violación de la Carta Fundamental de la República. Los Gobernadores de los Departamentos y los Intendentes, que son los funcionarios
encargados por las leyes fiscales de conocer de los primeros trámites en las adjudicaciones de tierras baldías,
deberían ser advertidos por el Gobierno Nacional de la
obligación en que están de cercíorarse, de oficio, de la
condición jurídica que ocupe en nuestro Derecho positivo el extranjero solicitante de la adjudicación.
y en cuanto a los demás modos de adquirir el
dominio sobre bienes raíces, esto es, la sucesión, la
prescripción, la tradición y la accesibn, los Notarios públicos y los Registradores deberían igualmente ser i1ustradoi por quien corresponda acerca de estas delicadas materias, a fin de que se abstuvieran
de autorizar un acto que va directamente contra el espíritu y la
letra de la más respetable y augusta de todas las leyes
del país.
Hubiera sido de desearse que el legislador de 1912,
que dictó el Código fiscal vigente, consignara
o hubiese consignado en él un artículo en desarrollo
de la
importante disposición constitucional pertinente. Mas ya
que no 10 hizo, toca al Poder Ejecutivo Nacional, como
primera autoridad administrativa
que debe velar por
Este Libro fue Editado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia
- 25el exacto cumplimiento de las leyes, adoptar
las medidas que la prudencia indique para obtener qt:e, en
cuanto se refiere a la adjudicación de tierras baldías a
extranjeros,
o cualquiera otro modo de adquirir bie.
nes raíces, se observe rigurosamente el precepto de la
Constitución de que hemos hecho mención.
ADJUDICACIONES
INCONSTITUCIONALES
Talvez se objete que, en conformidad con las le·
yes especiales que han regido y rigen en la República
sobre adjudicación de tierras baldías, no se ha hecho
exclusión ninguna de los extranjeros, por más que éstos
pertenezcan a paises en donde los colombianos no puedan adquirir bienes raíces. Al contrario, nuestras leyes
parecen comprender
expresamente
en las personas a
quienes se les permite adquirir tierras baldals, ;:anto a
los nacionales como a los extranjeros. En todas partes
hablan ellas de la facultad que se concede a .Ias personas", a .Ias compañias·, a .Ios colonos", a «los cultivadores", a .Ios adjudicatarios de minas", a .Ios que
quieran obtener una adjudicación a cambio de títulos
de concesión", cte., cte., para dirigir solicitud de adjudicación de las mencionadas
tierras. Expresiones
todas
estas que abarcan a cualquiera persona que se halle
dentro de las circunstancias determinadas por 1,1 ley.
De suerte, pues, que aplicando el criterio de hermenéutica según el cual las leyes especialmente
dicta~
das para reglamentar una materia, tienen la preferencia
respecto de otra ley de carácter general, habrá de llegarse a la conclusión de que el Código fiscal ha autorizado entre nosotros la adjudicación de baldíc,s a los
extranjeros sin condiciones ni restricciones de ningún
género y que, por 10 mismo, carecen de fundamento jurídico las breves observaciones hechas atrás.
Este Libro fue Editado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia
26 Se agregará, además, que existe un grande interés
porque los territorios nacionales sean explotados y aprovechado~ sin tardanza, y que toda nuestra legi&lación,
a través de un siglo, viene inspirada en el laudable deseo de fomentar por cuantos medios sea posible la inmigración y la colonización.
En efecto, ya el Código fiscal de 1873 decía, en
desarrollo de lo dispuesto por la Constitución
federal
de J 863, que las tierras baldías eran aplicables al pago
de la deuda pública. (Título X, artículo 868). En la «deuda pública· están comprendidas
la interior y la exterior; por tanto, a los acreedores extranjeros se les podía pagar en bonos territoriales, y asi vendrían a ser
propietarios de baldíos.
Más adelante expresaba el mismo Código: «Las
tierras baldías podrán enajenarse por dinero o por Vales de la Deuda interior o exterior·.
«El que quiera
comprar algunas tierras baldías las demandará al Presidente o Gobernador del Estado donde estén situadas ..•.•
(Artículos 882 y 883).
De estas ordenaciones del Código se deduce que
todas las personas - «el que quiera· -tenían
en Colombia derecho para solicitar la adjudicación de un terreno,
y de obtenerla.
La Ley 61" de 24 de junio de J874 vino a reformar,
adicionándolo, el Título X del citado Cbdigo fiscal; y
dijo en su artículo 1.0: «Todo individuo que ocupe terrenos incultos pertenecientes a la Nación, y establezca
en ellos habitación o labranzas, adquiere en ellos derecho de propiedad, cualquiera que sea su extensión •.
Estas leyes que hemos mencion3do rigieron hasta
la promulgación
del nuevo Código fiscal (Ley 110 de
19J2). En todo el tiempo transcurrido entre 1886, fecha
de la actual Constitución, y 1912, se aplicó en la República el antiguo Código fiscal, y en consecuencia,
Este Libro fue Editado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia
-
27-
pudieron hacerse, y efectivamente
se hicieron, adjudicaciones de acuerdo con él, es decir, procediendo en conformidad con sus disposiciones,
que se consideraban
especiales y de preferente aplicación.
y se dirá también, por último, que aun cuando
aparenteme::te
existe oposición entre el articulo
11 de
la Constitución
Nacional, que no permite a los extranjeros adquirir en Colombia bienes raíces cuando en la
Nación de t::les extranjeros
carecen de ese derecho tos
colombianos,
y las disposiciones
del Código
fis::al que
rigió hasta ID] 2, la dificultad desaparece,
en favor de
los extranjeros
que en aquel lapso adquirieran
::>aldíos,
con s(ilo leer el articulo 6.° de la Ley 153 de 1887, el
cual dispuso que las leyes contrarias
a la Constitución
debían siempre interpretarse
en armonía con éstl y reputarse constitucionales.
No habría leyes inconstitucionales. Ahora bien: ('s así que el Código fiscal de entonces contenía disposiciones
contrarias
al text·) de la
Carta Fundamental,
luego tales disposiones debían reputarse constitucil)l1:1le~, y debía asimismo dárselec; preferente aplicación.
A primera vista, estas alegaciones
tienen una innegable fuerza de verdad. Respetables
opiniones
acceden
a la tesis de que todas las adjudicaciones
hecl¡;¡s durante el expresado
período de tiempo a favor de extranjeros, son válidas y perfectas, a lo menos mientras
estuvo en vigencia el ya citado artículo 6.° de la Ley
153 de 1887.
Pero no obstante, nosotros creemos firmemente que,
tales adjudicacioncs
en favor de extranjeros, adolecieron;
de absoluta incol1stitucionalidad,
si en la Nación de esos ;::
extranjeros
/lO se les permitía
a los colombianos
adqui- ;-.
rir bienes raíces. Se violó la Constitución,
lo volvemos ~
a decir, no s610 en su espíritu sino también en su letra
clara y expresa. Tímidamente
vamos a ensayar probarlo.
Este Libro fue Editado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia
- 28La especialidad que se le atribuye al Código fiscal,
en cuya virtud éste debe aplicarse preferentemente,
no
es aceptable cuando se trata de la Constitución,
norma
suprema que debe servir de base y fundamento a toda
la legislación nacional. Por otra parte, la generalidad
o la especialidad dicen relación a las leyes, y el principio de interpretación que de ahí nace sólo es aplicable
cuando una ley especial es contraria a otra ley general; pero en manera alguna cuando están por en medio
los preceptos constitucionales.
Pasemos
adelante.
Es verdad que el Código fiscal de 1873, en el Título X, y la Ley 61 de 1874 que lo reforma, al enunciar en algunos artículos las personas que pueden ser
adjudicatarias de baldíos, no dístinguieron
entre nacionales y extranjeros, ni menos aún sometieron a éstos a
condiciones ni restricciones. Es verdad, de igual manera,
que de esta latitud de la ley parece deducirse que el
legislador quiso extender el beneficio de las adjudicaciones a todas las personas. Pero negamos que de aquella ausencia de distinción, y de esta latitud, deba deducirse, a la luz del Derecho positivo, que toda clase
de extranjero haya tenido la facultad legal de adquirir
tierras baldías; o, en otros tér"llinos, negamos que el
rigor de la deducción llegue a tal grado, que supedite
y derogue el principio cardinal contenido en el articulo
tI de la Constitución de 1886.
Ante todo, conviene preguntar: ¿la circunstancia de
no distinguir el Código fiscal entre nacionales y extranjeros y de no sujetar a estos últimos a condición
ni restricción alguna, es premisa suficiente para con .•.
c1uír que el legislador se refirió a todas las personas?
La afirmativa se impone, desde luego que al intérprete
no le es permitido distinguir donde la ley no distinguió.
Este Libro fue Editado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia
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Se robustecerá esta presunción si se examinan los
antecedentes del Código. El Título X, reglamentario de
los baldíos, comienza así: «Las tierras baldías son aplicables, según el parágrafo del artículo 30 de la Consti
tución:
" Lo cual nos pone en conoc,miento de
que la aplicación que el Código va a hacer de tales
tierras, será en conformidad y en desarrollo de lo estatuído de antemano por la Constitución.
¿De qué Constitución se trata? Cuando el Código
se expidió, imperaba en Colombia la federal de 1~63.
y como el sistema legal recibe su origen y vida del
sistema constitucional, no queda duda de que el Código fiscal de 1873 es, en lo que se refiere al ré~imen
y aplicación de los baldíos, derivación lógica de la Consr
titución de 1863.
El parágrafo citado del articulo 30, deci a: «Las tierras baldías de la Nación, hipotecadas par" el pago de
la deuda pública, no podrán aplicarse sine. a este ob.:eto, o cederse a nuevos pobladores, o darFe como compensación y auxilio a las empresas para la apertura de
vías de comunicación".
Así resultaba, pues, que los baldíos estaban por
aquel tiempo garantizando el cumplimiento de una obligación fiscal; y los acreedores extranjeros podrían, por
tanto, en caso de no cumplirse la obligación principal,
perseguir dichas tierras baldías y ser dueños de ellas.
Ni la Constitución ni la ley, como se ve, reparaban en
la nacionalidad del extranjero: bastaba que probase su
calidad de acreedor para que tuviera derecho-en
el
evento de ser declarada en mora la Nación-a
obtener
titulo de adjudicatario. Esto nos dice cÓmo el sistema
de la Constitución de 1863 era el de la igualdad jurídica entre nacionales y extranjeros, en lo referente a la
adquisición de terrenos bald[os. Los extranjeros gozaban
en Colombia de los mismos derechos civiles y naturales
Este Libro fue Editado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia
- 30que los ciudadanos colombianos.
Hay textos constitucionales que nos convencen más claramente de ello. El
Pacto de Unión de 20 de septiembre
de 18('>1, que
constituye. por asi decirlo, la base o raíz de la Carta
Nacional de 1863, consignó por medio del artículo 8.0
lo siguiente:
«Artículo 8.° Los extranjeros gozarán en el territorio de los Estados Unidos de Colombia, de todas lds
libertades y exenciones otorgadas a sus conciudadanos •.
El pensamiento esencial, dominante, visible, en los
legisladores de esa época, como lo vE'nía siendo desde
los comienzos de la República, era el de atraer a los
extranjeros con el senuelo de un máximum de derechos
civiles y ofreciéndoJes todas las franquicias
que tenian
los nacionales. Dos razones explican esta determinación
de nuestros primeros hombres: La fuerte influencia sobre los espíritus americanos que por entonces ejercían
las ideas de reformadores y filósofos de Francia, que
iban «más allá de la quimera· en asuntos de igualdad
entre los hombres; y la conveniencia
para los intereses
de estas incipientes nacionalidades, de colocar en situación privilegiada a los extranjeros, súbditos de potencias europeas o americanas cuya simpatía y amistad les
eran necesarias para completar la obra de su emancipación política.
Repetimos que bajo el imperio de la Constituci(ln
federal de 1863 se practicó aquí el principio de la igualdad jurídica entre nacionales y extranjeros,
en cuanto
se refiere a la adquisición de tierras baldías. Tal sistema no era nuevo en nuestra legislación. Rastreando
hacia atrás el Derecho público colombiano, encontramos que la Constitución sancionada el 22 de mayo de
1858, se inspiró en idénticos principios, y al efecto
dijo en su
Este Libro fue Editado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia
-
31-
.•Artículo 58. Los extranjeros
que se hallen en el
territorio de la Confederación, o que vengan a él, gozarán de los mismos derechos civiles y garantías que
los nacionales".
La Constitución de la República de la Nueva Granada, expedida el afto de J 853, dijo igualmente en el
«Artículo 8.°. Los extranjeros
que se hallen en el
territorio de la Nueva Granada, o que vengan a él, gozarán de los mismos derechos civiles y garantías que
los granadinos, debiendo estar sometidos como eOlos a
las leyes del país".
La Constitución de 1832, dictada después de la disolución de la Gran Colombia, consignó en su a'~tículo
209:
«Todos los extranjeros de cualquiera Nación serán
admitidos en la Nueva Granada, ellos gazarán en sus
personas y propiedades de la misma seguridad que los
granadinos, siempre que respeten las leyes de la República" .
La Constitución,
Rosario de Cúcuta
artículo
en fin, expedida en la Villa del
en 1821, decía así mismo en su
J83:
«Todos los extranjeros de cualquiera nación serán
admitidos en Colombía; ellos gozarán en sus personas
y propiedades de la misma seguridad
que los demás
ciudadanos, siempre que respeten las leyes de léI.República.·
.*.•.
Con todo lo hasta aquí expuesto
queda probado,
nos parece, que el sistema que los constituyentes de 1863
adoptaron, en relación con los extranjeros, fue ,~l de la
igualdad jurídica. Cualquiera que fuese su nacionalidad,
los extranjeros podfan en Colombia adquirir tierras baldfas en los propios términos que los nadonales.
l
Este Libro fue Editado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia
- 32y el Código fiscal de 1873, que debía ser un de·
sarrollo o una prolongación jurídica de la Carta en vi·
gencia, consagró cuerdamente en sus disposiciones sobre
la materia, el mismo sistema, el mismo principio de la
igualdad de derechos entre nacionales y extranjeros.
Era una ley posterior a la Constitución, que no podia
contrariarla en su esencia, que debía ser cónsona con
ella. De aquí que los extranjeros, al tenor del Título
X del citado Cr1digo fiscal, pudiesen adquirir baldíos sin
restricciones de ningún género. De aquí el que hubiésemos dicho atrás que los artículos 882 y 883 del Código
fiscal y el 1.° de la Ley 61 de 1874, se referían a todas las personas, ya fuesen éstas nacionales o extranjeras, para el efecto de concederles
derecho a ser
adjudicatarifs
de terrenos incultos. Toda adquisición,
pues, hecha por los extranjeros en conformidad
con el
viejo Código fiscal y bajo el imperio de la Constitución
federal de 1863, fue absolutamente legítima y firme .
•*.
Por el contrario, consideramos inválidas e inconsti·
tucionales todas aquelIas otras adjudicaciones a favor
de extranjeros, súbditos de naciones en donde no era
permitido a los colombianos adquirir inmuebles, hechas
con arreglo al mismo Código fiscal, y bajo el imperio
de la Constitución de ]886.
A causa de .hechos consumados", la Constitución
de 8 de mayo de 1863 quedó abolida, siendo reempla·
zada por la de 1886. Del régimen federal se pasó al régimen unitario o central. Hubo, por tanto, un cambio
profundo en todo nuestro sistema legal.
y por primera vez en la historia del Derecho público nacional, apareció cristalizado en un precepto constitucional el principio de la «reciprocidad legislativa», en
cuanto se refiere a la situación jurídica de los extra nEste Libro fue Editado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia
- 33jeros en Colombia. Entre las transformaciones más trascendentales qut> realizaron los constituyentes
y legifólaladores de 1886, debe contarse ésta de que esta nos
tratando, en virtud de la cual los extranjeros
en Colombia no iban a quedar, como antes, en un pie de
igualdad con los nacionales, sino subordinados a lo que
se hubiese acordado en los Tratados
publicos y 2. lo
que dispusiesen las leyes de su propio país sobre extranjería. Era este un principio nuevo, insólito, y en
cuyo derredor se suscitaron
interesantes discusiones en
el Concejo de Delegatarios.
Los alcances del rderido
cambio, aunque restringían hasta cierto punto los derechos de los extranjeros,
tendían, no obstante, a realizar un fin de equidad internacional, toda vez que en su virtud se concederían
a los extranjeros aquí iguales derechos que los que en
su país se otorgaran a los colombianos.
El constituyente de 1886 vio que con tal sístema favorecía eficazmente a l>US nacionales, y de ahí el que lo consagrara.
Promulgada, pues, la C0nstituci6n de 1886, no eran
ya tan amplios y perfectos los derechos concedidos
a
los extranjeros. No sería posible, de allí para adelante,
permitirles adquirir bienes raíces en territorio nacional
sin restriccción alguna. Por lo tocante a los baldíos,
tampoco gozarían de la antigua facultad ilimitada para
solicitarlos en adjudicación. El artículo 11 de la Cc-nstitución ordenaba ahora que, previamente, se investigase
cuáles derechos podia invocar y cuáles nó, el extranjero
que viniese a residir en Colombia.
Esto por una parte.
Pero ocurría, por otra, que el Código fiscal de
1873 continuaba en vigor en todo el territorio de la República; y ya sabemos que este viejo Código consagraba
el principio de la absoluta igu(lldad jurídica entre naEste Libro fue Editado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia
-34cionales y extranjeros en lo relativo a la adjudicación
de tierras baldías.
El conflicto, la oposición, por tanto, era tan clara como
la luz. Conviene no echar en olvido, sin embargo, que
el CÓdigo fiscal tenia su origen y raiz en la Constitución de 1863, o sea en el sistema de la igualdad de
derechos, que desde 1821 habian venido adoptando las
constituciones y leyes de la República.
La solución del conflicto apuntado la dio en su artículo 210 la misma Constitución de 1886, cuando dijo:
«.... quedan igualmente derogadas todas las disposiciones de carácter legislativo contrarias a la presente
Constitución» •
Concluyamos ahora: Es asi que el Código fiscal
de 1873 con tenia disposiciones contrarias al articulo 11
de la Constitución de 1886; luego ellas quedaron expresamente derogadas.
No se arguya que más tarde la Ley 57 de 1887,
por su articulo 1.0, le dio fuerza y nueva vida a aquel
Código, poniéndolo en vigor para toda la Repi.tblica;
porque él no pudo ser resucitado sino con la derogación parcial que le introdujera
la disposición constitucional atrás citada. Volvió a regir, continuó rigiendo,
pero sin las «disposiciones contrarias a la Constitución·.
Fuera de esto, el artículo 9.0 de la Ley 153 de
1887 vino a expresar:
«La Constitución es ley reformatoria y derogatoria
de la legislación preexistente.
Toda disposición
legal
anterior a la Constiución y que sea claramente contraria
a su letra o a su espíritu, se desechará como insubsistente» •
Tan rotunda es esta disposición,
que tal vez no
habrá necesidad de agregar una sola palabra para sostener la tesis de que el principio de la igualdad de derechos entre nacionales y extranjeros,
contenido en el
Este Libro fue Editado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia
- 35Título X del C6digo fiscal de 1813, quedó terminantemente abolido y derogado en virtud de los articulos
210 de la Carta de 86 y 9.° de la Ley 153 de 81, y
reemplazado con el principio de la reciprocidad, de que
trata el artículo 11 de la misma Carta de 86. Y aquí
debiéramos poner punto final.
Se ha sostenido también que, según el artículo 6.°
de la Ley 153 de 1887, las leyes nunca podian ser inconstitucionales, pues las que aparentemente fueran contrarias a la Constíhlclón, debían siempre repu,arse armónicas
con ella y aplicarse
como constitccionales.
En consecuencia, el Código fiscal de 1873, ;l.unque contuviese un principio aparentemente opuesto al que consagra el artículo 11 de la Constitución, debía aplicarse
de preferencia en el concepto de ser constitucional.
No estamos di,puestus a hacer crítica alguna al articulo 6.°, verdaderamcnte extraño en nuestra legislación.
¿Por qué una ley !lO podía ser contraria a la Carta Fundamenta!'? ¿Los l:gisladc'res
son infalibles? Tal ve~
esta disposición obcdeciÓ a la nccesidad úe conservar
la separación e independencia de los poderes públicos.
Sin duda, la ley poúía adolecer de illconstitucionalidad.
Pero se temE) coníerirles libertad de aprcciacón a 103
jueces en este punto, para evitar desmanes ocasionados
por la improbidad o la torpeza; decirle a un juez que
dejara de aplicar una ley cuando la tstimase inconstitucional, equivalía, :¡dcmás, a darle facultad al Poder judicial para derogar las leyes. Y resultó, a la postre,
que por temor a estas inconvenientes confusiones, incurrió el legislador de 1887 en u n extremo p ~ligroso e
injuridico, cual fue el de declarar que las leyes no podrían ser jamás inconstitucionales.
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- 36Cabe preguntar: ¿La aplicación que se hiciera del
Código fiscal de 1873, debe reputarse
constitucional,
de acuerdo con lo ordenado por el artículo 6.0 de la
Ley 153? ¿Y, en consecuencia,
las adjudicaciones
hechas a extranjeros, sin reparar en su condición, fueron
constitucionales y firmes?
Para responder a estas preguntas, veamos cuidadosamente lo que dijo el artIculo 6.° citado:
«Articulo 6.° Una disposición
expresa de la ley
posterior a la Constitución, se reputa constitucional, y
se aplicará aun cuando parezca contraria a la Constitución- .
Ahora bien: el Código fiscal de 1873, no es eley
posterior'" a la Constitución
de 1886¡ luégo a ese Código no lo aprovechó ni cobijó la citada disposición de
la Ley 153. El principio que esa ley consagró, no es
posible aplicarlo al Código fiscal. Y aun cuando a virtud de un milagro de dialéctica se demostrase
que el
Código fiscal sí es una ley posterior, a causa de haber
sido puesto en nueva vigencia por la Ley 57 de 1887,
con ello no se alcanzaría a probar toda vía que al ser
revivido aquel Código, reapareciera
todo íntegro, completo, tal como antiguamente
había existido; pues ya
dejámos demostrado que, al volver a regir, él vino parcialmente derogado (1).
Resumimos: Desde 1821, afto en que s\: constituyó
la República, hasta 1886, imperó en Colombia el principio jurídico de la igualdad de derechos entre nacionales y extranjeros:
las adjudicaciones
de tierras baldías se hacían en los mismos términos a unos y a otros.
En 1886 se realizó un tránsito, un cambio fundamental en nuestro sistema legal al respecto: al principio
(1) El artículo 6.° de la Ley 153 de 1887 fue derogado por el
Acto legíslativo número 3 de 1910. y se volvió al principio de que lu
leyes inconstitucionales puedea acusarse ante la Corte Suprema.
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- 37de la igualdad jurídica se le sustituyó con el de la reciprocidad legislativa combinado con el de la reciprocidad diplomática. El articulo 11 de la Constitución
de
1886, contentivo del nuevo principio, derogó, por tanto,
tácitamente,
las leyes anteriores que consignaban
el
opuesto principio; esto es, todos los artículos pertinentes del Titulo X del Código fiscal.
Pero esta derogación se convirtió en expresa por
obra de la segunda parte del artículo 210 de la Carta
de 1886, y por obra también del artículo 9.° dt: la Ley
153 de 1887.
El articulo 1.0 de la Ley 57 de 1837 puso de nuevo en vigor el Código fiscal de 1873; pero este Código
no pudo reaparecer sino con la derogación parcial que
habían expresamente
decretado las disposiciones
citadas en el párrafo anterior.
El articulo 6.° de la Ley 153 de 1887 ordenaba
que todas las leyes posteriores a la Constitución debían
reputarse constitucionales. Pero el Código fiscal de 1873,
contrario a la Constitución, no podía reput,use (:onstitudonal, por dos razones: Por que él no era ley posterior
a la C0nstitución, sino ley anterior o preexistente; y
porque si bien es verdad que la Ley 57 de 1887 le dió
nueva vigencia, y por este concepto pudiera estimarse
como ley posterior, no es menos cierto que al sl~r pues~
to otra vez en vigor, tal Código venia «r~f<Jrmado o
derogado· en todo cuanto fuese contrario a 11 Constitución de 1886.
Por todo lo cual afirmámos en otra parte q -le las
adjudicaciones de baldios a favor de extranjeros, hechas sin restricciones ni condiciones de ningún género
de 1886 a 1912 con arreglo al Título X del Código
fiscal antiguo, adolecieron de absoluta inconstitucionaIidad. Son, por consiguiente, nulas; y las tierras a que
se refieren entendemos que pertenecen en dtncho a
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-
,)0 -
la Nación. Si así lIegare a ser, ellas serian denunciables
como bienes ocultos, siempre que actualmente estuviesen cultivadas o explotadas y produciendo rendimientos
a supuestos adj udicatarios.
Finalmente, volvemos a decir que nos parece muy
bueno y muy laudable el que las leyes colombianas rodeen de ventajas y garantfas al extranjero y que abran
el compás cuanto sea necesario para darle acceso en
nuestro territorio a la inmigración europea. Las riquezas
potenciales del país deben ser extraídas
por el brazo
extranjero, ya que los solos recursos de la poblaciún
regnícola no son suficientes para ello. Todo lo que
pueda dar por resultado el aislamiento
de la Nación,
nos parece desacertado e inconveniente. A este respecto
estimamos que el artículo 11 de la Constitución no satisface plenamente la exigencia de los altos intereses
nacionales. Si en otros países se niega a los colombianos adquirir bienes raíces, no debemos nosotros-por
más que cierto criterio de equidad internacional parezca
acúnsejarlo-adoptar
acá las mismas restricciones.
Las
circunstancias no siempre son idénticas en todos los
Estados, y la conveniencia, que es o debe ser la csuprema
lex" de las colectividades políticas, indica de ordinario
que aquello que un Estado practica y ejecuta como
bueno, puede ser rechazado en otro
Estado como
malo. Rumania y Serbia, que luchan por su existencia
entre dos grandes imperios ayer poderosos,
proceden
con cordura al prohibir a los extranjeros la adquisición
de inmuebles en sus territorios respectivos,. pero no se
vislumbra la razón para que un rumano o serbio que
venga a Colombia, no pueda adquirir esos mismos bie!
nes en nuestro territorio, que no está en iguales circunstancias de peligro. Mas si así pensamos en el campo
de la abstracción, no ocurre otro tanto en el de los hechos positivos. Existe consagrado en nuestras leyes el
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- 39principio de la reciprocidad legislativa en combinación
con el de la reciprocidad diplomática, y es de rigor cumplirlo y aplicarlo. La ley debe respetarse
y reputarse
buena mientras la soberana voluntad 110 la abrogue. Y
así el rumano de nuestro ejemplo no podrá, pues, adquirir bienes raíces en Colombia en los mismos términos que los colombianos, a pesar de que con ello nose
afectarla en nada la soberania nacional y a pesar de que
t;¡1 restricción no sea benéfica para el progreso
de la
República.
LEGISLACION VIGENTE SOBRE BALDlOS
Procedimiento para obtener la adjudicación- El Código fiscal de 1873, que venía rigiendo en toda la Nación, fue derogado y reemplazado por el Código fiscal
de 1912, cuyo Título 11 está destinado a reglamentar
lo relativo a las tierras baldias. La Ley 71 de '1917
reforma y adiciona este Código.
En su artículo 44 el Código define qué son baldíos:
lo son todos aquellos terrenos situadoi
dentro de', territorio nacional que carecen de dueño. Ellos-dice-pertenecen en tal concepto al Estado·.
En otra parte hemos establecido
la diferencia que
existe entre el Estado y la Nación. La idea de Estado
dice relación más bien a la entidad abstracta
dividida
en diversos organos o ramas, que tiene a su cargo la
dirección de los negocios públicos. Estado y Gobierno
casi se confunden. La idea de Nación se refiere a la
población, al conglomerado de individuos que busca un
fín determinado bajo la protección del Estado. Ahora
bien: las tierras desocupadas pertenecen
a la comunidad, a la Nación, a todos los habitantes, quienes tienen
una especie de derecho en potencia sobre dichas tierras'; en virtud de llenarse ciertas coudiciones, l:ualesEste Libro fue Editado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia
- 40quiera de esos habitantes puede adquirir el derecho
perfecto de .propiedad en ellas. El Estado no es sino
administrador de tales tierras, las cuida, las vigila, las
defiende de las invasiones extranjeras, porque ellas constituyen uno de los tres principales elementos suyos;
pero no tiene derecho de propiedad sobre ellas, no le
pertenecen. Los bienes fiscales propiamente
dichos, es
decir, los que son del Estado como entidad capaz de
derechos y de obligaciones, tales como los edificios, las
minas en explotación, etc., sí puede decirse con exactitud que son bienes del Estado, porque sobre ellos
ejerce el derecho de propiedad pleno. Por este aspecto,
pues, creemos que está errado el Código en el artículo
a que nos venimos refiriendo.
El artículo 45 dice que se erepuian baldíos y por
consiguiente de propiedad nacional: ...• - No es que lo
sean, sino que se reputan baldíos, las costas desiertas,
las islas de uno y otro mar, las de los ríos y lagos
navegables y las márgenes de los mismos. Sin embargo,
no se ve razón ninguna para que aquí se diga que tales tierras ese reputan» baldías, y no que realmente lo
sean. Todas ellas quedaron comprendidas
de un modo
genérico en la definición del artículo anterior; de suerte
que según este artículo tales tierras eson» baldías y
según el artículo 45 apenas •.se reputanbaldías. La
verdad es que todas son realmente baldías, y como tales
son edc propiedad nacional-, es decir, que pertenecen
a la Nación y las administra el Estado.
El artículo 46 estatuye que las tierras baldías son
aplicables a los siguientes objetos: al pago de la Deuda
pública; a concesiones a cultivadores;
al fomento de
obras públicas, a la amortización de títulos de concesiones de baldíos; al servicio público nacional, departamental y municipal, y a los objetos especiales que determine la ley.
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-
41-
1. Ya por el Cóji~~() fiscal de 1873, las tierras baldías se destinaban al pago de la Deuda pública, así
externa como interna. La deuda exterior se dividia en
antigua y nueva: la primera era procedente de los (~mpréstitos hechos por la Oran Colombia, y que en vilt.ld
de un arreglo· verificado en Bogotá con el representante
de los Tenedores de Bonos ascendia a la suma de diez
millones de pesos en 1872; la segunda era procedente
de empréstitos posteriores. La deuda interna se dividía
en consolidada y flotante; la primera o a fondo perdido
sólo daba derecho a ex[gir los réditos, pero no el capital; la segunda sí era exigible por capital e intereses,
y se amortizaba peri':ldi..:amente. Los bonos o val~s que
representahan estos crditos de la deuda interna fl\)tante, eran territoriales,
esto es, daban derecho para
adquirir tierras b,~IJias. Tanto los tenedores de bonos
extranjeros como los trnedores de vales de la (euda
flotante, podian recibir krrenos a camhio de sus respectivos titulos. En eS,~ sentido es que decía el Código que las tierras bldias eran aplicables al pa:;o de
la Deuda públic<l.
Hoy dice lo mismo el artículo 46 del Código fiscal
vigente; de forma q\ll~ los poseedores de titulos territoriales pueden I)btcl\l~r la adjudicación
de balGÍos a
cambio de sus titulol'. El procedimiento especial para estos
casos está señahdo en el artículo 92 del Códigc, y es
éste: El tenedor de los bonos dirige su solicitud al
Gobernador
o Intendente respectivo, acampanada
del
nombre del terreno, su situación, colindantes y la circunstancia de no est3r destinado a ningún uso público. Recibida en la Gohernación o Intendencia, ésta oficiará al
Alcalde del Municipio donde se halle el baldío pua que
anuncie al público, por el término de treinta días, el
hecho de la solicitud. Devuelto el expendiente al Gobernador o Intendente, éste fijará el negocio en lista
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-
4¿-
por diez dias y luégo se pasará en traslado al Ministerio pÚblico. En cualquiera de aquellos dos términos
podran los ciudadanos oponerse a la adjudicación, siempre que les lesione sus derechos; en tal caso, el Gobernador remitirá los papeles al Poder judicial para que allí
se decida, en juicio contradictorio, el dere~ho del solicitante, o el del opositor. Si no hubiere oposición, o si
ella se decidió en favor del solicitante, el Gobernador
o Intendente ordenará que se levante un plano, que
se acompafiará al expediente; el cual, asi confeccionado,
se enviará al Ministerio correspondiente para que, dentro de diez dias de recibido, pronuncie la resolucibn a
que haya Ju~ar, que puede ser concediendo la adjudicación o negándola. Tal resolución, registrada, constituye una escritura púbica que garantiza la propiedad
del terreno.
Cuando regía el
miento especial para
cambio de titulas de
dor, era muy otro, y
choso. Veámoslo:
antiguo Código fiscal, el procedila adjudicaci<'m de un baldío a
la Deuda interna flotante al portaquizás más conveniente y prove-
Según ese Código, las tierras baldías eran enajenables por el Estado a cambio de dinero o de vales o
bonos de la deuda interior. El comprador podía pagar
con una u otra cosa. Dirigía su denuncio ante el Gobernador o Presidente del respectivo Estado, con indicación de los colindantes y demás señales que permitieran conocer el baldío. El Gobernador
daba traslado a
los colindantes del terreno; en seguida nombraba los
agrimensores o peritos avaluadores. Así el expediente,
era remitido a la oficina de Estadística
del Minísterio
de Hacienda para su examen; si todo estaba bien y
conforme a derecho, era devuelto a la oficina de Hacienda de la capital del respectivo Estado, a fin de que,
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43
previo aviso por carteles,
moneda pública.
se
vendiese
el baldío
en a'l-
La adjudicación en esta forma resultaba benéfica
en alto grado para los intereses nacionales, pues se verificaba la venta según el justo precio de las tierras,
atendidas su situación y sus condiciones de fertilidad.
De conformidad con el nuevo Có1igo, los terrenos
baldíos no se venden por el Estado; y ello está muy
en armonía con lo que hemos dicho varias veces acerca
del carácter nacional de tales bienes y de las funcione:;
puramente administrativas qu~ tiene el Estado. El acto
de vender es acto de disposición que sólo corresponde
al verdadero dueño de la cosa; la administración
no
comprende la facultad de vender. Por tanto, si el Estado
es un adlllinistrador de los terrenos baldíos, él no podrá enajenados a título de venta. El artículo 60 del
Código dispone que «los terrenos baldíos no son enajenados a título de venta". Sin embargo, esta prohibieión
no es tan absoluta como fuera de desearse;
porque el
mismo Código al establecer que las tierras baldías son
aplicables al pago de la Deuda pública. no dice otra
cosa sino que ellas se put'den comprar dando como precio bonos o vales de Tesorería.
En efecto, la d~uda
pública comprende la exterior y la interna, y para gagarantizar los erMitos dá la Nación los mencionados
títulos, que son territoriales; el tenedor de un título de
la deuda flotante puede solicitar la adjudicación dt: baldíos con él. Así lo autoriza el Capítulo V del Código.
y como esos títulos o bonos son documentos de crédito representativos de dínero, se deduce que al conceder
una adjudicación a trueque de uno de dichos tftL\los o
bonos, lo que hay en el fondo es una venta.
Lo que quiso prohibir el artículo 60 citado. fue, a
no dudarlo, la venta por dinero sonante y efectivo.
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-44n.
Los cultivadores de tierras baldías que carecen de
título de propiedad, tienen derecho para solicitar la adjudicación. La ocupación, según el Código civil, es un
modo de adquírir el dominio de las cosas que no pertenecen a nadie. Es un modo originario de adquirir el derecho de propiedad, y se realiza mediante la posesión
de la cosa seguida del trabajo constante. Las tierras
baldías-lo
hemos visto ya-no
pertenecen a nadie;
luego quien las aprehenda y las cultive, adquiere sobre
ellas el derecho de propiedad
por ocupación. En el
campo de la pura Filosofía del derecho, el título es el
derecho innato a la propiedad, y el modo es el hecho
de la posesión material y de haber el hombre incorporado su trabajo en la cosa. La ley ha querido, sin embargo, que en este caso de las tierras baldías el derecho de prop!edad, que se adquiere por la ocupación,
se perfeccione con el aditamento de otras formalidddes.
Pero siempre, en el fondo, habrá ocupación y nada
más que ocupación. El Código civil definió el principio,
estableció el modo de adquirir el dominio; y el Código
fiscal determinó el procedimiento para asegurar y hacer
socia/mente evidente el derecho
adquirido
por aquel
modo sobre los terrenos baldíos.
En resolulción, tenemos que cuando un ciudadano
se apropia un terreno sin dueño y lo cultiva, ha nacido
el derecho de propiedad
completo por medio de la
ocupación. El Capítulo 11 del Titulo 11 del Código fiscal
reconoce ese derecho en el cultivador
o colono, y, en
interés del progreso nacional, va hasta reconocerle también una extensión mayor; allí se dan las reglas para
afirmar el derecho de dominio y hacerla visible a los
ojos de la sociedad.
Tales son: El cultivador u ocupante con ganado s
dirige su solicitud al Gobernador v Intendente con expresión del nombre del terreno, su situación, colindantes
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- 45y extensión
r~ecibida
calde
y la
la
circunstancia
solicitud,
del Municipio
que anuncie
la
de
el hecho
de treinta
días.
dimiento
indicado
para
pÚblica,
parte
la
antiguo
o bonos
tes
de
en sus
ganados,
tenían
tensión
ocupada
Se hacía
dente
dd
terreno,
fiscal
lindantes
braba
tres
con
derecho
pediente.
a que
respectivo
aparecido
papeles
ante
Estado,
solicitud;
el
y se
de
o jurídica
ha ejecutado
el
de
la t'x-
Gohernador
o
Presi-
el nombre
traslado
funcionario
plano
todo
del
a los co-
oficial
el
nomal
ex-
bien
provisional,
que
arreha des-
nueva.
LlIégo
remitía
los
Hacienda
por
cOilducto
de
al fomento
va a ejecutar
manera cómo debe hacerse
sos. (Artículos
88 a 91).
ocupan-
dehesas
se les a-ijudicara
adhería
los baldíos
que
Los
o
y allí se pronunciaba
ya. El Capitulo
esta
cultivadores;
artículos,
públicas.
En los casos determinados
por
nisterío expide bonos o títulos en favor
natural
en
reglamentando
encontraba
de la legislación
la oficina de Estadística,
ción defintiva.
los
se daba
la adjudicación
a la Secretaría
a
expresando
y linderos;
III. Se aplican
d'~
de la Deuda
más.
Si la Gobernación
concedía
favor
deficiente
labranzas
y un pedazo
los agrimensores
glado,
para
por el
e', proce-
en
Código,
primeros
la solicitud
de la
se sigue
era
el
baldías
situación
baldío
publico
territori:tles
a las adjudicaciones
tierras
del
Al-
de ver.
la Ley 61 de 1874 adicionó
la materia,
baldío.
al
al
En lo demás
Código
relativa
ubicación
terreno
oficiará
las adjudicajones
de vales
que acabamos
El
ser
de la solicitud
término
los tenedores
de
Gobernación
d€ las
obras
la ley, el Mide la persona
la obra,
V del Código
la adjudicación
la resolu-
que
la
establece
o
la
'~n estos
ca-
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- 46Los títulos o bonos son documentos públicos a la
orden, transferibles por endoso como los efectos de comercio. (Capítulo III).
Estos bonos se transfieren, generalmente, en razón
de venta. De suerte que un endosatario que, a cambio
de sus titulos, solicitara la adjudicación de un terreno,
seria un verdadero comprador; para él no sería ya una
concesión graciosa sino una venta neta.
En este punto el Código actual introdujo importante reforma al procedimiento que indicaba el antiguo
Código de ] 873. Conforme a este último, la persona
favorecida con la concesión decretada por la ley, debía
acudir ante el respectivo Ministerio a solicitar que se
le reconociera su derecho sobre un número determinado
de hectáreas; el Ministerio le entregaba entonces un
certificado en que constaba aquel número, y éste venía
a ser el titulo o bono de concesión. No expresaba
el
Código, como sí lo dice hoy, si esos titulos eran transferibles por la vía del endoso.
Ya en la mano esos titulos, el tenedor podía dirigirse al Gobernador o Presidente del Estado en solicitud de la adjudicación, la cual se sustanciaba
según el
procedimiento establecido para las adjudicaciones
a favor de cultivadores o colonos.
Como se ve, había necesidad de dos tramitaciones
distintas, ambas largas y costosas. Hoy no ocurre lo
mismo: el Minísterio, en cumplimiento de lo ordenado
por la ley, expide los bonos en favor de la persona
empresaria, y ésta solicita ante la Gobernación
los terrenos correspondientes,
según las reglas generales.
IV. Con las tierras baldfas se amortizan «las concesiones de baldíos expedidas válidamente con anteriori·
dad a la v:gencia" del Código fiscal de 19]2. ¿Qué
concesiones son estas?
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- 47Según la VIeja legislación sobre la materia, las
concesiones de baldíos se hacían en favor de los Estados
y Territorios de la Unic:'ín, de las ciudades, villas y
distritos, de Establecimientos de instrucción pública, de
nuevas poblaciones, de inmigrantes
o contratistas
de
inmigración; de los militares; de vecinos o de familias
de distritos o territorios agraciados por leyes especiales,
por via de fomento; de nuevos pobladores
o cultivadores nacionales; y de los empresarios de nuevas vías
de comunicacion. Todas estas personas o sus legít.mos
causahabientes, a quienes no se (es haya hecho la adjudicación del caso, pueden solicitarJa hoy ante la Gohernación o Intendencia repectiva, conformándose
en
en cuanto al procedimiento a las leyes vigentes.
V. También se aplican los baldíos al uso público.
Si es para el uso o servicio público departamental () municipal, es preciso que una ley haya hecho previamente
la destinación. Si para el uso o servicio público nadonal,
la destinación del baldío puede ser por ley o por medio
de un Decreto que pronuncie el Poder Ejecutivo. En
todo caso se dictará por el Ministerio del ramo una resolución en que se declare el terreno como de uso público, sustrayéndolo del comercio ordinario y haciéndolo
pasar de la calidad de baldio a otra clase de bienes
nacionales.
La República, como entidad soberana y persona capaz de derechos y obligaciones,
posee cierta cantidad
de bienes, que por eso se llaman bienes nacionales; a
ellos se refiere la primera parte del artículo 674 del
Código civil. Cuando estos bienes pertenecen al uso general de los habitantes, toman el nombre de bi€:nes nacionales de uso público, y sobre ellos no puede ejercer
nadie un derecho exclusivo. Cuando tales bienes no
son de uso general, como los edificios de las oficinas,
las minas de Muzo, de Supia, Marmato, etc., toman el
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-
4~-
nombre de bienes fiscales, y son susceptibles
de circular en el comercio mediante autorización expresa de las
leyes.
Las tierras b¡¡ldlas son bienes fiscales de esta última clase, según lo ordenado por el articulo 675 del
Código civil y 202 de la Constitución.
Pero es fuerza
admitir que las tierras baldías son bienes fiscales de
naturaleza distinta a la de los otros de la Nación, pues
ellas no son enajenables a titulo de venta, ni constituyen una riqueza positiva y productiva, como los edificios y las minas; por su naturaleza parece, por el contrario, que son bienes destinados a ser entregados
a
otras personas que antes han tenido sobre ellos un derecho de propiedad en potencia, y son como una carga
para el Estado que los administra transitoriamente.
Los bienes nacionales de uso público pertenecen a
todos los habitantes en cuanto al uso, pero en cuanto
a los demás elementos del derecho de propiedad pertenecen a la Nación. Su naturaleza especial no permite
que esos bienes entren al comercio de las cosas. Son
imprescriptibles,
inenajenables, inapropiablcs.
Para que
un terreno baldío pase a ser bien de uso público, es menester que el Ministerio respectivo lo saque de aquella
calidad por un procedimiento análogo al empleado para
adjudicar tierras a particulares, y lo coloque en el más
alto rango de bien de uso público, ya sea nacional,
departamental o municipal. Sin tal resolución, el terreno
podrá ser denunciado legítímamente como baldío.
VI. Las leyes pueden destinar una parte de los terrenos baldíos para un fin determinado, como una colonia penal, un establecimiento
de ensef\anza agrícola,
ete. etc. En estos casos será necesario, como en el anterior, que el Gobierno dicte una resolución y levante
previamente los planos correspondientes,
para sacar el
lote de la calidad de baldío y eonvertirlo en un bien
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-
49-
de propiedad nacional exclusiva,
fiscal propiamente dicho.
ADjUDICACION
es
decir, en
un bien
DE BALDIOS A LOS DESCUBRIDORES
DE MINAS
«Pertenecen a la República-dice
el artículo 202 de
la Constitución Nacional-las
minas de oro, de plata,
de p latino y de piedras preciosas que existen en el territorio nacional». Las minas de cobre situadas en el territorio nacional, también son bienes de la República al
tenor del numeral b del artículo 4.° del Código fiscal
vigente.
Todas estas minas, al igual de los baldíos, pertenecen a la Nación, a la comunidad, y todos y cada
uno de los habitantes tiene sobre ellas un derecho de
propiedad en potencia. Realizado el descubrimiento
de
una mina y la subsiguiente posesión material de ella.
la propiedad en potencia se convierte al acto e:l virtud
de la ocupación, que es uno de los cinco m.)dos de
adquirir el dominio en las cosas. Y el Estado, que habia sido un mero administrador, llena la formalidad de
conferir el título a favor del descubridor de la mina, y
y se la da en adjudic:ación.
Son, pues, denunciables en Colombia todas las minas
de oro, de plata, de platino, de cobre y de piedras preciosas, excepto las de esmeraldas.
Las minas se dividen, por su formación, en tres
clases, a saber: de filón, llamadas también de veta;
de sedimento, como son ordinariamente
las de cobre y
hierro, y de aluvión, formadas por metales o piedras
preciosas arrastradas por la aguas. (Artículo 16 del Código de Minas).
Las minas de filón comprenden
tres
una
exte:1sión de
que soli-
pertenencias, a voluntad del descubridor
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- 50cite la adjudicación de la mina. Cada pertenencia es un
rectángulo de 600 metros de longitud por 240 de latitud (1).
La extensión de las minas de sedimento es de un
cuadrado de dos kilómetros de base. La de las minas
de aluyión, uno de tres kilómetros de base, o un rectángulo de dos kilómetros de base por cinco de altura (2).
El procedimiento para el denuncio, posesión, oposiciones en la adjudicación y titulación de las minas susceptibles de ser adjudicadas a los particulares, está señalado en los Títulos 4.°, 5.°, 6.°, 7.°, 8.°, 9.G Y 10.° del
Código de Minas.
Con el fin de fomentar el incremento de la idustria
minera, el Código fiscal ha decidido conceder a los adjudicatarios de minas de filón ubicadas en tierras baldías, quinientas hectáreas de esas tierras adyacentes a
las respectivas pertenencias, sin perjuiciu de los derechos adquiridos por cultivadores o colonos COn antelación al descubrimiento de la mina. Esta clase de concesiones de baldíos está reglamentada expresamente por
el Capítulo IV del Título II del ref~rij() Cójigo fiscal.
En tratándose de las minas de sedimento y de aluvión situadas en terrenos nacionales; el Código no otorga al descubridor de aquéllas ninguna gracia o concesin n fuera del terrero que debe ocu;1ar la mina. De
suerte que mientras que un propietario de una mina de
filón puede ser dueño de 432,000 metros de tierra,
el propietario de una mina de sedimento o de aluvión
(1). Artículo 2.0. Ley 292 de 1875.- Código de minas, artículo 23.
(2). Articulo 313, Ley 153 de 1887. Las minas de aluvion del
Tio Cauca hasta donde alcance en sus mayores
crecientes,
no son
adjudicablesj ní, en general, las de los rios nav~gables a vapor y
l>US afluentes de la :nisma clase. Arth:nlo 4.0, Ley 38 de 1877, y 5.0,
Ley 59 de 1905.
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-
51 -
sólo puede serIo hasta de una extensi6n máxima de
4,000 o de 10,000 metros, respectivamente.
¿Por qué
esta gran diferencia? Probablemente se tuvo en cuenta
la naturaleza de las minas, pues en tanto que las de
filón o veta se prolongan, por lo común, en extensas
ramificaciones verticales u horizontales, las otras se reconcentran y ocupan una extensión
mucho menor; y
no era conveniente, en este último caso, sustraer del
movimiento comercial una porción considerable de baldíos sin provecho inmediato para la sociedad.
Vista y aprobada.-El
Presidmte de Tesis,
CARMELO ARANGO
Bogotá, noviembre
19 de 1918.
Este Libro fue Editado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República,Colombia
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