La literatura es una práctica solitaria: entrevista a Carlos

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La literatura es una práctica solitaria:
entrevista a Carlos Yushimito del Valle*
*Car los Yushimito nac ió e n Lima , en 1 9 7 7 . E s t u d i ó L i t erat u ra en l a Un i v ers i d ad
de San Marcos en donde sus cu e n t o s c i r c u l a r o n , p o r p r i m e r a v e z , e n r e v i s t a s
universitarias. Ha publicado los l i b r o s d e c u e n t o s “ E l m a g o ” ( S a r i t a C a r t o n e r a ,
2004), Las islas (Sic, 2010) y “L e c c i o n e s p a r a u n n i ñ o q u e l l e g a t a r d e ” ( D u o m o ,
2011) . En 2008 se mudó a los E s t ad o s Un i d o s p ara es t u d i ar u n a m aes t rí a en
Pennsylvania, luego de lo cual, v i a j ó a P r o v i d e n c e , d o n d e s i g u e u n d o c t o r a d o e n
Estudios Hispánicos gracias a un a b e c a d e l a U n i v e r s i d a d d e B r o w n . S u o b r a h a
sido par cialmente traducida al i n g l é s , p o r t u g u é s y f r a n c é s . L a r e v i s t a b r i t á n i c a
Gr anta lo consideró uno de lo s 2 2 m ej o res es cri t o res en l en g u a cas t el l an a
m enor es de 35 años.
Entrevista Nº 01 / Octubre 2012
http://www.revistaelmuro.com/
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El Muro tuvo el placer de conversar virtualmente con el escritor peruano Carlos Yushimito del Valle.
Compartimos su agudeza y buen humor sobre el arte de escribir así como el rol del escritor latinoamericano
en esta segunda década del siglo XXI.
1. ¿En qué momento decidiste dedicarte a la literatura? ¿Por qué escribir literatura y no dedicarse a
otra cosa?
No estoy muy seguro de que se pueda decidir algo como esto, o no, al menos, de una manera auténtica, por
lo mismo, de una manera que pueda explicarse. De pronto uno descubre la lectura; necesariamente así debe
empezar, creo yo, todo esto. Uno empieza por la lectura y luego todo lo demás degenera, se va endureciendo,
oxidando, como un músculo que envejece. Fíjate, yo siento a veces algo de nostalgia y algo de pena como
lector; porque uno se vuelve peor lector con los años; uno pierde inocencia, voracidad, cierta ingenuidad,
y en cambio se hace más suspicaz y lento, se convierte en el hombre viejo que empieza a repartir consejos
sobre la vida.
También, muchas veces, pienso en el sentido de esa “elasticidad retardada” de la que hablaba Johnny Carter,
el personaje de “El perseguidor”, cuando se referiría a la consistencia de algunos objetos. A veces tengo la
impresión de que la escritura tiene el efecto de endurecer la lectura. Sobre todo la lectura de algunas novelas,
aquellas que no nacen teniendo la flexibilidad de la poesía.
A estas alturas, yo no me imagino, por ejemplo, releyendo a Tolstoi o a Dumas en dos o tres días, con la
misma enfebrecida abstracción que les dediqué a los 18, a los 19 años, que fueron mis años más felices
y abundantes. Bajo el riesgo de parecerte un poco místico, creo que hay algo así, tal vez como un tributo
que hay que pagar por leer, por leer mucho. Porque leer debe ser la mayor felicidad que puede tener un ser
humano (leer algo que esté al nivel de la perfección monumental de Tolstoi o Cervantes, quiero decir, y
tener además la fortuna de hacerlo muy pronto), y entonces escribir debe ser, sospecho, una penitencia por
abusar de esa dicha.
En cuanto a la segunda pregunta, creo que sería como responderte a porqué digerimos la comida una vez
que la hemos masticado y engullido. Supongo que uno se hace responsable de leer ficción. Todo lo demás
opera por reflejo.
2. ¿Qué libros o escritores te han influido?
Yo siempre procuro no hablar de influencias porque, como bien decía Juan José Saer, uno debe hacerse
responsable por su admiración; uno debe merecerse a los autores que admira. Es muy injusto o desleal
llenarse la boca citando a grandes autores y escribir, al mismo tiempo, muy mal, o con tan poca consistencia,
con tan poco respeto. Como lector agradecido, te puedo hablar de varios escritores a los que admiro y
a los que releo muchísimo: Felisberto Hernández, Guimaraes Rosa, Juan Rulfo, César Vallejo, William
Faulkner.
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Entrevista Nº 01 / Octubre 2012
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3. Acabas de publicar “Lecciones para un niño que llega tarde” (Duomo 2011) en España. Esta edición
incluye 6 cuentos de tu primer libro de cuentos “Las Islas” (2007) más 5 cuentos nuevos. ¿Ha sido
difícil integrar los viejos cuentos a esta nueva edición? ¿O son cuentos que no tienen necesariamente
una relación entre ellos?
No, no fue mi intención integrarlos, porque los cuentos de “Las islas” yo los imaginé siempre como un
conjunto orgánico. Lo que sucede es que ese libro se fue perdiendo en Lima, por muchas razones que
sería largo de enumerar aquí, y para cuando me invitaron a publicar en España esa edición ya era muy
difícil de conseguir y yo, tal vez por pereza, o por condescendencia, pensé que era una buena manera
de entregarlo a lectores que no lo habían hallado. Así que “Lecciones para un niño que llega tarde” me
permitió reimprimirlo de modo parcial y sumarle lo que era, ya por entonces, mi siguiente libro de cuentos,
propiamente, “Lecciones para un niño que llega tarde”. En una edición independiente de “Las islas”, este
libro hubiera reunido solo los siguientes cuentos:“Lecciones para un niño que llega tarde”, “Oz”, “Los
que esperan”, “Madureira sabe”, “Mr. Munch” y “Rabia”; todos esos están en la edición española, salvo el
último, que no agradó a los editores españoles y por lo mismo no fue incluido. Pero a mí me gusta, aun con
sus demasiados defectos, porque es el único cuento sobre la violencia política que he escrito, porque trata
sobre mi paso por San Marcos, y porque, aunque fallido, quise probar algo nuevo con él que no me salió bien.
En general, este libro de cuentos me permitió experimentar mejor con otras extensiones, con otras miradas
--más oníricas que realistas--, pero siempre tuve en la cabeza que iban a guardar una coherencia temática
interna. Hay, si te fijas en ellos una mirada infantil recurrente, desestabilizadora, y en todos se reflexiona
sobre la paternidad, el inventor, el padre ausente, el maestro, Dios, la autoridad, etc. En rigor, yo diría que el
libro que se ha publicado en España es una antología de mis cuentos; una selección prematura, una especie
de siamés con el tronco unido, de varios de los cuentos que he escrito en los últimos nueve años.
4. Teniendo en cuenta que ahora estás publicando fuera de Perú y para un público más amplio, ¿qué
significa para ti ser un escritor peruano?
Para mí sigue significando lo mismo que antes, es decir, muy poco. Yo nunca me he preocupado por asumir
una identidad o por reivindicarme como representante de nada, pese a que, inevitablemente, siempre he
sentido (sobre todo fuera del Perú) que se me encasilla por razones étnicas como un escritor “representativo”
de lo mestizo, de lo nikkei, en particular. Pero lo cierto es que la práctica literaria es, si lo piensas, una de
las actividades más solitarias e individualistas que puede asumir el ser humano como vocación. Uno dialoga
mejor con gente muerta que con la viva. En algún momento del día te sientas a la mesa y escribes, inventas
historias, compartes reflexiones o intuiciones sobre el tiempo que te ha tocado vivir, experiencias, impresiones
estéticas, y todo lo demás pasa al ámbito de la biografía, a los viajes que se hace por gentileza ajena, a las
frustraciones, a los tiempos de desvelo, a los problemas económicos, e incluso a veces al reconocimiento,
a la vanidad, al feo narcisismo que rodea toda esta actividad, que la incentiva y también la anula. Pero todo
eso, grande o pequeño, solo coagula en el momento en que todos los escritores están trabajando a solas, y en
los que una nacionalidad, que está más cercana a todo lo inútil de lo ceremonial, a la memoria colectiva, a
la uniformidad de las interpretaciones, se vuelve apenas un anexo, no una pieza central en la definición que
uno busca de sí mismo ni en el resultado que esa soledad, al final del día, produce, independizándose incluso
de lo que uno muchas veces buscaba o perseguía con la escritura. Así que, ciertamente, yo no encuentro que
sea significativo ser peruano o chileno o japonés en la práctica literaria, porque la sensibilidad de un escritor
escapa a un programa tan insuficiente como ese, que a falta de una mejor administración, terminamos
localizando en lo nacional. Ahora, eso no quiere decir que a mi peruanidad yo no la encuentra importante
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como un ejercicio ciudadano, por ejemplo, bajo esa responsabilidad que inevitablemente nos empuja, por el
hábito de los afectos, a la indignación o al orgullo. En eso soy muy peruano, en el modo infantil como me
entristece la política, disfruto la comida o me alegra un partido de fútbol.
5. En la época del Boom Latinoamericano, los escritores tuvieron fuertes posiciones ideológicas,
ya sean de derecha o de izquierda. 50años después, ¿cómo ves la posición de los nuevos escritores
latinoamericanos teniendo en cuenta el rol económico que empieza a tener Latinoamérica en el
mundo? ¿Ves alguna posición particular en los nuevos? ¿Deberían tenerla? ¿Cómo te ves tu propio
trabajo en este panorama?
A mí siempre me ha llamado a sospecha la convicción con que se afirma que los escritores más jóvenes no
muestran intereses políticos. Para empezar con algo muy obvio, si no lo hicieran, sencillamente nadie los
conocería. Hay un gesto político bastante transparente en publicar, es decir, en “hacer público” un manuscrito,
que, de otro modo, se guardaría en un cajón del escritorio. Pero incluso ese gesto, el ocultamiento, si se
revela de un modo accidental o involuntario (pensemos en Kafka) puede también serlo. Y puede ser, de
hecho, un gesto político muy enfático. Lo interesante es, en todo caso, que se crea que afectar a un lector ya
no es un acto político; para mí ese es un síntoma mucho más evidente del problema, que pasa más bien por
un modo de recibir, de leer, si quieres, que por el de producir un discurso. Así, lo que creo que se ha hecho
cada vez más inmune es la recepción discursiva.
Ya estamos muy lejos de la fe que se tenía, por ejemplo, desde las vanguardias hasta, no sé, los sesenta,
en el poder del lenguaje y de la escritura. No se trata de pensar únicamente en el modelo del escritor
comprometido, desde luego, que opera desde y fuera del discurso literario (pensemos en Vargas Llosa);
sino de pensar en el poder estético, en la exigencia creativa que no se complace, que incluso interpela, a
los lectores afantasmados o complacientes. Obviamente, es un problema que se retroalimenta y reproduce
la dinámica de un lector ocioso que demanda un escritor ocioso, o un escritor ocioso que produce lectores
ociosos. De un sistema en que las humanidades intervienen menos, se le resta espacios a la producción
cultural, la cultura del libro, su divulgación en medios masivos, desaparece gradualmente o se dispersa.
Pero el centro de la problemática actual es claramente de naturaleza crítica. Así que yo no me preocuparía
tanto en localizar el problema de lo ausente político en los autores, porque, sea el que sea, ese motor
(que fue de lo excesivamente público a lo excesivamente privado), todavía funciona–Guadalupe Nettel,
Yuri Herrera, Samantha Schweblin, Valeria Luiselli, etc.; en todos ellos podemos leer ficciones cargadas
ideológicamente: temas como la modernidad que afecta al cuerpo, la migración, la maternidad, etc., todo
eso está ahí a la espera de ser leído y comprendido, a la espera de afectar igualmente al lector--. Así, yo creo
que debemos enfocar nuestras preocupaciones en la ausencia de un lector o en el lector que no desarrolla
ninguna conciencia crítica. Esto último, a fin de cuentas, no es más que otro reflejo del modo en que la gente,
a través de las instituciones, está leyendo el presente. Ojalá que a la indignación económica vista en estos
meses recientes siguiera una indignación cultural.
6. ¿Qué le recomendarías a alguien que recién empieza a escribir?
Que no hagan caso de lo que les aconsejan los extraños.
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