LAUDATIO a D. Rafael Moneo Salutación Excelentísimo y Magnífico Señor Rector de la Universidad Pública de Navarra; Excelentísimas e Ilustrísimas autoridades; Estimados compañeros del claustro de la Universidad Pública de Navarra y de otras universidades y academias que nos acompañan; Señoras y Señores, Este día será recordado en la Historia de nuestra Universidad, como el que sirvió para otorgar el máximo galardón académico a un ilustre navarro, cuya obra nos permite sentirnos orgullosos al recorrer cualquiera de los espacios de tránsito, de trabajo o de esparcimiento que nos ha dejado a lo largo de la geografía nacional e internacional. Concurren en D. Rafael Moneo Vallés dos facetas profesionales bien definidas y relacionadas entre sí. La de profesor que ha destacado en la Docencia, Investigación-innovación y Difusión del conocimiento, los tres puntales que dan sentido y justifican la existencia de las Universidades. Por otro lado la de su trayectoria como arquitecto en la que ha logrado abrirse su propio camino llegando a alcanzar las más altas cimas. Trayectoria vital y reconocimiento internacional. Nacido en Tudela en 1937, se graduó en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, en la que como estudiante comenzó a colaborar en varios proyectos de D. Francisco Javier Sáenz de Oiza (autor, por otra parte, del proyecto de nuestra Universidad Pública de Navarra). Complementó su formación en el extranjero con una estancia en Dinamarca (1961-62), aunque no le fue fácil conseguir la atención de Jorn Utzon autor del proyecto de la ópera de Sidney, a cuya puerta tuvo que llamar con insistencia. En los años 1963-64 se trasladó a Roma becado por la Academia Española de Roma. A su regreso alcanza el grado de Doctor en la Escuela de Arquitectura de Madrid e inicia en ella su actividad docente. En 1970 obtiene la cátedra de Elementos de Composición y se traslada a Barcelona en cuya Escuela de Arquitectura enseñará Composición hasta 1980, fecha en que vuelve a Madrid. Su relación con los Estados Unidos se inicia en 1976 como Profesor invitado de la Cooper Union School de Arquitectura de Nueva York. En los años 80 será Profesor de la Escuela de Diseño (Graduate School of Design) de la Escuela Superior de Arquitectura de la Universidad de Harvard, de la que será decano entre los años 1985-1990, y con la que sigue colaborando como profesor honorario desde 1991 en la Cátedra Lluis Sert (la Sert Professorship), impartiendo conferencias de forma regular. Colabora asimismo en el Departamento de Arquitectura de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (Suiza). Conoce bien el medio universitario, en el que ha dejado inmejorable recuerdo entre sus colegas y alumnos, que le reconocen el mérito de haber desarrollado en España un modelo docente en el que primaba el análisis, la reflexión sobre las tendencias arquitectónicas, y la participación estudiantil en el aula. Además de transmitir sus conocimientos en clase, ha plasmado su visión de la arquitectura contemporánea en publicaciones que han visto la luz primero en revistas especializadas (en colaboración con Grassi Por una teoría de la arquitectura: la soledad de los edificios, en Casabella, Abril 1999, vol. 63, nº 666, pp. 30-33). Posteriormente en 2004 en forma de monografía La soledad de los edificios y otros escritos (Ed. Allemande), cuyo primer volumen está dedicado a la enseñanza de la arquitectura y al desarrollo de la técnica, mientras el segundo volumen analiza la forma de trabajar de los más renombrados arquitectos contemporáneos. Continúa con esta labor en otra obra asimismo publicada en Barcelona: Ed. Actar 2004 en inglés y castellano, titulada Inquietud teórica y estrategia proyectual en la obra de ocho arquitectos contemporáneos. Son textos fundamentales en las que vuelca sus reflexiones sobre la obra de los arquitectos más representativos de las diversas tendencias de la arquitectura contemporánea. Buen conocedor de las innovaciones técnicas, no considera sin embargo a la tecnología como el motor de la arquitectura, sino que prioriza el pensamiento intelectual como parte fundamental del trabajo arquitectónico, y no solo teoriza sobre ello en su faceta docente, sino que lo pone en práctica como profesional de la arquitectura. Reacio a ser considerado como creador de un estilo, ha sido en los últimos años cuando a través de entrevistas y de la interpretación crítica de sus dibujos, planos y obras, se han podido descifrar las claves de su pensamiento, haciéndose comprensible su concepción de la arquitectura. Quien quiera adentrarse en sus entresijos no tiene más que consultar la detallada obra Rafael Moneo. Antología de urgencia editada en Madrid por ed. El Croquis en 2004. Resume sus principales proyectos y obras ejecutadas, e incorpora las importantes conferencias impartidas en Harvard y Yufuin (Japón), en las que expone su visión crítica sobre la arquitectura contemporánea, cuya evolución va pareja a la de la sociedad actual, en la que parece que lo único que se valora es la información, de forma que el mundo globalizado en el que se nos quiere integrar pretende regirse por un nuevo orden que quiere borrar toda noción de causalidad. Muchos de sus proyectos han obtenido el primer premio en concursos internacionales. Su obra está diseminada por Europa, Estados Unidos y Oriente Próximo, obra privada y pública (viviendas, bancos, ayuntamientos), y nos ha dejado magníficas realizaciones en el ámbito de la cultura (museos, bibliotecas, archivos, auditorios), de las comunicaciones (estaciones de ferrocarril, aeropuertos), de la sanidad (hospitales), y de la religiosidad (catedrales). Su trayectoria personal y la coherencia con su pensamiento le ha procurado un amplio reconocimiento internacional. Su obra es objeto de estudio, de exposiciones temáticas (como la presentada en San Sebastián en la Sala-Kubo del Kursaal 2005 y Pamplona en el Museo de Navarra en 2007, que bajo el título Rafael Moneo: museos, auditorios y bibliotecas expuso maquetas, fotografías, planos y memorias de 16 de sus proyectos culturales). Todo lo cual significa su consagración como uno de los grandes arquitectos contemporáneos, de lo que da fe la amplia relación de los premios y distinciones de los que ha sido objeto, entre los que destacamos: . Premios: 1992: Medalla de Oro de Bellas Artes del Gobierno español. 1993: Premio Arnold W. Brunner de la Academia Americana de las Artes y Letras. Premio Príncipe de Viana del Gobierno de Navarra. Premio Schock de Artes Visuales por la Fundación Schock y la Real Academia de Artes sueca. 1996: Premio Pritzker (equivalente al Nobel de Arquitectura). Medalla de Oro de la Academia de Arquitectura de Francia. Medalla de Oro de la Unión Internacional de Arquitectos. 1998: Premio Internacional de Arquitectura Antonio Feltrinelli de la Academia Nazionale dei Lincei de Roma. 2001: Premio de Arquitectura contemporánea Mies van der Rohe. 2003: Medalla de Oro del Royal Institute of British Architects (RIBA). 2006: Medalla de Oro de la Arquitectura (CSCAE). .Es además Académico: 1997: Numerario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, . 1998: Academia Americana de las Artes y las Ciencias. Academia San Lucas de Roma. Real Academia Sueca de Bellas Artes. .Miembro honorífico: Instituto Americano de Arquitectos. Real Instituto de Arquitectos británicos. .Doctor Honoris Causa. 1993: por la Universidad Católica de Lovaina. 1994: Laurea ad Honorem del Istituto Universitario di Architettura de Venecia. 1997: Honoris Causa de la Escuela Superior de Tecnología de Estocolmo. Y en 2007 en este acto académico Doctor Honoris Causa por la Universidad Pública de Navarra. Su concepción de la arquitectura. Los principios fundamentales de la arquitectura (Belleza, Firmeza, Utilidad) conocidos desde la época de Vitrubio, se manifiestan en la obra de Moneo en una justa proporción, aunque si hay que buscar una influencia más cercana tendríamos que referirnos a Le Corbusier, que en 1923 manifestaba: “La arquitectura está más allá de los hechos utilitarios...Es el juego sabio, correcto, magnífico de los volúmenes bajo la luz. La arquitectura es arte en su sentido más elevado, es orden matemático, es teoría pura, armonía completa, gracias a la exacta proporción de todas las relaciones”. Para Moneo y su concepción de la arquitectura, sigue teniendo importancia el lugar, la forma, el pasado histórico, y el medio circundante. Así lo recoge en su obra escrita: Lo que realmente genera un proyecto es una idea que opera sobre un contexto social o material (esta idea inicial es crucial para la consistencia del proyecto). Los arquitectos que hablan de su obra como si estuviera dictada por la necesidad exageran, pues en el origen existe un momento de aleatoriedad, un componente de libertad de elección de la forma (volverá a insistir en la arbitrariedad formal, la elección de la forma por el arquitecto, en el discurso de ingreso en la Academia de Bellas Artes de San Fernando en 2005). La elección de la forma está en relación con el lugar que ocuparán sus edificios, tanto si se trata de obra nueva como de continuidad, dando en este caso gran importancia a la historia del propio edificio y al entorno: El problema es el modo en que la ciudad, manteniendo la continuidad con el pasado es capaz de evolucionar (de forma que el modo en que el tiempo está presente en la obra de arquitectura es relevante para una eficaz reflexión sobre la forma arquitectónica). Moneo tiene un concepto del tiempo en el que cada instante condensa el pasado y presente, mientras que respecto al futuro considera que la vida de un edificio es una carrera a través del tiempo en el que experimentará su propio desarrollo. En relación con el medio circundante considera que la arquitectura prepara para el entendimiento del medio (esto es ser arquitecto hoy, frente al arquitecto del pasado que bastante tenía con dominar un conjunto de técnicas que le permitieran mantener en pie los edificios). Moneo es enemigo de hacer las cosas de cualquier manera. Su preocupación por la perdurabilidad de la obra arquitectónica, no solo significa el duelo del creador que se ve separado de su criatura al comprobar que una vez terminado el edificio no le pertenece, sino que tiene vida propia (sentimiento que es común en los creadores que trabajan en el ámbito de las Artes, y que no debe interpretarse en sentido narcisista sino como síntoma de la preocupación por el destino de la obra a la que desea larga vida). Por ello, consciente de los avatares de su conservación hace todo lo posible por utilizar materiales de calidad, y valorando los costes de mantenimiento de los edificios parece preferir los encargos de las instituciones públicas (por aquello de que los hombres pasan y las instituciones permanecen, aunque se transformen) y de entidades preocupadas por la cultura, convertida en un anhelo imprescindible al menos para una parte de la humanidad que considera que el conocimiento del patrimonio cultural es imprescindible para entenderse a sí mismos y al mundo que les rodea. Al mismo tiempo muestra su vocación de servicio público, al realizar obras que serán utilizadas por multitud de personas. Lo cual complica su concepción y realización hasta el punto de haber sido calificadas como meta-arquitecturas. Su amor por la geometría rectilínea evidente en toda su obra, se manifiesta especialmente avanzados los años 80 (desde el proyecto Banco de España en Jaén como él mismo indica), en que las formas geométricas lineales en tres dimensiones (cubos, paralelepípedos), le permiten desarrollar lo que define como la doble piel del edificio (en palabras suyas una estructura regular y cerrada en el exterior, no implica un interior estructurado de igual modo, de forma que la exterior sirve como simple envoltura de otra interior con cuya distribución no coincide), sirviéndose del equívoco visual como un recurso artificioso. Explica su agrado por tales formas en artículos como Geometría como única morada (en A&V nº 44, Nov-Dic. 1993, pp. 2.3), y sobre todo en Juan de Herrera y el Discurso de la Figura Cúbica. La Lonja de Sevilla es un elemento cúbico, publicado en Forma, Modernismo e Historia, publ. en honor de Edouard F. Sekler, Cambridge (Mass.), 1996, p. 11 y ss.. No es baladí que Moneo se fije en Herrera, uno de los renovadores de la arquitectura renacentista, que siguiendo un programa simbólico terminará dando forma al Escorial, una de las obras consideradas maravilla del mundo. Leyendo la obra de Juan de Herrera, que explica desde el punto de vista filosófico de Raimundo Lulio las cualidades y virtudes que pueden aplicarse al cuadrado y a la figura cúbica para convertirla en la más perfecta del universo geométrico, puede entenderse la influencia que ejerce en Moneo desde el punto de vista formal (la subdivisión reticular de los diversos planos exteriores del cubo o de paralelepípedo), y la relación de la obra con los cuatro elementos fundamentales de la filosofía y de la ciencia clásica (el fuego, el agua, la tierra y el aire). O en otras palabras, la relación de la obra arquitectónica con el medio que la circunda, que se muestra esplendorosa en el magnífico emplazamiento del Auditorio y Sala de Exposiciones Kursaal de San Sebastián. Para Moneo siguen siendo importantes los conceptos de espacio y tiempo, parámetros que sirven de referencia al ser humano para explicar sus orígenes culturales (en definitiva su identidad), permitiéndole anclarse en lo que entendemos por civilización. Plantea asimismo una relación amigable con el entorno o medio en el que vivimos, reconociendo la importancia del equilibrio con las fuerzas creadoras del universo (fuego, aire, tierra, agua). Ultimamente da muestras de preocupación por el rumbo que está tomando la arquitectura actual y considera que se halla en estado de crisis, aunque manifiesta su esperanza de que saldrá de ella. Así, es partidario de usar los propios recursos arquitectónicos sin necesidad de utilizar préstamos de otras disciplinas como la ingeniería (esos edificios en los que los tubos se convierten en parte visible de su estructura), o de la botánica (los que se asemejan en su interior a los jardines colgantes de Babilonia). Por otra parte relaciona la crisis extrínseca de la arquitectura con la evolución de la sociedad actual, en la que la indiferencia se ha instalado como norma, pues los avances tecnológicos permiten proyectar y construir sin las servidumbres de la forma arquitectónica, mientras que por otra parte se diluye el concepto de lugar al encaminarnos a un mundo homogéneo en el que nos vemos rodeados de los mismos productos mecánicos y electrónicos, e inundados de las mismas imágenes, que hacen difícil identificar con el país en que estamos. La arquitectura de Moneo está al servicio del hombre, de forma que la necesidad primaria por la que se levanta la obra arquitectónica (servir de receptáculo a las obras de arte, a la memoria histórica transmitida en el patrimonio arqueológico, documental o librario, hacer de punto de enlace en las comunicaciones de larga o corta distancia, acoger al que necesita ser curado, trascender la materia para plasmar a través de la luz el paradigma de la fe cristiana y del anhelo humano de inmortalidad) se equilibra con el objetivo final, que es el de humanizar los edificios creando una atmósfera adecuada para hacerlos vivibles. De una manera explícita lo indica al referirse al hospital materno-infantil Gregorio Marañón de Madrid: “Si el uso y el carácter de un edificio tiene su importancia y se refleja en su arquitectura, más en un edificio como un hospital materno-infantil: Debe ser claro, limpio, luminoso, debe tener la lógica que se espera de la ciencia a quien en la enfermedad se pide ayuda, debe reflejar en todos sus elementos el valor de la higiene para la salud (hasta aquí lo que se encuentra en los hospitales convencionales). Pero Moneo añade una nueva premisa en la que manifiesta su amor por el ser humano: “no debe intimidar, y debe dar a los pacientes y sus familiares todo tipo de facilidades”. Cosa que es muy de agradecer como forma de contrarrestar la dureza del ambiente y los tratamientos hospitalarios. En esta relación entre la materia, proporciones y uso de la arquitectura, tiene muy en cuenta que los edificios son utilizados por seres humanos, y no solo se compadece de los dolientes, sino que da enorme importancia a las condiciones de uso de sus edificios. Su dominio de la geometría y de la proporción no tiene solo finalidades estéticas, o evocadoras (nada permite comprender mejor el poder y magnificencia del imperio romano que la sala basilical de arcos de altura imponente del museo de Mérida, en la que el contrapunto de la monumental columna romana en ella expuesta certifica que tales magnitudes no son una licencia del arquitecto, sino la altura con la que se levantaban los edificios públicos romanos). Por el contrario, el estudio de las proporciones le permite poner en relación continente y contenido, como él mismo explica al usar como contraste el diseño de muebles: “Dibujar muebles es algo que hago con gusto, no solo porque todavía creo en las categorías de interior y exterior, sino porque lo considero un modo de poner a prueba, de ajustar los instrumentos del proyecto, y sobre todo sus dimensiones y escala”. Y es que Moneo pone especial cariño en los interiores. Nada se agradece más (por poner un ejemplo), que el planteamiento de la sala de investigadores del Archivo General de Navarra en la que parece hacer pensado en el fatigoso trabajo de investigación, traslación del secular trabajo de los amanuenses de los escriptoria de antaño, en el que el investigador aunque utilice el ordenador, no se libra de las largas horas de dedicación en las que castiga su columna vertebral y su vista. Para ambas cuestiones el arquitecto ha encontrado soluciones que pueden aliviar el problema (el diseño de la silla y mesa de trabajo con perfecto conocimiento de las proporciones del cuerpo humano, de la distancia visual necesaria para captar con la mayor comodidad los textos escritos, y los ventanales que permiten descansar la visión en el magnífico paisaje situado enfrente). La percepción del usuario Hay que saber sondear a través de la discreción de que hace gala Moneo, la complejidad de su pensamiento, la riqueza de su vasta cultura (no reduciría la educación de un arquitecto estrictamente al aprendizaje disciplinar, lo que no deja de ser un desideratum aplicable a todas las disciplinas), que le hace proyectar y construir edificios en los que no solo es importante la faceta estructural y formal sino también la simbólica. Da una lección de arquitectura frente a los que reducen esta manifestación de las Artes, a una colección de eficaces artilugios tecnológicos, o consideran que la forma es algo trasnochado y sin sentido en un momento en que la inmediatez es lo único que parece ser valorado, o dan poca importancia a la relación entre el todo y las partes que lo componen y los usos a ellas destinados, o realizan diseños en los que buscan efectos estéticos impactantes como argumento de modernidad, sin importarles si son adecuados o por el contrario se pueden convertir en instrumento de tortura para el hombre. La arquitectura de Moneo tiene muchas lecturas. Una lectura superficial nos permite apreciar que sus edificios más memorables se caracterizan por la limpieza de su imagen, la plasticidad formal que transmite sensaciones táctiles, la armonía con el entorno, el cuidado máximo de los detalles, la perfección de la obra bien hecha. Una lectura más profunda permite apreciar que la estructura funciona como guía en la búsqueda de la forma, pero que el plan del autor es muy complejo y tiene intenciones diversas (la diferente organización entre el exterior y el interior pese a lo cual se establece una relación entre ambos a través de las ventanas, de pasillos o corredores situados entre lo que denomina las dos pieles del edificio; la ruptura de los ejes de simetría clásicos y renacentistas en la organización estructural, la idea de movimiento provocada por las entradas de luz natural en función de su intensidad y de transcurso de las horas solares (unas veces cenital, otras lateral), los efectos sensoriales de la luz a través de materiales que la tamizan o la translucen, creando espacios interiores con distinta intensidad lumínica, radiante en unos casos, difusa en otros. La luz exterior usada como recurso artístico en el mundo de las artes como oposición o contraste con la oscuridad, que Moneo gradúa a través de ventanas y lucernarios, se transforma en sus últimas obras (la fundación Miró de Palma de Mallorca, el Kursaal de San Sebastián, la catedral de Los Angeles, el hospital materno-infantil Gregorio Marañón de Madrid)) pareciendo emanar del propio edificio. De manera que logra separarse del concepto de la luz que tenía Le Corbusier para el que la luz era una condición exterior bajo la cual se sitúa el edificio. Lo consigue a través de los materiales vítreos transparentes o translúcidos utilizados en los recubrimientos exteriores, que conducen dicha luz hacia el interior, pero al mismo tiempo permiten transmitir en las horas nocturnas la luz artificial de la iluminación interior hacia fuera. De forma que dichos recubrimientos parecen transformarse en la verdadera piel del edificio convirtiéndolo casi en un ser vivo que recibe los estímulos solares del exterior y expresa sus emociones desde el interior. En Moneo afortunadamente para los usuarios de su obra, predomina la mesura, el equilibrio, el buen sentido de la construcción, la armonía con el entorno y con el pasado del propio edificio (en el caso de la obra de adaptación o ampliación). Características que se entrevén en sus primeras obras pero que se manifiestan de forma evidente a partir del museo romano de Mérida. No puedo acabar esta presentación sin hacer mención de la obra levantada en Navarra. La ampliación de la Plaza de toros de Pamplona, las bodegas Chivite de Arínzano, y especialmente el Archivo General de Navarra. Este último, emplazado en el casco antiguo de la ciudad en el que confluyen los restos romanos y medievales, coincide con lo que fue sede del antiguo palacio real, muy próximo al recinto murado, en una zona que se desploma en profundo talud sobre el Arga, que se remansa en una serie de meandros en los que parece que el tiempo transcurre a cámara lenta, como si el río se recreara en la visión del sector mejor conservado de la muralla de la ciudad. Moneo ha rescatado de los múltiples recubrimientos que lo ocultaban, la parte medieval del palacio, levantando el depósito documental en un gran cubo que desde el exterior da la imagen de la torre del homenaje de un castillo medieval. La unión entre lo antiguo y lo nuevo se consigue por el efecto cromático de utilizar el mismo tipo de piedra en ambos sectores, mientras que desde el paseo del Arga se vislumbra la silueta de una imponente fortaleza, que sugiere lo que pudiera haber sido el castillo-palacio en tiempos pasados. La transición entre ambos espacios (antiguo y nuevo), se logra a través de un patio acristalado en estructura reticular, que cierra dos de sus lados permitiendo asimismo que la luz exterior ilumine el edificio. Tengo que decir que es uno de los lugares que visito regularmente con mis alumnos jóvenes y del Aula de la experiencia, que quedan encantados al comprobar que el magnífico edificio se asemeja a un cofre que guarda uno de los tesoros más importantes de nuestro pasado, la documentación del Antiguo Reino de Navarra que sobrevivió con este rango hasta 1841, y la de su Diputación Foral de tiempos más recientes, estando previsto asimismo la integración de la del Gobierno de Navarra. Las actuales obras de adecuación de sus accesos, permitirán conectar este espacio con el antiguo Hospital general (hoy Museo de Navarra), y todo el sector norte de la muralla y sus paseos de ronda, dando impulso a la recuperación de este magnífico entorno histórico-cultural, que sin duda se convertirá en uno de los dinamizadores de la vida de nuestra ciudad. Epílogo Así pues, considerados y expuestos todos estos hechos, dignísimas autoridades y miembros de la comunidad universitaria, solicito con toda consideración, que se confiera a D. Rafael Moneo Vallés el supremo grado de Doctor Honoris causa por la Universidad Pública de Navarra.