I. ANTECEDENTES Antes de entrar al estado de la cuestión

Anuncio
 CAPÍTULO DÉCIMO SEXTO DE LOS PRESIDIOS Y DE LOS PRESOS (El estado de la cuestión carcelaria: De Felipe Calderón Hinojosa a Enrique Peña Nieto) “…Nosotros tenemos la dura tarea de ser los guardianes de todo dolor, del dolor humano, que aunque no se vea, tiene su escenario en algún corazón…”. Himno Vigilante. Gendarmería de Chile I. ANTECEDENTES Antes de entrar al estado de la cuestión carcelaria durante las administraciones de Felipe Calderón Hinojosa y el primer año de Enrique Peña Nieto, véamos de dónde venimos. En México, el objetivo de la prisión se ha modificado en distintas ocasiones, tanto por reformas legales como por cambios sociales. Más allá de que en tiempos actuales el legislador haya sustituido el fin “regeneración” por el de “readaptación”; y después éste por el de “reinserción”, casi siempre ha sido la realidad social, más que el contenido de las leyes, la que determina el propósito verdadero de aquella institución. Desde la consumación de la Independencia hasta el fin de la Revolución Mexicana, en los centros de reclusión al individuo no se le estudió, salvo contadas excepciones, a partir del método interdisciplinar. La ausencia de criminodiagnósticos en el pasado es sin embargo comprensible. La criminología, aunque cultivada aisladamente por algunos profesionistas mexicanos, aún no echaba raíces en el país. No pasamos por alto algunas obras criminológicas publicadas por mexicanos de la época, por ejemplo: Estudios de Antropología Criminal, de Francisco Martínez Baca y Manuel Vergara en 1892, La Identificación Científica de los Reos, de Fenández Ortigoza, en 1892, La Génesis del Crimen en México, de Julio Guerrero en 1901 (García, 2010, p. 35 y 37). Pero son aún insuficientes para sostener que ya se ejercían intentos sistematizados de regeneración. Y no podía ser de otra manera, si las cárceles servían al propósito de segregar criminales, más que al de resocializarlos. Esto no quiere decir que en los albores de la prisión mexicana los reos con graves trastornos de personalidad y nivel de peligrosidad alto hayan estado ausentes. No es gratuito que el artículo 22 de la Constitución de 1917, en su redacción original, haya mantenido la pena de muerte para homicidas, secuestradores y salteadores de caminos, entre otros. Con esto no sostenemos que quien cometa tales delitos siempre deba ser, por tanto, diagnosticado como sujeto de máxima peligrosidad. Lo que la redacción permite conocer es, más que la peligrosidad de los criminales de la época, la temibilidad de éstos, manifiesta en el miedo que movió la pluma del legislador. Garófalo acuñó el término temibilittá,1 que después sería modificado por pericolositá, en aras de la precisión. No podemos saber qué porcentaje de la población penitenciaria de esos años era de alta peligrosidad. La falta de datos duros suprime toda posibilidad. Pero un enfoque macrológico de las prisiones de este país sí permite, en cambio, la observación indirecta. Las cárceles de las Californias, de Tejas; San Juan de Ulúa, La Acordada, Belém, Lecumberri e Islas Marías, en nada se comparan con los centros federales de máxima seguridad actuales, ni criminales como Chucho el Roto o el El Tigre de Santa Julia serían tan temibles en los tiempos violentos del siglo XXI. Otra forma de observar indirectamente la peligrosidad de los reos, es considerar la peligrosidad de los actos criminales cometidos por los delincuentes libres en la sociedad mexicana de un momento determinado. Sabemos que en 1936, el Gobierno Federal se vio urgido a convocar a la Primera Convención Nacional, a donde cada entidad envió a su delegado y el gobierno central estuvo representado por el Secretario de Gobernación, Silvano Barba González. La reunión tuvo por punto a tratar la emergencia nacional derivada de la criminalidad que afectaba a buena parte de la República. Allí se acordó, entre otras cosas, retener a los presos aún después de cumplida su condena, cuando siguieran demostrando inclinación al delito.2 Siendo las cárceles un reflejo de la sociedad, podemos deducir que hubo en aquellas no pocos reclusos de alta peligrosidad y con trastornos serios de la personalidad. Afirmación que sostenemos en este inicio de ensayo, sin entrar aún en el problema de la transfiguración histórica del perfil clínico-­‐criminológico del interno en la Nación. Para ubicar el objeto de estudio de este trabajo en el tiempo, dividimos la historia de la cárcel en México en seis épocas. Desde ya aclaramos que no hemos considerado la introducción del juez de ejecución de penas como un hito en la historia de la cárcel en México, pues hasta hoy en nada ha modificado la realidad. A. CADENAS Y GRILLETES Esta época transcurrió del México Independiente hasta la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917. Las constituciones de 1824 y 1836, lo mismo que el Acta de Reforma de 1847 y la Carta Magna de 1857, fueron omisas en establecer las bases para un sistema penitenciario. Ninguna mención les mereció la cuestión carcelaria, a no ser de manera 1
Véase: Garófalo, Rafaél. Criminología. Estudio sobre el Delito y la Teoría de la Represión. Ángel Editor. México. 1885/1999. 2
Véase: Secretaría de Gobernación. Unificación de la Legislación Penal. Memoria Sintética de la Primera Convención Nacional. Serie Jurídica. No. 1. Distrito Federal, México: Secretaría de Gobernación. 1937. 2 tangencial, para prohibir una conducta. Por ejemplo, la Constitución de Ignacio Comonfort ordenó: “Todo maltratamiento en la aprehensión o en las prisiones, toda molestia que se infiera sin motivo legal, toda gabela o contribución en las cárceles, es un abuso que deben corregir las leyes y castigar severamente las autoridades”. Este tipo de previsiones, lejos de demostrar la consideración constitucional del tema penitenciario, pone en evidencia a qué profundidad la cárcel ya se encontraba sumergida. Tal como puede leerse en el Diario de Debates del Poder Constituyente de 1856-­‐1857, este lapso que aquí llamamos Cadenas y Grilletes se caracterizó por la crueldad de los guardapresos, la insalubridad de los centros de reclusión y el desamparo de los reos.3 Una vez consumada la Independencia, mediante circular de 24 de marzo de 1824, los presidios existentes tuvieron el carácter de federales. En el Norte del país, las prisiones de las dos Californias y de Tejas fueron utilizadas para trasladar allí a internos procedentes de los Estados y del Distrito. Lo mismo sucedió con la penitenciaría ubicada en el islote San Juan de Ulúa, Veracruz-­‐Llave; sólo que ésta tuvo un rol especial: albergar a los reos de mayor peligrosidad. Durante el régimen de Porfirio Díaz, además, presos políticos fueron canalizados al establecimiento veracruzano.4 En 1908 comenzó a operar la Colonia Penal Islas Marías, que subsiste hasta hoy. Suele pensarse que ésta inició funciones en 1905. El error consiste en confundir la fecha del decreto del General Díaz con la del inicio de operaciones. La Isla, durante sus inicios, a diferencia de lo que sucede en la actualidad, fue utilizada para aplicar allí una suerte de semidestierro a los adversarios políticos del Presidente. El Código Penal de 1871 –Código Martínez de Castro– entonces vigente, previó la pena de relegación, cuya ejecución sólo podía efectuarse en la Colonia. Se trató de una sanción intermedia entre el destierro, entonces permitido, y el arresto mayor, cuya naturaleza se asemeja a lo que hoy llamamos pena de prisión. Como ya decía, no es posible calcular el grado de peligrosidad promedio de la población penitenciaria en México durante esta época. Lo anterior por dos motivos. Primero: la inexistencia de un sistema carcelario nacional, interconectado, con oficinas centrales desde las cuales recopilar tal clase de información. Segundo: en esta etapa temprana, la criminología clínica aún no ingresa a las prisiones, como disciplina bien sistematizada, útil a los propósitos de estudiar, diagnosticar y tratar personas socialmente peligrosas. 3
Véase: Congreso de la Unión. Los Derechos del Pueblo Mexicano. México a través de sus Constituciones. Tomo IV, 2ª edición. Porrúa. México. 1949. 4
Véase: GONZÁLEZ BUSTAMANTE, Juan José. Colonias Penales e Instituciones Abiertas. Hacia una Reforma en el Proceso de Ejecución de Sanciones. Asociación Nacional de Funcinarios Judiciales. México. 1956. p. 83. 3 La ideología de los Derechos Humanos todavía no llega a las cárceles del México que aquí reseñamos, pues ésta aún no arriba al País. Tampoco el ideal readaptación social. La cárcel era al delito lo que la penitencia es al pecado: su expiación. B. SISTEMA PENAL La segunda época nació con la vigencia de la Constitución de Venustiano Carranza, en 1917. El artículo 18, en su redacción original, dispuso: “Los Gobiernos de la Federación y sus Estados organizarán, en sus respectivos territorios, el sistema penal –colonias penitenciarias o presidios– sobre la base del trabajo como medio de regeneración”. El tema penitenciario alcanzó entonces estatuto constitucional, para que en los hechos se lograra crear un sistema. Inició también la ideología re, que consiste en darle a la pena un sentido terapéutico, para hacer del reo un buen ciudadano. Si bien, el medio que la Constitución estableció para llegar a tal fin fue insuficiente, en la práctica no se pudo conseguir aquel propósito, amén de la sobrepoblación que ya aquejaba a los centros de reclusión y de su desorganización interna. En efecto, que la Carta Magna previera el trabajo como medio para la regeneración, no significó un cambio real en las precarias condiciones del cautiverio. La Ley de Leyes ordenó, en otras palabras, que las penitenciarías –lugares de sufrimiento– se convirtieran en centros de regeneración, pero éstas eran las mismas de la primera época: infraestructura inadecuada, falta de espacios para el trabajo y régimen interior de contención, más que de regeneración. C. EL PRESO COMO SEMEJANTE La tercera época inició con la entrada en vigor de la Ley que Establece Normas Mínimas sobre Readaptación Social de Sentenciados, de 1971. La Organización de las Naciones Unidas ya había formulado en 1955 las Reglas Mínimas para el Tratamiento de Reclusos. México, no obstante, las hizo suyas hasta aquel año, mediante la promulgación de ley arriba referida. La reforma humanista no se limitó a cambios legislativos. Un grupo de especialistas, con el Dr. Sergio García Ramírez a la cabeza, diseñó el nuevo sistema penitenciario mexicano. El plan se ideó de manera casi impecable: se construiría un centro de readaptación social en cada punto cardinal del Distrito Federal. El diseño arquitectónico obedecería al fin readaptación social. Atrás quedarían los espacios para el sufrimiento. La idea era reformar primero a la cárcel, si con ésta se pretendía reformar al preso. Las prisiones Norte, Oriente y Sur contaron con espacios dignos para aulas y talleres y los Estados debían seguir el camino. La cárcel Oriente sigue sin existir en nuestros días.5 5
Véase: MENDOZA BREMAUNTZ, Emma. Derecho Penitenciario. Serie Jurídica. Mc Graw Hill. México. 1999. p. 190. 4 Según mi experiencia penitenciaria podríamos decir que en la tercera época las cárceles mexicanas albergaron población que promedió un nivel de peligrosidad medio. Parece ser que Porfirio Díaz pudo desarticular a los secuestradores y salteadores de caminos que habían mantenido a las provincias asoladas, hasta volverse poco atractivo para los maleantes ejercer ese oficio. De ser cierto, Carranza –antes Francisco I. Madero y Eulalio Gutiérrez– habría heredado una población penitenciaria menos indómita. D. MÁXIMA SEGURIDAD El problema de la violencia extrema que hoy día producen los cárteles del narcotráfico tiene causas múltiples. Éstas van desde el rompimiento de pactos, la diversificación delictiva –ya no sólo se dedican a traficar droga y blanquear dinero–, la caída de los señores de la droga y su sustitución en la cadena de mando por quienes otrora fueron ejecutores; hasta la proliferación del sicariato producto de la guerra entre grupos. Cuando la situación comenzó a salirse de control, se produjeron manifestaciones de violencia extrema que ya perfilaban lo que después se constituiría en un abierto desafío a la autoridad formal. Cuando estos criminales eran apresados, los centros de readaptación social existentes resultaban ineficaces para contenerlos, no se diga para readaptarlos. La respuesta del gobierno federal, a este problema, fue abrir, en el año 1991, el Centro Federal de Readaptación Social Almoloya, que hoy sigue funcionando con el nombre de Altiplano. Juan Pablo de Tavira y José Luis Mussi tomarían el prototipo francés para traerlo a tierras aztecas. El segundo de ellos nos revelaría, de viva voz, que aun cuando la máxima seguridad del prototipo obedecía, entre muchas otras cosas, a su limitado aforo de 500 internos, en México los administradores distorsionaron el proyecto para elevar el número de camas a 836, con el mezquino propósito de abaratar costos. A ese reclusorio se trasladó a personas como Rafael Caro Quintero, quien pagaba, entre otros crímenes, la muerte del agente de la Drug Enforcement Administration, –DEA– Enrique Camarena. Ésa era la criminalidad más atroz en México. Hoy, vista con retrovisor, nos causa nostalgia ante la brutalidad de la violencia en tiempo presente. Aquí inicia la transfiguración del perfil de la población penitenciaria en México. De promediar una peligrosidad media, poco a poco comenzará a subir, hasta poner en riesgo la gobernabilidad de las prisiones. E. EL PRESO COMO ENEMIGO La quinta época comienza con la Ley Federal contra la Delincuencia Organizada, promulgada en el Diario Oficial de la Federación el 7 de noviembre de 1996 durante el sexenio del Presidente Ernesto Zedillo –1994/2000–. Ésta prevé delitos que se cometen organizadamente, tales como: terrorismo, contra la salud, acopio de armas, robo de vehículos. Pero además 5 consideró delito la organización misma. Si un grupo de personas cometía delitos contra la salud, organizadamente, recibiría una pena por comercio de estupefacientes, por ejemplo, y otra por el delito de delincuencia organizada. Se reformó la Constitución para facilitar la labor de la autoridad en la investigación de los delitos, con la consabida merma a los derechos humanos. Esta disminución de derechos no aplicaba, sin embargo, en todos los casos. La condición fue que se tratara de delincuencia organizada. Aquí nació un segundo derecho penal: para el semejante, el derecho penal del ciudadano; para el criminal organizado, el derecho penal del enemigo. El Estado abandonó la postura pasiva que lo había distinguido en el inicio de la guerra entre cárteles, obteniendo como resultado: policías muertos, infiltración de corporaciones débiles, criminales abatidos y muchos nuevos presos. El perfil de la población carcelaria se transfiguró totalmente. Los directores de prisión, para evitar o postergar la caída de su cárcel, se vieron obligados a reclasificar a la población: de un lado los internos buenos; del otro, los reos temibles. Este fue el fin del ideal readaptación social y el inicio del crack del sistema penitenciario. F. EL CRACK DEL SISTEMA Con el inicio de las penas de prisión vitalicia se dio el tiro de gracia a la ideología re. La prisión regresó a su sentido original: anular. La cárcel en México siempre ha tenido como compañeros de viaje: pobreza financiera, sobrepoblación, contaminación criminógena, corrupción. Problemas todos que impidieron el florecimiento de una efectiva readaptación social. Ahora, en la sexta época, que comienza en la administración del Presidente Felipe Calderón Hinojosa –2006/2012–, ya no está en juego la factibilidad de la readaptación social, sino la gobernabilidad del sistema penitenciario. Antes del Presidente Calderón, el gobierno federal apenas contaba con apenas cinco establecimientos: Colonia Penal Federal Islas Marías; tres centros de máxima seguridad: Altiplano, Occidente y Noreste; y una prisión-­‐hospital, denominada Centro Federal de Rehabilitación Psicosocial –CEFEREPSI–. Hoy, se han abierto centros de media y máxima seguridad. A continuación los enlistaremos, para dar a conocer su ubicación: §
Colonia Penal Federal Islas Marías, Océano Pacífico, territorio de Nayarit. §
Centro Federal de Reinserción Social #1 Altiplano, Almoloya de Juárez, Estado de México. §
Centro Federal de Reinserción Social #2 Occidente, Puente Grande, Jalisco. §
Centro Federal de Reinserción Social #3 Noreste, Matamoros, Tamaulipas, 6 §
Centro Federal de Reinserción Social #4 Noroeste, Tepic, Nayarit. §
Centro Federal de Reinserción Social #5 Oriente, Villandama, Veracruz-­‐Llave. §
Centro Federal de Reinserción Social #6 Sureste, Humanguillo, Tabasco. §
Centro Federal de Reinserción Social #7 Nor-­‐Noroeste, Durango, Durango. §
Centro Federal de Reinserción Social #8 Norponiente Guasave, Sinaloa. §
Centro Federal de Reinserción Social #9 Norte Cd. Juárez, Chihuahua. §
Centro Federal de Reinserción Social 10 Nornoroeste Monclova, Coahuila de Zaragoza. §
Centro Federal de Reinserción Social 11, Hermosillo Sonora. §
Centro Federal de Reinserción Social 12 , CPS, Ocampo, Guanajuato. §
Centro Federal de Rehabilitación Psico-­‐Social, Ayala, Morelos. §
Centro Federal Femenil Noroeste, Tepic, Nayarit. El Presidente Felipe Calderón recibió una administración con apenas 6 prisiones federales. El incremento fue notable, pero a nivel nacional el total de centros penitenciarios a cargo del Gobierno Federal representa el 3%. La proporción 3/100 se refiere al número de centros penitenciarios contra centros estatales. La proporción sería aún menor si se compararan, más que penales, número de camas. Esto, porque las prisiones federales, además de ser muy pocas, tienen muy poco aforo, exceptuando de esto último a la Colonia Penal Islas Marías. Todo el sistema penitenciario federal, alberga apenas 25, 219 internos. Es decir, el 10% de la población carcelaria nacional.6 (Secretaría de Gobernación, 2013, p. 8 y 9). Población de los Centros Penitenciarios Federales Centro Penitenciario Federal Población 1 Complejo Penitenciario “Islas Marías” 7, 732 2 Centro Federal de Rehabilitación Psicosocial 358 3 CEFERESO 1 “Altiplano” 1,087 4 CEFERESO 2 “Occidente” 1,281 5 CEFERESO 3 “Noreste” 1,087 6 CEFERESO 4 “Noroeste” 2,027 7 CEFERESO 5 “Oriente” 3,421 8 CEFERESO 6 “Sureste” 631 9 CEFERESO 7 “Nor-­‐Noroeste” 681 6
Secretaría de Gobernación. Estadísticas del sistema penitenciario nacional. 2013. Recuperado de http://www.ssp.gob.mx/portalWebApp/ShowBinary?nodeId=/BEA%20Repository/365162//archivo. Fecha de consulta: 14 de mayo de 2014. 7 10 11 12 13 14 15 CEFERESO 8 “Norponiente” CEFERESO 9 “Norte” CEFERESO 10 “Nor-­‐Noreste” CEFERESO 11 “CPS” (Sonora) CEFERESO 12 “CPS” (Guanajuato) Centro Federal Femenil “Noroeste” 801 1,418 674 2,174 1,186 661 Total: 25, 219 Nota: La publicación refiere un gran total de 24 mil 854 internos; sin embargo, la suma de la población de cada prisión federal arroja el cociente: 25,219. Ahora las autoridades del ramo hablan de reclusorios de hiper-­‐máxima seguridad, aunque tal término signifique una irrisoria violación al idioma y a las normas más elementales de la doctrina especializada. Expresión que, por lo demás, solo pone en evidencia que las prisiones de máxima seguridad nunca fueron tal cosa. El Presidente Calderón le declaró la guerra al crimen organizado y puso al Ejército en las calles. No había opción, sin duda; no existían instituciones para resistir el conflicto, salvo las militares, en efecto. Una guerra deja muertos y heridos en ambos bandos, pero también detenidos, llamados prisioneros de guerra. México no tenía un Guantánamo, para recluirlos. ¿Qué pasó entonces? Los prisioneros de guerra fueron internados en los centros de readaptación social estatales y, en minúscula medida, en los federales. La población que promedió una peligrosidad media, se convirtió en una muchedumbre de máxima peligrosidad. Los centros, no obstante, se quedaron en el nivel de media seguridad. Una tabla de riesgos, elaborada por mí para fines pedagógicos, aclarará la dimensión del problema: Tabla de riesgos Centro Peligrosidad Seguridad Nivel de riesgo 4 Alta Baja Máxima 3 Media – alta Baja Muy alto 2 Media – alta Media Alto 1 edia Media -­‐ baja Medio 8 Significado Calificación El crimen organizado (CO) gobierna el centro Máximo El CO ejerce parte del gobierno Alto El CO disputa el gobierno, pero aún no lo obtiene Medio El CO no disputa el gobierno Bajo El sistema penitenciario mexicano se conforma de más de 420 establecimientos. Es muy difícil promediar su nivel de riesgo institucional sin incurrir en imprecisión. Pero sí podemos decir, con conocimiento de causa, que existen estados de la República cuyo sistema oscila en una calificación de “Alto” a “Máximo” dentro de la Tabla de Riesgo recién mostrada (ver Tabla 2). Esto es, que sus cárceles tienen un gobierno compartido Estado/internos o bien, que el autogobierno es absoluto. Aquí debemos distinguir entre el autogobierno ordinario, que padecieron no pocas cárceles mexicanas aun antes de la cuarta época y el autogobierno con fines de explotación, que es el ejercido por el crimen organizado. Mientras que con el primero se buscó una vida intramuros placentera, con el segundo se convierte a la cárcel en una fuente de financiamiento para el crimen organizado. Todo ello mediante actos como: venta de droga, renta de espacios, extorsión a internos y visitantes, prostitución, acopio de armas. En los casos extremos, los reclusorios se utilizan para permitir que criminales libres se escondan del Ejército y como casa de seguridad para retener a secuestrados. En suma, a partir de la sexta época se manifiestan los efectos del incremento en la población de internos con perfil criminológico de máxima peligrosidad. El aumento de la población penitenciaria con perfil de máxima peligrosidad queda manifiesto con la sobrepoblación que padecen los centros de máxima seguridad del país. Aquí cabe señalar que, aun cuando la sobrepoblación es un mal histórico que ha caracterizado al sistema carcelario mexicano, el cáncer no había alcanzado a los tres centros federales de máxima seguridad. II. PPERFIL CLÍNICO-­‐CRIMINOLÓGICO Debemos aclarar que en números absolutos, los reos con perfil de máxima peligrosidad siguen siendo minoría. Sin embargo, no es la cantidad lo que importa, tanto como la calidad. A continuación presentamos una estimación del Gobierno Federal sobre la representación de 9 estos internos en el universo penitenciario (Secretaría de Seguridad Pública Federal, 2007): En 2007 –sexta época– los reos con perfil clínico-­‐criminológico de máxima seguridad representaron el 5.80% del total de la población. Casi 6 de cada 100. ¿Es mucho o poco? En términos absolutos es poco. Pero quienes hemos dirigido prisiones sabemos que 6 por 100 es una proporción muy elevada, pues la complejidad en el manejo de esta clase de reclusos obliga a destinar tantos recursos humanos y materiales por cada reo como si se tratara de 20 de media peligrosidad. Además, un solo preso con liderazgo negativo es capaz de manipular al resto, encontrando una causa común. No es poco frecuente encontrar que muchos internos de media y baja peligrosidad son influenciables y por ende presa fácil de líderes negativos dentro de la prisión. III. AlGUNOS RASGOS CRIMINOLÓGICOS Para distinguir con claridad el perfil de los internos de alta peligrosidad, a continuación expondremos algunos rasgos de personalidad comunes. 1. Tipo de autor. Material, de alto riesgo. Material quiere decir que el interno no es autor intelectual y no ejerce necesariamente un rol de mando muy elevado en la estructura criminal. Es ejecutor de órdenes. La presencia de este tipo de autor en las prisiones es alta, pues la estrategia de combate al crimen por parte de las autoridades suele limitarse a detectar, detener o abatir sicarios y menudistas. 10 Por interno de alto riesgo se alude a la seguridad de la institución penitenciaria. Los reos de alto riesgo son aquellos que representan para el establecimiento un foco de contaminación carcelaria y que pueden ejercer el rol de líder negativo, ya natural, ya emergente. Líder natural es el preso que en toda ocasión intenta manipular a los demás, utilizando la seducción o la intimidación, para que hagan su voluntad. Un ejemplo de seducción es fiar droga a los adictos, a cambio de algunas actividades al interior del presidio, tales como menudeo de estupefacientes o sicariato. La intimidación no requiere mayor explicación. 2. Tipo de criminal Habitual o profesional, genérico o específico. Significa que, con independencia de que tenga o no antecedentes penales, el interno ha cometido crímenes 3 o más ocasiones a lo largo de su vida. En cambio, se está en presencia de un autor de 3 o más conductas antisociales durante su vida. Profesional es quien vive del delito. Genérico es aquel que ha cometido distintos tipos de conductas antisociales; por ejemplo: robo, homicidio, violación, secuestro. Específico, es quien se especializa en un solo delito. 3. Tipo de conducta. Contra la vida y la integridad física de las personas; contra la salud, contra la seguridad de la comunidad. 4. Estrato social. Por lo general provienen de un estrato social bajo. Su infancia y juventud se distinguió por múltiples deprivaciones. Carencias afectivas y materiales. Exclusión social, pobre desempeño escolar seguido de deserción, desempleo y adicción a alcohol y sustancias ilícitas. Lo anterior no significa que la criminalidad se concentre en la clase baja, sino que las policías y el Ejército se dedican a detener pobres, dejando intocados a los miembros de clase alta. 5. Núcleo familiar. Desintegrado o monoparental, comúnmente disfuncional. Vivienda pequeña, de pocas habitaciones, una o ninguna; en zona marginal y con faltantes en servicios básicos. 6. Inicio de carrera delictiva. Suele tener aplicabilidad la teoría de la asociación diferencial de Edwin Sutherland. Reunión desde corta edad con amistades nocivas. Contaminación criminógena en el núcleo familiar, con padre, hermanos o tíos que comparten un código de valores distorsionado. En la casa y en el barrio, el interno introyectó una subcultura criminal que en tiempo presente resulta explicativa de la conducta antisocial. 11 Comúnmente existen pruebas de la presencia de un trastorno disocial desde por los 15 años de edad, cumpliéndose así el criterio “C” del DSM-­‐IV-­‐TR –American Psychiatric Association, 2002–, que se mantiene en el DSM-­‐V. 7. Criminogénesis. Antes de explicar este concepto, es necesario exponer el diverso de factor criminógeno. La criminología estudia la conducta desviada, no conforme o antisocial. Aquella es una ciencia causal, en tanto que busca la relación causa-­‐efecto que le permita explicar el por qué de la conducta. Como la conducta desviada es producto de un ser humano, se trata de un fenómeno natural. En consecuencia, puede explicarse perfectamente por medio de la ley de causalidad. Si la conducta desviada es el efecto, ¿cuál es su causa? La criminología clínica intenta responder esta pregunta en cada caso particular. Así, frente al interno, se preguntará “¿por qué esta persona cometió ese delito?”. Como el lector podrá suponer, la interrogante admite distintos grados de profundidad. En un análisis somero, podría decirse: por necesidad, o por ambición. Pero la criminología no se conforma con este nivel de estudio. Para dar con la etiología –origen, raíz– criminógena, se sumerge en la cuestión, hasta llegar a lo profundo. Debajo de lo superfluo, detrás de la causa, se esconden las concausas. “La causa de la causa es causa de lo causado.7 La victimología también es una ciencia causal que busca factores, a los que denomina factores victimógenos. Al igual que la criminología clínica, busca las concausas, viajando de lo inmediato a lo remoto. A continuación mostraremos la existencia de un factor victimógeno remoto que, aunque muy lejano con respecto a la victimización de las personas, tiene relación causal. La ONU en 2011, a través de su programa United Nations Environment Progamme –UNEP–, sostiene que el cambio climático provoca el crimen conocido como trata de personas. ¿Por qué? ¿Qué relación tienen el cambio climático, fenómeno natural, con la explotación sexual, acto humano? La ONU refiere que el cambio climático es causa de desastres naturales. Los desastres naturales afectan a las personas más desfavorecidas, asentadas comúnmente en zonas marginales de alto riesgo. Imagine el lector el arrastre de casas por deslave de cerros, derivado del paso de un huracán. O la pérdida de cosecha en los países donde las mujeres pobres encuentran en el campo su única opción laboral. Los afectados pierden lo poco que tenían, quedando sumergidos en la pobreza más atroz. Las mujeres, entonces, no encuentran otro remedio que entrar al comercio sexual para salir del problema. Ya inmersas en el mundo de la prostitución, son explotadas por criminales. En este caso victimológico, la causa remota es el cambio climático. La causa mediata el desastre natural. La causa inmediata la necesidad extrema. Si el victimólogo no buscara la concausa, incurriría en el error de considerar que la etiología del problema es la pobreza, con la consecuencia de ignorar la victimización que producen las naciones con mayor emisión de 7
RODRÍGUEZ MANZANERA, Luis. Criminología. 27a ed. Porrúa. México. 2013. pp. 29-­‐30. 12 gases de infecto invernadero, así como el abandono de funciones en que el Estado incurre, al no socorrer a los afectados por el desastre natural. En otras palabras, se seguiría pasando por alto que, amén del cambio climático provocado por el hombre, los desastres naturales resultantes ya no son del todo naturales. En criminología clínica la búsqueda de la concausa es útil en la medida en que la detección de la etiología permite emitir un diagnóstico certero y por ende individualizar un tratamiento readaptatorio preciso. La criminología clínica busca, pues, la concausa, porque sabe que “la causa de la causa es la causa de los causado”. Criminogénesis, en cambio, es el estudio retrospectivo del crimen, para encontrar los factores criminógenos del caso particular. Existen factores endógenos y exógenos; predisponentes, preparantes y desencadenantes. Los factores endógenos son aquellos que residen en el individuo. Los lleva consigo a donde quiera que vaya. Desde rasgos de personalidad hasta enfermedades a nivel endocrino. Dos ejemplos de esta clase de factores son el alcoholismo y un quiebre psicótico. Los factores exógenos están afuera del sujeto pero inciden en su conducta. Se desplazan de afuera hacia adentro. Un ejemplo claro sería la provocación proveniente de una tercera persona, que deriva en un delito violento, como lesiones u homicidio. En un caso, los factores predisponentes podrían ser: egocentrismo, agresividad, indiferencia afectiva, labilidad emocional, alcoholismo, drogadicción, débil control de impulsos, baja tolerancia a la frustración e incapacidad de demora. Los factores preparantes: alcoholismo y reunión con amistades nocivas. En tanto que el factor desencadenante lo sería la burla de terceros y las ofensas por él recibidas de la víctima. Tratándose de internos con perfil clínico-­‐criminológico de máxima peligrosidad, miembros del crimen organizado, los factores predisponentes preponderantes como se observa en la tabla 3. Tabla 3. Factores predisponentes del perfil clínico – criminológico de máxima seguridad. Desintegración familiar Deserción escolar Entorno criminógeno Drogadicción Alcoholismo Inmadurez Egocentrismo Agresividad Intolerancia a la frustración Incapacidad de demora Influenciabilidad Irreflexividad Débil control de impulsos Código de valores distorsionado Débil introyección del “yo” Labilidad emocional Indiferencia afectiva Carencias afectivas y materiales Ambición Daño orgánico Relaciones objetales no resueltas Amistades nocivas 13 8. Edad. Suelen tener entre 19 a 35 años de edad, al momento de ingresar. Este grupo etario excluye a los menores de edad por el hecho de que el sistema penitenciario sólo recibe adultos. Pero nuestra experiencia dirigiendo centros de internamiento para menores infractores nos permite afirmar que el incremento de peligrosidad promedio en la población minoril también es una realidad. 9. Sexo. Aunque en números absolutos la incidencia criminal del varón sigue siendo muy superior a la de la mujer, la participación de las damas en el crimen organizado va en aumento. Por consecuencia, también se ha incrementado la población femenil en el sistema carcelario mexicano. En Nuevo León, hasta el año 2007, las mujeres representaron tan solo el 3% de la población recluida. Para el 2011 ya había superado el 5%. Una vez en prisión, las mujeres pertenecientes al crimen organizado no suelen ser clasificadas como internas de alto riesgo. Hemos conocido a mujeres de los tristemente célebres “narco-­‐satánicos” de la década de los ochenta, hasta sobrinas de los capos de la droga más importantes y temidos de México, que en la cárcel participan de manera disciplinada y esmerada en actividades recreativas como danza, corte y confección, cocina y repostería. Como dirían los criminólogos y psicológos clínicos penitenciarios, ellas comúnmente se adaptan sin conflictos, respetando a la figura de autoridad. No obstante, siempre es conveniente detectar a la líder para separarla y someterla a un régimen de mayor vigilancia. Que participen en actividades diversas no significa una disminución de su peligrosidad. 10. Conducta intramuros. La conducta de un interno de este perfil, dentro del centro penitenciario, depende mucho del régimen interior con que éste opera. En un centro federal de máxima seguridad hay flujos controlados y celdas celulares. Por flujos controlados entendemos que el interno solo puede moverse de un punto a otro con la debida custodia de por lo menos un guardia, caminando sobre una línea trazada en el suelo, con las manos por detrás, haciendo alto total frente de cada cámara del circuito cerrado de televisión que se encuentra en el trayecto, y previa autorización que desde el cuarto de cámaras se le otorga para seguir su recorrido mediante la apertura electrónica de puertas. Celda celular es el camarote con cama, sanitario, regadera y mesa de servicio para una sola persona, habitada, en efecto, por un solo individuo. La mayoría de los internos de alta peligrosidad está en centros de media seguridad, estatales, a falta de espacios disponibles en el sistema penitenciario federal. Los reclusorios estatales, al no ser de máxima seguridad, carecen de flujos controlados y sus celdas celulares son insuficientes o inexistentes. En suma, su régimen interior no es eficaz para contener la peligrosidad de los internos de alto riesgo, menos para darle base a su tratamiento readaptatorio. La razón es tan sencilla como lapidaria: no fueron diseñados para tal clase de población. 14 Una vez más es muy difícil generalizar cuando hablamos del sistema penitenciario de un país tan grande y diverso como México. Pero hemos visto el comportamiento de los internos de máxima peligrosidad en centros penitenciarios con nivel de riesgo institucional 3 ó 4, según la tabla presentada líneas arriba. Tan pronto como ingresan buscan a o son recibidos por los miembros de su cartel allí recluidos. Juntos toman el control del dormitorio, ambulatorio, pasillo o sección muy rápido. Lo hacen por medio de la intimidación. Propinan golpizas brutales a los primeros internos que se oponen; incluso llegando a matar a alguno. Los custodios también son intimidados y obligados a no intervenir o inclusive a formar parte del grupo. Se apoderan del tráfico interno de drogas y obligan a los guardias a introducir teléfonos celulares, cerveza, prostitutas y otro tipo de objetos y personas prohibidas. Extorsionan a los internos antiguos y a los de nuevo ingreso, cobrándoles “cuotas de protección”. Quienes no pagan son torturados de la forma más sádica posible. Con el tiempo van despojando a la autoridad formal –al director del penal– de sus funciones. Primero hacen suya la función de pasar lista. Después, son ellos mismos quienes aplican los correctivos disciplinarios –a su manera– a los reos “indisciplinados”. Hacen el rol de guardias, asignando a los custodios “fieles” a los puntos de vigilancia que más interesan a sus fines: aduana de ingreso de personas y vehículos, torres de vigilancia. Se apoderan del edificio de visita íntima, de la cocina y del almacén. Hasta deciden qué enfermos pueden ser externados a hospital y cuáles no. Cuando el director menos lo imagina, ya no puede ingresar al reclusorio y se ha convertido en un penitenciarista de escritorio, que firma documentos. 11. Peligrosidad. La peligrosidad es la mayor o menor probabilidad de que una persona cometa un crimen. Se compone de dos elementos: capacidad criminal y adaptabilidad social. La capacidad criminal de esta clase de internos es muy elevada. Tanto por su habilidad organizacional, como por la violencia brutal que emplean al delinquir. Su alta habilidad de organización sumada a su total indiferencia por el sufrimiento ajeno, los convierte en personas con capacidad criminal elevada. Los internos de máxima peligrosidad, vinculados al crimen organizado, suelen reunir el criterio A diagnóstico de Trastorno de Personalidad Antisocial que el DSM-­‐IV-­‐TR: “Un patrón general de desprecio y violación a los derechos de los demás, que se presenta desde la edad de 15 años” –American Psychiatric Association, 2002–. La adaptabilidad social, contrario a lo que pudiera pensarse, no es elevada. Es escasa. Un interno de media peligrosidad que tiene dificultades adaptativas incurrirá con frecuencia en faltas a la disciplina interior del reclusorio. Pasará largas temporadas en celdas de castigo y entrará en conflictos de variable intensidad con compañeros. Un interno de alta capacidad adaptativa no entrará en conflictos. Será respetuoso de las reglas y de la figura de autoridad. 15 Pero un interno con alta capacidad criminal y baja adaptabilidad social, no sólo será incapaz de comportarse según las reglas preestablecidas; las cambiará para imponer las propias. No será el ritualista, del que habla Robert K. Merton en su teoría de éxito y los medios institucionales; sino el innovador que el sociólogo estadunidense reseñó.8 Cuando la capacidad criminal no sea alta, perfilará una peligrosidad no alta; en cambio, tratándose de la adaptabilidad social, los extremos denotan peligrosidad. Una adaptabilidad baja determina un diagnóstico de peligrosidad no bajo; una adaptabilidad social alta, determina lo mismo; en tanto que una adaptabilidad media excluye el diagnóstico de peligrosidad alta. Los internos de máxima peligrosidad, pertenecientes al crimen organizado, tienen el tipo de peligrosidad que en la doctrina criminológica se denomina crónica. Esto quiere decir que la peligrosidad del sujeto no es aguda o episódica; de una vez en la vida u ondulante. Está siempre presente. No se debe a una enfermedad esquizofrénica o episodio maníaco. Por lo que se actualiza el criterio D del diagnóstico que el DSM-­‐IV-­‐TR (American Psychiatric Association, 2002). Pues bien, estos internos tienen una peligrosidad que va de a alta a máxima y son refractarios al tratamiento readaptatorio, que en prisión suele ser muy elemental. Cuando existe autogobierno absoluto, el centro deja de aplicar tratamiento readaptatorio. Entonces, las cárceles pasan de ser lugares de contención de la peligrosidad a espacios de propagación. IV. SOBREPOBLACIÓN, HACINAMIENTO, AUTOGOBIERNO, CRIMINALIDAD PENITENCIARIA. No existe un sistema penitenciario occidental que no se encuentre sobrepoblado. Al menos en el significado técnico-­‐penitenciario del concepto sobrepoblación. Éste es un fenómeno presente tanto en Noruega como en Brasil; es decir, en las dos caras de la moneda. Aclaremos el concepto. Sobrepoblación es tener más internos que camas. Ejemplo: 501 internos; 500 camas. Sobrepoblación: 1. Hacinamiento es la reducción del espacio íntimo-­‐vital de cada interno a menos de 20 mts.2., producto de la sobrepoblación. Ejemplo: Penitenciaría construida originalmente para 1 mil camas. Acondicionada después para 1, 500. Población: 1,500. Hacinamiento: 50%, o hacinamiento medio. 8
Véase: MERTON, Robert. Teoría y Estructura Sociales. 4ª ed. Nota introductoria de: BUNGE, Mario. Sección de Obras de Sociología. Fondo de Cultura Económica. México. 2002. 16 ¿Por qué 20mts2? Porque se tiene que establecer una cifra que, aunque más o menos arbitraria, tome en cuenta un espacio mínimo de intimidad para cualquier ser humano considerado en abstracto, con cuyo encierro no se persiga el fin precisamente de sobajar la dignidad del interno. Tener un espacio mínimo de intimidad es tan esencial al ser humano como innata su condición de animal territorial. No importa cuán gregaria (social) pueda ser una persona; siempre regresará a su soledad para descansar, asearse, pensar. Las prisiones mexicanas están saturadas a pesar que se estima un índice de punidad nacional equivalente al 1%. O, por el reverso, una impunidad del 99%. Según el Centro de Investigación para el Desarrollo, A.C. –CIDAC–, en México, del 2007 al 2010, sólo el 20% de los delitos cometidos se investigó, el 9% llegó al conocimiento de un juez y el 1% recibió una sentencia condenatoria. El 39% de las víctimas del delito se niega a presentar una denuncia formal por considerarlo una pérdida de tiempo.9 (Rivera, 2011). El dato es relevante. El 1% de punidad ha generado casi 240 mil presos. Si en el país no hubiera impunidad, la población cautiva alcanzaría la cifra de 24 millones de internos. Resulta obvio que no existe nación con impunidad cero. Pero lo importante es inferir que el legislador hace sus leyes y prevé las penas para los delitos sabiendo que éstas se aplican sólo por excepción. Es la casi absoluta impunidad, lo que le permite al legislador prever penas de prisión para tantos delitos y de tan larga duración. De lo contrario, la insostenible sobrepoblación carcelaria le urgiría a prever sanciones alternativas a la privativa de libertad. De alguna manera se le podría decir al Estado: “Dime cuánto prevén tus leyes aplicar la pena de prisión y te diré qué tanto la usas en realidad”. En México los problemas de sobrepoblación y hacinamiento azolaban a las prisiones estatales, pero habían respetado a las federales. En la actualidad el cáncer ya hizo metástasis. Hoy las prisiones federales están sobrepobladas por la suma de estas variables: los jueces de proceso deciden en qué penal recluir al acusado, arrogándose facultades propias de la autoridad carcelaria; la guerra contra el crimen organizado, como era de esperarse, no sólo ha dejado muertos, sino prisioneros de guerra; la debilidad de las cárceles estatales y municipales ante el crimen organizado obliga a las autoridades a sobreutilizar prisiones federales. Desde el interior de algunas cárceles estatales, los criminales siguen cometiendo delitos. Además de las conductas antisociales que realizan en perjuicio de otros reos, organizan y ejecutan crímenes en contra de las personas libres. Entre los delitos más comunes figuran la 9
RIVERA, Marien, y CH, Rafael. Números rojos del sistema penal. Centro de Investigación para el Desarrollo. Recuperado de http://www.cidac.org/esp/uploads/1/CIFRAS.pdf. Octubre de 2011. Fecha de consulta: 14 de mayo de 2013. 17 extorsión vía telefónica y el secuestro. Ningún preso puede tener en su poder un aparato de relefonía celular sin la complicidad de los funcionarios. Por otra parte, las personas que ingresan a la cárcel por daño en propiedad ajena, lesiones u homicidio culposos, por ejemplo, por motivo de tránsito de vehículos, viven un calvario en aquellos recintos donde el crimen organizado ejerce el control. Este problema es cada vez más grave por sus consecuencias y por su asiduidad. Debe mover a la creación de un criterio más de clasificación penitenciaria. Esto es, a la construcción de prisiones para personas de baja peligrosidad, como única alternativa para reducir la victimización carcelaria. México ocupa el séptimo lugar mundial en población penitenciaria –emprisionment–. Los 10 países con mayor población penitenciaria son:10 Lugar País Población 1 Estados Unidos de América 2,228,424 2 China 1,701,344 3 Rusia 676,400 4 Brasil 548,003 5 India 385,135 6 Tailandia 296,577 7 México 249,912 8 Irán 217,000 9 Sudáfrica 157,394 10 Indonesia 154,000 El Instituto Nacional de Estadística y Geografía –INEGI– señala que la población total de México, al 2012, era de 112 millones 322, mil 757 habitantes.11 Esto representa una tasa de 222 presos por cada 100 mil habitantes. El International Center for Prison Studies –ICPS– calcula la tasa para México de 212, pero esto se debe a que toma en 10
International Centre for Prision Studies. Recuperado de: http://www.prisonstudies.org/highest-­‐to-­‐
lowest/prison-­‐population-­‐total?field_region_taxonomy_tid=All. 2014. Fecha de consulta: 4 de julio de 2014. 11
Instituto Nacional de Estadística y Geografía. En México somos 112 millones 322 mil 757 habitantes. Comunicado número 389/2010. Aguascalientes, México. 25 de noviembre de 2010. Recuperado de http://dnsp.cndh.org.mx/archivos/DNSP_2011.pdf. Fecha de consulta: 14 de mayo de 2013. 18 cuenta una población nacional menor a la publicada por INEGI. De cualquier forma estimamos que el ICPS es una fuente confiable para hacer comparaciones a escala global. Si consideramos que México, según INEGI, México ocupa el lugar 11 en población mundial, podremos contextualizar adecuadamente el séptimo lugar en población penitenciaria total. Así, Cuba con apenas 57 mil 337 presos es uno de los países que más usan la cárcel. Después de permanecer años ocultando la cifra, el gobierno del país caribeño finalmente dio a conocer el número de presos en la isla. Con una población total de 11 millones 75 mil cubanos, ese país tiene una tasa de 517 x 100 mil. Lo que ubica a la isla en el séptimo lugar mundial, en términos proporcionales. El ICPS ubica a México en el lugar 65 mundial en tasa de presos x 100 mil habitantes. Expuesto así el asunto, la dimensión de la población penitenciaria mexicana es acorde con el tamaño de su población total. Y su uso de la prisión real de la prisión está muy lejos de los países líderes en emprisonment. Hemos preferido, frente al uso de la tasa de presos x 100 mil habitantes, la de habitantes x preso. Este cálculo arroja el dato de cuántos libres somos en México por cada preso. El resultado es 449 x 1. Por cada 449 libres debe haber un preso para que el contrato social mexicano más o menos funcione. ¿Es un costo alto? En Estados Unidos hay 140 x 1. En Cuba, 20 x 1. Pero en India hay 3 mil 228 x 1. El problema de México, lamentablemente, no es cuantitativo. Sobrepoblación –más presos que camas– hay en practicamente todos los países. Lo que no es común, es el problema de la crisis de gobernanza penitenciaria. V. COMPLEJIDAD PENITENCIARIA. UNA ALTERNATIVA DE ESTUDIO El problema del quiebre de la gobernanza en las prisiones es complejo. Complejo es aquello que está tejido de conjunto. El vocablo proviene del latín complexus, enlazar. “Que se compone de elementos diversos”. “Conjunto o unión de dos o más cosas”.12 El vocablo quiere decir que algo está imbrincado, enredado, anudado. Este concepto nos sirve aquí para referir, más que el problema sea difícil (pues resulta evidente), que éste tiene muchas causas. Como afirman Bachman y Schutt (2012): In the social world, it is virtually impossible to claim that one and only independent variable is responsible for causing or affecting a dependent variable. Stated another way, no cause can be separated from the larger 12
Diccionario de la Lengua Española. 22a ed. 2001. Visible en: http://lema.rae.es/drae/?val=complejo. Fecha de consulta: 4 de julio de 2014. 19 context in which it occurs. A cause is really only one of a set of interrelated factors required for the effect.13 –En el mundo social es prácticamente imposible afirmar que una y solo una variable independiente sea responsable de causar o afectar a la variable dependiente. Expuesto en otros términos, nunguna causa puede separarse del amplio contexto en que ésta ocurre. Una causa es realmente solo una dentro de un conjunto de factores interrelacionados que se requieren para producir el resultado–. Problemas complejos no admiten soluciones únicas, porque no tienen causas solitarias. En suma, un problema complejo tiene por antecedente una multicausalidad. La existencia misma del problema crisis de gobernanza, la considerararemos aproblemática. Basta decir que el Diagnóstico Nacional de Supervisión Penitenciaria 2011, llevado a cabo por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos calificó en 5.84 sobre 10 las condiciones de gobernabilidad de las prisiones estatales del país.14 Y su Presidente calcula, con base en este diagnóstico, que el autogobierno o cogobierno aumentó del 50 al 60% de las prisiones del país. Es decir, que 6 de cada 10 cárceles mexicanas son gobernadas por sus propios inquilinos.15 Entre las causas principales encontramos: populismo punitivo, corrupción, insuficiencia de recursos, inexistencia de un servicio civil de carrera penitenciaria, falta de interés del gobierno en la cuestión carcelaria. Entre las causas derivadas: sobrepoblación, inadecuada clasificación penitenciaria y falta de interés de la sociedad en exigir rendición de cuentas a la autoridad. Como podrá apreciarse, existe una conexión entre causas principales y causas derivadas. La siguiente tabla lo explica: 13
BACHMAN, Ronet y SCHUTT, Russel K. Fundamentals of Research in Criminology and Criminal Justice. 2th ed. Sage Publications. California, United State of America. 2012. Kindle. Position: 3833. 14
Comisión Nacional de Derechos Humanos. Diagnóstico Nacional de Supervisión Penitenciaria 2011. Septiembre de 2012. Recuperado de http://dnsp.cndh.org.mx/archivos/DNSP_2011.pdf. Fecha de consulta: 3 de diciembre de 2013. 15
OTERO, Silvia. “Controlan internos el 60% de cárceles, documenta CNDH”. El Universal.mx. 25 de septiembre de 2012. Recuperado de http://www.eluniversal.com.mx/primera/40403.html. Fecha de consulta: 3 de diciembre de 2013. 20 Causas principales y derivadas de autogobierno de los inquilinos en las cárceles. Causas principales Causas derivadas Populismo punitivo Sobrepoblación Corrupción No consecusión del fin carcelario Inexistencia de un servicio civil de carrera penitenciaria Ineficiencia en penitenciaria Falta de interés de la sociedad en exigir al gobierno rendición de cuentas sobre el tema carcelario Falta de interés del gobierno en el tema carcelario la administración Las causas principales, podemos considerarlas también causas distales, en razón de su lejanía con respecto a sus resultados. Si un investigador ingresa a cualquier prisión, verá sobrepoblación. Pero no verá populismo punitivo. Sólo llegará al populismo punitivo a través de su interpretación del dato duro, es decir, de la sobrepoblación que captó con sus sentidos cuando visitó la cárcel. Por populismo punitivo entendemos la decisión del legislador de reformar las leyes penales para elevar el uso de la prisión preventiva y de la prisión como sanción, aún sabiendo que esta acción es inutil para disminuir los delitos o, al menos, ignorando si existe una relación causal entre una reforma en este sentido y la disminución de la criminalidad. Pienso haber demostrado –sólo para no dar cosas por supuestas– con una investigación empírica que realice en Nuevo León, que el incremento de la pena es inútil para frenar la criminalidad. Entrevistamos a 2 mil internos. El 83% respondió que al momento de realizar su delito ignoraba la pena prevista en la ley para quien lo cometiera.16 El razonamiento es simple. No sirve la amenaza porque no llega a su destinatario. ¿Puede haber más razones que generen la ineficacia de las reformas? Sí. Pero ésta es la que nosotros comprobamos. Volvamos al problema de la crisis de gobernanza. Nótese cómo algunas causas son causas de otras. Por ejemplo, la sobrepoblación produce inadecuada clasificación de presos, la que a su vez ocasiona violencia entre internos. La violencia entre presos genera creación de grupos de choque que se disputan el control de los módulos primero, del interior de la prisión, después. Finalmente, el grupo vencedor adquiere tanto poder que termina por disputarle el control a la autoridad formal. Todo esto, en consecuencia, mina cualquier posibilidad de lograr la consecusión del fin carcelario, que es, por lo menos, mantener a los criminales a raya, y por lo 16
Véase el Capitulo Quinto de esta obra. 21 más, procurar su reinserción social. La sociedad poco hará para exigir al gobierno rendición de cuentas sobre el problema carcelario. Por ello, el gobierno poco hará para cortar el círculo causal, de modo que el problema complejo continuará. Así, si la sobrepoblación es producida por el populismo punitivo, habrá una relación compleja causa-­‐efecto entre la decisión del legislador populista y el autogobierno en la cárcel. Esta tabla nos es útil en nuestro interés de proponer una reorientación de las investigaciones y los trabajos académicos que se realizan en torno a la cuestión carcelaria. La mayoría se quedan con el dato duro, perdiendo la oportunidad de llegar hasta las causas distales a través de la interpretación. La principal causa de la sobrepoblación debe estar entre las siguientes: 1. El gobierno no construye prisiones al ritmo que demanda el índice de detenciones. 2. Cada vez más habitantes cometen delitos. 3. Cada vez se prevé para más delitos la detención preventiva y la pena de prisión. Es probable que las tres respuestas sean correctas. Sin embargo, sólo una de éstas puede ser considerada variable de control. Debemos explicarnos mejor. En el estudio correlacional de variables, existen variables de control y variables dependientes. Por ejemplo, patiendo de la la ley que dice el calor dilata los cuerpos, introducimos un metal a cierto tipo de horno industrial. Queremos saber a qué temperatura el metal comenzará a dilatarse.En este experimento, la variable temperatura está en nuestro control, pues la manipulamos girando la perilla indicada. Si a mayor calor mayor dilatación, la variable de control generará el efecto dilatación. Pues bien, en sentido semejante podemos afirmar que la respuesta 1 no es variable de control, pues abrir tantas cárceles como el ritmo de ingresos (detenciones) lo exige, implicaría hacer inversiones millonarias en tiempos de quiebra de las finanzas estatales. Además, sería un círculo vicioso, pues aún si se llegara a la platónica situación de que un estado contara con más camas que internos, el legislador movería la perilla punitiva para resolver el problema. La segunda respuesta, que dice cada vez más habitantes cometen delitos, aun si fuera verdadera, no sería variable de control. No estaría, en efecto, en manos de la autoridad penitenciaria, frenar o revertir el incremento de la criminalidad. Mejor todavía, si el gobierno, por más que ingrese personas a las prisiones, no puede evitar que otras incursionen en el negocio del delito (evitar la tendencia a la alza), entonces la variable parece estar fuera de su control, al menos hasta el momento. La tercera respuesta que dice cada vez se prevé para para más delitos la detención preventiva y la pena de prisión, sí es una variable de control. La perilla punitiva está en la mano del legislador Es él quien incrementa la temperatura del encierro. Es él quien decide, con una libertad casi absoluta la dimensión de la sobrepoblación penitenciaria. 22 La sobrepoblación aparece, ante la vista del observador, como un problema en sí mismo. Pero si escudriña en su interior, verá que esta causa tiene a su vez concausas. Una concausa emerge a la luz cuando el observador se pregunta ¿Por qué hay sobrepoblación penitenciaria? La respuesta fácil es: porque hay más internos que espacios. Esto es una obviedad. Pero, ¿por qué hay cada vez más sobrepoblación? Si respondemos: porque como hay más criminalidad hay más detenciones, incurriremos en un vicio de pensamiento. En efecto, si hubiera más detenciones, bajaría la criminalidad. En una lógica simple, a más presos, menos delincuentes en las calles. Claro está que esta ruta de pensamiento se aleja del pensamiento complejo. Cada vez hay más detenidos, pero cada día más personas se enrolan en actividades criminales. Nosotros sugerimos que la solución está en comprender que no se trata de cuántas personas la policía detiene, sino de cuántas personas detenidas terminan en prisión. La diferencia entre detenidos que son liberados a las pocas horas y detenidos que son ingresados en algún complejo penitenciario, depende de la perilla legislativa. Para resolver la interrogante, nos remitimos a lo dicha párrafos arriba: la minoría de la población penitenciaria es de máxima peligrosidad. La mayoría es de entre media, baja y mínima peligrosidad. Este dato duro nos motiva a dirigir nuestra atención, más que en el índice de criminalidad en México, en el índice de punitivismo mexicano. Es decir, en la activividad del legislador. Ya en otro trabajo he demostrado el fenómeno de la inflación punitiva (incremento legislativo en el uso de la prisión preventiva y la pena de prisión), así como su relación causa-­‐efecto con la inflación demográfica penitenciaria (Palacios, 2009). Pero, volviendo a la alternativa de estudio que proponemos. Pensamos que quienes investigamos la cuestión carcelaria nos hemos quedado con los síntomas. Hablamos de sobrepoblación, pero no partimos siempre de su causa: populismo punitivo. En última instancia, si queremos incidir en nuestro objeto de estudio, debemos demostrar y publicar en medios de divulgación (no sólo académicos) que vista la realidad penitenciaria como entramado causal complejo, el legislador produce autogobierno. VI. PROMESA DE FELIPE CALDERÓN: TODOS LOS REOS FEDERALES EN PRISIONES FEDERALES Llamaremos en este trabajo promesa Calderón el compromiso –no cumplido– de dejar a las prisiones estatales y municipales sin reos del fuero federal. O por el reverso, el traslado de hasta el último preso federal a alguna cárcel de ese fuero. La promesa Calderón topa con tres obstáculos infranqueables. Primero, no hay tantas camas federales como reos federales. Aunque en el sexenio de Felipe Calderón se aperturaron muchos establecimientos penitenciarios, éstos siguen siendo insuficientes. Segundo, la imposibilidad de lograr la promesa Calderón, es lógica. Supongamos que el penal La Mesa, de Tijuana, amaneciera con cero internos federales, gracias a un traslado masivo de reos a la Colonia Penal Islas Marías. Ese mismo día, recibiría al primer reo federal proviniente de la calle. Tercero, la imposibilidad de lograr la promesa Calderón es física. En efecto, si partimos a un ser humano por la mitad, morirá. Explicación. Hay internos procesados y/o sentenciados a un 23 mismo tiempo por delitos del fuero común y delitos del fuero federal; a disposición de jueces locales y jueces federales; cumpliendo penas estatales y federales. Hay reos sentenciados en un juicio penal, digamos estatal, pero procesados en otro u otros juicios federales. A la situación jurídica de un preso no le es aplicab le el principio lógico aristotélico de contradicción, donde dos respuestas opuestas no pueden ser al mismo tiempo verdaderas. Es decir, no podemos sostener: O es del fuero común, o pertenece al fuero federal. Sería como afirmar que nadie puede tener dos nacionalidades. Así las cosas, no es factible dejar a las prisiones estatales sin reos federales. La única opción –casi imposible– sería que el Gobierno Federal habriera un reclusorio en cada estado. Además, que en caso de reos con “doble fuero”, primara el criterio de que todos ingresaran al reclusorio federal. Esto es, ningún federal en prisión estatal, pero sí estatales en reclusorios federales. Ahora bien, según lo dijimos líneas arriba, en el sexenio de Felipe Calderón se aperturaron muchas prisiones federales que ya venían haciendo falta. Sin embargo, el sistema penitenciario federal comienza a resentir los daños de la improvisación y del arrebato con que se pusieron a funcionar los nuevos establecimientos. Urgidos por cumplir la irrealizable propuesta Calderón, los funcionarios federales organizaron traslados masivos desde cárceles estatales hacia los nuevos complejos carcelarios de mediana seguridad. Y estos nuevos recintos, recibieron grandes grupos de pobladores sin necesariamente contar con personal suficiente para su atención. Nos referimos a personal de seguridad y custodia. Inclusive, se comenzó la recepción de presos sin tener terminada la construcción y el equipamiento de algunas penitenciarías. Los centros de mediana seguridad inaugurados en el sexenio de Felipe Calderón, han comenzado su vida con artrosis múltiple. Ya se están dejando sentir las consecuencias de estos yerros, pero sólo algunos eventos han aparecido en medios de comunicación, como el motín en el campamento Laguna del Toro en Islas Marías. Nosotros conocimos bien la Colonia Penal. Vivimos allí mientras ejercimos el cargo de Subdirector. En el año 2002 habitamos en un penal noble, con población de media y baja peligrosidad. Los internos de buen comportamiento, recluidos en prisiones continentales, podían optar por ser trasladados a la isla, donde se vivía con mayor libertad. En el sexenio de Felipe Calderón se modificó su rol como componente del sistema penitenciario federal. Se convirtió en el Centro de Observación y Clasificación Nacional. Toda prisión debe tener un espacio físico con diseño arquitectónico sui géneris, llamado COC. Su arquitectura es tipo panóptico. La esencia del panóptico de Bhentam es que el observador –
el guardia– puede ver hacia cualquier punto (cualquier celda) desde un mismo punto –caseta de vigilancia–. Imagine el lector una edificación en forma de cilindro. En su interior, una caseta de vigilancia. Frente a ésta, sobre las paredes –la cara interior del cilindro– uno o dos pisos de celdas con puerta de barrotes. En este lugar se ubican a los internos recién recibidos, ya de la calle, ya procedentes de otra cárcel, para estudiarlos durante al menos 15 días. En ese lapso, el equipo técnico, conformado en el mejor de los casos por criminólogos, psicólogos, médicos, trabajadores sociales, pedagogos, sociólogos, los entrevistan. Al llegar el tiempo, se reúnen en sesión de consejo técnico interdisciplinario y determinan, con base en el grado de peligrosidad 24 del interno, su ubicación institucional: módulo, piso, pasillo, celda; y su tratamiento readaptatorio. Fotografía de un COC. Fotografía de Milenio (Alzaga, 2012). El COC es vital para el proceso de clasificación, que a su vez resulta fundamental para el tratamiento readaptatorio la protección del propio interno y para la gobernanza institucional. Clair A. Cripe y Michael G. Pearlman enumeran los factores elementales de la clasificación: a. The age and sex of the offender. –La edad y el sexo del interno–. b. The criminal sophistication of the offender. –La capacidad criminal del reo–. c. Geographic concerns, such as where the offender´s home has been. –Consideraciones geograficas, tales como el domicilio del preso–. d. Special needs, focusing on any medical or psychiatric problems, and other special needs, such as education and vocational training. –Necesidades especiales, especialmente en lo relacionado con problemas médicos o psiquiátricos, así como otros requerimientos, educativos o de capacitación laboral–. e. Special security problems. –Problemas especiales de seguridad–. f. Special factors, such as recommendations from the sentencing court. –Factores especiales, como lo pueden ser los lineamientos que para la ejecución de la sentencia fijó el juez–. g. The availability of space in appropriate facilities. –La disponibilidad de espacio en la institución apropiada para el caso–.17 17
CRIPE, Clair A. & PEARLMAN, Michael G. Legal Aspects of Corrections Management. 2th. ed. Jones and Barlett Publishers. United States of America. 2005. p. 238. 25 Pues bien, a un nivel macro, Islas Marías se convirtió en un COC para todo el sistema penitenciario federal. Los internos, extraídos de cárceles estatales, se concentran ahora en el archipiélago para, posteriormente, asignarles un centro federal de destino en continente. La idea no es del todo desafortunada, si se piensa desde un punto de vista sistémico. Pero sí es inconveniente si se considera la distorsión del noble fin que otrora tuvo la Isla. Además, la Colonia Penal se volvió COC de facto, pero sin ser acondicionada totalmente desde un punto de vista arquitectónico. Es suma, no es panóptico, y los reos en período de observación no están sujetos a un control de movimientos como debe suceder en todo COC. Esta improvisación de Islas Marías como COC ha ocasionado graves consecuencias, tales como un motín donde el director resultó con extremidades fracturadas. El sistema penitenciario estatal tiene como exosistema al sistema federal. Cuando el sistema estatal se quiebra, cuenta con el federal que acude a su amparo. Pero, ¿qué pasará cuando el exosistema también se quiebre? ¿Quién acudirá a su auxilio? Si el sistema federal colapsa, colapasará el sistema de poleas completo. VII. GIRAR LA PERILLA EN SENTIDO INVERSO No hay más alternativa que iniciar una deflación punitiva, moviendo la perilla en el sentido contrario al que se ha estado girando estos últimos años. Esta deflación podría comenzar haciendo una revisión crítica de la legislación penal vigente. ¿Qué delito es es más representado en la población carcelaria?: Robo. ¿Admite libertad bajo de fianza cuando se ejecuta con violencia? ¿Cabe distinguir entre violencia física y moral para determinar la procedencia o no de la libertad bajo causión? ¿Influye el monto de lo robado en la procedencia o no de la libertad provisional? Hablando de manera metafórica, diremos que el ingreso a la prisión se hace por muchas puertas. Las puertas por las que más personas entran a la cárcel, son: auto de formal prisión y robo. Es decir, que en la prisión hay muchos reos porque se usa mucho la prisión preventiva para procesados. También, porque hay muchos ladrones recluidos. Si se reduce el uso de la prisión preventiva, sustituyéndose por la libertad supervisada mediante monitoreo electrónico (menos costoso y lesivo) y se reducen penalidades para robos de bajo monto y poca o nula violencia, el problema de la sobrepoblación quedaría reducido a su mínima expresión. Pero, claro, esto implicaría que el populismo punitivo que lo origina quedara también disminuido a su mínima expresión, lo cual sólo será factible mediante la presión de una sociedad interesada en sus propios problemas, lo cual es más difícil aún. VIII. REFORMA CONSTITUCIONAL EN MATERIA PENAL DEL AÑO 2008. ¿QUÉ LE DEPARA A LA PRISIÓN MEXICANA? 26 Este tema es de fundamental importancia. Por ello, debemos contextualizar. Permítame extenderme en la explicación del momento histórico en que llega la reforma, para poder ilustrar qué cambios reales puede experimentar la prisión mexicana en el marco del nuevo sistema de justicia penal. México realizó una reforma constitucional en materia penal de gran calado. Migrar de un sistema semi-­‐inquisitivo a otro acusatorio-­‐adversarial, es la esencia de esta modificación. Pero el cambio real constituye un gran reto para el sistema de justicia penal completo. El camino hacia el nuevo modelo es harto sinuoso. Existe resistencia al cambio por parte de los operadores del sistema: burócratas, profesores de Derecho, agentes del ministerio público, litigantes, jefes de policía; insuficiencia de recursos económicos para invertir en nuevas salas de juicios orales, capacitación para el personal, dignificación salarial, homologación de emolumentos entre defensor público y fiscal. No obstante, el mayor obstáculo de la reforma quizá sea el momento en que ésta se produce. En efecto, México enfrenta su peor crisis de seguridad desde la Revolución, producto de la mezcla de por lo menos las variables siguientes: 1. Empoderamiento de los cárteles mexicanos como líderes regionales. Con el fin de la preponderancia de los cárteles de Calí y Medellín, los grupos delictivos mexicanos asumieron el liderazgo de la Región, aumentando así su poder y su red de vínculos. 2. México se convierte en ruta preponderante para el trasiego de droga. Con la cancelación de la ruta de El Caribe, por parte del Gobierno de la Unión Americana, para el tráfico de drogas al mercado más consumidor del mundo, México se convirtió en la vía por excelencia. Esto originó la sobrevaloración de las plazas en disputa entre grupos criminales. 3. México se vuelve drogadicto. Después de los ataques terroristas del 9/11, Estados Unidos de América reforzó la seguridad de su frontera con México. Esto produjo que menos droga ingresara a esa nación. La mercancía sobrante comenzó a venderse en México. 4. Exacerbación de la violencia callejera. México pasó de ser ruta hacia Estados Unidos, a país consumidor. La violencia entre cárteles se exacerba, producto de la sobrevaloración de las plazas. Otrora vías de tránsito, ahora son mercado interno muy redituable. La presencia de las Fuerzas Armadas, si bien necesaria, recrudeció la violencia en México. La violencia ya existía, por eso el Presidente Felipe Calderón sacó al Ejército a las calles. A nosotros nos parece que no hubo alternativa. Pero la falta de opción no es óbice para admitir que violencia contra violencia no es una operación aritmética de resta, donde el cociente violencia militar le quite cantidad a la violencia criminal. Es más bien una suma, donde hay 27 disparos de los dos bandos, muertos de cada lado, más enfrentamientos en calles y avenidas y por tanto más ciudadanos atrapados en fuego cruzado, con el consecuente resultado de mayor sensación de inseguridad. 5. Fin del control oficial del delito. En México, la necesaria alternancia política del poder, coronada con el triunfo del Presidente Vicente Fox Quesada, rompió las formas tradicionales de dominación y control. En el caso que nos ocupa, los grupos criminales dejaron de encontrar, en la persona de un solo gobernante, el representante oficial de todo el poder público. En algunos estados gobernaba cierto partido, pero en ciudades de ese mismo estado, lo hacían alcaldes de otras organizaciones políticas. Así, pactar con uno dejó de significar acordar con el Gobierno. Los cárteles ¿a quién tenían que obedecer? Dejaron de obedecer. 6. Surgimiento del sicariato y sus formas de violencia brutales. Después del rompimiento de un pacto entre caballeros, que consistió en no matar a la familia del otro, comenzó la violencia entre dos grupos. El gobierno federal abría asumido una postura pasiva, bajo el débil argumento: Que se eliminen entre ellos. Pero como la violencia genera violencia, el conflicto escaló. Otrora en paz, hoy en guerra, las familias involucradas tuvieron que hacerse de soldados. Los sicarios comenzaron a teñir las calles de rojo, y la espiral de la violencia continúa hasta nuestros días. 7. Poder del crimen organizado ante la autoridad formal. Cuando el espiral de la violencia llegó a un punto donde los políticos ya no podían continuar con su pasividad sin ser objeto de presiones mediáticas, dieron algunos manotazos a la mesa. Encarcelaron a varios líderes del narcotráfico, por cierto sin un solo disparo. Los señores de la droga fueron encarcelados y los sicarios terminaron ascendiendo en las estructuras criminales, hasta llegar al poder, imponiendo un nuevo estilo de liderazgo. Falta de palabra, desafío a la autoridad formal, violencia brutal, falta de escrúpulos (vender droga a niños, torturas mujeres), son algunos ejemplos. Con ejércitos a su mando, el crimen organizado comenzó a perderle el respeto al gobierno. También, a percatarse de que aquel puede matar a muchos, arrestar a más, pero no acabar con el negocio. Los líderes de la droga están dispuestos a pagar la cuota de sangre que implica abrir dos frentes de batalla: las Fuerzas Armadas por un lado, los grupos rivales, por el otro. Las plazas se continúan sobrevalorando, pues además de ser rutas hacia la frontera norte, ahora son mercado interno. Los grupos del crimen organizado venden droga en las ciudades mexicanas bajo su control. 8. La violencia del crimen organizado alcanzó a la ciudadanía. 28 Menos droga entra a Estados Unidos. En consecuencia, menos dinero ingresa a las arcas del cartel. Pero como la agrupación delictiva está en guerra con otras y con el Gobierno, se ha visto obligada a incrementar su nómina. Además, hoy es más difícil obtener ganancias, pues con el fin del control oficial del delito, proliferaron grupos competidores. El cártel no puede reducir el número de su personal, pues ahora, a diferencia de antes, debe conservar a sangre y fuego sus plazas, defendiéndolas día con día. Esta complicación significó que los grupos delictivos diversificaran sus conductas criminales. Como dice Mendoza (2005): “La delincuencia organizada ha evolucionado a través de procesos de reorganización racional de sus actividades y la estructura de los grupos es muy variable” (p. 66). Ya no pueden ser llamados únicamente narcotraficantes. También extorsionan, secuestran, matan a sueldo, roban vehículos. 9. México: país fértil para producir sicarios. En criminología, se denominan teorías de la tensión aquellas que explican la desviación –
conducta antisocial– en términos de un desequilibrio entre estos dos extremos: qué significa éxito en una sociedad; y, los caminos permisibles que existen en esa sociedad para que cualquiera intente, con probabilidades reales, alcanzar el éxito.18 La principal teoría de esta familia es la teoría de la anomia, de Robert K. Merton, citada líneas arriba. Explicada en términos sencillos, la tensión sucede como sigue. En México, por influencia americana y por otros factores, éxito es igual a estatus. El estatus se logra con dinero. El dinero se obtiene, por lo general, estudiando preparatoria, carrera, posgrados; trabajando duro. Pero México es un país de secundaria terminada. Así, esa mayoría aspira a obedecer órdenes, no a girarlas. A ensamblar coches, a repararlos, no a tener uno; a construir casas, pero no a poder costear la suya. Todos quieren tener dinero, pero los caminos para llegar al éxito (dinero) son escasos. Cuando muchos coches se atascan en una carretera de un solo carril, algunos se salen de la carpeta asfáltica y comienzan a rebasar por terracería. Entonces, otros siguen a los primeros. Así, abren una brecha al lado del camino oficial. En esta metáfora, la acción de salirse de la línea recta de la carretera, para abrir otra en la terracería, es la desviación. Pues bien, entre más personas estén marginadas de la carretera, más pobreza, exclusión social y desigualdad habrá. El crimen organizado se valió de esta realidad mexicana. Abrió una brecha. A miles de jóvenes excluidos sociales, ávidos de ser alguien. Las barriadas son centros de reclutamiento de sicarios. Por razones como las que acabamos de enlistar, la reforma constitucional en materia penal, necesaria y loable, es sin embargo inoportuna. Ésta es la principal razón por la que existe resistencia, dentro de los gobiernos estatales, a moverse con rapidez hacia su adopción. Implica quitarle poder al ministerio público, colocar al juez frente al acusado para en su cara condenarlo, pedirle a la víctima, al policía, al testigo, que señale con el índice de fuego al 18
Véase: DOWNES, David y ROCK, Paul. Sociología de la Desviación. Gedisa Editorial. España. 2011. 29 acusado que lo está observando, en una sala de juicio oral con butacas ahítas de colegas y familiares del inculpado. 10. Albergues improvisados como “Guantánamos” Durante los sexenios de Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa, así como en los primeros años de la administración de Enrique Peña Nieto, la debilidad de las corporaciones policiales fue paliada con la inclusión de las Fuerzas Armadas en el campo de batalla. Las prisiones, sin embargo, se deterioraron hasta alcanzar, en no pocos casos, una situación límite de pérdida de gobierno formal (oficial). Las cárceles, otrora diseñadas para contener carteristas, comenzaron a recibir inquilinos de máxima peligrosidad. El resultado ha sido: penales tomados por los criminales, numerosas fugas (es decir, muy frecuentes) con evasiones masivas (esto es, muchos reos se escapan en un solo acto); existencia de armas de fuego de alto pode al interior de los rfeclusorios; cobro de extorsión a internos no vinculados al crimen organizado, so pena de golpizas o muerte; funcionarios penitenciarios amenazados, torturados, desaparecidos o ultimados. IX. CRONOLOGÍA DE EVASIONES 1. Año 2012 El 7 de septiembre de ese mismo año, el penal de Piedras Negras, Coahuila de Zaragoza, registró una fuga de 132 reos. El 19 de febrero, hubo una matanza al interior del penal Apodaca, en Nuevo León, que dejó 44 muertos. Tras eliminar a sus rivales, 37 reclusos se evadieron con apoyo de algunos custodios. 2. Año 2011 19 de septiembre. 32 reos escaparon de varios penales en Veracruz-­‐Lave. 15 de julio. 59 presos se fugaron de la cárcel de Nuevo Lerdo, Tamaulipas, luego de matar a 7 reclusos. 25 de mayo. 17 internos se evaden del penal de Reynosa, Tamaulipas. 27 de abril. 8 reos se escapan de la cárcel municipal de Ahuaco de Mercado, Jalisco. 10 de marzo. 3 presos se escapan del reclusorio de Culiacán, Sinaloa. 17 de enero. 14 reos se escapan, con ayuda de cómplices desde el exterior y la de algunos custodios, en penal de Aquiles Cerdán, Chiuahua. 5 de enero. 5 presos se evaden de la cárcel municipal de Cancún, Quintana Roo. 3. Año 2010 30 17 de diciembre. 141 reclusos se escaparon del penal de Nuevo Laredo, Tamaulipas. 10 de septiembre. 85 presos se fugaron del penal de Reynosa, Tamaulipas. 12 de julio. 3 internos se escaparon del penal de Santo DomingoTehuantepec, Oaxaca, con el apoyo de un grupo armado que ingresó al recinto para llevárselos. 7 de julio. 12 reos se fugaron del penal de Reynosa, Tamaulipas. 22 de junio. 6 presos se evadieron del reclusorio de Xochitepec, Morelos, cuando eran trasladados a un juzgado. 19 de abril. 8 reclusos salen del penal de Tenancingo, Estado de México al hacer un hoyo en la pared. 2 de abril. 12 internos se escaparon del penal de Reynosa, Tamaulipas. 25 de marzo. 41 reos se evadieron de la penitenciaría de Matamoros, Tamaulipas. 16 de mayo. 53 presos se fugaron del penal de Cieneguillas, Zacatecas, con el apoyo de 20 personas que ingresaron disfrazadas de policías de la Agencia Federal de Investigaciones. 4. Año 2008 9 de octubre. 17 internos se escaparon del penal No. 2 de Reynosa, Tamaulipas, con las llaves que recibieron de los propios custodios. 16 de mayo. 6 reclusos se escaparon del reclusorio de Coatzacoalcos, Veracruz-­‐Llave. 25 de febrero. 4 reos se evadieron del penal Topo Chico, en Monterrey, Nuevo León, haciendo, a través de un túnel que ellos mismos hicieron. 5. año 2007 28 de julio. 6 presos se fugaron del penal Hermanos López Rayón, en Michoacán. 6. Año 2006 14 de junio. 11 reclusos se escaparon, tras una balacera, del penal No. 2 de Nuevo Laredo, Tamaulipas. Así, del 2006 al 2012 se habrían escapado de la prisión 712 internos. Uno cada 24.6 horas; o lo que es lo mismo, uno casi por día. Éste es un dato incontrovertible para demostrar la crisis de gobernabilidad que sufre el sistema penitenciario mexicano en la actualidad. El Presidente Calderón Hinojosa urgió a los gobiernos estatales, en repetidas ocasiones, de manera pública, darse a la urgente tarea de fortalecer sus policías y cárceles. No obstante, el Gobierno Federal se quedaba siempre con la mayor rebanada del pastel fiscal. 31 Teóricamente hablando, la solución al problema debilidad institucional de las cárceles estatales es construir un centro federal de reinserción social en cada entidad federativa, comenzando en los estados donde existe mayor presencia de reos federales entre su población penitenciaria. En la práctica, esta alternativa topa con dos obstáculos: politización de las decisiciones en materia de seguridad; y, que inversiones tan onerosas como éstas no suelen realizarse con base en un plan meramente estratégico, sino que obedecen sobre todo a posibilidades financieras, como lo sería que un gobierno estatal, para subir escaños en el listado de entidades federativas con prisión federal por construir, donara el terreno ideal para llevar a efecto la edificación. Si estas variables persisten, al sistema penitenciario mexicano le esperan más días difíciles. X. PRISIÓN PREVENTIVA Las entidades federativas con mayor avance en la implementación de la reforma han ignorado aquella parte que impacta directamente al sistema penitenciario. No nos referimos a la introducción del juez de ejecución de penas. Algo mucho más relevante que esto está previsto en el nuevo texto. El artículo 19 de la Constitución Federal dice en su parte conducente: El Ministerio Público sólo podrá solicitar al juez la prisión preventiva cuando otras medidas cautelares no sean suficientes para garantizar la comparecencia del imputado en el juicio, el desarrollo de la investigación, la protección de la víctima, de los testigos o de la comunidad, así como cuando el imputado esté siendo procesado o haya sido sentenciado previamente por la comisión de un delito doloso... Y más adelante, complementa: El juez ordenará la prisión preventiva, oficiosamente, en los casos de delincuencia organizada, homicidio doloso, violación, secuestro, trata de personas, delitos cometidos con medios violentos como armas y explosivos, así como delitos graves que determine la ley en contra de la seguridad de la nación, el libre desarrollo de la personalidad y de la salud. Esto significa que la prisión preventiva procede en dos extremos: por las circunstancias particulares de cada asunto, en cuyo caso el ministerio público deberá probar la inoperancia de otras medidas cautelares menos lesivas; y por la naturaleza del delito. En suma, en un caso se mira al acusado y sus circunstancias, mientras que en el otro, al delito que se le atribuye. Así, la prisión preventiva, en el nuevo sistema penal procede de manera excepcional. En el primer párrafo, el texto dice: “El Ministerio Público sólo podrá solicitar…”. El vocablo sólo significa una acotación. Por regla general, cuando el delito no sea de los delitos mencionados expresamente en la Constitución, el reo enfrentará el proceso en libertad. Si el o los delitos 32 que se le atribuyen no aparecen en esta lista, el ministerio público deberá demostrar que las medidas cautelares alternativas sean ineficaces, dadas las circunstancias particulares del sujeto. La Constitución dice que el ministerio público puede solicitar al juez la prisión preventiva del imputado cuando sea necesario para la protección de la comunidad. La redacción es desafortunada, pues parece deliberadamente ambigua. Como sostiene Sergio García Ramírez: “…la protección de la comunidad es muy amplia y abre la puerta el uso excesivo de la prisión preventiva”.19 No obstante, si en la práctica se incurre en abuso, éste le será atribuible a los operadores de la ley; es decir, al ministerio público y al juez. En cambio, con el sistema no acusatorio que subsiste en México, ellos se escudan en el hecho verdadero de que la ley penal no les concede alternativa. En efecto, en la actualidad el legislador es el que establece qué delitos son graves y una consecuencia de esa calificación es, precisamente, lo no procedencia de la libertad provisional. Lo cierto es que la propia Constitución, ahora, enlista la clase de delitos en que la prisión preventiva es obligatoria y, en esa lista, no incluye al robo. Este crimen es, como ya hemos dicho, aquel por el que más personas ingresan a las prisiones mexicanas. Esto significa que, sin importar el monto de lo robado –1 peso o 1 mil millones de pesos–, no procede la prisión preventiva contra el sujeto acusado de robo. Y si bien es cierto, aquella es aplicable contra, por ejemplo, un ladrón que utilizó violencia, esto sólo será cuando haya usado medios como armas y explosivos. Consideramos que el vocablo armas no se refiere nada más a las de fuego. Incluye objetos contundentes, punzantes, cortantes, punzo-­‐cortantes. Esto significa que un robo con navaja blandida o con pistola esgrimida, ameritará que su perpetrador sea recluido durante el proceso. No así tratándose de robo cometido con violencia moral –intimidación verbal, gritos, amago corporal–. Como podemos ver, las acotaciones constitucionales al uso de la prisión preventiva, son tímidas en realidad, pero suficientes para despresurizar las cárceles. Cumplir esta parte de la reforma implicaría resolver la sobrepoblación penitenciaria. En el año 2011, la sobrepoblación carcelaria nacional fue de 40 mil presos. Ese mismo año, la cantidad de presos procesados fue 97 mil 802.20 A enero de 2013, la población carcelaria bajo proceso 19
GARCÍA RAMÍREZ, Sergio. La Reforma Penal Constitucional. 2007-­‐2008. Porrúa. México. 2008. p. 103. 20
Véase: GONZÁLEZ-­‐ARÉCHIGA, Bernardo. 7 Propuestas para Construir la Seguridad y Fortalecer las Instituciones en México. Escuela de Graduados en Administración Pública y Política Pública del Tecnológico de Monterrey. Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. México. 2012. 33 fue de 100 mil 304 personas.21 Esto significa que ni siquiera es necesario excarcelar a todos los reos sujetos a prisión preventiva para lograr una significativa deflación en la población carcelaria. Con la mitad sería suficiente. XI. SELECTIVIDAD PUNITIVA El derecho penal es selectivo. De esto no cabe la menor duda. Algún jurista, bien instalado en su paradigma regido por el principio de igualdad jurídica, podría contradecirnos. Diría que el derecho penal no es selectivo, sino las agencias punitivas. En principio tendría razón, pero al final podríamos convencerlo con argumentos racionales y con evidencia empírica de lo contrario. Es cierto que las normas penales no están redactadas para que su red recoga únicamente pobres, dejando a salvo a los no pobres. Es verdadero que el tipo penal de robo dice: “Comete el delito de robo: el que se apodera de una cosa ajena…” y que la palabra quien es indeterminada. Esto es, que cualquiera puede incurrir en el delito de robo, sea hombre o mujer, negro o blanco; rico o pobre. Pero si la redacción es indeterminada, ¿por qué la población penitenciaria está determinada? En otras palabras, ¿por qué, sin embargo, en la cárcel casi siempre encontramos gente de un mismo estrato social? Para distinguir entre la selectividad del derecho penal (selectividad de derecho) y la selectivdad del sistema penal (selectividad de hecho), se ha introducido un concepto diferenciador, a saber: sistema punitivo. Éste se conforma por agencias. Las agencias son: el congreso, la policía, la fiscalía, los tribunales, los centros penitenciarios. Así, el derecho penal es un deber ser, y el sistema punitivo es el ser de ese deber ser. El tema de la sobrerepresentación de la clase pobre en la población penitenciaria ya había sido abordado por Baratta.22 Sólo que él inscribió el problema en una lucha de clases donde la prisión era utilizada por la clase dominante para lograr la conservación del statu quo. Nosotros, sin intentar encontrar la complejísima conexión entre una concausa tan distal (lucha de clases y proyecto hegemónico) y el dato empírico sobrerepresentación de una clase social en la población penitenciaria, intentamos obtener un conocimiento no evidente a través de la inferencia lógica. Ese conocimiento consiste en que existe sobrerepresentación de la clase baja porque el populismo punitivo se ha centrado en el delito de robo, aun de poca monta. Particularmente en el robo callejero, que no suele ser cometido por los no pobres. Como dice Nils Christie: Un principio básico del control social es que los que tienen mucho y los que no tienen nada son los dos extremos más difíciles de gobernar. Esto es así porque 21
Secretaría de Gobernación. Estadísticas del sistema penitenciario nacional. Op. cit. p. 13. 22
Véase: BARATTA, Alessandro. Criminología Crítica y Crítica del Derecho Penal Introducción a la Sociología Jurídico-­‐Penal. Siglo XXI Editores. Argentina. 1982/2004.p. 106. 34 lo que tienen mucho también tienen mucho poder y los otros, al no tener nada, 23
no tienen nada que perder. En Estados Unidos, le selectividad punitiva es más evidente aún. Se detecta con tan sólo dar un vistazo a la población cautiva. Wacquant llama a este fenómeno ennegrecimiento constante de la población detenida. Mientras que en la sociedad estadounidense los afroamericanos representan menos del 12 por ciento, son mayoría penitenciaria. Según el autor en cita, esta mayoría se alcanzó en 1989. Basándose en estadísticas oficiales, destaca que en el año 1995, hubo 6 mil 926 presos negros x 100 mil habitantes. En cambio, sólo 919 internos blancos x 100 mil habitantes. Al respecto, concluye: …la profundización rápida y continua de la distancia entre blancos y negros no es el resultado de una divergencia súbita en la propensión de unos y otros a cometer crímenes y delitos. Delata, ante todo, el carácter fundamentalmente discriminatorio de las prácticas policiales y judiciales 24
llevadas adelante en el marco de la política de “ley y orden”. Sobre esta selectividad punitiva, la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos de América ya se ha pronunciado. Zaffaroni, en el prólogo al texto de Christie recuerda que en aquella ocasión, el Máximo Tribunal sostuvo que la discriminación racial del sistema de justicia penal no se demuestra con una mirada macrológica. Si bien es cierto, la mayoría de los internos proviene de minorías étnicas en aquel país, el sesgo debe ser demostrado en cada caso. Esta argumentación tautológica equivale a cerrar los ojos para no ver la realidad y así poder negarla. Lo cierto es que hoy, en ese país, hay más personas de color en la cárcel que en la universidad.25 En el caso Whren v. United States, la Suprema Corte de Justicia rechazó invalidar procedimientos judiciales derivados de actuaciones policiales con sesgo racista, que la defensa reclamaba bajo la figura de fabricated pretext [pretexto inventado].Al respecto, Taslitz, Paris y Herbert sostienen: The Court´s refusal to acknowledge the problem of pretext may encourage racist police behavior. For example, it encourages officers to engage in traffic stops African-­‐Americans, even though those officers would not be inclined to stop whites in the same circumstances. Moreover, condoning such activity 23
CHRISTIE, Nils. La Industria del Control del Delito. ¿La Nueva Forma del Holocausto? Editores del Puerto. Argentina. 1993. p. 68. 24
WACQUANT, Loic. Las Cárceles de la Miseria. Ediciones Manantial. Argentina. 2010. p. 107. 25
BOOTHE, Demico. Why Are so Many Black Men in Prison? 2th Edition. Full Surface Publishing. United States of America. 2007. 35 sends powerful and hurtful messages about inferiority, amplifying 26
perceptions that the justice system is racist. –La negativa de la Corte a reconocer el problema del pretexto inventado, puede fomentar la acuación racista de la policía. Por ejemplo, alienta a los policías a realizar detenciones de tráfico a individuos negros en circunstancias que, de haberse presentado con personas blancas, no los movería a marcar el alto. Más aún, la Corte, al pasar por alto este tipo de proceder policial, está enviando poderosos e hirientes mensajes sobre inferioridad, amplificando la percepción de que el sistema de justicia es racista–. Entre nosotros, la selectividad estriba en el foco de atención que el legislador ha puesto en el robo callejero, no necesariamente porque quiera mantener a raya a la clase baja; más bien porque es el delito que por su asiduidad y su modus operandi (cara a cara) más sensación de inseguridad produce en la ciudadanía. Así, un trabajo de investigación con el que se quisiera encontrar alternativas para paliar la sobrepoblación carcelaria, sería aquel que ensayara distintas vías de atención al robo callejero. Aquel trabajo sería penitenciario, en sus alcances. XII. CADENA PERPETUA 60 años de prisión es la pena máxima prevista por el Código Penal Federal y, en autómata imitación, le siguieron otros lesgisladores estatales. ¿60 años para readaptar a alguien? El tema es de aritmética simple. No necesitamos adentrarnos al boscoso terreno de la Teoría de la Pena, de donde suele salirse con más dudas que respuestas. Basta saber que para ser sujeto de pena es necesario tener 18 años cumplidos. 60 + 18= 78. Expectativa de vida para el varón en México, 71.7.27 Ergo= cadena perpetua. La República de El Salvador prevé, en el artículo 45, 1), de su Código Penal, una duración máxima de 75 años. Si algún legislador mexicano lo supiera, de seguro diría: “¡Nos hemos quedado atrás!”. No obstante, esta prisionización del código penal no es común en toda América Latina. Sirva de ejemplo Nicaragua, que en el artículo 56 de su Código Penal establece los límites siguientes: para la pena de presidio, 30 años, y para la de prisión, 19 años. 26
th
TASLITZ, Andrew, PARIS, Margaret, y HERBERT, Lenese. Constitucional Criminal Procedure. 4 Edition. Foundation Press. United States of America. 2010. p. 515. 27
Instituto Nacional de Estadística y Geografía. Mortalidad, Esperanza de vida según sexo, 1990 a 2013. 16 de enero de 2013. Recuperado de http://www.inegi.org.mx/sistemas/sisept/Default.aspx?t=mdemo129&c=26501&s=est. Fecha de consulta: 3 de noviembre de 2013. 36 Lo que no resulta evidente, pero sí racionalmente demostrable, es que la pena de prisión no puede durar toda una vida. Dicho de otro modo, si una pena es de por vida, no puede tratarse de pena de prisión. La pena de prisión es, por definición, efimera. Para dilucidar esta cuestión, tapoco deberemos ingresar al bosque de la Teoría de la Pena. El lugar indicado es la Penología. La pena de cadena perpetua es distinta a la de prisión. Primero diremos en qué se parecen: ambas se purgan en una penitenciaría y se traducen en la privación de la libertad física. Pero se distinguen en que la perpetua, como su nombre lo indica, no se acaba hasta que el penado muere. En cambio, la de prisión termina estando el penado vivo. Que en ocasiones esto no suceda, se debe a la acumulación de penas de prisión, lo que no es óbice para sostener lo que aquí decimos. Esto explica por qué, por ejemplo, la Constitución Política de Colombia prohíbe la pena de prisión perpetua, pero no la pena de prisión. En efecto, su artículo 34 prescribe: “Se prohiben las penas de destierro, prisión perpetua y confiscación”. De modo que la prisión vitalicia es un contrasentido penológico. También una contradicción jurídica de la reinsercion social del delincuente. No pensamos que nos sea debido demostrar la imposibilidad de reinsertar socialmente a un muerto. Así las cosas, la reinserción social está casi imposibilitada, tanto por razones de hecho, como de derecho. Enlistamos algunas: 1. Sobrepoblación significa muchos pacientes, pocos tratantes. 2. Sobrepoblación es muchos internos, pocos espacios para clasificar adecuadamente. 3. Inadecuada clasificación representa contaminación carcelaria. 4. Alta contaminación carcelaria es igual a poca readaptación social. 5. Penas de alta duración se traducen en resistencia al tratamiento por parte del interno. 6. Pena vitalicia es lo mismo a inutilidad del tratamiento. El Congreso de Chihuahua reformó el artículo 27 del Código Penal para prever, mediante una figura enredada de acumulación de penas, la prisión vitalicia para el secuestrador homicida. Los diputados perdedores promovieron una acción de inconstitucionalidad ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación. El asunto se radicó bajo el número 20/2003.28 Aquí basta exponer cuál fue el argumento central del Ministro ponente –proyectista–, Juan Diaz Romero, para considerar que la prisión vitalicia es constitucional. Dijo que a través de la fórmula de 2 días de trabajo por 1 remitido –condonado– era posible reducir la duración de la pena, por lo que ésta no era vitalicia en ralidad. Así de fácil. 28
Véase el Capítulo Sexto de esta obra. 37 El raconamiento es erróneo, porque la legislación de Chihuahua que prevé la controvertida pena para el secuestrador homicida y esa misma legislación establece que para el responsable de dicho delito no procede la remisión de pena por días laborados. Así de fácil. Esta sentencia es jurisprudencia. ¿Será obligatoria una jurisprudencia viciada de error in judicando? El error es evidente. Es tan evidente que parece deliberado. ¿Por qué la Corte se habría equivocado a propósito? Porque por esas fechas un capo de la mafia mexicana había promovido un amparo contra la orden de extradición a Estados Unidos. El argumento para pedir el amparo era que la Constitución le prohibe a la autoridad mexicana extraditar personas a un país donde, si los juzgaran culpables de delito, les aplicarían una pena prohibida en México. En aquel entonces la Corte venía considerando que esta Nación no podía extraditar a Estados Unidos gente susceptible de recibir cadena perpetua. En resumen, se resolvió la acción de inconstitucionalidad promovida por la facción perdedora de los diputados de Chihuahua, pensando más en la extradición de Héctor Luis Palma Salazar que en el asunto de origen. Si no es posible remitir la pena por días laborados, ni obtener las libertad anticipada por readaptación social, ¿qué sentido tiene el tratamiento readaptatorio, ordenado por el artículo 18 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos? XIII. ¿READAPTAR O REINSERTAR? Esta pregunta no puede responderse sin atender otra más aguda aún: ¿…y qué es readaptación social? Nosotros hemos leído libros de readaptación social –criminología clínica– buscando la respuesta. No podemos afirmar que no haya libros que intenten dar solución al problema. Lo que sostenemos es que no los hemos encontrado. Los manuales de criminología clínica nos muestran el camino a seguir, el método, pero no el lugar a que nos conducirá ese camino. No es cuestión menor, pues contra un diagnóstico desfavorable de readaptación social procede el juicio de amparo indirecto. En estos casos, donde la autoridad le niega la libertad anticipada a un interno –no condenado a prisión vitalicia irremisible–, el juez de amparo le exige a la responsable fundar y motivar su negativa –justificar su decisión, racionalmente, y con apoyo en la ley–. ¿Cómo decir que alguien no está aún readaptado, si no sabemos qué es readaptación social? Más grave aún, cuando se libera a alguien por estar readaptado, ¿qué parámetro se utiliza? Debemos recordar que hace poco tiempo el legislador cambió en el artículo 18 constitucional el vocablo readaptación por el de reinserción. Este cambio en la redacción, como tantos otros, generó ninguno en el mundo real. A no ser porque colocó a la Constitución Mexicana en diafonía con respecto a la Convención Americana sobre Derechos Humanos, que señala en su artículo 5.6: “Las penas privativas de la libertad tendrán como finalidad esencial la reforma y la readaptación social de los condenados”. Y frente al Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que en su artículo 10.3 establece: “El régimen penitenciario consistirá en un tratamiento cuya finalidad esencial será la reforma y la readaptación social de los penados…”. 38 Aún así, considero necesario explicar por qué nosotros seguimos hablando de readaptación social. Tengo dos razones. Primera, los conceptos de la criminología no van a cambiar cada que al legislador se le ocurra modificar un artículo. Segunda, readaptación y reinserción no son lo mismo. La readaptación social es la acción y efecto de aplicar un tratamiento individual, progresivo y técnico con el cual revertir los factores criminógenos del caso particular. ¿Qué factores criminógenos?: Los factores crimino-­‐impelentes. ¿Qué significa revertirlos? Significa convertir –sustituir, más bien– los factores crimino-­‐impelentes en factores crimino-­‐repelentes. Ejemplo, la incapacidad de demora, por capacidad de demora. La intolerancia a la frustración, por tolerancia a la frustración. La irreflexividad, por reflexividad. Así se consigue elevar el umbral criminal y disminuir las probabilidades del acting out ante estímulos criminógenos externos. Traducción: lograr que un sujeto, otrora impulsivo y violento, ya no reaccione como antes solía hacerlo ante la menor provocación. Una vez logrado lo anterior, viene el momento de la reinserción social. Ésta sería la devolución del sujeto a sus roles de vida colectiva, a saber: familiar, laboral, ciudadano, vecinal y otros, haciéndolo de manera dosificada, supervisada, asistida. Como podra apreciarse, es factible que exista readaptación social sin reinserción –caso de penas largas– y reinserción social sin readaptación –caso de penas cortas–. Existen muchos artículos académicos en torno a la discusión del nothing Works.29 Es decir, de si el tratamiento readaptatorio funciona o no. El debate, como es natural, ha creado dos huestes, el conformado por quienes creen vehementemente en la readaptación y el que reúne a los escépticos. Como si se tratara de una religión, o de experiencias trascendentes, los unos dicen: “Yo creo en ella porque la he visto”, los otros afirman que lo que ven es otra cosa. La discusión, en su nivel más serio, se centra en mediciones cuantitativas de un fenómeno de esencia cualitativa. Pero, en todo caso, las evidencias del fracaso son fáciles de obtener; las de éxito, en cambio, difíciles de conseguir. La ruta adecuada parecería ser el follow-­‐up case, de realización muy complicada. Consiste en un estudio longitudinal (de larga duración) practicado a jóvenes y adultos liberados tras un tratamiento considerado exitoso. En México es muy poco probable hacer investigaciones así, primero porque el personal penitenciario, al no tener servicio civil de carrera, siempre está apunto de ser despedido. Segundo, porque los latinoamericanos queremos obtener resultados en los negocios, en los deportes, en la ciencia (y en el cortejo), demasiado rápido. 29
Véase: MARTINSON, Robert. What Works? Question and answers about prison reform. 1974. Recuperado de:http://www.nationalaffairs.com/doclib/20080527_197403502whatworksquestionsandanswersaboutpris
onreformrobertmartinson.pdf. Fecha de consulta: 12 de septiembre de 2011. 39 En criminología, el premio científico más prestigioso es el Stockholm Prize in Criminology. En el año 2011, fue otorgado a John H. Laub y Robert J. Sampson por su investigación de jóvenes delincuentes, desde la excarcelación de éstos hasta los 70 años de edad.30 Habiendo localizado aproximadamente sesenta cajas con datos que los célebres criminólogos Sheldon y Eleanor Glueck habían recogido mediante una de sus mútilpes investigaciones, se dieron a la tarea de localizar a los sujetos investigados. Cuando tuvo lugar la pesquisa de los esposos Glueck, los individuos objeto de estudio eran jóvenes. Cuando los laureados científicos descubrieron el tesoro perdido, aquellos ya eran ancianos. De esta manera, aunque la observación se vio interrumpida en el tiempo, ésta pudo reconstruirse con el meritorio esmero y la destacada metodología de Laub y Sampson. La publicación derivada de este trabajo, presenta un enfoque muy sencillo, pero innovador. Más que tratar de responder a la pregunta ¿por qué las personas reinciden?, se obtienen respuestas a la interrogante ¿por qué los individuos dejan de delinquir? Cualquiera que fuera el grupo en pugna al que pertenesiéramos, deberíamos considerar algo que ha permanecido fuera de foco en estas discusiones, no obstante ser tan evidente. El tratamiento readaptatorio no puede revertir toda clase de factores criminógenos. Explicación sencilla: un sujeto delinque por razones biológicas –las menos–, psicológicas y sociales. El tratamiento, por definición individual, no alcanza con sus cortos brazos a los factores criminógenos sociales. Imagíne el lector pobreza extrema, marginación, acoso constante de la policía por estigmatización –jóven con aspecto pandillero–, entorno criminógeno (barrio conflictivo) y comprenderá mejor el concepto. El sujeto podrá ser readaptado en cuanto que sus factores crimino-­‐impelentes hayan sido sustituidos por crimino-­‐repelentes, pero será reinsertado en el mismo barrio y en la misma realidad social. ¿Esto significa que la readaptación social está perdida? ¡No! Significa que la discusión está extraviada. Los ecépticos, quizá sin percatarse de ello, le exigen a los creyentes demostrar lo indemostrable: que el tratamiento revierte factores sociales. Los creyentes, por su parte, han sido tan débiles en su defensa que no han exigido ser fiscalizados en la reversión de los factores susceptibles de modificación. La cuestión se resume en lo siguiente: los unos buscan en donde no se debe buscar, los otros argumentan lo que no deben argumentar. Pedirle al tratamiento acabar con la desigualdad equivale a exigirle al consejo de desarrollo social acabar con la indiferencia afectiva del gatillero. Otro problema del tratamiento penitenciario es que éste se realiza en un ambiente controlado, artificial. Controlado por el gobierno o por los criminales, pero controlado al fin. Las ciencias naturales a veces se topan con el problema de reproducir el fenómeno (hacer experimentos) en un laboratorio, que por ser un ambiente controlado, a veces incide o afecta el resultado, por no hacerse la observación en un ambiente natural. En nuestra materia sucede lo mismo. 30
Véase: LAUB, John H., y SAMPSON, Robert. Shared Beginings, Divergent Lives. Delinquent Boys to Age 70. Harvard University Press. U.S.A., England. 2003. 40 Desde que al estudiado lo introducimos en un COC ya estamos incidiendo en su comportamiento. No está en la sociedad, sino en un mundo artificial, con reglas, guardias, paredes, rejas, horarios. Además, se sabe observado. No es ningún tonto. Una vez clasificado y tiempo después de iniciar el tratamiento, el personal técnico evaluará su capacidad criminal su adaptación al medio. Si el preso se ha adaptado bien a la vida intramuros, vivirá largo tiempo sin meterse en líos, acudiendo a terapia, trabajando con regularidad, subiendo de grados en la escuela. Los observadores dirán que está readaptado. Es aquí donde confundimos, muchas veces, readaptación social con adaptación al medio carcelario. Olvidamos que el sujeto es un organismo que responde al entorno. Que los estímulos criminógenos sociales no aparecen en su entorno mientras él está preso. Como sucede con el depredador infantil. Su impulso está larvado, agazapado. No se manifiesta hasta que el estímulo externo reaparece. Como en la prisión no hay niños, el individuo pasa por buen interno, arrepentido, listo para reincorporarse a la sociedad. Su conflicto psico-­‐sexual está intacto, pero no lo vemos. Las mediciones cuantitativas suelen ser otro enemigo de la readaptación social. Que el interno haya terminado la primaria, quizá la secundaria en prision, no significa readaptación. Tampoco que sea un disciplinado trabajador en el taller de carpintería, o el violador un excelente monagillo en la capilla. No queda más que seguir inclinando la balanza, dentro del consejo técnico interdisciplinario, a favor de la psicología y la criminología. XIV. ¿CÓMO READAPTAR EN CÁRCELES TOMADAS? No se puede. Tan simple como eso. Lo que sí se puede es recuperar las cárceles perdidas, y, entonces, readaptar en ellas. Proponemos una medida para conseguirlo. Líneas arriba dijimos que en el sexenio de Ernesto Zedillo comenzó la quinta época del sistema penitenciario mexicano. La denominamos el preso como enemigo. No es que nosotros queramos que así sea; así es. Tenemos internos readaptables que no tratamos y presos que si bien, no llamaré incorregibles, si los consideraré intratables. A los presos intratables (cárteles del crimen organizado) hay que ubicarlos en cárceles de máxima seguridad. Al menos, hasta que sus indicadores de peligrosidad bajen. Con esta medida, más un moderado (optimista, pero no iluso) decremento del populismo punitivo tratándose del delito de robo, se recobraría el control de las prisiones estatales. El tratamiento podría enfocarse a la reversión de los factores criminógenos endógenos recurrentes. XV. LA POBLACIÓN PENITENCIARIA: LA VULNERABILIDAD DE SUS DERECHOS HUMANOS I. LOS INTERNOS COMO MINORÍA EN LA SOCIEDAD Aun cuando la población penitenciaria se ha incrementado de manera dramática, por lo menos desde el sexenio de Ernesto Zedillo Ponce de León, las personas privadas de la libertad constituyen una minoría en el país. Una minoría que debe ser considerada, para todos los efectos legales, población en riesgo, dada su condición de vulnerabilidad. En otras palabras, 41 porque, en principio, es más probable que los derechos de un preso sean violentados que los de un libre. Mas si analizamos la población cautiva como un todo, ignorando por un momento que existen personas en libertad, podremos ver que en el universo penitenciario existen personas más vulnerables que otras. Esas personas, a diferencia de el resto de los internos, deben ser consideradas población de alta vulnerabilidad. Aquí cabe hacer la desambigüación del concepto “población vulnerable”, pues podría confundirse con otro muy utilizado en la práctica penitenciaria, que es “población en riesgo”. Así podríamos distinguir entre población de riesgo, población en riesgo, población vulnerable y población altamente vulnerable. Población de riesgo: Es aquella que por su perfil clínico-­‐criminológico de alta peligrosidad, representa una alta probabilidad de violación de las normas legales que rigen la vida intramuros de la prisión. Como ejemplo tenemos el caso de los cabecillas de grupos del crimen organizado recluidos en centros de reincersión social estatales. Población en riesgo: Se integra por internos que son víctimas potenciales de otros reos y que por tanto requieren de protección especial. Comúnmente se les aloja en pabellones apartados del resto de la población o en áreas de seguridad. La ubicación de personas en esta categoría no obedece a un perfil de personalidad determinado. Cualquiera que sea la causa del conflicto interpersonal: riña, problema victimológico (por ejemplo cuando un interno es el homicida del familiar o amigo de otro) o un simple malentendido, debe existir la probabilidad de daño. En estos casos, la autoridad penitenciaria está obligada a actuar, separando al interno en riesgo de sus enemigos. Esto sucede a menudo cuando el reo de nuevo ingreso pertenece a un grupo del crimen organizado rival de aquel que tiene más reclusos en el centro de detención. También es el caso de los internos de cuello blanco. Nótese que no hablamos de “delincuentes de cuello blanco”, sino de “internos de cuello blanco”. Con esta frase nos referimos a las personas de clase media o alta que al cometer delitos por motivo de tránsito de vehículos, abandono de familia, violencia familiar o delitos de cuello blanco propiamente dichos, ingresan a la cárcel por primera vez. Los internos de cuello blanco suelen ser víctimas de golpizas, vejaciones, intimidaciones y hasta de muerte cuando ingresan a una prisión estatal poblada con reos del crimen organizado. Población vulnerable: En este trabajo llamamos población vulnerable a todas las personas que se encuentren privadas de la libertad en un establecimiento penitenciario, amén de que el sólo encierro dificulta el ejercicio libre de los derechos que no se pierden por la detención preventiva o por la pena de prisión. 42 Algunos derechos de difícil ejercicio para los internos, son: libertad de expresión, derecho a la salud, libertad de culto, derecho a la seguridad personal (integridad física, psicológica y patrimonial) así como derecho a recibir tratamiento readaptatorio como medio para la preliberación. Población altamente vulnerable: para los efectos de este estudio, es la que se conforma por aquellos internos que debido a sus circunstancias personales tienen necesidades especiales que no satisface la prisión, amén de que ésta no está diseñada ni opera para lograr tal cometido. Entre la población altamente vulnerable incluimos: mujeres, enfermos mentales, enfermos de VIH, ancianos, personas con discapacidad física. II. LOS INTERNOS QUE SON MINORÍA ENTRE LOS INTERNOS A. MUJERES La mujer no sólo es discriminada en la sociedad mexicana. También en la prisión. Existen muy pocos centros penitenciarios diseñados y destinados a la exclusiva guarda y custodia de las damas. En la mayoría de los casos, a las mujeres se les aloja en pabellones improvisados dentro de cárceles diseñadas y destinadas al encierro de varones. El problema se agrava tratándose de damas en estado de embarazo, en etapa de recuperación posparto, o en período de lactancia. Incluso después de estos episodios. A la mujer se le separa de su hijo en muchos casos (al hijo, de su madre). No hay áreas de cuneros, ni las celdas están construidas para la mujer. Ellas hacen lo priopio dándole el toque femenino a los espacios. Los decoran, los embellecen, si es que esto se puede hacer en realidad. Como se les asigna un área reducida en los comúnmente sobrepoblados recintos, el espacio suele ser insoportablemente pequeño. ¿Por qué no se les construyen prisiones ex profeso, si ellas representan el 4.80% del total de la población cautiva en el país? En la pregunta viene incluida la respuesta. Si bien es cierto, recién se inauguró un centro federal femenil, éste apenas alberga a 661 mujeres, de las 11 mil 641 que se encuentran privadas de la libertad en México (Secretaría de Gobernación, 2013). La cantidad de reclusas se ha incrementado en los últimos años. Dos son las razones. Primero porque la mujer ha sido reclutada con mayor frecuencia por el crimen. La secuestradora suele ser en realidad quien alimentaba y “cuidaba” a la víctima. La homicida con calificativas es con frecuencia la ex esposa maltratada que al fin se hizo justicia con su propia mano. ¿Por qué con calificativas? Su desventaja física (menos masa muscular) le deja sólo una opción para matar al varón: actuar con ventaja. No puede, salvo en contadas ocasiones, cometer homicidio simple intencional. Espera a que el golpeador esté dormido; premedita el asesinato, usa un arma. En realidad no hace otra cosa que nivelar la desventaja en que la colocan las circunstancias, pero la justicia es ciega. Segundo, el marido preso la presiona para introducir droga al penal. A veces es sólo eso, el marido la fustiga. En otras, el marido no tiene más remedio; si no lo hace, lo matan los reos del crimen organizado. De cualquier forma, la mujer burrera (cargar con la droga para otros) es víctima, luego interna. 43 Es necesario introducir en estos casos una visión con equidad de género. Para ello no debería tener que reformarse la ley. Si bien, en el Derecho existe el principio de igualdad ante la ley, esa igualdad debe considerarse en igualdad de circunstancias, es decir, que respondemos igual ante la ley, en igualdad de circunstancias. Existen centros penitenciarios (La Mesa, en Tijuana, Baja California, por ejemplo) con un sólo patio. Imagine el lector un conjunto de edificios que sirven de dormitorios, dispuestos en torno a un terreno rectangular, como una cancha de fútbol. Esa imagen es el reclusorio, y nada más que eso. Los internos de todos los edificios, para sentir y ver la luz del sol, deben salir al patio. Como hay unos reos que quieren matar a otros, la salida a patio se organiza de la manera siguiente. Edificio 1: lunes; edificio 2: martes; edificio 3: miércoles, y así sucesivamente. ¿Y las mujeres que allí viven, amontonadas en un pabellón, cuándo salen a patio?: nunca. En su pequeño pabellón hay un rectángulo del tamaño de una cancha también, pero de básquetbol. Para aclarar la diferencia, bastará recordar que la cancha de baloncesto mide 28 mts. x 15 mts.; en cambio, la de balón pie tiene una extensión de 100 mts. x 64 mts. B. ENFERMOS MENTALES Uno de los mayores dilemas que vivimos a nuestro paso por la administración penitenciaria fue sin duda resolver qué hacer con los enfermos mentales una vez que cumplen su medida de seguridad o pena, si no hay familiar que quiera recibirlos, y ellos no pueden valerse por sí mismos. ¿Qué sucede en la realidad? Como los familiares se niegan a alojarlos en su casa y los hospitales psiquiátricos los rechazan también, los funcionarios penitenciarios elaboran un acta donde hacen constar que la persona cambia de situación jurídica, pasando de preso a hombre libre, permaneciendo sin embargo, en calidad de depósito en la institución. Lo único que nosotros pudimos agregar, es una visita familiar por parte de trabajadoras sociales, para cerciorarnos de que los familiares, en efecto, se negaran expresamente a recibir a su interno. El Centro Federal de Rehabilitación Psicosocial (CEFEREPSI), es un ejemplo positivo a nivel Latinoamérica. Sin embargo, como todo en este tema, es insuficiente para recibir a tantos presos psiquiátricos como los hay en México. Hay internos con tal clase de problemas mentales, que no pueden ser extraídos de su celda sin poner en riesgo a otros internos o al personal penitenciario. Durante un motín en el Centro de Reinserción Social Apodaca, los internos de un ambulatorio abrieron todas las puertas, excepto la de El Salvadoreño. Era tanto el miedo que le tenían, que aún en ese lapso de desorden y frenesí optaron por dejarlo tras las rejas, para que no les hiciera daño. Sin duda, el tema de los enfermos mentales en prisión no resiste un examen con el mínimo grado de humanismo. Si un país se calificara con base en la atención que le brinda a su población con enfermedades mentales, México sería ubicado en el estado salvaje, que es el que existió antes de la firma del contrato social, según la metáfora de Hobbes. 44 ¿De qué sirve que la ley penal distinga entre imputable e inimputable; entre procedimiento ordinario y procedimiento especial; entre sanción y pena de prisión, si al final, el inimputable, juzgado mediante un procedimiento especial y obligado a cumplir una medida de seguridad, terminará en el mismo lugar que si hubiese sido considerado imputable, procesado en vía ordinaria y sancionado? Las diferencias así son mero eufemismo. Lo más grave es que los derechos se reduzcan, entonces, a eufemismos. C. POBLACIÓN CON VIH No es fácil conocer la cantidad ni la identidad de presos portadores de VIH. Comúnmente se detectan los casos cuando el paciente ya manifiesta síntomas agudos. Aunque tenemos claro que esta enfermedad no afecta de manera exclusiva a personas homosexuales, nuestra experiencia penitenciaria nos informa que muy probablemente es la práctica de sexo entre internos varones, la principal causa intramuros. Del lado de la población abiertamente homosexual, existen internos que ocultan su preferencia sexual, pero sostienen relaciones sexuales con otros internos, subrepticiamente. Cuando se descubre que uno de ellos es portador del virus, se le tiene que preguntar por la identidad de los internos con quien ha intimado, para someterlos a pruebas. Siendo entonces que se obtiene el conocimiento de que hay varios reos con vida sexual activa dentro de la prisión, portadores de la enfermedad. La Norma Oficial Mexicana NOM-­‐010-­‐, para la Prevención y el Control de la Infección por Virus de la Inmunodeficiencia Humana (Comité Consultivo Nacional de Normalización de Prevención y Control de Enfermedades, 15 de octubre de 2010), dispone: 6.8. La investigación de las fuentes de infección y de los contactos debe llevarse a cabo en las personas que viven con el VIH comprobados (sic) y en los casos de SIDA, previo consentimiento de las personas, conservando la confidencialidad de la información… No obstante, en un centro penitenciario es muy difícil evitar que la información se propague. Cuando se detecta a la población portadora de ésta o cualquier otra enfermedad infectocontagiosa, el personal médico debe aislarlos. Este procedimiento no consiste en otra cosa que reubicarlos. Es decir, trasladar a cada cual de su dormitorio habitual a un lugar específico. Este solo hecho informa al resto de la población la razón. Tratándose de internos varones abiertamente homosexuales, comúnmente se encuentran alojados en un ala, sección o dormitorio específico. Cuando por falta de espacio no es posible reubicar a los portadores de VIH, el personal médico se enfrenta al dilema de comunicar al resto de los reos homosexuales sobre el padecimiento de uno de ellos, o cumplir con el sigilo profesional. El lector podría pensar que en estos casos, el interno con VIH alertaría a su o sus parejas. Esto, sin embargo, no sucede siempre. En ocasiones, cuando el recluso es avisado de su 45 enfermedad, comienza a sostener relaciones sexuales con mayor frecuencia, con el ánimo oculto de infectar a otros, para no ser el único. Parece ser que las reglas generales para la prevención y atención del VIH en la sociedad no aplican perfectamente a la sociedad penitenciaria. Quizá sea necesario crear una norma ex profeso para la prevención y atención de esta enfermedad en población carcelaria. Después de todo, en México el problema no es menor. Así lo dice la Norma Oficial Mexicana aplicable –
Comité Consultivo Nacional de Normalización de Prevención y Control de Enfermedades, 15 de octubre de 2010–, en su Introducción: “México es uno de los países que presenta una epidemia concentrada que requiere estrategias para evitar que se generalice…” (p. 3). Una enfermedad infectocontagiosa que caracteriza a la población penitenciaria mexicana, por ejemplo, frente a la estadounidense, es la tuberculosis pulmonar. Tuvimos la ocasión de participar en un par de traslados binacionales México-­‐Estados Unidos de América, en el marco del tratado celebrado para dicho efecto entre ambos países. Allí conocimos que la Nación vecina no lleva acabo la repatriación de americanos recluidos en prisiones mexicanas en caso de que ellos padezcan tuberculosis. La razón: evitar un foco infeccioso en las cárceles americanas. Sirva el ejemplo anterior para explicar la vulnerabilidad de la población penitenciaria frente a enfermedades infectocontagiosas. En el centro de Reinserción “Apodaca”, Nuevo León, tuvimos un interno con VIH, que por motivo de su inmunodeficiencia contrajo la enfermedad denominada toxoplasmosis. Preguntamos al médico en qué consistía, mientras al pie de la cama del paciente ambos lo mirábamos y escuchábamos delirar. El facultativo me explicó que eran hongos, en este caso, en el cerebro. Agregó que todos estamos expuestos a este tipo de enfermedades día a día, pero que nuestro organismo nos defiende de éste y otros riesgos a cada momento. “Nuestro sistema inmunológico es como un ejército que nos conserva incólumes”, concluyó el médico. Siguiendo con la metáfora, podemos decir que las personas con VIH no tienen ejército. Y al mismo tiempo, las prisiones mexicanas están infestadas de ejércitos acechantes, producto del hacinamiento y la insalubridad que las caracteriza. De tal suerte, la cárcel no sólo puede ser factor de transmisión del VIH; también, de la muerte prematura de reos portadores del virus. En estos casos, no podemos decir que el interno murió de VIH. Padeció porque la prisión es un lugar totalmente inadecuado para este tipo de población. D. POBLACIÓN GERIÁTRICA Los ancianos en prisión aumentarán en los próximos años. Hay dos razones para esto: 1. El uso cada vez más frecuente de penas de larga duración. 2. La restricción (prohibición legal), cada vez más frecuente, del derecho a la liberación anticipada para reos de cierta clase de delitos. 46 Ante la falta de espacios diseñados ex profeso para la población geriátrica, el personal directivo de la prisión debe disponer de los edificios y camarotes con que cuenta, para acondicionar lo más posible un área para los internos de la tercera edad. El espacio debe estar ubicado en la planta baja, para evitar el uso de escaleras; tener ventilación en tiempo de calor y tener todas las ventanas cubiertas con vidrios para cuando azote el cruento invierno, en su caso (ventanas con vidrio no es muy común en algunas cárceles mexicanas. La falta de médicos geriatras en las prisiones se suma a las dolencias del sistema penitenciario. Tampoco suele haber ginecólogos, traumatólogos, psiquiatras, y otros. Así como hay internos que llegan a viejos durante su cautiverio, existen otros que ya siendo ancianos son recluidos. Esto pasa comúnmente por el delito de equiparable a la violación. E. PERSONAS CON DISCAPACIDAD FÍSICA De todos los centros penitenciarios mexicanos y estadounidenses que hemos conocido, sólo el penal de “Cadereyta” cuenta con mínimas instalaciones adaptadas para el uso de paralíticos. No obstante, las celdas y los sanitarios construidos ex profeso para personas sin movilidad en sus extremidades inferiores contrastan con la tipografía en declive y la significativa extensión del terreno. Así, los dormitorios se encuentran muy alejados de: los espacios para convivencia familiar, las naves industriales para el trabajo, el edificio de la escuela y la enfermería. Además, el trayecto es una cuesta pronunciada o un descenso peligroso, según el sentido de la marcha. No hay áreas deportivas adaptadas para esta clase de población, medicina especializada ni rehabilitación. Si en las ciudades mexicanas el minusválido debe sortear múltiples obstáculos como: banquetas inadecuadas, falta de ascensores, ausencia de sanitarios adaptados, en la prisión los inconvenientes que enfrenta son mayores. Basta pensar que la sobrepoblación siempre motiva ampliaciones en las cárceles. Como el terreno no puede extenderse, la solución suele ser agregar más niveles a los edificios. Los penales crecen para arriba. En consecuencia, a las escaleras se les agregan escalones una y otra vez. Los sanitarios no están acondicionados; tampoco las regaderas. De esta manera, actividades tan ordinarias como evacuar o ducharse se vuelven un desafío. Cada vez que un interno con capacidades diferentes tiene que adaptarse a un diseño penitenciario discriminador, sufre una violación a sus derechos humanos. Y como el interno debe lidiar día a día con estas incomodidades, sus derechos se vulneran de manera continuada. III. DERECHO AL VOTO La suspensión del derecho al voto es el ejemplo de la vulnerabilidad de derechos a la población penitenciaria en general. De allí que quepa otra razón para considerar a toda persona detenida como persona en condición de vulnerabilidad. 47 En México los presos no tienen derecho a votar. Así se trate de procesados o sentenciados, los mexicanos privados de la libertad están impedidos para sufragar. Al respecto, el artículo 38 de la Constitución dice: Los derechos o prerrogativas de los ciudadanos se supenden: I… II. Por estar sujeto a un proceso criminal por delito que merzca pena corporal, a contar desde la fecha del auto de formal prisión; III. Durante la extinción de una pena corporal… Lo mismo sucede en Guatemala. El artículo 59 del Código Penal, prescribe: “La pena de prisión lleva consigo la supensión de los derechos políticos, durante el tiempo de la condena…”. En la República del Ecuador sucede lo contrario. El artículo 62 de la Constitución de ese país, ordena: “…Ejercerán su derecho al voto las personas privadas de la libertad sin sentencia condenatoria ejecutoriada…”. El viernes 15 de febrero de 2013, 9 mil presos fueron los primeros en votar en las elecciones presidenciales.31 En Colombia, el Código Penitenciario y Carcelario, en su artículo 57, prescribe: “…Los detenidos privados de la libertad si reúnen los requisitos de ley podrán ejercer el derecho al sufragio en sus respectivos centros de reclusión”. En México, al día 31 de enero de 2013, hubo 75 mil 413 internos procesados.32 Todos ellos, sin una sentencia condenatoria en su contra, tienen ya suspendidos dos derechos fundamentales: libertad de tránsito y votar. ¿Cuál es la razón de esta suspensión del derecho de votar y ser votado? El artículo 46 del Código Penal Federal (1931/2013) arroja algo de luz al problema: La pena de prisión produce la suspensión de los derechos políticos y los de tutela, curatela, ser apoderado, defensor, albacea, perito, depositario o interventor judicial, síndico o interventor en quiebras, árbitro, arbitrador o representante de ausentes. La suspensión comenzará desde que cause ejecutoria la sentencia respectiva y durará todo el tiempo de la condena. 31
Agencia EFE. En Ecuador, unos 8 963 presos ejercen hoy su derecho al voto. El Comercio.com. Recuperado de http://www.elcomercio.com/elecciones2013/elecciones-­‐presos-­‐votacion-­‐Ecuador-­‐
presidenciables_0_866313498.html 32
Secretaría de Gobernación. Estadísticas del sistema penitenciario nacional. Enero del 2013. Recuperado de http://www.ssp.gob.mx/portalWebApp/ShowBinary?nodeId=/BEA%20Repository/365162//archivo. Fecha de consulta: febrero de 2013. 48 Queda claro que este artículo establece limitaciones a las libertades jurídicas del penado, no del procesado. Volveremos a este tema. Por lo pronto, pensemos ¿cuál es el común denominador de estas actividades o roles sociales que se le impide hacer o asumir al condenado? En efecto, el factor confianza. Las funciones de tutor, curador, apoderado, defensor, albacea, etc., exigen fiabilidad. En todos esos roles, al individuo se le exige un comportamiento adecuado, pues en sus manos se colocan derechos de otros. El apoderado en pleito judicial, por ejemplo, aboga por un tercero, estando de por medio la libertad de éste, su patrimonio. En las manos del albacea quedan los bienes del difunto, en tanto se resuelve el juicio sucesorio para repartilos entre los herederos. El perito interviene en un litigio porque es especialista en un arte, profesión u oficio cuyo entendimiento está vedado para las partes y para el juez. Se confía no sólo en sus conocimientos especializados; sobre todo en su sinceridad, puesto que difícilmente aquellos podrían desmentirlo. El Código Penal de la República Argentina, en su artículo 12, va más lejos, pues suspende los derechos de patria potestad y de administración de los bienes, así como el derecho de disponer de estos mediante actos entre vivos. Así lo dice: La reclusión y la prisión por más de tres años llevan como inherente la inhabilitación absoluta, por el tiempo de la condena, la que podrá durar hasta tres años más, si así lo resuelve el tribunal, de acuerdo con la índole del delito. Importan además la privación, mientras dure la pena, de la patria potestad, de la administración de los bienes y del derecho de disponer de ellos por actos entre vivos. El penado quedará sujeto a la curatela establecida por el Código Civil para los incapaces. Nos cuesta trabajo creer que este artículo siga vigente. Pareciera que estuviésemos ante la sumisión del penado. Es decir, frente a la reducción del sui juris (quien ejerce sus derechos por sí mismo) a la condición de alieni juris, (quien se encuentra bajo el derecho o poder de otro), propia de la esclavitud en la antigua Roma. El artículo es fascista, pues los derechos de patria potestad, administración y de dominio de bienes son inherentes al ser humano en cuanto persona, no en cuanto ciudadano ni por estar libre de culpa. Además, la suspensión de la patria potestad hace de la pena una sanción trascendental (que alcanza a otros), al afectar al o los hijos menores del recluso. Esto último, contraviene sin duda el artículo 3 de la Convención sobre los Derechos del Niño, que establece el principio del interés superior del niño. En última instancia, se trate de la interdicción de un individuo sin juicio previo, pues el proceso penal se ventila para determinar la culpabilidad por un delito, no la procedencia de la interdicción ni de la pérdida de la patria potestad. En semejante sentido reza el artículo 62 del Código Penal de Honduras: “La reclusión por más de cinco años lleva como accesorias la inhabilitación absoluta por el tiempo de la condena y la interdicción civil”. Y en el artículo 54 define “interdicción civil”, como: “…La suspensión de derechos de patria potestad, tutela, guarda y administración de bienes; pero el interdicto podrá disponer de los propios por testamento”. 49 Pues bien, al penado se le retira la confianza de la sociedad. Ésa es la razón legal de esta consecuencia jurídica de la sanción de prisión. Explicado lo anterior, enfrentemos el problema que consiste en aceptar que el artículo arriba transcrito, habla de los efectos legales de la pena, no de la prisión preventiva. Es precisamente esta circunstancia la que conforma la base de nuestra argumentación. Navegando en contra de la presunción de inocencia, el legislador le ha retirado al procesado, a partir del auto de formal prisión, su derecho al voto y a conteneder por cargos de elección popular. Por la misma razón que le prohíbe al condenado ejercer roles sociales de confianza. El Estado ya no confía en el procesado sometido a prisión preventiva. Aun cuando no haya todavía sentencia condenatoria en contra del individuo, a éste ya no se le permite ejercer derechos políticos. La razón es la misma, se le ha despojado de la confianza. Si la reforma constitucional en materia penal de 2008 tuvo por objeto armonizar el sistema de justicia penal mexicano con los lineamientos esenciales de un Estado Constitucional, el legislador olvidó modificar el artículo 38. La presunción de inocencia, piedra de toque del nuevo sistema, es razón suficiente para encontrar aquí una antinomia (contradicción) constitucional. 50 Bibliografía ÁLVAREZ DÍAZ, Germán. Pistas para Construir las Historias de la Psicología y la Criminología Mexicanas. En: García López, Eric (Director). Fundamentos de Psicología Jurídica y Forense. México. Oxford University Press. México. 2010. AMERICAN PSYCHIATRIC ASSOCIATION. Manual Diagnóstico yEestadístico de los Trastornos Mentales. Texto revisado. Masson. España. 2002. BACHMAN, Ronet y SCHUTT, Russel K. Fundamentals of Research in Criminology and Criminal Justice. 2th ed. Sage Publications. U.S.A. 2012. Kindle. BARATTA, Alessandro. Criminología Crítica y Crítica del Derecho Penal Introducción a la Sociología Jurídico-­‐Penal. Siglo XXI Editores. Argentina. 1982/2004. BOOTHE, Demico. Why Are so Many Black Men in Prison? 2th Edition. Full Surface Publishing. United States of America. 2007. CHRISTIE, Nils. La Industria del Control del Delito. ¿La Nueva Forma del Holocausto? Editores del Puerto. Argentina. 1993. Congreso de la Unión. Los Derechos del Pueblo Mexicano. México a través de sus Constituciones. Tomo IV, 2ª ed. Porrúa. México. 1949. CRIPE, Clair A. & PEARLMAN, Michael G. Legal Aspects of Corrections Management. 2th. ed. Jones and Barlett Publishers. United State of America. 2005. DOWNES, David y ROCK, Paul. Sociología de la Desviación. Gedisa Editorial. España. 2011. GARCÍA LÓPEZ, Eric. (2010). Fundamentos de Psicología Jurídica. Distrito Federal, México: Oxford University Press México. GARCÍA RAMÍREZ, Sergio. La Reforma Penal Constitucional. 2007-­‐2008. Porrúa. México. 2008. GARÓFALO, Rafaél. Criminología. Estudio sobre el Delito y la Teoría de la Represión. Ángel Editor. México. 1885/1999. GONZÁLEZ-­‐ARÉCHIGA, Bernardo. 7 Propuestas para Construir la Seguridad y Fortalecer las Instituciones en México. Escuela de Graduados en Administración Pública y Política Pública del Tecnológico de Monterrey. Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. México. 2012. 51 GONZÁLEZ BUSTAMANTE, Juan José. Colonias Penales e Instituciones Abiertas. Hacia una Reforma en el Proceso de Ejecución de Sanciones. Asociación Nacional de Funcinarios Judiciales. México. 1956. LAUB, John H., y SAMPSON, Robert. Shared Beginings, Divergent Lives. Delinquent Boys to Age 70. Harvard University Press. United States of America/England. 2003. MENDOZA BREMAUNTZ, Emma. Derecho Penitenciario. Serie Jurídica. Mc Graw Hill. México. 1999. MERTON, Robert. Teoría y Estructura Sociales. 4ª ed. Nota introductoria de: BUNGE, Mario. Sección de Obras de Sociología. Fondo de Cultura Económica. México. 2002. RODRÍGUEZ MANZANERA, Luis. Criminología. 27a ed. Porrúa. México. 2013. SECRETARÍA DE GOBERNACIÓN. Unificación de la Legislación Penal. Memoria Sintética de la Primera Convención Nacional. Serie Jurídica. No. 1. México. Secretaría de Gobernación. 1937. TASLITZ, Andrew, PARIS, Margaret, y HERBERT, Lenese. Constitucional Criminal Procedure. 4th Edition. Foundation Press. United States of America. 2010. WACQUANT, Loic. Las Cárceles de la Miseria. Ediciones Manantial. Argentina. 2010. De la red electrónica: AGENCIA EFE. “En Ecuador, unos 8 963 presos ejercen hoy su derecho al voto”. El Comercio.com. http://www.elcomercio.com/elecciones2013/elecciones-­‐presos-­‐votacion-­‐Ecuador-­‐
presidenciables_0_866313498.html AlZAGA, Ignacio. “En seis meses se terminarán ocho nuevos ““superpenales””. Milenio. http://www.milenio.com/cdb/doc/impreso/9108673. 7 de febrero de 2012. COMISIÓN NACIONAL DE DERECHOS HUMANOS. Diagnóstico Nacional de Supervisión Penitenciaria 2011. Septiembre de 2012. http://dnsp.cndh.org.mx/archivos/DNSP_2011.pdf. OTERO, Silvia. “Controlan internos el 60% de cárceles, documenta CNDH”. El Universal.mx. 25 de septiembre de 2012. Recuperado de http://www.eluniversal.com.mx/primera/40403.html. DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA. 22a ed. 2001. http://lema.rae.es/drae/?val=complejo. INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICA Y GEOGRAFÍA. En México somos 112 millones 322 mil 757 habitantes. Comunicado número 389/2010. Aguascalientes, México. 25 de noviembre de 2010. Recuperado de http://dnsp.cndh.org.mx/archivos/DNSP_2011.pdf. 52 INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICA Y GEOGRAFÍA. Mortalidad, Esperanza de vida según sexo, 1990 a 2013. 16 de enero de 2013. http://www.inegi.org.mx/sistemas/sisept/Default.aspx?t=mdemo129&c=26501&s=est. INTERNATIONAL CENTRE FOR PRISION STUDIES. http://www.prisonstudies.org/highest-­‐to-­‐
lowest/prison-­‐population-­‐total?field_region_taxonomy_tid=All. 2014. MARTINSON, Robert. What Works? Question and answers about prison reform. 1974. http://www.nationalaffairs.com/doclib/20080527_197403502whatworksquestionsandanswersab
outprisonreformrobertmartinson.pdf. 53 
Descargar