Robinsón Kreutznaer (Robinson Crusoe), inglés proveniente de una familia burguesa,... extranjero, tenía dos hermanos, uno murió en una batalla y...

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Robinsón Kreutznaer (Robinson Crusoe), inglés proveniente de una familia burguesa, hijo de un padre
extranjero, tenía dos hermanos, uno murió en una batalla y del otro nunca supo nada. Robinson era el menor
de la familia, y como no había aprendido oficio alguno, tenía el deseo de viajar. No oyó los consejos de su
padre, ni los ruegos de su madre y amigos, y seguía decidido a viajar. La clase media, le decía su padre, era la
mejor, la más apropiada para le felicidad, no tenía desdichas ni necesidades como la baja, ni ambiciones ni
envidia como la alta. Un año después, huyó de su casa. Se trasladó a otra ciudad, donde uno de sus amigos lo
invitó a trasladarse a Londres, a bordo de un barco. Hubo fuertes tormentas, por lo cual Robinson se
descompuso y se sintió arrepentido, pero luego se calmó y volvió todo a la normalidad. Al sexto día llegaron a
Yarmouth Roads donde echaron anclas y permanecieron por siete u ocho días. El viento fue acrecentando, y al
8vo día la tormenta era muy fuerte. Después de intentar todos los métodos para que el barco no se hundiera .
Empezaron a echar cañonazos para que otros barcos lo ayudaran, y uno, acercó un bote, en el cual
descendieron todos. Llegaron a la costa, y vieron cómo su barco se hundía. El capitán le dijo a Robinson que
siendo ese su primer viaje no se embarcara más, que el había traído las desgracias por tentar a la Providencia.
Robinson se dirigió a Londres por tierra, y por miedo a las burlas si regresaba, se embarcó nuevamente hacia
la costa de África, como pasajero. Conoció al capitán de un barco, que lo invitó a ir a Guinea sin pagar, siendo
su compañero y con todas las ventajas. Se embarcó con el capitán, hizo un negocio con el cual acrecentó su
capital, y aprendió con él, matemáticas y navegación. Falleció el capitán, se embarcó en el mismo barco, y
dejó su fortuna en manos de la viuda del capitán. Mientras viajaba hacia las islas Canarias, un barco pirata de
Sallee los tomó prisioneros. Robinson fue prisionero del capitán del barco pirata. Como Robinson era diestro
para pescar, le ordenó su amo que fuera a pescar para unos amigos que cenarían en su casa. Robinson pensaba
en escapar, para eso, tomó todo lo que necesitaba junto a dos hombres más, que servían al capitán. En un
momento, tiró al moro por la borda, pero este le dijo que estaba dispuesto a acompañarlo, igualmente, viendo
Robinson que el moro nadaba muy bien, le dijo que volviera a la costa y se callara, porque sino lo mataría. De
manera que se quedó con Xury, el mozalbete, que le prometió serle fiel. Durante su viaje, de día no vieron
ningún ser humano, y de noche, solamente oían fieras salvajes. En una isla, había un león, lo mataron, lo
desollaron, y llevaron su piel. Se acercaron a una isla, donde había negros, y hablaron con ellos por señas, los
negros les dieron comida y bebida, Robinson y Xury mataron dos bestias, les dejaron la carne a los negros y
se llevaron la piel. Luego siguieron viaje y encontraron un barco portugués, subieron y fueron acogidos
amablemente. Robinson le ofreció todas sus pertenencias al capitán, pero no quiso aceptarlas. Le hizo una
propuesta para llevarse a Xury, al cual le daría la libertad luego de diez años si se convertía al cristianismo(
era musulmán) y Xury estaba dispuesto, entonces Robinson aceptó. Llegaron a la Bahía de todos los santos,
en Brasil, vendió las pieles al capitán, y así, con ese dinero desembarcó en Brasil. Robinson se alojó en la casa
de un hombre propietario que cosechaba y molía caña de azúcar. Al ver cómo vivían los plantadores y cómo
crecía su negocio, decidió quedarse y adquirir tanta tierra como pudiera con su dinero. Su vecino, un
portugués de Lisboa, era pobre como él, pero luego de dos años comenzaron a prosperar. Robinson le dio
cartas y un poder a nombre del capitán, con órdenes para que la persona que tenía su dinero en Londres envié
sus efectos a Lisboa a las personas que él indicaría y en las mercaderías apropiadas para ese país, y se lo
traería todo. Al tiempo, tenía todas las mercaderías que necesitaba para su plantación, las cuales vendió por
ser inglesas, con gran ganancia. Su plantación progresó y se compró un esclavo negro y un sirviente europeo
que trabajarían junto con el que el capitán traería de Lisboa. Como su plantación había progresado tanto, y
había aumentado tanto su riqueza, comenzó a llenar su cabeza de proyectos y posibles empresas, y otra vez, se
le ocurrió viajar. Tres amigos suyos, le ofrecieron ir en barco a Guinea a comprar esclavos, y traerlos en
secreto para sus plantaciones, y él aceptó siempre y cuando cuidaran su plantación y dispusieran de ella según
les indicaba, si algo llegara a pasarle. Una vez a bordo, cuando cruzaron el ecuador, un huracán los llevó no
saben a dónde, con tanta fuerza que no pudieron dominar la embarcación y se dejaron llevar. Un tripulante
murió de calentura y otro marinero junto con el grumete fueron tragados por una gran ola. Habían decidido
dirigirse hacia las islas Barbados cuando otra tempestad los sorprendió, alejándolos de las rutas conocidas.
Luego, un tripulante gritó una mañana ¡TIERRA! y a penas salieron todos de sus cabinas, el barco encalló en
un banco de arena, deteniendo su marcha. Un bote se había hundido, y decidieron subir al otro aunque fuera
difícil arriarlo. Once tripulantes iban en el bote, que pronto fue volcado por una gran ola, y Robinson fue
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llevado por una ola a tierra, semiahogado. No tenía mas que la ropa que llevaba puesta, un cuchillo, una pipa y
un poco de tabaco. Para no ser atacado por una fiera salvaje, decidió pasar su primera noche, en un árbol
espinoso. Al día siguiente, el barco se había zafado, por lo cual, subió a bordo, y fue sacado las cosas que
podía comer, y que le iban a ser útiles: ron, galletas, queso, arroz, etc. ropa, armas y herramientas. Con
madera que había en el bote y otro elementos construyó una balsa para llevar sus provisiones. Luego de dejar
las cosas en la isla, decidió hacer otro viaje al barco, preparó una segunda balsa, encontró clavos,
destornilladores y otras herramientas, armas y pólvora. Una vez en tierra, decidió construir una tienda, con
palos y velas y colocó en su interior todo lo que podía llegar a arruinarse por la lluvia. Diariamente, al bajar la
marea, subía al barco en busca de todo aquello que pudiera serle útil. En uno de esos viajes, encontró dinero, y
se dio cuenta de que no le servía, pero igualmente decidió llevarlo. Buscó el lugar indicado donde construir su
morada, a la cual sólo se podía acceder por una escalera. Instaló luego dos tiendas, una dentro de la otra para
protegerse de las lluvias, donde llevó todas sus provisiones. Detrás de la tienda tenía una caverna, que le
servía de sótano para su casa, rodeada por estacas y cables, a los cuales después les colocó troncos que
formaban un techo, que luego cubrió con ramas de árboles. Confeccionó bolsitas para separar la pólvora. En
una salida, encontró cabras. Hizo un calendario, grabado en un palo (llegó a la isla el 30 de septiembre de
1659−26 años). Tenía un perro y dos gatos que había en el barco. Poco a poco fue construyendo para su casa
ciertas comodidades, sillas, mesas, estantes, y otras cosas que le permitieron ordenar todas sus provisiones.
Escribe su diario. Asegura el techo de su casa con tablas de madera. Con arcilla y grasa de cabras,
confeccionó una lámpara y logró tener luz. Por tirar restos de semillas que había en una bolsa y habían sido
comidas por las ratas, días mas tarde comenzaron a asomar brotes de cebada y arroz. Por un huracán que hubo
en la isla casi se desmorona su caverna, por eso decide que debe hacerla en otro lugar, pero abandona sus
ideas ya que el barco vuelve a acercarse, por lo cual Robinson va diariamente a sacar todo lo que puede.
Encuentra una tortuga, comió su carne y huevos. Enferma de calentura, intenta curarse con tabaco y en esa
situación de desesperación, acude a Dios. Dentro de un cofre que había traído del barco, encontró Biblias, que
le fueron cura para su alma. Toma la decisión de leer todos los días la Biblia. Creía que las cosas que le
pasaban era porque había desobedecido los deseos de su padre, y le rogaba a Dios que le diera
arrepentimiento. Robinson comienza a explorar la isla, descubre un lugar con plantas de tabaco, áloes, cañas
de azúcar, frutas, etc. Estaba tan enamorado del lugar que decidió hacer una casa de campo en ese lugar.
Suspende el diario a falta de tinta. Labró una porción de terreno plantando una tercera parte de los granos que
tenía. Luego buscó un terreno más húmedo. Comprendió que podía sembrar dos veces y tener dos cosechas
anuales. Comprendió las estaciones lluviosas y secas y se preparó para cada una de ellas. Hizo canastas con
ramas de árboles, útiles para trasladar cosas. Puso estacas para cubrir su casa de campo y árboles que le daban
sombra. Cazó un loro, que después de años comenzó a hablar. Siguió recorriendo la isla, encontró en la costa
aves marinas desconocidas y miles de tortugas. Pájaros, cabras y ovejas amenazaban su cosecha, por eso
construye una cerca, mató tres aves y las dejó allí para que asustara a las demás, y colocó espantapájaros.
Poco a poco con los granos de cereal, encontró los medios para hacer harina y pan. Consiguió hacer
recipientes con arcilla, que no le sirvieron. Luego descubrió que al estar en el fuego, se endurecían y
soportaban el calor. De manera consiguió tener ollas y recipientes. Con el tiempo aprendió a hacer tortas de
arroz y budines. En una de sus caminatas por la isla, había visto tierra, y ahora tenía en mente la manera de
llegar allí. Intentó reparar un bote, pero fue inútil. Se le ocurrió hacer una canoa con el tronco de un árbol,
pero no pudo llevarlo hasta el mar.
Dijo Robinson LA NATURALEZA DE LAS COSAS Y LA EXPERIENCIA ME CONVENCIERON, DE
QUE TODO LO BUENO DEL MUNDO DEJA DE SERLO CUANDO CESA DE TENER UTILIDAD
PARA NOSOTROS Y QUE POR MUCHO QUE GUARDEMOS PARA DAR A OTROS, SÓLO
GOZAMOS DE LO QUE PODEMOS UTILIZAR. EL PEOR AVARO DEL MUNDO HABRÍA CURADO
SU VICIO SI HUBIERA ESTADO EN MI CASO, PUES TENÍA YO MUCHO MÁS DE LO QUE PODÍA
UTILIZAR. el dinero no me beneficiaba en lo más mínimo, sino que estaba en un cajón, enmoheciéndose con
la humedad de la cueva durante la estación lluviosa, y si hubiera poseído un cajón lleno de diamantes, igual
habría sido el caso.
Confeccionó trajes de piel para protegerse de la lluvia y del sol. Hizo una sombrilla que cubrió con pieles.
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Construyó una canoa, y cavó un canal desde el arroyo, y pudo llevarla hasta allí. Le colocó un mástil, una
vela, hizo cajones para poner las provisiones, una ranura para poner su fusil y colocó la sombrilla para
protegerse del sol. Salió en el bote, echó ancla y bajó a tierra para ir a una colina y estudiar los arrecifes. Al
ver las corrientes y los posibles peligros, se quedó allí hasta que amainó el viento. De repente se encontró con
una gran corriente en la que casi muere, pero finalmente, logró llegar a tierra y para ese entonces ya estaba
lejos de su hogar. Paralizado por el miedo de volver al bote, comprendió que podía volver a pie, y llegó a su
casa de campo, dejando la embarcación en aquel lugar.
Para asegurar sus provisiones cuando se le acabara la pólvora, decidió criar cabras, y buscó extensiones de
terrenos con hierbas y agua para ponerlos. Al encontrar una llanura la cercó, y así tuvo su rebaño de cabras,
del cual no sólo obtenía carne sino también leche. Emprendió su viaje al sitio donde había anclado su bote, y
llevaba sombrero de piel, chaleco de piel, calzones abiertos en la rodilla, una especie de mocasines que
aseguraban sus tobillos, un cinturón sobre el que colgaban un serrucho y un destral, un tahalí con dos bolsitas,
una de balas y otra de pólvora, en la espalda su canasto, en el hombro un fusil, y en su cabeza sostenía una
sombrilla. Al final, decidió tener dos embarcaciones, una de cada lado de la isla. Un día, mientras caminaba
hacia su bote, vio en la playa una huella de un hombre, que no era la suya. Regresó a su caverna aterrorizado,
y aseguró más aún su morada, de manera que en dos años, ofrecía un bosque tan espeso que era impenetrable.
Por miedo a que los salvajes atacaran su rebaño decidió separarlo, y llevar una parte a un terreno húmedo
rodeado de bosques, que parecía un corral natural, en menos de un mes lo cercó y llevó algunas cabras. Luego
siguió recorriendo la isla para buscar otro lugar donde alojar cabras, y vio una embarcación, pero no estaba
seguro porque no tenía su largavista. Al llegar al extremo de la isla donde nunca había estado, vio que estaba
cubierta de calaveras y huesos humanos, había una hoguera y un círculo en la tierra, donde los salvajes
seguramente hacían su bárbaro festín. Volvió a su castillo, y los años siguientes, tomó todas las precauciones
necesarias para no ser visto por los salvajes. Comenzó a pensar la forma de matarlos y salvar a las víctimas si
era posible. Pensando luego en que esa era la forma de vida que tenía, que el canibalismo no era para ellos un
crimen, abandonó su proyecto. Encontró una gruta, donde había un macho cabrío agonizante, y decidió llevar
allí algunas de sus armas y pólvora. Una mañana, había salido y vio el resplandor de una hoguera, volvió a su
castillo y se preparó para la defensa. Fue testigo del canibalismo, las danzas alrededor de las víctimas, y
finalmente descubrió que había otros más del otro lado, y se marchaban todos juntos en sus canoas. Luego de
muchos meses, después de un huracán, Robinson encontró un barco, pero no había restos de la tripulación.
Sacó todo lo que le fuera útil, y encontró un perro arriba del barco. Un año después, vio otros caníbales, que
venían con dos víctimas. Uno de ellos cayó al suelo por un golpe de garrote mientras que el otro se lanzó a
correr en dirección de la vivienda de Robinson. Los perseguidores eran 3, uno temió cruzar el arroyo porque
no sabía nadar, y los otros dos eran demasiado lentos. Robinson se interpuso , derribó al que estaba más
delante de un culatazo, y mató al otro de un tiro. La víctima de los caníbales se acercó a Robinson, se arrodilló
en señal de agradecimiento, uno de los perseguidores estaba vivo, así que su víctima fue y lo mató con un
machete. Robinson lo atendió, le dio de comer y beber. Lo llamó Viernes, por ser ese el día en que la salvó la
vida, le fue enseñando su idioma, le enseñó que el canibalismo no era algo bueno, le hizo ropa, y buscó lugar
para alojarlo. Viernes era fiel, cariñoso y sincero. Robinson comenzó a impartirle los fundamentos de su
religión. Viernes le cuenta que en su país salvaron a hombres blancos, y que vivían con su pueblo y entonces
Robinson comprendió que se trataba de los tripulantes del barco que él había encontrado. Viernes anhelaba ir
a su pueblo, pero no solo, sino con su amo. Cuando Robinson le dice que se fuera, Viernes le contesta que lo
mate, que no lo mande lejos, pensando que su amo estaba enojado con él, pero finalmente su amo le hizo
entender que se quedaría con él. Tardaron dos meses en equipar la embarcación de Robinson con el mástil y la
vela, y le enseñó a Viernes todo sobre la navegación. Un día, Viernes vio tres canoas de salvajes. Una vez en
el bosque, listos para atacar, vieron que estaban alrededor de la hoguera, comiendo la carne de un hombre,
mientras otro estaba esperando ser sacrificado, y otro estaba tendido en la playa, atado de pies y manos, que
era blanco y estaba vestido. Entonces se dispusieron a atacar, mataron a casi todos los caníbales, rescataron a
las dos víctimas, y tres huyeron. El prisionero indígena resulto ser el padre de Viernes, y el blanco, un
español. Un huracán se desató a las dos horas, por lo cual supusieron que esos tres caníbales no habían
logrado sobrevivir o que estarían horrorizados por el ruido de las armas, creyendo que eran espíritus o que la
isla estaría encantada. Atendieron a los dos hombres, les dieron comida y bebida, y les prepararon una especie
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de tienda muy cómoda para los dos. Viernes era protestante, su padre pagano y caníbal y el español era
católico. Al hablar con el español, se enteró que había dieciséis blancos, 5 de los cuales eran portugueses, que
iban desde el Río de La plata hasta La Habana, para dejar cueros y plata y volver con otras mercaderías
europeas. Planearon que el español y el padre de Viernes fueran a su isla a hacer una propuesta al resto, para
irse todos juntos, sin que lo traicionaran o lo llevaran prisionero a España. Antes de que se fueran, labraron y
cultivaron más tierra de manera que alcanzaran las provisiones para todos. Luego, el padre de Viernes y el
español partieron rumbo a la isla, con todo lo necesario.
Una mañana, vieron un barco inglés, cerca de la costa, del cual se bajaron 11 personas, tres estaban atados,
eran prisioneros. Dos hombres permanecieron de guardia mientras el resto salió a recorrer la isla. Robinson se
acercó a los tres tripulantes, dispuesto a ayudarlos, eran el capitán, el segundo y un pasajero. Para ese
entonces, los demás dormían en unos árboles. Robinson les dijo a estos tres que le jurara fidelidad y aceptara
todo lo que el dijera y ordenaba y los llevaran a el y su sirviente a Inglaterra sin cobrarle pasaje. Unos se
despertaron, y los dejaron escapar, entonces hicieron fuego y mataron a dos cabecillas, y cuando el resto se
vio perdido, jugaron ser fieles y pidieron que se les perdonara la vida. Tiempo después aparecieron tres
tripulantes y al ver la situación se dejaron atar de pies y manos. Arriba del barco había 26 marineros, y debían
pensar cómo atacarlos siendo tan pocos. En un momento, los marineros comenzaron a disparar cañonazos
para llamar a sus compañeros, como no recibieron respuesta, bajaron un bote que se dirigía a tierra. A dos
prisioneros, de los cuales desconfiaba el capitán, los encerraron en la caverna de campo, los encerraron en la
gruta dejándoles provisiones, y bujías para que tuvieran luz. Los otros prisioneros recibieron mejor trato, dos
fueron maniatados, y otros dos entraron en servicio de Robinson. A penas llegó el bote, empezaron a lanzar
gritos para hacerse oír por sus compañeros, no recibieron respuesta, dispararon con armas y tampoco,
comprendieron que los demás habían sido asesinados. volvieron al bote, pero no fueron al barco, sino que
volvieron a la costa con otra técnica, dejaron a tres en la embarcación, y los otros salieron a buscar a sus
compañeros. Viernes y el segundo del capitán, se fueron al otro lado de la isla, y comenzaron a gritar para que
los marineros oyeran, de esta manera los fueron alejando y los marineros llamaron a los compañeros del bote
para que llevaran la embarcación hacia otro lado. Al llegar a un arroyo, lo ataron ahí, y sólo dos marineros
permanecieron en él. De esta manera, tomaron por sorpresa a los dos marineros, derribando a uno con un
culatazo y pidiéndole al otro que se rindiera. Luego se quedaron esperando al resto de los marineros, los
cuales al volver y no ver a sus compañeros, empezaron a decir que estaban en una isla encantada, que serían
asesinados por sus habitantes, y que estaba poblada por diablos y espíritus malvados. Se acercaron a los
hombres, dispararon, mataron al otro cabecilla que quedaba, uno de sus secuaces cayó herido de muerte y el
otro huyó para salvar su vida. Robinson, al oír esos disparos, se acercó con todo su ejército, y los atacó en la
oscuridad. Robinson le pidió al hombre que se había rendido en el bote, que pactara con los demás, diciéndole
que se tenían que rendir, que el gobernador de la isla tenía un ejército de 50 hombres, y que los perdonaría a
todos menos a Will Atkins. Repararon el bote y prepararon la conquista del barco. Nuevamente dividieron a
los prisioneros, y mandaron a Atkins y a dos de los peores a la gruta, y los demás fueron conducidos a la casa
de campo, de donde no podrían escapar. Ellos aceptaron ayudar a recuperar la nave si se les perdonaba la vida.
Le pidió al capitán que eligiera los 5 mejores para que fueran ayudantes, y se dirigieron en dos embarcaciones
hacia el barco. El capitán y el segundo, derribaron al piloto y al carpintero y tomaron prisioneros a los que se
hallaban sobre el puente principal y el de popa, la otra embarcación se apoderó de los que se encontraban en el
castillo de proa y la cocina. Luego fueron al camarote principal donde estaba el capitán rebelde, al cual
mataron de un tiro en la cabeza, por lo cual los restantes se rindieron al ver al cabecilla muerto. De esta
manera, lograron apoderarse del barco.
Al ver Robinson que la oportunidad de dejar la isla después de tantos años estaba a su alcance, casi se
desmaya de la emoción. El capitán le da regalos, entre los cuales había carne, tabaco, licores, vino, ropa, etc.
Luego debían pensar qué hacer con los prisioneros, sobre todo con dos de ellos, que eran incorregibles y en
caso de llevarlos, deberían entregarlos a la justicia, donde morirían en la horca. Entonces Robinson les
propuso que se quedasen en la isla, y atendieran su subsistencia, y él les perdonaba la vida. Los prisioneros
agradecieron la propuesta y Robinson les dejó armas, municiones y todas las instrucciones necesarias para que
pudieran vivir bien en la isla y supieran como manejar las plantaciones, hacer pan, secar las uvas, cuidar las
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cabras y todo lo demás. Finalmente Robinson subió al barco, con el resto de los prisioneros, quienes juraron
ser fieles, y con el capitán y su gente. Se llevó de la isla la gorra de cuero de cabra, el parasol y el loro y
también el dinero enmohecido y el otro que había hallado en el barco español. Abandonó la isla en 1686,
después de 28 años y dos meses en ella. En 1687 llegó a Inglaterra, después de una ausencia de 35 años. La
viuda del capitán vivía todavía pero se hallaba en muy mala situación y Robinson prometió ayudarla en lo que
pudiera. Luego se dirigió a York, pero sus padres y casi todos los miembros de su familia habían muerto, a
excepción de dos hermanas y los dos hijos de uno de sus hermanos. El capitán y el resto, reconociendo a
Robinson por haberlo salvado le dieron 200 libras esterlinas. Luego fue a Lisboa a ver si conseguía
información sobre sus plantaciones en Brasil. Al llegar, encontró al capitán que lo había rescatado cerca de
África, quien le dijo que su socio de Brasil estaba vivo. Al creerlo muerto, los apoderados habían declarado
ante el procurador fiscal la cifra exacta que le correspondía en la plantación y el funcionario se hizo cargo de
sus bienes, por si el no me presentaba a reclamarlos, destinando una tercera parte a la Corona y otras dos
terceras partes al monasterio de San Agustín para beneficio de los pobres y la conversión de indios en la fe
católica. Si el se presentaba, le sería devuelto todo, excepto el producto anual de la plantación, que se había
destinado a obras de caridad. Los socios de la plantación, creyendo que Robinson había muerto y ya que su
testamento indicaba que todo debía ser dado al Capitán, le rindieron cuenta por seis o siete años, y el Capitán
utilizó ese dinero para recobrar pérdidas y comprar una participación en un barco. Quiso darle dinero, pero
Robinson sólo aceptó una parte, diciéndole que si encontraba su plantación, se lo devolvería. El capitán le dijo
que fuera al registro público a declarar que estaba vivo, y que enviara esa declaración junto con una carta
escrita por él a un amigo del capitán en Brasil para alojarse en su casa hasta recibir la respuesta acerca de sus
plantaciones. Finalmente recibió un paquete con la información de las ganancias de su plantación a lo largo de
los años, una carta de su socio felicitándolo porque estaba con vida, detalles sobre los esclavos y métodos que
utilizaban para la plantación, pieles de leopardo de regalo, una invitación para ir a Brasil a ver sus
plantaciones, cajones de dulces y monedas de oro. En un instante, Robinson se había encontrado muy rico, y
casi muere de emoción. Lo primero que hizo fue recompensar al capitán, devolverle el dinero que le había
prestado, firmó un documento en el cual le daba una pensión de cien moidoros anuales y 50 moidoros anuales
a su hijo después de que falleciera su amigo y lo libró de la deuda que tenía con él. No sabía qué hacer con su
dinero, de manera que decidió ir el mismo a Inglaterra con su fortuna. Para recompensar a la viuda, le mandó
cien libras por un representante en Londres, y le mandó a decir que nunca sufriría necesidades mientras el
viviese. También le mando cien libras a cada una de sus hermanas. Escribió al monasterio agradecido y para
que distribuyera su fortuna como él decía, escribió a sus dos apoderados en agradecimiento y a su socio para
felicitarlo por su trabajo en la plantación, indicarle cómo mandarle el dinero al capitán, diciéndole que iría a
terminar sus días allí y enviarle regalos para todas su familia.
Vendió su carga, y una vez listo para viajar, decidió hacerlo por tierra. Iban con él algunos viajeros con sus
sirvientes, y Robinson tomó como criado a un marinero inglés, además de Viernes, que no estaba en
condiciones de servirlo en un país civilizado. Se dirigía de Lisboa a Inglaterra. Al llegar a España, la nieve era
muy violenta, y un guía que encontraron, les propuso llevarlos por caminos donde no había mucha nieve, pero
debían ser cuidadosos por los lobos. Un día encontraron tres enormes lobos perseguidos por un oso. Dos de
ellos hirieron al guía, pero el resto lo rescató. Al morir uno de los lobos, el otro huyó. Viernes prometió hacer
reír al grupo encargándose del oso, como estaban acostumbrados a hacerlo en su país. Incitando al oso a que
lo siguiera, viernes trepó a un árbol, y el oso hizo lo mismo. Cuando el oso llegó a la rama más débil, viernes
comenzó a moverla, haciéndolo tambalear. Cuando el oso se alejó, Viernes lo volvió a provocar, y finalmente
cuando el oso se había acercado, Viernes sacudió de nuevo el árbol, obligándolo a detenerse. Viernes se bajó
del árbol, tomó el fusil, el oso se bajó, mirando torpemente hacia atrás, y cuando estaba por apoyar sus patas
en el suelo, apoyando el fusil en su oreja, Viernes lo mató. Al pasar un bosquecillo, se encontraron rodeados
de centenares de lobos, por lo cual, formaron una fila apretada, dispararon, algunos murieron, otros estaban
heridos, y como se asustan por la voz del hombre, todos gritaron y finalmente huyeron. Luego otro grupo de
lobos los rodeaba, pero continuaron la marcha, hasta que oyeron un disparo del otro lado del bosque,
encontraron un hombre muerto, que estaba siendo devorado por los lobos y en un segundo se encontraban
rodeados. Decidieron desmontarse y colocarse detrás de un tronco para defenderse, y formar un triángulo en
cuyo centro quedarían los caballos. Mataron a muchos, pero no se detenían, entonces derramaron pólvora, que
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luego encendieron sobre un tronco donde se hallaban algunos lobos, que murieron quemados. El resto,
atemorizado por la llamarada, se retiró un poco. Luego volvieron a disparar y gritaron, y agarraron a los
heridos con espadas, por lo cual sus gritos de dolor alejaron al resto. Llegaron finalmente a la aldea donde
pensaban alojarse, y como su guía estaba mal, contrataron a otro para que los siguiera guiando. Pasaron
Francia sin problemas, y finalmente Robinson llegó a su patria, con toda su fortuna completa. Decidió vender
su plantación de Brasil y ocho meses mas tarde tenía todo el dinero de la plantación. Estableció su casa en
Inglaterra, se casó con una mujer, tuvo dos hijos y una hija. Cuando falleció su esposa y su sobrino volvía de
un viaje, lo convenció de ir a las Indias orientales. Visitó su isla y a los españoles, les dejó provisiones, ropa,
herramientas, dos artesanos: un carpintero y un herrero, dividió la isla en partes iguales reservándose para él la
totalidad del territorio. Luego se dirigió a Brasil donde envió un navío con más gente para brasil, mujeres para
trabajar y como esposas y les prometió mujeres inglesas para los ingleses de la isla, y algunos artículos para la
agricultura. También les mandó vacas, ovejas y cerdos. Los salvajes seguían yendo a la isla y los habitantes
debían defenderla.
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