La importancia del estudio de los nombres de lugar fue exaltada por el venerable erudito Ramón Menéndez Pidal que entre otras cosas decía: "La toponimia no es sólo la historia de los nombres propios más usuales de un idioma, pues encierra, además, un singular interés como documento de las lenguas primitivas, a veces los únicos restos que de algunas de ellas nos quedan. Los nombres de generación en generación, de labio en labio, y por tradición ininterrumpida llega a nuestros oídos en la pronunciación de los que hoy continúan habitando el mismo lugar, adheridos al mismo terruño de sus remotos antepasados. EL ORIGEN DEL NOMBRE DE LUQUE Todos los autores coinciden en señalar como clarísima su etimología; sin embargo, una ejecutoria de hidalguía encontrada en el Archivo Parroquial de Luque, hizo creer a muchos que este nombre de lugar y después apellido "provenía del nombre de los conquistadores de la villa en 1.340, que eran naturales de un lugar llamado Luques a tres leguas de León". Simonet lo hace derivar del latín Lucus, que significa estrictamente lugar de los bosques sagrados, aunque más adelante sirvió junto con silvia (selva) para expresar la idea de bosque, palabra esta de incorporación más tardía. La evolución de Lucus a Luque está perfectamente explicada. En mozárabe era frecuente la pérdida de la o final detrás de algunas consonantes, por ello Luco dió Luc; el otro de Galicia por pasar del latín al galaico-portugués no tuvo pérdida consonántica y pasó a Lugo. Los escritores árabes escribían Lukk. Así aparece escrito en la Primera Crónica General de España de la misma manera a mediados del siglo XIII en la carta de Alfonso X confirmando la demarcación de límites entre Baena, Alcaudete, Luque y Albendín y posteriormente en 1262 de esta misma manera, según puede leerse en un documento existente en la Catedral. Sin embargo unos años más tarde, en 1293 en el privilegio por el que Sancho IV hizo merced al Concejo de Córdoba de las villas de Baena, Luque y Zuheros ya se escribe Luque. Este cambio se explica por la evolución del castellano, que una vez impuesto en la corte de Fernando III y Alfonso X, empieza a perder muchos arcaísmos de influjo árabe, entre ellos la conservación de consonantes finales; de esta manera zumaq dió zumaque y Luq se transformó en Luque.