“Suecia-Euskadi: choque o encuentro entre dos culturas europeas”

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11.- Sociedades multiculturales y
plurilingües e Inmigración.
Suecia como sociedad multicultural
Durante el siglo XIX, Suecia fue un país de emigración. La tendencia se ha
invertido desde hace algunos decenios. Suecia, como la mayor parte de los
países de Europa occidental, se ha convertido en tierra de inmigración. Los
nexos migratorios de Suecia con los países vecinos datan de siglos; pero la
afluencia de personas provenientes de todo el planeta -y en lugar destacado,
la de refugiados- ha planteado grandes desafíos culturales al país.
A las puertas de un nuevo milenio, Suecia se encuentra en una situación
cultural desconcertante. Son muchas las señales de alarma. Las
circunstancias son particularmente precarias para muchos de los "nuevos
suecos": un término que en el ámbito de las autoridades designa a los
inmigrantes y refugiados de fecha reciente que aún no han tenido tiempo de
penetrar en los códigos culturales de Suecia. Las cifras de desempleados
son alarmantes, y los más afectados son las personas procedentes de países
extra-europeos. Pero a nadie se le deja en la calle, y el Estado del bienestar
otorga subsidios sociales a quienes no pueden proveer a sus necesidades.
Hay una tendencia a la segregación en zonas residenciales que los políticos
han querido contrarrestar, aunque sin conseguirlo. En los barrios
caracterizados por esa segregación, los problemas se han acumulado y a
diario se hacen sentir en escuelas y en el aparato asistencial de los
municipios.
En Suecia hay muy buena voluntad y altas aspiraciones políticas a crear
una sociedad en la que lo público sirva al bienestar básico de todos, al
tiempo que los individuos y grupos tienen un amplio margen de
movimiento. Pero el Estado del bienestar sueco se ha visto simplemente
afectado por diversos problemas para cuya solución no estaba dotado. En
ese complejo se inscribe el hecho de que Suecia abandonara, en los años
alrededor de 1970, una política de inmigración que en términos generales
apuntaba a la asimilación. En cambio se proclamó la libertad de elección
para que los inmigrantes se mantuvieran adheridos a la cultura de su país en
la medida que quisieran.
Es un hecho bastante aceptado que los inmigrantes que llegaron a Suecia
antes de 1970 contribuyeron con su trabajo a elevar la producción y el
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bienestar del país, y que los refugiados que han venido a lo largo de los dos
últimos decenios han contribuido principalmente a la columna del debe de
la economía estatal y municipal. En general, los contemporáneos se fijan en
las consecuencias negativas inmediatas, tanto sociales como culturales problemas en aclimatarse a un nuevo entorno, dificultades de idioma,
choques culturales- mientras que los frutos positivos se muestran más tarde.
Los encuentros culturales entre la población de un país y los inmigrantes
constituyen un proceso de varias generaciones. EE.UU. ilustra tanto los
problemas como la riqueza de un país que gracias a la inmigración crea
redes culturales y políticas de compleja ramificación mundial. Para Suecia,
un viejo Estado-nación con tradiciones de homogeneidad cultural y
religiosa y que sólo ha recibido una "afluencia masiva de personas" en la
posguerra, las circunstancias se presentan diferentes, como es natural.
Por parte de Suecia, la concepción tradicional fue durante mucho tiempo
que los inmigrantes se integraran conforme a las exigencias de la sociedad
sueca: que adoptaran usos y costumbres suecos, hablaran el sueco y se
comportaran como suecos. En los años 60 empezó a cuestionarse ese
"modelo de asimilación".
La actual política sueca en cuanto a los inmigrantes y las minorías se ha
resumido en las nociones de "igualdad, libertad de elección y cooperación".
Esos tres lemas fueron adoptados por el Parlamento en 1975. Esta
reorientación de la política para con los inmigrantes se acompañó de una
serie de reformas. Tras un período de prueba se estableció con carácter
permanente la enseñanza de la lengua hogareña, y en consecuencia el
derecho de los escolares a algunas horas de clase por semana en el idioma
que hablaran en sus casas. Se reconoció el derecho de los inmigrantes a
votar en las elecciones de consejos municipales y diputaciones provinciales
(pero no en las parlamentarias). En 1986 se instituyó la Defensoría contra
la Discriminación Étnica (DO), que recibió la misión de verificar que no
sufrieran discriminación individuos ni grupos "por motivo de su raza, color
de piel, origen nacional o étnico ni confesión religiosa".
Tenemos que preguntarnos si las declaraciones de los años 70 sobre la
creación de una sociedad pluralista estaban apoyadas en un sentido realista.
Las decisiones en favor de ese cambio de rumbo político se adoptaron tras
un mínimo debate público, y en el Parlamento apenas si se discutió esa
importante "reforma". Dado el contexto de la marcada y prolongada
homogeneidad étnico-lingüística de Suecia y las escasas experiencias del
país en materia de cuestiones pertinentes a minorías, era evidente que
resultaría problemática la aplicación de una política pluralista.
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En el cuerpo social sueco hay fuertes tendencias a la uniformidad y las
soluciones unitarias, en la educación general tal vez más que en ningún otro
campo.
A diferencia de los suecos, los británicos, franceses y holandeses han
vivido, como países colonialistas, durante siglos en constante encuentro
con culturas de ultramar. Suecia tiene escasa experiencia histórica de
intercambios culturales tan amplios.
Durante la segunda guerra mundial, Suecia abandonó paulatinamente su
anterior actitud restrictiva frente a la inmigración y abrió su territorio. Es
menester recordar que en el período de 1939-1945 Suecia no participó en
las hostilidades mismas, a pesar de que la guerra hacía estragos en sus
cercanías. Durante la guerra se formó una colonia de refugiados noruegos
en Suecia, y al terminar el conflicto llegaban a más de 40.000 los noruegos
residentes en el país. La presencia noruega era un capital moral para Suecia
durante los últimos años de la guerra. Cuanto más duraba la conflagración,
mayor era la necesidad de demostrar buenas acciones ante los Aliados y así
equilibrar la impresión de haber tenido una actitud de "neutralidad proalemana" en la primera fase de la guerra. Cuando Suecia recibió en 1943 a
6.000 judíos daneses que huyeron al amparo de la oscuridad, pasando el
estrecho de Öresund, el hecho fue expresión de la necesidad de manifestar
simpatía por Dinamarca en una situación difícil. La acción de salvamento
era un paso hacia una actitud más abierta frente a las víctimas de la guerra.
La disposición de Suecia a recibir a 25.000 estonios en 1944 también puede
entenderse en el mismo contexto psicológico. Pero en enero de 1946, 161
hombres de los Países Bálticos que llegaron en uniforme alemán después
de terminadas las hostilidades, fueron entregados por fuerte presión de la
URSS. La entrega de los bálticos fue el resultado de un penoso
compromiso entre el humanitarismo y la Realpolitik: un fenómeno
recurrente en la política de Suecia y de muchos otros países en cuanto a los
refugiados. La cuestión de si el gobierno sueco obró bien o no, se ha vuelto
a actualizar una y otra vez en debates de la posguerra. Parte de la actuación
internacional de Suecia son también las acciones de salvamento llevadas a
cabo por Raoul Wallenberg en Hungría el último año de guerra y los
transportes de heridos supervivientes de campos de concentración que
dirigió el conde Folke Bernadotte en una misión de la Cruz Roja.
Las acciones de simpatía por Dinamarca y Estonia deben verse además en
el contexto del nordismo que fue tomando cuerpo durante la guerra. Esa
línea nórdica se fortaleció en los primeros años de posguerra. En ese
contexto tuvo importancia el establecimiento, en 1954, de la movilidad y
del libre mercado entre los cinco países nórdicos, con el cual se creaba un
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instrumento para reglamentar la inmigración que ha sido la más importante
numéricamente para Suecia desde la guerra: la de los países vecinos. Así se
resolvió una parte del problema de la escasez de mano de obra.
En el marco de los convenios nórdicos llegaron algunos centenares de
miles de finlandeses. Una parte de ellos provenía de regiones de habla
sueca de la Finlandia bilingüe; pero la mayoría era fino hablante, y su
adaptación fue un importante objeto de debate en los años 70. Más tarde
dejó de ser objeto de interés su situación, que quedó eclipsada por los
problemas de otros grupos de inmigrantes.
A fines de 1960 se aplicó la política de la puerta abierta. Llegó mano de
obra de Europa central y de los países mediterráneos, en particular de Italia,
Grecia, Turquía y Yugoslavia. Ya en los años 40 el Estado sueco había
enviado a Europa central y meridional, de común acuerdo con las grandes
organizaciones patronales y de asalariados, misiones de reclutamiento de
obreros y técnicos calificados.
En toda Europa se suspendió la inmigración en 1973-74. Los países que
antes habían pedido mano de obra para reconstruir su economía destruida
por la guerra y mantener sus industrias en funcionamiento, descubrieron
que ya no necesitaban tantos trabajadores. Pronto se invirtió la tendencia, y
se agradecía que los inmigrantes pudieran regresar a sus países de origen.
Resultaba más fácil abogar por esa medida en los países donde se había
practicado una política de empleo transitorio de trabajadores "huéspedes",
Gastarbeiter, en alemán, un término que no ha tenido equivalente en uso en
Suecia; pero también en este país se ha estimulado mediante incentivos, a
lo largo de los años 80 y 90, a individuos y familias a retornar a sus tierras.
Lo irónico de la suspensión de la inmigración a Europa occidental a
comienzos de los años 70, fue que la afluencia de extranjeros continuó, y se
incrementó. Con cierta generalización podríamos calificar los años 50 y 60
de época de inmigración de mano de obra, los años 70, de década de la
reunión familiar y los 80, de década de inmigración de refugiados. Claro
está que ha habido olas de refugiados en todos los períodos; pero cuando
ellos podían incorporarse al mercado de trabajo no era tan importante para
Suecia saber si los que llegaban venían huyendo de algo o si en primer
término buscaban trabajo. Así, cuando Suecia recibió a los húngaros en
1956 el hecho fue una combinación de acción humanitaria, acogida de
refugiados y empleo de mano de obra. Pero a partir de mediados de los
años 70, la distinción de categorías adquirió mucha importancia.
Desde comienzos de los años 70, la inmigración a Suecia proviene de más
y más regiones del globo. De los países nórdicos y Europa ha venido un
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número menor, mientras que ha aumentado la inmigración de los asiáticos
y de otras partes del mundo. La inmigración moderna refleja en gran
medida las crisis políticas en todo el planeta. En los años 70 llegaron
12.000 kurdos de Turquía, Irán y Siria. Desde fines de ese decenio han
venido sino vietnamitas, a consecuencia de conflictos en el sudeste asiático,
y cuando la represión en Irán se agudizó, tras la revolución de 1979,
también a Suecia llegó una ola de refugiados de ese país. El mayor
contingente de refugiados de la posguerra vino de la antigua Yugoslavia, lo
cual se debió, en parte, a que ya vivían en Suecia muchos inmigrantes
yugoslavos que "dirigieron" a sus compatriotas hacia acá. Otro factor fue
que Suecia abogó muy activamente por soluciones europeas del conflicto
yugoslavo.
Los bosnios y otros grupos de refugiados han tenido dificultad en
incorporarse al mercado laboral. Una de las razones de ello es que la
organización del trabajo en Suecia ha atravesado rápidos cambios
estructurales, y los "empleos clásicos" en la cinta transportadora de la
industria prácticamente han desaparecido. Personas que tienen nombres no
familiares a los suecos o color de piel oscuro, han topado con dificultades
en su búsqueda de trabajo, a pesar de sus buenas calificaciones y
trayectoria. En ciertos grupos, esa experiencia ha llevado a algunos a
intentar establecerse por cuenta propia. Suecia ha hecho esfuerzos, hasta
ahora bastante fallidos, por combatir la discriminación en la vida laboral.
El ingreso de Suecia en la Unión Europea (UE), en 1995, significaba que
abría sus fronteras a un intercambio prácticamente ilimitado de mano de
obra con los otros Estados miembros. Sin querer renunciar a sus
compromisos internacionales en materia de asilo y una actitud humanitaria
con quienes le solicitan ayuda, Suecia ha contribuido a los esfuerzos de la
UE por mantener un control exterior de la afluencia de personas a Europa
occidental, exigiendo, por ejemplo, visado a los visitantes de Europa
oriental y de países extra-europeos. Esa combinación de cierre con apertura
es común a todos los países de la UE y constituye además un dilema moral.
En la Europa occidental afectada por el desempleo se re-dujeron los
incentivos al desplazamiento de la mano de obra, mientras que la crisis de
la antigua Yugoslavia obligó a un país tras otro, por razones humanitarias,
a asistir a los refugiados que venían de allá. En relación con su población,
Suecia es uno de los países que han aceptado el mayor número de
refugiados de la antigua Yugoslavia. Tal vez los acontecimientos de los
años 90 ilustren un problema bien conocido: la dificultad, para no decir
imposibilidad, de prever futuros movimientos de población.
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El que ciertos grupos de refugiados gocen del favor especial del país que
los acoge, es un fenómeno bastante común. Los húngaros que huyeron en
1956 a raíz de la ocupación rusa del país, recibieron un tratamiento especial
en Occidente, ya que se consideraban como encarnación de la oposición y
resistencia contra el enemigo maligno, en ese caso el sistema soviético. En
Suecia los húngaros fueron muy bien acogidos.
Los refugiados latinoamericanos, principalmente los chilenos, gozaron los
primeros años de cierta popularidad, sobre todo entre los socialdemócratas
y comunistas y en el movimiento sindical. Chile -y más tarde Nicaraguaheredaron el papel de Vietnam como víctimas simbólicas del maligno
imperialismo estadounidense. El gobierno de Pinochet fue blanco de
constante y dura crítica de amplias corrientes de opinión en Suecia. El
golpe de Estado de 1973 en Chile tuvo un efecto electrizador en muchos
suecos, y América Latina ocupó en los años 70, como nunca antes ni
después, el centro de la atención en el debate de política sueca, tanto
exterior como interior.
Como las fuerzas represivas se mantuvieron en el poder año tras año, se
prolongó la permanencia de los latino-americanos en Suecia, y para
muchos fue definitiva. En un comienzo, el refugiado tuvo una fijación
psicológica en su patria, y el exilio se constituyó para él en una preparación
para el regreso. Luego desarrolló un sentimiento de ambivalencia: uno de
los polos de atracción era el país de origen; el otro, Suecia, su país de
acogida.
La afluencia de otros países trae nuevos idiomas. En Suecia se hablan unas
doscientas lenguas, que en su mayoría seguramente dejarán de usarse en
dos generaciones de inmigrantes. El finlandés es una excepción. Es un
idioma arraigado en Suecia, principalmente en la región septentrional de
Tornedalen; pero también es una lengua de inmigrantes. Debido a la
masiva inmigración de finlandeses después de la segunda guerra mundial,
su idioma se ha convertido en elemento común de muchos lugares de la
Suecia central.
En algunas zonas de población inmigrante numerosa se han difundido
ciertas variantes del idioma sueco. La más conocida es el sueco de
Rinkeby, así llamada por el suburbio estocolmés donde se habla, y que está
poblado casi exclusivamente por inmigrantes. El sueco de Rinkeby lo
hablan principalmente los adolescentes que tienen escaso conocimiento del
idioma nacional; pero también tiene atracción para otros jóvenes de ese
medio. El armazón de esa lengua es sueco, pero también comprende una
serie de palabras y expresiones de otros idiomas.
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Entre todas las culturas y grupos de población que entran en contacto unos
con otros se da un influjo, generalmente recíproco. Es un constante dar y
recibir. La cultura sueca ¿ha recibido influencia de los inmigrantes? ¿Y qué
ha ocurrido con éstos?
Los extranjeros que han llegado a Suecia a lo largo de siglos se han
asimilado. Pero el contacto con nuevas colonias ha impreso, sin duda, un
sello a la sociedad sueca. Los alemanes, por ejemplo, que han venido
llegando desde la Edad Media, han traído su lengua y sus tradiciones
culturales en música y artes plásticas. El idioma sueco tomó más elementos
del bajo alemán durante el Medioevo que del inglés durante el siglo XX.
Las aportaciones culturales de Alemania han dejado hondas huellas durante
siglos en la cultura sueca, que por esa misma razón ha adquirido un
carácter "europeo".
Otros influjos han sido menos visibles. Así, Suecia ha sido un lugar de
hibernación para culturas de exilio. Pocos suecos son conscientes de que en
el país ha sido considerable la producción literaria estonia, en particular
durante la década políticamente gélida de los 50. Hoy Suecia es centro de
actividad de autores kurdos. Lo que más salta a la vista es la contribución
de los inmigrantes al deporte sueco y al ramo del espectáculo.
Entre los inmigrantes de Suecia se dan, como es natural, diferentes
actitudes en cuanto a la relación que han de tener con su nuevo país.
Podemos distinguir dos categorías de colonias de inmigrantes: una
orientada colectivamente y otra, más individualmente. Esto se aplica tanto
a su origen como a su conducta en la tierra de inmigración. Entre los de
orientación colectiva se cuentan los valones que llegaron en el siglo XVII,
los judíos, los suecos de Estonia que fueron "repatriados" durante la
segunda guerra mundial, los alemanes de los Sudetes y los estonios. En esa
categoría de mayor cohesión se pueden considerar también los griegos, los
asirios/sirianos, chilenos, eritreos y asiáticos de Uganda (unos 1.000 que
vinieron a Suecia a comienzos de los años 70, a consecuencia del régimen
inhumano de Idi Amín). La mayor parte de ellos tiene un rasgo en común:
llegaron en momentos críticos (de depresión económica, turbulencia
política, guerra o persecución). En Suecia se han mantenido unidos en alto
grado, al menos la primera generación.
Con ellos contrastan los "grupos de orientación individual", como los
daneses, ingleses, franceses, italianos, norte-americanos, noruegos, rusos,
escoceses y alemanes. Han llegado a Suecia en continua afluencia a lo
largo de períodos largos, ha sido bajo su grado de migración en cadena y
están diseminados por toda Suecia. Esos grupos han mostrado una escasa
tendencia a formar asociaciones de base étnica. Como colectividades
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étnicas son relativamente invisibles, y algunas de ellas no reciben -ni
conjunta ni individualmente- la denominación de "inmigrantes". Entre ellos
es notable el índice de migración por lazos de matrimonio.
Se ha dicho que la actitud de un país para con los judíos es piedra de toque
de su forma de comportarse frente a culturas diferentes de la propia. La
actitud judía tradicional ha sido destacar sus peculiaridades y mantener su
carácter. ¿Ha sido posible en Suecia? Esta pregunta debe contestarse
his1tóricamente. Mucho más tarde que Dinamarca, y apenas en la segunda
mitad del siglo XVIII, permitió Suecia que se asentaran judíos en su
territorio. A los pocos inmigrantes judíos se asignaron ciertas ciudades y,
en la práctica, determinados oficios. Tales restricciones se relajaron
paulatinamente en el siglo XIX y a los judíos se les reconocieron los
mismos derechos cívicos que a los otros suecos. En el curso de unas dos
generaciones se asimilaron a la población mayoritaria, lo cual se expresó en
el hecho de que abandonaran la vida comunitaria mosaica, dieran a sus
hijos nombres de pila suecos y se casaran con suecos. Sin una afluencia
permanente de judíos al país es probable que hubieran desaparecido las
instituciones judaicas y la población de rasgos específicos judíos.
En los grupos de inmigrantes siempre hay tensiones, y entre los refugiados
ellas son la regla, más bien que la excepción. Tales desavenencias están
determinadas muchas veces por circunstancias de los países de origen. Los
estonios continuaron en su exilio sueco, desde 1944, la discusión política
que se había sostenido en Estonia entre las dos guerras mundiales: en su
interior, los estonios de Suecia estaban divididos, pero hacia el exterior se
presentaban unidos. Contrastan en este sentido con los polacos que han
venido en varias olas migratorias y representado diversos matices políticos.
Es sintomático de la división de los polacos en Suecia que no hayan podido
agruparse en una misma asociación nacional. En otros casos -por ejemplo,
entre los latinoamericanos- se pueden observar tensiones entre refugiados e
inmigrantes "económicos". Los iraníes residentes en Suecia reflejan tanto
las tensiones políticas de su país de origen como su diversidad cultural y
religiosa.
Durante los 80 y 90, los elementos no suecos se han vuelto más visibles en
Suecia. También los judíos. Algunas personas afirman que estos últimos
años ya es más fácil y aceptado que alguien exprese su identidad judía.
Algunos periodistas judíos se han presentado más abiertamente y
manifestado puntos de vista judíos. En esto hay cierta ruptura con la actitud
tradicional judía frente a la sociedad sueca, que se podía calificar de
docilidad. No querían plantear exigencias particulares judías para no
favorecer una posible corriente de opinión antisemita.
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Los asiáticos son casi una cuarta parte de la población sueca nacida en el
extranjero. Su presencia ha significado que el Islam imprime su sello a
partes de la sociedad sueca. Una parte de las actitudes que se manifestaban
en el siglo XIX frente a las personas de confesión mosaica, se manifiesta
hoy contra los musulmanes: cierto escepticismo y rechazo de sus
ceremonias religiosas. A pesar de que Suecia ha aceptado una irrestricta
libertad de culto, en muchos municipios ha sido difícil para los
musulmanes encontrar terrenos para construir mezquitas. Sin embargo,
después de muchas vicisitudes Estocolmo tendrá pronto una mezquita. Una
semilla de la discordia -y no sólo en cuanto a los musulmanes- son las
escuelas particulares, que no se compaginan muy bien con la tradición
sueca de política escolar. En la Suecia secularizada, la falta de comprensión
por la religión y los valores religiosos constituye cierta amenaza para la
libertad de culto.
¿Qué ocurre con la cultura en un país que recibe nuevos impulsos, nuevas
formas de conducta y nuevos idiomas por la inmigración? Tales
circunstancias se definen como multiculturalismo. El término se ha
empleado en sentido descriptivo para caracterizar a una sociedad con
muchos grupos étnicos o culturas. Por otra parte se emplea también con
carácter normativo, y entonces designa un estado ideal en el que grupos e
individuos de diversos orígenes geográficos y culturales conviven en el
respeto mutuo y la armonía.
La tradición sueca presenta un alto grado de pragmatismo en cuanto se trata
de abordar los problemas sociales. Y en la imagen que tiene de sí mismo el
país, como en su tradición, también el consenso es un elemento destacado:
las decisiones se han de tomar de común acuerdo, y se deben evitar en lo
posible los conflictos radicales. En una época preñada de problemas
siempre hay motivo de cifrar esperanzas en las tradiciones suecas en lo
tocante a la democracia, la justicia y la solidaridad internacional.
Opinión pública
¿Es que la opinión pública en Suecia sea de otro carácter que en otros
países? ¿Es que los suecos aprueben esta política de inmigración? ¡No!
1988 tuvo lugar un referéndum en Sjöbo en el sur de Suecia sobre la
acogida de inmigrantes en la comuna. 76% votaron no.
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Un referéndum sobre la inmigración en nivel nacional probablemente
resultaría en las mismas cifras. Según varios sondeos de opinión durante la
década 90 una mayoría de los suecos quieren una política más restrictiva.
Se podría decir también, que tiene lugar "un referéndum permanente".
Suecos se trasladan de zonas, donde viven muchos inmigrantes, y padres
tratan de evitar colegios con un alto porcentaje de inmigrantes. En este
"referéndum" participan también los que defienden una política generosa
en cuanto a la inmigración. Dicen no con los pies. Raras veces ellos
mismos viven en zonas con muchos inmigrantes.
Problemas
Comparado con el comienzo de la década 80 el número de personas que
solicitaron asilo aumentó dramáticamente -89 y desde hace este año se ha
quedado en un nivel alto con el colmo -93/94. Esta inmigración ha
resultado en una gran inmigración total, que viene de países fuera de
Escandinavia.
Hoy, de una población de 9 millones 1 millón nacieron fuera de Suecia.
Constituyen 11% de la población. Si incluimos los niños, nacidos en Suecia
aumentan las cifras hasta casi 20%.
Esto es el promedio. Ya que los inmigrantes tienen tendencias a
concentrarse en ciertas regiones, como Estocolmo y Malmö, el porcentaje
en estas regiones está mucho más alto. Además la natividad está alta entre
los recién llegados.
El resultado de todo esto es que en ciertos colegios y en muchas clases,
suecos étnicos están en minoría. Hay casos, donde casi todos los niños
tienen un pasado extranjero.
A causa de este hecho no aprenden el sueco suficientemente y por
consiguiente tienen dificultades aprender otras asignaturas y avanzar a
grados más altos.
Muchos jóvenes con antecedentes inmigrante se sienten ahora excluidos de
la sociedad sueca y sienten poca fidelidad con Suecia. El resultado es una
extensa divulgación de drogas, vandalismo, violencia, robos y otros
crímenes.
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Otra consecuencia de esta inmigración masiva y súbita es que sólo una
minoría de los inmigrantes ha encontrado trabajos, de modo que pueden
ganarse la vida. Una gran parte de los recién llegados dependen de
subsidios, y de esta manera son una carga para los contribuyentes.
La conclusión es que la inmigración a Suecia ha sido demasiado grande, es
decir ha sobrepasado las posibilidades de integración y asimilación.
Con una política bien elaborada la inmigración no había tenido
consecuencias tan graves. Una política que clarificaba que con la
inmigración sigan tanto derechos como deberes. Si, por ejemplo, los recién
llegados hubieran sido dirigidos a barrios con un porcentaje bajo de
inmigrantes y una condición para obtener subsidios sea que estudien el
sueco debidamente, y los padres tengan que tomar responsabilidad de la
educación de los niños el resultado sería diferente.
Con la generosidad económica y social ha seguido una actitud de "bondad",
y una falta de exigencias. Bajo lemas como "todos hombres son iguales" y
"integración" se esperaba que los suecos dieran bienvenidas a los nuevos
inmigrantes con cierto servilismo. Poner demandas era casi como racismo.
Los suecos están ahora de muchas maneras tratados como ciudadanos de
segunda clase en su propio país. La palabra "sueco" tiene hoy día un
significado dudoso. ¿Puede algo más claramente enseñar la situación
extrema?
Muchos suecos con sentido común y contacto con la realidad han notado
los problemas, pero no pueden influir mucho. Los ordenes vienen de arriba.
Ningún debate
Desde la fundación de Blågula Frågor se ha tratado de investigar la
situación y siempre se ha buscado un debate, un diálogo donde argumentos
encuentran argumentos.
Sin embargo pronto fue claro, que tal debate no era bienvenido por los
poderosos. Tienen un proyecto, la meta es cambiar Suecia a una "sociedad
multicultural". Para llevar a cabo ese proyecto están dispuestos tomar todas
las medidas necesarias.
Esto incluía etiquetar a sus adversarios, porque tenían miedo a los
extranjeros, eran hostiles contra los inmigrantes, estrechos de miras,
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etnocéntricos, de extrema derecha, racistas, fascistas y peor. Dialogar con
adversarios significaría legitimarles - un debate libre no fue permitido.
Por lo tanto los partidos como los redactores en las medias de
comunicación han rechazado invitaciones de MSG a un diálogo sobre la
democracia y la libertad de expresión.
Mecanismos de control de la inmigración
Tanto Suecia como Noruega tienen una población inmigrante media del
orden del 5% de la población, y la mayor parte de la misma, 40% procede
de la propia UE. A pesar de ello ambos países introdujeron mecanismos de
control en los años 70 (Suecia en 1972 y Noruega en l975), que se hicieron
progresivamente más restrictivos hasta llegar a la Ley de Extranjería sueca
de l989 y la Ley de Inmigración noruega de l99l, que incorporan
prácticamente todos los mecanismos de control conocidos, tanto externos
como internos. En el caso de Noruega, Brochmann se lamenta que "el
gobierno noruego se haya colocado en la posición más restrictiva de los
países occidentales europeos en lo que se refiere a la mayoría de los
elementos de control". Este cambio legislativo se ha debido en gran parte a
la presión generada por partidos políticos que han centrado sus campañas
en la paralización de la inmigración. En Suecia, país tradicionalmente
abierto a los refugiados políticos, el punto de inflexión se produjo como
consecuencia del referéndum local celebrado en la pequeña villa de Sjobo
en l987, en el que el 65% de sus habitantes votó contra la admisión de
refugiados en la localidad. Tres años después se creó el partido Nueva
Democracia, que se centró en las limitaciones a la inmigración, consiguió
el 8% de los votos en las elecciones de 1991, y forzó a los restantes
partidos a adoptar una línea anti-inmigratoria muy restrictiva.
Emigración/Inmigración: Hasta hace 100 años, Suecia era aún un país
relativamente aislado, situado en el extremo norte del continente europeo,
con una población - comparada con otras naciones europeas - cultural,
lingüística y étnicamente homogénea. Los únicos grupos minoritarios eran
el pueblo sami y los finlandeses del extremo norte del país.
Debido principalmente a las precarias condiciones económicas dominantes,
entre mediados del siglo XIX y hasta 1930, emigraron - en su mayoría a
Norteamérica - cerca de 1,5 millones de habitantes de Suecia.
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Por el contrario, luego de la Segunda Guerra Mundial y, principalmente
después de los años 60, la inmigración a Suecia ha sido de gran magnitud.
Actualmente, cerca de un millón de habitantes, de los 8,9 millones con que
cuenta el país actualmente, son personas que han inmigrado a Suecia. Si
además se considera a los hijos de inmigrantes, nacidos en Suecia, la
población de origen inmigrante asciende a 1,6 millones de personas, es
decir, cerca de 18 % de la población total del país. Entre 35 000 y 40 000
chilenos viven en Suecia.
LOS MOVIMIENTOS MIGRATORIOS EN EL PAIS VASCO
Junto a los factores de freno al crecimiento de la población de Vizcaya en
la etapa que consideramos, hay que tener en cuenta la existencia en esta
provincia, de modo casi habitual, de un saldo migratorio de carácter casi
negativo. En efecto, Euskadi se pude decir que ha sido un área tradicional
de inmigración hasta la mitad del siglo xix, aproximadamente, en que se
empieza a afianzar el proceso de desarrollo industrial. Pero si el
movimiento migratorio exterior se puede caracterizar a grandes rasgos de
constante, hay que señalar que su intensidad vario a tenor de las
circunstancias. La emigración ha sido una solución lógica a situaciones
que, en determinados periodos históricos, engrandaba un intenso
crecimiento de la población sobre un territorio reducido, que lo era más aún
desde el punto de vista de las posibilidades de subsistencia. Por lo menos
hasta lo siglos xvi-xvii una precaria economía de carácter eminentemente
agrícola, limitada además por los sistemas jurídicos generales en la época,
suponía un freno lógico al crecimiento demográfico; y cuando este tenia
lugar lo era en un ámbito donde la tónica general era la insuficiencia de
tierras cultivables y la pobreza de los resultados obtenidos. Esta será
también la característica de épocas posteriores. Las malas cosechas
producidas por catástrofes climáticas, así como las devastaciones
producidas a raíz de las diversas crisis bélicas, eran generadoras de épocas
de hambre que cuando no incidían en la elevación de las tasa de
mortalidad, se traducían en la salida al exterior de una parte, relativamente
importante según los momentos, de la población. De este modo la
inmigración ha sido, junto a la elevada mortalidad debida a diferentes
causas, uno de los más importantes factores de regulación de la demografía
vasca tradicional.
Es prácticamente imposible tratar de evaluar cuantitativamente, siquiera
por aproximación, la importancia de estas emigraciones ( migraciones) .
Las primeras salidas tienen lugar en época medieval, a raíz del intento de
diversos monarcas de colonizar y repoblar las tierras ocupadas en la
186
reconquista. La Meseta castellana y después Andalucía fueron el punto de
destino de diversos contingentes de colonos desplazados para poblar y
ocupar los nuevos territorios. Cuando la reconquista se detiene, diversos
criterios inducen al poder a la creación de villas en las cuales proliferarán
deferentes oficios y en las que convivirán gentes de toda profesión. Una
relativa elevación del nivel de vida de la población, unida a la crisis
demográficas que introducen las diversas circunstancias ya apuntadas, así
como la apertura de vías de comunicación que fomentan el tráfico
comercial harán que la tendencia a la emigración, si no se elimina del todo,
por lo menos se reduzca considerablemente.
Hasta el siglo XVIII los puntos de destino migratorio de la mayoría de los
habitantes del País Vasco, serán de modo temporal o definitivo según las
circunstancias, La Meseta y Andalucía, de tradición receptora, y Francia
esta última con motivo de faenas agrícolas de temporada; y habría que
incluir los alistamientos en los tercios. Tras el descubrimiento de América,
a la “carrera” de armas o de la burocracia se unirá en el XVII la
“carrera”de Indias como factor inductor a la emigración, que tiene lugar
tanto por la necesidad de subsistir como por el afán de hacer fortuna. Esta
misma tónica se mantendrá en el siglo XVII si bien con ligeras variantes ya
que durante él la corriente migratoria hacia el resto de la península
disminuirá a favor de la corriente atlántica inclusive se aprecia una
variación en cuanto a esta última: desde comienzo del siglo XVII se dirigía
principalmente a Terranova en función de la posibilidad de comerciar el
producto de la pesca del bacalao y de la ballena; esta corriente disminuyó
de modo radical en la centuria siguiente, cuando el abandono de estas
actividades por motivos diversos vino acompañado de un incremento de
emigración a otros puntos de América. La emigración era realizada
fundamentalmente por hombres jóvenes y ello, ya fuesen poli anuales o
definitivas las salidas efectuadas se traducía en un envejecimiento de la
población como consecuencia de la no celebración o retraso de los
matrimonios y consecuencia de ello la disminución de matrimonios.
La emigración se mantendrá sobre todo a partir de 1885 gracias a las
modificaciones en las leyes españolas para permitir la salida, hacia los
países sudamericanos principalmente, favorecidos también por la
necesidad de los países americanos de mano de obra. siendo la tendencia
en cuanto a la duración de carácter definitivo, en una gran mayoría de los
casos, también se registraba una tendencia a la probatura de fortuna con la
idea de regresar mas tarde enriquecidos, los niveles de emigración hacia el
exterior alcanzaban en el conjunto del país un porcentaje próximo al 30/00
El proceso se vio favorecido por la pobreza y la congestión demográfica.
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El proceso de industrialización en el presente siglo, provoca que se invierta
el sentido general de las migraciones siendo estas de un carácter peninsular
o inmigración desde otras provincias, podemos distinguir en ello dos
épocas, anteriores y posteriores a la década de 1940, los orígenes más
significativos son Castilla,León, Galicia, Extremadura, Andalucía y
Aragón.
Consecuencia de estos balances migratorios se produce básicamente una
disminución de los hablantes del idioma autóctono Euskera en porcentaje al
total de la población, ya que al ser ésta sobretodo a partir de la
industrialización de origen peninsular, los nuevos habitantes traen consigo
su lengua, el Español, sumando este aporte poblacional al ya existente
puesto que el idioma no es desconocido, hace que las relaciones se
establezcan en el preferentemente, en perjuicio del Euskera, que queda
salvo en áreas concretas en situación de claro retroceso, solo mitigada en
parte a partir del establecimiento de la democracia y de los sistemas
educativos vigentes, así como de un proceso de euskaldunización.
Otros aportes de relaciones idiomáticas son prácticamente inexistentes,
salvo en los últimos tiempos debido a la llegada en cantidades mínimas de
una nueva inmigración no peninsular, de diverso origen geográfico e
idiomático.
Trabajo realizado por:
Nora Martínez
Endika Posadas
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