caza y castigo de don jorge frente a lanzarote y el ciervo de pie blanco

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CAZA Y CASTIGO DE DON
JORGE FRENTE A LANZ AROTE
Y E L C I E RVO DE PI E B L A N C O :
EL “FRAGMENTISMO” Y LOS “ROMANCESCUENTO”
J. Antonio Cid
U N I V E R SI DA D C OM P LU T E N SE , M A D R I D
Federico de Onís (1885-1966), alumno de Miguel de Unamuno en Salamanca,
formó parte de la primera generación de colaboradores del Centro de Estudios
Históricos, en la sección de Filología dirigida por Ramón Menéndez Pidal.
Junto con Américo Castro, Tomás Navarro y el propio Menéndez Pidal, Onís
participó en la primera experiencia colectiva de investigación dialectológica
que se desarrolló en España. El objetivo era explorar la vitalidad del leonés en
el Norte y el Occidente peninsular, describir sus rasgos y trazar las fronteras
del dialecto. En el verano de 1910, después de recorrer varias áreas del oeste
y el centro de Asturias, Menéndez Pidal se reunió con sus colaboradores en
San Martín de Trevejo, Cáceres, para convivir unos días y unificar criterios.
Posteriormente Navarro se encargaría de visitar varios pueblos en Zamora,
y Onís varios otros en Salamanca y Cáceres. En 1912 Castro completaría las
encuestas en otras áreas de Zamora y León.
Conjuntamente con los datos lingüísticos, los estudiosos tenían el encargo
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de recoger romances de la tradición oral. Gracias a ello se incorporaron al
Archivo del Romancero formado por Menéndez Pidal junto con su mujer,
María Goyri, unas colecciones de gran valor, con versiones registradas en
una época en que el Romancero tradicional gozaba de plena vigencia en
los medios rurales. En el caso de Onís, las versiones recogidas superaron
con creces el centenar de textos, que en una elevada proporción son textos
excelentior en el corpus de versiones de cada uno de los temas romancísticos
o ballad types documentados en esa área occidental de España.1
Onís recogió versiones de romances en una quincena de localidades, situadas
en buena parte en la frontera con Portugal, pero también en el interior de la
provincia de Salamanca y en Ávila. Reviste especial importancia la encuesta
en el pequeño pueblo de Corporario, Salamanca, muy próximo al puesto
fronterizo de Aldeadávila. Según refiere a Menéndez Pidal en carta del 16 de
septiembre de 1910, en sólo una tarde y la mañana de dos días después Onís
anotó en este lugar media centena de textos que incluyen versiones muy
notables de La dama porquera (la más meridional que se conoce), de un tipo
especial de La Serrana de la Vera, y de El Conde Niño, La muerte ocultada, El
Conde Claros, La Infantina y el caballero burlado, La novia abandonada del
conde de Alba, Hermanas reina y cautiva, La apuesta ganada, Sufrir callando,
entre varias otras.
En su carta, Onís informa de que toda esta cosecha procedía del repertorio
de sólo “dos buenos recitadores de romances”, y proporciona una lista con
los incipit y una breve indicación del contenido de los primeros veintinueve
textos: los recogidos el 15 de septiembre. El tema romancístico que ahora
interesa figura en la lista con el número 15:
“A caza iba D. Jorge”; le mata un ciervo, y el sobrino le increpa
diciéndole que está bien castigado por sus crímenes.
1 A propósito de las encuestas dialectológicas del Centro de Estudios Históricos y su relación
con las exploraciones del Romancero, véase Catalán, El Archivo del Romancero 1: 62-66. En
láminas III.v y III.vi se reproduce la carta de Onís mencionada a continuación. En 1916 apareció
su magna edición de fueros leoneses, en colaboración con Américo Castro. Onís, orientado
pronto a los estudios literarios, sólo publicó tardíamente algún trabajo personal basado en
sus investigaciones dialectológicas sobre el leonés, “Notas sobre el dialecto de San Martín
de Trevejo”, de 1930. Otro estudio, “El dialecto leonés”, basado en documentos catedralicios
salmantinos, apareció ya póstumo (1985).
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Tal romance nos es desconocido, tanto en el Romancero viejo como en la
tradición oral moderna. Tampoco el texto de la versión de Onís se incorporó
al Archivo del Romancero de Menéndez Pidal y Goyri y, en consecuencia,
no figura en ningún catálogo o índice de los elaborados por el Seminario
Menéndez Pidal, a partir de la década de 1980, ni se alude a él en ninguno
de los abundantes estudios sobre el Romancero publicados en los últimos
tiempos. Tampoco –hasta donde sabemos– ha reaparecido el romance en
ninguna de las varias encuestas romancísticas posteriores realizadas en la
provincia de Salamanca después de 1980 y que, en al menos dos ocasiones,
incluyeron Corporario entre los puntos encuestados.
Por simple azar, examinando hace varios años la sección de la biblioteca de
Menéndez Pidal dedicada a la épica medieval francesa, localicé un sobre
que contenía el romance recogido por Onís. Cabe conjeturar que en algún
momento Menéndez Pidal o María Goyri sospecharon una relación del texto
con episodios de cantares de gesta y lo segregaron del archivo a la espera de
estudiarlo más detenidamente, olvidando después integrarlo en el conjunto
de su colección de romances y asignarle un título.
El romance ha sido, pues, víctima de su propia excepcionalidad. A ello se
suma el que extraviara la copia que hice en su día, y que sólo recientemente,
con la normalización del acceso a la consulta de los fondos de la Fundación
Menéndez Pidal, me haya sido posible localizar nuevamente el original de
Federico de Onís. Conforme a ese original, edito el texto del romance, que
provisionalmente titulo Caza y castigo de Don Jorge:
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4
6
8
10
12
A caza iba Don Jorge, a caza con su sobrino,
en el medio de un jaral un ciervo le ha acometido.
Le corre con el caballo, le corre con el abrigo;
tanto ha corrido Don Jorge hasta que se vio perdido.
Vanse días, vienen días y Don Jorge no ha venido.
Al cabo de quince días lo fue a buscar su sobrino;
lo hallara entre dos casales, donde casas habían sido,
cubierto de fieros bichos, su húmedo cuerpo comido.
Se pusiera a hablar con él, como si estuviera vivo.
–Ahora, ahora, Don Jorge, ¿dónde te vino el castigo?
Mataste a tu padre y madre y a tus hermanitos cinco,
dos hermanas que tenías con dambas habías dormido.
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Fig. 1. Manuscrito de Federico de Onís.
La aparición de nuevos temas romancísticos que puedan añadirse al repertorio
canónico de la balada hispánica, es decir el de los romances asimilables al
Romancero viejo y tradicional, es ya un hecho excepcional. Después de la
intensiva exploración de las fuentes impresas y manuscritas durante un
siglo y medio, desde los trabajos de F. Wolf y C. Hofmann, Agustín Durán,
Menéndez Pidal y un largo etcétera, hasta los de Rodríguez Moñino,
Labrador-DiFranco-Zorita y otra no menos larga nómina de estudiosos,
los hallazgos significativos son ya esporádicos y casuales. Lo mismo sucede
en la tradición oral moderna: las encuestas de campo realizadas en todo
el mundo hispánico, con especial amplitud desde la década de 1970 a la
actualidad, y el estudio de materiales folclóricos escritos o registros sonoros
que habían permanecido inéditos, dejan escaso margen a la incorporación
de novedades absolutas a un corpus baladístico que puede considerarse ya
casi tan cerrado como el de la balada anglo-escocesa o la escandinava. Se
impone, en consecuencia, cierta cautela antes de afirmar que un romance
desconocido es, en efecto, “nuevo” y auténtico.
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CAZA Y CASTIGO DE DON JORGE
En su brevedad, el romance ofrece todos los signos de autenticidad
tradicional, por su lengua y estilo, y por la propia incoherencia parcial (vv.
2-3), propia de textos orales en los que la incomprensión de elementos
léxicos o una sintaxis devenida arcaica produce ocasionales sinsentidos.
Ello al margen, tanto la personalidad del colector como las circunstancias
de su recolección permitirían sin más descartar la presencia de cualquier
tipo de mixtificación como las que han proliferado desde el siglo XIX en
varias ramas de la balada europea, incluyendo el Romancero hispánico. No
estaría, por otra parte, al alcance de cualquier mixtificador fabricar un texto
semejante, a juzgar al menos por el “modelo” habitual de falsificaciones
de romances que históricamente se conocen, o el de las muy recientes que
afectaron masivamente a un presunto romancero de la comarca de Las
Hurdes. En todos esos casos hallamos textos “sobreabundantes” y siempre
bien –demasiado bien– trabados, que remedan romances ya conocidos
alterando o no el asonante y añadiendo secuencias, desenlaces insólitos,
reflexiones y moralejas sentenciosas, etc.; o bien son invenciones que
preferentemente tratan temas dotados de una cierta supuesta trascendencia
histórica, nacional o regional.
El romance hallado por Onís en Corporario cumpliría los tests de
autenticidad que en un artículo célebre formuló Gordon H. Gerould como
caveat necesario ante la aparición de nuevos temas baladísticos:
The very rarity of the treasure makes the question of its genuineness an
important one, and every such find should be submitted to all possible tests
before it is accepted as belonging to the family of traditional ballads. The tests
by which it must be judged, I take it, are three. The first is purely personal,
the critical sense of the scholar who has learned by long-continued study
to distinguish the false from the true, to separate the chaff from the wheat.
The second is the external evidence with reference to the circumstances of
discovery, whether the collector or collectors can be trusted. The third is the
source of the material, whether the narrative is the product of tradition or of
some clever inventor. (141-42)
Prescindiendo ahora del primer test, el de la competencia, que nunca
puede darse por garantizada, del estudioso que valora la autenticidad, sí es
evidente que el testimonio de la versión y su colector merecen credibilidad
plena por las razones ya indicadas. En cuanto a las “fuentes del material”
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que constituyen la balada, conviene examinarlas no tanto por el valor de
test de autentificación, que estimo que no tienen (un “clever inventor” se
serviría, precisamente, de fuentes auténticas para hacer pasar su fabricación
por verdadera), sino como vía de acceso al análisis del romance en sí. Más
decisivo me parece otro test, que Gerould acaso daba como implícito pero
no expone. Es decir el del análisis interno del texto, en sí mismo y en su
relación con el género al que pertenece.
Mi objetivo, sin embargo, no se limita a dar a conocer un nuevo romance
y verificar su autenticidad. Un hallazgo, si realmente lo es, incide siempre
en los conocimientos previos y en las ideas recibidas sobre un determinado
género, el Romancero en este caso, confirmándolas o cuestionándolas en
alguna medida. El romance Caza y castigo de Don Jorge comparte un motivo
central, y hasta ahora único en la balada hispánica, el del ciervo espantable
y homicida, con Lanzarote y el ciervo de pie blanco, uno de los romances
más enigmáticos y discutidos. El romance de Lanzarote ha obligado a
plantear –que no a resolver– desde principios del siglo XX varias cuestiones
complejas, empezando por el de su indudable, pero no identificada, “fuente”
artúrica. De mayor interés considero los problemas que atañen al estado
deliberadamente fragmentario que se supone al texto impreso en el siglo
XVI, su relación con las versiones de la tradición oral moderna, y, sobre
todo, su valor probatorio como muestra de una variedad y una moda de
romances truncos y con salto brusco de escenas, que evidenciaría al filo
de 1500 una poética, y una estética, opuesta a la de la estructura narrativa
trabada y coherente, mayoritaria ya entonces y que históricamente se ha
impuesto en la evolución ulterior del Romancero. En los apartados que
siguen, y al hilo de las evidencias que proporciona este nuevo romance, me
propongo replantear tales cuestiones, centrales en los estudios modernos
sobre el Romancero y muy ajenas a estimaciones simplemente subjetivas.2
2 La polémica en torno a los desenlaces truncos y el fragmentismo en el Romancero, y su
trascendencia para la estética del género, se retrotrae, al menos, a 1922 (Menéndez Pidal,
Poesía popular y poesía tradicional 333-42). Véanse ulteriormente Menéndez Pidal, Romancero
hispánico 1: 63-65, 71-75; 2: 43-46; Spitzer, “Notas” 158-61 y “Período previo” 87-100; Bénichou
208-12; Catalán, “Lanzarote y el ciervo de pie blanco” 98-100, entre varios otros estudiosos que
abordan la cuestión.
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CAZA Y CASTIGO DE DON JORGE
El ciervo sobrenatural y homicida
El romance sobre Don Jorge y su sobrino se basa en dos motivos temáticos
que son bien conocidos en la balada hispánica. El primero es el del ciervo
de rasgos sobrenaturales y, más específicamente, maléficos: un ciervo
que amenaza y mata a los humanos; es decir, un ciervo con significado y
función muy diferentes de las del ciervo blanco cuya caza es a veces una
prueba prenupcial a que es sometido un caballero, o aspirante a caballero,
según tópico consagrado en la materia de Bretaña. El otro motivo es el
de las transgresiones múltiples, pecados contra natura, de que es acusado
un personaje, al que suele añadirse el de la expiación con una penitencia
rigurosa y brutal.
En los primeros versos, no hay dudas de que el cazador Don Jorge es víctima
de un ataque por parte de su presunta presa: “un ciervo le ha acometido”.
Parece que debe entenderse que el ciervo obliga al cazador a seguirlo hasta
su guarida, y que allí da cuenta de él. El hemistiquio “le corre con el abrigo”
no hace buen sentido. Si, como creo, la acepción de “abrigo” es la de ‘cubil’,
‘guarida’, ‘manida’, lo esperable sería “le corre hasta su abrigo”, o expresión
similar. En cualquier caso, la interpretación de Onís y de su informante, es
decir que a Don Jorge “le mata un ciervo”, es obvia.
Un ciervo matador de hombres, muy distinto de los ciervos de la lírica
medieval y popular, aparece en el romance de Lanzarote y el ciervo de pie
blanco, bien documentado desde el siglo XV. Ante la promesa de una dama
de casarse con quien le entregue en arras “aquel ciervo del pie blanco” (v. 8b),
Lanzarote emprende su búsqueda, aunque ignora “las tierras donde el ciervo
era criado” (v. 11b). El encuentro con un ermitaño le permite al caballero
inquirir: “Ese ciervo del pie blanco ¿dónde hace su manida?” (v. 18). La
respuesta, con la que concluye el romance, no puede ser más inquietante:
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22
24
Quedays os aquí, mi hijo, hasta que sea de día,
contaros he lo que vi y todo lo que sabía:
por aquí passó esta noche, dos horas antes del día,
siete leones con él y una leona parida;
siete condes dexa muertos y mucha cauallería.
Siempre Dios te guarde, hijo, por do quier que fuer tu yda,
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que quien acá te embió no te quería dar la vida.
¡Ay dueña de Quintañones, de mal fuego seas ardida,
que tanto buen cauallero por ti ha perdido la vida! 3
Lanzarote, en realidad, habría sido enviado engañosamente a una muerte
segura, como la que han sufrido varios otros antes. Los rasgos siniestros
y amenazadores del ciervo se enfatizan en la tradición oral moderna del
romance, que ha pervivido en las islas de Tenerife y, con especial vitalidad, La
Gomera, y en versiones peninsulares aisladas de Almería, Jaén y Asturias.4
La tradición moderna conserva bien la secuencia inicial del romance viejo,
en la que el ciervo es el resultado de una metamorfosis, causada por la
maldición paterna, que han experimentado los tres hijos de un rey, mudados
en ciervo, en perro y en “moro”. Pero a diferencia del texto quinientista, en
las versiones modernas se señala desde el principio al hijo convertido en
ciervo como especialmente maligno. Aunque en las versiones de La Gomera,
el ciervo causa daños más bien “menores”, en las andaluzas y en Tenerife se
trata de maldades de mayor entidad:
Un padre tenía tres hijos y a todos los maldecía.
El uno se va y se viene, el otro no parecía,
y el otro se ha vuelto ciervo que por los montes corría,
comiendo manos de hombre, que otra cosa no comía
(Almería; similar en Beas de Segura, Jaén)
No me pesaba del perro, sino el alma que perdía;
ni me pesaba del moro, sino en la ley que vivía;
de quien me pesa es del ciervo, que anda haciendo herejía
(Icod el Alto, Tenerife)
Yo no siento tanto el perro, que entre cadena’ estaría;
ni tampoco siento al moro, que se sube a la morería;
yo lo que siento es el ciervo . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
que come la carne en Viernes y bebe del agua fría
(Camino Perera, Tenerife)
3 El romance aparece en el Cancionero de Romances, Anvers 1550, fol. 242 (págs. 282-83 en la
edición de Rodríguez Moñino).
4 Véase en el apéndice el inventario cronológico de versiones de la tradición oral moderna del
romance de Lanzarote que contiene las referencias bibliográficas. Cito por el lugar donde se
recogieron dichas versiones.
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CAZA Y CASTIGO DE DON JORGE
No lo hago por el perro, que en cadenas lo tenía,
ni lo hago por el moro, gobierna la morería,
mas lo hago por el ciervo, los daños que me jacía
(Las Rosas, La Gomera; análogo en una mayoría
de versiones de la isla)
Siéntolo más por el ciervo, los destrozos que me hacía
(La Palmita, La Gomera)
Que lo siente por el ciervo, que la vega le ostruía
(La Laja, La Gomera)
No lo siento por el perro, que lo echo a la perrería;
y tampoco por el moro, que lo echo a la morería;
siéntolo más por el ciervo, que se me come la viña
(Los Aceviños, La Gomera)
La tradición moderna conserva sólo parcialmente la escena del encuentro
con el ermitaño, quien revelará los rasgos espantables del ciervo. El episodio
no se documenta en Tenerife, pero se mantiene en las peninsulares y
minoritariamente en La Gomera.
La versión asturiana, donde el ciervo es sustituido por un toro, conserva con
mayor fidelidad la verbalización del texto del siglo XVI en la respuesta del
ermitaño:
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–Dime armitaño, por Dios, por Dios y Santa María,
por Dios me diz la verdad y me niegas la mentira,
el toro del cuello pinto ¿en qué monte regiría?
–Por aquí pasó esta noche, tres horas antes del día;
ni deja duques ni condes ni cosa que él hallaría
(El Argumosín, Asturias)
En Andalucía, y ocasionalmente en La Gomera, se añade el rasgo tremendista
de la antropofagia, que ya anticipaba la versión de Almería en la primera
escena. En Beas de Segura existe una secuencia previa al encuentro con el
ermitaño, en donde el ciervo es presentado ya como devorador de hombres:
Y ha echado su padre un bando por toda el Andalucía:
‘Y aquel que mate aquel ciervo se casaba con María’.
Salen duques y marqueses y a todos se los comía
(Beas de Segura, Jaén)
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En la respuesta del ermitaño:
Y respondió el ermitaño con contento y alegría:
–Por aquí ha pasado un ciervo tres horas antes del día,
comiendo manos de hombre, que otra cosa no comía
(Almería, AMP)
–Dígame, padre o buen viejo, o por la Virgen María,
el ciervo del pie calzado ¿ónde tiene su guarida?
–Allá arriba en aquel lomo, al pie de una verde oliva,
donde nace el agua compa (sic) y donde baja el agua fría,
que ayer pasó por aquí hora del avemaría,
con medio hombre en su boca y el otro comido d’iba
(Las Rosas, La Gomera, 5.1)
Yo lo vide ayer de tarde hora del avemaría,
con un medio hombre en su boca y del otro medio comía
(Las Rosas, La Gomera, 5.3)
Por aquí cruzó ayer tarde horas del avemaría,
con medio hombre en el hocico, otro medio en la barriga
(La Palmita, La Gomera, col. B. León Felipe, AMP)
Por aquí pasó ayer tarde la hora del avemaría,
con un hombre en el hocico y otro medio en la barriga
(La Palmita, La Gomera, 5.14)
Por aquí pasó ayer tarde, por aquí pasó pa’ arriba,
llevaba medio hombre en la boca y medio hombre en la barriga
(Valle Gran Rey, La Gomera, 5.15)
–Padre viejo de cien años, así Dios le dé la vida,
el ciervo del pie calzado ¿ónde tiene su aguarida?
–Allá arriba en aquel monte en una espesa montiña,
colchones y abrigos tiene de una copuda sabina;
por aquí pasó ayer tarde horas del avemaría,
medio hombre llevó en la boca y el otro comido d’iba
(Tazo, La Gomera, 5.21)
Allá arriba está la loma, en la loma está la oliva,
medio hombre lleva fuera y otro medio en la barriga,
y el que llevaba por fuera figura de hombre tenía
(Arrecife, Lanzarote, Godoy Pérez 251-52)
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CAZA Y CASTIGO DE DON JORGE
En Tenerife y varias versiones de La Gomera (haya o no previo encuentro
con el ermitaño) es el propio ciervo quien advierte al caballero:
Caminara más adelante, con el ciervo encontraría.
–¿A ónde vienes, Baltasar; tú vienes en busca mía?
Poco te estiman tus padres, poco te estiman la vi[d]a,
poco te estima la dama que te mandó en busca mía
(El Cedro, La Gomera, 5.8)
El ciervo cuando lo vio estas palabras decía:
–Mis padres que te mandaron, por casar con doña Elvira,
mis padres que te mandaron, poco te estiman la vida
(La Palmita, La Gomera, col. B. León Felipe, AMP)
Y en la forma reducida más habitual:
–Güélvete atrás, Baltasar, güélvete atrás, con tu vida,
que aquel que te mandó acá poco estimaba tu vida
(Icod el Alto, Tenerife)
–¿Dónde vienes, Baltasar; tú vienes en busca mía?
Tus padres que acá te mandan poco te estiman la vi[d]a
(El Cedro, La Gomera, 5.7)5
Conviene reiterar que el motivo del ciervo asesino, que comparten los
romances de Lanzarote y Caza y castigo de Don Jorge, es del todo ajeno a las
narraciones sobre el ciervo de pie blanco en las novelas y los lais artúricos.
Una antigua monografía de Sergio Cigada traza con gran amplitud las
apariciones del ciervo blanco en el imaginario europeo clásico y medieval,
desde la cierva blanca de Sertorio a las baladas orales de La blanche biche y
sus congéneres escandinavas. Es fácil comprobar que el motivo cuenta con
una variada gama de funciones narrativas y caracterizaciones más o menos
numinosas, pero al ciervo nunca se le presenta con los rasgos homicidas de los
romances hispánicos.6 Son evidentes las conexiones tipológicas del romance
5 Similar en varias otras versiones, con la variante “mis padres” en algunos casos.
6 La única, y muy relativa, excepción es el ciervo “presentato come una specie di mostro”, un
“fléau”, que aparece en un episodio secundario al final del mabinogi galés Peredur, derivado del
Perceval de Chrétien de Troyes. En la antigua traducción de Loth (que prefiero a las inglesas de
Gwyn Jones-Thomas Jones de 1948, y Jeffrey Jantz de 1976): “Un cerf, aussi rapide que l’oiseau
le plus léger; il a au front une corne aussi longue qu’une hampe de lance, à la pointe aussi aiguë
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de Lanzarote con el Lai de Tyolet, y una sección de Lanceloet en het hert
met de witte voet (=Lancelot holandés), del siglo XII y XIII respectivamente,
establecidas desde antiguo (Menéndez Pelayo 473-76; Laiglesia 7-10, 2223, 26; Entwistle, “The Adventure”; etc.). En ambas obras una dama exige
la caza “prenupcial” del ciervo de pie blanco como condición previa a su
matrimonio con el caballero, y en ambas el ciervo va acompañado de un
cortejo de leones que lo protegen. El motivo de la escolta de leones reaparece
en el Lancelot en prose y La Queste del Saint Graal de la Vulgata, aunque
“vuelto a lo divino”: el ciervo resultará ser Cristo, y los leones (cuatro, en
este caso) los evangelistas, de acuerdo con la reinterpretación mística de la
materia de Bretaña que afecta a esta compilación (Cigada 30-34; Chicote 5254; Meneghetti 342-46). Pero al margen de la Vulgata artúrica, tampoco en
el Lai de Tyolet y el Lanceloet holandés el ciervo tiene nada de espantable y
agresivo, y acaba siendo cazado sin mayor resistencia por su parte.
Sigue siendo desconocida la fuente directa del romance castellano de
Lanzarote, y se han discutido ampliamente, desde Pio Rajna en 1915, la
cuestión de si el texto es unitario o una amalgama de temas independientes;
y la de si estamos ante un texto fragmentario o trunco (lo que vendría
avalado por los antecedentes artúricos y por la tradición oral moderna del
romance que dan una conclusión al relato), o bien es autosuficiente. Las
ingeniosas reconstrucciones del relato “completo” que subyace en el romance
debidas a Entwistle y Meneghetti son, sin duda, plausibles, pero sumamente
hipotéticas.
El rasgo realmente novedoso que interesa ahora destacar es el motivo del
ciervo monstruoso, asesino y antropófago, y su reaparición, atenuada, en el
nuevo romance de Caza y castigo de Don Jorge. Aunque el ciervo maléfico
del romance de Lanzarote, producto de una metamorfosis debida a una
maldición paterna, es distinto del ciervo “vengador” que castiga los pecados
que tout ce qu’il y a de plus aigu. Il brise les branches des arbres, et tout ce qu’il y a de plus
précieux dans la forêt; il tue tous les animaux qu’il rencontre, et ceux qu’il ne tue pas meurent de
faim. Bien pis: il va tous les soirs boire l’eau du vivier et il laisse les poissons à sec; beaucoup sont
morts avant que l’eau n’y revienne. – ‘Pucelle, viendrais-tu me montrer cet animal-là?’ – ‘Non
point; personne depuis un an n’a osé aller à la forêt, mais il y a l’épagneul de l’impératrice qui
lèvera le cerf et reviendra vers toi avec lui; le cerf alors t’attaquera’” (107).
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de Don Jorge, en ambos casos estamos ante ciervos homicidas que invierten
los roles de la cacería y convierten al cazador en presa.
Transgresiones contra natura
El motivo de los pecados terribles cometidos por Don Jorge, que justifican
su castigo, se expresa en los versos:
Mataste a tu padre y madre y a tus hermanitos cinco,
dos hermanas que tenías con dambas habías dormido.
(vv. 11-12)
El parricidio múltiple y el incesto, como transgresiones extremas del orden
familiar y social, son un elemento que aparece en todo un grupo de romances
hispánicos.
En la tradición oral de La penitencia de Don Rodrigo (ed. en Romancero
Tradicional de las Lenguas Hispánicas (=RTLH) 1: 62-77), el rey no es
acusado ya de la violación de la hija del conde Don Julián y la pérdida de
España, como en los textos medievales y quinientistas, sino de estas nuevas
transgresiones contra natura. Varias versiones limitan el pecado de Don
Rodrigo al incesto, con distintos grados de intensidad:
Quité la fror a una hermana, deshonré a una mi prima
(Galende, Zamora; RTLH 1: 14e)
Que he pecado c’una hermana y he deshonrado una prima
(Casdenodres, Orense; RTLH 1: 14h)
Que dormí con una hermana y he esforzado una prima
(Candanedo de Fenar, León; RTLH 1: 14dd; etc.)
Pues traté con una hermana y también con una prima
(Villacondide, Asturias; RTLH 1: 14s)
Primero gocé una hermana y después gocé una prima
(Muriellos, Asturias; RTLH 1: 14u)
Que pequé con una hermana y siete años con una prima
(Lois, León; RTLH 1: 14z)
Enganei uma irmã e uma prima que eu tinha
(Vinhais, Bragança; RTLH 1: 14d)
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Que he deshonrado una hermana y una prima que tenía
(Paradela, Orense; RTLH 1: 14i, etc.)
Que he pecado c’una hermana y dos primas que tenía
(Vega del Bollo; Rivadavia, Orense, RTLH 1: 14f, 14g, etc.)
Yo dolmí con una hermana, una hermana que tenía
(Linares, Chile; RTLH 1: 14hh)
Yo dormí con una cuñada y también con una prima
(Curepto, Chile; RTLH 1: 14jj)
Yo piquéi con una hermana y también con una prima,
y para mejor decir con una sobrina mía
(Posada de Rengos, Asturias; RTLH 1: 14t)
Yo traté con una hermana y también con una prima,
y para mayor pecado con una cuñada mía
(Asturias s. l. ; RTLH 1: 14v)
De la prima tengo un niño y de la hermana una niña
(Guímara, León; RTLH 1: 14l)
Varias otras versiones añaden el parricidio al incesto:
Ay triste de mí, cuitado, que esa fue la mi desdicha,
que ‘o tratara c’unha hermana y también con una prima,
y matara padre y madre, siete hermanos que tenía,
yo matar, no os maté: murieron por causa mía
(Cobelas, Asturias; RTLH 1: 14m, etc.)
Ay, triste de mí, ay triste, que esa e la desgracia mía;
esforzado he una hermana y me acosté c’una prima,
y maté a mi mujer y a tres hijas que tenía
(Burón, Lugo; RTLH 1: 14n)
Ay de mí, el ermitaño, que esa fue desgracia mía,
acostéme c’unha hermana y esforcé una hermana mía.
A mi padre y a mi madre ambos los maté nun día,
también maté mi mujer y a cinco hijos que tenía
(Vilaseca, Lugo; RTLH 1: 14ñ)
Ay de mí, triste cautivo, gocé una hermana y una prima,
maté a mi padre y a mi madre, y a un hermano que tenía
(Bayo, Asturias; RTLH 1: 14y)
74
CAZA Y CASTIGO DE DON JORGE
Maté a mi padre y mi madre, y siete hermanos que tenía;
he esforciado a dos hermanas que para monjas tenía
(Casomera, Asturias; RTLH 1: 14x)
Me acosté con una hermana forceé una prima mía.
He matado a mi mujer y a seis hijos que tenía;
He matado a mis padres, todos los maté en un día
(Sejosmil, Lugo; RTLH 1: 14p)
A mi padre y a mi madre ambos los maté nun día,
y también a mi mujer y a dos hijos que tenía
(Muiña, Lugo; RTLH 1: 14q)
Un romance “vulgar”, tradicionalizado y muy difundido en el mundo
hispánico, El robo del sacramento, comparte con el de Don Rodrigo el
motivo de los horrendos pecados del penitente y el de la penitencia impuesta
por el confesor. No obstante, El robo del sacramento va más allá y añade el
sacrilegio y la antropofagia a los crímenes del parricidio y el incesto. Basten
dos ejemplos de áreas distantes:
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–Maté a mi padre y mi madre y dos pequeños hermanos,
y una hermana que tenía de la edad de catorce años
con ella tuve tres hijos, de ella me gocé siete años.
–No te absuelvo penitente, que son muchos tus pecados.
–Absuélvame, padre mío, que no he empezado a contarlos;
también entré en una iglesia y robé el cáliz sagrado,
le traje por ocho días de suela de mis zapatos,
y después le tiré al fuego a aquel Señor soberano,
las cenizas que se hizon al río las he arrojado,
y el agua perdió el corriente se vació pa’ otro lado
(S. Martín de Valdetuéjar, León; AIER 2: 180)
–Maté un cura y un obispo en el altar consagrando,
y también dos monecillos que le estaban ayudando.
Maté mi padre y mi madre, una hermana y dos hermanos;
con mi hermana la más chica tuve dos hijos paganos:
uno lo puse en la mesa, otro lo di de regalo.
Fuime a comulgar un día sin haberme confesado;
aquello que me dio el cura para mi casa lo traigo,
lo puse sobre la mesa, saqué mi puñal dorado,
a aquel cuerpito de Dios cien puñaladas le he dado;
75
CID
LA CORÓNICA 39.2, 2011
la mujer quiso dar voces, con ella lo mismo hago
(La Gomera; versión sintética)
Otro romance tardío de transgresiones y penitencias, del que se conocen
escasos textos, La penitencia del hermano incestuoso, limita las atrocidades:
Jueves santo, Viernes santo entre la Pasión de Cristo,
un hermano y una hermana entre los dos tuvon un hijo;
y aquel sólo no bastó, que entre los dos tuvon cinco
(El Payo, Salamanca; AMP)
De Madrid vino un mozo, tan sólo un pecado hizo,
y el pecado fue tan grande que de Dios fue referido.
Durmió con la su hermana y entre ambos hizon un niño,
y entre dambos lo ahogaron sin el agua del bautismo
(Corporario, Salamanca; AMP)
El incesto, “espiritual” en este caso, y la posterior penitencia aparecen
también en el romance igualmente tardío de El cura sacrílego, de amplia
difusión peninsular.
Mayor interés ofrece el romance portugués de Floresvento, o Cruelvento,
conocido en dos subtipos diferenciados, el de Azores y el de Trás-os-Montes,
que reiteran el esquema de pecados seguidos de penitencias acordes con la
gravedad de los delitos. Las versiones azorianas desarrollan ampliamente
el motivo de la penitencia y las ulteriores vicisitudes del protagonista. El
subtipo trasmontano presenta un romance muy reducido, que, con pocas
excepciones, sólo conserva, precisamente, la enumeración de fechorías del
protagonista, común a ambas tradiciones:
Joãosinho foi jogar uma noite de Natal,
ganhou cem dobras de ouro, marcadas e por marcar;
matou um padre de missa, revestido no altar;
enganou sete donzelas que estavam para casar,
e furtou sete castelos, todos do paço real.
O seu pai quando tal soube, quizera-o mandar matar
(Vellas, S. Jorge, Açores; Braga 230)
Caminhou Flores e Ventos uma noite de Natal,
deshonrou sete donzelas todas de sangue real;
arrasou sete cidades que o pae tinha p’ra lhe dar,
76
CAZA Y CASTIGO DE DON JORGE
matou seis padres de missa, revestidos no altar
jogou cem dobroes de ouro marcados e por marcar
(Ribeira d’Areias, S. Jorge, Açores; Braga 232)
Deus me dera ter a graça, além das ondas do mar
que teve Flores e Ventos numa noite de Natal;
deshonrou sete donzelas que o rei tinha p’ra casar;
abrasou sete cidades que o rei tinha p’ra lhe dar;
jogou cem dobras de ouro que o rei tinha p’r’as dotar;
tambem matou sete padres revestidos no altar.
(Urzelina, S. Jorge, Açores; Braga 233-34)
Abrasou sete cidades qu’o rei tinha p’ra gozar
esbaratou cem bronzes d’oiros qu’o rei tinha p’ra gozar
desonrou sete donzelas qu’o rei tinha p’ra casar
matou cem padres de missa revestidos no altar
(Ponte Riva, Flores, Açores; Purcell 6.2)
Cruelvento, Cruelvento, ah! roubador maioral,
derrubaste três cidades, todas três em Portugal;
desonraste três donzelas todas de sangue real;
mataste um padre de missa revestido no altar,
O cal’ce tinha na mão e a hóstia p’ra consagrar.
(Vimioso, Bragança; Leite de Vasconcellos,
Romanceiro portuguez 19)7
Ó vento, ó cruel vento, ó roubador maioral,
Derrubaste três cidades, todas três em Portugal;8
Deshonraste três donzelas todas de sangue real;
Mataste três inocentes, todos três por baptizar.
(Parada de Infanções, Bragança; Leite de
Vasconcellos Romanceiro portuguez 43-44)
Cruelvento, Cruelvento, roubador maioral,
Derrubaste três castelos, no reino de Portugal;
mataste três padres de missa revestidos ‘ó altar,
desonraste três donzelas todas de sangue real.
(Bragança; Leite de Vasconcellos, Romanceiro
português 1: 44)
7 Similar en c. de Vinhais, Bragança (Martins 219).
8 La variante “igrejas” aparece a veces en lugar de “cidades”.
77
CID
LA CORÓNICA 39.2, 2011
El romance portugués ha sido identificado como una derivación hispánica
del cantar de gesta Floovant (Michaëlis de Vasconcellos 219-20; Menéndez
Pidal, “Poesía tradicional en el Romancero-hispano portugués” 155-56;
Fontes, “The Ballad of Floresvento”, “A Morte do Rei D. Fernando and
Floresvento”; Catalán, La épica española 750-54). Menéndez Pidal lo califica
de “reliquia” y “joya arqueológica” (Romancero hispánico 2: 327) en tanto en
cuanto manifiesta la presencia en la Península de un tema épico carolingio
que no ha dejado otros rastros conocidos. Para garantizar su antigüedad
tradicional no es necesario suponer, aunque sea más que probable, que el
romance tuviera vigencia previa en castellano.9
Resulta evidente, en cualquier caso, que el motivo temático de las
transgresiones múltiples (parricidio, incesto, sacrilegio), seguidas de su
castigo o expiación, forma parte del fondo primitivo del Romancero y se
ha mantenido en su stock formulario hasta nuestros días. El nuevo romance
Caza y castigo de Don Jorge recurre a este elemento, con la alternativa de que
los crímenes no tengan expiación posible y lleven aparejada la muerte del
transgresor.
En conclusión, el ballad-type representado por la versión única recogida
en Corporario por Onís en 1910 está construido sobre la unión de dos
motivos tradicionales antiguos de muy distinto carácter y abolengo.
El de los crímenes múltiples, que el nuevo romance presenta en forma
reducida, consta ya en romances del fondo más primitivo, de origen épico
o “histórico” (Floresvento, Penitencia de Don Rodrigo), y ha seguido siendo
productivo en romances muy tardíos (Robo del sacramento, etc.) El motivo
9 No es en absoluto concluyente el hecho de que Floresvento se contamine ocasionalmente
en Azores con el romance de Albaniña y que el personaje del marido ultrajado reciba el
nombre de “Alberto” o “Flor de Alberto” en versiones del romance exento en Azores y la
isla de La Palma (Pérez Vidal 38-39), con el presunto precedente de una comedia de Lope
de Vega. Tampoco la semejanza lejana con los versos formularios de la maldición en una
versión sefardí oriental de Gaiferos jugador (Armistead y Silverman 96) es del todo evidente.
Menos probatorios aún lo son los versos iniciales de un texto marroquí de El conde Arnaldos
en los que Fontes advierte paralelismo con la enumeración de transgresiones de Floresvento
(“A Sephardic Vestige”). Sin pretender que exista conexión genética, vería más próxima la
semejanza que existe en el verso “Maté a un cura y a un obispo / en el altar consagrando”, y
sus variantes, a veces amplificado (“y también dos monaguillos / que le’ estaban ayudando”),
que aparece en versiones de La Gomera del romance de El conde preso seguido de El robo del
sacramento y No me entierren en sagrado (Trapero, La Gomera 115-21).
78
CAZA Y CASTIGO DE DON JORGE
del ciervo homicida, en cambio, estaba confinado hasta ahora a un único y
enigmático romance (Lanzarote y el ciervo de pie blanco). Por otra parte, el
motivo adquiere una función muy distinta en el nuevo tema romancístico:
el ciervo ya no mata indiscriminadamente (“siete condes deja muertos…”;
“ni deja duques ni condes…”), ni ostenta el rasgo especialmente espantable,
y contra natura en su especie, del “carnivorismo” y la antropofagia, sino
que es instrumento del justo castigo a un transgresor. Se trata, pues, de una
reutilización original y privativa de dos elementos tradicionales que nunca,
hasta donde sabemos, se habían combinado en un relato –épico, legendario
o cuentístico– hispánico.
Romances truncos: El “fragmentismo” y la poética del
Romancero
El romance de La caza y castigo de Don Jorge expone muy sintéticamente, en
sólo dos escenas, un relato que se puede suponer complejo y del que sólo se
conocen, en ráfagas, unos momentos culminantes. Como en el romance de
Lanzarote en su versión quinientista, estaríamos ante un modelo opuesto al
de los “romances-cuento”, que presentan una historia trabada y “completa”.
En Caza y castigo de Don Jorge, igual que en la exclamación conclusiva del
parlamento del ermitaño que aparece en el romance de Lanzarote, sólo la
imprecación final del sobrino innominado de Don Jorge permite vislumbrar
una prehistoria hurtada a los oyentes y, a la vez, la justificación del relato. En
consecuencia, no resulta inoportuno recapitular y plantear a la luz del nuevo
romance lo que han sido los caballos de batalla en la interpretación del más
valioso romance artúrico del repertorio hispánico.
Como cuestión previa hay que recordar que Menéndez Pelayo, con excesivo
optimismo, identificaba la fuente directa del romance de Lanzarote en el Lai
de Tyolet y en el Lanceloet holandés o, mejor dicho, en el modelo francés de
este último.10 Posteriormente, la crítica ha advertido un proceso más complejo
10 “Puede determinarse ya con entera seguridad el origen del primer romance del mismo
héroe caballeresco, cuya genealogía no pudo descubrir Milá . . .” (473); y después: “Este
romance tiene el mismo argumento que el poema neerlandés . . . de Lanzarote y el ciervo
del pie blanco, que procede sin duda alguna, de un texto francés perdido, y sólo en francés
pudo ser accesible a nuestro juglar” (473-74). Sin embargo, pocas páginas antes Menéndez
Pelayo, al referirse en conjunto a los tres romances artúricos del repertorio español, afirmaba:
79
CID
LA CORÓNICA 39.2, 2011
en la relación del romance con las obras transpirenaicas. Se presupone, por
una parte, que el romance derivaría de un Lanzarote en prosa castellano,
hipótesis ya avanzada por Baist en 1897, “Es ist sicher, dass der spanische
Lancelot die Episode enthalten hat, ebenso wie der niederländische” (433),
aunque en ninguno de los restos de traducciones de la compilación francesa
conservados en la Península haya rastro alguno del episodio. Entwistle llega
a precisar el lugar exacto en el que se insertaría la aventura del ciervo de
pie blanco en la versión española del ciclo, de principios del siglo XIV, que
conjeturalmente reconstruye en su totalidad: “between the conclusion of
the Quest and the opening of the Mort [d’Artus]” (“The Adventure of Le
Cerf au Pied Blanc” 446); es decir, el mismo lugar que ocupa en el Lanceloet
holandés. Debe, sin embargo, tenerse en cuenta que en ninguna versión del
Lancelot en prose francés existe, en realidad, la aventura del ciervo de pie
blanco (Weston 36), por lo que es muy aventurado suponer que figurase en
la traducción española.
Por otra parte, el romance castellano ha sido utilizado para interpretar
el significado de los relatos contenidos en el Lai de Tyolet y el Lanceloet
holandés, que según es notorio presentan abundantes incongruencias y
puntos oscuros. Para Laiglesia el autor del Lai de Tyolet “no entendió bien la
leyenda primitiva, en que el ciervo del pie blanco era en realidad un caballero
transformado por arte de magia en ciervo; este encantamiento terminaría el
día en que un caballero cortase el pie blanco, volviendo entonces aquel a
su ser primitivo” (7). El autor del romance castellano, en cambio, habría
conocido una versión “más auténtica” de la historia que proporcionaría la
genealogía del ciervo misterioso (8). El perro-guía que aparece en el Lai de
Tyolet y en el Lanceloet holandés sería el segundo de los hijos maldecidos en
el romance (“el otro se tornó can”) (11-12). Quien asume la empresa de cazar
al ciervo y desencantarlo es el tercer hijo, que conservó la forma humana (“el
“No hay razón para suponerlos derivados directamente de ningún lay francés o bretón. Lo
natural es que hayan salido de los libros de caballería en prosa” (469). La caza del ciervo blanco
como motivo narrativo episódico aparece en otras obras de la materia de Bretaña (Erec et
Enide, Queste, Segunda continuación de Perceval, Peredur, Didot Perceval), pero el parentesco
tipológico con el relato del romance es mínimo, y su función narrativa no corresponde a los
motivos folclóricos de trasfondo mítico bien conocidos de “la caza salvaje” o del “animal guía
al otro mundo”, que un sector de la crítica cree poder identificar en las narraciones artúricas.
80
CAZA Y CASTIGO DE DON JORGE
otro se tornó moro, / pasó las aguas del mar”) (21). Entwistle consideraba
absurda la hipótesis de Laiglesia, sobre todo por excluir a Lanzarote, y
porque, además, en las tres fuentes lo que se exige es la muerte del ciervo
y no su desencantamiento. El objeto de la quête del ciervo, la boda con la
dama y la consecución de un reino, no tendría ya el menor sentido (The
Arthurian Legend 207-08). Sin embargo, Weston, que no conocía el romance
castellano, había avanzado varios años antes la tesis de que en el Lai de Tyolet
y en el Lanceloet holandés subyace una historia de metamorfosis de un ser
humano en animal y su ulterior desencantamiento:
The real meaning of the tale appears to have been overlooked or misunderstood.
In its original form I think it was clearly a transformation tale. The stag was
the enchanted relative of the princess who sought the hero’s aid, and the spell
which detained him in animal form could only be broken by the cutting off
of the foot. We know that the smiting off of a member of the body (generally
the head) is a well-recognised form of terminating an enchantment, and in
this case the proposed solution would explain what, in the tale as it stands,
appears a piece of unredeemed brutality. (33)
El romance castellano no deja lugar a dudas en cuanto a la metamorfosis
como situación inicial del relato. Episodios sueltos como el del ciervo
súbitamente convertido en el “chevalier-beste” en el Lai de Tyolet o el ya
aquí mencionado de La Queste del Saint Graal, aunque mal justificados o
extemporáneos, apuntan en la misma dirección.11
Sumamente conjetural, según él mismo reconoce, es la reconstrucción
que propone Entwistle para el arquetipo del romance, que en su visión
iluminaría decisivamente los problemas que plantean los relatos del Lai de
Tyolet y el Lanceloet holandés. En el comienzo del romance español habría
que suponer que en el verso del íncipit, “Tres hijuelos había el rey, / tres
hijuelos que no más. . .”, lo originario sería “. . . e una fija, que no más”. La hija
del rey, y heredera legítima, habría sido desposeída de su herencia por su(s)
hermano(s), hijo(s) bastardo(s) del rey. Ello sería la causa de la maldición
paterna, y la metamorfosis en animal, o pagano, del hijo o los hijos. Para
11 En contexto etnográfico general, véanse Bouza Brey, “El tema romancístico del ciervo del
pie blanco” y, a pesar de lo desmañado de la exposición, Alonso del Real, “Más sobre ‘el ciervo
del pie blanco’”.
81
CID
LA CORÓNICA 39.2, 2011
Entwistle lo más probable es que se trate de un hijo único, el convertido
en ciervo, y que los supuestos hermanos lejos de formar una trinidad sean
originariamente simples epítetos degradantes (“perro” y “moro”) que califican
al hijo malvado y maldito. En el núcleo de la narración, sin embargo, el
romance habría alterado profundamente la historia originaria, al convertir a
la heroína en un personaje negativo, una “dangerous siren”, que al proponer
como empresa la caza del ciervo silencia el peligro y envía a los caballeros
a la muerte. Esta alteración se debería a “the pressure of the new plebeian
audience and the change of literary medium which caused and favoured this
novel, bourgeois and dramatic interpretation, which is the essence of the
ballad as we have it” (“The Adventure of Le Cerf au Pied Blanc” 437-39).
Críticos más recientes asumen que la “resemantización” de los viejos motivos
artúricos en el romance español iría en la dirección de moralizar y cristianizar
una fábula pagana, concediendo gran importancia a la difusión en España
del ciclo francés de la Vulgata (Chicote). En esa última apreciación coincide
Meneghetti, destacando la coincidencia del papel del ermitaño, revelador
de la verdadera identidad del ciervo, en La Queste del Saint Graal y en el
romance, por lo que el parentesco entre el ciclo francés y el poema castellano
sería “tutt’altro che generico o casuale” (346). El autor español, no obstante,
habría actuado con gran libertad e ingenio al modificar su fuente, muy
similar al Lanceloet holandés y que habría hallado en una redacción ibérica
hoy perdida del Lancelot en prose francés. El romance castellano altera dos
aspectos esenciales de esa presumible fuente: la relación entre el ciervo y la
dama que le propone a Lanzarote la caza, y la conclusión de la historia. La
metamorfosis no habría afectado sólo a los hermanos, sino también a una
dama o princesa, que sería en realidad la “leona parida” del romance. La
malvada “dueña de Quintañones” del romance de Lanzarote representa el
mismo arquetipo que la Alcina de Ariosto, y estaríamos ante un exemplum
laico, ilustrativo de los peligros a que se arriesga quien abandona las sendas
del verdadero amor y se deja dominar por las bajas pasiones. Por fortuna
para Lanzarote, el ermitaño le previene a tiempo (Meneghetti 346-48).
Sin negar el mérito de tan sagaces reconstrucciones hermenéuticas, resulta
legítimo también formular alguna leve objeción o expresar un moderado
82
CAZA Y CASTIGO DE DON JORGE
escepticismo, a partir de lo que se sabe sobre las condiciones de existencia y
difusión del género llamado Romancero; un género al que no irrelevantemente
pertenece la composición que se inicia con el verso “Tres hijuelos había el
rey”.
Con la única excepción de Rajna, quien en nota marginal indicó que el
romance constaba de dos elementos mal combinados,12 existe general
acuerdo en que, pese al cambio de asonancia y el abrupto salto de escenas, el
comienzo es parte indudable y esencial del romance: desde la presentación
inicial, el ciervo “va a ser el verdadero protagonista” del poema (Catalán,
“Lanzarote”, Romancero de la Cuesta del Zarzal).
Con pocas excepciones, se considera que el romance, en su texto impreso
en 1550, ofrece ab initio una versión completa y autosuficiente. Máximo
expositor de esta convicción es Catalán en trabajos que se escalonan desde
1955 a 2006. Desde el primero de ellos, Catalán señala que en el texto viejo,
donde “nada se nos explica y en nada concluye el romance”, lo más valioso
es, precisamente, el “acierto insuperable del final trunco” (“La recolección
romancística en Canarias” 6); o bien, “la falta de hilazón es la gracia del
romance”, y “no es de creer que el romance, en su origen, desarrollase el tema
de una forma más trabada, más explícita o más completa que en la versión
de [1550] . . . el romance fue concebido desde un principio como romancefragmento (inconclusivo), y no como romance-historia” (“Lanzarote y el
ciervo del pie blanco” 92-93). Finalmente, en Romancero de la Cuesta del
Zarzal, Catalán afirma que “para el ‘buen gusto’ poético de los cantores
de romances viejos no era ya perentorio conocer ese ‘todo’ de donde este
‘fragmento’ se hubiera desgajado; habían apeado a la ‘historia’ de su papel
dominante”. Dado que no ha podido esclarecerse el detalle de las conexiones
del romance con el Lai de Tyolet y el Lanceloet holandés, “los lectores del
romance enemigos de las narraciones enigmáticas no hallarán consuelo en
el conocimiento de la crítica comparatista”.
12 Los cuatro primeros versos que contienen la maldición y la metamorfosis “non dovevano
in origine aver che fare con Lancilotto e la caccia del cervo dal piede bianco” (7). En realidad,
también Ménendez Pidal consideraba el texto de 1550 como una contaminación de dos
romances, El Romancero hispánico 1:137.
83
CID
LA CORÓNICA 39.2, 2011
Los molestos testimonios de una versión contrafacta de 1511 (“Digasme
tú, el pensamiento”), que parece evidenciar el conocimiento de versos
que continuaban el romance, y sobre todo, de la tradición oral moderna,
que unánimemente dota al romance de un desenlace, son rápidamente
desechados. Lejos ya de la estética refinada, cortesana, en la que se creó el
poema, la tradición oral impuso la adición de un remate lógico, pero “se
descubre, en la impericia de la solución, que se trata de un simple añadido”;
el desenlace, que desarrolla “un trivial lugar común folclórico”, manifiesta
un “proceso degenerador” y una “deturpación” (Catalán, “La recolección
romancística en Canarias” 3-5). La “impericia” de las versiones modernas,
“poéticamente muy inferiores” a la versión de 1550, aunque no dejen de
ser “interesantes”, es nuevamente destacada quince años después (Catalán,
“Lanzarote y el ciervo del pie blanco” 97).
Sorprende en Catalán esta desvalorización de la tradición oral moderna del
Romancero, cuyo valor narrativo y poético pocos más que él han contribuido
a poner de relieve. Sorprende también la fijeza de sus convicciones desde
1955, año en que se conocían sólo dos versiones tradicionales, hasta 2006,
en que se podían ya manejar más de treinta, y de áreas y subtipos muy
distintos.
No hay duda de que la piedra angular de esas convicciones es la creencia
de que el “romance-fragmento” y el gusto por el “fragmentismo” deben
ser contemplados como una etapa específica y sustantiva en la historia
del Romancero. Tal etapa habría tenido su momento a fines del siglo XV
y principios del XVI, y se habría desarrollado en medios cortesanos, de la
mano de músicos y glosadores, entre oyentes de “buen gusto” – damas y
caballeros de Isabel la Católica, según el ejemplo canónico que siempre es
mencionado. A esa estética del fragmentismo se deberían algunos de los
productos más logrados del Romancero, de los que es dechado singular el
romance de Lanzarote.
Ahora bien, si se tiene en cuenta que Antonio de Nebrija calificaba, por
dos veces, ya en 1492 al poema como “romance antiguo”, y que lo conocía
en variantes diversificadas de distinto asonante (47, 51), o que es objeto
de contrafacta (en 1505 y en 1511), y, finalmente, que varias citas de 1495
84
CAZA Y CASTIGO DE DON JORGE
en adelante presentan sus versos como del dominio público y más que
trillados,13 habrá de concluirse que el romance es anterior a la presunta
moda del fragmentismo. Nos situaríamos, como fecha muy tardía, alrededor
de 1450; es decir, un plazo de dos generaciones antes de Nebrija, el lapso
temporal mínimo que pueda justificar en el gramático el rótulo de “romance
antiguo”. Quiere ello decir que, antes de su inclusión en el Cancionero de
romances, publicado en Amberes por Martín Nucio en 1550, el romance
llevaba rodando en la memoria oral colectiva no menos de un siglo, por lo
que hablar del “autor” de ese texto (Meneghetti 348) sería, en el mejor de los
casos, una simple licencia crítica.
Por otra parte, la justificada admiración que suscitan finales truncos de
romances como El infante Arnaldos (y de los que, dicho sea de paso, no
pueden exhibirse muchos ejemplos) no evita que se suscite más de una duda.
En el caso concreto de El infante Arnaldos sabemos bien que el carácter
de romance trunco del texto viejo es artificioso: la historia continuaba,
como lo evidencian el tipo baladístico al que pertenece y la tradición oral
moderna (en la que esta vez no se condena tan taxativamente la “impericia”
o “deturpación”), al margen de que Martín Nucio ya intentó “completar”
parcialmente el texto de c. 1547 al reeditarlo en 1550. Martín Nucio, si no
fueron sus colaboradores, completó siempre que le fue posible textos que en
la primera edición del Cancionero se habían publicado a partir de versiones
abreviadas o truncas, y que juzgaba defectuosas.14 En muchos otros casos
los finales truncos y otras abreviaciones son obra de glosadores y músicos,
es decir, transmisores “atípicos”, para quienes las versiones completas
suponían un desafío métrico excesivo o una materia prima sobreabundante
e innecesaria para la notación de melodías que se repiten cada pocos versos.
13 Para las contrafacta y las citas antiguas, que fácilmente podrían aumentarse, véase Catalán,
“Lanzarote y el ciervo del pie blanco” (88-91).
14 Así sucede no sólo en El infante Arnaldos sino también en La pérdida de don Beltrán y otros
romances. Creo evidente que la versión amplia del romance de La pérdida de don Beltrán (“En
los campos de Alventosa”), publicada en la segunda edición del Cancionero de romances de
Amberes, es, a pesar de las afirmaciones de Horrent y las dudas de Armistead, la más antigua,
y que la breve (“Por la matanza va el viejo”) es una reducción artificiosa debida a un glosador,
por más que se publique en la primera edición de la compilación de Martín Nucio (Cid, “Los
romances de La muerte de Don Beltrán” 176-79).
85
CID
LA CORÓNICA 39.2, 2011
Otras veces, son los impresores de pliegos sueltos, obligados a cercenar
textos que sencillamente no cabían en cuadernillos de dos o cuatro hojas.
Así, El Marqués de Mantua puede perder 150 versos de sus cerca de 400
al pasar de unos pliegos a otros (Cid, “Recolección moderna y teoría de la
transmisión oral” 289-90 y 310-15).
En suma, imaginar romances concebidos desde el principio y deliberadamente
como “romances-fragmento” es del todo contrario a la poética del Romancero
y de los géneros orales en general. Una cosa es el gusto contemporáneo
de lectores cultos, bien adiestrados en la vena sugerente de lo vagamente
narrativo desde Leconte de Lisle a García Lorca, y otra muy distinta la
transmisión oral del Romancero desde el siglo XV a nuestros días.15
No cabe proyectar la estética contemporánea y modernos gustos sobre los
que regían en las cadenas de transmisores reales de romances o cuentos.
Ningún narrador popular transmitiría un cuento sin desenlace (salvo para
hacer una parodia, precisamente, en el subgénero específico de “cuentos sin
desenlace”); y en el Romancero oral no existen más versiones fragmentarias
que las mal recordadas o parcialmente olvidadas. El cantor de romances
se resiste siempre a comunicar versiones de temas que no recuerda bien, y
especialmente las que no sabe cómo empiezan o terminan. Podrán llegar a la
tradición moderna fragmentos desfuncionalizados, si se usan en contextos
ritualizados como cantos petitorios, de trabajo, oraciones, juegos, etc., pero
tales fragmentos no son ya “verdaderos” romances.16
15 La vigencia de las ideas recibidas sobre los finales truncos y el ya casi mítico “fragmentismo”
en el Romancero viejo puede apreciarse todavía en fechas recientes en presentaciones generales
sobre el género. Valga el ejemplo de Débax, con negación explícita, pero reduccionista amén
de innominatim, de lo expuesto por Cid en “Recolección moderna y teoría de la transmisión
oral”, y, por elevación y acaso sin ser consciente de ello, por Menéndez Pidal 1953. Según
Débax, “Se ha explicado, a veces [¿cuántas?, ¿dónde?], el carácter truncado de los romances
viejos por necesidades de la edición, o por la reducción que provoca la glosa” (“El Romancero”
287-88) . . . Pero el misterio del final abierto . . .”, etc., para a continuación confundir el
“truncamiento” (que nunca se debería a “imperativos técnicos”) con la “apertura” en los
desenlaces, que es cuestión harto diferente.
16 Ello sin perjuicio de que en otras ramas de la balada europea sí existan en la tradición
real casos más o menos abundantes de “fragmentismo”. Así, respecto a determinadas baladas
en lengua vasca, afirmaba H. Gavel: “[C’est] l’une des caracteristiques des chants basques
concernant des faits historiques ou légendaires: au lieu de présenter un récit suivie, comme
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CAZA Y CASTIGO DE DON JORGE
El romance castellano de Lanzarote, en su única versión quinientista conocida,
no representa en modo alguno, a mi juicio, un romance concebido como
fragmento inconclusivo, y transmitido con ese carácter desde mediados del
XV hasta 1550. Nucio, en su afán confesado de acrecentar la primera edición
de su Cancionero, imprimió simplemente la única versión que tuvo a mano,
y resulta indiferente que esa versión proceda de un pliego hoy desconocido
o de una recitación oral. En el primer caso se trataría de un texto abreviado
artificiosamente por un glosador, músico o impresor; en el segundo, de una
versión mal recordada en su final y, posiblemente, también en las escenas
iniciales.
No me parece en absoluto evidente que el final trunco del romance viejo sea
un “acierto insuperable”, salvo que se quiera elevar lo confuso a la categoría
de lo misterioso y lo enigmático. La denostada dueña de Quintañones tiene,
desde luego, difícil encaje y ocasiona más de un quebradero de cabeza a
Catalán y a quienes piensan que el parlamento del ermitaño es, a nativitate,
el único final posible en el romance antiguo.
Para concluir, ¿es el modelo del romance de Lanzarote tan opuesto al
“romance-historia” o “romance-cuento”? Es difícil que exista nada más
cuentístico que un relato que comienza con el enunciado “Un rey tenía tres
hijos . . .”; o que en su trama nuclear presenta a un héroe que acomete una
empresa en la que otros han fracasado. Las versiones de la tradición oral
moderna, todas ellas, concluirán con el desenlace lógico en el que el héroe
consigue su objetivo: matar al ciervo y casarse con la hija del rey. Sin duda
todo ello es “un trivial lugar común folclórico”, pero ese lugar común era ya
ceux que l’on trouve dans les ‘complaintes’ françaises ou les romances narratifs espagnols, le
poète, sachant que les faits étaient connus du public, se contente de prendre les points les
plus pittoresques ou les plus frappants de l’évènement rapporté, par exemple des dialogues
particulièrement vifs ou typiques, etc. Il en résulte évidemment un peu d’obscurité pour celui
qu’ignore le détail des faits historiques ou légendaires, qui servent de basse à la chanson,
mais aussi, en revanche, des effets plus saisissants, plus ramassés et plus dramatiques” (cit.
Cid, “Re-deconstruyendo la balada” 28-29). En efecto, algunas antiguas baladas vascas
representan un caso extremo de “fragmentismo”, lo que supone dificultades interpretativas
poco habituales en el género de la balada europea, según se expone en el último trabajo
mencionado, a propósito de “Atharratze Jauregian”, o cantar de “La palaciana de Tardets”,
pero que igualmente podrían extenderse a textos del siglo XV como los llamados cantares de
“banderizos” y a baladas más recientes (“Urtsua”, “Alostorrea”, “Aldaztorrea”, etc.)
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CID
LA CORÓNICA 39.2, 2011
el desenlace del Lai de Tyolet, y el que hay que presuponer en el Lanceloet
holandés antes de que el refundidor alterara torpemente el final de la
historia para que Lanzarote, después de asumir la empresa y triunfar en ella,
renuncie al premio para no ser infiel a Ginebra.17 La unanimidad al incluir
ese final feliz en las versiones orales modernas, pertenecientes a tres áreas
del Romancero muy diversas y distantes (Canarias, Andalucía, Asturias), y
dos de ellas con subtipos distintos, ¿es explicable sólo como resultado de
un proceso tardío degenerativo? No lo creo así. La tradición oral moderna,
igual que mantiene con fidelidad el motivo de la metamorfosis animal por
una maldición paterna, mantiene también un desenlace folclórico, pero
de no menor abolengo medieval.18 Tal vez no se gane nada al sustituir lo
enigmático y el aura de lo misterioso por una lógica más o menos previsible
y pedestre, aunque los versos conservados siguen siendo certeros y muchas
veces hasta espléndidos tanto en el texto viejo como en varias de las
versiones modernas. En cualquier caso, incluso en el estudio del Romancero,
reconstruir e interpretar no es “pintar como querer”.
Volviendo a Caza y castigo de Don Jorge, es fácil advertir que no se trata de
un romance trunco, sino –esta vez sí– fragmentario, en la medida en que una
síntesis excesiva y la reducción a dos únicas escenas privan al oyente, y al
transmisor, de elementos de una “historia” que hemos de suponer era más rica.
Es muy posible que ese fragmentismo no sea ajeno a que la primera versión
recogida sea también la última y única, corroborando que en la tradición
oral los “romances-fragmento”, o los que tienden a serlo, no sobreviven a
largo plazo y están abocados al olvido. Por contraste, el de Lanzarote y el
ciervo de pie blanco, con su “trivial” desenlace folclórico, ha alcanzado los
17 Lo folclórico, por otra parte, no está confinado al desenlace de ambas versiones medievales
y afecta a otros episodios centrales, como ya expuso el primer editor del Lai de Tyolet, Gaston
Paris (“Lais inédits” 41). En fechas recientes, véase Van der Schaaf, “The Lai de Tyolet and
Lancelot and the Whitefooted Stag”. En cuanto al desenlace del Lanceloet holandés, la opinión
de Paris sobre el “gauche dénouement” (Romans en vers 114) no es invalidada por Pallemans
(358-59).
18 Entwistle es el único estudioso que en fecha antigua sostiene, en términos muy generales,
que el romance debía continuar más allá de su conclusión en el texto de 1550. Modernamente
sólo Suárez López defiende con entera sensatez que la tradición oral moderna no deriva
directamente de la versión del Cancionero de romances de Amberes y que en el prototipo
existía un desenlace, fatal o feliz, de la quête (172-73).
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CAZA Y CASTIGO DE DON JORGE
umbrales del siglo XXI, y, aunque sea un romance “raro”, sobrevivió en tipos
y áreas distintas hasta nuestros días; y en una de esas áreas, la isla de La
Gomera, en calidad de “uno de los más populares” (Trapero 114).
Apéndice
Inventario cronológico de versiones de la tradición oral moderna del
romance Lanzarote y el ciervo de pie blanco:
1: ALMERÍA, s. l., recogido por el “presbítero Sr. Sáez” en 1914 (AMP).
2: CHIMICHE, Tenerife, rec. por María Jesús López de Vergara el 18 de
diciembre de 1954 (Morales y López de Vergara 43; Catalán et al. 116).
3: CAMINO PERERA, Tenerife, rec. por María Jesús López de Vergara en 1956
(Catalán et al. 116-17).
4: ICOD EL ALTO, Tenerife, rec. por María Jesús López de Vergara en 1957
(Catalán et al. 115-16).
Estas versiones fueron las tenidas en cuenta en el estudio de Catalán
“Lanzarote y el ciervo del pie blanco” incluido en Por campos del Romancero
(82-100). Posteriormente se han recogido los siguientes nuevos textos:
5: BEAS DE SEGURA, Jaén, rec. por Ramón Pons y Francisco Romero en
Segorbe, abril de 1974 (Archivo del Romancero).
6-7: LA PALMITA, TACO, La Gomera, col. Benigno León Felipe, 1982-1983
(copia en AMP).
8-28: LOS ACEVIÑOS (8 versiones); EL CEDRO (2); EL CERCADO (3); LA
LAJA; LA PALMITA; LAS ROSAS (3); TAMARGADA; TAZO; VALLE
GRAN REY; La Gomera, col. Maximiano Trapero, 1983-1984 (Trapero,
Romancero de la Isla de La Gomera 97-114).
29: ARRECIFE, Lanzarote, pero la recitadora era oriunda de La Gomera (Godoy
Pérez 251-52; reed. Trapero, Romancero general de Lanzarote 66-67).
30: EL ARGUMOSÍN, Asturias, rec. Jesús Suárez López el 23 de junio de 1992
(Suárez López, “Una versión asturiana” 164; Nueva colección de romances
113-14).
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LA CORÓNICA 39.2, 2011
Considero como textos de autenticidad muy dudosa dos íncipit musicales:
A: Fragmento de PUENTE DE ÓRBIGO, León, rec. Julio Puyol Alonso (Pedrell
43-44 y 71).
B: Fragmento de QUEICEDO, Burgos, rec. y publicado por Antonio José (147,
núm. 133).
Son evidentes falsificaciones:
C: ARRABAL DE PORTILLO (o TUDELA DE DUERO), Valladolid (Lorenzo
Vélez 5).
D-E: CAMBRONCINO y EL CEREZAL, Cáceres, la primera “recogida en
fecha indeterminada”, y la segunda “el 21 de marzo de 1998”, comunicadas
por Antonio Lorenzo Vélez (copia en AMP). Sorprendentemente, Jacques
Teersteg (“De verteller mag op verhaal komen” 122), da crédito a la torpe
mixtificación del texto C, debido a una transmisora “atípica” en grado
sumo (Julia Sanz Vaca), de quien conocemos versiones sui generis de otros
romances. En este caso, es el ciervo quien mata a Lanzarote y, de acuerdo
con su grotesco desenlace: “El ciervo se tornó en hombre / y a su padre
retornaba; // cabeza de Lanzarote / en sus manos la llevaba”.
En su version final este trabajo se ha beneficiado, y muy considerablemente, de las
observaciones formuladas por los anónimos (para el autor) lectores a quienes La corónica
encomendó su evaluación. Para ellos, y muy especialmente, para la Editora de la Revista,
deseo dejar testimonio de gratitud por la la atenta lectura, y por la generosidad y tiempo
dedicados.
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