Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo del Escorial

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Monasterio de San Lorenzo del Escorial
Biblioteca
Posee una colección de libros de incalculable valor. La organizó Benito Arias Montano, ayudado por el Padre
José de Sigüenza hacia 1577.
Está instalada en una gran nave de 54x9 m. de superficie y 10 m. de altura; el pavimento es de mármol gris.En
todo su alrededor están instaladas las estanterías de maderas finas (caoba, nogal, ébano) que fueron diseñadas
por Juan de Herrera y talladas por Giussep Flecha y Gamboa. Entre muchos libros destacan algunos de
enorme interés, como:
Las Cantigas de Santa María, de Alfonso X el Sabio, obras autógrafas de Santa Teresa de Jesús, códices
mozárabes, el Códice Aureo (escrito con letras de oro) y una gran cantidad de manuscritos persas y árabes.
Cuatro retratos a tamaño natural adornan la biblioteca, representan a Carlos V, Felipe II, Felipe III y Carlos I;
los tres primeros, obra de Pantoja de la Cruz y el cuarto de Juan Carreño. También están los retratos de José
de Sigüenza, Arias Montano y Pérez Bayer.
Queda dicho que una de las claves que justifican la construcción del Escorial es la creación de un centro de
investigación y estudio orientado a la defensa de la religión católica. Y también en este apartado el empeño de
Felipe II es fundamental, aportando en 1565 más de 4.000 volúmenes de su propia biblioteca y
enriqueciéndola con las incesantes compras de ejemplares preciosos que los embajadores y colaboradores
reales van consiguiendo fuera de España y por los valiosisimos fondos ingresados procedentes de
monasterios, bibliotecas de notables personajes y de la propia Cámara Regia de los Reyes de Castilla. La
aportación de los siglos siguientes es desigual, registrándose pérdidas notables por incendios y otras
desdichas.
A pesar de ello los fondos que hoy se conservan tienen un valor incalculable: más de 40.000 impresos,
manuscritos, códices iluminados, incunables... Entre las series más valiosas destacan las Biblias, beatos
devocionarios cristianos, los códices griegos traídos de Italia y los manuscritos árabe) que no quemó Cisneros.
Sin embargo todos estos datos abrumadores quedan relegados por la primera sensación que embarga al
visitante que tras subir la empinada escalera traspasa por primera vez la puerta que da acceso a la sala
principal de la biblioteca. Es un espléndido salón de 54 m. por 9 de ancho y 10 de alto cuyas paredes y
bóvedas están pintadas al fresco con alegorías de fuerte expresividad y colorido.
La parte superior de la biblioteca es una bóveda de cañón pintada al fresco por Peregrín Tibaldi según dibujos
del Padre Sigüenza. En las siete divisiones de la bóveda se representan las siete artes liberales en forma de
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matronas: Gramática, Retórica, Dialéctica, Aritmética, Música, Geometría y Astronomía; entre la cornisa de la
pared y el remate de la librería están pintadas otras 14 historias con escenas relacionadas con cada una de las
artes. Los dos testeros principales que limitan el salón fueron decorados, con alegorías de las dos ciencias
principales: la Teología y la Filosofía, con sus correspondientes historias ideológicamente seleccionadas: el
Concilio de Nicea en el que el emperador Constantino arroja al fuego varios escritos herejes y la Escuela de
Atenas, respectivamente; ambas alegorías no están caprichosamente colocadas, pues la correspondiente a la
Teología se sitúa sobre la puerta que conduce al convento y la de la Filosofía sobre la que orienta al colegio.
La decoración del salón fue realizada por maestros italianos encabezados por Pelegrino Tibaldi (sobre asuntos
simbólicos ideados por el Padre Sigüenza) y puede darse por concluida en los últimos años del siglo XVI. Las
librerías, de estilo toscano, corresponden a diseños de Juan de Herrera realizadas por artistas italianos y
españoles en maderas nobles, en ellas se colocaron los libros de pie, por vez primera, pero con los cantos
dorados hacia fuera y grabados en ellos los títulos de las obras, con lo que se consigue un cálido brillo dorado
apaciguador de los fuertes colores de las bóvedas.
En los testeros y entre las ventanas y balcones hay varios cuadros de estudiosos insignes de este centro: fray
José de Sigüenza, Arias Montano,... y de reyes de la dinastía de los Austrias: el emperador Carlos V, Felipe II
anciano y Felipe III obras del pintor madrileño Juan Pantoja de la Cruz (el primer cuadro es copia fidelisima
del original perdido de Tiziano y el segundo es quizá el mejor retrato del pintor); completa la serie real el
retrato de Carlos II obra del retratista de su corte Juan Carreño de Miranda.
Piezas destacadas de los fondos de la Biblioteca son: los manuscritos de San Agustín (siglo V), una versión
del Itinerario del emperador Antonino (VIII), los libros de sentencias de San Isidoro que pertenecieron a
Alfonso II el Casto (reinante en los años que enlazan los siglos VIII y IX), un Apocalipsis del siglo IX, dos
valiosisimos códices mozárabes conciliares de escuela castellana: el Albeldense (una de las joyas del
Monasterio) y el Emilianense obras ambas del siglo X de gran fuerza expresiva y originalidad, el códice
Aureo (obra procedente del monasterio alemán de Reichenau, fechado en 1047 que contiene los Evangelios
escritos en letras de oro), un Comentario al Apocalipsis de San Juan del Beato de Liébana, las obras de
Alfonso el Sabio (Cantigas de Santa María, Libro de los Juegos, el Lapidario), tres grandes obras del siglo
XIV: la novela militar Le jouvencel, la Crónica Troyana y el Ordenamiento de Alcalá; al siglo XV pertenecen
el Códice Virgiliano (ejemplo magnifico de la miniatura italiana renacentista fechado en 1407), la
Cosmografía de Ptolomeo y el más antiguo incunable de la Biblioteca (1475); a los siglos XV y XVI
pertenecen una preciosa colección de Libros de Horas de arte fiamenco y francés, y, finalmente del XVI
puede destacarse el Libro de Dibujos de Francisco de Holanda, que reproduce monumentos y otras
antigüedades de Roma e Italia.
Mención aparte merece la magnifica colección de manuscritos persas y árabes entre los que destaca un Corán
procedente del rey de Berbería Muiey Zidán, el conjunto de códices bizantinos, o joyas tan curiosas como La
Imitación de Cristo en lengua mejicana, la Heráldica general y el origen de la Nobleza, las miniaturas
castellanas... En el terreno de lo evocador, destacan los escritos de Santa Teresa (entre ellos el Camino de
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Perfección de su puño y letra), así como misales y breviarios de
los Reyes Católicos, Carlos V, Felipe II...
Parte de estas obras y algunas otras no citadas se muestran en las vitrinas situadas en el centro de la sala sobre
mesas de mármol gris de la época de Felipe II y sobre veladores de pórfido del tiempo de Felipe IV;
completan la distribución central una esfera armilar de grandes proporciones construida en Florencia en 1582.
Los fondos que se exponen en las vitrinas tienen una cierta continuidad aunque a veces hay algunos cambios
de obras, colocación o, lo que es más frecuente, páginas expuestas. Muy brevemente citamos las obras que
hoy (1986) pueden verse. En la primera vitrina los fondos más antiguos: San Agustín, Beato, Juegos,
Horóscopos, Cantigas, así como los Dibujos de monumentos romanos; en la segunda los escritos y recuerdos
de Santa Teresa; en la tercera tres libros griegos (con la preparación de un campamento) y un precioso libro de
rezos; en la cuarta el códice Aureo, los tratados de Heráldica y de la Guerra, la Cosmografía y los dos códices
mozárabes; en la quinta obras del siglo XV; en la sexta obras árabes y en la séptima libros de rezos de Reyes.
La actual salida de la Biblioteca corresponde a su portada principal construida de maderas finas, artística y
hermosamente ensambladas; la puerta está flanqueada por dos pedestales con sus correspondientes columnas
en espiral que sostienen la cornisa con un frontón abierto donde se encaja una fingida lápida negra en la que,
con tipos dorados, se amenaza de excomunión a quien sacare libros o cualquier otro objeto de la Biblioteca.
La sección de la Biblioteca correspondiente a manuscritos, libros prohibidos y duplicados, estuvo largo
tiempo en la sala situada sobre la principal pero por temor a los incendios que asolaban frecuentemente las
cubiertas se bajaron los fondos documentales y las estanterías a una espaciosa sala contigua a la principal que
guarda riquezas bibliográficas de valor incalculable. El acceso a esta sala está limitado a investigadores.
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