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C4
Clasificados / Visión Urbana
Domingo 14 de abril de 2013
Barquisimeto es un largo haikú
De la historia
del coronel
C
uando Jason Maldonado, corrector literario de Ficción Breve
Libros, avanzaba en la lectura
del libro Largo haikú para un viaje, el
asombro lo llevaba de manera inevitable
de la página al teléfono y, acto seguido,
llamaba a su autora con la urgencia de
la duda: “Susy, ¿y esto de verdad pasó?”,
ante lo cual conseguía respuesta inevitable: “Sí, sí sucedió”.
Lo cuenta, tomando un té recién servido,
Susy Calcina Nagai, instalada en un sillón de la librería El Clip de Barquisimeto,
cedido a la lectura, donde horas después,
ante la escucha atenta de sus lectores, y
como parte del ritual de presentación del
libro en la ciudad, volvería sobre las páginas de un texto cuyo nombre se debate
entre la novela y las memorias; entre la
tensión de lo real y lo ficcional. Entre la
larga historia y la resumida intensidad de
un haikú (poema japonés de diecisiete
sílabas, distribuidas en tres versos).
Hayden White, en su Metahistoria (la
imaginación histórica en la Europa del
siglo XX), al dirimir el conflicto de la “verdad” histórica y la “verdad” ficcional, establece que del lado del historiador se le
señala de explicar el pasado “hallando”,
“identificando” o “revelando” los “relatos”
que yacen ocultos en las crónicas “y que
la diferencia entre historia y ficción reside en el hecho de que el historiador halla
sus relatos, mientras el escritor de ficción
inventa los suyos. Esta concepción de la
tarea del historiador, sin embargo, oculta
la medida en que la invención también
desempeña un papel en las operaciones
del historiador”.
La autora, en la “antesala” del libro, introduce una voz protagonista. La voz de
voces:
El primer error que cometí fue dejar de
llamarme Jaruko. Cuando la gente se
enamora es capaz de perder hasta el
nombre, ese fue mi caso. Las personas
se casan llevándose consigo dos equipajes: el primero consta de los enseres
y pertenencias; el segundo, contiene el
modo de ser y pensar… la tradición, las
costumbres, los hábitos y sus gustos. En
total son cuatro equipajes que deben
ajustarse en un solo espacio que se llama matrimonio.
Para ordenar los dos primeros, basta
con un poco de creatividad e ingenio; en
cambio para los dos restantes, el proceso es más complejo y requiere de tiempo
y paciencia, puede tomar toda una vida
y sin embargo no ordenarse nunca.
Sé que me queda poco tiempo y por ello
quiero darte lo que hasta ahora escri-
Susy Calcina Nagai, autora de Largo haiku para un viaje
bí. Aunque no tiene título, me gustaría
que le dieran uno que tuviera algo que
ver con los haikús. Qué ¿qué es esto?
Mi historia y la de tu padre, lo bueno
y lo malo que hicimos; cómo empezamos a juntar nuestros equipajes para
terminar en esta tierra que nos adoptó
con los brazos abiertos… tus abuelos;
la guerra absurda y sus lamentables
muertes. Tú sabrás cómo terminarla, la
vida me permitió llegar hasta el “epitafio
de su historia”. Te darás cuenta, sé que
puedes.
Estos párrafos iniciales constituyen el
punto de partida de una historia fascinante, donde la ficción pide permiso para
lograr acomodo en las páginas marcadas
por esa verdad llamada vida. ¿Historia o
ficción? Memoria escrita a cuatro manos.
Las dos primeras; la madre. Las dos segundas; la hija menor. La historia (en la
ficción), de Anna y Antonio. Ella, japonesa. El, italiano. En la vida real, Lucía
y Giovanni. Ella, japonesa. El, italiano.
Pero ni Anna ni Lucía, sólo Jaruko en la
ficción del relato, nombre cambiado por
fuerza de la nueva cultura que asumió
cuando dejó atrás su pasado y aceptó
compartir casa, sueños y futuro con el
joven marino italiano, miembro de la
fuerza naval de su país, quien llega en
el año 1939 a una China ocupada por
Japón, Alemania e Italia y allí conoce a
esta joven “de belleza suave y serena”,
quien renuncia a todo por emprender
destino con quien tendría cinco hijas
deudoras de tres mundos: Japón, Italia y
Barquisimeto. Dígase, Barquisimeto, no
Venezuela, porque será la capital del estado Lara el destino final de quienes fueron impulsados por la guerra y la necesidad de forjar nuevos caminos. Ahora sus
historias se leen en la cotidianidad de la
ciudad como quien repasa las vivencias
de dos buenos vecinos ya fallecidos.
Ventana al Oriente
Lucía Nagai de Calcina y Giovanni Calcina son ficción en la lectura de cualquier
lector ausente. En Barquisimeto, dos
nombres de ganado cariño y aprecio. El,
empresario. Ella, luego de adaptarse a la
realidad barquisimetana y descubrir un
mundo más allá de su hogar, toda una
revelación para la sociedad de la época:
doctora en Derecho y Humanidades por
la Universidad de Pekín, responsable de
la cátedra de Arte de la Unexpo, artista
de presencia infaltable en el escenario
cultural.
Pedro J. Lozada, quien ejerció la jefatura de Redacción del diario EL IMPULSO,
anuncia el viernes 18 de mayo de 1973,
la presencia de las letras de Lucía de Calcina, a través de la columna Ventana al
Oriente, episodio también narrado en
Largo haikú para un viaje.
“… nos acercará a un mundo dilatado
en historia y experiencias humanas”, escribió Lozada para generar el inevitable
entusiasmo ante las letras de quien inaugura su primera columna con el título, La
ciudad sagrada y el río real, además de
fotos de Pekín. En estas primeras líneas
invita al lector a ver “juntos un mundo
distinto al nuestro. Una ventana en dirección al sol naciente la abriremos poco
a poco y miraremos con cautela escudriñando los senderos antiquísimos de la
China, las eternas nieves del Himalaya y,
por qué no, la belleza y la dulzura de la
mujer japonesa”.
Estas crónicas fueron luego reunidas por
la Dirección de Educación de la Gobernación del estado Lara y editadas en un
libro cuya circulación tuvo lugar en julio
del año 1978.
De esta forma, de madre a hija habrá un
vínculo inevitable: el de la palabra escrita y la vida contada. Fueron 700 páginas escritas a mano y luego convertidas
en este largo haikú, “o gran historia de
amor”, en la voz de Susy Calcina Nagai, quien más allá de lo real concede
a los personajes la voluntad de estar en
la imaginación, “buscando salir en cualquier momento” para desembocar en
este relato, ajeno a los cuentos de hadas
pero cierto en la vida.
-¿Hasta qué punto lo real es capaz de
superar a la ficción?
-En este caso la historia es tan real que
termina en el territorio de lo ficcional.
Me documenté mucho y recordaba cada
palabra o gesto de mis padres almacenados en la memoria. Me interesaba
saber qué estaba pasando en China en
ese momento. ¿Por qué mi madre, si era
japonesa, vivía en China? ¿Por qué mi
padre, italiano, también estaba en ese
país? Para armar el piso histórico no
cabe la imaginación.
Además, ocurría un hecho curioso: cada
vez que alguien escuchaba la historia
de los Calcina Nagai, se entusiasmaba
y ese detalle la estimuló. Llegado el momento, la menor de las hermanas decide
apurar la escritura, en el día a día de largos cinco años.
-¿Por qué en lugar de nombrar los
escenarios reales como China, Italia
o Barquisimeto no optó por generar
espacios imaginarios para los personajes?
-Quise hacer un tributo a Barquisimeto
porque ellos amaron mucho a la ciudad. Ella fue una mujer colaboradora
con las obras sociales y vinculada a la
intelectualidad de la ciudad. Mi padre,
un empresario muy apreciado, a quien
la ciudad y Venezuela le dieron todo. De
hecho, una sola vez regresó a Siracusa y
luego no volvió. Amaba hasta el clima.
Cuando iba a Caracas a visitarnos (las
cinco hijas se marcharon a la capital a
cursar sus estudios universitarios) en la
noche ya expresaba su nostalgia y deseo
por volver.
-¿Su madre dejó algo escrito?
-Sólo la recopilación en un libro de sus
escritos Ventana al Oriente, publicados
por el diario EL IMPULSO. También era
poeta.
Lucía de Calcina escribió su columna Ventana
al Oriente en EL IMPULSO pero también publicó
poemas
El italiano que hablaba
mandarín
Escritura a mano. De lápiz y papel. Fueron 800 páginas manuscritas, luego depuradas.
Le gusta escribir en la mañana, “porque
estoy más iluminada”, sin embargo, antes de estos cinco años, marcada por la
urgencia de poner en limpio la vida de
sus padres (y la suya propia), el papel
era sólo un invitado ocasional. “Nada
había escrito con anterioridad”.
En este proceso la ayudó una memoria
prodigiosa que de Italia a Barquisimeto
está llena de anécdotas como el hecho
de usar el mandarín como idioma de
la casa.
“Mi papá era un italiano que hablaba
mandarín”. Al tener a China como país
de residencia original, era lógico que las
culturas de ambos (italiana y japonesa)
se encontraran en ese idioma. Luego,
al establecerse en Barquisimeto (año
1952), el español les abre las puertas
del nuevo país.
Con la voz de la hija
Defiende el espacio ficcional de su escritura: “Si bien es la historia de mis padres,
lo cuento con la voz de la hija”. Susy, la
quinta de cinco hermanas (Santina, María, Rocina, y Luisa), quienes habitaron
un hogar mestizo en su esencia cultural y
de personalidades. La madre, de carácter
fuerte, para quien el amor se expresaba
en una buena educación. El padre, cariñoso y protector. A ambos les rinde tributo con su Largo haikú para un viaje.
“Este libro me ha dado muchos amigos.
Ha sido profeta en su tierra. Los larenses son personas agradecidas; muy de
ellos”.
Pero además de profeta en su tierra, lo
será en otros: Algón editores presentará
su obra en España como “novedad de
verano” y desde ya alista el entusiasmo
para contar a otros esta historia tan suya,
tan de sus padres, quienes, en la China
de 1939, jamás imaginaron que al atreverse a desafiar su propio destino pasarían a vivir en la eternidad de la ficción.
Violeta Villar Liste
Foto: Daniel Arrieta
Foto: Archivo diario EL IMPULSO
La vida es una búsqueda
Susy Calcina Nagai se graduó en el año 1975 de Administración de Empresas en la Universidad Santa María en
Caracas. Hasta el año 1986 ocupó el cargo de asesora
en la Contraloría General de la República.
Luego, “porque la vida es una búsqueda”, estudia en la
Escuela Arte y Fuego y en el Instituto de Artes Federico
Brandt.
Foto: Archivo diario EL IMPULSO
De su madre y de su padre tiene una
inmensa herencia oral. Prolongadas conversaciones de las cuales fue tomando
capítulos determinantes para alimentar
los gruesos capítulos de su libro. “Ellos
hablaban mucho de temas políticos internacionales. De la guerra y del comunismo en China, pero mi madre era muy
respetuosa de las posturas de cada país.
De hecho, cuando llega a Venezuela, la
revista Life intenta entrevistarla como
ejemplo de quien salía de un país bajo
ese régimen”.
Ella se negó: “Soy japonesa y ese es un
problema de los chinos”, razonó, con lo
cual no dio margen a otras preguntas.
También cursó la carrera de Filosofía en la Universidad
Simón Bolívar, si bien no la concluyó, se “casó” intelectualmente con dos autores: Aristóteles y Nietzsche.
Largo haikú para un viaje es su primera novela, editada
por FB Libros con el apoyo de la Asociación Regional
Siciliana, seccional Caracas.
La protagonista de Largo haikú
para un viaje (ya fallecida) tiene
una historia barquisimetana
Reproducciòn:Archivo EL IMPULSO
Susy Calcina Nagai,
de raíces japonesas
e italianas, pero de
vivencia larense, cuenta
en su libro, Largo
haikú para un viaje,
la asombrosa historia
de amor de sus padres
quienes desembarcan en
nuestras tierras
Otra inquietud acompaña a Susy
Calcina: escribir la historia de
su abuelo materno, quien, en su
novela, es el coronel Akio Nakayama, “un hombre de fuerte personalidad, de carácter severo,
apegado a las tradiciones orientales y con un marcado nacionalismo. Irrestricto en lo concerniente
a la grandeza de su patria y convencido de que el poder militar
era la única vía para consolidar
el Imperio Nipón”.
Esta investigación es larga por la
densidad de la carga histórica y
los sentimientos inevitables de
su relato personal, pero está dispuesto a transitar el camino de
esta nueva escritura sin prisas ni
urgencias.
La columna Ventana al Oriente se publicó
por primera vez en el diario EL IMPULSO
el 18 de mayo de 1973
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