Hipertexto

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Hipertexto
La convergencia de la teoría crítica
contemporánea y la tecnología
.,.
Hipermedia
George P. Landow
1. P. Quéau. Lo virtual
Hipertexto
2. G. P. Landow, Hipertexto
La convergencia de la teoría crítica
contemporánea y la tecnología
~ Ediciones Paidós
Barcelona-Buellos Aires-México
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Título original: HiperText. The convergence afcontemporary crirÍcal rhe­
01) and techllology
Publicado en inglés por The Johns Hopkins University Press
Traducción de Patrick Ducher
Cubierta de Mario Eskenazi
Para Shoshana, Serena y Moali
1. a edición, J995
© 1992 by TheJohns Hopkins University Press, Baltimore y Londre~
© de todas las ediciones en castellano
Ediciones Paidós Ibérica, S.A.,
Mariano Cubí, 92 - 08021 Barcelona
y Editoríal Paidós, SAICr,
Defensa, 599 - Buenos Aires
ISBN: 84-493-0186-6 Depósito legal: B. 40.274·1995 Impreso en Grafiques 92, S.A" Torrassa, 108 - Sant Adrül de Besós (Barcelona) Impreso en España - Primed in Spain
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94
HIPERTEXTO
vilegiadas. encarna el enfoque filosófico que preconiza Rorty. Las
experiencias básicas de texto, de información y de control, que
desplazan los límites del poder del autor hacia el lector, elaboran
estos modelos sumamente posmodernos y antijerárquicos de in­
formación, texto, filosofía y sociedad.
3.
Reconfigurar al autor
Erosión de la personalidad
El hipertexto, como la teoría crítica contemporánea, reconfigu­
ra -reescribe- al autor de varias maneras evidentes. Primero, la
figura del escritor en hipertexto se acerca a la del lector, aunque no
se funda completamente con ella; las funciones del escritor y del
lector se entrelazan más estrechamente que en cualquier otro mo­
mento. Esta transformación y casí fusión de los papeles es el último
paso de la convergencia entre dos actividades antes muy díferencia­
das. Aunque hoy en día se presuma que todos los que saben leer
también saben escribir, no siempre ha sido el caso, y los historiado·
res
la lectura señalan que durante varios milenios mucha gente
que sabía leer no podía siqwera escribir su nombre. Hoy en día,
cuando consideramos la lectura y la escritura, seguramente las con­
cebimos como procesos en serie o procedimientos realizados de
forma intermitente por una misma persona: primero se lee, luego se
escribe y se vuelve a leer. El hipertexto, que crea un lector activo y
hasta entrometido, contribuye a la consumación de esta convergenentre ambas actividades; pero, al hacerlo, invade las prerrogati­
vas del escritor, qwtándole algunas para otorgárselas al lector.
Una señal dara de esta transferencia de competencias se ma­
nifiesta en las posibilidades. para el usuario, de escoger su propÍo
camino por el meta texto, de anotar textos escritos por otros y de
crear nexos entre documentos propios o ajenos. El hipertexto no
permite que se modifique un texto producido por un tercero aun­
.. :~
'1',
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96
HIPERTEXTO
que reduce la distancia fenomenológica que, en los universos
la imprenta y del manuscrito,
los documentos individuaEl hipertexto, al reducir la autonomía del texto, también re­
duce la del autor. Como dice Míchae1 Heim: «A medida que dis­
minuye el rango de autoridad del texto, también disminuye el
reconodmiento de la personalidad inclivídual del escritor creatí­
vo».) Reconozco que gran parte de esta supuesta autonomía
iluso ría y sólo existía por la dificultad que tenían los lectores para
percibir las conexiones entre los documentos. Evidentemente, el
hipertexto -que aquí consídero como la convergencia entre las
concepciones posestructuralístas de la textualidad y su encarna­
ción electrónica- elimína dertos aspectos de la autoridad y au­
tonomía del texto, y, al hacerlo, también elabora una nueva con­
cepción de la figura y función del autor.
William R. Paulson, que
la literatura ti la luz de la te­
oría de la información, llega a una conclusión muy parecida cuan­
do afírma que «atribuir al texto una autonomía artificial e imper­
fecta no elimina el papel del autor aunque sí impide la sumisión
del lector y el crítico a cualquier tipo de autoridad. Esta concep­
ni a la maestría dd autor de un objeto de co­
ción no deja
munÍcación ni a la autoridad de una coherencia textual tan com­
pleta que la tarea (infinÍta) de] lector se reduciría a recibir un
significado rico y de varías niveles>;.. Empezando d~sde la
ción de la teoría de la información, Paulson descubre que en la
«comunicación literaria», como en cualquier comunicación,
«existe un elemento irreducible de ruido», y, por lo tanto, la tarea
del lector no termina con la recepción ya que ésta resulta intrín­
secamente falseada. Lo que la literatura le pide al lector no eS una
mera recepción, sino una construcción activa, índependíeme y
autónoma del signífícado».2 A falta
algún motivo para deste­
rrar al autor del texto, Paulson acaba asignándole al lector unas
competencias que hasta entonces enm prermgatíva del escritor.
Por otra parte, el rupertexro y la teoría contemporánea tienen
una segunda manera de concebir una nueva noción de autor. Como
veremos al examinar el concepto de escritura cooperativa, ambos
coinciden en configurar como un texto al autor de un texto. Como 10
explica Barthes en su famosa exposición de la idea, «este "yo" que se
acerca al texto ya es en sí una pluralidad de infmítos textos o
gas» (Sil, 10). Lo que quiere deór Barthes, y que debería resultar
RECONFIGURAI:t AL .-\.ur0R
97
miliar y nada sorprendente a clialquicra a quien la
de Joyce
elaborar a Gerty McDowellle haya parecido fuera los textos de su
clase y cultura, parece mucho más claro y evidente a la
la in,
tertextualidad. En este caso, como en otros que ya hemos
la te­
oría contemporánea propone y el hipertexto dispone; o, para ser me­
nos teológicamente aforístico, el hipertexto encarna muchas de las
ideas y actitudes propuestas por Barthe~. Derrida, Foucault y otros.
Una de estas ídeas más importantes tiene que ver c(m el trata'
miento
la personalidad del b:,10r y del escritor no sólo como un
texto (impreso) sino como un hipertexto. Para estos pensadores, la
personalidad asume la f01"ma de una red descentrada (sjn ce.mro) de
códígos que, en otro nivel, también sirve de
en otra red
centro. Jean-Fran<;oís Lyotard, por ejemplo, rechílz'llos paradigmas
decÍmonónicos y románticos de personalidad insular por un mode­
lo de personalidad como nodo en una red de información. Con la
imperturbabilidad
rigor afirma: «Puede que la personalidad no
sea gran cosa, pero tampoco es una isla; existe en un entramado de
relaciones que ahora se ha
más complejo}' móvil que nunca.
Viejo o joven, hombre o mujer. rico o pobre, la personalidad
pre se encuentra en un "punto nodal" de determinados circuito:> de
comunicación, por muy pequeño~
sean. O incluso mejor: uno
siempre se encuentra en un puesto por
pasan varios tipos de
mensaje».'
analogía de Lyotard resulta aún más consistente si te­
nemos en cuenta que por «puesto>>- se refiere con loda probabilidad
a la moderna oficina de correo * europea, que es un centro de co­
municaciones dotado
teléfonos y otros dispo:>ítivos en red.
Algunos teóricos encuentran indigna y depresiva la idea de
formar parte de una red, sobre todo porque las concepciones
contemporáneas de textualidad restan importancia a la autono­
mía a favor de la participación. Antes de sucumbir a la depresión
poshumanista, convendrí¡¡ situar las declaraciones de Foucauh en
el contexto de las recientes díscusiones sobre inteligencia artifi­
4 Según HeÍnz Pagels, unas máquínas capaces de realizar
complejos procesos intelectuales «pondrán fin a gran parte de la
controversia acerca del problema cuerpo-mente, ya que resultará
muy difícil no atribuir a las máquinas una rnente consciente sin
negársel¡) también a unos seres más humanos. Poco él poco, b
*.
Jl1ego de
entre pON: puesto y pOJ! o/fieL': ofión,¡ de toneo. T.
-
98
HIPERTEXTO
nOClOn popular considerará que la conciencia simplemente es
"ocurre" cuando... se ensamblan correctamente unos
aquello
componentes electrónicos».) Las ideas de Pagels sobre una even­
tual solución electrónica al problema cuerpo-mente recuerdan la
discusión de Foucault
«la singular relación que se establece
un texto parece
entre un autor y un texto [como] la forma en
seiialar a esa figura que se encuentra fuera
él y lo precede»
(Author, 115). Este punto de vista deja bien claro que la literatu­
ra genera precisamente esa apariencia de personalidad y que du­
rante mucho tiempo hemos «sacado» una personalidad a partir
de los textos, como prueba de que. existe una personalidad unifi­
cada «detrás» o «dentro» de los textos o incluso «implícita».
problema para quien anhela conservar las antiguas nocio­
nes
autoridad y
función del autor reside en el hecho
que
unos cambios radicales en la textualidad producen cambíos radi­
en la figura de autor
se deriva de esa textualidad. La
ta
autonomía y de centro textuales repercuten inmediatamen­
te en las concepciones
autor. Así mismo, también dispersa al
autor la ausencia de límites de esta nueva textualidad. Foucault se
refiere a este aspecto de]a cuestión cuando plantea lo que, en otro
contexto, podría ser un típico problema de enseñanza superior
sobre la metodología de la erudición:
por eíemplo, si quisiéramos publicar obras completas de
che, ¿dónde pondríamos el límite? Evidentemente, todo debe pu­
blicarse, pero ¿podemos ponernos de acuerdo sobre lo que sígnifí.
ca «todo»? Por supuesto, incluye todo lo que el mismo Nietzsche
además de los borradores de SLlS obras, sus esquemas para
sus notlls marginales y sus correcciones. Y si, en una li·
breta llena de aforismos, encontramos una referencia, una nota de
una citíi, ill1t1 dirección o una cuenta de lavandería, ¿eso también
debe incluirse en sus obras? ¿Y por qué no? ... Si algunos han prefe­
obviar la individualidad del escritor o su categoría como autor
para concentrarse en una obra, ello significa que también han deja·
do de
la naturaleza igualmente problemática de la palabra
la unidad que designa (118-119).
En el contexto de la discusión de FOllcault sobre «la desapa­
ricíón del autor» (119), la ilimitable plenitud de la obra de Nietzs­
che demuestra que hay más
una forma de matar al autor. Lo
RECONFIGURAR. AL AUTOR
99
que entendemos por autor, incluida la idea de autoría única, pue­
de destruirse suprimíendo la autonomía del texto. También se
puede llegar al mismo fin descentrando el texto o convírtíéndolo
en red. Finalmente, pueden borrarse los límites de la textualidad,
y permítírle expandirse, hasta que Nietzsche, el filósofo edifican­
gaya cieI1cia),
te, resulte también el autor de Tbe Gay Science
de cuentas de lavandería y de otras menudencias -como, de he­
cho, así es-o Esta plenitud ilimitable ha «transformado», ha hecho
del autor, o al menos de la antigua concepción de autor, una <<vÍC­
tima de sus propios escritos) (1
Estos temores, o esperanzas,
ala muerte del autor, se
remontan a Claude Lévi-Strauss, cuyas obras mitológicas demos­
traron a toda una generación de críticos que las obras con una
fuerte carga de imaginación toman forma sin necesidad de autor.
Tbe Raw and the Cooked (Lo crudo y lo cocido) (1969), por
eíemplo, describe «no cómo el hombre piensa mediante mitos,
sÍno cómo operan éstos en la mente del hombre sin que sea cons­
ciente de eno», y también sugiere que «tal vez sea mejor Ír más le­
jos aún, y prescindir del todo del sujeto pensante, y proceder
como si los procesos de pensamiento ocurriesen en el mito, en sus
reflexiones mutuas y sus interrelaciones».h La presentación de
Lévi-Strauss del pensamiento mitológico como complejo sistema
centro convierte a aquél en
de transformaciones desprovisto
un texto en red; un hecho nada sorprendente, ya que la red es uno
de los principales paradigmas de estructura sincrónica.' Edward
Said afirma que las «dos príncipales fuerzas que han desgastado
la autoridad del sujeto humano en la reflexión contemporánea
son, por un lado, la multitud de problemas que surgen al definÍr
la autenticidad del sujeto y, por otro, el desarrollo de discíplínas
como la lingüístíca y la etnología, que dramatizan la anómala,
desafortunada e incluso insostenible posición del sujeto en el
pensamiento» (Beginníngs, 293). Cabría señalar que los modelos
paradigmáticos
estas disciplinas también contribuyen enorme·
mente a esa noción de sujeto atenuado, vaciado, desgastado e in­
cluso en
de desaparición.
Algunos autores, como Said y Heim, hacen remontar esta ero­
sión del sujeto pensante directamente a la tecnología informática.
Saíd, por ejemplo, puede argumentarse «que la prolifera­
la Ínformación (v. lo gue es más notable todavía, la proli­
.. lOO " ¡
H lI'ERTr.XJO
feración de los equípos necesarios pLU'U diseminarla y preservarla)
ha reducido írremisibJementc: la función que, al parecer, desem­
peña el individuo» (51).s Míchad Heím, que cree que la pérdida
de poder por parte del autor es implicita en cualquier forma de
texto electrónico, lamenta: «Los fragmentos, el material recupera­
do, los trayectos y los intrincados recorridos dd "hipertexto",
como Ted Nelson lo llama, favorecen 1a desintegración de la voz
centrada del pensamíento contemplativo. La arbitrariedad y dis­
ponibilídad de la búsqueda en bases de datos merma la idea de
control sobre 10 escríto por parte del autor» (Electric Language,
220). Dicho de otro modo, la búsqueda en bases de daros permi­
te que un leetol' activo penetre en el texto del autor en cualquier
punto y no en el que el autor escogió como príncípio. Por supues­
to, desde que existen los índíccs, los entendidos siempre han
directo a puntos concretos de las publicaciones especializadas en
lugar de (j qué vergüenza~) leerlas de princípío a fin, De hecho,
unos recientes estudios de cómo los especialistHs leen las publica­
ciones de su discipli.na confirman que el modelo lineal de lectura
no es más que una piadosa ficción para muchos lectores expertos. 9
Aunque aquí Heím mendone el hipertextO en relación con la
erosión de las prerrogativas del autor, en otro lugar sostiene que
el problema principal se debe a la forma en que «la escrítura digi­
tal convierte la íntima soledad de la lectura y la escritura refle
xivas en una red pública donde el marco personal simbólico,
necesarío para una autoría original, se ve amenazado por la cone­
xión con la textualídad integral de la expresión humana» (215). A
diferencia de la mayoría de los escritores en hipertexto, para él la
participación en una red es más un motivo de preocupacÍón que de
regocijo, pero desctibe el mÍsmo nlundo que aquéllos, aunque
con una extraña mezcla de profecía y miopía. Así, además de con­
siderar esta pérdida de control del autor en términos de una
consiguíente pérdida de intimidad, Heim afirma que «cualquiera
que escriba en un ordenador completamente equipado se conec­
ta, en cierto sentido, con la totalidad de las expresiones simbóli­
cas, y ello, cuantitativa y esencialmente más que con cualquiera de
los anteriores otros medios de escritura» (215). Señalando que el
procesamiento de texto redefine las nociones correlatívas de
ción, hacer público (publicación) e intimidad, Heirn afirma que
cualquiera que escriba con un procesador de texto no puede es-
RECONFIGURAR AL AUTOR
101
capar de la red electrónica: «La escritura digítal, al consísrÍr en se­
ñaJes electrónicas, lo introduce a uno, quiera o no quiera, en una
red donde todo se está pubJicando constantemente. La intimidad
se convierte en una noción cada vez más frágil. El procesamiento
de texto manifiesta un mundo en que el públíco y la publicidad se
han vuelto omnívoros y donde hacer público cobra un sentido to­
talmente nuevo» (215).
Aquí, por supuesto, Ja expresión clave es «en cierto senrído>~,
ya que, como solía decir un famoso filósofo de Princeton cada vez
que un alumno empleaba esta expresión: «Sí, sí, de acuerdo, en
cierto sentido, la vaca y el cerdo son un mismo animal, pero ¿en qu6
sentido?». La respuesta debe encontrarse en algún sentido futu­
fO curiosamente ineficiente y distorsionado; «futuro» porgue,
hoy en día, muy pOcas personas de las que escriben con un pro­
cesador de texto participan frecuentemente en las reducidas
versiones de red<:s informáticas que existen, y (curiosamente ine­
ficiente» porque nos forzaría a presuponer que los míJes de mi­
llones de palabras que escribamos tendrán todas Ja misma capa­
cidad para abarrorar el importante recurso que díchas redes
supondrán. No obstante, aunque tal vez HeÍm exagere un poco la
pérdida uníversal
intimidad, sobre todo respecto a las redes
sin centro, describe con acierto aJgunas de las implicaciones dd
hipertexto para los escritores y las reacciones en contra por parte
del escritor para la imprenta, acostumbrado a la ficción del texto
autónomo,
La tercera forrua de reconfigurar la personalidad y el autor
común a la teoría y al hipertexto tiene que ver con la personalidad
descentrada, consecuencia obvia del paradigma de red. Como se­
ñala Said, los principales teórícos contemporáneos rechazan «el
sujeto humano como fundamento del saber humano. Derrida,
Foucault y Deleuze ... han dicho del saber (savoirr< contemporá­
neo que carece de centro; la fommlacÍón de DeJeuze es que el saber,
siempre que sea inteligible, sólo resulta perceptible en térmíno:i
de centros nómadas, estructuras provisionales nunca permanen­
tes, que siempre se desvían de un conjunto
información a
otro» (Beginníngs, 376). Estos tres pensadores contemporáneos
proponen una conceptuación
pensamiento que, como sus
* En francés en el orü!Ínal. 1.
.. HIPERTEXTO
RECONflGIlRAR AL AUTOR
102
siones del texto, se comprenden mejor en un entorno electrónico,
virtual e hipertextual.
Antes de llorar precipitadamente esta personalidad desapare­
cida o muy disminuida, convendría recordar que, si bien el pen­
samiento occidental ha otorgado durante mucho tiempo una po­
sición privilegiada a estas nociones de personalidad unitaria,
muchos escritos, de Homero a Freud, han, defendido la posición
contraria. La posesión divina o diabólica, la inspíración, el genio,
los humores,los sueños, el inconsciente son dispositivos para ex­
plicar cómo los seres humanos actúan meío r , peor o simplemente
diferentemente de su conducta habitual, que hablan en contra de
una concepción unitaria de la personalídad tan central para el de­
recho moral y criminal y la propiedad intelectual. El autor de la
edición Soncino de la Biblia hebrea nos recuerda que:
la pe.rsonalidad de Balaam es un enigma antiguo que ha desafiado
el talento de los comentaristas ... En las Escrituras, se lo represen­
ta a la vez como un brujo pagano, un verdadero profeta y el per­
vertidor que sugirió un medio particularmente aborrecible de
provocar la ruÍna de Israel. Debido a estas contradícc:íones fun­
damentales, los estudiosos de la Biblia suponen que la descrip­
ción bíblica de Balaam es una combinación de doS o tres tradi·
ciones distintas de épocas diferentes ... Esta visión revela un
conocimiento superficial de la temible complejídad de la mente y
del alma del hombre. Es sólo en el reino de la fábula que los hom­
bres y las mujeres hacen gala, como si se tratara de un rayo de luz,
de un único aspecto de la naturaleza humana, No ocune lo mí;;­
mo en la vida real. !O
Ante esta multiplicidad de la personalidad, de sobra observa­
da, no podemos sino aceptar el hecho de que el concepto de per­
sonalidad, o de autor, unitario no puede autentificar la unidad de
un texto. El ejemplo de Balaam también nos recuerda que sólo te­
nemos acceso a él por las Escrituras Y que, al fin y al cabo, es el
texto bíblico el que presenta al reacío profeta como una persona­
lídad fracturada.
En respuesta a este y otros problemas que surgen al varÍar las
concepciones de textualidad, Said pregunta: «¿Dónde, pues, resi­
de la autoridad de la escritura?». De todos modos, reconoce in­
mediatamente que «estas cuestiones sólo tienen sentido si el es-
103
crito en cuestión se considera estable y documental»; y, como re­
cordamos, el hipertexto suprime parte de la inalterabilidad de la
escritura.
Cómo escribo este libro
Teniendo que escribir una obra sobre el hipertexto y la hi·
pertextualidad que al fínal adoptará una forma anticuada, la de
un libro, me encuentro constantemente frustrado porque, des­
pués de haber reunido y pasado a máquina cientos de pasaíes de
una amplia gama de críticos y escritores sobre hipertexto, anheJo
un formato hipertextual, como el que utilizo en mis clases. Me
gustaría producir un libro sin seguir el desarrollo convencional:
escribiendo ensayos breves, casi abstractos) sobre los seis o sÍete
principales puntos de convergencia entre ambas actitudes respec­
to a la textualídad y, luego, estableciendo nexos anidados con los
textos originales. A veces, algún comentario de Derrída se mere­
cería una discusión en otro contexto, pero la tecnología dellíbro
me exige utilizarlo sólo una vez. Su ubicación final dependerá
más de los requisitos de la argumentación que de una exactitud
primaria respecto a la verdad. Una versión en hipertexto, como
las que he creado con el sistema Intermedia, permitiría exponer las
ideas de Derrida de un texto infinitamente expansible, implicado
y conectado, en un formato muy próximo a la materializacíón de
sus ídeas.
Permítanme contarles cómo estoy escribiendo -o mejor di­
cho, componíendo o ensamblando- el libro que está leyendo;
después, compararé esta forma de composición con la que se uti­
liza en un entorno hipertextuaI. Durante mis años de estudiante,
solía tomar notas preliminares, dibujar esquemas y empezar con
los borradores directamente en la máquina de escribir. Seguí el
mismo procedímiento cuando fuí destinado a un programa de
procesamiento de textos en el ordenador central de la universi­
dad, Al principio, empecé con un terminal situado, primero, en el
departamento de lengua inglesa, al otro lado del campus; luego,
en la sala misma del ordenador y. finalmente, desde mi casa, con
un terminal conectado a la universidad con una línea telefónica.
Poco a poco, la virtualidad y facilidad de manipulación del texto
-
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HIPE.RTEXTO
104
r'
ínformátíco cambiaron mis hábitos de trabajo. Ahora, mi forma
normal de trabajar consiste tomar notas durante la lectura, en
general, en forma de pasajes escogidos a los que anexo algún co­
mentario preliminar, directamente en el ordenador. Durante mu­
cho tiempo he tomado notas así. sobre todo durante la prepara­
ción de proyectos complejos, pero el paso a un gran ordenador y
luego a un Apple Macintosh (y luego a un Macintosh II) hizo que
el proceso de tomar notas resultara mucho más fácil y provecho­
so, ya que la capacidad de copiar y trasladar texto electrónico lo
anima a uno a esforzarse puesto que sus esfuerzos no se malogra­
rán por una posterior necesidad de volver a mecanografiarlo todo.
Dos aspectos del trabajo con procesador de texto me anima­
ron a empezar a trabajar directamente en el ordenador. Primero,
la facilidad con que se pueden hacer c<'Imbios y correcciones, con­
secuencia directa de la virtualidad del texto electrónico. Y, luego,
que el procesador de texto permite fracclonar el trabajo ya que
ciertas tareas, sobre todo las menos creativas, pueden llevarse a
caho en función del tiempo. energías y disposiciones del momen­
to. Así, en lugar de tener que haber terminado el trabajo de escri­
tura para poder añ<ldir las notas finales o a pie de página en el texto
del penúltimo borrador, aprovecho las ventajas de la numeración
(y renumeración) automátíca de las notas para terminarlas antes
de tiempo. Valiéndome de esta posibílídad de la informática,
pronto descubrí que se pueden r¡;a1izar trabajos más extensos y
mucho menos tiempo que con la máquina de escribír, por no
inevitables errores que se cometen al tener que me­
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canografiar de nuevo.
Esta obra (que aún no es tal obra, ni de lejos, sino un conjua­
to fragmentado de documentos independientes, archivos infor­
máticos, en Microsoft Word) reviste la forma de fragmentos que
manipulo en la pantalla y, en caso de necesidad, reordeno bajo tos
encabezamientos
un esquema en perpetuo cambio. La mayor
parte de los tres primeros capítulos fueron escritos de esta mane­
ta, pero las secciones que hablan de Vannevar Bush se benefician
de la disponibilidad de los textos digitalizados. En el momento
empezar la sección del Memex, le mencioné a Paul Kahn, que es­
taba trabajando en un libro sobre Bush, que quería pedirle pres­
tados varios libros sobre Bush para hacer fotocopias en las que
podría marcar pasajes y prepararlos para introducir en mi proce­
llECONF1GURAR AL AUTOR
105
sador de texto. Paul me
qué quieres bacer esto?
He digitalizado sus cuatro artículos más ímportantes y los he co­
locado en Intermedia,
donde se pueden trasladar fácilmente a
MS Word». Y, fiel a su palabra, me hizo varias copias de los en­
sayos de Bush, que almacenó en un disquete; después, en el gran
monitor gráfico con que trabajo, abrí a la vez el borrador en de­
sarrollo de la introducción y el «As We May Think» de Bush y los
dispuse uno al lado de otro en la pantalla. Después de elegir
los pasajes que quería citar, los marqué y los transferí al lugar que
quería del texto que estaba «escribiendo», En algunos casos, es­
cribí los pasajes introductorios, las conclusiones y las transiciones
en el
mismo de Bush y luego transferí estos bloques a
su nuevo
en otros, primero copié los pasajes de Bush y
con ellos en mi texto.
hablando de
frustraciones que experi­
este
en hípertexto al volver al mundo lineal del
menta
surgen al tropezar una y otra
libro impreso.
vez con el hecho
en un
una argumentación
cerrar
aDanC!onar líneas de Ínves­
el hipertexto
posibles. He aquí dos
ejemplos
lo que quíero
Cerca del principio de este capítulo, en medio de la díscusión
de la importancia
Lévi-Strauss para las recÍe11tes díscuslones de
autoría, hice la afirmación siguiente: «La presentación de Lévl­
Strauss del pensamiento mitológico como complejo sistema de
transformaciones desprovisto de centro 10 convíerte a aquél en un
texto en red; un hecho nada sorprendente, ya que la red es uno de
los principales paradigmas de estructura sincrónica» y a este tex­
to le añadí una nota que señalaba que, en The Scope 01Anthropo­
logy, «Léví-Strauss también emplea este modelo de sociedad
como un todo: "La coherencía y existeneÍa mismas de nuestra so­
ciedad, un caso particular en la gran familia de sociedades, de­
pende, como todas las demás, de una red -que en nuestro caso
ha llegado a ser infinitamente complicada e inestahle- de lazos
entre familias consanguíneas"». En este punto del texto príncipal,
al Drincipio tenía previsto colocar el comentario de Foucault de
«podemos imaginarnos fácilmente una cultura en la que el
ninguna necesidad de autor» (<<Authon~,
y había
añadirle la observación de que sÍ, podemos
106
HIPERTEXTO
«im.aginarnos» fácilmente una cultura así, pero no tenemos por
qué hacerlo ya que las obras mitográficas de Lévi-Strauss nos pro­
porcionan numerosos eíemplos de ello. Aunque la relación dia­
crónica entre estos dos pensadores influyentes parecía digna de
señalarse, DO podía añadir este pasaje de Foucault ni mi observa­
ción ya que ello habría trastocado la línea de argumentación pre­
vista, que necesitaba la relación de Said entre la etnología y la lin­
güística y la erosión «de la autoridad del sujeto humano en la
reflexión contemporánea». Como la observación de Said ya pro­
duce un leve desvío en mi discusión de la muerte del autor en el
pensamiento contemporáneo, no quería desviarme una vez más
en otra dirección. Luego se me ocurrió situllr esta observación en
l,l nota siete, pero allí también parecía fuera de lugar.
hubiese escrito este capítulo en un entorno hipertextual,la
necesidad de n1antener un empuje lineal no me habría planteado
estas elecciones; también habría tenido que elegir, pero no así, y
además habría podido conectar dos o más pasajes en este lugar
del texto principal, creando así contextos múltiples, tanto para mi
argumentación como para el pasaje citado que me sÍrvió de pun­
to de partida. No estoy diciendo, por supuesto, que en su forma
impresa este capítulo ha perdido algo de suma importancia sólo
porque me resultaba difícil establecer múltiples conexÍones sin
confundir aJ lector. (Si el comentario abandonado me hubiese pa­
recido sumamente importante para mi línea de argumentación)
habría encontrado varias formas obvias de íncluírlo. por ejemplo,
añadiendo un párrafo o volviendo a redactar el texto principal
hasta obtener otro punto de sujeción para una nota.) No, si men­
ciono esta cuestión es para recordar que, como lo subraya Derri­
da, los hábitos lineales de pensamiento asociados con la tecnolo­
gía de la imprenta a menudo nos obligan a pensar de determínadas
maneras que requieren estrechez, pérdidas de contextos y ate­
nuacÍón intelectual, por no decir empobrecimiento manifiesto.
Dicho de otro modo, el argumento lineal obliga a separar los pa­
sajes citados de otros contextos al parecer irrelevantes pero que
de hecho contribuyen a su significado. La linealidad de la
prcnta también otorga al pasaje un centro ilusorio cuya fuerza au­
menta por la mísma elección.
El segundo ejemplo se refiere a otro tipo de exc1usión asocÍa­
da con la escritura lineaL Durante la composición de los tres pri-
RECONFIGURAR AL AL"TOR
107
meros capítulos. varios pasajes, como la descripción de Barthes
del texto de escritor y la exposición de Derrida sobre fronteras, lí­
mites y débordement (desbordamiento), irrumpieron en la línea
argumentación y merecieron ser Íncluidos siete u ocho veces.
Se puede repetir una vez una citación, pero después es el hecho
de la repetición lo que llama la atención y no el pasaje en Evi­
dentemente, uno siempre puede referirse una y otra vez a un mis­
mo pasaje combinando citación completa, selecciones e ingenio­
sas paráfrasis, pero, en general, el escritor sólo se dedica así a un
pasaje de texto citado cuando éste sirve centro, exclusivo o no,
a la argumentación. Si quisiera escribir un capítulo o incluso un li­
bro sobre el desbordamiento de Derrida, podría volver a él una y
otra vez en dístíntos contextos, revelando así su riqueza de impli­
caciones. Pero ése no es ellíbro que me propongo escribír ahora,
ni ésa la argumentación que deseo seguir aquí, y por ello prescindo
tanto del texto como del argumento, que entonces
existirán
en potencia. Después de una cuidadosa consideración, decido
cuál de los muchos lugares del texto se beneficiará más
la
clusión de la cita y, en el momento apropíado,la saco a relucir. A
contÍnuación, cierro todos los puntos de sujeción obvios salvo
unos pocos.
Como escritor acostumbrado a estos dilemas, me doy cuenta
de que las elecciones son una de las bases la argumentación eH­
ciente. Pero ¿por
tenemos que escribir así? Si estuviera escri­
biendo mi versión
este texto en Intermedia -y las versiones
resultarían tan diferentes entre sí que tal vez deberíamos poner
entre comillas las palabras «versión», «texto» y, muy probable­
mente «mi» tambíén- no tendría por qué limitarme a escribir un
texto. En lugar de ello, podría producir uno que contuvie­
ra una pluralidad de recorridos. Por ejemplo, tras preparar al lec­
tor para la discusión del débordement de Derrida, podría conec­
tar mis comentarios preparatorios bien al pasaje en sí bien al texto
entero de «Líving 00» y añadir marcas provísionales para indicar
el principio y el fin del pasaje que quería destacar. Al mismo tiem­
po, mi hipertexto conectaría el mismo pasaje con otros puntos en
mí argumento. ¿Cómo iría progresando con los nexos?
Para responder a esta pregunta, permítanme volver a mi ante­
rior y más sencillo ejemplo, que se refería a la conexión entre pa­
sajes de The Scope 01 Anthropology de Lévi-Strauss y de «What is
.. 1: \
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HiPERTEXTO
108
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11
an Author?»
Poueault y un comentario del antropólogo sobre
el uso del modelo de red. En intermedía, la creación de nexos si"
gue el procedimiento ahora muy común de cortar-y-pegar que
ofrecen los procesadores de texto, los programas de dibujo, de
diseño, de autoedición y las hojas de cálculo lFigs. 4 y 5). Con el
ratón u otro sistema de puntero, se sitúa el cursor inmediatamen­
te antes de la primera letra de la primera palabra del pasaje que
uno quiere conectar. Entonces se marca dicho pasaje, ya mante­
niendo apretado el botón del ratón y arrastrando el cursor a lo
largo de todo el pasaje 0, si éste es muy largo, apretando el botón
del ratón con el cursor encima dd último carácter del pasaje y
oprimiendo a la vez la teda de mayúscula. Cualquiera estas dos
operaciones actíva el pasaje en cuestíón y ello se manifiesta por
ap~lrecer señalado el texto: se encuentra ahora dentro de un rec­
tángulo negro, y las letras negras sobre fondo blanco aparecen
como un negativo, es decir, como letras blancas sobre fondo ne­
gro. Con el texto activado, se desplaza el cursor hasta que la pun­
ta de la flecha alcance cualquier punto de la palabra Intermedia
que se encuentra en una lista horizontal de palabras en la parte
superior de la pantalla (<<File», «Edit», ,,<Intermedia», etc.). El
mantener <lpretado el botón dell-atón mientras se arrastra el cur­
sor hacia abajo hace aparecer el menú con las opciones de Inter­
media, Escogiendo «Start Linb* con el puntero, se suelta el bo·
tón del ratón y se prosigue con el segundo texto, con el que se
nevan a cabo las mismas operaciones hasta el menú de Interme­
dia, donde se escogerá «Complete Lính.*t
este punto, el sístema genera un recuadro que contiene es­
pado para escribir cualquier etiqueta para los pasajes conectados;
automátícamentc añade el título de todo el texto y el escritor pue­
de describh el pasaje conectado dentro de su texro. Por ejemplo,
si creara un nexo entre el equivalente hipertextual de la anterior
sección de este capítulo y un pasaje de The Scope oiAnthropology,
Intermedia añadiría automáticamente el título de ese texto, «Ero­
sión del autor» al que yo añadiría una frase, por ejemplo, «Lévi­
Strauss y el mito como red»)o, En el otro extremo del nexo, el sís­
tema pondría «Claude Lévi-Strauss, The Scope ufAnthropology»,
"
Il'Jici~r
nexo. T. "1. Terminar nexo. 1'. ,I
:.'
RECONFIGURAR Al. AL"¡ OR L09
y va ailudI!'Ía <lIgo como <d,¿v;-Strauss y Lt sociedad como
ClIJ.nJo un lector
una m81ca de nexo c:n el texro prindpal,
la nucvu entrada fígul'¡J, como opción: «Claud.; Lévi-Strauss, Thc
Scope oi AlZtbropology: (Lévi-Strauss y la sociedad como red)>>,
como se ve en la Fig. 6. Para la creación del nexo con el segundo
texto, el pasaje de Foucauh, seguiría un procedimiento idéntico
salvo que ya no haría falta colocar una etiqueta para la lexia del
texto principal puesto que ya la tiene.
Si en lugar de tratarse de nexos entre breves pí.lsajes de citas,
documentación o comentario, quisiera crear un conjunto de do­
cumentos más complejo centrado en el débordement de Derrida,
tendría que seguir el mismo procedimíento para establecer los ne­
xos. Además, también crearla una clase de documento::; que no se
encuentran en el texto impreso, algunos de los cuales s-:rÍan pri­
meramente visuales o jerogllfkos. Uno de ellos podría ser un
mapa de conceptos que mostrara, entre otras cosas, los usos del
vocablo débordement en «LÍVUlg Om> y otras obras de Derrida en
las que aparece, y su relación con un abanico de conceptos y dís­
ciplínas, desde la cartografía y la histología hasta la etimología y la
historía milítar francesa, Las versiones actuales de Intermedia y
de los otros sistemas de hipertexto permíten establecer nexos in­
teractÍvos con vídeo, música y animación así como dicdonarios,
texto, líneas temporales y gráficos estáticos. En el futuro estos ne­
xos adoptarán formas más dinámicas y el s(;"guirlas activará algún
procedimiento, por ejemplo, una búsqueda en un diccíonario
fraricés de sinónimos o un seguimiento determinado por el lector
de la palabra débordement en varios idiomas indoeuropeos. Otros
tipos de nexos permitirán una reunión automática de informa­
ción para generar listados de publícaciones o declaraciones rele­
vantes acerca de débordement. 1J
Esta breve descripción de cómo iría produciendo este texto sí
estuviese escribiendo en Intermedia, u otro entorno de hípertex­
to símilar, sin duda llamará la atención de la mayoría de los lecto­
res por resultar a la vez aterradora y extrañamente festiva. Ello se
debe, en parte, u que cierto aspecto del control por parte del au­
tor ha desaparecido o, mejor dicho, ha sido cedido aJlector, otro
demento que esta nueva forma de escritura
modificado.
hipertexto electrónico y las discusiones contemporáneas
la teoría crítica, sobre todo las de los posestructuralistas. tie"
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Pigura 4. Establecimiento de un nexo: en primer lugar, el uJillarío selecciona y marca una parte ud documento; J
continuación, escoge la opción <,Start Link» (Iniciar Nexo) dd menú de Int.ermedia, En este ejemplo, elle,1:or-autor ha
elegido la frase que empieza: «The se<:ond illustl'íltÍon ... » El estahlecimiento de nexos con Intermedia sigue el modelo
de corrar-y-pegar. Una vez escogida la opción «Starr Link», el [ex[O seleccionadu, que se convertirá en el punto de su­
jeción de un nexo bidireccional, se almacena en un bloque invisible. Puede llevarse a cabo cualquier tipo de acción,
como <:rear nuevos documentos o editar otros existentes, antes de terminar de establecer el nexo empezado. FJ empleo
de texro señalado como punto de sujeción para los nexos permite: remitir a mucho~ pumos finales. Los puntos de suje.
ción (o bloques) pueden variar en tamaño desde un carácter hasta un documento entero. (Copyright de la ilustracióll:
1989, UníversiJlld Brown. Utilizada previa autorización.)
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113
un aspecto en que
escritores sobre
rprH'II'''' de Derrida, son un modelo de
sOlemmdad,
extrema y valientes sacrificios de pOSÍcío­
escritores en hipertexto resultan más bien
.<1ll1CIUC
Mientras que términos como muerte, desa­
parición} pérdida y otras expresiones de agotamiento y empobre­
cimiento salpican la teoría crítica, un glosario de libertad, energía
y poderío caracteriza Jos escritos sobre hipertextu¡llidad. Estas di­
ferencias
tono pueden deberse a las distintas tradiciones inte­
lectual, nacional y disciplinal de las que surgen. Pero sugiero que
se deben
bien a que los críticos teóricos, como he intentado
mostrar, continuamente se enfrentan a las Hmitaciones -y, de he­
cho, al agotamiento-- de la cultunl de la Ímprenra. Escríben des­
de una toma de conciencia
bs linlitadones y carencias, desde
la taciturna nostalgia, a menudo prematura, debíd¡] a las pérdidas
que produjo y seguirá produciendo su desilusión. En cambio, los
escrítores sobre hipertexto, emocionados por el porvenÍr ~e la
textualídad, del saber de la
se regocijan ante las posi­
estos tonos y humores opuestos
bílídades. Otra forma
es que la mayoría
los autores
teoría crítica, por muy bri­
llantemente que
una muy deseada nueva textualidad, es­
criben no obstante
una
cotidiana y exclusiva de
escritores sobre hipertexto
algo antiguo. Por otro lado,
eX!)erlen'Cla, por muy anticipada y parcial
tllr)f'rtP1i:to_ y escriben, por lo tanto,
con la ventaja
una experiencia distinta. La mayoria de los po­
sestructuralístas
al crepúsculo de un anhelado día por ve­
nir; la mayoría
en hipertexto escribe sobre mu­
chas de las mísmas cosas, pero al alba_
'--:2
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ill~! ~d~X
f---+-·-·-------­
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~
~
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Terminar el establecimiento del nexo_ Escogiendo la opCIón «Complete Link»
-ermíOílf Nexo) del menü de Intermedia introduce marcas de nexos en la fuente y en el des­
tino del nexo. Web View pasa a reflejar el nuevo m:xo. (Cop)'rigj)t de la ilustración: 1989,
Universidad Brown. Utilizada Dl'cvia autorizaCión,)
Presencia virtual
Muchas de las característÍcas del hipertexto se deben a que se
crea una presencia virtual
todos los autores que han contribui­
en ínformátíca re­
do al sistema con sus
curren a una analogía
óptica cuando hablan de
«máquinas virtuales»
operativo, que
Please choose the !ourte and then the destination
DestínatiQn
~
"¡¡(Iun
"iruan (usa
lo)
into retirement oecause metaphyslcs in Germany in his youth. a
The war ajaD introduced the tank.
-
Sl
alrcraft, poison gas, rockets, wireless
telegraphy, and high explosive shells,
all of Which helped to bring to an end
many of the most deeply-held ethícal,
moral, and religious beliefs which
Britain had inher!ted from the Victorian
HIll'.IHictory
'--li'ill A'JRnIICE 0'1
.Figura 6, Menú de nexo, Para seguir un nexo en el emorno Intermedia, el usuario selecciona una marca de nexo
(una flecha en \111 cecuadro) y escoge la opción «Follow» (Seguir) delrnenú de fntermedia; o bien, con una doble pul­
sación del ratón cuando el cursor está encima de la macea de nexo. En la ilustración, el usuario ha elegido la marca de
nexo encima de la palabra «aircran" del documento actívo; esta elección tiene dos consecuencias: 1) aparece un menú
que illvita al lector a que escoja cuál de los dos nexos yuiere seguir. En este caso, puede escoger enrIe el puma de suje­
ción que indica «essay» (ensayo) y que conduce a dicho ensayo, situado en un documento titulado «Aircrafr» (Aeron~­
ves) o bien d marcado «German Fokkcr», que se encuentra en el docllmenro «Planes» (Aviones). El uSllal'Ío ha elegi­
do la segunda opción. 2) Cuando se selecciona una marca de nexu en el docwnento activo. en Web View se oscurece
la línea correspondiente. El lector puede navegar por el material ayudándose de Web Víew o del menlÍ de nexo, que
comícne información adicional sobre el pumo de destino del nexo en el docllmemo. (Copyright de la ilustración; 1989,
Univel'Sldad Brown. Utilizada previa autorización. J
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HIl'ER1EX'l'O
porcÍonlln a usuarios individuales la ilusión de compartír un sis­
tema en el sentido de trabajar con sus propias máquinas in­
divíduales, En eJ primer capítulo, al hablar de la textualidad elec­
trónica, señalé otro tipo de existencia «virtuol», el texto virtual:
todos los textos que aparecen en la pantalla del ordenador son
más virtuales que reales, Del mismo modo, el lector experimenta
la presencia virtual de otros colaboradores.
Por supuesto, esta presencia virtual es una característica de
todas las tecnologías de memoria cultural basadas en sistemas
de escritura y de símbolos, Puesto que lodos manejamos los códi­
gos culturales -la lengua, sobre todo, pero también las matemá­
ticas y otros sÍmbolos- con una pequeña diferencia, cada regis­
tro de una expresión conlleva un matiz de sentido propío del que
produjo dicha expresión, El hipertexto difiere de la tecnología
de la imprenta de muchas formas claves que amplían está nocÍón de
presencia virtuaL La extrema facílídad de conexión del hipertex­
to suprime el aislamic:nlo físico del texto indivídual característico
de ]a tecnología de la imprenta; la presencia de autores individua­
les se vue1ve a la vez más accesible y más ímportante, La flexibili­
dad propia de esta tecnologia de la información centrada en el
lector significa, muy simplemente, que los autores tienen una ma­
yor presencia en el sistema como colaboradores y participantes y
como lectores que escogen su propio trayecto por el sistema.
~!II
i¡!i
1
1 11
t))[:¡,
Escritura en colaboración, autoría en colaboración
1
La presencia virtual de otros textos y autores representa una
enorme contribución a las nuevas y radicales concepciones
hipertextua1es de autoría, derechos de autor y colaboración. En
un entorno hipertextual, todos los escritos son escritos en colabo­
ración, y ello de dos maneras. El primer elemento de la colabora­
ción aparece al compararse los papeles de escritor y lector, ya que
el lector activo colabora necesariamente con el autor para produ­
cÍr un texto a través de las opciones que escoge. El segundo as­
pecto de esta colaboración se manifiesta cuando se compara al es­
critor con otros escritores, es decir, e] que está escribiendo abora
con la presencia virtual de todos los escritores «en el sistema» que
escribieron antes y cuyos escrÍtos todavía permanecen.
RECONFIGURAR AL AUTOR
U7
La palabra colaboración, que proviene del término latino para
traba;ar y con ojuntos, conlleva la sugerencia, entre otras, de tra­
bajar conjuntamente en una misma iniciativa. La idea de trabajo
en colaboradón que tiene la mayoría de la gente suele consistír en
dos o más científicos. escritores de can dones y demás, consultán­
dose continuamente mientras desarrollan un trabajo en un mismo
sitio y momento. He trabajado de esta forma en un ensayo con un
colega, Uno de nosotros escribía una frase. el otfO la evaluaba y la
daba por buena o la volvía a escribir, Luego, pasábamos a la frase
siguiente, Otra forma de colaborar mucho más común, sospecho,
es la llamada «por versíones»L2 en la que un escritor redacta un
borrador que luego es editado y modificado por otro. Ambas for­
mas de autoría en colaboración tienden a ser poco precisas, pero
el factor distintivo es que la seglmda se lleva a cabo en ausencia
del otro escritor y en un momento posterior.
Ambos modelos requieren una buena capacidad para trabajar
de forma productíva con otras personas, y la experiencia sugiere
que mucha gente o bien no posee esta capacidad o bíen no disfru­
ta con su puesta en práctica. De hecho, según unas investigacio­
nes del trabajo cooperativo, hay un tercer modelo aún más común
que los dos anteriores: el de la cadena de montaíe o de la segmen­
tación, en la que Se divide el trabajo en tare¡:1S que lo~ colabora­
dores realizan por separado. Esta última modalídad es la que se
suele adoptar en la mayoría de los proyectos en colaboración,
desde la programación hasta jas exposiciones de arte,
Los sistemas de híperrexto en red como Intermedia presentan
un cuarto tipo de trabajo en colaboración que combina diversos
aspectos de los primeros, Al destacar la presencia de otros textos
y de su interacción cooperativa, las redes de hipertexto hacen que
las modificaciones introducidas participen de los modelos por
versiones y de la cadena de montaje. Una vez ínstalado en una r.ed
de nexos electrónicos, el documento deja de ser tal documento
individual y pasa a existir en relación con otros documentos en un
grado que el libro o la obra Ímpresa no puede ni podrá alcanzar
nunca, De este camblo crudal en la forma en que un texto existe
en relación con otros, se desprenden dos príncipios que a su vez
dan píe a una cuarta forma de colaboración, El primero es que
cualquier documento íntroducido en un sístema en red que so­
porte nexos electrónicos exÍste en colaboración con todos y caJa
•
118
HIPERTEXTO
uno de los documentos presentes en el sístema; y el segundo es
que todo documento electrónicamente conectado con otro cola­
bora con
Según el American Heritage Dictionary 01the English Lal1gua­
ge, el verbo colaborar significa o bien «trabajar juntos, en particu­
lar en un esfuerzo intelectual conjunto» o bien «cooperar los na­
turales de un país con las fuerzas de ocupación o invasoras de
éste». La combinación de trabajo, poder político y agresividad
que se desprende de esta deHnícíón del diccionario sugiere per­
fectamente los problemas que se plantean a la hora de discutír la
colaboración. Por un lado, la noción de colaboración abarca no­
ciones de ttabajo conjunto con terceros, o de comunídad de ac­
ción. Esre sentido reconoce, por decido así, el hecho de que todos
vivimos en grupos sociales y, obviamente, valora sobre todo las
contribucíones a dichos grupos. Por otro Jada, la colaboración
también incluye una fuerte sospecha hacia el trabajo en común,
estética y emocionalmente arraigada desde el advenimiento del
romanticismo, que exalta la idea de iniciativa individual hasta el
punto que deja de reconocer e incluso olvida que todos los artis­
tas y escritores trabajan en colaboración con obras creadas por
otros.
La mayor parte de nuestras iniciatívas intelectua]es suele im­
plicar colaboración nunque no siempre lo reconozcamos, y el10
por dos motivos. Las normas de nuestra cultura intelectual, yen
particular las que definen la autoría y la propiedad intelectual. no
favorecen este reconocimiento: y, además, la tecnología de la in­
formación desde Gutenberg hasta el presente -es decir, la tec­
nología del libro- impide sistemáticamente el reconocimiento
la autoría en colaboración.
pleno
Durante todo este siglo, las ciencias físicas y biológicas cada
vez más han ído concibíendo la investigación científica, la autoría
y la publicación como íníciativas de grupo. Las actuales investíga­
ciones científicas, que requieren los esfuerzos cooperativos de nu­
merosos especialistas a menudo en campos distintos, presentan
ciertos parecidos con el sistema medieval de gremios en el que
aprendices, ofícíales y maestros trabajaban en un complejo pro­
yecto común. No obstante, «la colaboración difiere según que la
sustancia de la investigación sea una ciencia teóríca, como las ma­
temáticas, o empírica, como la biología o 1a psicología. Las prime-
RECO!\frGURAR AL AUTOR
119
ras se distinguen por la colaboracíón entre iguales) con una míni­
ma divísión del trabajo, mientras que las últimas se caracterizan
por un intercambio de servidos más expJícito y una mayor divi­
sión del trabajo». 15 Tanto la financiación de la investigación cien­
tífica, de la que dependen la mayoría de los proyectos) como la
institución en la que se lleva a cabo y los costes para formar nue­
vos miembros de la discíplina favorecen las iniciativas en grupo,
con las consiguientes nocíones de autoría en grupo.l~
En general, las discíp1ínas científicas adoptan un criterio in­
clusivo respecto a la autoría: suele figurar como autor
artículos
científicos cualquiera que haya hecho una contribución ímpor­
tante a la obtención de los resultados; ~llo incluye a veces a los
técnicos especializados y a las personas que han desarrollado
los procedimientos necesarios para proseguir una línea de inves­
tigación; de un modo parecido, pueden recibir el mérito de la au­
tOrla personas asociadas a unos laboratodos cuando la realización
de un proyecto dado y la publícación de sus resultaqos dependen
estrechamente de su labor. E1 licenciado en dencias suele recibir
un apoyo y evaluación constantes durante sus investigaciones
para la tesis, y, cuando su proyecto produce frutos y aparece en
forma de uno o más artículos pubHcados, es frecuente que el tu­
tor conste como coautor.
No sucede 10 mismo en las disciplinas humanísticas, donde la
investigación doctoral se apoya fundamentalmente en la ayuda
profesoral y no en la investigación institucional, como ocurre en
ciencias. Aunque el tutor de un estudiante de lengua o de historia
del arte a menudo trabaja de una manera muy parecida a la del tu­
tor del estudiante de física, química o biología, el reconocimiento
explícÍto del trabajo en colaboración rara vez se produce. Incluso
cuando un profesor facilíta al estudiante un proyecto de investi­
gación suficientemente preciso, asesoría constante y acceso a do­
cumentación clave que dicho profesor haya podido descubrir o
reunír, el estudiante no suele incluirlo como coautor.
Las marcadas diferencias entre los conceptos de autoría en las
disciplinas cientificas y humanísticas demuestran la validez
la
observación
Michel Foucault según la cual «la función de au­
tor depende de los sÍstemas legal e institucional que rodean, de­
terminan y articulan el domínio del discurso; no obra de manera
uniforme en todos los discursos, ni en cualquier momento; en
.. ]20
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I:~
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lIIPEIUEXTO
cualquier cultura dada, se define no
la atribución espontánea del texto a su creador, sino a
una seríe de procedimientos precisos y complejos; no se
pura y símplemente, a un individuo real» (<<Author», 131). Otra razón de estas
diferencias conceptuales acerca de la autoría y la propiedad in­
telectual entre las disciplinas humanÍstÍcas y científicas se debe a
las diferentes condiciones de financiaCÍón, con las distintas políti­
cas institucionales que ello implica.
Otra razón colateral es que las humanidades, que tradicional­
mente aplican un enfoque histórico a las áreas que investigan,
consideran verdades eternas sus propios supuestos respecto a la
autoría, la propiedad intelectual, la creatividad y la originalidad. 15
En particular, los estudios e instituciones
como los de­
partamentos de inglés, todavía se
en el resplandor cre­
puscular del romanticismo y, sin
hasta el absurdo los modelos románticos
y
lidad. Tenemos un ejemplo al alcance de la mano en el
la reciente investigación de Lisa
y
Lunsford sobre es­
critura en colaboración, cuya producción,
descubríeron,
implicó «actos de carácter subversivo y liberatorio)): «Empeza­
mos a colaborar a pesar de las sinceras
de amigos y
colegas, incluyendo las de Edward P. J.
en cuyo honor
escribimos en colaboración por primera vez. Sabíamos que nues­
tra colaboración suponía un desafío a l<:\s tradicionales convencio­
nes de investigación humanÍstíca. Y así se 10 dijeron los colegas de
Andrea (de la Universidad de Columbia Británica) cuando se ne­
garon a considerar para su promoción las obras de las que era co­
autora o a las que había contribuido». 11;
Ede y Lunsford, cuyo interés en el tema creció
a «la
diferencia entre nuestra experiencia personal como coautoras y
las respuestas de muchos amigos y colegas nuestros» (5), situaron
la escritura en colaboración en díversos contextos: unas prácticas
en los ámbitos empresarial y académico, la historia
las teorías
sobre el indivídualismo creativo y la propiedad
en la redente cultura occidental, la teoría crítica contemporánea, sobre
todo según Bak.htin, Barthes y Foucault,
como
feminis­
tas de varios de dichos contextos. Produjeron una amplia gama
de pruebas en su convincente argumentación
que «el omni­
presente y racional supuesto de oue el escribir es un acto necesa­
RECONFIGURAR AL AL; I Olt
J21
ría e inherentemente solitario e individual» (5) confirmu una tra­
dicional elaboración patriarcal de la autoría y
la autoridad.
Tras argumentar en contra de «las teorías psícológícas de la
sonalidad unitaria» (132) y otras nociones afines de individualis­
mo aislado, Ede y Lunsford reivindican una concepción
un
bakhtiniana de la personalidad y, en sus propios
modo de colaboración más dialogístico que jerárquico.
Volveré a sus ideas más adelante al
el
pertexto en el aprendizaje en colaboración;
que, como han venido afirmando
McLuhan y Eisensrein hasta Ede y
bro y las actitudes que ésta propugna son los principales respon­
sables del mantenimiento de nociones exageradas de individualidad
autor. de unicidad y de propiedad que a
falsífícan
drásticamente la concepción de las contríbuclones originales en
humanidades y proporcionan una imagen distorsionada de la in­
vestigación. En cambio, las ciencias siguen un criterio inclusivo y
bastante expansible de la autoría y de la consiguiente propiedad
literaria. \7
Las ciencias humanísticas optan por un criterio mucho más
restringido que ensalza la individualídad, la separación y )a unici­
dad, dando a menudo una visión muy dístorsÍonada
la relación
entre un texto y los que 10 precedieron. Ninguno de estos dos
tedas resulta conecto a prímera vista. Ambas
son
obviamente construccíones sociales y ambas han demostrlldo en
alguna que otra ocasión que pueden
condiciones del trabaío intelectual realizado en un
Independientemente de los factores político, economICO o
disciplinado que bayan poJido favorecer el mantenimiento de
una noción de autoría no cooperativa en las ciencias humanísti­
cas, la tecnología de la imprenta también ha contribuido al mo­
de texto separado y único como producto -y, por lo tanto,
propiedad- de un individuo: el autor. El hipertexto lo cambia
todo, en gran parte' porque acaba con el aislamiento del texto in­
dividual característico del libro. Como han señalado McLuhan y
otros investigadores de la influencia cultural de la imprenta, las
nociones modernas de propiedad intelectual se deben tanto a la or­
ganización y financiación de la producción de libros como a la
uniformidad e inalterabilidad que caracterizan ellíbro
J.
.. ]22
HIPERTEXTO
David Bolter explica que la tecnología misma del libro creó nue­
vas nociones de autoría y de edición:
Como la ímpresíón de un libro es una tarca laboriosa y costo·
sa, pocos lectores tienen la oportunidad de convertirse en autores
publicados. Un autor es un indíviduo cuyas palabras se copian
fielmente y se envían por el mundo de las letras, donde los lecto­
res no son sino el público de dichas palabras. La distinción no im·
portaba tanto en la edad del manuscrito, cuando la «publicación»
era menos significativa y las notas y añadidos del lector gozaban
de la misma categoría que el texto en sí. Cualquier lector podía
decidirse a dar el paso y convertirse en autor: sólo
que sen·
tarse y escribir un tratado u ordenar sus notas para que OLtOS pu·
leerlas. Una vez escl'ito el tratado, no había diferencia en­
tre él y 18s oh ras
otros autores «publicados», salvo las obras
más famosas. que existían en varios ejemplares r'\{lriting Sptlce,
148·149).
Imprimir un libro requiere una inversión considerable de ca·
pital y trabajo y la necesidad de proteger esta inversión contribu­
ye a las nociones de propiedad intelectual. Pero estas nociones no
podrían existir sí no fuera por el aislamiento físico permanente
del texto impreso. Así como la necesidad de financiar la impre­
sión de los libros llevó a una búsqueda de públicos cada vez más
amplios, lo que, a su vez, facilitó el triunfo definitivo de la expre­
sión vernácula y la ortografía normalízada. el carácter perma·
nente del texto aislado hizo posible la ídea de que cada autor pro­
duce algo únÍco que se puede identificar como propiedad suya.¡1l
Las necesidades del mercado, al menos tal como las conciben
editoriales, refuerzan los peores efectos de esas nociones
autoría, tanto en los libros populares como en los especializados.
Alteen Pace Nilsen menciona que, sí bien Nancy Mítford y su ma·
rido escribieron juntos el éxito de ventas titulado High Cost o/De·
ath (El elevado coste de la muerte), sólo consta el nombre de ella,
ya que el
insistió en que varios nombres de autores iban a
mermar las ventas. En otro caso, para hacer más comercial un li­
bro. un editor sustítuyó el nombre del autor principal un im­
portante manual de psiquiatría por el de un prestigioso colabora·
dor que ni sÍquiera había tocado el libro (citado pOl"
y
Lunsford, 3-4).
seguro de que todos los autores conocen
RECONFIGURAR AL AUTOR
12.3
casos parecidos falsíficación de la autoría cuando podía tradu­
cirse en un buen negocio para los editores. Yo también de uno:
hace unos años, en el curso de una práctica de escrítura en
boración con tres licenciados, obtuvimos un manuscrito susceptí­
de ser publicado; nos pusimos de acuerdo sobre la colocación
nuestros nombres en la portada. 19 Cuando finalmente salió pu­
blicado el libro, Jos tres licenciados tenían puestos de enseñantes
y cabía esperar que la aparición del libro podía ayudarlos profe­
sionalmente. Desgracíadamente, el editor insistió en mencionar
sólo el nombre del primer colaborador en todos los comunicados,
anuncios y catálogos. Algo así por supuesto no tiene consecuen·
cias tan graves como eliminar de la portada los nombres de algu­
nos redactores, pero sí supuso discriminación para los otros dos
autores, que habían dedicado la mÍsma cantidad de trabajo, y
también transmite un mensaje muy claro a Jos humanistas neófi­
tos sobre el valor que asigna la cultura a la colaboración y la
cooperación.
A pesar de que las actuales actitudes hacia la autoría y la cola­
boración en humanidades no se deban del todo, ni tal vez siquie­
ra en una parte significativa, a la tecnología de la imprenta,
así, las modificará el paso al hipertexto, con su énfasis en ciertos
elementos de la colaboración. Como Tora K. Bikson y J D. Eve­
land señalan en relación con otras obras que no son de humani­
dades. «el entorno electrónico es un contexto rico donde apenas
se puede distinguir entre llevar a cabo un trabajo y compartir·
10».20 Ya que nos damos cuenta de
nuevas posibilidades que
estos cambios h~m abierto, 10 menos que podemos hacer es apro­
vechar las prestaciones características de estas nuevas tecnologías
ínformáticas.
Una faceta relevante de los sistemas de hipertexto en red es
que producen unas nociones de autoría, de propiedad intelectual
y de creatividad claramente diferencíadas de las asodadas a la tec·
nología del libro. El hipertexto modifica nuestra concepción de la
autoría y de la creatividad (originalidad), al distanciarse de las res·
trICClones
impone la tecnología encuadernada. Tendrá re­
percusiones sobre las disciplinas cultura]es e intelectuales tan
importantes como los cambios que se dieron en la tecnología de
la memoria cultural con la aparición de la escritura y,
de la
•
2\
Imprenta.
-
124
HIPERTEXTO
Ejemplos de escritura en colaboración con Intermedia
¡.
1,
El trabajo cooperativo con Intermedia se presenta de muchas
formas, una de las cuales ilustra el principio de que casí inevita­
blemente se trabaja en colaboración cada vez que se crea un do­
cumento en un sistema de hipertexto que contiene a varios auto­
res, Una vez, mientras estaba conectando material para el archivo
general (o directorio) del Watertand (El país del agua) de Graham
Swift, vi a Nicole Yankelovitch, coordinadora de proyecto en el
IRIS, preparando documentación para un curso sobre control de
armamento y desarme impartido por Richard Smoke, del Center
for Foreign Policy Dcvelopment* de la Universidad Brown. Esta
docwnentacÍón, creada por alguien de una asignatura que no te­
nía nada que ver con la mía y para unas clases totalmente distintas,
llenó una gran laguna en el proyecto en que estaba trabajando.
Aunque mis coautores y yo habíamos elaborado materiales sobre
tecnología que incluía documentos gráficos y de texto sobre cana­
les y ferrocarriles, para anexar al apartado de ciencías y tecnología
del directorio de Water/and, no teníamos los conocimientos para
realizar un trabajo similar sobre la tecnología nuclear y los movi­
mientos antinucleares, dos temas que desempeñan un papel signi­
ficativo en la novela de Swift. Tras crear una breve introducción al
tema de Waterland y el desarme nuclear, la conecté primero con
la seccíón de ciencia y tecnología del directorío de Waterlartd, y
luego con la cronología que servía de directorio del curso sobre
armas nucleares. Un documento corto y unos cuantos nexos per­
miten a los estudiantes de una visión general introductoria a la li­
teratura inglesa explorar materiales creados para otra asignatura.
Y, recíprocamente, los alumnos que cursan esa asignatura pueden
encontrar material representativo de los efectos en la ficción con­
temporánea de los temas estudiados en el curso de ciencias polítí­
cas. Así, Intermedia fomenta el trabajo en colaboración al mismo
tiempo que facilita los enfoques interdisciplinarios, haciendo que
los materiales elaborados por especialistas en dístintos campos
trabajen juntos, es decir, colaboren.
Aquí, el punto importante es que Jos nexos del hipertexto fa­
cilitan automáticamente la colaboración. La forma en que el ma­
*. Centro pilm el Je,arroUo de política exterior. T.
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Figura 7. Una muestra de los materiales sobre la salud púbhca en el siglo XIX del Dtc­
kens Web. «Dísease in Rich and Poon> (La enfermedad en ricos)' pobres), un ejemplo de
las nwnetosas contribuciones de Anthony S. Wohl, se encuentra en la pnrt~ superior de la
pantalla, rodeado de: 1) 19C HEALTH OV, 2) Web Víew gener'ldo por el sistema, 3) una
imagen de un cuadro de la época victoriana de un moribundo en su lecho de mUClte y"¡)
un breve pasaje de otro escritor sobre la salud pública en la época victc>riana.
•
126
H[[>ERTEXTO
sobre control
armamento se combinó con los de la asig­
natura de lengua es un ejemplo típico de cómo la fociliJad
terconexión que caracterÍza el hipertexto transforma documentos
producidos independientemente en obras cooperativas ~r a los au­
tores que trabajan a solas en autores que escriben en colabora­
ción. Considerado desde el punto de vista de quien lo preparó, el
material sobre el control de armamento existe como parte de un
cuerpo díscreto de documentos. Desde el punto
vista del lec­
ter, su categoría cambia: nada más aparecer en un entorno
teli:tual, todos los documentos pasan a existir como partes de un
sistema mucho mayor y en relación con todo el materíal existente
en el sistema. Al establecer trayectos electrónicos entre
blo­
ques de texto, los nexos de Intermedia actualizan las interrelacio­
nes potenciales.
TIJe Dickens Web, un documento muestra de Intermedía
blicado por el IRIS en 1990, ilustra las clases de autoría en
boradón caracterlstícas del hípertexto. Esta obra, que contiene
unos 245 documentos y 680 nexos, reviste la forma de una «reco­
pilación sobre Charles Dickens, su novela G,"eat Expectations y
muchos otros ternas afines como historia victoriana, salud públi­
ca y religión»,u La creacíón de
Dickens 1r'eb reunió a doce­
nas de «autores» y casi el mismo número de colaboradores.
Además de unos mapas, preparé sesenta y cuatro documentos
texto, tres cronologías, las versiones originales de diez mapas
gráficos de conceptos (más adelante volveré sobre el tema) y es­
cribí las leyendas, algunas tan elaboradas como para ser ensayos
cortos, para unas treinta y tantas reproduccíones de obras de arte,
en su mayor parte íJustracÍones victorianas en bloques de madera.
David Cody, el más prolífico de los cuatro asistentes posgradua­
dos o licenciados que colaboraron en esta parte
proyecto en
Intermedia fundado por el AnnenbergerlCPB Project, produjo
cuarenta y cuatro documentos de texto, un par de cronologías y
un número parecido de mapas
conceptos; también seleccionó
e introdujo muchas de las ilustraciones que fueron procesadas de
nuevo por Panl D. Kahn, coordinador de proyecto en el IRIS, y
Launhardt, coordinadora adjunta, que también prepararon
contenidos verbales y gráficos de todos los documentos.
Trabajando con su pel'miso, produje treinta documentos a par­
obras publicadas y sin publicar de Anthony S. Wohl, profe­
RECONF1GURAR AL AUTOR
127
sor de historia en el Vassar College. sobre Jos temas de salud públi­
ca, raza y clases sodales en la Gran Bretaña victoriana (Fig. 7).
Como mí trabajo casi sólo consistió en dividir los escritos de Wohl
en lexias adecuadas y como él aprobó las transliteraciones a hiper­
texto de sus obras, sólo consta su nombre en los documentos. Se in­
cluyeron, tras obtener
debidas autorizaciones escritas, unos
veinte documentos creados por estudiantes de la Universidad
Bro\vn; más o menos la misma cantidad de documentos toman la
forma de breves comentarios uno o dos párrafos por especíalís­
tas en Díckens; estas citas, a menudo precedidas de comentarios in­
troductorios seguidas por preguntas, sirven como versiones hi­
pertextuales las clásicas citacÍones eruditas y se citan sin ninguna
autorización específica al amparo del principio de uso legítimo.
Katherme B. Stockton, la única colaboradora licenciada durante el
tercer año del proyecto, creó unos qUÍ11ce documentos de texto y
gráficos adicionales. a Jos cuales desde entonces se han añadido
aportaciones de otros ayudantes de investigación, licenciados o no
y estudiantes que trabaíaban en otros proyectos, que también con­
tribuyeron con una docena de lexÍas.
Contdbuyeron con material adicional cinco catedráticos
de varías universidades: Linda H. Peterson, profesora adjunta de
1engua inglesa en la Universidad Yale, colaboró con bibliografías
sobre religión, arte y literatura victorianos; Joan D. Richardson,
profesora adjunta de historia en la Universidad Brown, aportó
una bibliografía sobre ciencia victoriana. Peter Heywood, profe­
sor adjunto de biología, uno de los dos primeros profesores de In­
termedia, nos autorizó a incorporar ensayos sobre darwinismo
que había escrito para un curso superior de biología de la célula
Walter L. Arnsteín, profesor de historia en la Universidad
Illinois, contribuyó con una bibliografía sobre re1igión en la
Gran Bretaña victoriana; y Míchel-André Bossy, profesor de fran­
literatura comparada en la Universidad Brown, tuvo la
cés y
amabilidad de permitír la inclusión de su breve discusión sobre
la novela policiaca.
La contribución de Bossy ilustra muy bien lo complejas que
pueden resultar las decisiones acerca de la autoría en un entorno
de hipertexto. ensayo de Bossy, que había elaborado como ma­
terial para repartir en sus clases de literatura comparada, se
corporó a los materiales en Intermedia después de que Barry J.
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HIPF.llTEXTO
Fishman, uno de sus estudiantes, percibió una relación entre
el ensayo, Dickens y otl"OS autores que había estudiado conmigo el
curso anterior. Previo permiso del profesor Bossy, introdujo el en­
sayo en Intermedia y estableció nexos para que estudiantes de
otros cursos pudieran beneficiarse de él. Ahora se plantea la cues­
tión síguiente: ¿quién es el autor de esta valiosa recopilación?
Bossy, evidentemente, ya que resumió a otros especiaJistas «con
sus propias palabras». Pero ¿qué hay de los comentaristas que le
sirvieron de fuentes? En una obra impresa, no procedería incluir­
los como autores, pero en hipertexto la situación cambia. Y, lue­
go, ¿gué hay de Físhm<ln? Fue él quien percibió la relación, con­
siguió las autorizaciones necesarias para incJuír el documento y
Iuego estableció Jos nexOS pertinentes. En mi opinión, en toda
justicia, él también se merece compartir parte de la autoría de la versión hípertextual, como también, por otro lado, los creadores
las leKÍas a las que está conectada.
Se plantea un problema de autoría todavía más complejo reS­
pecto a las numerosas visiones generales gráficas de The Dicke1tJ
Después de que Níco] e Yankelovich me entregara un ejem­
plar de Learníng How to Learn (Aprender a aprender), de James
D. Novak y Bob Gowin, que preconíza el empleo de mapas de
conceptos de acuerdo con su visión construccionísta del saber,
aproveché unas primeras versiones de directorios gráficos en los
que varios temas, como religión y filosofía, biografía y contexto
cultural, rodeaban un ente (<<My Last Duchess», de Robert Brow­
ning, o El Periodo Victoriano) al que estaban conectados por li·
neas nldiales.l '; Como mi hijo doceañero tenia mucha más facili­
dad qlle yo con el programa de díbujo MacDraw, acabó creando
versiones informáticas de mis mapas de concepws que a conti­
nuación llevé al equipo de desarrollo del IRIS (donde, durante un
tiempo fueron conoddos, y sólo parcíalmente en broma, como el
modelo Noah Landow). Finalmente, Helen d'Andrade, díseña­
dora gráfica del IRIS, elaboró elegantes versiones de estos mapas
de conceptos en los equipos IBM que al principio soportaban
nuestro entorno hipertextual. Con las versiones de d)Andrade
como plantillas, David Cody las fue modificando durante la ela­
boración de las visiones generales de Díckens; más de un año más
tarde, elaboré otro mapa de conceptos para Great Expectations y
añadí muchos más, incluyendo los de la religión en Inglaterra, la
RECONl'lG\;R.AR AL AI;TOR
l29
salud pública y la época victoriana. Cuando el IRIS pasó de In­
termedia a Apple Madntosh n, Shoshana M. Landow, una estu­
diante ayudante de investígadón durante el verano, volvió a ela­
borarlos, haciéndolos más pequeños, claros y dicientes. Luego,
cuando eJ IRIS decidió publicar una pequeña parte de este mate­
rial de apoyo docente bajo la forma de The Dickens Web, RonnÍe
Peters, de la Rhode Island School oE Design, replanteó y modifi­
có la presentación gráfica de todo el materíal índuido. Aportó
principios de diseño, una hoja de estilo gráfico y ejemplos con­
cretos, pero la mayoría de las visiones generales fueron diseñadas
por Paul Kahn.2~ ¿Quién, pues, es el «amor» de las vÍsiones gene­
rales ele Creat Expectations y de «la Religión en lnglaterra~>? Re­
pasando esta narración de los orígenes, conté al menos diez indi­
viduos que participaron, en varios grados sígnificativos, de la
autoría, y no he mencionado a los que establecieron nexos entre
estas visiones generales y cientos de otras lexias. Algunas perso­
nas que crearon nexos figuran en la relación anteríor, pero hubo
muchísimos mas, entre los cuales cabe destacar Suzanne Keene,
~lhora profesora adjunta en la Universidad Yale, y David Cody,
profesor adíunto de 18 Universidad
Oklahoma, que creó las
primeras conexiones a gran escala en Intermedia.
En la versión publicada, ellRlS resolvió hacer constar las ini­
ciales en las visiones generales. Great Expectatiom y «La Religión
en Inglaterra», por ejemplo, ponen «GPL» y «RP» para indicar
Jos autores y la exposición anterior nos da una idea de lo engaño­
so que puede resultar una asignación tan limitada. La visíón ge­
neral de «Relaciones Literarias de Dichns», que Kahn modificó
totalmente según un diseño suyo, lleva las iniciales De, S.ML,
PDK, indicando así más un lin~íe que no sus progenitores direc­
tos, y el directorio grM.ico «Bibliografía Victoriana», que ahora
muestra una magnífica imagen de un líbro victoriano decorado en
lugar de mi diseño radial estándar y bastante somero, sólo men­
clona <~GPL>, a pesar de que la concepción era de Kahn. La lógi­
ca parece ser que la persona que idelltifícó la necesidad de un do­
cumento concreto y organizó sus contenidos intelectuales, en e;;te
caso, solamente ocho encabezamíentos de temas, recibe el mérito.
Pero lo más importante aquí es que parte del mérito proviene de
la g~~nerosidad de colega::.; y parte equiwle ,l una especie de rc­
compt:nsa por un trabajo preparatorio anterior.
.. HIPF.RTEXTO
1111
4.
I :omo esta exposición deja bien claro, la «autoría» de los tex­
11I~ IIldíviduales en un entorno hipertextual resulta aún más pro­
hh'lIi.ltÍca que en el mundo de la imprenta. «Autoría» va más allá
de 1"" comillas cuando se considera The DZckens Web en conjun­
to: t'!l la portada del manual de usuario sólo consta: «IRIS In­
termt.dial The Dickens Web ! Manual de usuario y guía de íns­
talaci¡'IO». En la contraportada, donde figuran las obligadas
mem.jones sobe derechos de autor y prohibiciones de copias no
autorizadas, se acredita a la Henry y Albert A. Berg Collectlon de
la Ncw York Public Library'" por la autorización de reproducir
las ilustraciones de W. Pailthorpe para Great Expectations. En la
págin¡¡ de los derechos
propiedad no se menciona <.l. ningún au­
tor. En lugar de ello, pone lo siguiente: «Desarrollado por Geor­
ge P. Landow / Editado por Julie Launhardt y Paul Kahn I Dise­
ño Gráfico de Ronnie Peters». Esta solución, a la que llegaron
Launhardt y Kahn tras consultar a otrOS miembros del IRIS, con­
dene UDa verdad importante acerca de los escritos en un entorno
hipertextual. El hipertexto no tiene autores en el sentido tradi­
cional. Si el hipertexto como herramienta pedagógica convierte al
profesor de un líder en una especie de tutor o compañero. el hi­
l~ertC!xto como medía de escritura transforma al escritor en editor
y Clllltborador. El hipertexto, como el cíne y el video o ]a ópera,
hUI,llcil trabajo en equipo.
Reconfigurar la narrativa
El hipertexto y la concepción aristotélica de trama
El hipertexto, que pone en entredicho la narración y todas
formas literarias basadas en la linealidad, también pone en tela de
las ideas de trama e hilo narrativo corrientes desde Aristó­
De] examen de la Poética en el contexto de una discusión
sobre hipertexto se desprende una de las dos cosas siguientes: o
bien no se puede en absoluto escribir ficción en hipertexto (y la
Poética muestra por qué podría ser el caso) o bien defíniciones
y descripciones aristotélícas de trama no rigen para historias es­
critas y leídas en un entorno hipertextual. Al principio de este
estudio, sugerí que el hipertexto ofrece un medio partículatmen­
te eficaz de
a prueba las teonas literaria y cultural. Éste es
un buen ejemplo. Aunque la ficción hipertextual sea muy recien­
te, las muestras que he podido ver ya cuestíonan algunos de los
puntos claves de Aristóteles respecto a ]a trama y la historia.
el capítulo síete de la Poética, Aristóteles ofrece una
ción
trama en la que la secuencia fija desempeña un papel esen-
cial:
Un todo es aquello que tiene principio, medío y
Un prÍn­
cipio es aquello que en sí no es necesarÍamente precedido por otra
C059 y que nawralmente tiene rugo después. Un fin es aquello que
'almente vÍene a continuación de otra cosa, como su conse­
cuencia necesaria o habitual; un medio es aquello que por natura­
*
Colección
Albert A. Berg de la Biblioteca Públíc,l de Nueva York. T.
leza está
,I
de algo y que tiene algo después, ¡
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