sesión conjunta de las comisiones de defensa y asuntos exteriores

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Año 1999
VI Legislatura
Comisiones. Núm. 422
SESIÓN CONJUNTA DE LAS COMISIONES
DE DEFENSA Y ASUNTOS EXTERIORES
PRESIDENCIA DE LA EXCMA. SRA. DOÑA ESPERANZA AGUIRRE
GIL DE BIEDMA
celebrada el miércoles, 21 de abril de 1999
ORDEN DEL DÍA:
— Comparecencia del Ministro de Defensa, Excmo. Sr. D. Eduardo Serra Rexach, a petición propia, para informar sobre la situación en Kosovo (Número de expediente 711/000277).
Se abre la sesión a las once horas y cinco minutos.
La señora PRESIDENTA DEL SENADO: Señorías, se
abre la sesión conjunta de las Comisiones de Defensa y
Asuntos Exteriores para tramitar la solicitud del Gobierno
de que el Ministro de Defensa comparezca para informar
sobre la situación en Kosovo.
Tiene la palabra el señor Ministro de Defensa.
El señor MINISTRO DE DEFENSA (Serra Rexach):
Muchas gracias, señora Presidenta.
Señorías, buenos días. Comparezco en esta Cámara,
como corresponde, para ofrecer a sus señorías una explica-
ción detallada de la situación actual en Kosovo y de las razones de la comunidad internacional y de España para participar en ella. En definitiva, para darles a conocer la situación actual y las previsiones de futuro.
Señorías, he de comenzar diciendo que nos encontramos en un momento particularmente singular. El mundo
ha vivido durante cincuenta años, prácticamente desde el
final de la Segunda Guerra Mundial hasta 1989, en un sistema geopolítico caracterizado por la existencia de dos polos, personificados en los Estados Unidos de América y en
la Unión Soviética, enfrentados por una mayor o menor
tensión, pero siempre por una tensión entre los mismos. De
manera que, quizá, la primera respuesta estratégica a la
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que debían contestar las naciones sería su ubicación en ese
—si me permiten la expresión— arco voltaico existente
entre esas dos superpotencias.
A raíz de la caída del muro de Berlín, en 1989, y la posterior disolución del Pacto de Varsovia, el panorama estratégico mundial ha cambiado radicalmente y, por tanto, estamos asistiendo a un cambio esencial en las posiciones de
los países en cuanto a su situación en el contexto político
internacional. No es ocioso recordar que mañana sale una
delegación encabezada por el Presidente del Gobierno para
asistir a la Cumbre de Washington, donde no sólo se celebra el L aniversario de la constitución de la OTAN sino
que se va a plantear ni más ni menos que un nuevo concepto estratégico. Es decir, se van a plantear cuáles son los
requisitos fundamentales, la situación mundial y la estrategia básica de la Alianza en esta —repito— radicalmente
nueva situación del mundo.
Pero al mismo tiempo esa Organización del Tratado del
Atlántico Norte, esa Alianza Atlántica, que ha asegurado la
paz, la estabilidad y la prosperidad durante el largo período
de la guerra fría, está involucrada, por primera vez en su historia, en una operación como la que nos ocupa. Digo esto,
señorías, porque quizá no venga mal recordar que —si se
puede utilizar la expresión— el éxito, el incontestable éxito
de la Alianza ha sido tácito; la Alianza triunfó por no tener
que intervenir. Ésa es la mejor prueba de su triunfo, que no
tuvo que intervenir. Como saben sus señorías, la primera
ocasión en que la Alianza despliega sus fuerzas es en una
operación real, todavía en curso, de mantenimiento de la paz
en Bosnia-Herzegovina a fin de asegurar el cumplimiento
de unos acuerdos.
La situación de Kosovo es radicalmente distinta. Es una
situación que no es fácil de explicar si no se tiene en cuenta
cuáles son sus antecedentes. No voy a hacer referencia a
los más antiguos antecedentes históricos, que se pueden
remontar fácilmente, por ejemplo para explicar la presencia de los albano-kosovares en el territorio, al siglo VI. Tan
sólo voy a recordar a sus señorías que en 1980 se produce
el fallecimiento del Mariscal Tito, Presidente de la República Federal de Yugoslavia, y algunos recordarán que la
misma había sido modelo político e incluso económico
para los jóvenes estudiantes europeos de las jornadas de
los años 60.
Este Mariscal de origen croata había mantenido bajo el
mismo poder —hay que recordarlo— seis repúblicas federadas: Serbia, Bosnia, Eslovenia, Croacia, Macedonia y
Montenegro, y dos provincias autónomas: Vojvodina y
Kosovo. Y es importante recordar que cuando se establece
el sistema presidencial que va a suceder al Mariscal Tito se
establece una presidencia rotatoria de duración anual en la
cual, en un período de ocho años, ocuparán la presidencia
—como digo rotativamente— las seis repúblicas federadas
y las dos provincias autónomas. Pero el fallecimiento del
Mariscal Tito trajo consigo la aparición de fuertes tensiones desintegradoras en el seno de la República Federativa
Socialista de Yugoslavia.
Desaparecido el consenso que mantenía unidas a las diferentes repúblicas, a finales de la década de los ochenta,
Eslovenia, Croacia y la provincia de Kosovo llegaron a de-
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fender una concepción confederal del Estado que no fue
aceptada ni por Serbia ni por su aliado, entonces, Montenegro.
En los meses de marzo y abril de 1981 el pueblo de
Kosovo organizó manifestaciones en la que su reivindicación principal era la garantía de la igualdad total de los
albaneses en la Federación a través del reconocimiento
de Estatuto de República a Kosovo. Serbia, en lugar de
satisfacer esas reivindicaciones, acentuó la represión
contra los albaneses suprimiendo, de manera absolutamente ilegal, el Estatuto de Autonomía el día 28 de
marzo de 1989.
Poco después, el 26 de junio de 1990, las autoridades
serbias decretaron la Ley sobre las relaciones laborales en
circunstancias de excepción. Señorías, según esta Ley, todos los directores albaneses de empresas, instituciones culturales y administrativas de la mayoría de los colegios, incluyendo las universidades, deberían ser —de hecho lo
fueron— despedidos y reemplazados por nuevas direcciones compuestas únicamente por serbios. En la Facultad de
Medicina de Pristina todos los médicos y enfermeras albaneses fueron despedidos de su trabajo por la policía siguiendo órdenes de la nueva dirección.
Hasta 1998 —el año pasado—, más de 80.000 albaneses fueron despedidos. Un tercio de la población perdió su
empleo. El aparato administrativo de Kosovo quedó exclusivamente en manos serbias.
Cinco días después, el 2 de julio de 1990, 115 delegados del Parlamento de Kosovo proclamaron la declaración
de independencia. El 5 del mismo mes de julio Serbia suprimió el Parlamento de Kosovo, su Gobierno, sus órganos
administrativos y judiciales y ocuparon Kosovo con carros
de combate.
El 7 de septiembre de 1990, en condiciones de verdadera ocupación, el Parlamento de Kosovo aprobó la constitución de la República y se organizó un referéndum, que
se celebró el mismo mes de septiembre, en el que participaron más del 87 por ciento de los electores, votando el
99,87 a favor de la independencia. También en 1990 se celebraron elecciones en Bosnia-Herzegovina, quedando
constituida una presidencia colegiada a base de representantes de las tres mayorías étnicas: musulmanes, croatas y
serbios, distribuida de manera muy poco uniforme por
todo el territorio.
El Gobierno federal yugoslavo fue incapaz de frenar la
escalada de tensiones y el ejército se negaba a aceptar sus
decisiones. En junio de 1991, Eslovenia y Croacia anunciaban formalmente su independencia de la República Federativa, lo que generalizó el enfrentamiento armado contra el Ejército federal yugoslavo de mayoría serbia.
Entonces, hace ocho años, en la Comunidad Europea,
que desde el comienzo intentaba asumir su responsabilidad para intentar alcanzar la paz tratando de que las partes
implicadas acordasen un alto el fuego, se iniciaron negociaciones por vía diplomática.
El 15 de octubre de 1991, siguiendo los pasos de Eslovenia y Croacia, Bosnia-Herzegovina se declaró Estado
soberano. En ese mismo mes, el Parlamento de la República de Kosovo eligió su primer Gobierno. Este Gobierno,
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en el mes de enero de 1992, pidió a la Comunidad Internacional el reconocimiento del derecho a la secesión de la
República Federativa de Yugoslavia y el 24 de mayo tuvieron lugar las primeras elecciones parlamentarias y presidenciales en las que participaron todos los partidos políticos.
Estas elecciones no fueron reconocidas por el Gobierno
central y, por lo tanto, fueron clandestinas. Se eligieron a
los 115 miembros del Parlamento y como Presidente de la
República al ahora conocido doctor Rugova.
En 1993 se crea el Ejército de Liberación de Kosovo
(UCK) considerando su origen como consecuencia de la
unión de un numeroso grupo de organizaciones terroristas
más o menos dispersas que hasta ese momento habían actuado de forma independiente.
Durante los años 1994 y 1995 comienzan importantes
atentados. El año 1996 se produce una escalada; en 1997
una docena de atentados y al final del año la escalada de la
violencia había llegado a cotas difíciles de imaginar. El 28
de noviembre de 1997 hace su primera aparición oficial y
pública el UCK. Como digo, señorías, después de una ruptura ilegal de la constitucionalidad vigente, se produce un
aumento constante de manifestaciones estudiantiles y de
violencia en las que se exigía volver a la situación de autogobierno anterior.
Desde comienzos de 1998 la situación se radicalizó y
siguió dando muestras de un deterioro progresivo con continuos informes del aumento de las fuerzas del Ejército de
la República Federal y de la policía en la zona. Además, se
empezaron a detectar unidades paramilitares que ya participaron en masacres y limpiezas étnicas en Bosnia-Herzegovina como, por ejemplo, los famosos, entonces, «tigres»
de Arkan.
Los altercados entre la población civil de las dos facciones, serbios y albano-kosovares, produjeron un goteo
continuado de heridos que contribuyeron a radicalizar la
situación.
La matanza perpetrada por las fuerzas de Milosevic de
80 civiles, 30 de ellos ancianos y niños en febrero de 1998,
produjo una reacción inmediata de la opinión pública internacional demandando —febrero de 1998, señorías—
acciones más contundentes contra Milosevic. El conflicto
se convirtió en guerra de guerrillas y la población se radicalizó abandonando progresivamente cualquier opción
moderada.
Durante 1998 el ejército, de mayoría serbia, controló la
llamada parte útil de Kosovo: nudos de comunicación importantes, zonas mineras, principales plantas de energía,
etcétera. El resto del territorio estaba en la práctica fuera
de control; tenía desplegados el ejército, carros de combate
y vehículos blindados para hacer frente a las algaradas callejeras.
La actuación política de los líderes kosovares se ha centrado en la celebración de elecciones clandestinas, no reconocidas por el Gobierno serbio, del día 22 de marzo de
1998, y en la radicalización de sus posturas tras las actuaciones de la policía contra los albano-kosovares.
Las elecciones se celebraron sin incidentes y Rugova
obtuvo el apoyo del 99 por ciento de los albano-kosovares
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que votaron en las elecciones, votó otra vez el 87 por
ciento del electorado.
Se renovaron entonces las llamadas instituciones paralelas kosovares no reconocidas por los serbios e Ibrahim
Rugova nombró una comisión para negociar un Estatuto
de Autonomía con Belgrado.
Rugova solicitó ya entonces de la Comunidad Internacional la imposición de un protectorado para un período
temporal, tras el cual se decidiría el futuro de la región en
un referéndum. La postura oficial de la OSCE fue, como
ha sido, como continúa siendo, no apoyar la independencia
de Kosovo al tiempo que condenaba el comportamiento de
la República Federal Yugoslava.
Por lo tanto, nos encontramos a principios del año pasado con una situación de ruptura de la legalidad interior,
de escalada progresiva de la violencia y radicalización de
las posiciones. Ya entonces se empieza a demandar una intervención de la Alianza Atlántica.
La primera pregunta, señorías, es por qué se produce la
situación y por qué se demanda una actuación de la
Alianza.
El breve repaso histórico que he expuesto pone de manifiesto que entre las diferentes —como quiera llamárseles— etnias, religiones, culturas, repúblicas que convivían
bajo la República Federativa Socialista Yugoslava empiezan las tensiones, las cuales habían encontrado un punto de
equilibrio con esas repúblicas federadas o esas provincias
autónomas. Milosevic, que venía de ser dirigente del antiguo régimen comunista, encuentra que ya no sirve la ideología comunista como aglutinante social y entonces enarbola cada vez más un nacionalismo excluyente, intolerante, que empieza a recordar, señorías —especialmente
después de estas elecciones—, los tiempos más negros del
nazismo. Empiezan a aparecer por Kosovo los carteles de
«Sólo para serbios»; empieza una labor que, como les he
relatado, comienza por ser una represión laboral y acaba
siendo —como estamos viendo cada día ante nuestros
ojos— una limpieza étnica sin parangón en ningún sitio de
Europa en la segunda mitad del siglo XX.
Así las cosas, la segunda pregunta es: ¿Por qué se demandó la actuación de la Alianza? Porque, a mi juicio, la
Alianza era la única institución internacional que reunía
dos características: primero, credibilidad y, segundo,
fuerza para imponer una solución razonable. Ésta es una
situación paradigmática en la que se pone de manifiesto
que los buenos propósitos, los buenos deseos sin capacidad coercitiva, sin capacidad militar conducen con toda
seguridad al caos, porque significaría dejar a los más fuertes imponer dictaduras sobre sus pueblos y sobre los que
pudieran sin hacer frente a esta situación. Por eso, señorías, se demanda crecientemente la presencia de la
Alianza.
El 28 de mayo, los Ministros de Asuntos Exteriores de
los países miembros de la OTAN se reunieron en Luxemburgo para tomar decisiones sobre el hipotético envío de
fuerzas OTAN a los territorios de Albania y de la antigua
República yugoslava de Macedonia para desarrollar unos
ejercicios militares. Es decir, hace once meses, comenzó el
ejercicio, tan viejo como la historia del mundo, de mostrar
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la fuerza propia para disuadir y que no continúe la situación que se venía desarrollando en Kosovo.
Además, ya se preparan los planes necesarios por si las
circunstancias aconsejaban el despliegue preventivo, y no
solamente la realización de ejercicios de tropas de la
Alianza en las zonas fronterizas de Albania y la antigua
República yugoslava de Macedonia con Kosovo.
El día 9 de junio del pasado año se reunieron en Luxemburgo los Ministros de Asuntos Exteriores de la Comunidad Europea para evaluar las posibles acciones a
tomar contra Serbia ante la continuación de su política represiva sobre la población albano-kosovar. En dicha reunieron se decidió congelar todos los bienes muebles e
inmuebles del Estado yugoslavo y de particulares serbios
en los países integrantes de la Comunidad Europea, así
como prohibir las inversiones de empresas o particulares
de dichos países en suelo serbio.
Sigue una presión de la opinión pública europea occidental para que la OTAN actúe. A pesar de haberse hablado muchas veces de imprevisión, el pasado 7 de octubre ya se hablaba de la existencia de entre 250.000 y
300.000 desplazados; es decir, la limpieza étnica había
comenzado mucho antes, casi un año antes de las acciones de la Alianza. En esa reunión del 7 de octubre el Consejo de la OTAN aprobó el plan de operaciones para la
llamada «Operación Aérea por Fases» y el día 13 del
mismo mes se autorizó al Saceur, al comandante supremo
aliado para Europa a emitir la orden de activación de la
operación y la ejecución de ejercicios de vigilancia y reconocimiento por fuera del espacio aéreo de la República
Federativa Yugoslava. Se daba un paso más en esa demostración a las autoridades serbias de que no podían seguir por ese camino, esperando que la comunidad internacional se quedara pasiva. Es importante recordar esta
fecha del 7 de octubre porque es el momento en que la
Alianza Atlántica toma la primera decisión, y porque —
como luego me referiré— el día anterior, el 6 de octubre,
comparecimos el Ministro de Asuntos Exteriores y yo
mismo ante el Congreso de los Diputados para dar cuenta
de la situación.
Todas las organizaciones internacionales presionaron
tanto a Milosevic como al UCK para buscar una solución
pacífica y negociada al conflicto. El primer fruto del
acuerdo se firmó el 16 de octubre de 1998, con el establecimiento de una misión de verificación de la OSCE en Kosovo, que vigilaba el cumplimiento de las Resoluciones
1.160 y 1.199 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. El citado acuerdo contemplaba también la retirada de
las fuerzas de policía especial y de las unidades del ejército
serbio que habían sido desplegadas como refuerzo adicional.
Tras el fracaso negociador el enviado norteamericano
Christopher Hill, en diciembre de 1998, el grupo de contacto decidió tomar la iniciativa. Mientras tanto, las fuerzas serbias continuaban sus acciones de represalia sobre
Kosovo. El 15 de enero realizaban una matanza de 45 albano-kosovares en las afueras de Racak y el 29 del mismo
mes mataron a otros 24 en una operación de limpieza de
zonas controladas por el UCK.
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El 30 de enero la Alianza Atlántica advirtió al Presidente Milosevic que debía cumplir tres demandas claras:
primero, un total de inmediato alto el fuego sin más ataques a los civiles kosovares y sus lugares de residencia; segundo, que los serbios redujesen los niveles de fuerza de
su ejército y la policía especial a aquellos acordados por el
propio Milosevic el 16 de octubre de 1998 y, tercero, que
finalizaran las conversaciones sobre un acuerdo político.
Sus señorías recordarán que desde el primer momento
se habla de mantenimiento de las fronteras, de que en ningún caso puede aparecer una nueva entidad política, y la
explicación es muy sencilla y uno la comprende inmediatamente en cuanto viaja a la zona. Si este toma y daca entre incumplimiento de la legalidad, aparición de violencia,
incluso de brotes terroristas, y escalada de la represión llegara consolidar como fruto una independencia de Kosovo,
una nueva entidad independiente, inmediatamente prendería en las regiones limítrofes; estamos hablando de Vojvodina, de Transilvania, en definitiva, estamos hablando de
los Balcanes enteros.
En Europa llevamos cincuenta años hablando de que
queremos conseguir la unidad europea. Un breve repaso de
la historia de Europa nos hace ver que hace cien años Europa estaba constituida por una docena de naciones; unas
se pelean contra otras, tras la guerra de 1914 a 1918, Europa gana la paz, pero con dos docenas de naciones, muchas de las cuales aparecen en el mapa y son hoy protagonistas o colindantes de este conflicto. Vuelve a haber guerra entre europeos, entre 1939 y 1945, vuelve a obtenerse
la paz, pero surge una Europa que quiere estar unida con
treinta y seis naciones; y, al término de la guerra fría, hoy
el mapa europeo cuenta con cerca de cincuenta unidades
independientes.
Es decir, cada vez es más escandalosamente llamativo
el contraste entre el deseo genuino y profundo de los europeos de constituir una unidad y, al mismo tiempo, esa unidad se despedaza, como la taza de té de porcelana china, en
más fragmentos.
Hay una zona donde el peligro de disociación es mayor,
ese peligro se llama los Balcanes; esa zona es donde comenzaron la Primera y la Segunda Guerra Mundial y esa
zona es la que hoy está en la situación que sus señorías conocen.
Se intenta, por tanto, ejercer una presión donde por delante está la fuerza diplomática y por detrás está el respaldo de la fuerza militar para que se avengan las partes a
una solución negociada. Se han llegado a acuerdos en octubre y en diciembre que han sido reiteradamente incumplidos por el Presidente Milosevic. En consecuencia, es
inevitable que el 30 de enero de 1999 el Consejo del Atlántico Norte tome la decisión de delegar en el Secretario General para que la amenaza, siempre presente, empiece a ser
inmediata, para que si hay alguna posibilidad de que Milosevic se avenga a negociar, lo haga a la mayor brevedad
posible. Por consiguiente, los aliados delegan en el Secretario General el momento de comenzar la operación en el
caso de que las conversaciones fracasen. Al mismo tiempo
se hacen los últimos esfuerzos por alcanzar un acuerdo de
paz y se celebra la Conferencia de Rombouillet entre los
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días 6 a 17 de febrero. Se finaliza sin acuerdo, otra vez ante
la negativa serbia a la presencia de fuerzas internacionales
en Kosovo y la pretensión albano-kosovar de un referéndum de autodeterminación, además de no aceptar el desarme del UCK.
Recordarán sus señorías que se concede un plazo de
prórroga, un plazo de reflexión a ambas partes hasta el
15 de marzo, fecha en que se reanudan las conversaciones de París. Mientras, la situación en el terreno continúa
deteriorándose y las posturas seguían manteniéndose
muy distanciadas. Las negociaciones celebradas en París
fracasaron definitivamente el día 19 de marzo ante la negativa serbia a aceptar el acuerdo de paz a pesar de que la
delegación albano-kosovar ya lo había firmado. El 20 de
marzo los observadores de la misión de verificación de la
OSCE tuvieron que ser evacuados hacia la antigua República de Macedonia. El embajador especial norteamericano, Holbrooke, a pesar del fracaso flagrante de Rambouillet, hace un último, un desesperado intento el día 23
de marzo por no llegar al uso de la fuerza sin resultado
alguno. A las doce horas de ese día 23 regresa a Washington, camino de Bruselas, donde explica el absoluto
fracaso de la última esperanza de encontrar una acuerdo
negociado. La noche de ese mismo día 23, el Secretario
General de la Alianza comunicó a los medios de prensa
la noticia de haber dado la orden de ataque al Saceur,
aunque dejaba abierta la posibilidad para que Milosevic
realizara un último movimiento que pudiera frenar el
bombardeo aéreo sobre la República Federativa de Yugoslavia.
El 24 de marzo, al día siguiente, el primer ministro
ruso, Primakov, que viajaba hacia Washington en visita
oficial, la suspendió regresando a su país, al mismo tiempo
que solicitó una urgente reunión del Consejo de Seguridad
de Naciones Unidas. Prácticamente de modo simultáneo,
el Presidente de la Cámara rusa, de la Duma, advirtió ese
mismo día a la comunidad internacional de la posible expansión del conflicto y manifestó que apoyaría a su tradicional aliado serbio con material de guerra, cosa que no se
ha llevado a cabo hasta la fecha.
Tras el fracaso de las conversaciones mantenidas por el
enviado Holbrooke, el Parlamento serbio y la prensa siguieron mostrando su rechazo a cualquier compromiso y a
una aceptación fatalista de los ataques de la OTAN. En una
votación realizada en el Parlamento serbio el mismo 23 de
marzo sobre la posibilidad de aceptar tropas de la OTAN
en territorio propio, el resultado fue de 204 a cero en contra de permitir el citado despliegue. A partir de esa fecha,
las Fuerzas de Policía y del Ejército de la República Federativa Yugoslava iniciaron un ataque sistemático para destruir aldeas y pueblos y aterrorizar a la población civil en
Kosovo.
Sus señorías habrán conocido por la prensa internacional que la preparación de la consumación de la limpieza étnica o del genocidio estaba preparada con anterioridad y,
por tanto, a mi juicio, sólo por ignorancia o mala fe se
puede decir que la actual catástrofe humana que se está viviendo en Kosovo se debe a la intervención de las Fuerzas
de la Alianza.
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¿Cuál ha sido la participación de España? Creo, señorías, que ha estado presidida por dos principios: el de coherencia y el de solidaridad. En cuanto al principio de
coherencia, sus señorías saben que España ha atravesado
en los últimos siglos un período grande de aislamiento histórico, de puertas cerradas con el resto de la comunidad internacional, y sólo a partir de la transición democrática se
empieza una política clara de puertas abiertas, que se traduce en la incorporación, y no es ocioso recordar, primero
a la Alianza y después a la Unión Europea. Hoy, España es
un país no sólo de pleno derecho sino un país señero en la
comunidad internacional. Por tanto, no es de extrañar ni la
posición del Gobierno, claramente coherente con esta
nueva política y situación de España en el mundo, ni tampoco algunas voces, no sólo nostálgicas, que no entienden
coherente con ese aislamiento, ya trasnochado, el que participen tropas españolas en una operación en los Balcanes.
En todo caso, señorías, desde el comienzo del conflicto
de Kosovo fue para el Gobierno español un motivo de
honda preocupación. La acción del Gobierno ha estado
guiada por el rechazo a las continuas y reiteradas violaciones de los derechos humanos y por su preocupación por la
gravísima situación humanitaria provocada por la política
seguida por el Gobierno yugoslavo. Es principalmente eso,
pero no es sólo eso; junto a ello es el riesgo que para la estabilidad y para la paz en Europa supondría la extensión
del conflicto. Como he explicado a sus señorías, el riesgo
mayor desde el primer día en las instituciones europeas sería que nos enfrentásemos a una extensión o generalización del conflicto de Kosovo. Y como consecuencia lógica
de esa coherencia, España ha participado activamente
desde el principio y está participando en las operaciones
aéreas, en la fuerza marítima y ha mostrado su voluntad de
participar en la fuerza que se implementaría, en el caso de
alcanzar un acuerdo político, para garantizar el cumplimiento de dicho acuerdo, y no sólo ha acordado sino que
ya ha enviado, esta tarde salen de Valencia, el contingente
español que realizará tareas humanitarias y de protección
para los refugiados y desplazados en Macedonia y Albania, que en nuestro caso se ubicará en Albania. Por tanto,
el primer principio de coherencia creo que está suficientemente explicitado.
El segundo es el de solidaridad, primero solidaridad
con la comunidad internacional, con los aliados y con la
propia posición atlántica y europea de Europa y, segundo,
señorías, la solidaridad con la catástrofe que se está viviendo en el propio corazón de Europa.
El 6 de octubre el Gobierno informó al Congreso de los
Diputados de todos los esfuerzos negociadores de la comunidad internacional y de que en caso de que se agotasen
todas las negociaciones por vía diplomática se avisaba, señorías, el 6 de octubre, que se consideraría legitimada una
acción militar siempre que se cumplieran las condiciones
que entonces expuso el Gobierno: continuado incumplimiento por las partes en el conflicto de las resoluciones del
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, bloqueo del
Consejo de Seguridad y agotamiento de las vías diplomáticas, catástrofe humana de grandes proporciones o inminencia de la misma y acuerdo del Consejo del Atlántico
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Norte que, como sus señorías saben, se toma por unanimidad.
Como les he relatado, se redoblaron los esfuerzos diplomáticos, y el señor Milosevic a lo largo de este proceso
y, como ya tenía antecedentes, sin sorprender demasiado
se puede decir que ha estado jugando con la comunidad internacional, porque, apoyándose en el hecho del más que
probable bloqueo del Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas por la ciencia y conciencia perfecta de que alguno
de sus países amigos vetaría cualquier resolución, el señor
Milosevic jugó siempre con exigir esa resolución, que era
en términos realistas impensable en cuanto que desde la
constitución de Naciones Unidas existe la posibilidad de
veto.
Ante la situación de intolerancia del señor Milosevic, y
algo más que intolerancia, ante la situación del bloqueo de
Naciones Unidas se toman las decisiones que les he relatado y se comienza la acción militar. Yo querría decirles
que los propósitos básicos son: disminuir la capacidad militar y policial de las fuerzas serbias; detener y acabar con
la violencia en Kosovo e intentar paliar, y, en su caso, solucionar la catástrofe humana.
Desde que comenzaron las operaciones, el Gobierno ha
participado; en la única operación aérea aprobada que les
he relatado, que desde el principio se anunció que sería
larga, España participó poniendo a disposición de las fuerzas aliadas cuatro aviones F-18 y un avión cisterna; recientemente ha añadido dos aviones F-18 más. Por otro
lado, tiene una fragata y el buque de apoyo «Marqués de la
Ensenada» en aguas del Adriático, dentro del grupo del
Stanavformed, y, como he dicho, ha tomado decisiones en
el caso de que fuera posible que se alcanzara el acuerdo de
enviar una fuerza terrestre que garantizara el cumplimiento
de ese acuerdo; también ha tomado decisiones y acciones
concretas en lo que respecta a la política humanitaria y en
lo que se refiere al contingente militar necesario para apoyarla y protegerla.
Ésta es la situación, señorías. ¿Cuáles son las previsiones? Las previsiones reiteradamente expuestas en el seno
de los organismos aliados son las siguientes: que esta acción aérea continuada, que ha estado ciertamente perjudicada por las malas condiciones climatológicas, unido —y
esto es muy importante— al deseo de evitar al máximo los
daños colaterales, ha hecho que la eficacia fuera menor
que la teóricamente posible en buenas condiciones. Hubiera podido ser muy superior la eficacia si no se hubiera
tenido el cuidado, repito, exquisito que se ha tenido para
evitar los daños colaterales. Ahora, las condiciones climatológicas permitirán una mayor eficacia y, por tanto, la situación en Serbia va a ser de progresivo bloqueo para las
fuerzas militares, para las fuerzas armadas y para las fuerzas de seguridad. De manera que se espera que Milosevic,
presionado por una comunidad internacional, de la que
cada día está más aislado, y por unos aliados tradicionales
que están viendo la sinrazón de su postura, además de por
algunas fuerzas internas con las que empieza a haber atisbos de problemas, pueda al fin doblegarse ante la comunidad internacional y admitir la solución política que tanto se
ha preconizado desde Occidente.
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Hay quien dice que los parámetros de Rambouillet son
cada vez más difíciles, si no por otra cosa, por la falta de
fiabilidad ya prácticamente total de Milosevic y que, por
tanto, habría que pensar en una solución, probablemente
de larga duración, como podría ser un protectorado internacional; pero todo eso, señorías, son cábalas. Lo que se
sigue planteando ahora es que hay que continuar las acciones emprendidas hasta que se alcance la finalidad propuesta que, como he reiterado varias veces durante mi exposición, tiene como objetivo fundamental que Milosevic
se avenga a negociar.
Muchas gracias.
La señora PRESIDENTA DEL SENADO: Muchas gracias, señor Ministro.
A continuación, abrimos un turno de portavoces. Cada
portavoz dispondrá de quince minutos.
En primer lugar, tiene la palabra el Senador Laborda,
portavoz del Grupo Parlamentario Socialista.
El señor LABORDA MARTÍN: Muchas gracias, señora Presidenta.
Señorías, señor Ministro, gracias por su intervención.
En este formato de debate solemne que estamos celebrando de sesión conjunta de las Comisiones de Defensa y
Asuntos Exteriores en este salón de Plenos, no tengo ninguna pretensión de agotar la materia, entre otras razones
porque, como le dije en la formulación de una pregunta la
pasada semana en el Pleno, me gustaría que hubiera regularidad en la información del Gobierno hacia las Cámaras
y, además, porque sé que esta tarde usted junto con el señor Ministro de Asuntos Exteriores van a entrar a explicar
de nuevo este aspecto, si bien conjuntamente con otro, en
el Congreso de los Diputados.
Ésta es la primera vez que en las Cámaras españolas,
tras iniciarse el conflicto militar propiamente dicho, las acciones militares, hay un debate exclusivo con usted —y yo
se lo agradezco—, sin mezclar con otras materias, sobre
esta cuestión que, efectivamente, nos preocupa. Quiero recogerlo; conozco su comparecencia del día 6 de octubre,
junto con su colega de Asuntos Exteriores, pero ésta es la
primera vez que hay un debate monográfico sobre estos
problemas en esa zona de Europa, que nos están preocupando.
Hecha esta introducción, a mí me interesa resaltar en
primer lugar algo muy importante, que es nuestro apoyo al
Gobierno en la participación de España en las acciones militares que la OTAN está llevando a cabo en Yugoslavia
para defender los derechos fundamentales de los hombres
y mujeres de Kosovo. Queremos la paz cuanto antes y,
desde luego, nos afligen las noticias de tanta muerte y de
tanto sufrimiento; sentimos particular pesar por las dramáticas consecuencias que los bombardeos producen a aquellos a los que estamos defendiendo. Sentimos dolor por los
errores involuntarios que producen las víctimas, y yo,
como miembro del primer partido de la oposición —y
luego haré algún comentario sobre ciertas expresiones de
algún miembro del Gobierno—, asumo también esa parte
de los errores, porque examinando lo que ha sucedido —y
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usted lo ha relatado— desde el acceso de Milosevic al poder, tenemos la convicción moral de que la responsabilidad
de esta tragedia incumbe al régimen político instaurado en
Belgrado. Apoyamos al Gobierno, y precisamente por eso
nos parece insuficiente y decepcionante la falta de energía
que el Gobierno está poniendo, especialmente su Presidente, en trasladar a la opinión pública, a través de las Cámaras parlamentarias, la dimensión política y moral que
tiene este conflicto, y sabe el señor Ministro, desde mi pregunta de la semana pasada, que éste es un tema por el que
yo particularmente siento una especial inquietud y al
mismo tiempo compromiso.
El grado de respaldo parlamentario de que goza el Gobierno en esta materia, que es muy importante en términos
comparativos con otros países europeos, debería obligarle
a ser más activo dentro de España explicando lo que queremos defender en Kosovo y a lo que estamos comprometidos allí. Los Gobiernos que —con suerte para ellos— tienen una comprensión, un apoyo parlamentario como el
que el Gobierno tiene en estas Cámaras, son los más activos haciendo propuestas para el futuro de la zona y de Europa, de esta Europa que tiene que enfrentarse a esa situación contradictoria que el Ministro ha descrito: atomización o, como se decía desde principios de siglo, «balcanización» en contradicción con el espíritu de integración.
Creo que el Gobierno en ese sentido debería tener ideas
propias para definir en Washington —lo ha señalado el señor Ministro— la nueva doctrina estratégica de OTAN,
para definir próximamente en Colonia, con ideas propias
—y para eso también es necesario encontrarse con el Parlamento—, esa nueva identidad europea de seguridad y defensa, y también debería tener ideas propias para reformar
las instituciones de Naciones Unidas, ya que esta crisis ha
puesto de relieve insuficiencias en esos tres planos, como
el Ministro acaba de referir. En el último Pleno le di mi
opinión en cuanto a por qué pensaba que este Gobierno no
es tan activo como debería ser; tal vez hay un exceso de
preocupación por las encuestas electorales; hay —le
dije— una especie de renuncia a la siempre difícil tarea de
educación democrática, y, a pesar de los datos empíricos
referidos a las veces en que ustedes han comparecido y de
la anticipación en definir el conflicto, yo creo que hay un
compromiso débil con el Parlamento en estas materias. Y
se lo digo porque hay que explicar que allí no sólo está
afectado nuestro bienestar, sino que está afectado el concepto que del bien tenemos los demócratas.
En el último Pleno, señor Ministro, le dije que en Kosovo no hay autogobierno —y usted ha descrito esta historia terrible— porque en Serbia no hay democracia. Con esa
frase creo que queremos expresar lo cerca que tenemos a
Kosovo y a Yugoslavia de nuestras experiencias como
pueblo que, hace veinte años, logró la libertad. Por eso me
gustaría que la Cámara entendiera lo que le estoy pidiendo
al Gobierno, especialmente a su Presidente, y, a la vez, lo
que significa el apoyo que el Partido Socialista les está
dando. Pertenezco y represento a un Partido que en algunas ocasiones muy difíciles supo asumir el riesgo de poner
el valor de la libertad por encima de cualquier otro valor o
causa. En 1921, Fernando de los Ríos rechazó por totalita-
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rio el sistema soviético. Esta tradición me anima a afirmar
que nuestras democracias no pueden arriesgarse a que el
modelo de transición poscomunista sea el del régimen de
Milosevic, especialmente si queda sentado como precedente que las democracias claudican ante sus amenazas y
ante el riesgo de enfrentarse a sus actuaciones ilícitas.
Las acciones de la OTAN no son una operación anticomunista, porque Milosevic no es un político de izquierdas,
como se ha dicho. Eso sería tanto como aceptar que el régimen de Hitler era de izquierdas o tenía algún significado
homologable en términos políticos porque su partido se
llamase Partido Nacionalsocialista alemán. Estoy conforme con que las acciones de la OTAN se dirigen contra
un régimen racista que tiene claros paralelismos con el de
los nazis alemanes, pero afortunadamente Europa y el
mundo han aprendido de los errores del pasado, y lógicamente no estamos dispuestos a pactar un nuevo Múnich
con Milosevic, sino que le exigimos que cumpla los acuerdos que la comunidad internacional, incluida Rusia, han
redactado y que los kosovares han firmado. Recordamos
perfectamente que Hitler consolidó su poder aboliendo el
federalismo y los Parlamentos de los «länder» alemanes a
los pocos meses de llegar al poder, y lo recordamos demasiado bien como para ignorar las consecuencias de la abolición del federalismo yugoslavo que ha practicado el régimen serbio en todas partes, y de la manera más trágica en
la provincia de Kosovo.
Pero, señorías, esta Europa que hemos construido, aunque tiene mucho que hacer en política de seguridad y de
defensa, ha progresado también mucho desde entonces.
Las democracias no se enfrentaron a Hitler por el holocausto, sino porque invadió Polonia. Nosotros estamos enfrentados a Milosevic porque está masacrando a minorías,
y ésa es la diferencia y ése es el progreso. Esto es lo que yo
quiero que el Presidente de mi país exponga ante las Cámaras con mucho énfasis.
La superioridad moral en este conflicto proviene de que
no aceptamos que una Europa que nosotros, españoles, hemos querido construir sobre el patrón de la idea del ciudadano, cierre los ojos ante el hecho de que pueda haber gobiernos que persigan a las personas por lo que piensan, por
lo que creen o por el color de su piel. Hay por lo tanto, una
línea que une el esfuerzo por doblegar a Milosevic con el
esfuerzo por juzgar a Pinochet, y también me gustaría que
el Presidente de mi Gobierno dijera algo en las Cámaras
sobre esto. Queremos la paz, pero tenemos el deber político de defender con las armas a los kosovares, de defender
a quienes firmaron en Rambouillet porque confiaban en
nosotros, porque confiaban en la comunidad internacional.
Tenemos la obligación de hacernos respetar, cumpliendo
nuestra palabra con ellos. Por no defender el bien, podemos perder nuestro bienestar. Estas tareas son especialmente importantes en España, y echo en falta un mayor
compromiso del Gobierno a la hora de explicarlo. Nosotros, efectivamente, que hemos vivido aislados, que hemos
vivido como conflictos civiles los conflictos armados
europeos, no podemos desconocer la importancia que para
nuestra democracia, para nuestras virtudes democráticas y
también para nuestras Fuerzas Armadas tiene nuestra par-
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ticipación, junto con los aliados, en la defensa de unos
principios.
Hay familias, como la mía, que escuchaban hace muchos años, muy bajito, la emisión de la BBC de Londres,
cuando en las radios españolas se relataban las hazañas de
la División Azul. Hoy, esas familias —mi familia— sienten que estamos en el lado en el que hubiéramos debido estar siempre, y el que un español que ha sido ministro con
esta democracia, miembro de estas Cámaras, sea hoy el
responsable de la OTAN, resume la profundidad del cambio estratégico de España. Por eso, señor Ministro, no se
entiende, es penoso que algún medio de comunicación que
se presenta como amigo del Gobierno haya querido descalificar al señor Solana a base de filtrar unas supuestas confidencias críticas con la OTAN que el Presidente Clinton
hizo al Presidente Aznar. El Gobierno, señor Ministro, debería haber dicho algo, aunque no fuera más que para
defenderse a sí mismo y, de paso, para defender el prestigio de un país que está harto de frívolas ruindades en asuntos serios.
Señor Ministro, yo le felicito porque usted ha tenido el
coraje de hablar de valores en esta tribuna. Por eso le confieso mi desazón por lo que he oído esta mañana en una
emisora. Su colega, el Ministro de Asuntos Exteriores, debería asumir que los errores que involuntariamente cometen los pilotos o las Fuerzas Armadas de la OTAN en esa
zona son errores no imputables a la Alianza, como si ésta
fuera una cosa distinta del Gobierno. ¿O es que en relación
con las decisiones que se adoptan en los comités en los que
tenemos representación, o en el Consejo Atlántico, España
no está representada? ¿No participa en todas y cada una de
esas decisiones? Hagamos responsables a quienes tienen
responsabilidades, y que las asuman en público, señor Ministro, porque, entre otras cosas, con eso también estamos
fomentando una especie de antiamericanismo que en estos
momentos entiendo que sobra completamente.
Señora Presidenta, señorías, resumo ya las últimas consideraciones que quisiera hacer, y formularé algunas preguntas que con toda prudencia creo que deben hacerse en
estas Cámaras.
Reitero que el Gobierno tiene nuestro apoyo para mantener la presión militar que asegure la consecución de las
soluciones políticas que el régimen de Belgrado ha rechazado a la comunidad internacional. Tenemos la obligación
—lo reitero— de asegurar el regreso de los kosovares a sus
casas, así como la de protegerlos y asistirlos humanitariamente hasta entonces. Las soluciones políticas están encima de la mesa, y son varias y complementarias: desde el
plan propuesto por el Secretario General de las Naciones
Unidas hasta el plan europeo para lograr el desarrollo y la
estabilidad en la región de los Balcanes.
Sin embargo, la experiencia de los aliados en Alemania
nos indica que, de la misma manera que fue necesario un
plan de «desnazificación» para que Alemania occidental
se convirtiese en la República Federal y recibiese las ayudas del Plan Marshall, será necesario, en mi opinión, quebrar el actual régimen de Belgrado para que ese plan pueda
desarrollarse allí. Esto puede suponer un esfuerzo de perseverancia que estamos dispuestos a hacer. Incluso puede
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suponer un esfuerzo en operaciones terrestres, bien para
abrir corredores desde los países limítrofes con Kosovo,
bien para otras misiones de mayor envergadura. Desde
luego, es una hipótesis no deseable, pero me gustaría saber
si el Gobierno cree que estamos en condiciones de responder a esas posibles obligaciones que, en términos de nuestra cuota de participación en la OTAN, de acuerdo con las
cifras que se comentan en los Estados Mayores, supondría
para España una obligación de entre 3.500 y 10.000 soldados españoles. El Consejo de Ministros dispuso un primer
contingente de 400 soldados, que hemos sabido que salen
esta tarde, para instalar y proteger un campamento de refugiados que, posteriormente —se decía en la nota oficial—,
se transferirá a una organización civil de carácter humanitario. Hoy también, a través de los medios de comunicación —y tengo que decir que me parece que debería haber
sido el Parlamento el primero en saberlo—, se nos informa
de que van a ser no una sino dos las organizaciones humanitarias. Creo que hay que hacer algunas preguntas. ¿Se va
a ampliar ese contingente? ¿Puede cambiarse el mandato
de ese contingente a otro tipo de misiones? ¿Quién dirigirá
y coordinará el campo una vez que se transfiera a esa o a
esas organizaciones civiles humanitarias?
Y termino, señora Presidenta, haciéndole una solicitud
al señor Ministro, porque me parece que hay que establecer reglas y convenciones parlamentarias de consulta previa a las Cámaras en supuestos de participación o colaboración de España en operaciones militares que impliquen
el uso de la fuerza.
Se ha discutido en distintas comparecencias en el Congreso de los Diputados la vigencia del documento del Congreso —creo recordar que es de octubre de 1995— sobre
los nuevos retos y la reforma institucional de Naciones
Unidas. A mí me parece que es necesario establecer un sistema de relaciones entre el Gobierno y las Cámaras parlamentarias de manera que previamente el Gobierno informe
a las dos Cámaras de los compromisos de esa naturaleza,
como sucede en países que pertenecen a la Alianza Atlántica, como Alemania, Dinamarca u otros. A las dos Cámaras digo, y no por una mera defensa corporativa de ésta,
sino porque me parece que eso es lo que ha de derivarse
del papel que ésta tiene en política exterior y del análisis
del artículo 63 de la Constitución. Son las Cortes Generales las que efectivamente tienen esa última facultad o poder de autorizar la fuerza formalmente declarada, etcétera,
y yo creo que se desprende que en un mundo como en el
que estamos viviendo, en el que es excepcional la declaración de guerra —hay que recordar que los Estados Unidos
de América nunca declararon la guerra a Vietnam—, es necesario que el Gobierno, cuando se va a usar la fuerza, solicite previamente autorización a las Cámaras a través de
un procedimiento sobre el que creo que muy razonablemente podremos llegar a ponernos de acuerdo.
Por lo tanto, esa vinculación que he reiterado a lo largo
de mi intervención entre el Gobierno y las Cámaras en un
asunto tan grave y tan preocupante como el que ahora estamos estudiando y que nos concierne, nos debe devolver
a los valores democráticos que han estado siempre vinculados, como virtudes de compromiso y de sacrificio, a las
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virtudes democráticas y, al mismo tiempo, a las virtudes de
quienes tienen que defenderlas con las armas allí donde están siendo conculcadas.
Nada más, señora Presidenta, muchas gracias. (Aplausos en los escaños del Grupo Parlamentario Socialista.)
La señora PRESIDENTA DEL SENADO: Muchas gracias, señor Laborda.
A continuación, tiene la palabra, por el Grupo Parlamentario Catalán en el Senado de Convergència i Unió, su
portavoz el Senador Ferrer.
El señor FERRER I ROCA: Señora Presidenta, señor
Ministro, señorías, intervengo en este debate en representación del Grupo de Convergència i Unió, y antes de exponer con la brevedad que requiere este trámite algunos puntos, exactamente diez, que diré telegráficamente sobre esta
cuestión, quiero empezar haciendo alguna referencia a algunas notas previas. Ésta es una comparecencia del Ministro de Defensa que quizá, como quiera que ha reunido a
dos Comisiones, también tendría que haber sido conjunta
en el sentido de que habría sido muy interesante que hubiera participado el Ministro de Asuntos Exteriores, de la
misma manera que aquí participan las dos Comisiones:
Asuntos Exteriores y Defensa. Creo que un mes después
de haber empezado las hostilidades, por así decirlo, la guerra, como también se dice, en fin, los ataques sobre Yugoslavia, estaba justificada —y es una lástima que no se haya
producido— una comparecencia conjunta, como lo es ésta
de las dos Comisiones.
Ya avanzo que no tenemos nada que decir ni que objetar a la actuación de las Fuerzas Armadas, la que se ha producido y la que se está produciendo, y matizo esto porque
la actuación de las Fuerzas Armadas se produce tras decisiones políticas, y será sobre las decisiones políticas acerca
de las que haré algunos comentarios, o sea, que sobre todo
lo que se está haciendo y sobre lo que se insinúa que se va
a hacer los próximos días no voy a comentar nada, pero sí
lo voy a hacer sobre las decisiones políticas que previsiblemente van a suponer, precisamente esta semana, en la
reunión de la OTAN, la continuación de las acciones y la
consecución de nuevos objetivos sobre esta cuestión.
Mis comentarios, pues, serán para el Ministro de Defensa, pero con el ánimo de que, si es posible, si los considera útiles eh algún momento de mi exposición, los pueda
trasladar al Gobierno.
Empiezo la enumeración de estas diez notas que enmarcan este gran problema que ha vuelto a surgir en los Balcanes.
En primer lugar, señorías —ya ha sido citado pero creo
que por recordarlo nuevamente nada se perderá—, el conflicto de los Balcanes tiene numerosos antecedentes históricos, unas raíces profundísimas. El Ministro se remontaba a muchos años atrás, y lo cierto es que en los medios
de comunicación estos días se ha hablado de hechos del siglo XIV que han incidido en aquellos países, y cualquiera
que haya viajado a esa zona ha de recordar cómo se mantiene vivo el recuerdo de lo que sucedió, por ejemplo, durante 400 años. Hace escasamente diez días Felipe Gonzá-
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lez dijo que había aprendido más en un libro titulado «El
puente sobre el Drina» que en muchísimos informes. «El
puente sobre el Drina», sencillamente, informa de una manera literaria pero fehaciente y real sobre lo que sucedió
allí durante 400 años.
Éste es sólo un problema de actualidad. Es uno de los
grandes problemas que han originado grandes conflictos
en Europa y, por tanto, hemos de huir de la simple anotación de la mano de la actualidad. Hay que saber que en
Bulgaria, en Rumanía, en Hungría, en Serbia o en Grecia
lo que sucedió en los últimos 500 ó 600 años no es una historia lejana, sino que para el viajero es sorprendentemente
viva y realmente ocasiona estallidos, pero éste no es el primero. Ésta es la primera anotación, un recordatorio sobre
las profundísimas raíces que tienen los conflictos que se
producen en los Balcanes.
En segundo lugar, tiene una gran complejidad no solamente desde un punto de vista religioso, sino también social, cultural, económico y político. No es una cuestión
simplemente de culturas distintas, sino que se entremezcla con todos estos aspectos, y por esta razón Europa, en
este siglo XX, tropezó en diversas ocasiones en los Balcanes. No creamos que esto surgió de la mano de un loco,
que quizá lo sea, sino que esconde y tiene en su interior
un problema muy complejo. Por consiguiente, o nos ponemos en la situación de atacar y resolver un problema
complejo o si creemos que es sencillamente el esquema
lineal de una película del «far west» nos equivocamos lamentablemente. Se trata de una cuestión muy compleja
en la cual, insisto, tropezamos los europeos en muchas
ocasiones en siglos anteriores y hemos vuelto a tropezar
en éste.
En tercer lugar, este problema de los Balcanes presenta
también un gran problema de subdesarrollo. Quizá ahora
—porque gran parte de los europeos somos así— atenderemos y nos fijaremos en Albania, el país más pobre de Europa. El subdesarrollo contribuye también a la gravedad de
este problema. No pensemos que el problema de los Balcanes se resolverá si continuamos manteniendo a Albania
en la situación que tuvo durante todo el siglo XX, ni tampoco olvidemos, por otro lado, que otros países de esta
área continúan teniendo graves problemas de subdesarrollo. Es decir, también hay en todo ello un problema de subdesarrollo.
Quiero decir con esto que puesto que en la Cumbre de
Berlín todos los europeos nos afanamos con tanto ardor en
defender nuestros fondos de cohesión y estructura, lo que
deberíamos pensar ahora es que lo lógico sería que fijásemos como prioridad el desarrollo de Albania, sacarla de la
miseria, sacarla concretamente de la cola del desarrollo
europeo en la cual hoy se encuentra.
En cuarto lugar, la acción bélica de la OTAN no puede
ser la única iniciativa en este conflicto que, como acabo de
decir, es complejísimo. La acción bélica ha sido decidida,
pero tiene que ir acompañada de una acción política para
resolver este problema que —insisto— es de una gran
complejidad y no se ha creado ahora precisamente. Ahora
tiene unos actores, tiene unos nombres, pero, repito, este
conflicto no se ha creado ahora.
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En quinto lugar, señorías, quiero recordarles que es absolutamente indispensable que Rusia tenga una participación activa en la solución del problema de los Balcanes, y
más concretamente, es indispensable que la tenga en este
que nos ocupa, el conflicto entre Serbia y la región del Kosovo. Es absolutamente indispensable.
Hay muchas categorías para analizar una realidad: los
parámetros económicos, culturales, políticos, y otros muchos, pero también resulta evidente que debe tenerse en
cuenta que el pueblo serbio participa, a través de su propia
historia, de la historia de los eslavos con Rusia. Por consiguiente, el pueblo que tiene más responsabilidad y mayor
autoridad para influir en las decisiones en el futuro próximo es Rusia. Por tanto, hay que hacer todo lo posible
para que asuma sus responsabilidades en la solución de
este problema. Rusia no es sólo un país al que por su importancia convenga tener informado; es que además constituye un elemento indispensable en la solución de todo
este conflicto.
En sexto lugar, señorías, aparte de las acciones que la
OTAN ha iniciado y que previsiblemente continuará —y
en algunos periódicos ya se habla de ello—, será necesario
establecer un nuevo Plan Marshall, es decir, un plan extraordinario de ayuda a la zona. Si queremos resolver el problema de los Balcanes, desde el punto de vista político
convendrá que vayamos entrando en la idea de que una
prioridad de la Unión Europea —prioridad económica en
este caso— debe ser un plan de desarrollo de todas las posibilidades económicas y, por tanto, sociales de los Balcanes y, por supuesto, también de Albania y de otros países
limítrofes.
En séptimo lugar, el drama humano. Quizá sus señorías
se sorprendan de que no haya empezado mencionando en
primer lugar este punto, pero lo cierto es que el drama humano es el que está más presente en nuestra vida cotidiana.
Es imposible evitar, a lo largo de cualquier día o de
cualquier semana, las distintas reuniones que están teniendo lugar con las organizaciones no gubernamentales o
las de los propios Gobiernos autónomos. Concretamente el
de Cataluña se ha movilizado en este sentido.
La ayuda humanitaria está en marcha y debe continuar.
Por otra parte, como se ha dicho ya repetidas veces, además de que deberíamos estar dispuestos a acoger a los refugiados —creo que sí lo estamos—, sería interesante, si
ello fuese posible, no trasladar a los albano-kosovares a
países alejados de su territorio. Es decir, que lo mejor sería
—y es la línea que se sigue— instalarlos en Albania y
atender allí mismo sus necesidades. Dicho sea de paso, ésa
sería una buena forma de que los demás países europeos
redescubriésemos ese país.
En octavo lugar, puesto que ésta es una Cámara política, consideramos que sería necesario celebrar una conferencia de paz que, por cierto, no sería la primera, señorías,
ni, me temo, sería la última. Es preciso decirles a nuestros
amigos norteamericanos y a nuestros amigos europeos que
hay que empezar a hacerse a la idea de que es necesaria
una nueva conferencia de paz. Y con el concurso de Rusia,
de toda la Unión Europea, con el de la OTAN y con el de
Estados Unidos, deberíamos hacer propuestas.
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En noveno lugar, la política de las fotografías no es suficiente. Si ustedes cogen cualquier periódico importante
de algunos países de la Unión Europea observarán, por
ejemplo, que el Gobierno alemán ha propuesto ya hace
días un plan que, aunque por el momento no ha prosperado, ahí está. Es decir, ahí están los intentos, la preocupación y la prioridad para encontrar una solución ya. También el Gobierno francés ha propuesto una tregua si se
cumplen determinados aspectos, y el Gobierno italiano
está en la misma situación.
Conviene, por tanto, que el Gobierno español, aparte de
estar siempre presente, como lo está y como es lo lógico,
aporte ideas a la solución, pero no con relación a lo que se
ha hecho o a lo que se está haciendo hoy miércoles, sino
sobre lo que debe hacerse en los próximos días y semanas.
El Gobierno debe aportar ideas concretas, ideas para que
surja entre todas ellas aquella que pueda ser la que acabe
por fin cristalizando.
En décimo lugar, todos somos corresponsables de esta
crisis, de este conflicto, de lo que se ha hecho y de lo que
se hace. Nuestro deber —insisto en ello— es aportar propuestas concretas a esta muy difícil solución. Yo creo que
si llegamos a estar convencidos de que éste no es un problema de hace dos días, de que éste es un problema complejo; si estamos convencidos de que hay posibilidades
para encontrar una solución; si creemos verdaderamente
que la diplomacia no ha muerto, sino que por el contrario
existe; que las propuestas políticas no han desaparecido,
sino que deben aparecer y están apareciendo, ese convencimiento, esa posición podría significar la solución a este
problema que, insisto, es difícil de resolver.
Finalmente, señora Presidenta, señor Ministro, señorías, agradecemos su comparecencia y si algunos de los comentarios que yo he hecho en nombre del Grupo de Convergència i Unió pueden resultar útiles al Gobierno nos
sentiremos muy satisfechos.
Muchas gracias, señora Presidenta.
La señora PRESIDENTA DEL SENADO: Muchas gracias, Senador Ferrer.
A continuación, por el Grupo Parlamentario de Senadores Nacionalistas Vascos, tiene la palabra el Senador Gangoiti.
El señor GANGOITI LLAGUNO: Señora Presidenta,
señor Ministro, señorías.
En primer lugar, quiero agradecer la comparecencia del
Ministro de Defensa ante esta Cámara para darnos cuenta
del conflicto que existe en estos momentos en los Balcanes. Y, dicho esto, quisiera añadir que nosotros apoyamos
la acción de la OTAN y la participación del Ejército español en este conflicto porque es un conflicto de la lucha por
la libertad, de la lucha por las libertades frente a la actitud
de un imperialista como es el señor Milosevic, que encima,
en el colmo de sus actitudes, está llevando a cabo una limpieza étnica. Por lo tanto, vaya por delante este planteamiento nuestro de pleno apoyo a la acción de la OTAN y a
la participación del Ejército español en este proceso por la
libertad.
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El señor Ministro ha empezado su intervención explicándonos cómo después de la caída del muro de Berlín y
de la disolución del Pacto de Varsovia se producía un cambio estratégico en Europa, lo cual es realmente cierto, y
también nos ha explicado cómo tras la muerte de Tito empezaron a crearse tensiones en esa República Yugoslava,
esa República yo diría que artificial, formada por ocho naciones culturalmente distintas. En este sentido, nosotros lo
primero que tenemos que hacer es criticar la falta de previsión que hubo en su momento por parte de la comunidad
internacional después de la caída del muro y de la disolución del Pacto de Varsovia para haber buscado una solución a ese problema de Yugoslavia que se veía —como se
ha explicado aquí y lo veía todo el mundo— que cernía sobre la zona.
Desgraciadamente la comunidad internacional no
buscó ningún planteamiento conjunto para dar una salida a
ese Estado tan artificial que era Yugoslavia y que, en consecuencia, no se produjese lo que en estos momentos se ha
producido y lo que se produjo antes en Bosnia-Herzegovina. Quisiera decir que, incluso, por aquellas épocas
quien les habla era Diputado en el Parlamento Europeo y
presenté una pregunta en el Pleno al Consejo de Ministros
de lo que entonces era la Comunidad Económica Europa,
en el sentido de si la comunidad internacional tenía previsto algún plan global para Yugoslavia y si se tenía previsto permitir el ejercicio del derecho de autodeterminación de las diferentes repúblicas, de las diferentes naciones
que componían Yugoslavia. La contestación por aquel entonces de la Presidencia del Consejo de Ministros comunitario fue que no había ningún plan, que se iba a permitir la
mayor autonomía posible que quisieran las diferentes repúblicas, pero que en ningún momento se permitiría el
ejercicio del derecho de autodeterminación sobre la base
de que se produjese la secesión de alguna de las repúblicas
que conformaban la Yugoslavia de entonces.
Posteriormente, pudimos ver cómo se desarrollaron los
acontecimientos: un año después de esta contestación vimos cómo una de las repúblicas, Croacia, accedía a la independencia, y accedía a la independencia —lo recordarán
sus señorías— no de acuerdo con toda la comunidad internacional, sino que hubo un Estado europeo que por una serie de razones políticas y por la tradición que había tenido
con Croacia se adelantó a reconocer unilateralmente a
Croacia en ese proceso. A partir de ahí vino luego el acceso a la independencia de Eslovenia, el acceso a la independencia de Bosnia-Herzegovina —en el caso de Bosnia-Herzegovina todos sabemos que ya hubo graves problemas humanos al respecto— y hoy nos encontramos con
Kosovo. Por lo tanto, lo que está ocurriendo en estos momentos —y ahí tendríamos que entonar un «mea culpa»
todos— es consecuencia de una falta de previsión en su
momento por parte de la comunidad internacional para
hacer un plan global sobre lo que se cernía en lo que se
llamaba Yugoslavia tras la caída del muro de Berlín y al final del Pacto de Varsovia.
El Ministro Serra ha dicho también a lo largo de su intervención —o me ha parecido entenderlo— que no es partidario de la independencia de Kosovo porque esto podría
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extenderse también a otros Estados limítrofes, y nos ha
hablado también de los pocos Estados que conformaban
Europa a principios de siglo, antes de la I Guerra Mundial,
de cómo después de la II Guerra Mundial se había incrementado el número de Estados, de cómo en la actualidad
son alrededor de 50 y de que realmente la existencia de
más Estados supone un problema para el proceso de construcción europea.
Nosotros pensamos que el problema no es que existan
12, 50 u 80 Estados, nosotros creemos que el proyecto de
construcción europea es un proyecto que si se lleva a cabo
finalmente como un proyecto político será con base en la
voluntad y en la unidad de todos los ciudadanos europeos
y de todas las naciones europeas —no digo de los Estados,
de las naciones europeas—, siempre y cuando se sientan a
gusto y puedan defender su personalidad cultural como
pueblos en ese proyecto. Por lo tanto, nosotros más bien
pensamos al revés: creemos que el problema para caminar
hacia una unión europea no es el número de Estados que
existan, sino que realmente los pueblos que conforman esa
Europa se sientan a gusto, se sientan libres, no se sientan
oprimidos por una nación dominante al respecto y, en consecuencia, quieran participar en pie de igualdad en ese proyecto de construcción europea.
También quisiera que el señor Ministro me contestara
por qué dice que no al derecho de autodeterminación en
Kosovo, a que Kosovo pueda constituirse en un Estado independiente, y en cambio Croacia sí tuvo derecho, Bosnia-Herzegovina sí tuvo derecho, Eslovenia sí tuvo derecho. No entiendo que para unos pueblos se reconozca ese
derecho y para otros no. El derecho de autodeterminación
es uno, indivisible, y en el caso de las repúblicas de la antigua Yugoslavia hemos visto que si realmente se hubiese
hecho un planteamiento desde el principio nos hubiéramos
ahorrado muchos de los problemas que hay ahora.
El señor Ministro ha acabado su intervención expresando su esperanza de que quizá Milosevic se doblegue
ante la fuerza de la OTAN. A mí me gustaría también que
eso fuera cierto y quiero compartir esa esperanza del señor
Ministro porque eso sería bueno para todos. Ahora bien, a
partir de aquí quisiera hacerle una serie de planteamientos
por si, desgraciadamente, eso no es cierto y se producen
otros escenarios, porque en este tema de Yugoslavia, como
he dicho al principio, el mayor error es que nunca hemos
previsto escenarios y hemos ido siempre por detrás de las
situaciones que se han ido produciendo.
En el caso de que el conflicto continuase, ¿ha estudiado
ya la Alianza la posibilidad de una intervención terrestre?
Y en el caso de que haya una intervención por tierra, qué
ejércitos intervendrían y si, por ejemplo, el ejército americano continuaría única y exclusivamente operando por el
aire o también entraría por tierra junto con otros ejércitos
europeos.
Quiero plantear una segunda cuestión. El portavoz de
Convergència i Unió ha hablado muy bien del asunto de
Rusia. Creemos que es importante, fundamental, tratar de
que existan las mejores relaciones entre la Alianza y Rusia,
de cara a conseguir una resolución de este conflicto. Aquí
querría comentar también un escenario que puede darse a
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partir del próximo otoño, en el caso de que el conflicto no
se haya acabado todavía. Todos sabemos que hay elecciones a la Duma rusa, no sé si a finales de octubre o a primeros de noviembre. Según las encuestas, parece ser que en
estos momentos se da una mayoría importante de los antiguos comunistas y de los nacionalistas rusos. Esto llevaría
a la situación de que la Duma estuviera copada por esas
dos fuerzas políticas, que son realmente las más extremistas que existen en estos momentos, lo cual sería peligroso.
Yo querría preguntarle al señor Ministro si la OTAN y las
potencias que conforman la Alianza han reflexionado sobre esa posibilidad, sobre ese escenario que puede darse a
partir del mes de noviembre, que sería una situación en
principio peligrosa y que dificultaría el camino hacia un
acuerdo con Rusia, como decía el portavoz de Convergència i Unió.
Hablando de las diversas repúblicas que conforman Yugoslavia, quisiera preguntarle también cuál es en estos momentos la visión que hay sobre Macedonia. En este proceso de desintegración de Yugoslavia, república por república, ¿puede llegar el conflicto en un momento determinado a Macedonia? ¿Se han parado a pensar la Alianza
Atlántica y la Unión Europea, por una vez, antes de que
surjan los conflictos, que podía ocurrir eso? ¿Han reflexionado sobre qué solución habría que tomar para que no ocurriese?
Por último, estoy completamente de acuerdo, otra vez,
con el portavoz de Convergència i Unió en que es necesario un Plan Marshall. Un Plan Marshall para Albania, un
Plan Marshall para Kosovo y, una vez que el señor Milosevic haya desaparecido —políticamente, me refiero— y
se consiga que en Serbia exista un régimen homologable,
también un Plan Marshall para Serbia. Va a ser necesario
invertir mucho dinero para reconstruir lo que ahora estamos destrozando para que alcancen la libertad los ciudadanos de Kosovo.
Señorías, señora Presidenta, señor Ministro, acabo ratificando una vez más el apoyo del nacionalismo vasco a
esta ofensiva de la Alianza Atlántica en la lucha por las libertades.
Nada más y muchas gracias.
La señora PRESIDENTA DEL SENADO: Muchas gracias, Senador Gangoiti.
La Junta de Portavoces, primero, y la Mesa, después,
acordaron aceptar la petición del Grupo Parlamentario
Mixto de dividir el turno de portavoces entre el Senador
Colom y el Senador Nieto.
Tiene la palabra el Senador Nieto, por un tiempo de
siete minutos y medio.
El señor NIETO CICUÉNDEZ: Muchas gracias, señora
Presidenta.
Señor Ministro, señores Senadores, voy a intentar
—con la brevedad de los siete minutos— hacer algunas
consideraciones que no son fáciles y que hay que simplificar en aras de la economía parlamentaria.
Este tema tiene una gran complejidad a todos los niveles, como ha dicho el Senador Ferrer, pero sobre todo com-
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plejidad histórica, como decía el señor Ministro. Aunque
la historia se puede interpretar de distintas maneras, yo
coincido fundamentalmente con el repaso histórico que ha
hecho el señor Ministro.
Hay un hecho histórico reciente, que ha mencionado el
portavoz del Grupo Parlamentario de Senadores Nacionalistas Vascos, que es la independencia de Croacia y de Bosnia, momento en el que se produce la ruptura de la Federación yugoslava. Ahí empieza una limpieza étnica, que se
ha ignorado totalmente, llevada a cabo por los croatas sobre los serbios. Por tanto, se ha ido haciendo limpieza étnica históricamente y también recientemente. Eso no justifica —y quiero dejarlo muy claro— la actuación de Milosevic, pero refleja la gran complejidad del conflicto yugoslavo. Nos equivocaríamos —al menos eso creo yo— al
pensar que el malvado, el demonio, es Milosevic, y que no
existe una raíz profunda en la Federación yugoslava que ha
hecho posible que Milosevic haya salido reforzado políticamente. Incluso la oposición democrática que existía en
la Federación yugoslava, en Serbia, hoy tiene menos capacidad de maniobra, porque hay un sentimiento profundo de
los serbios en general, debido a la manera en la que se ha
conformado históricamente la Federación yugoslava
—aquí se ha hecho mención a Tito y a otras cuestiones con
las que estoy de acuerdo—. Por tanto, éste es un problema
que tiene una gran complejidad. Sin duda, muchas veces,
en la vida política y en la vida social, hay que optar sobre
la base de esa complejidad, incluso teniendo dudas, y hay
que tomar decisiones. Yo tengo una duda ante la decisión
de intervenir en Kosovo, y quiero expresarla: ¿La manera
en que se ha intervenido en Kosovo ha sido la mejor para
evitar lo que se quería evitar, lo que era la limpieza étnica?
Porque, indudablemente, la limpieza étnica se ha acelerado, está claro, y, por tanto, se han exacerbado aún más
los sentimientos enfrentados en esa zona de los Balcanes.
El problema ahora es cómo dar la mejor salida posible
a ese conflicto. Coincido en que hay que empezar a tener
iniciativas políticas, porque las militares, por sí solas, no
lo van a resolver. Lo pueden solucionar momentáneamente, pero, aunque se ocupara toda Serbia, no solucionarían el problema político, porque habría que plantearse
cómo se configura definitivamente un nuevo marco político en lo que ha sido la Federación yugoslava. Ya existe
una parte creada, y hay que procurar que no se desmorone, porque, como se hagan las cosas mal, el conflicto
puede resurgir en Bosnia-Herzegovina o en otro sitio pasado mañana. Coincido en que para ese proceso es fundamental la participación de Rusia. No porque Rusia sea
una potencia que todavía tiene bombas atómicas —que
también, pero menos—, sino por la influencia política del
paneslavismo y de todos los elementos religiosos que
ejercen gran influjo sobre toda la zona paneslava y fundamentalmente sobre los serbios. Hay que retomar con
fuerza la posición del Secretario General de la ONU. Al
mismo tiempo, hay que acelerar la ayuda humanitaria, diseñando un plan de choque, porque hay que preservar los
derechos humanos, mientras se están lanzando bombas
—porque hay que seguirlas lanzando— y mientras la
gente se está muriendo por ahí. Hay que compensar los
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daños y acelerar el proceso. En ese sentido, debemos
pensar —el Gobierno español debe hacerlo— que Rambouillet ya no es posible. Tal y como se traza esta solución, hay que ocupar militarmente Kosovo siguiendo un
plan preestablecido. Pero, después de esta terrible masacre, ¿cómo van a poder convivir los kosovares y los serbios? Habrá que pensar que probablemente sea necesaria
una ruptura del territorio.
En definitiva, coincido en que hay que hacer un debate
europeo inmediatamente, porque las fronteras en Europa
se están moviendo; ya se han movido, y en Yugoslavia hemos contribuido todos a moverlas. Al decir esto no quiero
que entiendan que aprovecho que el Pisuerga pasa por Valladolid para dar pie a otro debate, y probablemente deberíamos tenerlo en nuestro país. Lo que está claro es que no
comparto ni justifico las concepciones y comparaciones.
Quiero dejar esto meridianamente claro.
Desde nuestra posición parlamentaria, nos compete
trasladar al Gobierno la necesidad de buscar una solución
política. El señor Ministro ha de tomar todas las iniciativas
propicias, independientemente de los apoyos que reciba.
He de decirle que las Fuerzas Armadas españolas cuentan
con todo mi apoyo en este papel que les ha tocado jugar,
aunque no comparta las formas en que se ha llevado a cabo
la operación; se ha actuado a través de la OTAN y yo habría preferido que se hubiese hecho a través de las Naciones Unidas. Pero una vez que se ha intervenido, como vulgarmente se dice, a lo hecho, pecho. Es cierto que a veces
no se puede optar por lo mejor y hay que conformarse con
lo menos malo; a esa situación han de enfrentarse en ocasiones los que tienen responsabilidades de Gobierno, y yo
lo entiendo.
Lo indudable es que resulta fundamental la iniciativa
política y la búsqueda de soluciones; y no es tarea fácil,
puesto que suele ser bastante complejo. No es cuestión de
que un misil alcance a Milosevic; no es ésa la solución al
problema de los Balcanes. Hay que buscar soluciones políticas y conseguir la participación de Rusia —incluso haciendo dejaciones, porque a veces hay que hacerlas—. En
caso contrario, estaremos ante un conflicto de larga duración y existirá el peligro de que se extienda a otros países
que hoy no intervienen.
Nada más y muchas gracias.
La señora PRESIDENTA DEL SENADO: Muchas gracias, señoría.
Tiene la palabra el Senador Colom i Colom.
El señor COLOM I COLOM: Muchas gracias, señora
Presidenta.
Señor Ministro, señorías, en primer lugar quiero dejar
claro que tanto este Senador como el partido que representa ha apoyado desde el primer momento la acción de la
OTAN en Yugoslavia, así como la implicación y participación del Gobierno y del Ejército español en esta intervención.
Con motivo de una visita de la Comisión de Asuntos
Exteriores del Senado a la sede de la OTAN, tuvimos ocasión de asistir a los debates que los representantes de la
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Alianza celebran allí. El tema que estaba en ese momento
sobre la mesa era lo que hoy en día ya es una realidad: la
posibilidad de un cambio en el concepto estratégico de esta
Organización en relación a la intervención en aquellos Estados o países que conculcaran de forma clara y evidente
los derechos humanos. En el caso concreto que nos ocupa,
un país creía poder llevar a cabo impunemente un genocidio en su territorio. Si es ésta la filosofía de fondo del
nuevo concepto estratégico que la OTAN empieza a discutir, desde mi punto de vista se está dando un paso positivo
en el orden internacional, donde el derecho a la injerencia
no fuera considerado tabú, sino una posibilidad, en tanto
en cuanto se prevé la intervención de la comunidad internacional sobre Estados que, o no protegieran a sus ciudadanos, o conculcaran flagrantemente los derechos humanos, o —como en el caso de Yugoslavia— practicaran la
limpieza étnica o el genocidio puro y duro. Es éste el primer elemento de reflexión.
Señor Ministro, lo que nos tiene que preocupar ahora
—y estoy convencido de que a usted y al Gobierno que representa les preocupa— es cómo conseguir parar en un
corto plazo las masacres de las que han sido objeto los
cerca de 800.000 europeos albano-kosovares que todavía
están en el interior de Kosovo. Asimismo, debemos prestar
atención a la manera en que se va a llevar a cabo el regreso
de los deportados —en este caso, creo que ésta es la palabra que más se adapta— por el régimen fascista de Milosevic. Éstos son los objetivos centrales que deben animar
la actuación de los Gobiernos de la Unión Europea y de la
Alianza.
A continuación, voy a formularle varias preguntas para
que me las conteste en la medida de lo posible. Señor Ministro, ¿cree que continuar manteniendo la actuación estratégica de bombardeos que ha llevado a cabo hasta ahora la
OTAN resultará eficaz para alcanzar los objetivos anteriormente citados? ¿Es posible lograrlos tan sólo con una intervención aérea y con bombardeos como los practicados?
El Primer Ministro Británico, señor Blair, con motivo
de una visita que hizo ayer a la sede de OTAN, ha hecho
balance del resultado de las acciones acometidas en este
primer mes del conflicto. Hablaba de que se habían alcanzado y destruido en torno a un 25 ó 30 por ciento de los objetivos, entre los que se contabilizaban aviones, maquinaria de guerra de Milosevic, reservas petrolíferas, empresas,
comunicaciones, etcétera. Cifraba en un máximo de un 30
por ciento los elementos estratégicos destruidos. Eso
quiere decir que continúa intacto el 70 ó 75 por ciento del
arsenal real, estratégico y militar de Milosevic. Por lo
tanto, cabe pensar que el conflicto no va a ser corto y que
seguramente va para largo.
Si hay algo que lamentar en toda esta situación, son las
dudas suscitadas por parte de la OTAN, de la Unión Europea, de Estados Unidos y de la comunidad internacional a
la hora de intervenir. Creo que se ha intervenido tarde, o al
menos ésa es mi opinión. En todo momento la actuación de
Milosevic ha ido uno, dos y hasta cuatro pasos por delante
de la Unión Europea y de la OTAN, y a mi juicio continúa
yendo. Un informe de «The Washington Post», que publica hoy un periódico del Estado español, resulta muy re-
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velador y claro al respecto, y además viene a dar la razón a
lo que usted ha dicho antes. Afirma que en la OTAN esta
actuación había sido decidida de antemano y que, por lo
tanto, no fue la acción de la OTAN la que provocó el desenlace de este suceso. Ojalá la acción de la OTAN se hubiera producido antes; ojalá se hubieran podido vislumbrar
los pequeños síntomas de la preparación de esta masacre.
Pero esto es el pasado, y lo que interesa es el presente y el
futuro.
Hechas estas reflexiones, le formulo la pregunta. ¿Es suficiente para el futuro inmediato esta estrategia o hay que
dar paso a una intervención terrestre? En caso de que sucediera esto último, me gustaría saber cuál sería la posición
del Gobierno español. ¿Participaría el Ejército español en
esta intervención? A mi parecer, sí debería participar solidaria y conjuntamente con los demás ejércitos europeos de
la Alianza; matizo lo de europeos porque creo que es un
elemento que hay que tener en cuenta. Estados Unidos seguramente no tendría por qué intervenir en la parte terrestre
y sí mantener el apoyo logístico aéreo. Esto desarmaría algunos comentarios claramente demagógicos que algunas
fuerzas de distinto color en Europa y en distintos Estados
mantienen —alguna de ellas muy curiosamente— en relación con la presencia de Estados Unidos. Se les quitaría un
argumento pura y simplemente si es visto de esta manera.
Voy a matizar solamente dos o tres cuestiones que se
han apuntado. Estoy de acuerdo con la voluntad de favorecer el retorno de todos los deportados y con la estrategia de
mantener al máximo posible una situación de mínima dignidad humana a estos ciudadanos deportados cerca de Kosovo para que, una vez restablecido el orden democrático o
derrotado Milosevic, puedan volver a sus casas. Efectivamente, hará falta el esfuerzo de reconstrucción, este nuevo
Plan Marshall que mencionaba el Senador Ferrer para Kosovo, para Albania, para Serbia, una vez restablecida una
mínima realidad democrática, y también para Macedonia y
Montenegro.
Por cierto, señor Ministro, me gustaría conocer la opinión del Gobierno sobre si es previsible o se teme la extensión de la limpieza étnica en Montenegro. Algunos síntomas en los medios de comunicación indican que hay un
peligro de desestabilización por parte del propio Milosevic
sobre el gobierno —de momento no intervencionista o democrático— en Montenegro. Ello alargaría y seguramente
complicaría la situación. Asimismo, al parecer también en
Macedonia existen situaciones complicadas.
Voy a plantear una última cuestión en torno a los refugiados y a su apoyo. Estoy de acuerdo con el envío de los
400 efectivos del Estado español que hoy parten de Valencia y el objetivo de establecer un campo de refugiados,
como lo hacen otros Estados de la Unión. También estamos a favor de la recepción de un contingente de 7.000 u
8.000 personas que lo deseen y que puedan ser atendidas
por el Estado español. Considero que es poco, según mi
opinión, si es que hay más personas que lo solicitan, en
caso de que se alargue el conflicto y, obviamente, siempre
con la voluntad de retorno.
También estoy de acuerdo con el apoyo logístico a la
actividad que desarrollan las ONGs. Pero formularía una
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pregunta. El Gobierno italiano ha puesto a disposición de
estas organizaciones un barco que hace un viaje de ida y
vuelta constante para ayudar logísticamente al traslado de
todo aquello que es aportación popular, que en Europa se
ha dado en llamar —y afortunadamente se ha dado mucho— ayuda humanitaria, sanitaria, etcétera. ¿Tiene previsto el Gobierno la posibilidad de disponer de un barco o
puente aéreo con aviones del Ejército que pudiera acelerar
el traslado de todo lo que los ciudadanos hemos aportado,
cada uno a nuestro nivel, a la ayuda humanitaria o sanitaria? Considero que esto sería mejor que dejar que fueran
las propias ONGs; ya que el transporte a través de camiones es carísimo, pues se retarda y es muy caro llevar toda
esta ayuda a Albania o a los campamentos. En este sentido,
considero que el Ejército tendría otro elemento de apoyo a
esta situación.
Voy a formular la última reflexión enlazándola con lo
que he manifestado anteriormente.
Tenemos un cierto temor, señor Ministro, de que en las
declaraciones» se generalice el término nacionalismo y se
mezcle todo. Una cosa es —lo deben tener muy claro el señor Ministro y el Gobierno— el nacionalismo agresor y
expansionista serbio y otra cosa son los nacionalismos defensivos de otros pueblos con dificultades nacionales en
Europa. A veces en el fragor de las complicidades generales se puede desviar un poco la atención. Desearía que el
Gobierno tomara nota de este temor que expreso, así como
la petición de que el Gobierno español pudiera ser abanderado —me gustaría conocer su posición— en los debates
de la Cumbre de Washington u otros debates en los foros
internacionales del cambio fundamental de pensamiento y
de actuaciones jurídicas a las puertas del siglo XXI. La
doctrina de no intervención, de no injerencia, habría que
corregirla por el pensamiento del derecho a la injerencia
por encima de las fronteras de los Estados por parte de la
comunidad internacional cuando se den situaciones de genocidio o de clara vulneración o conculcación de los derechos humanos. Sobre esta base, seguramente se podrían revitalizar instituciones que ahora se encuentran en un punto
muerto.
Éstas son las reflexiones, preguntas y opiniones que
querría poner sobre la mesa en este debate monográfico,
que celebro, sobre la crisis de Kosovo.
Muchas gracias, señor Ministro, señorías, señora Presidenta.
La señora PRESIDENTA DEL SENADO: Muchas gracias, Senador Colom.
Para finalizar el turno de portavoces, por el Grupo Parlamentario Popular, tiene la palabra el Senador González
Pons.
El señor GONZÁLEZ PONS: Muchas gracias, señora
Presidenta.
Señorías, quisiera que mis primeras palabras fueran de
reconocimiento y de agradecimiento. Reconocimiento al
Ministro por la oportunidad y el acierto de esta comparecencia solicitada a petición propia, que estimo ha sido útil
y que además ha servido para que la Cámara tuviera cono-
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cimiento no solamente al día, sino a la hora y al minuto, en
el que se encuentran en estos momentos las operaciones
que se llevan a cabo por parte de la OTAN.
Quiero hacer también un expreso reconocimiento a las
Senadoras y Senadores que, sin ser miembros de ninguna
de las dos Comisiones, han decidido venir a esta Cámara
para poner de manifiesto que el interés del Senado no era
sólo un interés nominal o formal, sino un interés profundo
por la situación por la cual está atravesando la antigua Yugoslavia y en la que se encuentra implicada España.
Asimismo, quiero agradecer y reconocer el tono constructivo de todas las intervenciones y, más allá del tono
constructivo, el fondo y el sentido de todas ellas. La coincidencia de posiciones ha sido lo suficientemente amplia
como para que el Gobierno pueda marcharse de esta Cámara con la certeza de que el sentido profundo de la misión
que está desarrollando es respaldado prácticamente por la
unanimidad de los representantes del pueblo español en
esta Cámara.
Esta sesión era necesaria y considero que hemos atinado ciertamente con su celebración. Esta sesión está tan
justificada como la que se celebró el 27 de febrero de 1991
con motivo del conflicto del Golfo Pérsico y a la que asistió quien entonces era Ministro de Asuntos Exteriores, señor Fernández Ordóñez.
Ahora bien, dicho sea para refrescar la memoria de alguna de sus señorías en relación con la frase que ha sido
formulada respecto del débil compromiso del Gobierno
con el Parlamento, tengo que aclarar que aquella comparecencia del señor Fernández Ordoñez se produjo un mes y
medio después de que se iniciara el conflicto del Golfo y
sólo 24 horas antes de que se rindiera Sadam Hussein y de
que acabara la guerra por la liberación de Kuwait.
Ahora bien, considero que no es cuestión de abrir una
pequeña polémica, y no interesante para la Cámara, respecto de cuánto y cómo informa el Gobierno. Por lo tanto,
responderé sólo con la frialdad de algunos datos. El Gobierno español ha comparecido ante las Cámaras justo el
doble que el gobierno de la Alianza Atlántica que más ha
comparecido ante las Cámaras de su país. Una encuesta
publicada este domingo señalaba que el 60 por ciento de
los españoles y españolas se sienten muy informados o
bastante informados respecto de lo que está sucediendo en
Kosovo. Además, el 51 por ciento de las españolas y españoles consideran que la información y las comparecencias
del Gobierno son suficientemente frecuentes.
Estos datos representan con bastante claridad cuál es la
actitud que ha adoptado el Gobierno español y por lo menos puedo decir que la gran mayoría de la Cámara también
en este aspecto respalda la actitud que está llevando a cabo
su Ministerio.
Señorías, desde hace cuatro semanas asistimos con gran
preocupación a los acontecimientos que se suceden en la
zona de los Balcanes. En este final de siglo, dominado por
la cultura visual, las cadenas de televisión nos ofrecen a
diario imágenes que no creo necesario describir porque están en la mente de todos, pero cuyo denominador común es
la miseria, la destrucción y el sufrimiento. Senador Nieto,
yo no sé si son imágenes de la actuación diabólica, pero
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son imágenes que ante todos nosotros representan cada día
la muerte, la muerte y, seguramente, también la muerte.
Todos lamentamos y condenamos enérgicamente esta
situación, pero creo que todos estaremos fácilmente de
acuerdo en que no basta con eso. Desgraciadamente, las
condenas verbales de poco o de nada sirven si no van
acompañadas de la búsqueda de remedios, si no ayudan a
resolver la situación que denuncian. En este caso, para encontrar una solución, deberíamos interrogarnos en primer
lugar por el origen de todas estas desgracias, por el principio del drama y, una vez hecho esto, nos parecerá discutible si nuestra intervención ha llegado pronto o tarde, Senador Colom, o si es grande o pequeña, pero no nos ofrecerá
dudas quién ha causado tanta tragedia y, por lo tanto, objetivamente a quién habría que parar para que las calamidades parasen, si queremos que las calamidades paren, y a
quién habría que detener si queremos que la muerte se detenga, si es que queremos que la muerte se detenga.
Señorías, no debemos tener ni manifestar la más mínima duda ni reserva al respecto. La responsabilidad de lo
que está sucediendo recae única y exclusivamente en el régimen de Slobodan Milosevic, en su estrategia de construcción de una gran Serbia, tal y como se viene desarrollando, amparándose en la exclusión, la expulsión y la limpieza étnica.
Me gustaría que quedara suficientemente claro a la hora
de fijar la posición de mi Grupo que no es responsabilidad
—ni se le puede atribuir— del pueblo ni de la nación de
Serbia sino de quienes en su nombre practican desde hace
tiempo un genocidio sistemático y, además —como hoy
hemos tenido constatación—, premeditado.
Decía que vivimos en la época de la cultura visual, pero
las imágenes hoy, y ante un Parlamento, pueden traducirse
también en palabras, y algunas palabras forman ya parte de
nuestra mala conciencia colectiva, y su sola mención debería obviar cualquier comentario sobre cómo nos gustaría
que fuera una realidad que quisiéramos rectificar. Me estoy refiriendo a palabras como Vukovar, Srebrenica, Sarajevo y, desde hace poco, Kosovo. Son palabras que ponen
de manifiesto no sólo por qué estamos interviniendo sino
la falta de argumentos de quienes sostienen que no había
que intervenir. Oyendo estos nombres nos damos cuenta
de que hay palabras, lugares, situaciones, personas e historias que, hasta hace poco, sólo encontrábamos en los libros
de geografía y que con sólo recordar y pronunciarlos hacen
que hoy, ninguno de los presentes, pueda quedar indiferente.
Es cierto que hay muchas voces que están criticando la
intervención militar de la OTAN en el conflicto de Kosovo
y es cierto que otras muchas, sin embargo, siguen lamentando que no se interviniera antes en el conflicto de Bosnia, pero no es éste el momento para establecer tal discusión. Con respecto al asunto que nos ocupa, considero que
es el momento de justificar lo que está pasando, y diría aún
más, considero que es el momento en el que se deberían
justificar aquellos que opinan que no deberíamos estar interviniendo. Lo que presenta serias dificultades de conciliación con el principio democrático no es la intervención,
sino la omisión del deber de socorro ante la mayor catás-
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trofe humanitaria que está viviendo Europa desde el final
de la Segunda Guerra Mundial.
Señora Presidenta, cuando tenemos ante nosotros la
abrumadora evidencia de que muchos cientos de miles de
personas han sido y están siendo, en este momento, expulsadas de sus tierras, de sus hogares, de los sitios de sus mayores, en la siniestra aplicación de un plan preconcebido
de limpieza étnica; señora Presidenta, cuando tenemos
constancia de la comisión sistemática de asesinatos, de torturas, de saqueos por parte de fuerzas paramilitares que comandan personajes que están perseguidos por el Tribunal
Penal Internacional y están amparados por el Gobierno de
Belgrado; señora Presidenta, cuando nos encontramos con
seres —permítanme que lo diga— sin entrañas, que diseñan y mandan ejecutar un plan de violaciones en serie, violaciones sistemáticas con fines reproductivos y que transforman la dignidad de las mujeres en un nuevo objetivo
militar para sus tropas; señora Presidenta, cuando descubrimos estupefactos que en Serbia, como en nuestras peores pesadillas, hoy, ahora mismo, se están utilizando niños
como sucursales portátiles de un banco de sangre o que el
pueblo gitano está siendo masacrado otra vez en medio de
un silencio casi solemne, entonces, señora Presidenta,
cuando abrimos los ojos —déjenme que lo vuelva a decir— lo que parece increíble es que alguien no sienta la necesidad de intervenir de inmediato y que alguien no sienta
la urgencia de hacer algo para que los nazis paren ya. Señorías, lo que necesitaría una explicación —y en mi opinión, una explicación larga— sería la alternativa de cruzarse de brazos, mantenerse al margen y, todo lo más, emitir periódicas lamentaciones en los foros internacionales.
Podríamos limitarnos a lamentar esa horrible e increíble situación nacida por una disputa en un remoto país entre gente de la cual no sabemos nada. Sin duda, sería la
opción más práctica y cómoda, al menos a corto plazo,
aunque a medio y a largo plazo quizá ya no lo fuera tanto,
porque lamentar esa horrible e increíble situación, nacida
por una disputa en un remoto país entre gente de la cual no
sabemos nada, es lo que hizo, con esas mismas palabras,
el primer ministro Chamberlain en la sesión celebrada en
la Cámara de los Comunes el 28 de septiembre de 1938
con motivo de la crisis de Checoslovaquia, sólo un día antes de estampar su firma —junto a la de Hitler— en los
acuerdos de Munich, dando así vía libre para que Alemania, la Alemania nazi se anexionara el territorio de los Sudetes.
Señorías, nosotros —y cuando digo nosotros me gustaría englobar a toda la Cámara— no queremos que para España ningún genocidio sea nunca esa horrible e increíble
situación nacida por una disputa en un país de gente de la
cual no conocemos nada. Sesenta años después de la Segunda Guerra Mundial la Europa democrática no puede ni
debe olvidar la terrible lección que supuso mantener una
ingenua política de apaciguamiento frente a las veleidades
expansionistas de un dictador. ¿Quién puede olvidar esto
en España? ¿Quién puede ignorar esto en España?
El mundo ha cambiado mucho desde 1945 y España ha
cambiado mucho desde 1945, pero esta intervención de la
OTAN también es muy distinta de la que se habría produ-
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cido en 1945. A nadie se le escapa que la política de Milosevic entraña peligrosas implicaciones para la estabilidad
territorial del área balcánica, pero no es ésa la cuestión
—como ha señalado el Senador Laborda, y yo coincido
con él—, la cuestión son los derechos humanos. Quizá la
prueba más evidente de que los tiempos han cambiado sea
que la cuestión son los derechos humanos. Desde luego,
hay razones geopolíticas para la intervención, pero la intervención no se sostiene por esas razones, la intervención
se sostiene por los derechos humanos. Quizá la prueba más
evidente de que los tiempos han cambiado sea que la razón
son los derechos humanos ya, además, que España está en
el equipo de la democracia.
Señor Ministro de Defensa, el Grupo Parlamentario Popular en el Senado respalda plenamente el papel que el Gobierno español está desempeñando en esta crisis como país
miembro de la OTAN y de la Unión Europea. No puede ser
de otra forma, España tiene la obligación y, a tenor de
nuestro pasado de aislamiento internacional, también la
necesidad de participar activamente en las tareas encaminadas al establecimiento de una paz duradera en todo el
mundo y también en la zona de los Balcanes.
En nuestra opinión, señor Ministro, el Gobierno español —y especialmente el Presidente Aznar— está colaborando activamente en todas las labores que son necesarias
para, en primer lugar, restablecer la paz en la zona y, posteriormente, consolidarla, al igual que colabora en las iniciativas diplomáticas que están intentando solucionar el
conflicto y en las que España debe mantener un especial
protagonismo.
No quisiera terminar sin hacer una referencia al problema de los refugiados. Los expertos militares nos advierten que la situación puede alargarse en el tiempo y
puede empeorar. Son ya muchos, cientos de miles, los que
están saliendo de Kosovo, los que están saliendo de forma
precaria, sin alimentos, sometidos a un continuo hostigamiento mientras atraviesan los corredores de la muerte. Ni
en las más demenciales fantasías de la novela gótica ningún autor fue capaz de imaginar 400.000 personas, siendo
perseguidas por los montes hacia una frontera cerrada por
campos de minas. En este momento en el que nosotros estamos sentados en este salón de Plenos debatiendo sobre la
situación, es posible que haya 400.000 personas, no corriendo, huyendo, no vagabundeando, huyendo, siendo
perseguidas a través del monte camino de una frontera cerrada. Albania ya ha recibido 250.000 refugiados, la cifra
se dice rápido, 250.000 seres humanos a los que hay que
dotar de unas condiciones mínimas para sobrevivir con
dignidad, y Albania necesita ayuda para afrontar esa situación.
Por eso queremos reconocer que el Gobierno español
ha actuado con prontitud y diligencia al acordar la asignación de un fondo de 8.000 millones para la atención de los
refugiados, y estamos con el Gobierno en que habrá que
hacer más, y no un poquito más, mucho, mucho más. Por
eso quiero recordar que esta obligación no afecta sólo a los
gobiernos, y quiero hacerlo en mi condición de representante de la ciudadanía. Esta obligación nos concierne a todos los ciudadanos, individual y colectivamente, a todos
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los demócratas, pues todos, cada cual en la medida de sus
posibilidades, tenemos el deber de contribuir al alivio del
drama que está viviendo la población kosovar, colaborando de distintas maneras, en la ayuda humanitaria canalizada y organizada por ACNUR con las fuerzas internacionales de paz, o con las organizaciones no gubernamentales presentes en la zona.
Señora Presidenta, acabo. Señorías, este siglo que termina nos ofrece un balance de avances científicos y tecnológicos que hace tan sólo unos pocos años nos hubiera parecido impensable. Pero también arroja un reverso marcado por las mayores atrocidades cometidas en la historia
de la humanidad, y en cuya raíz se sitúa la sinrazón y un
concepto degenerado y canalla del bien público y de la
función de los Estados. De alguna forma un nacionalismo
mal entendido, mal expresado, dicho sea con todos los respetos, un nacionalismo no democrático, fascista, que prefiere la exclusión a la integración, la intolerancia a la pluralidad, que desdeña el enriquecimiento mutuo de la convivencia y no vacila en practicar la expulsión, incluso la
eliminación física de grupos humanos, si con ello marca
más territorio con más banderas; esa forma de nazismo es
la que hoy practica el régimen de Milosevic. Y no podemos consentir, si pretendemos que nuestros hijos crezcan
en una Europa en verdad unida y abierta al mundo, que en
Europa, señor Ministro, señora Presidenta, señorías, siga
habiendo nazis que tengan capacidad de seguir matando
pueblos enteros.
Muchas gracias, señora Presidenta. (Aplausos en los escaños del Grupo Parlamentario Popular.)
La señora PRESIDENTA DEL SENADO: Muchas gracias, Senador González Pons.
Tiene la palabra el señor Ministro.
El señor MINISTRO DE DEFENSA (Serra Rexach):
Muchas gracias, señora Presidenta.
Señorías, creo que pueden entender que es una inmensa
satisfacción para el Gobierno y para el Ministro de Defensa escuchar lo que se ha escuchado aquí esta mañana,
ver el respaldo unánime, no absolutamente una´nime, pero
sí teórica y prácticamente de la Cámara a una acción que
está acometiendo España y su Gobierno, una acción importante, una acción, como he expresado, no querida, sino
asumida como el último remedio para que cesara esa situación que tan bien ha descrito el portavoz del Grupo Parlamentario Popular.
Señora Presidenta, yo tenía, quizá debido a mi poca experiencia parlamentaria, la sensación de que las Cámaras
en España sólo era unánimes cuando se trataba de dar pasos en pro de la integridad y de la unidad europea, pero es
una enorme satisfacción constatar que en algo tan importante como es este conflicto y la situación trágica que está
viviendo el pueblo albano-kosovar, el Senado, la Cámara
Alta, la Cámara de reflexión responde no sólo con la absoluta y teórica unanimidad sino también, y lo ha dicho el
portavoz del Grupo Parlamentario Popular, con el tono y el
fondo de sus intervenciones. Quiero agradecer, primero, el
apoyo que todos los que han hecho uso de la palabra han
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dado a la labor del Gobierno, y agradecerlo muy sinceramente. También quiero agradecer las sugerencias, los motivos de reflexión que se han ofrecido, y querría no subrayar las discrepancias porque son muy adjetivas.
Lo ha dicho el portavoz del Grupo Parlamentario Popular, España ha comparecido en el Parlamento el doble que
el siguiente país de la OTAN, estamos en los medios de comunicación en la medida en que nuestras fuerzas nos lo
permiten. Hay algo que ha sobrevolado algunas de las intervenciones: hay que tomar iniciativas, cosa que es verdad, y hay que estar, por tanto, en las negociaciones internacionales y también dando cuenta en el Parlamento. Este
Gobierno todavía no ha descubierto el don de la ubicuidad
y, entonces, intentamos repartirnos los papeles. Pero no se
crean, señorías, que cuando no hay trascendencia a la opinión no se tienen iniciativas. Por ejemplo, y quizá adelantando en parte el debate de esta tarde, he de decir que en el
nuevo concepto estratégico de la Alianza, que es esencial,
España ha sido, sin alharacas, sin grandes manifestaciones
tan impulsor como el que más, porque tampoco nos gusta
ponernos papeles protagonistas, de que la palabra que presida el nuevo concepto estratégico de la Alianza sea la cooperación, que el espíritu que presida en el siglo XXI la relación de esa parte privilegiada del mundo que somos los
europeos, que son, en general, los miembros de la Alianza
que disfrutamos de paz, de libertad, de respeto a los derechos humanos, de prosperidad, lo vinculemos con los que
no tienen esa condición privilegiada en situaciones presididas por el principio de cooperación; que no sea la amenaza, que no sea el temor, que no sea la disuasión. Y en
eso, señorías, puedo asegurarles que la posición española
ha sido no sólo rotunda, yo creo que también en algunas
ocasiones bastante decisiva.
Por tanto, el hecho de que a veces no se salga en la foto
no revela inactividad, no es muestra de carencia de ideas
propias; a lo mejor, lo que revela es un voluntario alejamiento del protagonismo para que las cosas, por no parecer
parciales, puedan llegar a buen fin. A veces sucede lo
mismo con los anuncios que se hacen de iniciativas. Les
comentaré una relativa a la situación de Kosovo. Rusia
hace pocos ensayos con misiles intercontinentales porque
son muy caros; hace pocos, pero los hace, aunque nunca lo
dice, excepto esta vez. No creamos que anunciarlo significa que antes no se hacía porque no se dijera. Muchas veces lo que se pretende con el protagonismo no es tanto reflejar una iniciativa como obtener propósitos colaterales
con esa iniciativa y, por tanto, creo que no es justo acusarnos de falta de energía, cuando de lo que estamos huyendo,
señorías, es del protagonismo, por la razón que decía antes: porque a veces el protagonismo puede poner en peligro el buen fin de la iniciativa.
En cuanto a lo que se ha dicho sobre el conflicto, sobre
Milosevic, sobre la posición de Serbia respecto a la provincia autónoma de Kosovo, es falaz explicarlo en términos de derechas o izquierdas, porque estos términos son
tan relativos que, en puridad, sólo son posibles en un sistema democrático. Allí lo que hay es un exterminio de
unos por otros, y no se debe aceptar que ese hecho se defina como de derechas o de izquierdas, porque es otra cosa:
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es un crimen contra la humanidad; en cualquier caso, es
otra cosa.
El portavoz socialista ha preguntado si van a cambiar
las misiones de las organizaciones humanitarias o de las
tropas que están protegiendo y ayudando a las organizaciones humanitarias. Imposible, señoría. El Gobierno,
cuando ha aprobado el envío de un contingente a Albania,
ha fijado su misión; si luego el Gobierno quiere transformar esa misión tendrá que tomar un nuevo acuerdo. Se ha
enviado a 400 personas para formar parte de un contingente de la Alianza con el objeto de apoyar, proteger y facilitar el establecimiento de campos de refugiados.
También se ha hablado —y no quiero hacer caso omiso
de ninguna crítica— de la relación con el Parlamento, y si
esa relación fue previa o «a posteriori». Ya se ha demostrado cuál es la relación con el Parlamento. Durante mi intervención he hecho especial énfasis en que la primera decisión de planeamiento es tomada por la Alianza el día 7 de
octubre y el día 6 de octubre se estaba en el Congreso de
los Diputados recabando apoyos parlamentarios. Yo no sería partidario, señorías, de someter al Gobierno de España
a un trámite que esta vez ha sido feliz, pero que pudiera no
serlo, en todas las circunstancias de conflicto bélico. Como
he explicado, éste es un conflicto de muerte anunciada; estábamos previendo que habría que llegar a él desde hacía
seis meses, pero hay muchas otras ocasiones en que no es
así de fácil hacer la previsión, y, sinceramente, atar al Gobierno con requisitos no me parecería bueno para España.
Tengo que agradecer muy especialmente el apoyo explícito, en muchos casos, implícito yo creo que en todos, a
la labor que están desarrollando las Fuerzas Armadas españolas, y quiero decirlo porque a veces sacamos una pobre conclusión de nosotros mismos cuando se dice que las
sociedades occidentales, entre las cuales está la española,
no son capaces de arriesgar la vida por defender unos valores, unos principios. Señorías tenemos unas Fuerzas Armadas que están dispuestas a dar la vida, que no preguntan
si hay más o menos peligro, que lo asumen sin más; ha habido veces en que nuestros pilotos han sido captados por
un radar de tierra, y entre la captación y que el misil impacte en el avión, con la muerte segura, pasan fracciones
de segundo, y, sin embargo, no se ha visto ni una sola
queja, ni una mínima baja de la moral. España tiene gente,
mucha gente dispuesta a dar su vida por unos valores; no
pensemos lo contrario porque la conclusión, además de ser
triste, sería falsa.
Agradezco los comentarios, que desde luego trasladaré
al Gobierno, del portavoz del Grupo Parlamentario Catalán en el Senado de Convergència i Unió; es verdad, y creo
que lo hemos repetido todos, que el conflicto es muy complejo en el tiempo, en la historia y en el contexto de los
Balcanes; es verdad lo que se ha dicho, pero hay algo que
sería importante subrayar: En ese cambio sustancial del escenario estratégico, la extinta Unión Soviética, Rusia, hoy,
no tiene el papel que tenía antes. Sólo eso bastaría para tener una consideración especial con Rusia. Pero es que,
además, también se ha dicho que si hay un aliado, un
amigo de la Alianza —por hablar en puridad— que puede
influir en Serbia es Rusia. Si de verdad queremos —y la
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queremos de verdad— la solución pacífica y si de paso podemos hacer que Rusia juegue un mayor papel, estaríamos
todos encantados, y lo está haciendo España y lo está haciendo la Alianza. Queremos y deseamos que juegue un
papel. Sólo hay una palabra que no suscribiría, y es que
fuera inexcusable, imprescindible, porque ya hemos sufrido y hemos hablado de ello: vetos, ninguno. Siempre
que se pueda alcanzar el consenso y la mayoría, de
acuerdo; vetos, ninguno. Pero es deseable y más que conveniente, y así lo pensamos en la Alianza, pensamos en el
Gobierno.
Se ha dicho y es verdad que será necesario en su momento un plan de reconstrucción, pero quiero ponerles de
manifiesto que llevamos siete años en Bosnia, que hace ya
muchos semestres que se habla de un necesario plan de reconstrucción y que no es fácil la llegada de ayudas. Son
posibles las ayudas públicas, pero no hay que explicar que
la inversión privada necesita unas cotas mínimas de seguridad y de expectativa que, por desgracia, no se dan en
países como de los que estamos hablando.
Se ha comentado también —y es cierto— que todos tenemos una parte de corresponsabilidad; creo que eso nos
debe mover a acentuar todos los esfuerzos en favor de la
paz, pero no nos debe llevar a confusión. Todos somos
igual de responsables, pero en el conflicto —también se ha
dicho repetidas veces— hay un responsable con mayúsculas y subrayado y el único de que se haya llegado a la confrontación bélica con la Alianza, y ese responsable es el
Presidente Milosevic.
Al portavoz del Grupo Parlamentario de Senadores Nacionalistas Vascos quiero decirle que no he expresado ninguna preferencia personal, sino que me he limitado a decir
cuáles eran las condiciones de la Alianza y las de la Unión
Europea. Se ha dicho muy bien que no trasvasemos situaciones donde la comparación no es posible; pero el hecho
de que no hubiera alteración de fronteras —y lo he dicho
en la Cámara— sería trasladando los acuerdos de Rambouillet, trasladando la opinión de la OTAN, trasladando la
opinión del Secretario de Estado adjunto norteamericano
después de viajar por la zona; lo que se ve como un peligro, lo exponen y lo acuerdan, y yo lo he contado aquí, sin
ninguna otra extrapolación.
Le agradezco que comparta la esperanza, pero en
cuanto al envío de una fuerza terrestre —y se ha repetido
en diversas ocasiones— probablemente podría acortar la
duración del conflicto, pero quizás también aumentaría
considerablemente el número de víctimas propias. En esta
decisión dolorosa siempre se tiene que elegir, y la Alianza
optó en su momento por la operación aérea, sabiendo,
como se avisó desde el primer minuto, que era más larga.
Se oyen voces —y probablemente de modo progresivo,
incluso de algún país que se ha citado también— que dicen
que se tiene que preparar. La opinión de la Alianza, que el
Ministro de Defensa comparte, es la de que, si hemos dicho que hay una operación aérea, esperemos a que se desarrolle esa operación aérea. Señorías, lo más importante
de este conflicto, por encima de todo, es ganarlo. Lo peor
que podría pasar es que, por comodidad, por hartazgo, por
alguna de esas tentaciones familiares a las sociedades oc-
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cidentales dejáramos que Milosevic se saliera con la suya.
Eso sería lo peor. Se nos ha dicho que para ganar hace falta
una operación aérea por fases como la que estamos desarrollando; pues vamos a hacerlo y a no perturbarla, y a ayudar en lo que podamos. Si se nos dice mañana o pasado
mañana que es necesario hacer más, habrá que apoyarlo, y
en su momento el Gobierno tomará la decisión que estime
oportuna, pero que será siempre la del apoyo a que se
pueda obtener la victoria porque, como alguien ha dicho
—y hay que hablar sin ambages—, la razón profunda de
este conflicto es todo menos una razón egoísta de los países aliados. No estamos defendiendo el suministro de vías
energéticas, no es un país rico —se ha dicho, y con razón,
que Albania es el país más pobre de Europa—, no es Kosovo una tierra con un subsuelo riquísimo o con un suelo
fértil. Estamos allí defendiendo unos valores y unos principios, y vamos a decir en Washington que es esa comunidad de valores y principios lo que crea la Alianza. No podemos tolerar que esos valores y principios queden
pisoteados y machacados. El Gobierno hará lo que haga
falta para mantener vigentes esos valores.
Se pregunta el Senador Nieto —al que también agradezco su apoyo— si ha sido la mejor manera de intervenir.
Siempre se puede juzgar —eso sí, con pocas garantías de
éxito— si el pasado habría podido ser mejor. He intentado
decir por qué, a sabiendas de la mayor duración del conflicto, se prefirió la opción aérea. Y no se preocupe su señoría, no es que haya iniciativas políticas y no militares: es
que todo lo que está habiendo es política. La decisión de
que se intervenga militarmente ha sido, es y se mantiene
porque se mantiene la opción política. No existen lo militar y lo político en términos de decisión. Decidimos o deciden siempre los mismos. No se puede decir que esto es
para los militares y esto para los políticos. Todo se está diciendo en el ámbito político. Lo que es verdad es que, en el
ámbito de la ejecución, no de la decisión, «hay que». Pero
señoría, no deberíamos decir «hay que» hacer algo nuevo,
sino que hay que continuar lo que se ha estado haciendo
desde el principio. No hemos hecho otra cosa más que procurar el acuerdo político, y ésta es una situación paradigmática en la que se ve que la intervención militar es un
mero instrumento para llegar a ese acuerdo político. No se
quiere más que establecer una paz estable y duradera en
esa región.
Hemos comentado ya la importancia de la colaboración
rusa, y creo que sé ha subrayado suficientemente.
También quiero agradecer al portavoz del Grupo Parlamentario Mixto, el Senador Colom, el tono y el fondo de
su intervención, así como su apoyo al Gobierno y al Ejército español. Le agradezco mucho su acuerdo con el nuevo
concepto estratégico de la Alianza. Ahí nos vamos a encontrar, haciendo un futuro en el que prime la paz, la convivencia y la tolerancia entre los pueblos, y en el que cualquier intento de imposición se pueda parar. En términos de
Derecho Internacional, será muy complicado establecer la
injerencia, pero, señoría, más que en una presunta reforma
de las Naciones Unidas, creo que es precisamente en aquella resolución del Parlamento español, de octubre de 1995,
en la que está el nuevo concepto estratégico de la Alianza.
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¿Cómo parar las actuaciones? Estamos haciéndolo de la
mejor manera que sabemos. Lo que queremos es que paren, lo que queremos es que los refugiados puedan volver
lo antes posible.
Me parece que ya lo he explicado: siempre existe la opción de complementar, de hacer los bombardeos más eficaces. Son pocos los que no lo están siendo. Tengo que decir, para satisfacción de la Cámara, que la media de nuestros aviones en cuanto al alcance de objetivos es superior a
la de la Alianza. Pero tengo que decir también que ha habido malas condiciones meteorológicas, y que no nos creamos que esa tecnología que hoy existe a disposición de los
países de la Alianza es infalible; sobre todo falla bastante
cuando se quiere evitar lo que estamos queriendo evitar
que son daños colaterales. Con mal tiempo, se pueden lanzar bombas más o menos inteligentes —si se me permite la
expresión—, pero que pueden producir daños colaterales.
El mandato es causar el mínimo de daños colaterales, y
han vuelto centenares de misiones sin alcanzar el objetivo
porque no han disparado los misiles pues existía un riesgo,
siquiera mínimo, de producir daños colaterales. Y en las
ocasiones en las que se ha producido un error, y que por
fortuna se cuentan con los dedos de una mano, se ha reconocido.
Se intervino tarde. Ésta es otra de esas cuestiones relativas a cuál es el momento más indicado. A mi juicio, si se
hubiera intervenido antes se habría dicho, con más poca razón de la que se tiene ahora, que habíamos originado el
desplazamiento del pueblo kosovar, aunque, no por fortuna, en esta Cámara se han oído críticas diciendo que no
se debía haber intervenido. Se estimó que el momento de
intervenir —y he ido reflejando puntualmente las fechas—
era aquel en el que literalmente se habían agotado todas las
posibilidades de negociación, y entonces, inmediatamente.
Creo que se agotó —y, por tanto, se demoró mucho en el
tiempo— toda posibilidad de negociación, incluso la del
embajador Holbrooke, y una vez comprobado que no era
posible la negociación, se procedió a la acción militar.
Extensión del conflicto. He dicho que es el mayor
riesgo que se corre. Se han citado, y con razón, Macedonia
y Montenegro. La composición étnica de Macedonia es
delicada, y el que lleguen decenas o centenares de miles de
nuevos albanokosovares podría suponer un desequilibrio
que sería causante de inestabilidades. Allí hay una presencia de más de 10.000 hombres de la Alianza, y creemos
que, aunque están para finalidades de atención a los refugiados, también lo están para su protección, y por ahora
eso puede ser suficiente garantía de la no extensión por ese
flanco. Como saben y hemos expuesto aquí, Montenegro
es una república federada. Está sufriendo graves problemas de tensiones con Serbia entre el Ejército y las fuerzas
de la Policía, tensiones entre políticos de la Federación y
políticos de Montenegro. Hay —digamos— disensiones.
La Alianza está preocupada porque el conflicto pudiera extenderse por esa zona que, además, es una república federada, pero no creemos que el peligro sea ahora inminente.
Después de felicitarle le diré que no tenga miedo de los
nacionalismos. La Constitución española, que es el «leit
motiv» de actuación del Gobierno, reconoce en su artículo
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2 las nacionalidades, y la Constitución española —el Gobierno español— promueve, fomenta, ayuda y protege el
reconocimiento de las identidades nacionales, y sus señorías saben los miles de millones de pesetas que se utilizan
en eso anualmente. Lo que estamos diciendo —y siempre
hemos caracterizado al nacionalismo como excluyente o
como totalitario o como «autoidentitario»—, lo que se está
criticando, pero también sin ambages, señoría, es el que
quiere imponer, el que quiere obligar y el que quiere sojuzgar. Los nacionalismos reconocidos por la Constitución
no es que sean respetados, es que son fomentados por el
Gobierno, y con la misma fuerza vamos a ir en contra de
cualquier nacionalismo que pretenda violentar la voluntad
de las personas.
Por último, señora Presidenta, señorías, quiero garantizar que las Fuerzas Armadas españolas, que van a preparar
un campo de refugiados previsto en la directiva de planeamiento que he firmado anteayer y que se transferirá, en su
caso, a las organizaciones no gubernamentales, estarán
apoyando constantemente y sirviendo a estas organizaciones. Si fueran necesarios medios adicionales los consideraríamos con mucho gusto, pero creo que quien mejor puede
asegurar esto no es quizá el Ministro de Defensa, sino las
propias ONGs que han dado testimonio del valor que tiene
la función y las misiones que las Fuerzas Armadas cumplen en colaboración con ellas.
No querría terminar, señora Presidenta, señorías, sin
agradecer especialmente el apoyo del portavoz del Grupo
Popular. Creo que ha descrito con perfiles nítidos cuál es la
gravedad de la situación en la que nos encontramos, y también ha descrito la razón de nuestra presencia allí. Hay una
frase que merece la pena resaltarse, y es que la palabra «injerencias a buen seguro que suscitará reticencias en los debates internacionales, pero la frase «omisión del deber de
socorro», consagrada en los más antiguos códigos legales,
es la que mejor describe la obligación moral que Europa, la
Comunidad Europea, la Alianza Atlántica y España tenían
de estar en Kosovo, y por eso el Presidente del Gobierno
suele repetir la expresión de «estamos donde tenemos que
estar». Estamos donde esos principios de solidaridad, de
coherencia, nos exigen que estemos.
Por último, termino reiterando el agradecimiento a todos por el apoyo, el tono y el fondo de las intervenciones y
señalando que me he referido menos a la labor de los refugiados porque, como saben sus señorías, se ha creado una
comisión interministerial que preside el Vicepresidente
Primero del Gobierno, quien dará debida cuenta a las Cámaras de la labor —se han dicho cifras de 8.000 millones
y participación de 400 personas en la operación aliada— y
de todo el esfuerzo que España, encabezada por su Gobierno, y todas sus Comunidades Autónomas y ayuntamientos quieren hacer —quiere hacer, en definitiva, la sociedad española— para paliar la situación terrible por la
que pasa el pueblo albano-kosovar. Espero que sepan perdonar que no haya hecho especial hincapié en la labor humanitaria que están realizando las Fuerzas Armadas y, en
general, toda la sociedad española.
Muchas gracias. (Aplausos en los escaños del Grupo
Parlamentario Popular.)
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La señora PRESIDENTA DEL SENADO: Muchas gracias, señor Ministro de Defensa.
¿Alguno de los portavoces desea intervenir? (El señor
Laborda Martín pide la palabra.)
Tiene la palabra el portavoz del Grupo Parlamentario
Socialista, señor Laborda.
El señor LABORDA MARTÍN: Gracias, señora Presidenta.
Señor Ministro, quiero seguir reiterando nuestras ideas
en relación con la valoración no muy positiva que hacemos
del compromiso del Gobierno y de su Presidente, en concreto, en relación con el Parlamento.
Usted me ha hablado de algunos asuntos sobre los que
yo no voy a profundizar, porque eso será objeto del debate
de esta tarde, como por ejemplo sobre el nuevo concepto
estratégico de la Alianza. Por cierto, es la primera vez en
estas santas paredes que se oye hablar de este asunto. Esto
es una prueba de que el Gobierno, en temas muy importantes, presenta una simetría, y le pido que después de
Washington venga a esta Cámara y explique el concepto,
como también le pediría que antes de Colonia se hablara de
si efectivamente los europeos somos capaces, como yo
creo necesario, de tener unos elementos comunes en los
sistemas de paz y de seguridad en Europa.
Otro tanto le diría respecto de la reforma de las instituciones de las Naciones Unidas, porque aquí no ha habido
ese debate, pero buena parte del debate sobre la legalidad
de las misiones se deriva de la obsolescencia que tiene en
la nueva situación, tras la caída del muro, el Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas. A eso me refiero cuando le
digo que sería importante que el Gobierno tuviera ideas
propias, que creo que no las tiene, entre otras cosas porque
para que un Gobierno tenga ideas propias en estas materias
es necesario que tenga más confianza en el Parlamento y
venga aquí.
Es contradictoria su posición, señor Ministro, porque
usted comienza su intervención diciendo que celebra que
esta Cámara le haya dado un apoyo unánime —y yo le
agradezco que lo haya dicho, porque yo también lo celebro
y me congratulo por la intervención de mis colegas, y lo
digo sinceramente, porque esto lo siento yo, personalmente, de una manera muy profunda— y, al mismo
tiempo, como si fuera la virtud más importante del Gobierno, hace referencia a no tener protagonismo.
Me gustaría que algunos miembros del Gobierno —no
usted, al que yo le reconozco la coherencia y la congruencia de sus actos— tuvieran menos protagonismo del que
tienen, que no se deslizaran tan rápidamente, por ejemplo,
en echarle las culpas a la Alianza Atlántica de los problemas que efectivamente hemos tenido y de los errores, porque el Gobierno español está en la Alianza Atlántica y en
los comités, y si no van los militares a los comités, o si no
van los diplomáticos a los comités o a los consejos hay que
tomar medidas. Ustedes dicen que no quieren tener protagonismo, pero permítame que le diga que en un tema tan
importante, en una Casa como ésta, seguramente en este
mismo salón, en el que se ha discutido hace muchísimos
años de problemas militares de aquella España aislada, me
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da la sensación de que usted nos está justificando un poquito de oscurantismo. Hay que venir con confianza al Parlamento, especialmente cuando las Cámaras le están dando
al Gobierno de España un respaldo que otros gobiernos
europeos quisieran para sí, gobiernos que tienen más problemas en sus propias coaliciones y más problemas con la
oposición que los que tiene el Gobierno español, y por eso
no entiendo que usted me presente, como si fuera la gran
virtud, esa especie de disimulo, de decir que ya están contentos con la definición que tiene el concepto estratégico
basado en la cooperación, etcétera. Insisto, no quiero entrar en ese asunto del concepto estratégico. Ése es un debate que va a tener lugar esta tarde y yo creo que son los
señores diputados los que tienen que profundizar en este
asunto. A nosotros nos gustaría hacerlo a posteriori, y lo
digo como lo pienso.
Señora Presidenta, en relación con la referencia del Ministro a que el Gobierno no se sienta muy atado, quisiera
hacer una propuesta que podríamos desarrollar conjuntamente en el sentido de que hubiera una información previa,
no tanto para pedir una autorización a la Cámara mediante
un acto de votación, sino para que el Gobierno venga y exponga las cosas. A mí me parece que ahora el Gobierno se
siente cómodo y puede decir: no quisiera estar atado. Pero
yo he hecho una reflexión —es una pura hipótesis—, porque éste es un escenario al que desgraciadamente a lo mejor nos tenemos que acostumbrar en el futuro. Como yo he
seguido estas cosas con cierta deformación en parte por mi
propia ideología, en parte por mi propio pasado familiar y
seguramente por mi antiguo oficio de historiador, creo que
con el plan de estabilidad para los Balcanes o aseguramos
un proceso de «destotalitarización», de acabar con el totalitarismo de determinados regímenes políticos, o de lo
contrario no será posible. Es como si hubiéramos hecho el
Plan Marshall dejando al almirante Canaris al frente del
gobierno alemán. Hubo un proceso de «desnazificación» y,
efectivamente, eso permitió a la ocupada Alemania occidental transformarse en la República Federal. Esto hay que
hacerlo. ¿Pero se puede hacer confiando sólo en el esfuerzo aéreo que estamos haciendo? Ojalá sea así, pero ya
que el Gobierno español tiene que hacer nuevos esfuerzos,
yo le pediría, señor Ministro, puesto que será lo mejor para
el propio Gobierno, y sobre todo lo será para España —y
es que Parlamento y Gobierno han de ir juntos en esto para
que, efectivamente, lo comprenda el pueblo—, que el Gobierno viese con toda tranquilidad, puesto que tiene mayoría —y su Grupo concretamente tiene aquí mayoría absoluta—, y puesto que cuenta con la unanimidad de esta Cámara en lo que a estas cuestiones se refiere, la posibilidad
de venir a explicarlo todo eso aquí, señor Ministro.
Creo que tenemos derecho a conocerlo todo. Yo soy representante de los ciudadanos españoles y creo que ellos
están convencidos de que, como tal, tengo derecho a saberlo. El Gobierno debe venir aquí para que, en un juego
de lealtades, salga respaldado por el Parlamento. Aquí
hubo grandes debates en el año 1921 sobre Annual, sobre
el Informe Picasso y sobre los errores que cometieron
aquellos Gobiernos —que también tenían una gran desconfianza hacia el Parlamento—, Gobiernos que, precisa-
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mente por algunas operaciones militares, motivaron diversas crisis.
Yo siempre he admirado al pueblo británico —por
cierto, el pueblo inglés es el que siempre gana las guerras— precisamente porque ha sido capaz de unir Parlamento y Gobierno en una sola acción en defensa de unos
determinados valores o incluso de unos determinados intereses, señor Ministro. Pues eso es lo que yo pido para mi
país. Yo quiero que este Parlamento no solamente represente a la democracia, sino que también represente a la nación, que sea su símbolo. Eso es lo que me parece importante lograr.
Señor Ministro, me gustaría que me despejara alguna
duda sobre quién va a coordinar el campo. Eso sí, si lo que
usted me va a decir es que me lo va a explicar el señor
Álvarez-Cascos, ya le digo desde este momento que prefiero que sea usted quien me lo explique. Prefiero que sea
usted quien me diga qué va a pasar entre las ONGs y los
militares ya que me fío más de usted. No vaya a ser que
nos llevemos algún susto con las ocurrencias del Vicepresidente Primero.
Agradezco a mis colegas portavoces la franqueza con
que han expuesto sus puntos de vista, pero no me resisto a
decir algo en relación con algunas intervenciones de mis
queridos amigos y portavoces de los dos grupos nacionalistas. Creo que, efectivamente, el problema de Yugoslavia
tiene muchos antecedentes que podemos entender aún mejor a través de algunos libros. Yo no he leído la novela que
me ha recomendado mi ex Secretario General, pero sí recuerdo algunas otras también buenas, por ejemplo, «El
hombre sin atributos», de Robert Musil. Efectivamente, en
la crisis del imperio austro-húngaro también hubo mucho
de mediocridad por parte de las clases políticas, de falta de
valores democráticos, de corrupción y de decadencia en la
dinastía de los Habsburgo.
Yo he sido un gran admirador de Karl Klaus, un magnífico periodista. El escribía en solitario en un periódico
concretamente en la época en que los austriacos estaban a
punto de perder la guerra, pero a pesar de ello el Estado
Mayor transmitió en una ocasión que la situación era seria
pero no desesperada, con lo cual el periodista puso en los
titulares del periódico del día siguiente: La situación no es
seria pero es desesperada.
Pues bien, aquello indicaba que había una emergencia
de conciencias nacionales y que también existía el fracaso
de un sistema político. Pero dada la alegría del Presidente
norteamericano Wilson, se intentaron resolver los problemas de Europa ejerciendo el derecho de autodeterminación. Ésta es simplemente una puntualización que hago
como aficionado que soy a estos temas.
La Constitución yugoslava era una de las pocas que tenía reconocido ese derecho pero éste no se ha ejercido. Lo
que ha sucedido allí es, sencillamente, el producto de la acción-reacción de la decisión adoptada por Milosevic que,
por cierto, se parece mucho a la que tomó Hitler cuatro meses después de llegar al poder en enero de 1933, cuando
abolió el sistema federal alemán, es decir, cuando abolió el
federalismo, que aunque era rudimentario y estaba basado
en un partido único, reconocía unos determinados dere-
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chos. Es decir, hay una gran similitud entre una cosa y otra
puesto que lo que ahora se ha producido allí ha sido más
bien una falta de tolerancia, desencadenándose, por tanto,
una guerra civil y no el ejercicio de un derecho que, al menos por lo que yo conozco, no se ha llevado a efecto jamás
en los términos en que figura en la Constitución yugoslava.
Muchas gracias, señora Presidenta. (Aplausos.)
La señora PRESIDENTA DEL SENADO: Por el Grupo
Parlamentario Catalán en el Senado de Convergència i
Unió, tiene la palabra el Senador Ferrer.
El señor FERRER I ROCA: Señora Presidenta, señor
Ministro, señorías, quisiera aclarar algunos conceptos que
he expresado en mi primera intervención para intentar,
quizá, hacerle más comprensibles al Ministro algunos aspectos.
He dicho que era indispensable el concurso de Rusia
para la resolución de este conflicto. El señor Ministro considera que esto es excesivo, pero también podríamos decir
que Rusia forma parte del marco en el que se está desarrollando este dificilísimo problema de los Balcanes. Pero dejémoslo así.
En otro momento he dicho que no es suficiente la política de fotografías en el sentido de que en cualquier conferencia, en cualquier reunión de la Unión Europea o de la
OTAN, siempre podemos ver a un representante del Estado español, como corresponde, cosa que nos parece muy
bien. Pues precisamente al hilo de esto quería insistir en
que, quizá por desconocimiento, aquí percibimos una falta
de iniciativas por parte del Gobierno, y sé que el señor Ministro ha dicho que no debemos preocuparnos por ello.
En relación con esto mismo yo he citado antes algunas
iniciativas del Gobierno alemán y del Gobierno francés,
por ejemplo, que sí se hacen públicas. ¿Y por qué si tenemos iniciativas no hemos de explicitarlas públicamente?
Yo insisto en que la participación hoy ya no debe ser la del
recién llegado, sino que debe ser plena, una participación
que de hecho todo el mundo está esperando, una participación con propuestas, lo que no quiere decir que éstas tengan necesariamente que prosperar. Es decir, no sólo debe
haber una participación en la ejecución de los planes, sino
que también debe haberla en la confección y fijación de
prioridades. A eso es a lo que yo me refería.
Finalmente quiero insistir en algo que ya he dicho: en la
necesidad de que la Unión Europea empiece a elaborar enseguida un plan de ayuda para los Balcanes, no un plan
para ayudar a lo largo de cinco años a algunos de esos
países que considerábamos que estaban ya casi con un pie
dentro de la Unión Europea. Precisamente una de las razones —no la única— que ha venido dando explicación continuamente a la gran crisis de los Balcanes es que esa zona
siempre ha estado económica y socialmente deprimida. Y
continúa estándolo.
Por consiguiente, si todos queremos que esa amplia región deje de ser tan inestable, tan propicia a los extremismos y a las intolerancias, habrá que resolver el problema
del desarrollo económico y social que allí tienen. Esto
quiere decir que, dentro los planes de la Unión Europea, y
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en los que en este momento seguramente figuran otras
prioridades, tendremos que sacrificar algunos objetivos,
que nos resultan más próximos quizás, en beneficio de estas otras prioridades, y es que la solución de algunas realidades evita posteriormente el estallido de grandes conflictos.
Por otro lado, no quisiera irme de esta tribuna sin citar
una frase que ha pronunciado el señor Ministro en su primera intervención cuando se refería a esta larga y fructífera etapa de la OTAN: La Alianza triunfó porque no tuvo
que intervenir. Su capacidad disuasoria fue extraordinaria,
histórica. Esta vez no hemos podido evitar esto, pero con
toda tranquilidad, con la tranquilidad que nos da la veteranía democrática, que no se circunscribe solamente a los últimos 20 años, hemos de decir a nuestros amigos norteamericanos que pueden decidirse planes que en parte pueden ser erróneos.
Por consiguiente, tenemos derecho a decir que hay que
analizar exactamente y a fondo esta realidad que ellos,
como nosotros, hemos de reconocer es complejísima, y
que precisamente por eso continúa siendo un problema al
final del siglo XX. Es una realidad que se nos puede escapar fácilmente a todos. Podemos decirle sin ninguna timidez que hay que estudiar mucho más este problema.
Ayer —y quiero citarlo señorías—, en un periódico,
concretamente «La Vanguardia», publicó un artículo un
militar de pro, Francisco Sepúlveda, que reflexionaba sobre que quizá la Secretaria de Estado norteamericana falló
en su cálculo —nosotros no hemos creído que tras unos
primeros bombardeos el régimen de Milosevic quebraría— y Sepúlveda dice que lo que se ha originado precisamente ha sido un movimiento patriótico similar a lo que
sucedió en España en 1808. Es decir, forma parte de esta
complejidad de los Balcanes, hay que estudiarlo y no olvidar la diplomacia, no olvidar, en definitiva, la política, y no
olvidar la ayuda económica al desarrollo económico y social.
Muchas gracias, señora Presidenta, señorías.
La señora PRESIDENTA DEL SENADO: Muchas gracias, señoría. ¿Alguna otra intervención? (Pausa.)
Senadores Colom y Nieto, pueden disponer de los cinco
minutos del turno como quieran.
El señor COLOM I COLOM: Gracias, señora Presidenta.
Señor Ministro, señorías, solamente voy a comentar
tres cuestiones en este segundo turno.
En primer lugar, quiero agradecer su respuesta, amplia
y muy exhaustiva, a mis puntos de vista en mi primera intervención, pero hay dos cuestiones que creo son matizables. Una, es obvio, hay que ganar la guerra, éste es el objetivo principal en este momento, pero hay que preparar la
posguerra desde ahora mismo, de ahí la preocupación por
la prioridad en la reconstrucción de toda la zona, no solamente de Kosovo, como se ha dicho. La llegada de ayuda
en la posguerra a Bosnia ha sido muy lenta, es muy lenta.
Las propias ONGs, organizaciones e instituciones que trabajan en la ayuda a los refugiados o ayuda a la vuelta de los
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refugiados, se han encontrado muy solas. Cuando la información está en la cresta de la ola, es fácil; cuando hay silencio mediático, puede haber olvido. Éste es el toque de
atención que quiero dar básicamente, y por ello es importante el compromiso desde ahora en esta prioridad.
Segunda cuestión. Cuando digo que es obvio que hay
que ganar la guerra, también celebro una frase que ha dado
en su respuesta. Si tiene que haber intervención terrestre,
la decisión será dolorosa, obviamente, y nadie la querría
seguramente de poder optar, pero si no se puede optar y si
se alarga esta situación, celebro una frase que creo que
quiere decir lo que yo he entendido: España, si hay que hacer más, hará más. Entiendo que en este aspecto también
hay una posición de clara complicidad con lo que pueda
hacerse en el futuro en el orden de la solidaridad en el seno
de la Alianza.
Hay un ámbito de complicidad unánime en esta Cámara
acerca de este tema, usted lo ha visto, y creo que todos nos
alegramos por ello, pero desde este ámbito de complicidad
en esta crisis hay algunos elementos que queremos discutir
—éstos que han salido—, que no creo que sean críticas,
son elementos que ponemos a discusión para intentar mejorar el resultado final de nuestra actuación como país o
como Estado.
Por último, en el plano estrictamente práctico inmediato —y a esto sí que no me ha respondido—, yo ya sé
que no corresponden a su Ministerio las funciones referidas al aspecto humanitario, sino que hay una Comisión que
preside en este caso el Vicepresidente Primero del Gobierno, pero yo preguntaba, y pregunto concretamente, por
la implicación de la logística militar en la acción humanitaria —por ejemplo, Italia ha puesto ese barco y varios
aviones—. Yo sé que hay ONGs y otras organizaciones en
Cataluña, pero también en otras naciones y/o regiones del
Estado español, que tienen problemas para hacer llegar la
ayuda allá. ¿La logística militar, señor Ministro de Defensa, estará también en este ámbito?
La señora PRESIDENTA DEL SENADO: Muchas gracias, señoría. El Senador Nieto tiene la palabra.
El señor NIETO CICUÉNDEZ: Gracias, señora Presidenta. Señorías, con brevedad, en este segundo turno
quiero expresar mi agradecimiento al Ministro por su comparecencia y por las explicaciones que nos ha dado, cosa
que no hice en mi primera intervención.
Asimismo, debo manifestar mi total acuerdo con las reflexiones del señor Laborda en su segunda intervención, y
estoy totalmente de acuerdo, por ejemplo, con que el conflicto yugoslavo no se puede explicar en términos de derechas o de izquierdas —quería reafirmarlo porque el que
pretenda explicarlo de esa forma está en otra galaxia— y
que el problema es, efectivamente, como ya se ha dicho
aquí, el de los derechos humanos. Y dentro de la defensa
de los derechos humanos es donde sí podemos tener cierta
sensibilidad diferente o ciertos matices diferentes, que a
veces —como ocurre en este caso— son difíciles de explicitar, puesto que en lo fundamental estamos de acuerdo: de
lo que se trata es de evitar la limpieza étnica y salvaguar-
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dar los derechos humanos en Yugoslavia, lo cual pasa, indudablemente, por la defensa en este caso de la población
kosovar, que está siendo machacada por la limpieza étnica.
Esto es lo que quería reafirmar.
Al mismo tiempo quiero decir que, afortunadamente,
con todas las contradicciones, Europa tiene una sensibilidad más democrática, más de derechos humanos, incluso
que nuestro aliado fundamental, que en este caso son los
Estados Unidos de América. Por tanto, también tenemos
que estar pendientes de no ir solamente a remolque, porque, efectivamente, son sensibilidades distintas, puede haber tratamientos distintos, y en la situación de Yugoslavia
—como ya se ha expuesto aquí, hasta por desconocimiento
de la Historia— Europa tiene que jugar un papel fundamental en este marco y las iniciativas de nuestro Gobierno
deben ir en ese sentido.
Nada más y muchas gracias.
La señora PRESIDENTA DEL SENADO: Muchas gracias, Senador Nieto.
Senador González Pons, tiene la palabra.
El señor GONZÁLEZ PONS: Muchas gracias, señora
Presidenta, intervendré con brevedad para abordar algunas
cuestiones finales.
En primer término, el portavoz del Grupo Parlamentario Socialista insiste en que el Gobierno debía haber informado más a la Cámara. Siempre es posible informar más,
pero por que sus señorías tengan datos les voy a dar la relación, según información obtenida de las propias embajadas, de cuánto han informado el resto de Gobiernos de
otros países miembros de la Alianza Atlántica: en Alemania el Gobierno ha comparecido cuatro veces, en el Reino
Unido dos, en Francia cinco, en Italia cuatro, en Estados
Unidos dos, en Bélgica una, en Holanda cuatro, en Portugal una, en Canadá cero, en España ocho.
¿Se puede informar más? Sí. ¿Se puede dar más información? Desde luego también, pero tenga en cuenta, Senador Laborda, que hay que conciliar el principio democrático, en el cual estamos juntos, con el hecho de que esto es
una guerra y que toda la información que se quiere dar es
poca, pero estoy convencido de que no toda la información
puede darse con la celeridad y prontitud que su señoría desearía.
En todo caso, y por mantener el tono en el que se está
desarrollando esta sesión, le garantizo que estoy seguro de
que el Gobierno no va a desperdiciar el caudal de complicidad que esta tarde ha circulado por entre las dos bancadas, y estoy seguro de que su petición será escuchada por
el Gobierno porque hoy, desde luego hoy seguro, compartimos convicciones.
Me gustaría insistir también en un concepto que a mí
me parece muy importante, y quizá habríamos dado un
paso adelante si todos saliéramos de aquí con el convencimiento de que hay que trasladarlo con energía a la opinión
pública: limpieza étnica son dos palabras que utilizamos
con tanta frecuencia y con tanta facilidad que a veces pierden su significado. El Senador Nieto ha hecho referencia
hace un momento, con más que legitimidad vital, a que de-
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trás de la limpieza étnica se esconden personas, seres humanos, que sufren lo indecible, lo que, desde nuestra certeza democrática y la seguridad de nuestro progreso, nosotros no somos ni siquiera capaces de imaginar. No somos
capaces de imaginar cuánto dolor se está sufriendo en este
momento en Kosovo y cuánta miseria está cayendo ahora
sobre aquel pueblo. Me gustaría que todos saliéramos con
la convicción, que aquí hemos expresado, de que aquella
es una lucha por los derechos humanos y de que estamos
allí por los derechos humanos.
También quiero señalar la coincidencia de mi grupo
parlamentario con la propuesta de que caminemos hacia
una jurisdicción democrática universal y con la necesidad
de que esa jurisdicción actúe antes de que se produzcan las
vulneraciones de los derechos humanos y contra los derechos humanos, y no después, cuando el que los ha vulnerado ya es un personaje mayor, que se esconde en algún
país europeo a las distintas solicitudes de extradición que
se le van presentando. Coincidimos con que hay que actuar
antes, con que hay que evitar en la medida de lo posible
que se produzcan vulneraciones de los derechos humanos
y con que hay que caminar hacia una jurisdicción democrática universal.
Termino. Decía el Senador Laborda que lo que hace a
Inglaterra ganar las guerras es que el Parlamento coincide
con el Gobierno. Si esto es verdad, con lo que he visto hoy,
España va a ganar el próximo mundial de fútbol, como mínimo, y estoy convencido de que, además de eso, va a ganar la «Ryder Cup» y, por fin, algún campeonato de rallies.
España ha cambiado mucho, el mundo ha cambiado y el
papel de nuestro país ha cambiado. En un momento determinado hicimos la transición, en otro momento nos contemplamos a nosotros mismos y nos creímos la transición
que habíamos hecho, y ahora ha llegado el momento de
que nuestra transición política y nuestra condición de país
democrático se convierta en motivo de orgullo y se transforme en un papel activo en el mundo. España ha sido capaz de integrar como ningún otro país en el siglo XX una
estructura territorial compleja; ha sido capaz de solucionar
un conflicto de integración de distintos pueblos en uno
solo, complejo, como ningún otro país ha sido capaz de hacerlo en el este siglo. España ha hecho una transición de la
dictadura a la democracia como ningún otro país de Europa ha sido capaz de hacerlo en el siglo XX y creo que
debe aportar su experiencia a un mundo que de verdad la
necesita.
Por eso, quiero terminar pidiéndole al señor Ministro
que transmita a los militares españoles que están actuando
en Kosovo, a todas las españolas y a todos los españoles
que están comprometidos por la paz en los países adyacentes, atendiendo a los refugiados y a las personas necesitadas, a aquellos que salen hoy de Valencia para construir un
campamento, a todos aquellos conciudadanos nuestros que
están comprometidos por la paz y los derechos humanos
en la antigua Yugoslavia, a todos, señor Ministro, el orgullo unánime de esta Cámara. El Senador Laborda hacía referencia a la guerra de Marruecos y a los debates que sobre
ella se produjeron en esta misma sala. Pues, de verdad, señorías, produce mucha satisfacción poder decir hoy, en esa
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misma sala que, unánimemente, los representantes del
pueblo español están orgullosos de sus militares y de sus
cooperantes para la paz. Transmítaselo en nuestro nombre,
señor Ministro.
Muchas gracias. (Aplausos.)
La señora PRESIDENTA DEL SENADO: Muchas gracias, señoría.
Tiene la palabra el señor Ministro.
El señor MINISTRO DE DEFENSA (Serra Rexach):
Muchas gracias, señora Presidenta.
Intervendré muy brevemente.
Quizá haya habido un malentendido. He dicho que a veces no queremos protagonismos, no en las Cámaras, sino
en las iniciativas que hacemos. En las Cámaras, creo que
ha quedado paladinamente claro, otra cosa será la mayor o
menor facilidad parlamentaria que tenga el Ministro de
Defensa, pero por veces no ha quedado. Ahí, no es que
queramos o no queramos, ahí cumplimos una obligación.
Lo que quería decir al referirme al protagonismo es que, a
veces, tener un protagonismo en iniciativas internacionales
perjudica al propio fin, porque, en cuanto son públicas, se
ve un afán de apuntarse un tanto, por consiguiente un afán
parcial y no de conjunto. De eso huimos muchas veces, y
entiendo que lo hacemos con razón.
Como ha dicho el portavoz del Grupo Popular, no vamos a desaprovechar el caudal que se ha obtenido aquí,
esta mañana, para obtener el mayor respaldo, pero tampoco me gustaría que se sacara la conclusión de que el Gobierno español no ha considerado enviar tropas de tierra,
porque todo lo que nos ha dicho la Alianza es que será suficiente la operación aérea. Se pueden hacer cábalas, se
pueden hacer conjeturas o se pueden hacer apuestas, señorías, pero hoy por hoy eso no ha sido considerado, cuando
se considere será magnífico poder compartirlo, pero mal se
puede compartir cuando no se ha planteado de esa manera.
Estamos todos de acuerdo en que habrá que montar un
plan de ayuda, eso es evidente. Se ha anunciado en los medios de comunicación la cifra de 8.000 millones, que es
una cantidad bastante respetable para una economía como
la española. Simplemente les invito a que vean las cifras
comparativas. Puede parecer poco, a todo el mundo le parece poco, pero siempre es una sabia medida hacer comparaciones. En esa cifra y en la de 400 hombres estamos mucho más arriba que en la parte de las operaciones aéreas;
mucho más arriba. Además ese esfuerzo no es sólo del Gobierno, sino de toda la sociedad española. Creo que no se
ha repetido suficientemente que en el caso de la catástrofe
de Centroamérica, del huracán Mitch, en términos absolutos, señorías, España ha sido el país más generoso del
mundo, no en proporción a su producto interior bruto, no
en proporción a su población, sino en términos absolutos.
Si de algo puede presumir la nación española en Europa es
de su sentimiento de solidaridad, y yo estoy seguro de que
aquí se mostrará. Un plan de reconstrucción no puede hacerlo sólo España, pero, si se hace, España estará donde
tiene que estar en esas labores que son expresión fiel de la
solidaridad.
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Ayuda lenta. No señoría, con todos los respetos, los
campos de refugiados que se han montado antes son los
que están montando las Fuerzas Armadas. ¿Que sería deseable que se hubieran hecho antes? De acuerdo, pero no
pidamos imposibles. Las carreteras de Albania —que
hay muy pocas— están muy viejas y con el paso ininterrumpido de convoyes de camiones con ayuda humanitaria han quedado inservibles, es decir, ya están colapsadas. Sólo cuando se han hecho cargo las autoridades militares, a petición de las autoridades civiles de Albania,
de la gestión de los aeropuertos, ha empezado a haber un
mínimo de fluidez. Han sido centenares los colapsos que
ha habido hasta que se ha puesto en manos militares. A
todos nos hubiera gustado no que la ayuda hubiera llegado antes, sino que no hubiera sido necesaria, pero ya
que es necesaria, que llegue lo antes posible, pero «posible».
Creía que lo había dicho: en logística militar estaremos
en lo que el Gobierno apruebe a petición de las organizaciones no gubernamentales, para lo que se ha constituido
—para el mejor entendimiento de todos— una comisión
interministerial en la que estamos involucrados los ministerios de Trabajo, Interior, Exteriores y Defensa, y que tratará de tener una buena coordinación con otras administra-
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ciones públicas. De manera que, si lo piden, si es necesario
y si está dentro de nuestros medios, la voluntad es absolutamente favorable a la cooperación en todo lo que se necesite de la logística militar.
Termino agradeciendo y comprometiéndome desde
ahora mismo a transmitir a los miembros de las Fuerzas
Armadas, de los tres Ejércitos y a todos aquellos a los que
se les pueda hacer llegar, a través del Ministerio de Defensa, las palabras del portavoz del Grupo Popular, que entiendo se pueden hacer extensivas a todos los grupos parlamentarios del Senado.
Déjenme terminar, señora Presidenta, señorías, dándoles mis más sinceras y expresivas gracias, porque, en toda
mi vida, es la primera vez que puedo dar a las Fuerzas Armadas españolas, con el sentido de profundidad, de sinceridad y de afecto, una felicitación tan cálida, tan espontánea y tan importante de la clase política.
Muchas gracias. (Aplausos.)
La señora PRESIDENTA DEL SENADO: Muchas gracias, señor Ministro,
Se levanta la sesión.
Eran las catorce horas y veinte minutos.
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