Publicaron el primer diccionario sobre el amor, el sexo y el erotismo

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SÁBADO
| Sábado 20 de abril de 2013
Sexualidad
Publicaron el primer
diccionario sobre el amor,
el sexo y el erotismo
El psiquiatra Alberto Orlandini aporta definiciones que abarcan desde
la anatomía hasta los hábitos en la cama de hombres y mujeres
Fabiola Czubaj
LA nACIOn
Como pasa con el fútbol o la economía, los argentinos también sabemos de sexo y amor. Rápidamente,
aportamos historias propias o de
amigos, experiencia (demasiada, a
veces, como para ser cierta) y hasta damos consejos. Para el doctor
Alberto Orlandini, que estudia la
sexualidad, el enamoramiento y la
relación de pareja desde hace tres
décadas, nuestra sociedad “está
muy informada sobre sexo”, aunque, aclara, “se habla más de sexo,
pero no tanto de amor”.
Claro que información no siempre
es conocimiento, aun en los más experimentados. Si no, basta con ofrecer hojear las más de 500 páginas
del Diccionario del sexo, el erotismo
y el amor (Valleta Ediciones) de este
psiquiatra de 76 años como para ver
cómo hombres y mujeres, más o menos jóvenes, repasan los términos en
negritas con fruición, curiosidad y
alguna que otra mueca.
Y no es para menos. En el libro,
que se presentará en sociedad en la
inminente Feria del Libro, conviven
más de 20 tipos de enamoramiento
con los géneros sexuales, las perversiones, los complejos, los mitos
sexuales femeninos y masculinos
más comunes, los vocablos propios
de la comunidad gay y las definiciones médicas, muchas veces combinadas con personajes y escenas de
la literatura.
Así, por ejemplo, del “donjuanismo” se puede saber que es “una
enfermedad del enamoramiento” o
una “ideología machista”, sin dejar
de recordar al famoso Don Juan, de
Tirso de Molina. O que la eyaculación no es patrimonio exclusivo de
los varones y que además de precoz
o retardada puede ser “seca” en los
varones por un defecto del esfínter
de la vejiga con la uretra (el semen
pasa a la vejiga).
Se menciona también que el temperamento, la experiencia sexual y
las ideologías, sin pasar por alto las
enfermedades, determinan hasta
ahora 15 “tipos” de hombre. Están
los “aburridos” (obsesivos, monótonos, excesivamente formales y repe-
titivos, aun en la cama) y también los
“castrados” y “castradores”, el “dandy” o el “donjuán”. Pueden ser más
rústicos y dominantes, el “macho”,
o más suaves y modernos, como los
“hombres metroemocionales”, que
combinan el narcisismo con la ternura en el galanteo. Además de los
“metrosexuales”, que se ocupan de la
estética, surgen los “retrosexuales”,
de aspecto sencillo y desaliñado, que
eligen los deportes al aire libre por
sobre el gimnasio y profesan una homofobia culturalmente atenuada,
sin abandonar la galantería hacia la
mujer en ningún momento. Están
también los “hombres románticos”,
los “soft” y los “tecnosexuales”, para
quienes la imagen y los dispositivos
electrónicos son todo.
Las mujeres no se quedan atrás.
Sus 17 “tipos”, que definen Orlandini y su hija Andrea, licenciada en
psicología, especializada en familia
y pareja, incluyen a las “coquetas”,
las “asexuadas”, las “dominantes” o
las “guerreras”, que no se dejan intimidar fácilmente. A las “mujeres
gozadoras” les interesa la atracción
física y la aventura sexual por sobre
el romanticismo. Están también las
“mujeres primitivas”, que son espontáneas y claramente opuestas a
las “intelectuales”, o las “soñadoras”,
en las que las fantasías románticas o
la idealización de la pareja alcanzan
la desmesura.
Un estudioso
de los vínculos
alberto orlandini
76 años
psiquiatra, vivió varias décadas en cuba. ha publicado una enciclopedia de psicología y psiquiatría y
estudiado las relaciones
humanas
Además de las tensiones que provoca la vida moderna, los autores hablan del “estrés por amor” y el “estrés
sexual”. El primero aparece cuando
“las desventuras sentimentales” superan las defensas psicológicas y
causan sufrimiento con síntomas
mentales. Y aunque no sería fácil de
prevenir, la madurez sentimental reduce su impacto. El “estrés sexual”
aparece tanto por la sobrestimación
del rendimiento amoroso como por
los abusos, los mitos, las disfunciones o la sensación de fealdad. Puede
disparar desde ansiedad y fobias hasta sensación de culpa o la decisión de
evitar tener relaciones sexuales.
“Es un libro sobre lo más importante de la vida, que es el amor –afirma el autor–. El amor es causa de
placer y de dolor al mismo tiempo
en todos los seres humanos y se vive
igual en todas las partes del mundo.
En cambio, el sexo se vive diferente
según las culturas. Y mientras más
conocimiento tengamos, seremos
más felices, aliviaremos sufrimientos y eliminaremos prejuicios.”
Está convencido de que es un manual de educación sexual, que podrían usar los docentes en el aula,
los estudiantes de medicina o los
padres para hablar con sus hijos
adolescentes. “Hay más información, más libertad sexual, pero no
siempre más conocimiento –sostiene Orlandini–. La educación sexual
en las escuelas no siempre es la mejor. Los adolescentes tienen libertad sin demasiado conocimiento,
lo que trae embarazos no deseados
y la transmisión de enfermedades,
aun a través del sexo oral sin protección. A veces, los padres no tienen
las respuestas para los hijos o sienten timidez. Pero cuando uno tiene
hijos, hay que ocuparse. Además, la
deshumanización, principalmente debido a la forma en que se usa
la tecnología y la diversión, puede
hacer que los adolescentes vean al
otro como objeto.”
En su departamento de Las Cañitas, recibió a la nacion para conversar también sobre estos 30 años
de trabajo profesional, más en Cuba
que en la Argentina. “El gran mal
de la época es la falta de compromiso amoroso”, afirma. También
ilustración: pablo vigo
dice que el amor, “que en realidad
es la pasión amorosa, el estado
emocional más alto del amor”, no
dura demasiado. “Estudios en distintas etnias nos muestran que no
dura más de tres años –sostiene–.
Luego, queda algo así como amor
marital o amistad amorosa, que es
una relación más tranquila, pero
más sólida.”
En 1962, meses antes de la Crisis
de los Misiles, Orlandini emigró a
Cuba y allí se convirtió en el primer
psiquiatra graduado. Entrenó a 50
profesionales y organizó el primer
servicio hospitalario de la especialidad. Le encomendaron la construcción del Hospital Psiquiátrico Provincial Comandante Gustavo Machín, que dirigió hasta 1985, cuando
lo declararon “desviado político”, le
sacaron todas sus pertenencias y le
asignaron tareas secundarias, como
la dirección de los laboratorios de
investigación del Instituto Superior
de Ciencias Médicas de Santiago de
Cuba y la presidencia de una filial
de la Sociedad Cubana para el Estudio y la Investigación en la Sexología. Desanimado, en 1995 regresó
a la Argentina con el ticket de avión
que le pagó su primera esposa argentina.
Aquí participó del comité de redacción de la revista Acta Psiquiátrica y Psicológica de América Latina, y colaboró en la redacción de la
Enciclopedia de psicología y psiquiatría (Editorial Panamericana). Uno
de sus libros, El enamoramiento y
el mal de amores (Fondo de Cultura
Económica) se utiliza hoy en las escuelas de México. Con una encuesta
supo que la mayor causa de muerte
por suicidio en chicas adolescentes
son los problemas amorosos.
“Cuba me traicionó”, asegura
mientras vuelve a encender su ha-
bano, algo que suele combinar con
una medida de ron. Está sentado en
el sillón más grande de un living pequeño, iluminado sólo por la lámpara de pie sobre una mesa ratona
próxima a la puerta de entrada. El
lugar se parece más a un espacio de
trabajo, con pilas de libros por todos
lados, contra las paredes y alrededor
de los sillones. Comparte un primer
borrador de su próximo libro, que,
por ahora, se llamará Memorias de
un médico argentino en Cuba, donde
describe, según cuenta, lo que considera “las traiciones de Fidel [Castro]”. “Cuando lo publique, no voy
a poder regresar a Cuba”, se apura
a comentar.
–Al mirar hacia atrás, ¿piensa
que la revolución sirvió para
algo?
–Por lo menos, yo serví para algo.
Me arrepiento un poco de haber
sido un joven tan inocente.ß
escenas urbanas
Norberto Dorantes
Esta semana, un estudiante en el entrepiso que mira al patio central de la Facultad de Arquitectura
pequeños
grandes temas
Miguel Espeche
El malentendido
de la transgresión
L
os transgresores no son necesariamente creativos. Sin embargo, muchas veces ocurre
que, a la hora de describir a alguien,
se lo llama “transgresor” a modo de
elogio, como si tal adjetivo fuera sinónimo de creatividad. Tal idea se
basa en la suposición de que, el que
no es transgresor y se somete a las
leyes y las normas, no es más que un
automatizado robot, miedoso de la
novedad y de la apertura.
Es éste uno de los tantos lugares
comunes que le han complicado la
vida a enorme cantidad de personas.
Al “bondi” de la “transgresión creativa” se han subido muchos vagos,
inmaduros e irresponsables, am-
parados por el salvoconducto de la
creatividad incomprendida, la que
supuestamente no es aceptada por
causa de cerrazón e ignorancia de
los no transgresores.
En realidad, la personalidad transgresora es una personalidad reactiva.
Es dependiente de aquello que debe
transgredir, es decir: requiere de una
legalidad para poder, una vez instalada la misma, accionar contra ella. El
transgresor trabaja de “predicado”,
frente al “sujeto” que es el ordenamiento contra lo cual se pelea.
Existe otro malentendido en este
mismo territorio. Es el que refiere a
la rebeldía como un valor en sí mismo, independiente del motivo que la
genere. Un “rebelde sin causa”, a ojos
vista, puede pasar por mero tonto si
no se buscan motivos reales a dicha
rebeldía. El tener que “trabajar” de
rebelde y transgresor ofrece dividendos, pero solamente por corto
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tiempo, ya que, tarde o temprano,
hay que hacerse cargo de lo propio
sin escudarse en lo “malo” del mundo para justificar todas y cada una de
las propias circunstancias.
Hace varias décadas, unos hermanos de apellido Wright profundizaron en la ley de gravedad, adentrándose en sus secretos a punto tal
que, ingenio mediante, hicieron los
primeros aviones que funcionaron y
se elevaron por sobre el suelo.
Un distraído podría decir que los
Wright transgredieron la ley de gravedad, se rebelaron ante ella, logrando burlar sus premisas para vencer-
En realidad, la
personalidad
transgresora es una
personalidad reactiva
la. Pero no, en realidad ocurrió todo
lo contrario: los hermanos Wright
aceptaron dicha ley, la conocieron
en profundidad, la respetaron, se
adentraron en el corazón de la misma y, a partir de eso, pudieron sacar
el máximo provecho de ella al punto
de inaugurar toda una era en lo que
a transporte se refiere. Esto demuestra que el aceptar un orden, una ley,
no es el punto final de algo, sino que,
por el contrario, es el punto de inicio de cualquier camino de libertad
creativa.
El fuego sin contorno es mero
incendio, el agua sin cauce es sólo
inundación, el impulso humano
sin una referencia ordenadora que
lo contenga es tontera, egoísmo o locura desolada.
Romper no es crear. De hecho, romper reglas es juego de niños, en todos
los sentidos de esta expresión. Por eso,
podemos decir que, así como la trans-
gresión no es creativa, el orden sí puede serlo si es aliado y no sólo carcelero
del fluir vital. En realidad, cuando un
chico (o un grande) no tiene un orden
que lo cobije pasa a ser esclavo de sus
impulsos, y, se sabe, difícil es ser creativo si no hay una vivencia de libertad
en el propio ánimo.
Vale entonces revisar un poco las
frases hechas, esas que tan a menudo pueblan nuestros días y nos sumergen, imperceptiblemente, en
malentendidos nefastos. La creatividad surge del misterio, pero se
afinca en un orden, no en un desorden. De allí que, a la hora de apuntar
a aquello que nos hace libres y sanos
mentalmente, la sugerencia es que
marquemos bien la cancha para
que, dentro de la misma, podamos
jugar el mejor y más creativo de los
partidos.ß
El autor es psicólogo y psicoterapeuta
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