MARTES 15 21’30 h. Aula Magna de la Facultad de Ciencias CUANDO HARRY ENCONTRÓ A SALLY (1989) EE.UU. 94 min. Título Orig.- When Harry met Sally…. Director.- Rob Reiner. Guión.- Nora Ephron. Fotografía.Barry Sonnenfeld (color CFI & DuArt). Montaje.- Robert Leighton. Música.- Marc Shaiman & Harry Connick Jr. Productor.- Rob Reiner y Andrew Scheinman. Producción.- Castle Rock Entertainment – Nelson Entertainment para Columbia Pictures. Intérpretes.- Billy Cristal (Harry Burns), Meg Ryan (Sally Albright), Bruno Kirby (Jess), Carrie Fisher (Marie), Steven Ford (Joe), Lisa Jane Persky (Alice), Michelle Nicastro (Amanda). v.o.s.e. 1 candidatura a los Oscars: Guión Original Música de sala: Abajo el amor (Down with love, 2003) de Peyton Reed Banda sonora original de Marc Shaiman Crítica del estreno (1990): Reconozco que acudí con recelos a la proyección de CUANDO HARRY ENCONTRÓ A SALLY, los cuales se debían, precisamente, a la presencia de la escritora y guionista Nora Ephron y del realizador Rob Reiner como principales responsables del film. Guardaba mal recuerdo de las películas que Mike Nichols perpetró a partir de textos previos de Nora Ephron –Silkwood (1983) y Se acabó el pastel (Heartburn, 1986)- pese a que, desde luego, cabía la posibilidad de que el infausto autor de El graduado (The graduate, 1967) hubiese estropeado los guiones de Ephron. No tenía en mejor consideración a Rob Reiner, firmante de una bobada titulada La princesa prometida (The princess bride, 1987), molestísima visión irónica y supuestamente adulta de los relatos de aventuras que intentaba disimular su pobre puesta en escena con el consabido humor “distanciador”. Por eso la visión de CUANDO HARRY ENCONTRÓ A SALLY sorprende gratamente, tanto por las cualidades intrínsecas del film como por la aparente superación de Ephron y Reiner. En esta ocasión el guión de Ephron es brillante, su construcción resulta modélica y está repleto de situaciones ácidas y sugestivas, desarrolladas en su mayor parte hasta el punto justo y adornadas con unos diálogos malévolos e intencionados. Y la realización de Rob Reiner sabe aprovechar el atractivo material sobre el que se apoya, potenciando sus aspectos más interesantes y adornándolos con algunas ideas de puesta en escena. No es escaso el balance global del film, generalmente positivo, pero tampoco hay que dejarse engañar por la calidad del texto de Ephron y por los buenos momentos que consigue Reiner. CUANDO HARRY ENCONTRÓ A SALLY no es una extraordinaria película; numerosos elementos juegan en su contra -pese a que, paradójicamente, algunos de ellos estén colocados en el film con la pretensión de enriquecerla, de dotarla de una mayor complejidadimpidiendo que su ácida visión de la pareja llegue a ser completamente mordaz. El film narra la peculiar relación existente entre Harry Burns (Billy Crystal) y Sally Albright (Meg Ryan), establecida en tres tiempos. En el primero, Harry y Sally son un par de universitarios que se conocen gracias a que ella ha accedido a llevarle a él en coche en su viaje de vuelta a la ciudad; en el segundo, varios años después, Harry y Sally se reencuentran casualmente y comparten de nuevo un viaje, esta vez en avión; en el tercero, años después del anterior, Harry y Sally coinciden de nuevo en Nueva York, donde ambos residen. Esas pautas temporales marcan la evolución emocional de la pareja. Así, la primera vez que se encuentran, Harry y Sally discuten sobre el comportamiento amoroso de hombres y mujeres y sus respectivas opiniones son tan contrarias que no tardan en caerse mal casi desde el primer momento. La segunda vez, sin haber olvidado aquel incómodo viaje en coche, Harry y Sally vuelven a discutir sobre los mismos temas, pero esta vez hay una diferencia: la experiencia acumulada desde la primera vez que hablaron ha hecho madurar sus puntos de vista, por lo que incluso llegan -aunque a regañadientes- a coincidir en numerosos aspectos. La tercera vez que se vuelven a ver, Harry y Sally son dos personas con un bagaje vital más amplio y, sobre la base de su mayor experiencia y del recuerdo de lo conversado en las dos ocasiones anteriores, establecen una relación de amistad que gira en torno a la siguiente premisa: un hombre y una mujer pueden ser siempre buenos amigos... mientras no sucumban a la tentación de acostarse juntos. Para comprender las características de la amistad entre Sally y Harry es necesario atender al desarrollo de sus dos primeros encuentros. El primero de ellos está marcado por el signo del antagonismo; Harry molesta a Sally con las efusiones amorosas que profesa hacia una novia ocasional del campus y escupe accidentalmente semillas de uva contra la ventanilla del coche de Sally; por su parte, Sally ofende a Harry acusándole de intentar ligar con ella. En su segundo encuentro persiste el poso de aquella antigua rivalidad, pero su nueva discusión les lleva a un punto de acuerdo: el sexo es lo que impide que los hombres y las mujeres puedan ser sólo amigos con el mismo grado de amistad existente entre hombres y entre mujeres por separado. Ese punto de coincidencia entre Harry y Sally está expresado en un excelente plano situado en la rampa deslizante del aeropuerto por el que la pareja se deslizan hombro con hombro durante un rato, para después separarse. El modo de planificar esta escena rompe con la planificación del primer encuentro de Harry y Sally, donde se hacía hincapié en su antagonismo, e introduce el primer indicio de complicidad entre ambos. Lástima que estos dos primeros tiempos sean breves comparados con el tercero, que ocupa la mayor parte del metraje, y esa inteligente presentación de personajes dé paso a un desarrollo más irregular. Efectivamente, lo que sigue a continuación se revela bien planteado pero no tan bien resuelto. Las ideas de puesta en escena de Reiner empiezan a hacerse más esporádicas, dejando ver entre ellas a un director que filma imágenes planas y convencionales, cae en algunos chistes fáciles y confía en exceso en unos actores que no acaban de rendir todo lo necesario. Un ejemplo claro de la frecuencia con que Reiner cede ante el humor grueso es la por algunos celebrada escena en que Sally, para demostrarle a Harry que muchas mujeres acostumbran a fingir los orgasmos con mucha facilidad, realiza una exhibición de espasmos y jadeos ante la estupefacta mirada de Harry y los comensales del restaurante en el que están comiendo (no faltan los contraplanos de la escandalizada clientela del local mirando absortos la escenita, ni la apostilla de la señora madura pidiendo a continuación la misma comida que Sally). Por otra parte, los actores protagonistas no son tan atractivos como sus personajes: Billy Crystal no termina de expresar los sentimientos contradictorios que mueven a su personaje, haciéndole reaccionar entre la ironía y la tristeza (sobre todo en la parte final del film), mientras que Meg Ryan intenta convertirse en la Meryl Streep de los noventa (basta comprobar cómo resuelve su número con las lágrimas en la escena en que recibe a Harry en su casa para que la consuele). Por otro lado, Reiner a veces consigue diluir el encanto que CUANDO HARRY ENCONTRÓ A SALLY tiene en numerosos momentos con la inclusión de guiños cinéfilos que buscan evocar/homenajear el cine de Woody Allen (¡otra vez Casablanca!), presente en espíritu en muchas imágenes del film y al que se cita explícitamente en el algo blando final; con ello Reiner sólo consigue despersonalizar su película y hacerle perder, por otro lado, parte de su veneno. Porque la conclusión de CUANDO HARRY ENCONTRÓ A SALLY parece querer decir que, efectivamente, el sexo suele estropear la amistad entre un hombre y una mujer, pero siempre queda el amor, puro y simple, para reemplazarla. Inesperado giro conservador para una comedia que, en principio, observa -con agudeza, incluso- las relaciones de los sexos opuestos pero termina entonando un nuevo cántico a las formas tradicionales. Pese a ello, insisto, la visión DE CUANDO HARRY ENCONTRÓ A SALLY proporciona suficientes motivos de regocijo como para ser tenida en cuenta. El cuidado puesto en pequeños detalles, que apoyan la caracterización de los personajes protagonistas y de los secundarios (cf. el fichero de citas que esgrime una, por otra parte, excelente Carrie Fisher; la discusión conyugal provocada por una horrible mesa de centro; la colocación de una alfombra en el apartamento de Harry a modo de símbolo de la similar visión de las cosas de la pareja), así como la también excelente escena en que Harry y Sally acuden a cenar con otra pareja de amigos, produciéndose un jocoso juego de miradas y actitudes, eximen a la película de buena parte de sus imperfecciones. Texto: Tomás Fernández Valentí, rev. Dirigido, mayo 1990