La isla desierta La fiaca Roberto Arlt Ricardo Talesnik La isla desierta La fiaca Roberto Arlt Ricardo Talesnik Coordinadora del Área de Literatura: Laura Giussani Editora de la colección: Karina Echevarría Secciones especiales: Valeria Judith Stefani Corrector: Mariano Sanz Jefe del Departamento de Arte y Diseño: Lucas Frontera Schällibaum Diagramación: Laura Barrios Gerente de Preprensa y Producción Editorial: Carlos Rodríguez Imagen de tapa: Thinkstock Ricardo Talesnik: [email protected] Arlt, Roberto La isla desierta. La fiaca / Roberto Arlt y Ricardo Talesnik. - 1a ed. 1a reimp. - Boulogne : Cántaro, 2015. 112 p. ; 19x14 cm. - (Del Mirador ; 245) ISBN 978-950-753-381-5 1. Literatura Argentina. 2. Teatro Argentino. I. Talesnik, Ricardo II. Título CDD A860 © Editorial Puerto de Palos S. A., 2013 Editorial Puerto de Palos S. A. forma parte del Grupo Macmillan Avda. Blanco Encalada 104, San Isidro, provincia de Buenos Aires, Argentina Internet: www.puertodepalos.com.ar Queda hecho el depósito que dispone la Ley 11.723. Impreso en la Argentina / Printed in Argentina ISBN 978-950-753-381-5 No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización y otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446. Puertas de acceso Arlt y Talesnik: un diálogo entre dos formas de cuestionar la rutina En toda oficina pública y privada, donde hay gente respetuosa de nuestro idioma y un empleado ve que su compañero bosteza, inmediatamente le pregunta: —¿Estás con “fiaca”? Roberto Arlt, “El origen de algunas palabras de nuestro léxico popular”, en Aguafuertes porteñas. ¿Quién no ha soñado alguna vez con irse a una isla desierta? Escapar de todo: romper con las obligaciones, dejar atrás los problemas cotidianos, alejarse de la civilización y, de este modo, de las normas y los códigos sociales que rigen nuestra vida. No más horarios, no más ropa de trabajo, no más jerarquías. La imagen de la isla desierta está asociada a la naturaleza virgen, a un espacio todavía no dominado por el hombre y sus instituciones, donde la aventura espera a todos aquellos que, como Robinson 6 7 Puertas de acceso Puertas de acceso Crusoe en la novela de Daniel Defoe, caigan en sus playas para enfrentarse a una nueva forma de vida. Pero tal vez no haga falta irse tan lejos para apaciguar este deseo. Quizás baste tan solo con quedarse en casa haciendo fiaca. Porque, ¿quién no ha tenido ganas, al menos por una vez, de no levantarse cuando suena el despertador y olvidarse de las obligaciones? Convertir la cama en esa isla desierta que nos separe de todo. Es indescriptible la sensación que produce el “hacer fiaca”. En la obra de teatro La isla desierta de Roberto Arlt, estrenada en 1937, un grupo de empleados de una empresa escucha las sirenas de los barcos que entran y salen del puerto y no pueden evitar distraerse: llegan así a soñar con ese viaje que los lleve a una isla paradisíaca y les permita huir de la oficina donde pasan sus días. Años después, en 1967, Ricardo Talesnik escribe La fiaca: todo comienza cuando Néstor Vignale decide, un lunes, para sorpresa de todos, no ir a trabajar. Y si bien las ganas de estar en pijama de uno parecen muy opuestas a los deseos de aventura de los otros, es mucho lo que tienen en común Vignale y los empleados de la obra de Arlt: el querer salir de la rutina, dejar atrás la oficina y, tal vez, preguntarse qué otra vida les gustaría tener. Pero también comparten un mismo obstáculo: la falta de dinero, y una misma amenaza (¿o será acaso una oportunidad?): el temido despido. una forma directa de enfrentar al espectador consigo mismo, de que las personas tomen distancia y “vean” determinadas problemáticas en las que están sumergidos, de tal manera que puedan adquirir una visión crítica de ellas. Por otra parte, la representación teatral (y más tarde el cine) permite llegar a un público más amplio e incluso no necesariamente alfabetizado, ya que prescinde de la palabra escrita. A esto se suma el hecho de que tanto la producción como la recepción de la representación son actos colectivos que, por lo tanto, invitan a “pensar con otro”, en oposición al acto individual y en soledad de la lectura. A partir de pensar al teatro con esta función, no es extraño que la línea elegida por muchos autores haya sido la del realismo, tendencia que construye el mundo representado en el texto a semejanza del mundo real. Lo que se muestra sobre el escenario, aun cuando sea una ficción creada por el dramaturgo, resulta verosímil y podría darse en la realidad. Los personajes hablan con un lenguaje natural que refleja quiénes son, se mueven en un ámbito que resulta reconocible para los espectadores y los problemas a los que se enfrentan son aquellos propios de la vida en sociedad. El efecto de realidad aumenta en la representación teatral por la ausencia de narrador, lo cual produce una mayor sensación de objetividad: si en un cuento o una novela es patente que hay una voz que construye un relato, en el teatro lo que se muestran son los hechos en sí mismos de manera directa para que sea el espectador quien los juzgue. Teatro, realismo y reflexión social En todos los géneros literarios se pueden encontrar textos que buscan provocar la reflexión sobre la realidad social. Sin embargo, hay que reconocer que el teatro por su potencial ha gozado de una fuerte predilección para llevar a cabo este objetivo. Dramaturgos y directores encuentran en la puesta en escena El Teatro del Pueblo Algunos jóvenes intelectuales de las décadas del 20 y del 30 consideraban que el teatro debía cumplir con una función concientizadora, pero a su entender esto no se podía dar a través de los populares sainetes tan difundidos en la época, ni de las superficiales 8 9 Puertas de acceso Puertas de acceso revistas humorísticas, ni por medio del teatro comercial, muchas veces interpretado por compañías extranjeras. Todas estas manifestaciones, creían ellos, ofrecían fórmulas repetidas para un público poco exigente. Es así que surgen distintos proyectos que intentan hacer un teatro de mayor experimentación estética en combinación con la reflexión sobre el contenido. Estas agrupaciones se caracterizan por la cuidadosa elección de los textos tanto por su valor estético como ético. Era común que las funciones, realizadas en pequeñas salas, terminaran con un debate posterior. El costo de las entradas solía ser ínfimo ya que el objetivo no era obtener ganancias, sino llegar al pueblo. Sin embargo, estas formas de teatro no alcanzaron nunca un público masivo y sus espectadores siempre fueron principalmente de clase media. Nació de este modo lo que se conoció como teatro independiente, un circuito de producción teatral al margen del teatro netamente comercial y del teatro oficial, que al tiempo que destaca lo artístico y lo innovador, prioriza el carácter ideológico de los textos. Entre estos proyectos el más destacado fue el del Teatro del Pueblo fundado en 1930 por Leónidas Barletta. Su sede ocupó de manera sucesiva diferentes lugares de la ciudad, entre ellos aquel en el que en la actualidad se encuentra el Teatro Municipal General San Martín de la Ciudad de Buenos Aires, hasta instalarse en Diagonal Norte 943, donde funciona hoy en día. Fue a instancias de Barletta y en su teatro donde Arlt llevó a escena casi la totalidad de su producción dramática. consagrado. Nacido en 1900 en el seno de una familia con grandes carencias económicas y un padre muy ausente, y a pesar de haber sido expulsado de diferentes instituciones educativas, Arlt descubrió desde chico no solo el amor a la literatura, sino la posibilidad de lucrar con ella: ya a los diez años le vendió un cuento suyo a un cliente de una librería de su barrio, Flores. Sin embargo, vivir de la literatura no resultaba sencillo y Arlt desde joven debió ganarse el pan recurriendo a diversos oficios. En 1926 logró publicar su primera novela, El juguete rabioso, a la que le siguieron Los siete locos, Los lanzallamas, El amor brujo. También aparecieron cuentos en distintas revistas que luego fueron recopilados. Pero fue el periodismo el que logró convertir la escritura en su principal fuente de sustento. Son conocidas sus quejas sobre esta actividad: consideraba que la presión diaria de cumplir con las entregas y la imposición de los temas lo alejaban de sus verdaderos proyectos artísticos y le consumían el tiempo que estos realmente demandaban. Sin embargo, llegó a desarrollar en el diario El Mundo unas columnas muy personales con un estilo propio conocidas como aguafuertes, en las que describía y opinaba sobre distintos aspectos y personajes de la ciudad (luego fueron recopiladas como Aguafuertes porteñas). También escribió estas columnas como corresponsal enviado en 1935 al norte de África y a España (publicadas como Aguafuertes españolas). Este viaje dejó sus huellas sobre sus obras de teatro, como puede verse en el personaje de Cipriano de La isla desierta. Para ese entonces, Arlt ya estaba dedicado de pleno a la escritura teatral. Así lo hizo durante la última década de su vida, desde 1932 cuando siguiendo el pedido de Barletta escribió, no muy convencido, la obra Trescientos millones (inspirada en un acontecimiento que le había tocado cubrir como cronista de noticias policiales), hasta El teatro de Arlt Cuando en 1932 Barletta realiza una puesta en escena de “El humillado”, un fragmento de la novela Los siete locos de Arlt, y le pide que acompañe el proyecto del Teatro del Pueblo con la escritura de una obra, Arlt ya era un novelista y cuentista 10 11 Puertas de acceso Puertas de acceso su muerte a causa de un ataque cardíaco en 1942. Todas sus obras se llevaron a escena en el Teatro del Pueblo, a excepción de El fabricante de fantasmas que buscó suerte en el circuito del teatro comercial y resultó un rotundo fracaso. Las obras que Arlt escribía eran retocadas por el autor luego de ser presentadas al conjunto de la compañía y de recoger sus apreciaciones. Las modificaciones más profundas eran siempre las del director, Barletta, que en general buscaba resaltar los aspectos realistas que tuvieran que ver con la crítica social. Si bien el trabajo de Arlt es inseparable del de Barletta, también existían algunas diferencias que incomodaban al escritor. Su propósito no era didáctico: no pretendía enseñarle al pueblo lo que estaba bien o mal, pero sí “sacudir” al espectador. Por otra parte, no estaba del todo conforme con el desarrollo del plano estético y pretendía un mayor desarrollo del trabajo actoral, de los recursos técnicos y de la exploración de nuevas estrategias. diferencias que tres décadas atrás habían tenido Arlt y Barletta, muchos dramaturgos seguían pensando en un teatro de fuerte contenido político y social, pero criticaban que el objetivo fuera la trasmisión de un “mensaje”, de una determinada postura a la que el espectador simplemente debía adherir. Desde el punto de vista técnico, se alejaron de lo que consideraban un realismo ingenuo, pues para mostrar las cosas tal cual eran no alcanzaba la mera descripción, sostenían que era necesario apelar a recursos que, en principio, parecían alejados de la estética realista. La fiaca de Ricardo Talesnik es un ejemplo de este nuevo realismo reflexivo. Por un lado, muestra una realidad que parece la continuación del mundo del espectador: los personajes, el ámbito cotidiano, su lenguaje y sobre todo sus angustias están tomadas de la realidad. Pero se incluye una cierta cuota de grotesco al llevar la situación hasta el extremo de lo posible. El empleo del humor y la inclusión de técnicas cinematográficas no solo promueven a la distensión y el disfrute, sino que, aunque parezca paradójico, lo que consiguen es crear una mayor distancia crítica con respecto a esa realidad que la obra analiza. Así lo manifiesta el autor en una entrevista: –¿De dónde surge en sus obras la relación entre humor y miedo? –De escribir sobre cuestiones dolorosas y profundas hasta que aparece la comicidad exasperada. Como autor, estuve de acuerdo con los escritores realistas de la década del ’60, que se preocuparon por lo social, pero en cuanto a forma me atraían los artistas que trabajaban en el Instituto Di Tella: los vanguardistas y los que adherían al teatro de Eugène Ionesco, de Samuel Beckett… En La fiaca busqué sintetizar esos gustos.1 Talesnik y el éxito rotundo de La fiaca El teatro argentino no estuvo al margen de la gran actividad política y artística que marcó los años sesenta. Fueron, a nivel mundial, años de ruptura y renovación, años de revolución, años marcados por una alta producción artística que de alguna manera manifestó los cuestionamientos al mundo en que se vivía y el deseo de cambiarlo. No solo hubo mucha producción teatral, también hubo mucho público que acudía a las salas. Era la época del café-concert y del cine club, del Instituto Di Tella que promovía formas artísticas innovadoras y de la creación del Teatro Municipal General San Martín. En Argentina, el teatro independiente llegó hasta los sesenta para dar lugar a nuevas propuestas. En consonancia con las 1 Cabrera, Hilda, “Aún hoy, es posible hacer fiaca” (entrevista a Ricardo Talesnik), Página 12, martes 17 de mayo de 2005. La isla desierta Roberto Arlt Personajes El jefe Empleada 1ª Manuel Empleada 2ª María Empleada 3ª Acto único Empleado 1º Cipriano (mulato) Escena Empleado 2º Director Tenedor de libros Oficina rectangular blanquísima, con ventanal a todo lo ancho del salón, enmarcando un cielo infinito caldeado en azul. Frente a las mesas escritorios, dispuestos en hilera como reclutas, trabajan, inclinados sobre las máquinas de escribir, los empleados. En el centro y en el fondo del salón, la mesa del jefe, emboscado tras unas gafas negras y con el pelo cortado como la pelambre de un cepillo. Son las dos de la tarde, y una extrema luminosidad pesa sobre estos desdichados simultáneamente encorvados y recortados en el espacio por la desolada simetría de este salón de un décimo piso. El Jefe. Otra equivocación, Manuel. Manuel. ¿Señor? El Jefe. Ha vuelto a equivocarse, Manuel. Manuel. Lo siento, señor. 24 25 Roberto Arlt La isla desierta El Jefe. Yo también. (Alcanzándole la planilla). Corríjala. (Un minuto de silencio). El Jefe. No me falte2, Manuel. Su antigüedad en la casa no lo autoriza a tanto. ¿Por qué se arrebata? El Jefe. María. Manuel. Yo no me arrebato, señor. (Señalando la ventana). Los culpables de que nos equivoquemos son esos malditos buques. María. ¿Señor? El Jefe. Ha vuelto a equivocarse, María. María (acercándose al escritorio del Jefe). Lo siento, señor. El Jefe. También yo lo voy a sentir cuando tenga que hacerlos echar. Corrija. (Nuevamente hay otro minuto de silencio. Durante este intervalo pasan chimeneas de buques y se oyen las pitadas de un remolcador y el bronco1 pito de un buque. Automáticamente todos los empleados enderezan las espaldas y se quedan mirando la ventana). El Jefe (extrañado). ¿Los buques? (Pausa). ¿Qué tienen los buques? Manuel. Sí, los buques. Los buques que entran y salen, chillándonos en las orejas, metiéndosenos por los ojos, pasándonos las chimeneas por las narices. (Se deja caer en la silla). No puedo más. Tenedor de libros. Don Manuel tiene razón. Cuando trabajábamos en el subsuelo no nos equivocábamos nunca. María. Cierto; nunca nos sucedió esto. Empleada 1ª. Hace siete años. El Jefe (irritado). ¡A ver si siguen equivocándose! (Pausa). Empleado 1º. ¿Ya han pasado siete años? Empleado 1º (con un apagado grito de angustia). ¡Oh! no; no es posible. (Todos se vuelven hacia él). Empleado 2º. Claro que han pasado. El Jefe (con venenosa suavidad). ¿Qué no es posible, señor? Tenedor de libros. Yo creo, jefe, que estos buques, yendo y viniendo, son perjudiciales para la contabilidad. Manuel. No es posible trabajar aquí. El Jefe. ¿Lo creen? El Jefe. ¿No es posible trabajar aquí? ¿Y por qué no es posible trabajar aquí? (Con lentitud). ¿Hay pulgas en las sillas? ¿Cucarachas en la tinta? Manuel. Todos lo creemos. ¿No es cierto que todos lo creemos? Manuel (poniéndose de pie y gritando). ¡Cómo no equivocarse! ¿Es posible no equivocarse aquí? Contésteme. ¿Es posible trabajar sin equivocarse aquí? 1 Un sonido es bronco cuando es áspero y desagradable. María. Yo nunca he subido a un buque, pero lo creo. Todos. Nosotros también lo creemos. Empleada 2ª. Jefe, ¿ha subido a un buque alguna vez? El Jefe. ¿Y para qué un jefe de oficina necesita subir a un buque? 2 La expresión no me falte significaría aquí “no me falte el respeto”. 26 Roberto Arlt María. ¿Se dan cuenta? Ninguno de los que trabajan aquí ha subido a un buque. Empleada 2ª. Parece mentira que ninguno haya viajado. La isla desierta 27 Manuel. ¿Y quieren decirme ustedes para qué? Empleada 3ª. Ahora lo van a echar… Empleado 2º. ¿Y por qué no ha viajado usted? Manuel. ¡Qué me importa! Cuarenta años de Debe y Haber. De Caja y Mayor. De Pérdidas y Ganancias. Empleada 2ª. Esperaba a casarme… Empleada 2ª. ¿Quiere una aspirina, don Manuel? Tenedor de libros. Lo que es a mí, ganas no me han faltado. Manuel. Gracias, señorita. Esto no se arregla con aspirina. Cuando yo era joven creía que no podría soportar esta vida. Me llamaban las aventuras… los bosques. Me hubiera gustado ser guardabosque. O cuidar un faro… Empleado 2º. Y a mí. Viajando es cómo se disfruta. Empleada 3ª. Vivimos entre estas cuatro paredes como en un calabozo. Manuel. Cómo no equivocarnos. Estamos aquí suma que te suma, y por la ventana no hacen nada más que pasar barcos que van a otras tierras. (Pausa). A otras tierras que no vimos nunca. Y que cuando fuimos jóvenes pensamos visitar. El Jefe (irritado). ¡Basta! ¡Basta de charlar! ¡Trabajen! Manuel. No puedo trabajar. El Jefe. ¿No puede? ¿Y por qué no puede, don Manuel? Tenedor de libros. Y pensar que a todo se acostumbra uno. Manuel. Hasta a esto… Tenedor de libros. Sin embargo, hay que reconocer que estábamos mejor abajo. Lo malo es que en el subsuelo hay que trabajar con luz eléctrica. María. ¿Y con qué va a trabajar uno si no? Manuel. No. No puedo. El puerto me produce melancolía. Empleado 1º. Uno estaba allí tan tranquilo como en el fondo de una tumba. El Jefe. Le produce melancolía. (Sardónico3). Así que le produce melancolía. (Conteniendo su furor). Siga, siga su trabajo. Tenedor de libros. Cierto, se parece a una tumba. Yo muchas veces me decía: “Si se apaga el sol, aquí no nos enteramos…” Manuel. No puedo. Manuel. Y de pronto, sin decir agua va, nos sacan del sótano y nos meten aquí. En plena luz. ¿Para qué queremos tanta luz? ¿Podés decirme para qué queremos tanta luz? El Jefe. Veremos lo que dice el director general. (Sale violentamente). Manuel. Cuarenta años de oficina. La juventud perdida. María. ¡Cuarenta años! ¿Y ahora?… 3 Sardónico significa sarcástico, que utiliza la ironía para burlarse. Tenedor de libros. Francamente, yo no sé… Empleada 2ª. El jefe tiene que usar lentes negros… ÍNDICE Puertas de acceso 3 Arlt y Talesnik: un diálogo entre dos formas de cuestionar la rutina 5 Teatro, realismo y reflexión social 6 El Teatro del Pueblo 7 El teatro de Arlt 8 Talesnik y el éxito rotundo de La fiaca10 Oficina y alienación 13 Tiempo de no hacer nada 15 Las formas de escapar 16 La utilidad del fracaso 18 La obra 21 La isla desierta21 La fiaca39 Primer cuadro 41 Segundo cuadro 52 Tercer cuadro 57 Cuarto cuadro 64 Quinto cuadro 77 Sexto cuadro 91 Bibliografía105