Reseña de" Grandes imperios, pequeñas naciones" de Josep María

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RIPS. Revista de Investigaciones Políticas y
Sociológicas
ISSN: 1577-239X
[email protected]
Universidade de Santiago de Compostela
España
Bastos Boubeta, Miguel Anxo
Reseña de "Grandes imperios, pequeñas naciones" de Josep María Colomer
RIPS. Revista de Investigaciones Políticas y Sociológicas, vol. 5, núm. 2, 2006, pp. 54-56
Universidade de Santiago de Compostela
Santiago de Compostela, España
Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=38050206
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Recensiones
mento por el propio Stuart Hall y otros autores
(siendo continuado el análisis sobre todo por
Dick Hebdige) tomando como referencia un artículo de Phil Cohen en el cual se relaciona las
subculturas con las variaciones de la cultura de la
clase obrera. La Escuela de Birmingham se centra en los aspectos de la clase social en contacto
con diversas variables como son las instituciones
comunales o el vecindario; el proceso comunicativo (sobre los medios de comunicación de
masas como difusores de la ideología del grupo
dominante y las barreras en la comunicación); el
lenguaje (con la semiótica como referente); la
ideología y educación; y la raza y el género.
fuerte crisis en el año 1996. Se produjo una reestructuración el año 2002, con salidas y entradas
en su plantilla en un entorno de disgregación,
para finalmente incorporar los estudios culturales al departamento de Sociología. En definitiva, nos encontramos con una obra que describe
un importante momento de la teoría sociológica sobre la cultura de las sociedades industriales
avanzadas, de un lado, y sobre la teoría marxista de la última mitad del siglo XX de otro.
Una lectura obligada para entender los estudios
culturales, al menos sus inicios, y poner en perspectiva las derivaciones que en este vital campo
de investigación se están produciendo.
Finaliza el libro con un capítulo donde se
describen las derivaciones últimas del Centro de
Estudios Culturales y las causas de su definitiva
desaparición. Así, el CCCS se transformaría en
el Departamento de Estudios Culturales de la
Universidad de Birmingham, que entra en una
Rubén Pérez Redondo
Universidad Rey Juan Carlos
Departamento de Ciencias Sociales
Josep María Colomer
Grandes imperios, pequeñas naciones
Barcelona, Anagrama, 2006
Albert O. Hirschmann escribió en una ocasión un ensayo reconociendo su tendencia a la
autosubversión, esto es, a desmentir con los argumentos usados en algunos de sus textos otros
argumentos defendidos por el propio autor. En
Retóricas de la Intransigencia, por ejemplo, al
describir los argumentos que usan los neoliberales para justificar sus tesis lo hace tan bien
que su exposición resulta más convincente que
la que el propio Hirschmann elabora para rebatirlos.
Algo semejante podría ocurrirle al profesor
Colomer con este libro. Como es bien sabido,
el profesor Colomer es uno de los principales
impulsores de la introducción de metodologías
cuantitativas y empíricas en el seno de la ciencia política, a imitación de las usadas en buena
parte de la ciencia económica (que no en toda,
pues tampoco en la economía está cerrado el
debate sobre el método), como puede comprobarse en la polémica sobre el método que
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emprendió hace poco con Sartori en las páginas
de la Revista Española de Ciencia Política. Pues
bien, el profesor Colomer nos demuestra cómo
puede hacerse un excelente libro de la mejor
ciencia política sin hacer uso de regresiones lineales, “elegantes” modelos estadísticos ni del
cálculo diferencial, y a mi “blando” entender
con unos resultados mucho mejores que si los
hubiese usado.
El libro abre dos debates: uno sobre la importancia de la forma política, debatiendo sobre la forma política de la Unión Europea, que
para el profesor Colomer está adoptando la forma de un imperio de nuevo cuño, y el segundo
sobre la viabilidad económica y política de las
naciones pequeñas en este nuevo marco. A esto
suma el autor un detallado análisis de la situación política de Cataluña y el País Vasco en este
emergente marco político.
En lo que se refiere al primero de estos debates, no me cabe matizar casi nada las opinio-
Recensiones
nes sostenidas por el autor, dado que comparto
con él la idea de que la Unión Europea deriva
hacia una forma política de nuevo cuño, no
siendo desacertado llamarla imperial, que llevará a la superación del sistema de soberanía
estatal instaurado en Westphalia. De hecho,
parece inspirar algunas de sus afirmaciones en
el excelente libro The Rise and Decline of the
State del profesor Martin van Creveld, libro de
culto entre los libertarios norteamericanos, y
con el cual estoy sustancialmente de acuerdo.
De hecho, la Unión Europea parece seguir en
algunos aspectos las derrotas del Imperio Romano al irse instaurando poco a poco una forma
política compuesta de estados semisoberanos
gobernados en su política interior autónomamente por políticos locales mientras que en las
grandes cuestiones lo son desde el imperio (un
proceso semejante, el de la creación del Imperio
Norteamericano en comparación con el romano
es descrito en el olvidado libro de Amaury de
Riencourt, Los césares venideros). Las tendencias parecen predecir una Unión Europea de
dos velocidades con provincias senatoriales (de
primera) e imperiales (de segunda), con áreas
de influencia semiimperiales en los países de la
antigua Unión Soviética y el norte de África y
con distintas gradaciones de ciudadanía.
Especialmente sugestiva es su segunda tesis
sobre la viabilidad económica de pequeñas unidades políticas en un ámbito imperial, que comparto también plenamente. En efecto, en esta
coyuntura cualquier unidad política es viable,
desde Andorra, Mónaco o Liechtenstein, con
menos habitantes que un ayuntamiento pequeño de España, hasta grandes unidades como la
Alemania reunificada, y esto sin desdoro en la
calidad de vida, pues no hay nada que indique
que el ciudadano común de uno de estos microestados tenga peores condiciones de vida o
carezca de los bienes de públicos o privados de
los que disfrutan los habitantes de los grandes
países de la Unión; incluso puede ser que ocurra
todo lo contrario, puesto que los indicadores
de calidad de vida muestran mejores resultados
en estos micropaíses que en los grandes. Yo, no
obstante, extendería el argumento afirmando,
como Ludwig von Mises, Wilhelm Röpke o Norman Angell, que en una situación de mercado libre irrestricto, sin fronteras ni proteccionismos,
con una moneda de alcance mundial como antes
era el oro, el tamaño económico de la nación es
irrelevante. Pudiéndose adquirir cualquier bien
o servicio en el mercado mundial, la escala del
estado es irrelevante económicamente a todos
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los efectos. Lo sabían bien los miembros de las
Ligas medievales, que comerciaban libremente
entre sí sin necesitar un gran estado territorial
que los apoyase, como bien afirma el magnífico
libro de Hendrick Spruyt, The Sovereign State
and Its Competitors que el autor usa en su libro.
Pero la idea del autor es correcta, pues. primero
el tamaño del estado no es irrelevante a efectos políticos, dado que el más grande puede
aplastar militarmente al más chico y, segundo,
tal situación ideal de mercado libre no se da en
la realidad y, por tanto, en las circunstancias actuales, sólo una forma política del tipo descrito
por el autor puede garantizar la supervivencia
de pequeñas unidades políticas.
Más discutible es su visión de la realidad española, no porque se afirme que Cataluña y el
País Vasco pudiesen, en la actual coyuntura, ser
viables económica y políticamente de ser independientes, que sí podrían serlo perfectamente
en una Unión Europea sin fronteras interiores
como el caso de Chequia y Eslovaquia demuestran, al no funcionar peor, sino al contrario
mejor, separadas que unidas. El caso que se
discute aquí es el intervencionismo que dichas
comunidades autónomas ejercen sobre la vida
de sus ciudadanos a través de la construcción de
naciones en esos ámbitos y que podrían ejercer
en una escala aún mayor en caso de independencia. Ese es, a mi entender, el problema y no
que se declaren independientes o decidan suprimir su autonomía, de así desearlo la mayoría
de sus habitantes, y este es un tema que no se
trata suficientemente en el libro y que merecería un análisis más profundo. Buena parte de
los problemas nacionalistas se resolverían con
un menor intervencionismo estatal en todos los
ámbitos (educación, cultura, economía) pues a
menor intervención estatal más indiferente le
es al ciudadano pertenecer a una u otra unidad
estatal. En un estado no intervencionista el trato del individuo con el estado es poco frecuente
y por tanto le es indiferente que hable uno u
otro idioma. El problema se da cuando la intervención del estado es grande y el trato con él es
contínuo y por tanto sí importa en que idioma
habla.
Por último, matizaría también su consideración del problema vasco como el de conflicto
entre una etnia española y una vasca. Además
de que a día de hoy la distinción entre una etnia
vasca y una española no está nada clara dada
la buena integración entre ambas, no creo que
la diferencia sea sólo de etnias, pues también
influyen factores territoriales e ideológicos. Te-
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Recensiones
rritoriales, porque la divisoria de la guerra civil
entre provincias franquistas y republicanas se
mantiene en buena medida, pues las provincias
que apoyaron a Franco, Alava y Navarra, pobladas también por “vascos de pura cepa”, siguen defendiendo mayoritariamente la unidad
con España mientras que las que apoyaron a la
República, incluidos numerosos inmigrantes de
otras partes de España, siguen apoyando vías
nacionalistas. Ideológicas, porque los apoyos al
nacionalismo o al constitucionalismo se dan tanto entre étnicamente vascos como entre “españoles”. Este argumento quizá pudiese ser predicado más en Cataluña que en el País Vasco.
Pero, en definitiva, nos encontramos ante
un interesantísimo libro que aborda el proble-
ma de la construcción europea, y de la construcción de naciones desde una óptica enormemente sugestiva y que abre nuevas vías de análisis
más allá de trilladas y maniqueas visiones sobre
estos problemas. Aguardamos que el profesor
Colomer siga siendo autosubversivo y nos siga
brindando trabajos como este, que no por carecer de métodos duros es menos científico que
los otros que ha escrito.
Miguel Anxo Bastos Boubeta
Universidade de Santiago de Compostela
Departamento de Ciencia Política e da
Administración
Xosé Luís Barreiro Rivas
As inxurias da guerra.
O que Bush non sabía pero eu si
Vigo, Xerais, 2006
É con frecuencia esquecido o papel que historiadores e politólogos conservadores xogaron
na condena do imperialismo. Soterrados baixo
os tópicos que identifican a esquerda coa condena do imperialismo (esquecendo as palabras
de Marx en defensa do imperialismo británico
na India ou a non moi loable postura dos socialdemócratas alemáns ou franceses de comezo do
século XX en defensa do seus respectivos imperios), atópase unha pléiade de autores liberais
e conservadores que fixeron da condena do
imperialismo non só un elemento marxinal nos
seus escritos senón o elemento central dos seus
esquemas de pensamento. Desde as feroces críticas ao imperio dos ultraliberais manchesterianos á Pequena Inglaterra do católico Chesterton e desde a descarnada crítica ao imperio de
Schumpeter á crítica das guerras externas dos
Estados Unidos de Rothbard e os seus discípulos
austrolibertarios latexou sempre unha tradición
que condenaba as aventuras imperiais como a
expresión máis descarnada e obscena do poder
do estado, e explicaron como tales aventuras
conducirían, precisamente polo reforzamento
do poder estatal inherente a elas, á fin das liRIPS, ISSN 1577-239X. Vol. 5, núm. 2, 2006, 53-62
berdades nas respectivas metrópoles. Estes autores sabían que os imperios adoitan agocharse
baixo causas nobres, como ben escribiu Garet
Garrett, o vello libertario norteamericano “o
Imperio Romano xamais dubidou de que fora
o defensor da civilización. Tiña boas intencións:
a paz, a lei e a orde. O Imperio Español agregou a todo isto a salvación. O Imperio Británico
agregou o nobre mito da responsabilidade do
home branco. Nós agregamos a liberdade e a
democracia. Porén, canto máis se agrega, máis
segue sendo a vella linguaxe. Unha linguaxe do
poder?”, como ben o sabe o profesor Barreiro e
Bush parece non saber.
O libro é unha colección de artigos de prensa
e de xornais académicos, precedidos dun ensaio
introdutorio no que, baixo a aparencia dunha
crónica dos feitos que conduciron á intervención en Afganistán primeiro e en Iraq despois,
se nos amosa unha visión da política internacional moi pouco común entre nós. Pouco común
primeiro porque o autor, se ben matiza algunha
diferenza, non fai a distinción tan politicamente correcta entre unha intervención boa, a de
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