"Atrave(r)s(e)ar El Fantasma: La Función De La Falta En El Lazo Social" (*) Escuela Freudiana De Buenos Aires. 1995 Alejandra Rodrigo Intentaré, a través del presente, escrito desplegar algunas consideraciones relativas a lo que leo en este título; además me propongo interrogar la función del fantasma en tanto soporte del lazo social y situar allí el lugar de la falta. Para ello, recordemos que en griego ironía significa interrogar. Cada lazo social sea cual fuere del que se trate portará el estilo conque cada sujeto tramita su quehacer con el fantasma, pero, ¿qué hacer con el fantasma? El neurótico responde a ésta pregunta suspendiendo su acto, representa entonces, una singular proposición, desplegando en su lógica la figura retórica del "verso", me refiero a lo que denomino "atraversear" el fantasma. Así da cuenta en el lazo social que realiza de la forma original (aunque no tanto como presume) conque intenta negociar con el Otro, la pérdida de ese objeto que devela la insoslayable soledad de su desamparo. De esta manera, se imagina con su engaño, lo suficientemente versado; léase: competente e ilustrado. Conspicuo entendido de las verdades propias y de las ajenas, pero más aún de las del Otro, procura trabajar para conformarlo, pacificarlo, acallarlo, en fin, domesticarlo en aras de la existencia de un amor eterno. Esta empresa le llevará, a veces, toda la vida. Pero al fin de cuentas, ¡qué importa una vida ofrecida ante tan noble causa! Pero al fin, se trata de una cuenta: ni tan noble ni tan causa. - Página 1 de 6 Copyright 2011 - EFBA - Todos los derechos reservados De lo sublime a lo ridículo hay un sólo paso, le advertía la paciente a su analista y por la vía regia del inconsciente no tardaba en enseñar a Freud, precisamente en el escepticismo que ostentaba, que tendría que jugar la partida decisiva batallando en la transferencia, pues "nadie puede ser vencido in absentia o in efiggie" Un sólo paso y el orden quedará perturbado. Así, pues, en el tropiezo que trastoca el sentido, algo opera y reclama ser leído, espera ser escrito y pide ser escuchado. La experiencia del análisis, tal como nuestra práctica lo testimonia es decididamente subversiva. Cuando digo nuestra práctica me refiero a aquélla que al comprometernos como analizantes nos produce analistas, en una acción que deslinda el acto, sostenido en la ética que lo funda. Lugar del analista que, como sabemos, recorta su función deseo en tanto se avenga a soportar, en lo real de la clínica que conduce, el lugar del semblante para un discurso, lugar que el objeto a le asigna como su agente. El analista invita con su oferta a una apuesta propiciatoria. El analizante se dirige al Otro en su demanda, inevitablemente demanda de amor, y allí donde cree hallar, en la repetición de un encuentro imposible, el objeto que le pertenece, descubre, en las vueltas que lo convocan, que será precisamente del lado de la falta como se notificará del deseo que lo causa. La experiencia del análisis, entonces, subvierte lo instituído y desmonta lo argumentado. Para desandar lo recorrido: inaugura lugares, desbarata cruces, efectúa nudos, atraviesa espacios, recorta superficies, dibuja bordes, crea intervalos, inventa letras... halla el olvido y anticipa un camino no trazado. Como si esto no fuera suficiente, conmociona al ser en su esencia radical al confrontarlo con el vacío que lo constituye en su alteridad más absoluta, para sorprenderlo con la novedad de una elección posible, en la que su goce sea otro. ¿Se nos ocurriría imaginar un sujeto no conmovido por dicha experiencia? También sabemos, como nuestra práctica nos enseña, que no siempre analizante y analista concurren de la misma manera al análisis dispuestos a sostenerlo hasta el final. Final que será a posteriori, desgajado de los alcances que la estructura permita,- me refiero al - Página 2 de 6 Copyright 2011 - EFBA - Todos los derechos reservados análisis del analista y al del analizante-, como así también de los avatares que lo contingente asuma en las peripecias de su consecución. Sean cuales fueren las condiciones en las que un análisis transcurra, cualquier analizante deberá en algún momento habérselas con la falta, aunque más no sea por el sólo hecho de hablar y ser escuchado de un modo particular. También estamos en conocimiento que no siempre un análisis produce un analista. De todas maneras, este habérselas con la falta admite una experiencia consignada que supone efectos a producir, por lo tanto, el tránsito por un análisis anoticia a un sujeto acerca de la función de la falta. Ahora bien, ¿qué entiendo por "función de la falta"? La falta deslinda un lugar a preservar, a sostener en tanto posible de ser reencontrado justo allí donde menos lo esperamos. Un lugar que llama a ser ocupado, -ocupado no es lo mismo que suturado, taponado o emparchado-. Como analistas sabemos, aunque más no sea en virtud de nuestras referencias teóricas, que no da lo mismo sublimar, reprimir, renegar o forcluir. Al decir que no da lo mismo, intento despejar las derivaciones que, en cada caso, eso produce. Quien se advierte de la falta hace lugar a la metáfora en el devenir metonímico al que su deseo lo conduce, para finalmente recordarle que no hay objeto. El análisis produce un saber relativo a la falta conquistando una verdad para un sujeto. Pero, ¿de qué saber se trata? La suposición de un sujeto al que se le adjudica un saber, inicia la travesía de un análisis, suposición que se volatiliza al finalizarlo, quedando el sujeto destituído en la advertencia del no todo que la tachadura del Otro escribe. Entonces, el saber se revela en la figura del aforismo que escribe: no hay relación sexual. La relación sexual se devela como siendo del orden de un imposible. Este imposible instala en la lógica de la adecuación la brecha por la que una verdad siempre será a mediodecir, al introducir un real, un pedazo de real para el sujeto que ya nunca más podrá ser el mismo. Curiosa transmutación la que el psicoanálisis operó en muchos de nosotros, quienes habiendo entrado como pacientes freudianos, salimos analistas lacanianos. - Página 3 de 6 Copyright 2011 - EFBA - Todos los derechos reservados Final de análisis, entonces, que proscribe el fantasma al desenmascararlo como una vestimenta caduca que el neurótico insiste en llevar. Ropaje vetusto que porta, con la ilusión de estar a la moda, ignorando a veces, sabiendo otras, que esa moda siempre la impone el Otro. A propósito, mencionaré un relato que la práctica del Zen transmite como historia ejemplar: Se trata de un artista muy rico apasionado por los dragones. Las paredes de su mansión estaban llenas de pinturas de dragones, los suelos lucían con mosaicos de dragones, en los salones había dragones esculpidos en estatuas, en tapices. El mismo, en su taller, pintaba dragones todo el día. Una mañana, al levantarse y abrir la ventana, un dragón entró por ella y le mostró su verdadero rostro. El artista, aterrorizado, se desmayó. Para quienes el análisis nos ha subvertido, hemos podido hacer con el desmayo otra cosa en su lugar y ponerlo a trabajar al deslizarlo como un significante entre otros significantes. Trabajo costoso y reiterado de lectura que demanda, en el atrave(r)s(e)ar, la caída ineludible que el recorte de la letra reescribe après coup atravesar [el fantasma] y escriturar: finalmente no hay relación sexual. El lazo social se sitúa allí donde no hay relación sexual y conlleva en la operación metafórica que concluye, la marca de la falta. Ahora bien, ¿qué hacer con esa falta? ¿Reconocimiento de hecho o de derecho? ¿En qué ordenamiento dispondrá ese lazo la falta, se trate de un fantasma atraverseado o atravesado? ¿Cuál será la economía que repartirá los goces en uno y otro caso? Hace muchos años, a propósito de mis primeras aproximaciones al psicoanálisis, llegaba a mis manos un libro cuyo título debí guardar en algún lugar para releerlo después. En 1976 Masotta dictó un seminario en España que llamó El resguardo de la falta. Allí nos dice acerca del título: "...resguardo, boleta de pago , testimonio de inscripción, papel que es prueba..." Luego continúa: "...el sujeto no sabe sobre aquello que está en el origen de los síntomas que - Página 4 de 6 Copyright 2011 - EFBA - Todos los derechos reservados soporta... nada quiere saber de que no puede saber que no hay saber sobre lo sexual..." Agrego, nada quiere saber sobre lo real. Más adelante nos dice: "...no se trata de asumir, se trata de operaciones de resguardo de la falta". Parafraseando a Lacan podríamos preguntarnos, una vez reconocida la falta, ¿qué lazo social podemos concebirle? En Posición del inconsciente Lacan escribía refiriéndose a la psicología: "...el ideal es siervo de la sociedad..." No nos resultará, pues, sorprendente, que sostener el ideal en el lazo social, reniegue de la falta, sostener el ideal no es sin hacer existir al fantasma opaco a la inconsistencia del Otro. Es condición de la estructura de la lógica fantasmática, prescribir en el lazo social que este lleve el rasgo de lo que tan acertadamente Mannoni conceptualizaba como el "ya lo se, pero aún así" , pero también será en ese lazo donde dicha prescripción podrá ser definitivamente declinada. Apostar, entonces, en el lazo a lo inédito de su condición metafórica, preservando su lugar, aquel que denota la falta, situará al sujeto como otro entre otros, impugnando el ser uno para el Otro. El haber realizado la experiencia del reconocimiento de su deseo, privilegia a un sujeto al liberarlo del padecimiento que lo acompañó toda su vida, pero también lo implica en la responsabilidad de los actos que produce y en el lazo social que despliegue, podrá leerse de su particular posicionamiento en relación a ello. Para terminar, si entramos con la ironía podemos salir con el humor. El fantasma, ¿se nos presentará con el mismo carácter de sofisma con el que Freud argumentaba la técnica del chiste? Recordemos lo que nos comenta de "...la apariencia de una logicidad que ya conocemos como fachada apta para una falacia..." Así nos presenta la referencia freudiana la singularidad de aquellos casos cuya certeza vacilaría para que sean llamados justificadamente verdaderos chistes. - Página 5 de 6 Copyright 2011 - EFBA - Todos los derechos reservados De nuestra experiencia cotidiana leemos : "B ha prestado a A, un caldero de cobre. Al serle devuelto advierte que presenta un gran agujero en el fondo y reclama una indemnización. A se defiende diciendo: Primeramente, B no me ha prestado ningún caldero; en segundo lugar el caldero estaba ya agujereado, y, por último yo he devuelto a B el caldero completamente intacto". Entonces, ¿qué hacer con un caldero, cuando inexorablemente nos desafía al advertirnos de la ex-istencia del agujero?. - Página 6 de 6 Copyright 2011 - EFBA - Todos los derechos reservados