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Dominicos | Orden de Predicadores
Homilías
Ciclo
C
XXVIII Domingo del tiempo ordinario
09/10/2016
Levántate, vete; tu fe te ha salvado
Introducción
Hoy es domingo: ¿dónde están los demás?
La pregunta no la podemos evitar. La palabras de Jesús en el evangelio de Lucas nos mueven hoy a pensar en la importancia que
tienen los números: ¿no han quedado limpios los díez? ¿los otros nueve dónde están? De díez sólo una décima parte, sólo uno. Esa
pregunta sobre dónde están los demás, se la hacen muchos que pasan por nuestras iglesias y comprueban el escaso número de los
que celebran El Día del Señor en comunidad. Es verdad que aquí contamos todos, no sólo los selectos, los buenos. Cada uno está
emplazado, no basta con la mayoría, la interpelación es individual y personal. Nunca es suficiente hacerlo en nombre de los demás, del
otro. El hecho está ahí y siempre es fácil que se convierta en pregunta: los demás ¿dónde están?.
Con este espíritu unámonos a esta celebración del Día del Señor que quiere ser de todos, porque todos, con nuestras peculiaridades,
tenemos mucho que agradecer, si bien lo reconozcan pocos.
Fr. Esteban Pérez Delgado O.P.
Convento de Santo Domingo - Torrent (Valencia)
Lecturas
Lectura del segundo libro de los Reyes 5, 14-17
En aquellos días, Naamán el sirio bajó y se bañó siete veces en el Jordán, como se lo había mandado Eliseo, el hombre de Dios, y su
carne quedó limpia de la lepra, como la de un niño. Volvió con su comitiva al hombre de Dios y se le presentó diciendo:
–Ahora reconozco que no hay dios en toda la tierra mas que el de Israel. Y tú acepta un presente de tu servidor.
Contestó Eliseo:
–Juro por Dios, a quien sirvo, que no aceptaré nada.
Y aunque le insistía, lo rehusó.
Naamán dijo:
–Entonces, que entreguen a tu servidor una carga de tierra, que pueda llevar un par de mulas; porque en adelante tu servidor no
ofrecerá holocaustos ni sacrificios de comunión a otro dios que no sea el Señor.
Sal 97. 1. 2 3ab. 3cd 4 R. El Señor revela a las naciones su justicia.
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas. R.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo;
el Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R.
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera,
gritad, vitoread, tocad. R.
Lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a Timoteo 2, 8-13
Querido hermano:
Haz memoria de Jesucristo el Señor,
resucitado de entre los muertos,
nacido del linaje de David.
Este ha sido mi Evangelio,
por el que sufro hasta llevar cadenas,
como un malhechor.
Pero la palabra de Dios no está encadenada.
Por eso lo aguanto todo por los elegidos,
para que ellos también alcancen la salvación,
lograda por Cristo Jesús, con la gloria eterna.
Es doctrina segura:
Si morimos con él, viviremos con él.
Si perseveramos, reinaremos con él.
Si lo negamos, también él nos negará.
Si somos infieles, él permanece fiel,
porque no puede negarse a sí mismo.
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 17, 11-19
Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez
leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:
–Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.
Al verlos, les dijo:
–Id a presentaros a los sacerdotes.
Y mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos, y se
echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias.
Este era un samaritano.
Jesús tomó la palabra y dijo:
–¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?
Y le dijo:
–Levántate, vete: tu fe te ha salvado.
Comentario bíblico
Primera lectura: (2 Reyes 5,14-17)
Marco: Pertenece al ciclo de Eliseo (2Re 2,1-13,1). En los capítulos 4,1-6,7 se narran algunos milagros realizados por Eliseo, v.g. la
curación de un oficial del rey sirio (pagano), Naamán aquejado de la lepra, Es un milagro con fuerte significación teológica, que es la
lectura de hoy.
Reflexiones
1ª) ¡Se bañó siete veces y su carne quedó limpia!
Su carne quedó limpia de lepra, como la de un niño. La enfermedad de la lepra es bien conocida en las Escrituras. Conllevaba la
exclusión del trato con el resto de los miembros de la comunidad. En la antigüedad, la lepra se consideraba un mal irreversible y sin
curación. Naamán es un pagano, excluido de la comunión con Israel. El valor simbólico de este hecho es significativo y anunciador del
futuro. La historia de Moisés y de Elías nos mostró que los signos eran realizados, a través de ellos, para autentificar su misión profética
y su envío al pueblo por parte de Dios. Los signos son siempre realidades que apuntan a otro plano superior y más importante que la
simple curación física. El Dios poderoso se hacía presente a través de esos signos para que el pueblo obedeciera a sus enviados y
profetas y escucharan su palabra. Este milagro de la curación de Naamán, el sirio, es evocado en la narración joánica de la curación
del ciego de nacimiento por Jesús (Jn 9). En el relato se repite por siete veces que el ciego se lavó en la piscina de Siloé y recuperó la
vista o quedó curado. Y después de la séptima vez se dice que quedó “totalmente curado”. La significación simbólica de ambas
curaciones se esclarece mutuamente en los dos relatos. La limpieza alcanza a otro plano de mayor importancia y trascendencia, es
decir, al plano íntimo y espiritual del hombre.
Segunda lectura: (2Timoteo 2,8-13)
Marco: El autor narra el sentido de los sufrimientos del apóstol cristiano. Insiste en que los tiempos en que escribe son recios y
envueltos en especiales dificultades para mantener la fe en su pureza y autenticidad. Los ministros del Evangelio deben permanecer
vigilantes y fieles.
Reflexiones
1ª) ¡La Palabra de Dios no puede estar encadenada!
Haz memoria de Jesucristo el Señor, resucitado de entre los muertos... La palabra del Evangelio sigue libre y creando libertad y puede y
debe ser proclamada por doquier y sin miedo alguno porque el Espíritu apoya y da garantías a sus proclamadores. El autor conoce, por
las cartas auténticas de Pablo, el credo más primitivo o uno de los credos más breves y primitivos (Rm 1,1ss). La proclamación a los
gentiles de este contenido cristológico central, junto con la justificación gratuita por la fe, fueron los polos alrededor de los cuales giró la
amplia obra apostólica y eclesial de Pablo. Pablo subraya siempre esta peculiaridad de su Evangelio; por eso lo califica como su
Evangelio que le distinguía, en la comunión, de los otros apóstoles. El autor de la carta que, ya lo hemos recordado, pertenece a la
escuela paulina, recoge el testamento del maestro y lo transmite y quiere que sea siempre punto de referencia para recuperar la
autenticidad de la fe. El autor supone que Pablo está en la cárcel, por eso afirma que la palabra de Dios no está encadenada. Siempre
desborda todas las ataduras externas o internas. Se trata de una palabra que ofrece la libertad, como afirmó Jesús. Hoy también es
necesario estar alerta para no reducir la palabra evangélica, sino interpretar, ofrecer al lector u oyente moderno de modo inteligible y
asimilable, pero sin adulterar su esencia y su fuerza.
Evangelio: (Lucas 17,11-19)
Marco: Proseguimos el itinerario que nos conduce a Jerusalén, proseguimos en la escuela del discipulado. Jesús bordea la Samaria
que, según Lucas, será campo de misión de los apóstoles enviados por el Resucitado. Samaria* es una región en la que habitan
heterodoxos respecto a la fea judía. De ahí la relevancia de la presencia de un samaritano en este relato.
Reflexiones
1ª) ¡Mientras iban de camino quedaron limpios!
Vinieron a su encuentro diez leprosos... La primera lectura nos ha recordado el milagro de Eliseo curando al leproso Naamán el sirio
(figura y anticipación); el evangelista Lucas, nos recuerda la curación de diez leprosos por Jesús (realidad y cumplimiento). El relato
tiene una función singular en este contexto: la apertura del Evangelio que se realizará más tarde y que se propagará en esta región por
obra de los apóstoles, ha sido anticipada en el plano del signo en la curación del samaritano y su reacción. Todos ellos, necesitados,
recurren a la compasión de Jesús. La lepra era un mal que les separaba de la convivencia de los demás y les aislaba de la vida social.
Esperan de la compasión de Jesús un remedio para su delicada situación. Lucas suele subrayar la misericordia y la compasión de
Jesús practicada sin fronteras ni limitaciones raciales o religiosas. Jesús escucha y ordena lo que se encuentra en la Ley de Dios. Es
conveniente observar este detalle: la obligación, según la Ley, de presentarse a los sacerdotes después de conseguida la curación, era
para expedirles un justificante oficial de la misma y su consiguiente admisión en la comunidad social y religiosa. Jesús ordena que
vayan, y ellos se ponen en camino fiados en su palabra, y mientras se dirigen a los sacerdotes se produce la curación por la fuerza de
la palabra de Jesús acogida con fe. Los signos son frutos de la fe y conducen a la fe que es lo importante. Naamán se decide a
obedecer al profeta y consigue la curación. Los leprosos obedecen la orden de Jesús y la consiguen también.
2ª) Sólo un extranjero se acuerda de agradecer el beneficio y dar gloria a Dios!
¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?... Tu fe te ha salvado. El samaritano* prorrumpe en una clamorosa
alabanza a Dios (según la costumbre entre los orientales) por lo inesperado de su curación. Él sabe muy bien que, por ser samaritano,
no tiene derecho de sangre a recibir de Jesús, un judío, tal favor. Y precisamente porque no le ampara ningún privilegio su sorpresa es
mayor y su gratitud más explosiva. Los otros eran judíos y se creían con derecho a recibir el don. Es verdad que todos suplican a coro:
Jesús, ten compasión de nosotros. Pero en el fondo ellos tienen más derechos a ser atendidos y escuchados. Y, porque se sienten con
derecho, no vuelven a agradecer el don. Sólo al experimentar la gratuidad prorrumpe el corazón humano en la gratitud y, para
expresarla, se la realiza clamorosamente. La pregunta de Jesús ¿no eran diez? ¿No han sido curados todos? No revela ignorancia, sino
una amarga y poco disimulada ironía. Pero es más todavía: son unas preguntas denunciantes. Es una expresión más de lo que solía
encontrarse en su pueblo: el rechazo, el desdén. Sólo el extranjero y despreciado samaritano vuelve, reconoce al autor de su curación
y agradece.
Este relato recuerda otro muy semejante: la parábola del buen samaritano. Jesús recurre a estos casos contrastantes para transmitir su
talante abierto y compasivo y su Evangelio sin fronteras. En ambos casos los presenta como modelos: el uno de atención amorosa al
prójimo y el otro de expresión de fe sincera y agradecida. Por eso Jesús le intima: levántate, camina y ten confianza, porque tu fe te ha
salvado. Jesús denuncia los privilegios de Israel para ofrecer una salvación que alcanza a todos los hombres y a todas las clases
sociales y religiosas. Dios ama sin fronteras y él ofrece una salvación sin fronteras. Hoy como ayer es necesario que los discípulos de
Jesús entiendan y sientan que la salvación de Jesús humaniza y rompe fronteras. El hombre actual necesita recibir ese mensaje
transmitido por testigos convincentes y convencidos de esta verdad consoladora.
Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)
Este comentario está incluido en el libro: La Palabra fuente de vida. Ciclo A. Editorial San Esteban, Salamanca 2004.
Necesidad de la acción de gracias a Dios
Iª Lectura: IIº Reyes (5,14-17): El acceso a Dios de los malditos
I.1. La lectura del Libro de los Reyes nos presenta una narración del ciclo del profeta Eliseo -discípulo del gran profeta Elías-, en la que
se nos muestra la acción beneficiosa para un leproso extranjero; nada menos que Naamán, el general de Siria, pueblo eterno enemigo
de Israel. La enfermedad de la lepra era una de las lacras de aquella sociedad, como existen hoy entre nosotros pandemias de
enfermedades malditas, especialmente para pueblos sin acceso a los medicamentos imprescindibles. Por eso era considerada la
enfermedad más impura y diabólica. ¿Cómo tratar a este enfermo, que además es un maldito extranjero? Eliseo, a diferencia de su
maestro Elías, que era un profeta de la palabra, se nos presenta más taumatúrgico y recurre el mítico Jordán, el río de la tierra santa,
para que se bañe o se bautice en sus aguas curativas, casi divinas, para aquella mentalidad. Es como un baño en la fe de Israel; este
es el sentido del texto.
I.2. Pero lo importante es la acción de gracias a Dios, ya que el profeta no quiere aceptar nada para sí. Este ejemplo, concretamente,
había sido puesto ante los ojos de sus paisanos en Nazaret (Lc,4,14ss) para mostrar el proyecto nuevo del reino de Dios que no se
atiene a criterios de raza y religión para mostrar su gratuidad y su paternidad para todo ser humano. Toda persona, ante Dios, es un
hijo verdadero. Ese es el Dios de Jesús. El ejemplo moral de Eliseo de no despreciar a un extranjero es un adelanto profético de lo que
había de venir con la predicación del evangelio. Por ello, cuando las religiones dividen y justifican guerras y odios, entonces las
religiones han perdido su razón de ser y de existir.
IIª Lectura: IIª Timoteo (2,8-13): Morir y vivir con Cristo
II.1. La segunda lectura es uno de los textos cristológicos más sublimes del Nuevo Testamento. Seguramente procede de una antigua
fórmula de fe; un credo que confiesa no solamente la descendencia davídica de Jesús, sino principalmente su resurrección, a partir de
la cual viene al mundo la salvación. Pero es una fórmula que no se queda exclusivamente en la proclamación ideológica de una
cristología al margen de la vida del apóstol y de los hombres. Este acontecimiento de la resurrección es lo que llevó al apóstol a
abandonar su vida de seguridad en el judaísmo y a luchar hasta la muerte para que el mundo encuentre en este acontecimiento la
razón última de la historia futura. El quiere ayudar a salvarse a los hermanos.
II.2. Eso significa que la resurrección de Jesús es determinante. Su opción por el crucificado es una opción para la salvación y por la
vida eterna. Así, en la estrofa de cuatro miembros, se va proponiendo la actitud y la forma de vivir una de las experiencias más
radicales de la vida cristiana: morir con El, lleva a la vida; sufrir con El, nos llevará a reinar; si le negamos, nos negará, pero si somos
infieles, El siempre es fiel. Por lo mismo, pues, no hay razón para la desesperación. En sus manos está nuestro futuro.
EVANGELIO: Lucas (17,11-19): La verdadera religión: ¡Saber dar gracias a Dios!
III.1. El relato de los leprosos curados por Jesús, tal como lo trasmite Lucas, que es el evangelio del día, quiere enlazar de alguna
manera con la primera lectura, aunque es este evangelio el que ha inducido, sin duda, la elección del texto de Eliseo. Y tenemos que
poner de manifiesto, como uno de los elementos más estimados, la acción de gracias de alguien que es extranjero, como sucede con
Naamán el sirio y con este samaritano que vuelve para dar gracias a Jesús. El texto es peculiar de Lucas, aunque pudiera ser una
variante de Mc 1,40-45 y del mismo Lc 5,12-16. No encontramos en el territorio entre Galilea y Samaría, cuando ya Jesús está camino
de Jerusalén desde hace tiempo. Lo de menos es la geografía, y lo decisivo la acción de gracias del extranjero samaritano, mientras
que los otros, muy probablemente judíos (eso es lo que se quiere insinuar), al ser curados, se olvidan que han compartido con el
extranjero la misma ignominia del mal de la lepra.
III.2. Ahora, liberados, se preocupan más de cumplir lo que estaba mandado por la ley: presentarse al sacerdote para reintegrarse a la
comunidad religiosa de Israel (cf Lev 13,45; 14,1-32), aunque Jesús se lo pidiera. ¿Es esto perverso, acaso? ¡De ninguna manera! En
aquella mentalidad no solamente era una obligación religiosa, sino casi mítica. Y es algo propio de todas las culturas hasta el día de
hoy. No son unos indeseables lo que esto hacen, pero se muestra, justamente, las carencias de esa religiosidad mítica y a veces
fanática que tan hondo cala en el sentimiento de la gente, y especialmente de la gente sencilla. No obstante, la crítica evangélica a esta
reacción religiosa tan legalista o costumbrista es manifiesta. Antes de nada quieren integrarse de nuevo en su religión nacionalista y se
olvidan de algo más decisivo.
III.3. El samaritano, extranjero, casi hereje, sabe que si ha sido curado ha sido por la acción de Dios. Pero además, el texto pone de
manifiesto que no es la curación física lo importante sino que, profundizando en ella, se habla de salvación; y es este samaritano quien
la ha encontrado de verdad viniendo a Jesús antes de ir a cumplir preceptos. Quien sabe dar gracias a Dios, pues, sabe encontrar la
verdadera razón de su felicidad. Es verdad que los judíos leprosos también darían gracias a Dios en su afán de cumplir con lo que
estaba mandado, no debe caber la menor duda. Lo extraño de relato, como alguien ha hecho notar, es que mientras estaban enfermos
de muerte, estaban juntos, pero ahora curados cada uno va por su camino, casi con intereses opuestos. La intencionalidad de relato es
mostrar que la verdadera acción de gracias es acudir a quien nos ha hecho el bien. Lo hace un hereje samaritano, que para los judíos
era tan maldito como el tener todavía la lepra.
III.4. Es, pues, ese maldito samaritano quien muestra un acto religioso por excelencia: la acción de gracias a quien le ha dado vida
verdadera: a Jesús y a su Dios. El Dios de Jesús, desde luego, no siempre coincide con el Dios de la ley, de los ritos y de los mitos. Es
el Dios personal que, con entrañas de misericordia, acoge a todos los desvalidos y a todos los que la sociedad margina en nombre,
incluso, de lo más sagrado. La lepra en aquella época, por impura, alejaba de la comunidad santa de Israel. Pero en el evangelio se
nos quiera decir que no alejaba del Dios vivo y verdadero. Por eso el samaritano-hereje -sin religión verdadera para la teología oficial
del judaísmo-, expresa su religión de corazón agradecido y humano. Porque una religión sin corazón, sin humanidad, sin entrañas, no
es una verdadera religión.
Fray Miguel de Burgos Núñez
Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura
Este comentario está incluido en el libro: Sedientos de su Palabra. Comentarios bíblicos a las lecturas de la liturgia dominical. Ciclos A, B y C.
Editorial San Esteban, Salamanca 2009.
Pautas
La salud que buscaba Naaman, el sirio.
Visto desde hoy, por lo menos choca que sea un sirio quien acude al Dios de Israel para obtener la salud que no puede obtener en su
pueblo. Y se entiende, es que hoy también acuden los sirios, muchos que huyen de la guerra, buscando refugio, entre los que tienen lo
necesario y podrían compartirlo con los que carecen de ello. Pero no sin muchas dificultades, en la situación antigua y en la actual.
Naaman es un personaje muy importante, jefe del ejército del rey de Siria, pero que está enfermo de lepra, enfermedad incurable. Una
sirvienta israelita, al servicio de la mujer de este general, le hace saber que en Israel hay un profeta muy poderoso. Naaman se
presentó al rey de Israel, que quedó perplejo ante su petición. Bueno, ya ha intervenido una creyente israelita para conducir al general
Naaman hacia el profeta de Dios, pero ante la resistencia del propio Naaman y su deseo de un trato espectacular, propio de su
dignidad, el profeta de Dios también le marca lo que tiene que hacer, le señala puntualmente el camino: “Ve y lávate siete veces en el
Jordán y quedarás limpio” (2 Reyes 5, 10). Incluso los mismos sirvientes del propio Naaman median para persuadirle a que acepte lo
que manda el profeta. ¿Forma todo este itinerario parte de la obediencia de la fe? Cierto, no siempre sucede igual, pero en todo caso
siempre son muchas las mediaciones para llegar a la fe.
De la experiencia de la curación, a la confesión del único Dios.
¡Vaya que salto! ¡Verdaderamente un salto mortal!. El salto de la fe no es fácil de darlo, porque todo considerado, siempre queda un
vacío. Naaman el sirio dio un salto mortal al aceptar la palabra del profeta Eliseo, pero cayó de pie, y no como quien recoge el bien
recibido y a otra cosa, sino que se recoloca encontrando su nuevo lugar. Si la lepra lo tenía postrado, ahora, liberado de ella, se
mantiene de pie ante el único y verdadero Dios. La debilidad de su enfermedad, en interacción con la fuerza de las palabras del
profeta, transforman la experiencia de la curación en un plus sobreañadido, que pone al dador del bien en primer lugar y comprende
así cómo debe situarse ahora, después de haber sido curado y eliminado el mal que le humillaba. Naaman, este extranjero y enemigo
de Israel, confiesa : “Ahora conozco que no hay en toda la tierra otro Dios que el de Israel”. Ahora ha cambiado el horizonte de la vida
de Naaman el sirio y no simplemente ha recuperado el bien de la salud que con tanta ansia buscó. Lo mejor del sirio fue reconocer que
todo lo había recibido del Único que todo lo puede.
¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que un extranjero?
Quizás es que las cosas Jesús las hizo esta vez muy fáciles, tal como Lucas describe la curación de los diez leprosos. No les pidió nada,
no hizo nada sobre ellos, ni siquiera se habían curado todavía cuando les dijo que se presentaran a los sacerdotes. Solo cuando iban a
mitad de camino –diríamos- y es posible que ya no veían a Jesús, que quedaba ya lejos, cayeron en la cuenta que habían sido
curados. Esto es, como si nada hubiera pasado.
Pero las cosas fueron igual para los diez. Por ahí no hay, pues, que buscar nada para entender lo sucedido. Las cosas buenas que
tenemos todos parece que no se deben a nadie. Son como naturales. Nos pertenecen por naturaleza, por derecho. ¿Es habitual
agradecer las cosas buenas que tienen todos los demás? Aunque no lo explicita el evangelista Lucas, sí que debemos suponer que se
presentaron a los sacerdotes, pues la lepra no sólo era una enfermedad física, sino también un rechazo social que sólo desaparecía
cuando los sacerdotes tenían constancia oficial.
Parece que el relato de la vuelta del samaritano curado a Jesús, en lugar de marcharse alegremente con los otros nueve, es algo más
que una licencia literaria de Lucas. ‘A grandes gritos y echándose por tierra a los pies de Jesús, alabando a Dios y dándole gracias’,
esta descripción está más cerca de un relato de conversión que una simple constatación de curación. La acción curativa de Jesús ha
llegado hasta transformar el corazón del leproso samaritano, que prorrumpe a gritos de reconocimiento y de acción de gracias.
Pero ¿por qué precisamente un extranjero, un samaritano?
El evangelista deja constancia que el leproso agradecido es un samaritano. Esta frase, escuchada por los lectores originales, destruía
todos los estereotipos que se tenía de los samaritanos, personas despreciadas por los judíos. No es la ley sino la fe quien salva. Por
eso el samaritano pudo escuchar de Jesús: “levántate, tu fe te ha salvado”. Ciertamente para ello no fue necesaria ni la mediación de
los sacerdotes. Bastaba reconocer el don recibido.
Como hemos cantado en el salmo responsorial, el Señor revela a las naciones su justicia, no basada en méritos propios sino en el
reconocimiento de quien nos la da gratuitamente. Basta que la deseemos de corazón, como hemos visto en Naaman el sirio y el leproso
samaritano. “Porque sin con Él morimos, viviremos también con Él”.
Fr. Esteban Pérez Delgado O.P.
Convento de Santo Domingo - Torrent (Valencia)
Infantil
XXVIII Domingo del tiempo ordinario - 9 de octubre de 2016
Evangelio
Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez
leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: - Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros. Al verlos, les dijo: - Id a
presentaros a los sacerdotes. Y mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando
a Dios a grandes gritos, y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Este era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo:
- ¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?. Y
le dijo: - Levántate, vete; tu fe te ha salvado
Explicación
Sed siempre agradecidos. Incluso hasta parecer pesados. La palabra “gracias", debéis pronunciarla siempre que os salga del corazón,
por todo lo que recibimos a diario. Hoy el evangelio nos presenta una escena de desagradecidos... Solo un leproso de diez que fueron
curados por Jesús, volvió para darle gracias. Los otros nueve, ¿dónde están? - dijo Jesús extrañado.
Evangelio dialogado
Te ofrecemos una versión del Evangelio del domingo en forma de diálogo, que puede utilizarse para una lectura dramatizada.
Curación de los diez leprosos - Lucas 17, 11-19
Narrador: En aquel tiempo, Jesús, que iba camino de Jerusalén, pasaba por confines entre Samaría y Galilea, y, al entrar en un pueblo,
salieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a distancia, y, levantando la voz, dijeron:
Niño/a: “¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!”.
Narrador: Al verlos les dijo:
Jesús: “Id y presentaos a los sacerdotes”.
Narrador: Y sucedió que mientras iban, quedaron limpios.
Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba
gracias: y éste era un samaritano.
Tomó la palabra Jesús y dijo:
Jesús: ¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueves, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino ese
extranjero?
Narrador: Y le dijo:
Jesús: “Levántate y vete; tu fe te ha salvado”.
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