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DISCURSO PRONUNCIADO POR EL DOCTOR AN"rONIO GóMEZ ROBLEDO,
EMBAJADOR DE MÉXICO EN ITALIA, EL 26 DE FEBRERO DE 1967. EN LA
CIUDAD DE CAPRESE, AL HACER LA ENTREGA DE UNA PINTURA DE
JORGE GONZALEZ CAMARENA, PARA EL MUSEO INSTALADO EN LA CASA
DE MIGUEL ÁNGEL BUONARROTI
En nombre de mi gobierno, y por acüerdo expreso del presidente de
los Estados U nidos Mexicanos, doctor Gustavo Díaz Ordaz, me cabe el
singular honor de hacer entrega del cuadro que el señor ingeniero
J osé Antonio Padilla Segura, Secretario de Comunicaciones y Transportes del Gobierno de México, había ofrecido, hace ya algún tiempo, a su
Excelencia el señor Ministro Fanfani, y que, según la voluntad de
su donante, formará parte del acervo artístico del museo instalado en la
casa natal de Miguel Ángel Buonarroti.
La obra, como lo estáis viendo todos vosotros, es una interpretación
pictórica del autorretrato escultórico de Miguel Ángel, en el rostro de
uno de los personajes del grupo que compone la llamada Piedad Florentina. Su autor es el pintor mexicano Jorge González Camarena, oriundo
de Guadalajara, Jalisco, uno de los más eximios artistas de que se ufana
mi patria, y quien por su obra tan vasta como bella, figura con justicia
entre los adalides de la moderna pintura mexicana, una vez desaparecidos aquellos dos titanes que fueron Diego Rivera y José Clemente
Orozco.
No toca a 'mí, a lo que me parece, ponderar como experto, por no
serlo, los valores formales de esta obra, sino más bien, cuando quiera y
como le plazca hacerlo a su digno portador, el eminente crítico de arte,
profesor Femández Márquez. Diré apenas que, si no lo entiendo mal, la
obra procede del arte tanto como del amor: del que en México se tiene
por Miguel Angel. por su ciudad y su país. Y como lo propio del amor,
según la eterna experiencia de la humanidad. es el no contentarse con
un solo retrato, sino multiplicarlos todo lo que pueda ser. al artista mexicano le pareció que aún era posible trasladar al lienzo el autorretrato
en piedra del divino artista toscano: trasladarlo e interpretarlo al propio
tiempo. en forma que pudiera ser" -permítaseme la expresión, porque
creo que así es- un heteroautorretrato de Miguel Ángel y de Jorge Gon~
zález Camarena. y creo, además, que anduvo muy acertado mi compa~
triota al tomar a Miguel Angel no en su otro autorretrato, el pictórico~
que está en Florencia, sino en su hora mejor -his finest hour- es decir, en
5U época postrimera, cuando más bella fue su alma y más acendrado su
genio por la experiencia y el dolor. En esa hora, de cara a la eternidad
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antes que al tiempo, quiso él autoesculpirse, en una imagen de profunda
serenidad y compasión, en la figura que sostiene el cuerpo de Jesús difunto, entre la Virgen y la Magdalena. Si es José de Arimatea o Nicodemo, es cuestión de exégesis escrituraria que aquí no tiene la menor
importancia. Quien está allí es Miguel Angel, en el momento de su
abrazo definitivo con Cristo. En su faz, más que en sus brazos, lleva y
sostiene el dolor lancinante de la Madre y del Hijo, el de la humanidad
pudiéramos decir. El haber trasladado, o mejor dicho trasmutado estas
vivencias en el rostro ahora solitario y autónomo, fuera ya de la sit~a­
ción del Descendimiento, he ahí, según yo la veo, la osada empresa -pero
bien y bellamente consumada- de González Camarena.
De Miguel Angel se ha dicho y redicho todo cuanto es posible: pero
lo que no se ha dicho aún, es que Miguel Angel es tan universal como
italiano o mexicano, como aquí y ahora se demuestra. Unidos Italia y
México en el amor común de Miguel Angel, por esto sólo podrá verse
cómo la participación común en los más altos valores: la belleza y la paz
entre ellos, es el fundamento radical de la amistad, así entre los hombres
como entre las naciones.
La acogida tan benévola de las autoridades de Caprese, al dignarse incorporar a su patrimonio artístico la obra del artista mexicano, y la presencia, en este acto, del Excelentísimo señor Ministro de Negocios Extranjeros, son, por cierto, la más elocuente confirmación de la estrecha
amistad italo-mexicana, creciente de día en día, y que tan vigoroso aliento
lecibió con la visita que se dignó hacer a mi país el propio señor Fanfani,
el año en que la humanidad civilizada conmemoró, en su séptimo centenario, el nacimiento de Dante Alighieri.
Bajo el signo de Miguel Angel volvemos hoya encontrarnos, Excelentísimo señor, como entonces bajo el signo de Dante; al amparo y bajo la
inspiración de otro de los "grandes" de Italia, que es· también uno de
los "grandes" de la humanidad. Con tan altos númenes, no podrán ser
estériles nuestros esfuerzos comunes por la alianza de nuestras culturas
y por la paz en el mundo.
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