Freud y Dora, Acerca de las alianzas inconscientes Isabel Valla de Domenech, Silvia Muzlera Psicoanálisis e intersubjetivo dad No. 75 Pensar en el descubrimiento del valor de la transferencia en el ámbito de este historial clínico nos lleva a considerar que los conceptos científicos no pueden ser aislados de su contexto de descubrimiento. La verdad es un proceso histórico y por lo tanto está en relación con la época y el lugar en donde surge. Freud no pudo escapar de estos condicionamientos externos y de algunos internos, cuando inicia el análisis de Dora. La interrupción abrupta que Dora hace de su tratamiento provoca en Freud la frustración de su propia expectativa “de feliz culminación de la cura”. Sólo luego de este suceso, le fue posible rescatar algo esencial: la posibilidad de pensar, y con ello puso en evidencia el valor de la transferencia. Situados como observadores del vínculo entre Freud y Dora, analistas posteriores, pudieron hacer aportes que ayudaron a poner de manifiesto otros elementos. Como siempre sucede, lo que en un eslabón va quedando en penumbra, puede iluminarse en el siguiente; se va estructurando al modo de una cadena asociativa, una cadena conceptual en el área científica, en donde a partir de las ideas de Freud, el aporte de cada uno ayuda al pensamiento de los otros. En el afán de continuar pensado, retomaremos el vínculo entre Freud, Dora y su entorno. Freud (1993, p.18) refiere lo siguiente en el historial de Dora: “…en nuestros historiales clínicos debemos prestar atención a las condiciones puramente humanas y sociales de los enfermos como a los datos somáticos y síntomas patológicos. Pero sobre todo nuestro interés se dirigirá a las relaciones familiares de los enfermos. Y ello no sólo en razón de los antecedentes hereditarios que es preciso investigar, sino de otros vínculos como se verá” Repensar a Freud y Dora implica considerar aquello que René Kaës (1998) denomina “el grupoDora”, es decir, el grupo externo, familiar y para-familiar. De hecho Freud describe las dos familias que van a encontrarse reunidas por el amor, mezcladas en el síntoma y agrupadas por el fuego cruzado de los deseos y de los fantasmas. Dos familias, aquella inmediata de Dora y aquella de los K a los cuales se agregan además la gobernanta, la tía, la prima y Freud mismo puesto que va a encontrarse en relación no solamente con Dora, sino con el padre de Dora, con su tía y con su tío paterno (p.73). Freud observa que Dora no estaba satisfecha ni consigo misma ni con los suyos, enfrentaba hostilmente al padre, no se entendía con su madre y evitaba el trato social. Era esperable que este proceder de Dora se hiciera presente además en su relación con los médicos, de quienes se burlaba y a quienes también se oponía, tal como luego ocurrió con Freud. Se delinea una modalidad vincular de desencuentros, tanto en Dora como en el conjunto familiar. En un trabajo anterior (Valla, Muzlera y Kahane, 2000) decíamos: “ … Cuando Freud describe el pedido de tratamiento de Dora por parte del padre, el mismo posee un sentido para el grupo familiar, no sólo para Dora. Según Freud el padre de Dora era insincero “…sólo pensaba en su propia satisfacción…” Se trata de un padre que oculta y distorsiona información, remarcando la patología de su hija. Le pide a Freud “…procure usted ahora ponerla en buen camino…” El buen camino significa que Dora adhiera al funcionamiento insincero del conjunto y particularmente que no cuestione la infidelidad de su padre (pp.126-127). En este conjunto, cada uno hace su aporte que contribuye a sostener los síntomas de Dora. Esto es posible, retomando a René Kaës, por un acoplamiento inconsciente entre las psiques, que organiza el vínculo entre los integrantes del grupo Dora. Los enunciados singulares de cada uno pasan a ser comandados por los organizadores inconscientes de la realidad psíquica del grupo ayudando a modelar además las cadenas asociativas de cada sujeto, en una influencia recíproca. Así las contribuciones de cada sujeto perteneciente a un conjunto, están estructuradas según su singularidad y su historia, pero además se construyen según la relación que se establece entre los miembros del grupo y los vínculos que construyen entre sí. En este caso, debemos considerar además aquello que aporta Freud, según el vínculo que estructura en el tratamiento con Dora. Al respecto Freud (1993) nos cuenta: “…Cuando al concluir (la sesión) expresé mi satisfacción por lo logrado, ella respondió desdeñosamente “.¿Acaso ha salido mucho?” Dora inicia la sesión siguiente de esta manera: “¿Sabe usted, doctor, que hoy es la última vez que vengo aquí?” (p. 92). Entre ambos se reitera una modalidad vincular de desencuentro, característica del grupo familiar que nos ocupa. Freud está envuelto en la satisfacción por sus descubrimientos “…quería someter mis premisas a una dura prueba” (p. 29) y Dora está envuelta en el juego de seducción y frustración. Al reflexionar con posterioridad sobre lo ocurrido, Freud puede pensar acerca del vínculo construido entre él como analista y su paciente. Percibe que Dora mantenía una parte de sí misma fuera del encuentro analítico. Se da cuenta que el vínculo terapéutico ha corrido la misma suerte que el vínculo entre Dora y el Sr. K. “El Sr. K había comenzado un introito en alguna medida serio; pero ella no lo dejó terminar… Tan pronto comprendió de qué se trataba, le dio una bofetada en el rostro y escapó” (Freud, 1993, p. 42). Algo semejante ocurrió con Freud al interrumpir Dora abruptamente su tratamiento. Que la reflexión de Freud se produzca sólo con posterioridad a los hechos, es una de las características descriptas en el “enactment”. Este concepto, si bien su significado no es unívoco, se refiere al impacto que tiene la transferencia del paciente sobre la subjetividad del analista, impacto que suele ser descubierto por el analista luego de haber ocurrido. Implica un campo intersubjetivo en donde la acción tiene lugar, acción dominada por una intensidad emocional y por una comunicación, principalmente, no verbal. Con respecto a este concepto Zysman (2011, pág.2) expresa que “…las definiciones se vuelven relevantes en relación con los roles contrapuestos que se le atribuyen en el desarrollo del proceso psicoanalítico: puede ser visto como un serio obstáculo para el mismo, pero también como favorecedor, un hecho que de no producirse dejaría fuera del análisis aspectos importantes del paciente y de la relación del mismo con su analista”.. Desde esta perspectiva podemos reflexionar sobre dos puntos. En primer lugar, la seducción y la actitud frustradora de Dora forman una construcción conjunta con la ilusión y la frustración de Freud. En segundo lugar, y luego de estos sucesos, el pensamiento de Freud sobre los mismos lo llevará a profundizar su descubrimiento de la transferencia. En este último sentido pueden pensarse dos momentos diferenciados de la tarea analítica. Lo nuestro debe lograrse en inmanencia “en vivo y en directo” en un trabajo que ineludiblemente nos implica. Luego, el paciente y/o el analista podrán establecer otra narrativa. Podrán incluso hacer después, en posición trascendente, una construcción acerca de lo acontecido (Moreno, 2010, p. 26). Kaës (1998) amplía el análisis vincular: El grupo–Dora es entonces el aparejamiento en el espacio de las relaciones de familia, de los grupos internos de cada uno, alrededor del grupo interno (fantasma, identificación, síntoma) de Dora al servicio de la realización de los deseos y de las defensas de cada uno de los protagonistas, Freud incluido. Este espacio intersubjetivo está estructurado por la sumisión de Dora (su cuerpo, su identificación, sus fantasmáticas, sus relaciones de objeto) al grupo del cual ella es el emblema (p. 74). Según Kaës (2009), las alianzas inconscientes se establecen entre dos o más personas a fin de concretar un acto que implica un interés y un compromiso mutuo entre los participantes, a la vez que quedan ligados. Estas alianzas organizan el vínculo intersubjetivo, es inevitable su existencia, no hay vínculo sin su existencia. Freud pudo descubrir parte de estos anudamientos inconscientes que infiltraron la alianza terapéutica, lo que se manifestó en el movimiento de la transferencia. En un principio Freud la ayuda a Dora a confrontarse con sus verdades y le muestra cómo ella se beneficia y ayuda a sostener situaciones de las que se siente víctima. Sin embargo no fue capaz de confrontarla con la verdad de su homosexualidad. Él sólo podía percibirse como sustituto en la transferencia del Sr. K., sosteniendo una alianza que niega el saber sobre el deseo inconsciente más oculto. Freud supone la inclinación homosexual de Dora hacia la Sra. K, pero no pudo seguir avanzando. Se puede percibir en el lugar del Sr. K, pero no pudo considerarse en el lugar de la Sra. K. Tal vez se acerca a esta línea cuando se cuestiona, luego al escribir el epílogo, si hubiera podido conservar a Dora en el tratamiento si él hubiera representado un papel presentándole un cálido interés, como sustituto de la ternura que ella anhelaba. Al respecto nos surgen algunas preguntas. ¿Cuánto de lo que le ocurre a Freud se debe a la constelación interna que modela su contratransferencia? Nos referimos a la dificultad de analizar el vínculo primitivo con la madre. ¿Cuánto se debe al momento histórico en el que se privilegian algunos significados en detrimentos de otros? ¿Tal vez Freud hizo hincapié en el vínculo con el padre, por la importancia otorgada al hombre en detrimento de la mujer en esa época de la cultura? En realidad, esto nada tiene de extraño si recordamos que nuestra dupla funcional en el trabajo analítico se da en torno a la asociación libre, en un espacio en el que buscamos que confluyan los inconscientes de terapeuta y paciente... (Morales, 2008). Quizás a partir de los aportes de psicoanalistas posteriores a Freud, entre ellos M. Klein que pudo bucear en el vínculo primitivo con los padres, resultó más fácil profundizar en otra dirección. Si Freud hubiera vivido en nuestro tiempo, ¿hubiera analizado del mismo modo? “No uno sin lo otro”, nos dice Kaës, haciendo referencia a la coexistencia del nivel intersubjetivo y el inconsciente de los sujetos, contenidos en un espacio psíquico transubjetivo entendido como aquél que articula a los sujetos de un conjunto con la cultura y lo social. Tanto la pregunta de Freud “¿si hubiera representado un cálido afecto maternal,…?” como la nuestra “¿si hubiera vivido en nuestro tiempo,…? son valiosas en tanto preguntas que nos invitan a pensar. La incertidumbre de la respuesta está dada por la singularidad extrema de cada momento. En el contexto de las disposiciones, alguien prestó el aliento (el paciente o el terapeuta), se produjo la chispa y se echó a andar la experiencia. A veces, por primera vez, aquello que era potencial o que estaba trabado en su expresión pudo encontrar un lugar en la comunicación con el otro (Morales, 2008). Retomando a Kaës (2009), dentro de las alianzas están aquellas que colaboran en la estructuración del psiquismo, aquellas que se refieren a las prohibiciones fundamentales, que posibilitan la vida en la cultura, como la prohibición del incesto y el renunciamiento directo de las pulsiones agresivas. Entre ellas, el contrato narcisista es un contrato de renunciamiento, que implica la aceptación de las prohibiciones fundamentales. Por otra parte el desvío o renuncia de una acción inmediata de descarga facilita el trabajo de pensamiento. El desvío es posible por la presencia de una autoridad que facilita los procesos de transformación de la pulsión. Con la prohibición aparece así el pensamiento en lugar del cuerpo a cuerpo. La falla en la estructuración del contrato narcisista, da lugar a pactos narcisistas. En ellos se busca una total igualdad narcisista, no se soporta la separación o discriminación que atenta contra este pacto. Su efecto es la violencia destructiva, quizás como la que recae sobre el trabajo terapéutico de Freud. Dora, desinvestida del amor de su padre, quien ve sólo en ella un medio para lograr su satisfacción, no puede ser ayudada por él a separarse de su objeto primitivo, la madre. En cierta forma el padre de Dora funciona como un padre arcaico fuera de la ley común y compartida, con un goce que no encuentra límites en su satisfacción, arbitrario. Salir de esta forma de funcionamiento implicaría una restricción a la satisfacción pulsional. En el grupo que rodea a Dora no se dio un pasaje de una relación de poder a una relación de autoridad. Dora continúa con este proceder, esgrimiendo su poder ante Freud, privándolo de la posibilidad de un encuentro creativo. Es una manera de ser fiel al vínculo con el padre omnipotente, pero quizás también es una forma de despojar de sus atributos al padre en la transferencia, dejándolo sin su instrumento más valioso: el análisis. Dora deja “impotente” a Freud, tal como ella imaginaba a su padre en su relación con la Sra. K. Freud logra, en parte, salir de la sumisión ante este poder tiránico; lo logra a través del trabajo del pensamiento, que se abre en algunos puntos y queda inevitablemente obturado en otros. Dora reactualiza con Freud una pareja que no puede unirse. Quizás para Dora, el interés de Freud por sus descubrimientos, le hizo sentir que ella también era un medio para la satisfacción de Freud en el plano científico. Freud, al reflexionar con posterioridad a la interrupción del frustrado tratamiento logró acercarse a los pensamientos que no pudo incluir en la cura. Dentro de las alianzas están también las alianzas defensivas, entre ellas el pacto negativo, que se refiere a aquello que queda silenciado. En lo que queda en silencio, está lo que no se ha realizado aún, pero cuya realización es potencialmente posible. En la medida que Freud acepta lo imposible, lo desconocido, es decir, la negatividad radical, la presencia de este límite puede convertirse en un estímulo para el pensamiento y puede recuperar aquello posible de ser pensado. Podemos concluir pensando que los síntomas y las modalidades vinculares que Freud enfoca en Dora son aspectos visibles de una organización vincular familiar y grupal que une, hace lazo y organiza a todos los sujetos implicados quienes ponen a disposición de esta organización sus propios deseos y fantasías, intentando mantener a través del espacio y del tiempo la inmovilidad de la organización vincular. Se trata de una organización caracterizada por: secretos y traiciones compartidas, acuerdos de desencuentros frustrantes, estimulación seductora de deseos destinados a la no satisfacción, juego erotizado de distancias y encuentros, alianzas interfamiliares heterosexuales y homosexuales, ataques a los vínculos de conocimiento... Es esta red, que invita y que atrapa, la que es ofrecida en la transferencia a Freud. Es así como Freud queda entramado en esta alianza en el vínculo transferencial y también es así como él mismo puede salir de buena parte de esta trama, descubriendo y creando tanto técnica como teoría psicoanalítica. Es un modelo fecundo que nos dejó Freud, que puede ser enriquecido y vuelto a pensar. El poder pensarnos como analistas insertos en una escena en la que pasamos a formar parte, nos puede orientar en la incertidumbre cotidiana de nuestros consultorios. Nos proporciona una herramienta fundamental en el despliegue de nuestro trabajo vincular. Bibliografía Freud, S. (1905). Fragmentos de análisis de un caso de histeria. En Obras Completas, (Vol. 7, pp. 1-107), Amorrortu, 1993, Buenos Aires. Kaës, R. (1998). Lo histérico y el grupo. Revista de la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de grupo, 11 (1), 59-87.Buenos Aires. Kaës, R. (2009). Les Alliances Inconscientes, Editorial Dunod, Paris. Morales, P. (2100). Enactment y cambio. Obtenido el 26 de Julio de 2012 en http://pedromoralespaiva.blogspot.com.ar/2011/11/13082010-enactment-y-cambio.html Moreno, J. (2010). Tiempo y trauma: continuidades rotas, Editorial Lugar. Buenos Aires. Valla, I., Muzlera, S, Kahane, G. (2000). Freud y Dora: germen de desarrollos vinculares. Actas III Jornadas Nacionales de la FAPCV, 125-130. Buenos Aires. Zysman, S. (2012). El enactment: Venturas y desventuras. Versión ampliada del trabajo presentado con el mismo título en el Panel del Comité del Proyecto de Integración Conceptual; 47° Congreso de la IPA en México 2011. Resumen Freud y Dora Acerca de las alianzas inconscientes En este trabajo planteamos que los síntomas y las modalidades vinculares que Freud enfoca en Dora son aspectos visibles de una organización vincular familiar y grupal que une, hace lazo y organiza a todos los sujetos implicados quienes ponen a disposición de esta organización sus propios deseos y fantasías, intentando mantener a través del espacio y del tiempo la inmovilidad de la organización vincular. Se trata de una organización caracterizada por secretos y traiciones compartidos, acuerdos de desencuentros frustrantes, estimulación seductora de deseos destinados a la no satisfacción, juego erotizado de distancias y encuentros, alianzas interfamiliares hétero y homosexuales, ataques a los vínculos de conocimiento... Es esta red, que invita y que atrapa, la que es ofrecida en la transferencia a Freud. Es así como Freud queda entramado en esta alianza en el vínculo transferencial y también es así como él mismo puede salir de buena parte de esta trama, descubriendo y creando tanto técnica como teoría psicoanalítica.