La reinterpretación paródica del código de honor en Crónica de una muerte anunciada Hugo Méndez Ramírez University of Virginia Al acercarnos a la obra de García Márquez con el fin de elucidar el mosaico transtextual donde se inscribe, nos damos cuenta que la crítica se ha centrado siempre en algunos escritores modernos. Con frecuencia se menciona a Faulkner, Hemingway, Greene, Dos Passos y otros autores norteamericanos. Hasta ahora, no se ha llevado a cabo un estudio detenido del gran impacto que ha tenido en García Márquez la literatura del Siglo de Oro. Gerard Genette en su libro Palimpsestes define «transtextualidad», o trascendencia textual del texto, como «todo aquello que lo relaciona [al texto] manifiesta o secretamente con otros textos» (1). Incorporamos en este estudio dicha terminología, y utilizamos específicamente, además, el concepto de «palimpsesto» o «hipertextualidad» desarrollado por Genette para describir «toda relación que une un texto B (que llamaré hipertexto) a un texto anterior A (que llamaré, está claro, hipotexto) sobre el cual se inserta de una manera que no es la del comentario» (6). Antes y después de la publicación de Crónica de una muerte anunciada, García Márquez ha declarado que algunas de sus lecturas favoritas son el Amadís de Gaula y el Lazarillo de Tormes; y ha afirmado que además de las influencias de Sófocles, Rimbaud y Kafka, la poesía española del Siglo de Oro debería ser incluida en su lista de lecturas32. Ninguna obra de García Márquez, sin embargo, ofrece tantas alusiones a la literatura del Siglo de Oro como Crónica de una muerte anunciada33. La lectura detenida de la obra descubre debajo de su estilo policial una magnífica parodia del tema central del teatro español del siglo XVII: el honor. Nuestra definición de parodia literaria se ajusta aquí a la establecida por Henry K. Markiewicz, según la cual una obra no es ridiculizada debido a su manera particular de ridiculizar al modelo; su comicidad resulta no de la discrepancia entre sus aspectos particulares, sino de la exageración y condensación de los rasgos característicos del modelo. La parodia, como la entendemos en nuestros días es, según Markiewicz, «the recast of a serious work for satirical purposes, directed, however, not against the model but aimed at ridiculing contemporary customs or politics» (1265). La selección del tema revela, por lo tanto, ciertas inquietudes y valores sociales, mientras su tratamiento indica la opinión del escritor sobre dichos valores. La exégesis sobre Crónica es muy amplia y variada. Algunos se han aproximado al texto desde la perspectiva feminista (K. Ross, S. M. Boschetto, W. O. Muñoz). E. P. Mocega González ve en la novela la trayectoria histórica latinoamericana de conquistadores y conquistados. A. M. Penuel, W. O. Muñoz y otros, opinan que se trata de un ataque indirecto, aunque persistente, contra la Iglesia Católica y sus valores tradicionales. También hay aquellos que encuentran la figura simbólica de Cristo (J. Concha, L. Ambrozio, W. O. Muñoz, A. M. Penuel, etc.), o la antigua tragedia griega y el rito del sacrificio (G. Pellón, A. Rama, M. E. Davis). Jorge Ruffinelli, como Rama, se lanza a deslindar los hechos que pertenecen a la realidad y los que son parte de la ficción, para proponer que ambos son el recurso garcimarquiano para expresar artísticamente la complejidad de la vida humana. Existen otros estudios, pero en general todos ellos se podrían reducir a dos interpretaciones básicas. Por un lado, se encuentran aquellos que interpretan la novela en términos de la fatalidad tan persistente en la obra de García Márquez (Donald Shaw, Ángel Rama, Holzapfel, –––––––– 935 –––––––– Rodríguez y S. M. Boschetto, entre otros); por el otro, están los que la explican en función de la violencia (culpa) colectiva y su dinámica social (Gustavo Pellón, Richard Predmore, J. Fowles, M. Bandyopadhyay, etc.). En cuanto al enfoque que venimos planteando, varios estudiosos han tomado en consideración para sus ensayos el tema del honor, aunque ninguno de ellos lo ha desarrollado en detalle, Para Dona M. Kercher, Crónica es «especially for non-Hispanists... an absurd tale for the 1980's. The survival of the honor drama in these days is incredible, even more since A Death Foretold plays it out with the lower classes» (100). Tal vez, como dice Kercher, para el no-hispanista sea difícil creer que tales valores tengan aún vigencia en nuestros días. Lo que no aclara Kercher es la correlación que hay en Crónica con dichos valores, que sí tienen vigencia en la cultura latinoamericana de hoy, incluyendo las clases populares. John Fowles, un novelista y un no hispanista, muestra que no sólo para los hispanistas o latinoamericanos, Crónica es una obra creíble para los años ochenta. Fowles incluso sugiere que la pasada guerra de Las Malvinas fue el producto indirecto de ese aberrante sentido de honor español arraigado no únicamente en la sociedad sudamericana, sino también en suelo europeo34. También señala que en Crónica hay ecos del episodio de doña Elvira en la leyenda de Don Juan de Molière, donde los dos hermanos de doña Elvira, de manera similar a los gemelos Vicario, «debate their senses of honor in front of Don Juan (one is for killing him on the spot, the other for a few days' delay). Molière manages to convey both the massive gravity and the total absurdity of this black Iberian faith that offense to personal honor excuses every crime and lunacy under the sun» (722). Fowles, no obstante, se interesa más en condenar las motivaciones políticas envueltas en la absurda guerra que en analizar el texto. Richard L. Predmore en su artículo afirma que en medio de tanta ambigüedad en la novela sólo hay dos cosas claras y firmes: «la muerte violenta de Santiago Nasar y la creencia de todo un pueblo en la validez de su código de honor» (705). Predmore subraya la moral trastocada de una sociedad, víctima de un código de honor en su forma más primitiva, concluyendo que lo que García Márquez expresa en Crónica «es una crítica feroz del código de honor imperante en el pueblo de los Vicario» (711). Finalmente, Donald McGrady, B. M. Jarvis y D. Iglesias asocian a Santiago Nasar con la imagen del «halcón», lo que caracteriza al personaje como un don Juan de acuerdo con la imaginería de la literatura tradicional. Según McGrady, los casos en que se le compara a Santiago Nasar con el halcón..., son demasiado numerosos para enumerar aquí. Baste decir que las reiteradas comparaciones con el ave de presas altas sirve para caracterizar a Nasar como un Don Juan dedicado a desflorar a cuantas doncellas encuentra. (109) De esta manera, McGrady sugiere que Santiago Nasar sí fue en realidad el responsable de la pérdida de las prendas de Ángela35. El perfil de la lectura que aquí se plantea intenta incrustarse en un marco crítico que cuestiona la enunciación del texto, considerando el discurso de éste un comentario paródico de ciertos valores sociales y culturales de una época. Al mismo tiempo, planteamos que la novela se presenta como un diálogo transtextual de la literatura tradicional, donde Crónica se convierte en el hipertexto de la comedia y ésta, a su vez, en el hipotexto en que se inserta el relato del colombiano. Crónica se convierte así en un palimpsesto que deja traslucir ciertos elementos del drama español. En nuestro ensayo, que se sumará a los estudios anteriores, cotejamos temas, acciones y algunas alusiones textuales del drama español que sugieren que García Márquez encontró en la comedia del Siglo de Oro -especialmente la de Lope- varios elementos para la elaboración de su novela. Con este enfoque nuestra interpretación pretende dar una visión más específica de la sociedad y una explicación al complejo mecanismo del comportamiento colectivo en el pueblo de los Vicario. Para entender mejor lo anterior, es necesario hacer una breve síntesis del concepto del honor representado en la comedia y su función social en el siglo XVII. El teatro español y la sociedad del siglo XVII Desde 1520, en el teatro español del siglo XVI... venía formulándose un concepto de la honra... este tema dramático, que constituirá luego un motivo central de nuestra comedia, estaba delineado con sus rasgos más importantes. Su esquema podría ser el siguiente: el honor y la fama son idénticos; la pérdida de la honra es análoga a la pérdida de la vida;... cuando se llega a perder el honor, la venganza es empleada inmediatamente. (Castro, 19) El concepto del honor formulado en la comedia tenía también una función social importantísima, –––––––– 936 –––––––– pues se pensaba que la comedia era un reflejo de la sociedad española. J. A. Maravall, sin embargo, sugiere que el teatro español no era precisamente un reflejo de la sociedad, sino un instrumento propagandístico, modelador de ciertos valores y convenciones. Con él, agrega Maravall, se pretende alcanzar, en su sensibilidad, en su ideología, a los presentes, a quienes se propone atraer a una concepción de la sociedad y de los hombres, en cuyos intereses se orienta, en su base social, la cultura barroca. (26-27) Además, al público le fascinaba el tema. Lope de Vega, en su Arte nuevo de hacer comedias, así lo establece: «Los casos de honra son mejores / porque mueven con fuerza a toda gente» (Obras escogidas, 181). Es evidente que la comedia de Lope fortalecía una sociedad altamente estratificada, así como una concepción ideológica basada en una serie de normas establecidas en el código de honor español36. García Márquez -posiblemente el escritor latinoamericano más leído, el Lope de nuestro tiempo- se vale del tema del honor y los elementos de la comedia para armar su novela. Desde luego que lo que el autor colombiano se propone alcanzar es lo opuesto a lo que pretendía Lope en la comedia española. De un dudoso y trivial lance de honor, ocurrido 27 años atrás en el municipio de Sucre, García Márquez elabora su Crónica, agregándole elementos que pertenecen puramente a la ficción literaria; y con la ironización y la exageración de estos elementos García Márquez ridiculiza a los personajes y su código moral, para subrayar el carácter absurdo y brutal de los vestigios distorsionados de esta herencia cultural española que aún persiste en nuestra Latinoamérica de hoy. Los datos históricos No ha cambiado mucho la manera en que los escritores buscan inspiración para sus relatos. García Márquez desentierra un episodio casi treinta años después de ocurrido «tratando de recomponer con tantas astillas dispersas el espejo roto de la memoria», (14) y lo ha llamado crónica y no novela para prestarles realidad histórica a los sucesos que narra. Los escritores del Siglo de Oro, curiosamente, también buscaban inspiración para la trama de sus comedias en las crónicas y en los romances, apegándose en parte a los datos históricos y enfatizando lo dramático de la fuente. Lope, por ejemplo, quería que su obra Peribáñez y el Comendador de Ocaña se desarrollara en la época de Enrique III. Para adornar de algunos datos históricos su pieza, acudió a la Crónica de Juan II. Al principio del acto tercero, comenta J. M. Marín, se ve como Lope siguió de cerca el texto histórico, limitándose a poner en verso lo que narraba en prosa la Crónica. Pero sólo esa secuencia tiene origen en fuente escrita. Por eso no cabe hablar de fuentes de la obra, sino más bien de pretextos para escribirla. (40) García Márquez, de manera similar a Lope, también encuentra su pretexto (trama) en una crónica (periodística), en un hecho histórico. Como Lope, parte de ahí, para luego entretejer su historia que pertenece completamente al mundo de la creación literaria. Es interesante observar también que los «hechos» presentados en Crónica coinciden en varios aspectos con los hechos que sirvieron de base a uno de los mejores dramas trágicos de Lope. Se trata de El caballero de Olmedo -drama inspirado, como otros tantos, en crónicas y romances. Francisco Rico, en su introducción a esta pieza, reproduce el texto de la crónica que utilizó Lope como fuente en su recreación de la tragedia: Un miércoles, 6 de noviembre de 1521, don Juan de Vivero volvía «por el camino real de la villa de Medina del Campo para la dicha villa de Olmedo.» Un cierto Miguel Ruiz, olmedano también, «armado de diversas armas y con una lanza en la mano y a caballo, y otros tres hambres con él, armados con coseletes y lanzas y a pie, le estaban aguardando sobre asechanzas; y llegando el dicho don Juan salvo y seguro, en una mula, cerca de la casa que dicen de la Sinovilla, el dicho Miguel Ruiz y los otros tres que con él estaban,... quedando otros en reguarda, recudieron contra el dicho don Juan; segura y alevosamente dizque el dicho Miguel Ruiz le dió una gran lanzada al dicho don Juan, de que le quedó el hierro en el cuerpo y murió dello casi súbitamente; y no contento de lo susodicho, dizque mandó a los dichos hombres que con él venían que matasen al dicho Luis de Herrera, los cuales lo pusieron por obra de lo matar y le dejaron por muerto, y se acojieron al monasterio de la Mejorada». (36) [El subrayado es mío] De esta crónica de la desgracia, hay dos elementos que nos interesan. El primero es la muerte violenta de «dicho don Juan» en manos de estos hombres armados con lanzas que aguardaban acechantes a su víctima cuando llegaba a su casa37. El segundo es el recurso de «tomar sagrado» con el cual los criminales intentaron evadir la justicia; «se acogieron al monasterio de la Mejorada.» La asociación de este pasaje con la victimización de Santiago Nasar en manos de los gemelos Vicario, y el –––––––– 937 –––––––– hecho de que después del crimen los hermanos Vicario «irrumpieron jadeando en la casa cural» (Crónica, 79), sugieren la vinculación temática de ambas obras. La irrupción en la iglesia o «tomar sagrado» (y sus distintas manifestaciones) es un recurso común en la comedia y en la literatura española. Pero la razón por la cual ha sido incluido en la novela (independientemente de su verosimilitud), parece obedecer no sólo al deseo del autor de incrustar la obra dentro del contexto temático del drama de honor español, sino de ridiculizar dicho recurso. La exageración y la ironía con la que es relatado el episodio, además del anacronismo, son los elementos que utiliza el escritor colombiano para burlarse de sus personajes. Los presagios En las comedias del Siglo de Oro, y en particular las de Lope, los presagios juegan un papel importante en el desenlace de la obra. No es necesario insistir que en Crónica los presagios forman parte de esa fatalidad característica de las obras de García Márquez. En Crónica, los presagios apuntan hacia la inmolación de Santiago Nasar. En El caballero de Olmedo de Lope los augurios aciagos de don Alonso también anuncian su muerte. Un pasaje de la comedia es revelador. Don Alonso -víctima de la tragedia- ha tenido unos sueños que le han inquietado, y le relata a su sirviente una escena premonitoria: ALONSO: Hoy, Tello, al salir el alba, con la inquietud de la noche, me levanté de la cama, abrí la ventana aprisa, y, mirando flores y aguas que adornan nuestro jardín, sobre una verde retama veo ponerse un jilguero, cuyas esmaltadas alas con lo amarillo añadían flores a las verdes ramas. Y estando al aire trinando de la pequeña garganta con naturales pasajes las quejas enamoradas, sale un azor de un almendro, adonde escondido estaba, y como eran en los dos tan desiguales las armas, tiñó de sangre las flores, plumas al aire derrama. ............................................. Yo, midiendo con los sueños estos avisos del alma, apenas puedo alentarme... (2, 1757-86,) [El subrayado es mío]. Desde la primera página, en Crónica encontramos también, que en los dos sueños aciagos de Santiago la noche antes de ser asesinado, hay elementos que se corresponden con el pasaje anterior. Santiago había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, pero al despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros. «Siempre soñaba con árboles», me dijo Plácida Linero... «La semana anterior había soñado que iba solo en un avión de papel de estaño que volaba sin tropezar por entre los almendros». (9) [El subrayado es mío] Los dos pasajes están llenos de símbolos eróticos -árboles; jardines; flores; agua; llovizna; jilgueros que derraman sangre y plumas al aire; pájaros salpicando excremento; y sobre todo, hay dos imágenes interesantes: el azor o halcón, ave de presas altas como representación del don Juan en la caza del amor; y el almendro, símbolo de la imprudencia debido a que florece antes de que el invierno termine (ambos símbolos muy comunes en la literatura del Siglo de Oro)38. Si analizamos el primer fragmento bajo el contexto total del drama, nos damos cuenta que don Alonso sufre una metamorfosis. De ser un don Juan (halcón) que va a otro pueblo (Medina) a conquistar a doña Inés (pretendida por don Rodrigo), se convierte en un pequeño jilguero a punto de caer en manos de su rival celoso don Rodrigo (el azor escondido en el almendro). Esta transformación del personaje es análoga a la que sufre también Santiago Nasar (gavilán pollero) hacia el final de la novela cuando se entera de que los hermanos Vicario lo quieren matar. Nahir Miguel, el que había de ser su futuro suegro, después de informarle de las malas nuevas, describe la reacción de Santiago: «Parecía un pajarito mojado» (183). En cuanto a sus sueños, ya hemos señalado el carácter simbólico de los mismos (llovizna tierna, higuerones, pájaros, almendros, etc.). Para Santiago el sueño de que iba solo volando entre los almendros es el augurio de su muerte al cruzar la plaza llena de almendros. El almendro en ambos casos representa la imprudencia de estos donjuanes. Tanto Santiago como don Alonso, debido a sus lances amorosos, mueren prematuramente. Santiago muere en febrero (invierno), después de que había cumplido tan sólo veintiún años. En forma de una serie de presagios y casualidades inexplicables, la fatalidad en Crónica se va perfilando como la fuerza que impulsa y dirige las acciones humanas. El fatalismo –––––––– 938 –––––––– forma parte integral de ese palimpsesto sobre el cual se apoya la narración. La fatalidad es un elemento esencial en la comedia, y aquí se convierte en un recurso más en el proceso de parodización. Recordemos que ni la madre del narrador ni la madre de Santiago, que «[t]enía una reputación muy bien ganada de intérprete certera de los sueños ajenos» (10), había advertido algún augurio aciago en esos presagios. Se trata, pues, de una sátira dirigida, no contra el hipotexto o el modelo, sino que va orientada hacia dichas creencias y costumbres. Las comedias de comendadores Tal vez la comedia más famosa de Comendadores sea Fuenteovejuna de Lope. De manera similar a Crónica, encontramos en esta comedia que todo un pueblo decide por sí mismo vengarse del Comendador lascivo que ha mancillado a la hija del alcalde del pueblo. El alcalde de Zalamea y Peribáñez y el Comendador de Ocaña, también de Lope, son variaciones de este mismo tema. La correlación temática con Crónica es evidente, puesto que el narrador nos dice que la muerte de Santiago fue «una muerte cuyos culpables podíamos ser todos» (131), o sea, que todo el pueblo, al no impedir el crimen, se convierte en cómplice del mismo. Además, la identificación de Santiago con estos Comendadores lascivos es válida si consideramos que el narrador de esta Crónica insiste en caracterizar a Santiago como «un gavilán pollero que andaba solo, igual que su padre, cortándole el cogollo a cuanta doncella sin rumbo empezaba a despuntar por esos montes» (144). Santiago Nasar, como los Comendadores de estas comedias, se vale de su posición social y su riqueza para cometer atropellos contra las doncellas del pueblo porque «[c]reía que su plata lo hacía intocable» (162), nos dice uno de los personajes de la novela. Crónica es una obra llena de ambigüedad. García Márquez se ha encargado de llenarla de elementos contradictorios. El tono grave y trágico que caracteriza a Fuenteovejuna, en Crónica se convierte en un discurso socarrón que tiende a invalidar el decoro del mismo. El dramatismo con el que se describe el linchamiento del Comendador contrasta con el ambiente casi carnavalesco que domina la escena final de la inmolación de Santiago. La ambigüedades aquí utilizada con el propósito de presentar una perspectiva multidimensional de la realidad, opuesta a la visión predeterminada contenida en la comedia, dado su carácter configurador. Por lo tanto, se convierte también en un elemento subversivo parodiante que sacude en el lector su cómoda y tradicional concepción de justicia. Por una parte, Santiago es presentado como un verdadero don Juan sin escrúpulos porque cree que su dinero lo hace intocable. Por la otra, el narrador defiende la posible inocencia del personaje e insiste que nunca hubo pruebas contundentes de su culpabilidad. Lo único que queda es el desconcierto del lector ante el misterio y una muerte brutal que nunca debió ocurrir. La falta de amor Otro de los ecos de la obra de Lope en esta novela es también de orden temático. En este caso, se trata de un tema que al parecer obsesionaba a Lope: la no correspondencia del amor, o para ponerlo en palabras de García Márquez, «el inconveniente de la falta del amor» (Crónica, 57). Muchas de las obras de Lope (y de la comedia española) muestran el conflicto creado por la costumbre española de arreglar los matrimonios por motivos económicos y de poder sin tomar en cuenta el inconveniente de la falta del amor. En El caballero de Olmedo este tema se convierte en el motivo desencadenador de la desgracia. Don Alonso (la víctima), aludiendo a su amada Inés, pretendida por don Rodrigo (rival), inicia la obra con los siguientes versos: Amor no te llame amor el que no te corresponde, pues que no hay materia adonde imprima forma el favor (1, 1-5) García Márquez, en Crónica, muestra una especial insistencia en los matrimonios de conveniencia. A través de toda la obra se presentan personajes que están sujetos a las convenciones de la tradición. El narrador, al principio del segundo capítulo, nos dice que el matrimonio de Bayardo San Román y Ángela Vicario había sido arreglado por sus padres: Ángela Vicario no olvidó nunca el horror de la noche en que sus padres y sus hermanas... le impusieron la obligación de casarse con un hombre que apenas había visto... Ángela Vicario se atrevió apenas a insinuar el inconveniente de la falta de amor, pero su madre lo demolió con una sola frase: -También el amor se aprende. (57) Además, Ibrahim Nasar, padre de Santiago, se había casado con Plácida Linero porque pertenecía a una familia «que fueron gentes –––––––– 939 –––––––– de poder y de guerra hasta que se les acabó la fortuna» (131). Santiago Nasar por lo tanto «era hijo único de un matrimonio de conveniencia que no tuvo un solo instante de felicidad» (15). El escritor también insiste en marcar la condición utilitarista de Santiago. Su preocupación obsesiva por el costo de la boda, y su aceptación del matrimonio convencional con Flora Miguel, que había sido arreglado por sus padres «Tal vez porque tenía del matrimonio la misma concepción utilitaria que su padre» (178)- corroboran su adscripción a tales convenciones sociales. Con estos ecos, García Márquez se enfrasca en una crítica personal contra esa tradición absurda que aún persiste no sólo en la cultura latinoamericana, sino en todo el mundo. De nuevo, la hipérbole y la ironía le sirven al colombiano para expresar su grado de adhesión a esta costumbre en particular. Pero esto no es todo; García Márquez, además de estas afinidades que parecen ser eco de las obras mencionadas anteriormente, sigue cuidadosamente un paradigma de acción, o una serie de acciones características de los personajes de la comedia, acciones que estaban determinadas por las normas que imponía el código de honor. Magistralmente García Márquez echa mano de estos elementos con el fin de parodiar el tema del honor y su código. La parodia del código de honor Bayardo San Román, al devolver a Ángela Vicario la noche de bodas, hace pública la deshonra. A partir de entonces los personajes de la obra actúan bajo el dominio fatal del código de honor. El código establecía que la honra se equiparaba a la vida, y a la menor merma de la misma, seguía la reparación inmediata; determinaba, además, que la reparación tenía que ser desarrollada solamente por aquellos que tenían honra; esto es, los nobles. Había también que matar al agresor fuera quien fuera, salvo que se tratara del rey, en cuyo caso el interés nacional estaba por encima del honor particular. Dentro de este contexto, en Crónica, como en las comedias de Comendadores, los autores del crimen no eran nobles ni pertenecían a ninguna clase privilegiada, sino todo lo contrario -son villanos que toman en sus manos la reparación de la honra, ayudados por todo el pueblo. Por otra parte, si asociamos a Santiago Nasar, el «heredero de la mayor fortuna del pueblo», con la imagen de un rey, esto explicaría las sospechas del narrador cuando supone que Ángela «estaba protegiendo a alguien a quien de veras amaba, y había escogido el nombre de Santiago Nasar porque nunca pensó que sus hermanos se atreverían contra él» (145). En realidad, Ángela no estaba del todo equivocada al suponer lo anterior, pues -como el narrador reitera a través de la novela-, los gemelos Vicario hicieron todo lo posible para evadir el horrible compromiso que les había caído encima. Lo que no tomó en cuenta Ángela fue la fatalidad impuesta al agredido una vez hecha pública la ofensa. A partir de entonces, según el código tradicional, el ofendido, independientemente de su voluntad, era obligado, por ley, a la venganza y recuperación de su honra. Américo Castro apunta al respecto: «por muchas protestas que se lancen en esos momentos, el interesado sabe que su deshonra es cosa hecha; no hay vía alguna por donde pueda salvarse» (27). García Márquez ridiculiza esta situación arquetípica al mostrar que los gemelos Vicario trataron por todos los medios posibles y «mucho más de lo que era imaginable para que alguien les impidiera matarlo y no lo consiguieron» (81). García Márquez se burla aquí de las normas impuestas por el código de honor, las cuales adquieren un carácter absurdo y a la vez fatal en una sociedad que prefiere ser cómplice de un crimen que enfrentarse a sus prejuicios de tradición. Esto es «lo que me pareció -dice el autorel elemento esencial: que los dos homicidas no querían cometer el crimen y habían hecho todo lo posible para que alguien se lo impidiera, y no lo consiguieron» (El olor, 37). Desde luego que este elemento es esencial para el autor, pues con él ataca lo aberrante y brutal del concepto del honor. Además, este nuevo elemento, agregado por García Márquez, pertenece totalmente a la parte de ficción de la novela. Mas, sin embargo, el clímax de la parodia del código de honor radica en el regreso de Bayardo después de las dos mil cartas que Ángela le había escrito. Hacia el final de la novela Bayardo regresa después de diecisiete años llevando una maleta de ropa y otra llena de un montón de cartas sin abrir (Crónica, 153). La clave de esta parodia la suministra el propio escritor en un artículo publicado en El País llamado «El cuento del cuento», en el cual habla de los hechos verídicos de la novela. Según García –––––––– 940 –––––––– Márquez, un día, cuando un amigo le dijo que Miguel Reyes (Bayardo San Román) había vuelto a buscar a Margarita Chica (Ángela Vicario) y que los dos vivían juntos y felices, «[N]o tuvo que decirme más -dice el colombiano- para que yo comprendiera que había llegado al final de una larga búsqueda» (citado por Predmore, 711). Por supuesto que el autor ha alterado los hechos para poder exponer su propia interpretación del concepto del honor, pues en realidad Miguel Reyes nunca volvió con la sureña Margarita Chica (Rama, 9). La «larga búsqueda» del escritor radica en este «hecho» que va totalmente en contra de lo establecido en el código de honor. García Márquez se burla así de sus personajes y de los prejuicios que determinan sus actos, con el fin de ofrecer una reinterpretación de este código: con el propósito de destruir el mito en aquellos que piensan que el honor es más importante que la vida, a quienes García Márquez responde con las palabras de su madre: «La honra es el amor» (Crónica, 155; el subrayado es mío). Es importante mencionar que esta frase está libre del tono irónico que caracteriza la novela39. A lo largo de Crónica, pocas veces se hace burla del punto de vista de la madre. De hecho, la madre del narrador es la única que está por encima de las convenciones de la tradición, la que «apreció como un acto de valor» (68) -por ejemploel que Ángela «se atreviera a ponerse el velo y los azahares sin ser virgen» (67). Con esta frase: «la honra es el amor», el narrador antepone la fuerza del amor a la tradición y al culto del honor, y no hay más honra para el narrador y su madre que ésta. Es por esa fuerza del amor que Ángela Vicario, después de haber sido de vuelta y mientras era golpeada por la madre, se da cuenta que ama a Bayardo, y vuelve a nacer, nos dice el narrador (147-49). El amor real que siente Ángela le devolvió su honra; «se volvió lúcida, imperiosa, maestra de su albedrío y volvió a ser virgen sólo para él, y no reconoció otra autoridad que la suya ni más servidumbre que la de su obsesión» (150). El amor no sólo le devuelve la honra, si no que la libera de la opresión y fatalismo del concepto tradicional. Por esa fuerza del amor es que Ángela (después de las dos mil cartas que le escribe a Bayardo) logra vencer los prejuicios y reservas de Bayardo. Este episodio, que pertenece puramente a la creación literaria del autor, a pesar de lo kitsch que parezca, encierra la parodia central que hace García Márquez del código de honor. Se trata, pues, de un código de amor y no de honor; un código que se caracteriza por la carencia de normas y leyes preestablecidas y que sólo se rige por la libre voluntad de los amantes. Es de capital importancia reiterar el carácter subversivo y paródico de este desenlace. García Márquez ha alterado las normas del código con el fin de socavar su aparente validez trascendental. Conclusión García Márquez ha insertado en Crónica varios elementos temáticos del drama español (lopesco), agregándole su nota personal. El «tomar sagrado», los presagios y el fatalismo; la probable inocencia de Santiago; la vacilación de los gemelos; el regreso de Bayardo; son los elementos claves dirigidos a ridiculizar e invalidar el código de honor. Si la comedia del Siglo de Oro, como dice Lope, «movía con fuerza a toda gente», y era considerada como un espejo de la sociedad, la novela de García Márquez es un espejo roto de la memoria que proyecta distintas realidades fragmentadas, y no sólo una cómoda y ordenada visión del mundo. Depende del lector, por lo tanto, reconstruir ese espejo roto. Desde luego que lo que el autor se propone es lo opuesto a lo presentado por Lope en sus comedias. A través de la parodia y ridiculización del tema y los personajes, García Márquez logra en esta obra reinterpretar el concepto del honor que existe en la imaginación de la sociedad, y a la sentencia barroca de «el honor es más importante que la vida», el autor antepone cinco palabras: «La honra es el amor.» –––––––– 941 –––––––– Obras citadas Ambrozio, Leonilda. «Morte/Nao Morte: O Mito de Cristo em Cronica de uma Morte Anunciada.» Revista Letras 35 (1986): 17-36. 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