La palabra (im)propia. Narraciᅢᄈn de la juventud en la Argentina de

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The handle http://hdl.handle.net/1887/21016 holds various files of this Leiden University
dissertation.
Author: Sastre, Luciana Irene
Title: La palabra (im) propia : narración de la juventud en la Argentina de poscrisis
Issue Date: 2013-06-26
I. Introducción
Nunca recordamos nuestra infancia,
ni el ayer tan próximo,
ni el instante huido al instante.
E. Benveniste,
Problemas de lingüística general.
Lo propio y lo impropio en la narración de la juventud
La literatura argentina de las últimas décadas ha explorado diferentes
modos de narrar la propia vida, en los que han sido significativas las experiencias de procesos históricos como la dictadura militar, la recuperación
de la democracia, el neoliberalismo y la crisis del año 2001. En su espacio
se han hecho sensibles las voces que no debían hablar y se han escuchado
palabras inadecuadas, inapropiadas, indicadoras de la distancia que separa
a los que cuentan la historia y lo que cada cual quiere decir. De este modo,
la pregunta acerca de cómo narrar ha sido central.
Entre 2001 y 2005 la pregunta por la narración se articuló con la que
refiere a la búsqueda específica de los recursos para contar la historia reciente.
Quizás por la naturaleza de esa interpelación al borde de la contradicción,
la literatura que se produjo durante este periodo estuvo particularmente
interesada en la juventud y su singular relación con el pasado.
En este trabajo propongo llamar narración de la juventud a la presencia de
los jóvenes en la literatura argentina de las últimas décadas que se manifestó
de dos modos: por un lado, por el protagonismo de los personajes jóvenes
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en la producción narrativa de esos años, por otro, por la creciente visibilidad
de los jóvenes escritores. La peculiaridad de esta recurrente y múltiple presencia juvenil radica en la exploración específica de los modos de acceder a
la historia de uno mismo durante el periodo de la «juventud», teniendo en
cuenta que parte de ese pasado sólo puede ser narrado por la voz del adulto,
es decir, una voz ajena. La narración (im)propia es la expresión con la que
intento nombrar, poniendo entre paréntesis aquello que indica que algo no
nos pertenece, una búsqueda de estrategias narrativas a través de las cuales
apropiarse de la narración.
La narración y la juventud, reunidas en torno a la pregunta por el pasado,
conducen al reconocimiento de dos voces con un mismo objetivo, por lo
tanto, la pregunta se desdobla para dar cuenta de dos narraciones imbricadas:
la de una voz adulta que relata la vida de los jóvenes y, a partir de ésta, la de
los jóvenes que cuentan su propia historia.
Varios de estos problemas se encuentran en «Noticia de un fallecimiento»
de Walter Benjamin (1982) cifrados en una pregunta: «¿No habría que
hablar mejor de sucesos que nos afectan como el eco, cuya resonancia, que
lo provoca, parece haber surgido, en algún momento de la sombra de la
vida pasada?» (45).
El breve relato de Benjamin narra el momento en que su padre le informó
de la muerte de un primo reemplazando la causa real de la muerte por otra,
de modo que el suceso que origina la noticia se pierde en el pasado acaso
por pudor, acaso por la imposibilidad de adecuar la explicación al niño.1
La crónica berlinesa dice que el niño, tras la sensación de incomprensión
que experimentó al escuchar a su padre, guardó «en la memoria» (46) los
rasgos del espacio que había contenido la escena, como si cada objeto mudo
pudiera conservar justamente el recuerdo de lo no dicho. De este modo, el
destinatario resistirá a las previsiones adultas y «muchos años más tarde»,
dice el narrador, encontrará en otra narración el sentido oculto en el relato
paterno, mas nada dice acerca de qué motivó a ese padre a intervenir en la
historia para convertirla en una narración diferente. Luego, Benjamin se
pregunta por aquella resonancia que ha hecho eco a lo largo de la vida y cuyo
sentido es dado, en algún momento, por una narración posible, tentativa,
dispuesta a ser modificada por otra.
1 En el relato, el narrador adulto explica que la causa de la muerte del primo fue la
sífilis y no un paro cardíaco como le dijo su padre.
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Benjamin hace visible la relación que se establece entre un relato incompleto en función de su destinatario y el esfuerzo de éste por dar sentido a los
silencios. En esta perspectiva, la narración sugiere la idea de lo inapropiado, lo
inadecuado en determinado tiempo y lugar, que perdura como «una sombra
de la vida pasada» y que se actualiza en el intento de narrar la propia historia.
En estas palabras pueden visualizarse los dos tiempos de la pregunta
benjaminiana en los que uno es «el eco» y otro, su «resonancia», como único
archivo de un sonido originario; también puede identificarse la interconexión
de esos dos tiempos que se hacen mutuamente significativos porque «nos
afectan» trayendo al presente algo del pasado. En el relato de Benjamin, el
lazo temporal que conecta la adultez con la infancia se construye mediante
el recuerdo de la explicación de la muerte. Al eludir aquello que podría ser
nocivo para el niño, sin quererlo, se abre el espacio y el tiempo del relato a
una acústica perenne pues ese lugar del padre, con su esfuerzo por cuidar la
inocencia infantil sin perjuicio de satisfacer la curiosidad del hijo, retarda
un saber. Sin embargo, lo que nos dice Benjamin es que los silencios son
también el estímulo para encontrar el sentido de lo no dicho en una nueva
narración. A partir de ello, como en todo olvido, comienza un proceso de
negociación consigo mismo, con no ser dueño de la historia aun cuando se
trata del relato que cuenta la propia vida.
Si la infancia es, como narra Benjamin, el periodo del mutismo, del infans
(del latín «el que no habla», Macchi, 273), y el adulto (del latín adultus, 19)
«el que ha concluido su crianza» y, por lo tanto, administra los sentidos de
lo dicho, el comienzo de la juventud podría pensarse como el momento en el
que ya no sólo es posible la sospecha ante el relato del otro sino que además
es viable la búsqueda de nuevos modos de contar un mismo suceso.
A partir de ese distanciamiento con la palabra ajena un nuevo periodo se
inicia y se caracteriza, en lo que a la narración incumbe, por la reelaboración
de los fragmentos que la memoria guarda del pasado para, de esta manera,
encontrar modos de apropiarse de la historia. En este sentido, la lectura de
la crónica berlinesa ofrece dos líneas troncales a partir de las cuales desarrollo mi trabajo: los jóvenes cuestionan el decir adulto como la literatura
cuestiona la narración y, por lo tanto, hablan en un ámbito en el que no se
espera que intervengan.
El decir de los jóvenes hace aparecer resabios de relatos de otros pero
dichos por «alguien que allí está de más» (Ranciére, 2011b: 61) que se adueña
de una narración que no le corresponde contar, como si fueran niños, pero
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ya no lo son. De esta manera, la literatura se apropia de la narración para
contar de modo inapropiado, haciendo del «mal cálculo» de las narraciones
ajenas su material y su proyecto, esto es, tomar la palabra para contar de
otro modo y abrir el espacio de las narraciones a otras voces. Así se hace
sensible lo condenado a ser invisible, inaudible: cuerpos, sujetos, relaciones
inesperadas entre ellos. Entre estas relaciones se encuentra el acto de tomar
la palabra y, con ese acto, se hace oír en la historia de la propia vida aquello
que la voz ajena no ha narrado.
Estudiar el periodo de la juventud abre la posibilidad de seguir el
proceso de encuentros y desencuentros entre la voz propia y la ajena, y
permite analizar el trabajo de inscripción del «sí mismo» en la narración
de la historia. Esta conceptualización del relato como una falla entre la
narración y el sujeto de lo narrado es, al mismo tiempo, el espacio de la
negociación cuyo punto de partida es una constante oportunidad para
producir cambios en lo dicho. Teniendo en cuenta este principio implícito
en la noticia de Benjamin, en mi estudio reúno una serie de teorizaciones referidas a los efectos que produce tanto en la narración como en el
sujeto la conciencia de la distancia que los separa. Para la comprensión y
desarrollo de este aspecto de las nociones de narración y de sujeto recurro
a las explicaciones de Slavoj Žižek (2003) quien explica que la inadecuación entre dichas dimensiones en la narración de la historia conduce a la
imposible estabilización del relato en la medida que cada sujeto que se lo
apropia interviene en él y este nuevo relato modifica, a su vez, al sujeto
involucrado en la negociación con lo dicho.
La distancia entre lo sucedido y la palabra que lo expresa es un rasgo
constitutivo del lenguaje, y por ende, del sujeto que se constituye en torno a
él. Ahora bien, ese vínculo antagónico pone de manifiesto la contienda del
sujeto para liberarse de los sentidos que mediante la palabra, que transporta
señalamientos anteriores y ajenos a él, lo constriñen. En cuanto a este aspecto,
profundizo en la dimensión de «poder» desarrollada por Michel Foucault (en
Dreyfus y Rabinow, 2001: 241-260) según quién los intentos de conducir
las acciones a través de lo dicho son inseparables de la lucha subjetiva por
resistir esa interpelación.
A los tres momentos de este complejo mecanismo cuya identificación
es fundamental para mi trabajo los llamo narrativización, para significar
el proceso a que se someten los hechos del pasado al ser transpuestos a la
palabra, destinación, para facilitar el vínculo entre las estrategias narrativas
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y el efecto que intentan producir en el sujeto, y subjetivación al proceso de
negociación entre la palabra ajena y la propia.
La relación entre el estudio de la juventud y de la narración (im)propia
dialoga con estas cuestiones teóricas contando con que se ha definido a la
primera en virtud de su dependencia de la voz ajena pero también como el
periodo en que la separación respecto del mundo adulto es la oportunidad
para «tomar la palabra» (Rancière, 1996: 53) y elaborar una narración propia
que transforme el relato del pasado.
A partir de la hipótesis de que entre 2001 y 2005 hay una consonancia
singular entre la literatura y la juventud, como si recíprocamente posibilitaran
un modo de hacer propia la historia, he seleccionado para esta investigación
el cuento «Cría de asesinos» (2004: 117-148) y la novela corta, Esto por ahora
(2005) de Andrés Rivera, y las novelas El origen de la tristeza de Pablo Ramos
(2004), Delivery (2002) de Alejandro Parisi, Perdida en el momento de Patricia
Suárez (2003). Los textos fueron elegidos, en primer lugar, por abordar el
tema de la juventud en el contexto argentino durante los primeros cuatro
años posteriores al 2001. En segundo lugar, porque cada uno pone en marcha diferentes técnicas narrativas que producen una sensibilidad particular
acerca de cómo narrar la propia historia. Este aspecto de mi trabajo está
directamente relacionado con la elaboración de la voz narrativa que realiza
cada uno de los autores. Para mostrar cómo las técnicas producen sentidos
en las obras y de qué modo repercuten en la constitución de lo que llamo
«narración de la juventud» recurro a una serie de herramientas metodológicas
provenientes de la narratología.
Las categorías que utilizo permiten sistematizar el funcionamiento de las
estrategias que en cada obra hacen visible quién cuenta la historia. En primer
lugar, constituyen la clave de lectura del marco histórico del que surge la
hipótesis de mi investigación y que explico en el apartado que lleva por título
«La narración política». Luego, en lo que concierne al análisis de las obras
seleccionadas para este estudio, empleo las categorías que Gérard Genette
(1989; 1995) desarrolló para el análisis de la voz: extradiégesis, intradiégesis,
heterodiégesis y homodiégesis. Para definir estas categorías, el narratólogo
insiste en reconocer cuándo el narrador está incluido como personaje en
la historia que cuenta o no lo está, y de estarlo, si cuenta su historia o no.
Las categorías mencionadas dan lugar a otras expuestas por Dorrit Cohn
(1983) que me interesan especialmente porque permiten visualizar la relación
entre el narrador y su personaje en virtud de la voz, como lo hace Genette,
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pero prestando atención a los efectos que este vínculo produce en la narración. Por ello, ya sea en un relato en el que el narrador cuenta una historia
ajena o un narrador que cuenta su propia vida, se pone en juego la relación
de distancia o proximidad entre el personaje y su pasado, es decir, entre el
sujeto y la narración.
La selección propuesta responde, concomitantemente, a dos preguntas:
a– a través de qué técnicas narrativas, se elaboran obras en las que la voz
ajena cancela toda posibilidad de que el personaje joven acceda a su
propia historia,
b–a través de qué técnicas el personaje joven asume la narración de su
propia historia.
A partir de estos dos ejes de lectura reúno las obras en dos partes. En la
primera estudio las obras de Rivera y la novela de Ramos para mostrar cómo
la narración ajena, en mayor o menor medida, obstaculiza la narración de
la propia vida. En la segunda, en cambio, analizo las novelas de Parisi y de
Suárez, pues advierto que en ellas los jóvenes afrontan el trabajo de recuperación de la narración perdida, olvidada, silenciada, tanto para encontrar los
sentidos ausentes como para ocupar el espacio del relato que los transforma
a sí mismos.
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