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VICENTE ALEIXANDRE
Vida
[Ca. 1973]
1 h.; 28 × 22 cm
Autógrafo
Res/262/223
conciba como un esfuerzo de las pulsiones primarias, las pasiones
oscuras, por expresarse en palabras y alcanzar una mínima objetividad. La oscuridad necesita claridad, y la claridad ama las pasiones oscuras. Aunque Aleixandre se negara a definirse como un
poeta surrealista de «escuela», la presencia en su obra de los impulsos irracionales fue dominante en una época. También la presencia
del sueño. «Aquí en la sombra sueño con un río, junco de verde
sangre que ahora nace». Los sueños interiores fluyen como un
río, y las palabras o la propia conciencia son como un junco que
nace de la sangre. Los sueños se apoyan, igual que la cabeza, en
el calor del otro, de lo Otro.
Este es el código de la poesía. También nace como un sueño
y nos habla de nuestras fuerzas primarias en fusión con la naturaleza. «Un pájaro de papel en el pecho dice que el tiempo de los
besos no ha llegado». El pájaro de
este poema es de papel. Los besos
aún no son una realidad física. Son
una verdad literaria, un hecho que
pertenece todavía a un mundo de
escritura en el que se puede recordar,
intuir, vivir, desear. La vida busca sus
verdades primarias en la poesía. La
poesía es una forma de vida.
icente Aleixandre (1898-1984) quiso contagiar con el poema
«Vida» un estado de ánimo. Por el tono, la perspectiva y los
recursos literarios elegidos, nunca trató de ofrecer una explicación
minuciosa. El arte poética no contempla aquí un tema, en el que
cada palabra o imagen pueda ser traducida a un significado racional preciso. Pero sí hay en la escritura una cuidadosa coherencia
lírica. La búsqueda de un sentido.
Aunque el lector está imaginado, y de forma radical, como
alguien capaz de leer los versos de forma muy personal y desde
sus propios pliegues intuitivos, con una libertad semejante a la
del autor, quizá sea útil recordar algunas claves de la palabra poética de Aleixandre en los años treinta.
La conjunción «o» no tiene casi nunca un valor disyuntivo, sino
acumulativo. Se trata de ampliar el horizonte para sugerir identificaciones y equivalencias. «Besos o pájaros, tarde o pronto o
nunca». Más que una necesidad de elegir, el poeta asume un todo,
un tiempo completo de pasado, presente y futuro, un instante en
plenitud, capaz de condensar el mundo. En ese mundo los besos
viven con la delicadeza libre y la perfección de los pájaros.
La inclinación literaria de utilizar un animal para escribir sobre
un acto de intimidad se debe al deseo de encarnar el sentimiento
de plenitud y de totalidad en una idea vigorosa y abarcadora de
la naturaleza. La palabra «pecho» que aparece en el primer verso
es inseparable de la «tierra» que surge más adelante, en el verso
siete. Allí se tenderá el regazo ajeno en el que unos «pelos rubios»
pueden apoyarse. Oír un pecho es oír el fondo de la tierra. La
intención de situar la travesía de un «navío dorado» en una pasión
terrestre y de unificar el sol con unas sienes de oro refuerza esta
atmósfera de totalidad. La belleza y los sentimientos humanos
pertenecen a los impulsos de la naturaleza. Las realidades diferentes, como el mar y la tierra, están llamadas a la unidad.
El poema «Vida» habla de la muerte. Perteneciente al libro La
destrucción o el amor (1937), sus versos fluyen en esta inercia unitiva de los extremos. La fuerza de un «vivir, vivir, el sol cruje invisible» es también inseparable de la conciencia de que «para morir
basta con un ruidillo, el de otro corazón al callarse». Amar supone
disolverse en el otro, renunciar a las murallas de la propia identidad, abandonar de forma placentera una existencia discontinua
para sumergirse en un todo. La lección de la mística desempeña
su papel en la poesía contemporánea cuando la propia subjetividad se diluye en los brazos de un amor. Las correspondencias
hacen que el corazón cesante en el pecho del otro invite al cese
del propio corazón. El amor es una destrucción afortunada, plena,
íntima y frágil. Por eso puede ir desde la totalidad hasta el diminutivo. El mundo ancho es también un diminutivo, «ruidillo»,
o un pájaro en las manos, o un beso en los labios. «Un cadáver o
un beso», escribirá en otro poema Aleixandre.
Estas correspondencias naturales de ida y vuelta, de intimidad
y extensión, de corazón y naturaleza, implican que la poesía se
V
Luis García Montero
Res/262/223
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III LOS ESCRITORES: AUTÓGRAFOS
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