Alemania 33 11 20 - Estudios Bardina

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Alemania 33 11 20
El plebiscito alemán y un paso hacia atrás de las grandes potencias La SI 20/11/33 p. 1-2
Se ha celebrado en Alemania el Plebiscito, al cual recurrió Hitler para mostrar la unidad del pueblo alemán ante la
negativa de los grandes países aliados de desarmarse Se ha hablado en la prensa de ese acto plebiscitario sin apenas
relacionarlo con su objetivo, que no era solamente de política exterior. Procuraremos mostrar lo que sucedía debajo de
ese plebiscito, especialmente entre las potencias que buscaron esa retirada alemana de la Sociedad de Naciones, como
aglutinante nacional en las luchas políticas de los pueblos respectivos.
a) El plebiscito alemán, en sí, tenía escasa importancia. ¿Porque el gobierno alemán presionaría la conciencia popular,
a la sombra de sus Camisas de Asalto? No. porque ya sabíamos que Hitler contaba con la inmensa mayoría del pueblo
alemán. Los que nos hablan de dictadura alemana olvidan que el 65 y tantos por ciento, obtenidos por nazis y
nacionalistas, ahora fusionados, en las elecciones de meses a tras, constituye en todas partes mayoría. Y olvidan que es
atributo parlamentario y liberal de un parlamento mayoritario realizar “democráticamente” las reformas
que le agraden, así sea a la facultad de renunciar a la facultad legislativa y suicidarse mediante una ley de emergencia
en favor del Ejecutivo.
Si Hitler contaba con mayoría meses atrás –y fue esta la causa única de su ascensión al poder- había de contar
ahora con una proporción mucho mayor de votos. Una consulta al voto popular era, por5 lo mismo, inútil.
De ahí la vanidad de cuanto pueda decirse acerca de la presión gubernamental en estas elecciones. Ciertamente, que n
era ésta la época a propósito para ellas. Existe solo prensa nazista. Los partidos contrarios han sido disueltos. No ha
habido libertad de prédica y menos igualdad de condiciones eleccionarias. Unas elecciones así realizadas no tendrían
valor decisivo, siempre que de antemano no se hubiese podido conocer la voluntad nacional, manifestada meses atrás
en un ambiente de libertad completa, y aún de hostilidad contra el nazismo. La medida eleccionaria podía tener
importancia bajo el punto de vista interior, de obtener un nuevo Reichstag más de acuerdo con la realidad nacional
nazista. Pero, para comprobar que la opinión nacional está con Hitler y su movimiento, ni éstas elecciones lo hubieran
demostrado por sí solas, ni era necesario que lo demostrasen.
Cuando la prensa nos ha hablado de la presión gubernamental invisible, se olvidaba de notar aquel hecho anterior: que
con presión gubernamental contra el nazismo, éste había sido legitimado con el bautismo democrático de una mayoría
eleccionaria.
De ahí ahora, la escasa importancia de las cifras plebiscitarias, que podríamos pasar bien por alto:
Votos
Nazistas
40.601.377
Contrario
2.180.763
Nulos
750.251
Total votantes
43.532.411
es decir, el 91% favorable, el 6% contrarios, el 2% nulos y el 1% desconocido.
La prensa ha comentado estos resultados por manera que vale la pena de ser estudiada. Antes, retrocedamos al origen
de esa controversia, lo cual nos aclarará esos comentarios de los grandes diarios de Europa.
b) Sobre el origen de ese plebiscito se ha escrito toneladas de papel. Toda hojarasca podada, el problema está claro y
preciso. Hitler exigía una de estas dos cosas: que los grandes países armados se desarmasen, según les impone el
Tratado de Versalles, o que, de no querer
hacerlo, Alemania tenía el mismo derecho a armarse que ellos. Es decir, desarme mundial. De no auspiciarlo, igualdad
de todos los países en derecho en cuanto a armarse.
Es interesante recordar que en Diciembre último esto había sido formalmente prometido a Alemania.
Una vez recordado esto, he ahí una serie de hechos que las agencias cablegráficas nos han venido escamoteando, a
pesar de ser esenciales para una recta comprensión de este problema, eje de la política mundial en estos instantes.
El día antes de retirarse Alemania de la Conferencia del Desarme y de la Sociedad de Naciones, se celebraba en
Ginebra una reunión privada de la “Comisión de Gobierno de la Conferencia de Desarme”. Es de primera
fuerza, para explicarse los sucesos que siguieron detrás, tener en cuenta esa reunión, de la cual se puede asegurar
absolutamente su existencia y aún actas firmadas de su celebración. A esta reunión asistían, por lo menos, las siguientes
personas: Simon, por Gran Bretaña; Davis, por Estados Unidos; Boncour, por Francia; Disorgana, por Italia; Benes, por
Checoslovaquia; Rheinbade (suplente de Naldony) por Alemania. Presidía Henderson, presidente de la Conferencia.
En esta reunión privada, Simon leía el Informe aliado, declarando los grandes países estar dispuestos a no desarmarse,
contra lo que habían prometido a Alemania en Diciembre, y esperar a 8 años para tratar de esos asuntos. Cuando
Simon, tres días después, afirmaba que él no había presentado ese plan que los alemanes suponían, estaba fuera de la
realidad: lo había leído solemnemente.
¿Qué efecto buscábase leyendo ese plan, inaceptable por Alemania, y que
suponía el desconocimiento de una firma puesta al pie de una promesa solemne ocho meses antes? Nosotros dijimos,
semanas atrás, que se buscaba expresamente que Alemania se molestase y se retirase. Al decir esto, olíamos la
intención de esos pequeños Maquiavelos de retaguardia. Pero ahora, existe esa reunión, que nos confirma plenamente
en la sospecha. Al salir de esa reunión, uno de los delegados decía así: “hemos conseguido aislar a
Alemania”.
Estas referencias, de las cuales podemos dar fe absoluta, aclaran el problema. la situación de Francia,
Gran Bretaña y varios otros países, a causa de la crisis mundial, es difícil, políticamente hablando. El laborismo en
Inglaterra, aún estando tridividido, gana todas las elecciones parciales que van teniendo lugar. Francia necesita dar
trabajo, siquiera en construcciones armadas. La “unión sacreé”, que dio tan maravillosos resultados con
Poincaré al frente, se desea nuevamente. Y la desean inútilmente aquellos que no tienen la audacia, y menos la
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pureza, del íntegro gran hombre lorenés. Se buscaba un motivo internacional para unir en el interior de los diversos
países a sus masas protestadoras. Y se buscó ese motivo donde se creyó hallarlo: “el peligro alemán”. Para
esto lee Simon las bases, y niega haberlas leído. Y declaran, al salir, que el objetivo había sido logrado: “aislar a
Alemania”.
Horas después –pasaron 16, todavía- Alemania se retiraba de la Conferencia del Desarme y de y de la Sociedad
de Naciones
Otro detalle. Asistieron a esta reunión representantes de unas seis potencias secundarias, cuyos nombres no han podido
llegar hasta nosotros. Cinco de esas potencias se negaron a adherirse a ese arrinconamiento de Alemania y a ese
aplazamiento del desarme a 8 años. Uno de los que se negaron fue el representante húngaro.
Esa reunión aclara tanto, que casi lo demás es innecesario recordarlo.
“Todos estamos unidos contra Alemania”, exclamaba Boncour, uno de los hombres más empapados de
la pequeña política, a base de florentinismos. Y también se equivocaba. Cinco potencias –hemos dicho- no
estaban adheridos a esa maniobra.
El delegado italiano, en la citada reunión, guardó silencio, absoluto. A veces quien calla otorga. Tiene la regla
excepciones. Y esta fue una. El ministro del Interior de Prusia llega a Roma en aeroplano. Conferencia unos minutos
con el Duce. Dicen periódicos que se pasan de listos, que se trata de que Alemania quiere entrar nuevamente en
Ginebra, por mediación del Duce. Dos horas
después, la espectacular noticia: Italia se retira, ella también, de la Conferencia del Desarme, permaneciendo en ella su
representante como mero observador. Ello tenía lugar el día 11. Italia tampoco estaba conforme. “Gran sensación
en Ginebra: dice el cable. Nadie esperaba esto”. Es que en Ginebra ya nadie espera lo más lógico.
Apenas Italia se separa, vienen noticias extrañas de Londres. El día 6, lord Rothermere había escrito en el “Daily
Mail” un artículo en el cual pedía que Gran Bretaña repudiase el Pacto de Locarno. “Ese Pacto es solo
favorable a Francia –decía- debiendo Gran Bretaña ayudarla si es atacada y no debiendo ella ayudar a Gran
Bretaña si esta es atacada”
Apenas se conoce el retiro de Alemania por causa de haberse aplazado el desarme por 8 años, fracasan las
negociaciones que habían entablado Inglaterra con Estados Unidos, para un nuevo arreglo amistoso de deudas. Al
conocerse que Gran Bretaña, por boca de Simon, aplazaba el desarme, Estados Unidos no está dispuesto a perdonar
un centavo.
El día 14 el “Manchester Guardian” declara que Alemania debe ser escuchada y satisfecha en lo justo.
c) Al separarse Alemania de la Conferencia del Desarme, declaraba Hitler enfáticamente que no había otro camino que
celebrar una conferencia separadamente Francia y Alemania, para marchar de acuerdo. El señor Daladier,
inmediatamente su sucesor, Sarraut, se negaban en absoluto, declarando que Alemania debía compungidamente volver
a la Conferencia.
El camino que Hitler indicaba será simpático a toda alma sensible a los dictados de la hora. Desde muchos atrás,
desde estas columnas hemos venido sosteniendo la necesidad ineludible de una unión entre esos dos países, que han de
ser, en un porvenir inmediato, eje de la política europea: de una nueva política europea.
Francia y Alemania, hijas ambas del Rhin; enemigas tantas veces, precisamente por estar juntas en tantas cosas; con
caracteres que se complementan sabiamente, han de ser núcleo doble -–los dobles núcleos de tantas cosas
vivas en la naturaleza- de una Europa pacífica en las grandes líneas. Hay quienes en la enemistad franco alemana hallan
su razón de ser y sus banderolas políticas. De ahí un rechazo absoluto, a mediados de Octubre, del plan hitlerista de que
Alemania y Francia tratasen a solas de este asunto. Pasa un mes. Se desmorona aquel pretendido castillo de la amistad
antialemana. Y ahora, mediados de Noviembre, la misma prensa escribe así:
“¿Por qué no ensayar conversaciones directas con Alemania? La ruta, cierto que es peligrosa. Para seguirla, se
necesita voluntad firme y una gran clarividencia. Pero ¿no es acaso preferible salvarlo todo, obrando los dos pueblos
solos, que dejarse llevar por la corriente hasta el desastre, asidas a las pretinas de todo un cortejo? (“Le
Matin”). Y lo peor es que no hay tal cortejo.
“Se prevé la posibilidad de que París y Berlín gestionen directamente un acuerdo de desarme. Se hace ver que,
da la actitud neutral de Gran Bretaña... los principales resorte de la seguridad de Francia se desvanecen...”
(“Le Temps”).
Hemos ido a parar a lo que proponía Hitler en el instante mismo de la ruptura. Quería inteligencia directa entre Alemania
y Francia, puesto que Francia debía recelar de Alemania y viceversa. Se declaró absurdo el procedimiento. Se declara
ahora el único aceptable.
d) La situación actual está clara. Ni Estados Unidos, ni Italia, ni las pequeñas potencias están de acuerdo con Plan
Simon, alargando el desarme a 8 años. Y en la misma Conferencia de Desarme (Comisión permanente) se ha iniciado
ya la rectificación de ese Plan, que jamás aceptarían aquellos pueblos.
“¿Qué quiere Hitler?” pregunta un diario enemigo del jefe nazi. Y contesta el aludido: “Sería difícil
hacerle entender a usted lo que yo quiero. Pero sepa que no quiero la guerra. Hallo estúpido que se peleen las clases
sociales, siempre que procedan todas rectamente; así como hallo estúpido que se peleen las naciones, siempre que se
traten correctamente. Yo quisiera saber cuántos de los actuales gobernantes europeos hicieron como yo, durante la
guerra, servicio como soldado
común; pero puedo asegurar que yo conozco hasta la última crueldad de la guerra y haré siempre los últimos
esfuerzos para salvar a mi pueblo de esta calamidad... Quiero, en cambio, esto: igualdad absoluta, sin distingos, sin la
más mínima diferencia, entre Alemania y los demás pueblos: igualdad en el desarme, desarmándonos todos hasta el
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último rifle; igualdad en el armarse, si ustedes –que no yo- prefieren armarse”.
El lenguaje no admite aclaraciones. Más claro, ni agua. Admite, solo, adhesiones o rechazos. Y uno añora a ese
Poincaré admirable –admirable en sus amores y en sus odios, siempre exentos de pequeñeces políticas- para
que sea ese lenguaje semilla fecunda.
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