EDUCANDO A LA GENERACIÓN DE CRISTAL Los jóvenes contemporáneos son probablemente iguales a los de siempre. Son tan astutos y tan hábiles; tan inteligentes y tan imprudentes; tan rebeldes y tan indolentes; tan inquietos y tan sorprendentes….tan fascinantes, tan desesperantes. Sin embargo, parece también haber algunas diferencias notorias y una de ellas es su fragilidad, su vulnerabilidad y su poca tolerancia a la frustración y al fracaso. Tal parece una generación de cristal1. PROBLEMA La generación actual es denominada milenio, z o net entre otras formas, pero es fundamentalmente una generación frágil, asilada, lejana de los problemas adultos, débil para enfrentar sus problemas y dependiente de muchas circunstancias especialmente materiales. Entre sus características pueden mencionarse que: - Son hijos de padres de la generación “X” y por ello, de gente trabajadora que aprendió a rehacer y a organizar un mundo complejo (Coupland, 1998). Sus padres han tenido miedo de carencias toda la vida y procuran que ellos no las padezcan. Han escuchado toda su vida de momentos de crisis y de convulsiones sociales. Han crecido con la velocidad más rápida de la historia en avances tecnológicos, pero ellos viven a tal ritmo, que no lo perciben y todo les parece lento. Se angustian ante la posibilidad de atrasarse en los modelos de aparatos tecnológicos y a su vez marcan con ello su estatus y su aceptación. Han carecido de la necesidad de esforzarse por las cosas, puesto que sus padres han procurado facilitarles el proceso de crecer. Han sido reconocidos por logros mínimos toda su vida y la falta de dicho reconocimiento les parece agresión. Se han vuelto intolerables a la frustración e hipersensibles a los rechazos, a la espera y a la postergación de gratificadores. La depresión es algo común en ellos debido a que las cosas no son como esperan. Son visuales en su manera de entretenerse y de poner atención, aunque viven permanentemente conectados a la música y a la vida de los paradigmas de la moda. Los profesores y en general los adultos, utilizan los canales que ellos quieren y no los que ellos necesitan. El otorgamiento de premios y recompensas se ha vuelto más bien el requisito que ellos piden para iniciar el trabajo y no la consecuencia. Son astutos más que audaces y hábiles más que eficientes Los padres y los profesores ordenan sus cosas y sus horarios y no permiten que ellos los vuelvan hábitos para formar parte de sus ser. Aprovechan la sobreprotección a su conveniencia, pero al paso del tiempo, se vuelve en su contra para enfrentar débilmente problemas universitarios o laborales. Tienen un pobre concepto de las autoridades, la política o la gente. El mundo es adverso y sólo son fieles a sus allegados más cercanos. Cambian constantemente de paradigmas, amores y proyectos. Rara vez uno de sus objetivos se conserva por varios meses o años. Viven una vida líquida (Bauman, 2005), transparente, hacia fuera y por ello la reflexión, la meditación, la oración o la valoración de los otros les parecen extrañas. 1 “La generación de cristal que se fragua en nuestros días a golpe de irresponsabilidad, de corazón de hielo y de indolencia ante el futuro, envuelta en nuevas tecnologías y empachada de información…” (Monserrat Nebrera, Vox Populi, 31, 10, 2012, España). - Su autoestima es baja debido a que sólo sus padres la han sostenido. Cuando crecen, ésta no es suficiente y empiezan a sentirse frágiles, vulnerables, traicionados e incomprendidos por el mundo hostil. Les cuesta mucho trabajo comprometerse con algo que dure. Son hiperactivos pero hipo motivados. Todo debe ser a corto o inmediato plazo. Su punto fuerte es la creatividad, la visión, el deseo…su punto frágil, la impaciencia, pero siguen reconociendo a quien sabe y hace las cosas rápido y bien. Son poco fieles a sus convicciones, equipos o ídolos, porque todo es fugaz. Son una generación de analgésicos, es decir, evaden o evitan cualquier circunstancia que provoque dolor, como la profundidad de una relación o el esfuerzo prolongado sin resultados a corto plazo. No saben sufrir por la obtención de algo que vale la pena. Son fríos ante los problemas de otros, si no son sus mejores amigos, son duros, indiferentes, lejanos, pero sobre todo, viven mucho un mundo de apariencia, de poca plasticidad…viven un mundo de fragilidad, sin embargo, la belleza y la alegría de vivir puede seguir siendo su característica esencial si sabemos ayudarles a través de la educación. SOLUCIONES: Para enfrentar y sobre todo, ayudar a la formación de esta generación debemos lograr entre muchas otras cosas: LA REFLEXIÓN: Formular preguntas con ellos y enseñarles a formularlas de manera que planteen sentido e inquietud; que les provoquen pensar y cuestionar su situación y el valor de las cosas y de las personas que están en su entorno y no que las aprecian al perderlas. El asombro puede detonar cualquier transformación y cualquier cambio de actitud en las personas. LAS VIVENCIAS: Es preciso invitarlos a escribir, a pensar en situaciones que les han sucedido y a verlas a distancia. El realizar pequeños ensayos motivará su pensamiento profundo y su visión detenida sobre lo que les sucede generando espacios y momentos de meditación. El servicio a los que menos tienen puede detonar un cambio radical en ellos. EL DIÁLOGO: Guiarlos con el ejemplo y la argumentación a fundamentar aquello que dicen y a escucharse a sí mismos. Mostrarles que es interesante compartir lo que pensamos sobre el mundo, dar a conocer nuestro Logos y conocer el de los demás. Aprendiendo a escuchar se escucharán a sí mismos y su interioridad crecerá para que crezcan ellos también. LA UNIDAD: Recordar con ellos que todo aquello que está unido es estable, fuerte y sólido, mientras que lo que está dividido es frágil, débil e inestable para enfrentar las dificultades o las adversidades. La familia, la institución educativa, la pareja o la empresa en unidad tendrán mejores soluciones ante los problemas. LA EPOCHÉ: Por parte nuestra una suspensión o postergación de juicios. El hecho de juzgar todos los defectos o limitaciones de la juventud, de las familias, de los padres de familia o de nuestra labor, no resuelve en nada la situación. Sólo se ocasionan quejas que producen malestar e impotencia alejando la actitud de encontrar soluciones pertinentes. Detener los juicios nos permite ver con más prudencia y claridad a las personas y a las situaciones. LA RESILIENCIA: Implica fomentar en ellos y en nosotros la capacidad de enfrentar una situación poco fácil y retornar a una posición original evitando el desgaste. Es muy común encontrarnos con personas fatigadas que ni aún con un descanso se recuperan lo que produce un rendimiento insuficiente o inadecuado. La exigencia paulatina puede formar en ellos mejorar su actitud ante las dificultades. EL OPTIMISMO: Debemos tener confianza y una postura de seguridad en lo que está por suceder. “confía en las posibilidades de los demás, de tal modo que en cualquier situación, distingue lo positivo en sí…” (Isaacs, D, 1999). Consiste en, sin dejar de ser realistas, ver todas las posibilidades de mejora. LA FORTALEZA: Es la virtud que resiste y que soporta las adversidades por un bien mayor. Es la característica de los héroes y de los amantes de las causas nobles. Consiste en entregarse con valentía a la realización de objetivos grandes o en beneficio de otro. LA PERSEVERANCIA: Es la firmeza ante lo decidido (Comte-Sponville, 2000) y la constancia en la intensidad de su consecución. Implica la conservación de la motivación personal sin perder de vista el valor perseguido desde un inicio y superar las dificultades que puedan disminuir la energía. Elegir el compromiso como respuesta. EL CARÁCTER: Finalmente lo que estamos contribuyendo es a formar su huella, su sello, su persona. A través de una clase se puede involucrar a cada joven a hacerse cargo de sí mismo, a responder, a solucionar, a asumir, a enfrentar y ello es probablemente más importante que nuestra asignatura, volviéndose ésta un medio o mejor, una oportunidad de templar su mente, sus hábitos, su virtud… CONCLUSIÓN: Si nuestros alumnos son iguales a los de siempre, es momento de quejarnos menos y de ayudarles más; de esperar menos y quererlos más; de pensar menos y hacer más. Los primeros en cambiar debemos ser nosotros. Recordar que quien no está aprendiendo tiene poco que enseñar y que enseñar es más simple que aprender. Pero si son distintos, es decir, si son de cristal, pues entonces conozcamos más sobre ellos, de sus propiedades, debilidades y características buenas. Si son de cristal, entonces hagamos vitrales, con su brillo, su belleza, su fuerza y su maravilla… José Luis Córdova2 Bibliografía: Coupland, D. (1998). La generación X, Barcelona: Bruguera. Comte-Sponville, A. (2000). Pequeño tratado de las grandes virtudes, Barcelona: Paidós. Isaacs, D. (2011). Educación de las virtudes humanas, Barcelona: Minos. Bauman, Z. (2005). El amor líquido, Madrid, FCE. 2 Director Técnico del Liceo Ibérico Americano de Coyoacán. Catedrático de la FHyCS de la Universidad la Salle. Estudió la licenciatura, la maestría y el doctorado en Filosofía. Cursó Diplomado en Psicoanálisis en la Universidad Nacional Autónoma de México. Es profesor de preparatoria, licenciatura y posgrado.