Rey

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La Monarquía es la forma de gobierno con mayor profundidad histórica y mayor extensión geográfica. Este
concepto es también válido para la Realeza.
Existe una marcada diferencia en la semántica de estos dos conceptos que no es idéntica. Nos referimos por
ejemplo a la Casa de Austria tema principal de esta monografía y la de cualquier otro tiempo. Podemos ver las
diferencias entre esta Casa y también con los reyes de Egipto, la realeza Europea o la Realeza de la Edad
Medio o el Renacimiento. Son culturas con idénticas ideas sobre la realeza derivadas de una imagen bíblica y
de una concepción del rey como un Dios, bien diferenciado si bien y en conjunto la realeza aparece siempre
teñida de divinidad .
El protocolo es la substancia del soberano, es el poder de la representación y la representación como poder.
Una vez más él es el primero, el único, un símbolo transcendente. Sólo a través de estos signos ceremoniales
podemos apreciar la escala de honor y poder que corresponde y marca al rey y a cada uno de los cortesanos y
precisar con exactitud la posición de estos últimos en ella. La Corte de los Austrias es, desde luego, el
escenario ideal no sólo de la vida elegante también de la poética del poder. El poder se observa en los signos,
los símbolos, los vestidos, la manera de hablar, comportamiento, distanciamiento y a ello ayudan las cortinas,
las alfombras, que intentan transmitir esta idea. Toda la vida de la Corte está regida con precisión, desde que
se levanta el rey hasta que se acuesta, se sigue el mismo ritual diario. Ese ritual es el que se sigue en los actos
protocolario, en la vida cotidiana, en los oficios, rige la vida del monarca y también de su servidumbre. La
ceremonia protocolaria es indispensable, inherente a la nobleza porque la ha hecho Dios Así se puede
observar en la bodas, ceremonias de coronación, visitas reales o incluso en situaciones cotidianas como puede
ser el lugar que se ocupa en la mesa.
No se termina aquí, el simbolismo de las configuraciones espaciales; la presencia, distancia y lejanía del
cuerpo del rey ponen en marcha la protocolaria máquina de medir e hipercofician no sólo significados,
privilegio y rango sino valores trascendentes también.
La imagen es una figura, una ficción, una representación, tras su imagen, está el cuerpo de un hombre de
carne y hueso. El rey debe sacrificarse en su interioridad e idiosincrasia, modos y maneras privadas, por su
pueblo; al ser rey se convierte en una figura pública, es una imagen.
Pero, ¿Como podemos definir que es un rey?, ¿Como podemos de manera concisa y escueta pero precisa que
hay detrás de una persona que rige, preside y gobierna, toma importantes decisiones para un país y puede
decidir su futuro? Independientemente de la forma política que predomine en el país, sus tradiciones etc.
desde un punto de vista antropológico podemos concluir que un rey es su imagen.
En este punto nos viene bien recordar que a cada monarca se le ha dotado de un mote que definía su carácter,
forma de ser o rasgo característico. Me parece interesante reproducir un párrafo muy significativo de la obra
de Lisón Tolosana que sintetiza muy bien todo lo que acabo de exponer:
(...) La imagen hace al Rey (con mayúscula siempre), el Rey es verdaderamente su imagen y detrás de ella hay
solamente agazapado un hombre de carne mortal, un ser corriente. El rey (esta persona concreta y específica,
apenas perceptible bajo el manto simbólico totalizante) reproduce al Rey, el rey es mimesis del Rey (...)
Los reyes eran reyes por gracia de Dios y gozaban de numerosos privilegios. También de prerrogativas y
especial tratamiento. Para adornar el fragmento hago referencia a un suceso acontecido en Madrid cuando la
reina María Luisa se encontraba dando un paseo a caballo, cayó y no pudo ser tocada por ninguno de los que
estaban a su cuidado. Y aquellos que osaron auxiliarla fueron castigados y despedidos.
La permanencia de la institución se hace visible cuando los reyes, conscientes de querer dejar patente su
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paso, representar ante todos su poder y hacer más fuerte su reinado no sólo a través de las prerrogativas de las
que gozan, también a través de pinturas en las que reflejaban el poder y escritos. Los literatos de la época
intentaban transmitir al pueblo las virtudes del monarca y valores análogos. Con esto pretendían que
perdurase la institución
El carácter divino de la corona marcará la estructura cultural de la realeza; este análisis holístico hará que
algunos atributos esenciales ya comentados reaparezcan para encontrar ahora su lugar pertinente y su
fundamentación contextual. Si muchos filósofos, teólogos y dramaturgos rechazan como impropia y aun
herética la teoría divina a lo francés de la realeza, ¿en qué sentido es considerado divino o sagrado el rey
autríaco? ¿Cuál es, en otras palabras, la fundamentación de la estructura simbólica última de la realeza? La
teoría del derecho divino de los reyes según la cual la monarquía es una institución ordenada pro el Altísimo y
como tal exige obediencia y respeto a los reyes como vicarios de Dios, pertenece a la historia cultural de la
ideas Por tanto, la idea, el icono, el signo, la imagen, la representación y el símbolo del poder divino son
tempo y por tanto, deben no sólo ser comparadas sino también analizadas en un contexto social e interpretadas
en relación aun momento cultural preciso.
La unción regia, tan antigua como los reyes de Babilonia, Egipto e Israel, consagraba a los reyes como
elegidos por Dios; era algo así como el espaldarazo divino del rey. Una solemne liturgia eclesiástica
sancionaba a la realeza como orden, esto es, confería al rey como ungido por el Señor una ordenación que lo
homologaba simbólicamente a sacerdote, ritual en el que le revestía, para expresarlo, de ornamento
sacerdotales Posterior a la unción y
coronación (apoteosis tri−ritual)confirma, corrobora y remacha la divinidad de la realeza, exalta el rol del rey
como supremo pontífice laico.
Pero el ritual hace algo más. El ritual tiene un aspecto misterioso y otro numinoso y sólo de él emana un valor
simbólico que conecta al ritualizado de modos diferentes con la divinidad.
Concluyo:
• En primer lugar que el concepto de divinidad real es inseparable de los conceptos de realeza y deidad.
Los rituales que rodeaban la figura regia tenían como fin que la institución perdurase, que la figura no
pasara desapercibida ni en el momento ni en el tiempo al margen de las costumbres de la época. Hasta
pasado el siglo XIX, la Institución estaba unida al poder divino lo que todavía la marcaba más y la
dotaba de prerrogativas divinas.
− Rey y realeza han acumulado acepciones cambiantes y aún contradictorias, no sólo a lo largo de la historia
sino también en el período austríaco e incluso bajo una misma corona, como en el caso de Felipe IV. Aquellos
lexemas vienen culturalmente definidos, esto es, no tanto por propiedades analíticas cuanto retórico−rituales y
simbólicas, o dicho de otra manera, más por múltiple connotación que por escueta denotación. La razón de
esta aproximación antropológica a su estudio hay que buscarla en la carga místico−ideológica y creencial que
vehicula y en las reverberaciones axiológica, estéticas y emotivas que irradia su simultánea e irreducible
polisemia.
− No es la realeza tanto intermediaria con Dios y el hombre como contigua
Efectivamente, al quebrar y superar los moldes de lo normal y cotidiano se coloca más allá de la frontera
humana; aunque la historia procesual de reyes y el tiempo lineal de los reyes han marcado nuestra historia y
nuestro tiempo y lo siguen marcando para el pasado, la estructura cíclica de la atemporal y la realeza, con sus
rituales y procesos indefinidamente repetidos lo coloca a la vez fuera del tiempo, lo eleva a metahistoria, lo
convierte en mito. Es un mito universal porque aparece en todas culturas.
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Sociología, Historia de las Ideas y de las Formas Políticas
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