EL CONDE DE LEMOS,

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EL CONDE DE LEMOS,
PR O TEC TO R DE CERV AN TES.
ESTUDIO HISTORICO
D . JO S É M A R lA A S E N S IO .
Donado á la Biblioteca
Universitaria de Granada,
en m e m o r ia d e l m a lo ­
g r a d o poeta^^^^^^
BALTASAR MARTINEZ DT-
M A D R ID .
IM PRENTA H ISPA N O -F IL IPIN A , BIOMBO , 4^.
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EL CONDE DE LÉMOS,
PROTECTO R
DE CERVAN TES.
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EL CONDE DE LÉMOS,
PR O TEC TO R DE CERV ÁN TES.
ESTUDIO HISTÓRICO
D . JOSÉ MARÍA A S E N S I o S ^ ® ? ^ í« ^ *
Donado á U Biblioteca
Universitaria de Granada.
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g ra d o p o e ta
BALTASAR MARTINíI
M A DRID .
IM PRENTA H IS P A Ñ O -F IL IP IN A , BIOMBO, 4 .
I 880 .
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a
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ARTE PRIMERA.
[iSyG— 1609).
I.
G rande y ex trao rd in aria an im ació n se n o tab a en
el Palacio R eal de M adrid, m o rad a á la sazón del
R ey D. Felipe III, en u n a m a ñ a n a fria y lluviosa de
los prim eros dias del mes de D iciem bre de iSpp. Los
cortesanos e n trab an y*'salian presurosos, d eten ién ­
dose á veces en la antec ám ara de las regias h ab ita­
ciones , donde to d o s hablaban y cuchich eaban de los
acontecim ien to s del dia.
M agnates, guardias y cata-riberas discu rrian p o r
el salón en am igable con so rcio , y u n o de éstos con
aire de satisfacción decia:
— M ayor y m ás lucida C órte tenem os hoy en la
o tra antesala del M arq u és, que usarcedes en esta.
— No es cosa e x tra ñ a , replicó u n o de los u g ieres;
van á felicitar al M arq u és, p o rq u e S. M ., Dios le
guarde (y al decir esto hizo u n a p ro fu n d a rev eren ­
cia , y con él los dem as c o n c u rre n te s), le ha favore­
cido en el n o m b ram ie n to de D uque de L erm a.
—Y n u n c a he visto al M arqués ta n fra n c o , ta n co­
m unicable com o desde que le hacen D uque. Me dió
É
— 6 —
al verm e u n golpecito en el h o m b r o , y m e ofreció
que m u y luégo saldría proveído.
— L lueven las ven tu ras en casa del m in istro . H ace
m uy pocos días desposó á su h ija , la h erm o sa D oña
C a ta lin a , con el M arqués de S a rriá , su p rim o -h e r­
m an o , y presto h ab rem o s de to c a r las consecuencias
de tal enlace.
—Y m o n ta , que S. M. la R eina (nuevas in c lin a ­
ciones de cabeza) h a h echo m erced á la n ueva D u­
quesa de la carroza con las pías que le dió el D uque
de M antua á S. M. pasando p o r I ta lia , la cual es m uy
rica pieza.
—A y e r, sin ir m ás léjos, salió en ella la D uquesa
con otras señoras.
—T o d o se lo m ere ce n , y D ios se lo a u m e n te , dijo
el cata-ribera. Y o me voy de aq u í á c u m p lim en tar
al M arqués y á la h ija del nuevo D uque.
—Y yo al ig u al, dijo o tro de los p reten d ien tes.
V oy á visitar al de S a rriá con c arta de m i deudo
D. Ju a n d e A rg u ijo , que ta n to s obsequios hizo en
Sevilla á su suegra la M arquesa de D enia en el m es
de O ctubre pasado.
— Si carta lleváis de A rg u ijo , g ran cosa llev áis,
qué el M arqués n u n ca deja á u n lado las reco m en ­
daciones de sus ama'dos poetas.
II.
P o co m ás de u n m es hab ía tran scu rrid o .
E ra á m ediados de E n e ro del año 1600, y hab ía
grandes novedades en P a la c io , que tra ía n p reo cu -
pados á los cortesanos del D uque de L erm a y del
R ey Felipe III. L a cam a rera m a y o r, Duquesa de
G an d ía, hab ía salido p ara A lcalá , privada de su car­
g o ; y se llevó el rig o r hasta el p u n to de preceptuar
que n in g ú n caballero la acom pañase. De esto y de
otras m utacio n es se hab lab a acaloradam ente en los
num erosos g rupos que ocupaban la an tecám ara del
Rey.
— ¡L ástim a g ra n d e , decía u n oficial de la g u ard ia,
que nos q u iten al M arqués de C am arasa!
— E s u n valiente capitán y u n cum plido caballe­
ro , decía o tro de los interlocutores.
— P ero no lo es m énos el que S. M. (y al decirlo
se inclinó con rev erencia el anciano obeso que h a ­
b la b a , y lo m ism o h iciero n todos los del corrillo)
tiene señalado p ara sucederle.
— P ues q u é , ¿lo sabe ya n u estro q uerido músico.'^
p reguntó el oficial.
—Si m e ofrecéis callar y g u ard ar p ara vosotros el
se c re to , os lo c o n fia ré , ta l com o m e lo h a dicho un
am igo.
— H a b la d , h a b la d , señ o r E sp in e l, y lo te n d re m o s
reservado.
— P u e s , com o sab éis, m i d iscíp u lo ,q u e así le llam o
y él m e dice m a e s tro , L ope F é lix , m e co n su lta sus
versos.
—Y hace p erfectam en te, p o rq u e oído m ú sico m ás
delicado...
—N i genio m ás d esco n ten tad izo , dijo en tre dientes
el o ficial...
— P ues L o p e , que hace años sirve de secretario
al jóven M arqués de S a rriá , y ern o y so b rin o del
D uque de L e rm a , m e dijo que su señ o r e s' el desig-
nado p ara m a n d ar la g u ard ia de la Real P ersona.
— ¡ B rava elección se ría !
— i Y ta n b u e n a !
— Mozo e s , pero flo rid o en años y en prudencia
c a n o , según dice en su alabanza m i b uen cordobés
D on L uis de G óngora. L o que yo dudo es que el
M arqués acepte sem ejante encargo.
— Yo tam b ién tengo p ara m í que el D uque ha de
reservarle p ara m ayores em p leo s, añadió el oficial.
—¿Y es cierto que el M arqués hace ta n ta estim a
de L ope Félix de Vega?
— No solam ente le confia to d o s sus secretos, y
lleva todas sus c a rta s, sino que en el añ o ú ltim o ,
ántes de la expedición de la C órte á V alencia p ara
recibir á n u estra S oberana , llevó el M arqués su con­
descendencia y las m uestras de su afecto hasta el
p u nto de en co m iar con dos preciadas redondillas el
poem a castellano de San Isidro.
— H olgaria de leerlas.
— P ues escu c h ad las, que es ig u a l; téngolas de m e­
m o ria , com o o tras m uchas.
«T an alto alzastes el vuelo
C an tan d o á Is id r o , que vos
H acéis que el santo de Dios
H oy suba o tra vez al Cielo:
Y p o r haberle subido
Q ueda, h isto ria d o r sa g ra d o ,
Isidro m ás e stim a d o ,
Y vos á Dios p arecido. »
— P oco se m e alcanza de p o esía; m a s, con to d o
e so , no me parecen m al las redondillas.
9 —
—Yo vos las m arco p o r b u e n a s , dijo E spinel re ­
tirándose de los g u a rd ia s, y podéis decir que al lee r­
las educáis el oido en el b uen concepto de las a n ti­
guas coplas castellanas.
III.
R azón ten ían de d u d ar los g uardias del R ey Don
Felipe.
A pesar de todas las variaciones que se h icieron
en el personal de la servidum bre p a lacieg a, no en tró
el M arqués de S arriá en n in g u n o de los puestos va­
cantes , au n q u e to d o s fu ero n ocupados p o r personas
afectas al D uque de L erm a. Y es q u e , en efecto, el
favorito de Felipe III reservaba á su y ern o p ara m ás
altos em pleos.
E n el año de 1601 falleció D. F e rn a n d o R uiz de
C astro , sexto C onde de L é m o s , sucediéndole en el
título y estado su p rim ogénito el M arqués de S arriá,
el p ro te c to r de L ope de V ega, el am igo de V icente
E spinel.
A l p ro n to se habló del nuevo C onde p ara el v ir­
rein ato de Nápoles; m as, dejándolo en suspenso, se le
confirió la P residencia del C onsejo de In d ia s, cuan­
do apénas con tab a v einticinco años.
P ersonaje de ta n altas p re n d a s , q u e en ta n tem ­
p ran a edad era propuesto com o digno de los m ás
elevados c a rg o s, y que an d an d o el tiem po fué uno
de los pocos que ten d iero n al g ran M iguel de C ervántes u n a m an o que le sacaba de la m iseria y del
a b a tim ie n to , haciéndose p o r estos rasgos de su n o ­
ble corazón ta n sim pático á la p o ste rid a d , com o ad­
— 10 —
m irable p o r sus dem as m e re c im ie n to s, bien tiene el
de que nos ocupem os en d ar á conocer los sucesos
de su vida.
IV.
D, P ed ro F ern an d ez de C astro nació en G alicia,
probablem ente en M o n fo rte , pueblo de los estados
de su p a d re , en el año 1576. F u é h ijo del ya n o m b ra ­
do D on F e rn a n d o , y de D oña C atalin a de S andoval,
herm an a del M arqués de D e n ia , que luégo fué D u­
que de L erm a.
Dice V icente E spinel (i) que «desde n iñ o tie rn o
«descubrió ta n ta excelencia de ingenio y v alo r,
«acom pañado de ingenuas v irtu d e s, q u e , habién d o lo
«puesto su R ey en los m ás preem in en tes oficios y
«cargos que provee la M o n arq u ía de E sp añ a, ha sa«cado m ilagroso fruto á su re p u ta c ió n , siendo m u y
«grato á su R ey , m u y am ado de las gentes su b o rd i.»nadas á su gobierno , y m u y loado de las nacio n es
«extranjeras.«
L a educación que recibió fué p ro p o rc io n a d a á
sus talen to s y á las esperanzas que en él fu n d ab a su
noble casa. C ultivadas p o r buenos estudios sus feli­
ces disp o sicio n es, fué d an d o m u estras de clarísim a
inteligencia y vivo in g e n io , al p ar que de n a tu ra l
noble y generoso.
C om o prim ogénito de la casa de L ém os usó
(i)
Relaciones de la vida d e l escudero M úreos de O bre^on.^M adri 4: fuai) de la Cuesta, 1618.—Relación i . “—D cseanso 23,
en sus p rim ero s años el títu lo de M arqués de S arriá.
Y a p o r esta época debía de ocuparse D. P ed ro en
ejercicios p o é tic o s, pues á ellos debe referirse lo que
L ope decía en la E p ísto la dirigida al C o n d e , que
insertó en L a F ilo m en a (M ad rid , en casa de la viuda
de A lonso M a rtin , 1621), au n q u e escrita á lo m énos
en el de 1608.
«Estilo su p erio r, div in a m a n o ,
P lu m a sutil de peregrino c o rte ,
A rte d iv in o , c o n tra p u n to en llano.
■Soys del m ar de escribir lucido N o rte ,
P ero direys que son lisonjas éstas.
C om o m e dan los ayres de la córte.
A unque si son verdades m an ifiesta s,
D íganlo las epístolas divinas
Que os escuché con ta l p rim o r com puestas, d
P o r desgracia no se c o n se rv a n , ó á lo m én o s
n u n ca las hem os v isto , esas epístolas ta n celebradas,
ni otros rasgos poéticos de esta é p o c a , fuera de las
dos redon dillas con que en 1599 c o n cu rrió al enco­
m io del Isid ro , y ya dejam os recogidas.
V.
E n la prim av era de aquel m ism o añ o , p o r el m es
de A b r il, se traslad ó la C órte á V alencia p ara recibir
á D oña M argarita de A u stria.
C on los dem as cortesanos fué el M arqués de S ar­
riá , aco m p añ ad o de su secreta rio , que escribió
poética relació n del viaje, y form ó p arte de los tr e in ­
ta y seis nobles que aco m p añaro n al M arqués de
— 12 —
D enia á V inaroz á d a r el p rim er saludo á la R eina.
Iban todos vestidos de en carn ad o y b la n c o , con
p asam anos de o r o , y sendos criados con los m ism os
colores y pasam anos de seda. V enía D oña M argarita
á casarse con B’elipe III, y el Rey quiso verla ántes
de ser c o n o c id o ; salió secretam ente de V alencia con
el m ism o traje que llevaban los cab allero s, y se coniñindió entre ellos: vió á la R e in a , y quedó m uy
contento de la h e rm o s u ra , buena gracia y discre­
ción de S. M ., según dice L uis C abrera de C ór­
doba (i).
Al volver la C órte á M adrid o cu rriero n en el P a ­
lacio las novedades que reseñam os al em p e z a r, y se
trató de con ferir el m an d o de la G uardia Real al
M arqués, según dice,el m ism o cronista.
VI.
Sobrino y y ern o del g ran favorito del M onarca,
de aquel om n ip o ten te señor que debió al afecto de
Felipe 111 la conservación de u n puesto á que no le
destinaron dotes especiales de ta le n to , ilustración ni
carácter, ni m enos el afecto de la n a c ió n , estaba
llam ado el C onde de L ém os á rep resen tar g ran papel
en la córte española.
Las sim patías de que gozaba eran generales; su
m érito y sus talen to s reconocidos por to d o s; n a tu ­
ral era que el D uque de L erm a tra ta ra de utilizar
^ ( I ) Relaciones de las cosas sucedidas en la córte de E spa­
ña desde 1599 á' 1614.
— i3 —
para su p ropia p o p ularidad las altas prendas de su
y ern o .
T rató se de c o n fe rirle , com o ú n ico destino c o r­
respondiente á sus m éritos, uno de los v irre y n a to s, y
se pensó en el de N u ev a-E sp añ a; m as debió de re­
husar el de L ém os el a b a n d o n a r su p a tria , ó n o co n ­
tentó al de L erm a separarse de su h ija ;... es lo cierto
que fué n o m b rad o p ara el cargo D. L uis de Velasco,
M arqués de S a lin a s, y q u e , áun cuando en aquellos
dias se habló en la có rte de que al C onde de L ém os
se le concedería el v irrey n ato de N ápoles, com o to d a ­
vía no h ab la concluido el G obierno del C onde de
B en aven te, tales ru m o re s, si algún fu n d am en to tu ­
v ie ro n , no p asaron p o r entónces de m eras hablillas
de palaciegos.
V IL
E l C onde con su esposa se m arch ó á G alicia á m e­
diados del año 1607; se estableció en su pueblo de
M onforte, y léjos del m o vim iento c o rte sa n o , se e n ­
tregó de lleno á sus estudios y aficiones.
A llí, al lado de su esp osa, en el retiro del hogar,
rodeado de las bellezas n atu rales, y exaltada su im agi­
nación al c o n te m p la rla s, debió escribir m u ch as poe­
sías; que, com o dice el a u to r de quien luégo habrem os
de o c u p a rn o s, «el so sieg o , el lu g ar ap acib le, la am e» n id ad de los cam p o s, el m u rm u ra r de las fuentes,
9 la serenidad de los cielos, son grande parte para que
9 las m usas m ás estériles se m uestren fecundas. 9
Pocas com posiciones poéticas del C onde de Lém os
—
14
—
se h a n salvado del o lv id o , y solam ente podrem os
dar cabida á dos que se conservan en la B iblioteca
N a cio n al, u n a de ellas p u b lic a d a , in éd ita la o tra.
U nicam ente con la indicación de su a u to r , pero sin
epígrafe a lg u n o , en el C ódice M .-86, al folio 88 en ­
co n tram o s el siguiente
SO N ETO
DEL CONDE DE LEMOS.
M ontañ a in accesib le, opuesta en vano
al atrevido paso de la g e n te , ^
ó nieblas hum edezcan tu alta fre n te ,
ó nieve ciña tu cabello cano.
, C aystro m a y o ra l, en cuya m ano
en lugar de bastón se ve el trid en te,
con su consorte a m a d a , Sol luciente
de R ayos n e g ro s, Serafín h u m a n o ;
T u cerviz d u ra p is a , y la p asto ra
yugo te pone de cristal calzada
c o tu rn o de o r o , arm in io en piel v e stid a ;
H u irá la nieve de la nieve a g o ra ,
ó ya de sus dos blancos piés v e n c id a ,
ó ya de sus dos Soles desatada.
D ebem os ad v ertir que en las obras de D. L u is de
G ó n g o ra , recogidas p o r D. G onzalo de H oces y C ór­
d o b a, corre com o suyo este soneto. De m a y o r im p o r­
tan cia y m ucho m ás agradables son las décim as que
se en cu en tran al folio 49 del m ism o Códice. Di­
cen así:
— i5 —
D E L C O N D E D E L EM O S.
¿C óm o p o d ré prevenirm e
c o n tra el m al de m i desdicha,
si co n el bien de m i dicha
apénas puedo avenirm e?
D exe ya de com b atirm e
el esperar y el tem er,
que no puedo ya ten er
la esperanza que he ten id o ,
pues sobre h ab erla perdido
n o ten g o ya qué p erder.
S in n in g u n a confianza
vivo ocioso en m i c u id a d o ,
p e ro , en u n desesperado,
¿de qué ha de h a b er esperanza?
¡ A y de m í 1 que nadie alcanza
aqueste despecho esq u iv o ;
y o sólo soy quien lo e scrib o ,
yo sólo soy quien lo s ie n to ;
él m e tiene sin a lie n to ,
n i bien m u e r to , ni b ien vivo.
N in g u n a cosa p ro c u r o ,
p o rq u e n in g u n a deseo;
to d o lo exam ino y veo j
y de n ad a m e aseguro.
^1
—
Ib —
Ni m e quexo ni m e a p u r o ;
hállem e sin re siste n c ia ,
sufriendo hasta m i p a c ie n c ia ;
y en estado tal e s to y ,
que p o r do q u iera que voy
no soy m ás que u n a apariencia.
P ero p o r no a n d a r conm igo
obro á veces ta n a c a so ,
que ni siento lo que paso
n i consiento lo que digo.
T én g o m e p o r enem igo
despues que la causa d i ;
si con causa m e perdí
ora de cuerdo ó de lo c o ,
dásem e de m í tan poco
que ni áu n sé parte de m í.
V llí.
T ales y tan agradables esparcim ientos ocupaban al
Gonde^ cuando al finalizar el m es de O ctubre del
año 1609 fué enviado á llam ar de la C órte con m u ­
cha priesa. E n ten d ió se que era p ara ir en las galeras
que hablan de regresar á Ita lia , á servir el cargo de
V irrey en N ápoles, p ara el que estaba proveído.
Y así era en efecto.
FIN DE LA P R IM E R A P A R T E .
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PARTE SEGUNDA.
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I.
—P asad a d e la n te , señ o r M ig u el, que au n q u e es­
tam o s p o r todo ex trem o atareados descolgando las
tapicerías de los aposentos y p rep aran d o la ropa p ara
enviar á em b arcar p ara Ñ áp eles, todavía el C onde,
m i señor, h olgará de veros ántes de pasarse á po­
sar en P alacio, en el cu arto del D u q u e, su tio.
— Bien está, señ o r S an tilla n a; pero an d ad m ás
aprisa por vida v u e s tra , p a ra que lleguem os. B ueno
será que m ováis m ás los pies y m enos la lengua.
— No lo puedo re m e d ia r, señ o r C erv án tes; soy lo­
cuaz, dem asiado ch arla tán cuando veo personas de
las de m i agrado. Y com o á vos os vem os ta n de tarde
en tarde p o r a c á
Desde la enferm edad del C o n d e,
m i se ñ o r, hace a h o ra dos meses no os he vuelto
á ver.
—¿Y cóm o le va de salud?
—T a l c u a l; a sí, a sí; m e d ia n illa m e n te , a u n q u e él
no lo conñesa. P ero á m í, que le he criado, no puede
engañarm e. A quellos crecim ientos que tu v o p o r
— i8 —
D iciem bre fueron m alig n o s, y á to d o s nos pusieron
en cuidado p o r su poca com plexión y la d ebilidad
de cabeza.
— P ero de entonces hasta ah o ra n o h a vuelto á re­
sentirse......
—A Dios las gracias. Y cu en ta que b ien m e lo he
te m id o , y tam b ién lo tem ia m i señ o ra la C ondesa,
que fué golpe in e sp e ra d o , y que m u ch o pesar le
causó la súbita m uerte del secretario R am irez de
A rellano.
— ¡P o b re D. Ju a n ! H o m b re era de g ran de estim a,
y que m erecia to d a la confianza del C onde. N unca
olvidaré que á él debí m i e n trad a en esta casa......
— M ucho os e stim ab a, au n q u e con ra z ó n , señor
C erv án te s; pues bien sé que os habíais conocido en
vuestras m ocedades en los jorn ad as de Ita lia , y m u cha's veces m e refirió que érais u n b u en cam arad a en
la pelea po r vuestro v alor, y en el aposento p o r vues­
tro genio alegre, que siem pre en co n tráb ais m odo de
h acer llevaderos los trabajos.
— Eso se b o rre, S a n tilla n a , que hace m u ch o s años
es p asado; y decidm e, ¿cu án d o piensa partirse el
C onde p ara su gobierno
—T odavía no lo ha d ic h o , y pienso que h a de
ta rd a r; p orque dicen que n o h a de p a rtir hasta de­
jar sentenciado el pleito que tiene con el C onde de
M onterey sobre el estado de V iezm a. Y á Dios que­
dad, que no ta rd a rá en v en ir aq u í S. E ., y no quiero
que m e encu en tre parlan d o , p arlan d o y m an o sobre
m an o cuando sobra la faena para todos.
)
W
:
j
— 19 —
II.
T riste y m e d ita b u n d o , apoyado sobre el antepe­
cho de u n a v en tan a, perm aneció algunos m in u to s
M iguel de C erv án te s, descansando la frente sobré
sus m anos. E l ru id o de u n a p u erta que se ab ria le
saco de sus cavilaciones, y al le v an tar la vista se en­
co n tró frente á frente con el C onde de L ém os.
— P reciso h a sido p ara veros que os enviase á lla­
m a r , señ o r C ervántes, dijo aquél con acento b o n d a­
doso, y com o en tre grave y ch an cero , pues á lo que
parece, no hacíais cuenta de volver tan presto.
—Desde el d ía en que vine á daros la en h o ra b u en a
p o r la m erced que S. M. os hab ia h e c h o , os decla­
rasteis tan fran ca y resueltam ente verdadero señ o r y
b ien h ech o r m ió , que he tem ido ser m olesto...
Eso n o se d ig a , que m e enojareis de v eras: ja­
m as cansan los ho m b res de ta le n to ; y si la adversi­
dad los p e rsig u e , gracias doy al cielo que h a puesto
en m is m anos los m edios de re p ara r su m ala fo rtu ­
na, P o r o tro lado, m e habéis p rom etido c o n tin u a r
sin tregua la H isto ria del fa m o so m a ttc h eg o , que
tan tas otras h istorias lleva ocultas, y las dem as o b ras
que hace tiem po os o c u p a n , y p o r ello m is benefi­
cios dejan de ser g racio so s, desde que dan en in te ­
resados.
Nobleza es, señor, disim ular el beneficio; pero
esto es in ú til hacerlo p ara u n corazón agradecido.
P o r eso, ántes de calzar las espuelas á D . Q uijote en
su tercera sa lid a , y de p o n er m an o en la. co n tin u a-
rnVERSlTARlA
DE
—
20
c io n d e L a G alatea, de qu ien sé está aficionado V. E .,
he recogido algunas obras m ias de las m u ch as que
a n d an p o r ah í d e sc a rria d a s, y quizá sin el n o m b re
de su dueño^ con el deseo de m o stra r el m u c h o que
tengo de serviros.
—¿Y cuáles son esas o b ra s, señ o r C ervántes?
,
—N ovelas breves son, au n q u e m isterio tien en es­
condido que las le v a n ta ; y ta n to , que á no haberse
labrado en la oficina de m i e n te n d im ie n to , p resu­
m ieran ponerse con las m ás pintadas.
M ucho m e holgaré de verlas antes de que se dé
orden en m i p a rtid a ; y desde luégo acepto la dedi­
cació n , y m i co n tad o r os en v iará algunos ducados
para que crezcan en brazos de la estam pa.
—D ispuestas tengo ya a lg u n a s, y en m en d ad as de
com o m i ingenio las engendró en los pasados años.
De Sevilla recibí no h á m uchos dias algunas de las
que allá dejé en p o d er de varios a m ig o s, y ocúpam e
de presente el trab ajo de repasarlas. Mas de cu alq u ier
m odo, ellas v en d rán y serán leídas en las veladas de
V. E . cuan to fuere servido.
— Muy luégo será. Y ántes de pasar a d e la n te , he
de deciros, m i b uen C ervántes, el m otivo p o r que os
llam aba.
—Y a escucho.
—P u e s, com o sabéis, m u rió el b u en D. Ju a n R a­
m írez cuando m énos lo esp eráb am o s, y cu an d o } o
le reservaba el puesto debido a sus m erecim ientos de
Secretario de Estado y G u erra del v irrey n ato . P ara
llenar ta n grande falta pensé en L u p ercio L eo n ard o ,
y aunque tem í que no aceptara, le escribí sobre ello,
y m uy luégo debe llegar á M adrid en com pañía de
s u herm an o B arto lo m é, y tray én d o m e adem ás á su
ti
hijo D. G ab riel, de cuya felicísim a m em o ria debeis
estar info rm ad o .
— No puede caber duda de que con esos oficiales la
Secretaría de N ápoles d ará envidia al m ism o P arn aso .
— Pues áu n pienso confiarles el encargo de que
lleven en calidad de agregados el m ay o r n ú m ero p o ­
sible de los buenos poetas de E spaña.
—Yo os aplaudo el p e n s a m ie n to ; que p o r u n a p ar­
te favorecéis la p o e sía , que h a rto desvalida a n d a en
estos tie m p o s, y p o r o tra lleváis esparcim ien to de los
grandes cargos de la g o b ern ació n de u n rein o , tan
ilustre co m o corresponde á la alteza de vuestro in ­
genio.
— H arto m e pesa que v u estra edad y vuestros ach a­
ques sean im pedim ento p ara que m e acom pañéis,
señ o r C ervantes,
— No lo fu eran , señ o r, tales que no los ven ciera m i
deseo de serviros, sin la d u ra carga que en m is h o m ­
bros veo, de m u jer é hijos^ h erm an a y so b rin a, que la
fo rtu n a me cargó pesada.
— Mas no creáis que p o r la ausencia h a b ré de
olvidar v u estro s cuidados.
— Ni yo he de ech ar en olvido vuestros beneficios
y bond ad es; y m u estra serán de ello las obras que
allá he de en v iar bajo de v uestro n o m b re y protec­
c ió n , declarán d o o s siem pre m i verd ad ero señ o r y
firm e am paro.
—P ues á Dios q u e d a d ; y festejarem os en am igable
academ ia la llegada de los L e o n ard o s con la lectu ra
de esas obras que m e decís os ocupan. ¿Cómo p en ­
sáis intitu larlas?
— N ovelas E x e m p la re s ; p o rq u e no h ay n in g u n a de
que no se p u ed a sacar algún ejem plo p ro v ech o so .
III.
E l tiem po señalado p ara la p artid a del C onde de
L ém os estaba m u y pró x im o . T o d o s los preparativos
se hab ian term in ad o con la ostentación y p om pa cor­
respondientes al rango del personaje y altísim o car­
go de que iba investido. E l R ey le hizo m erced de
cu aren ta m il ducados p ara ay u d a de costa de la
jornada.
P o r su parte, el S ecretario L u percio L eo n a rd o y
A rgensola había cum plido á m aravilla el encargo que
el C onde le confiára, y se e n co n trab a en M adrid
con su esposa D oña M aría B árb ara de A lbion, su hijo
y el R ector de V illa h e rm o sa , su h e rm a n o , to d o s dis­
puestos a trasladarse á N ápoles á la p rim era o rden.
P resta se e n co n trab a tam b ién la lucida córte de
ingenios que hab ía de acom pañarlos. L a elección ha­
bía dado m otivo á m u ch o escándalo y m ov im ien to ,
intrigas y disgustos en el círculo literario de la córte.
E n las gradas de San Felipe no se habló de otra
cosa en m uchos meses. E l m entidero de M a d rid
ab ultaba las novedades y au m en tab a las noticias.
E n tre los elegidos figuraban el D octor D. A n to ­
nio M ira de A m escua, A rcediano de G uadix, su pa­
tria , notable p o eta dram ático alabado p o r C ervántes
y p o r L ope de V ega; G abriel de B arrionuevo, ta m ­
bién poeta y a u to r de varios entrem eses m u y agudos
y celeb rad o s; A n to n io L aredo y C oronel, F rancisco
de O rtigosa, y algunos otro s jóvenes de claro talen ­
to , pero de m en o r no m b rad la,
l
— 23 —
Q uevedo no quiso ir p o r entónces. E n tre los des­
deñados e n tra ro n D. L uis de G óngora, C ristóbal de
Mesa y M iguel de C ervántes. T o d o s, según decia el
m entidero, p o r su c o n d ic ió n ; según süs am igos, p o r
su edad y sus achaques (C ervántes tenía sesenta y
tres años, G óngora c in c u e n ta , Mesa cu arenta y seis.)
Si h ubo o tra causa ó razón, no se h a llegado á saber.
G óngora se quejó en un soneto n o tab le, diciendo:
i
E l C onde m i señ o r se va á Ñ apóles
y el D uque m i señ o r se va á F ran cia,
Príncip es, buen viaje, que este día
P esadu m b re daré á u n o s caracoles.
C om o sobran ta n doctos españoles
A n in g u n o ofrecí la M usa m ía,
A u n pobre albergue sí de A ndalucía,
Q ue ha resistido á G randes, digo, á Soles.
C on pocos libros libres (libres digo
De espugnaciones) paso y me paseo,
Y a que el tiem po me pasa com o higo.
No espero en m i verdad lo que no creo;
E spero en m i conciencia lo que digo;
Mi salvación es lo que m ás deseo.
Mesa se quejó tam b ién en térm inos m uy claros,
dirigiéndose al m ism o C onde. C ervántes calló p o r en ­
tónces , fiando en las prom esas que se le h ab lan h e­
cho; despues, en el V iaje del P a rn a so , se lam entó
del olvido de los A rgensolas diciendo:
Q ue tienen p ara m í á lo que im agino
L a v o lu n tad com o la vista corta.
—
24
—
T riu n fan te asim ism o el C onde de L é m o s, y m uy
gozoso p o r h a b er obtenido sentencia favorable en
el pleito que sostenia con el C onde de M onterey,
pues aunqu e la ‘ re n ta que ganó no pasaba de 4.000
ducados, era h acienda de cualidad en G alicia, pasó
á L erm a , d o n d e se e n co n trab an los R eyes, á despe­
dirse de ellos, en los prim ero s dias del m es de M ayo.
IV.
Á 17 de M ayo de 1610 p a rtie ro n de M adrid los
C ondes de L ém os p ara ir á em barcarse en V inaroz.
F u ero n acom pañados de to d a la nobleza de E spaña,
y con grave aparato y dem o stració n de grandeza,
com o requerid el cargo que llevaban.
E n V inaroz los a g u ard ab an las seis galeras de la
escuadra de N ápoles, que el R ey les habia m andado
d a r, y con ellas debia volver á E sp añ a el C onde de
B enavente, que cesaba en el cargo de V irrey.
L a navegación fué p róspera y feliz; y en los p rim e­
ros dias d e l'm e s de Ju n io diero n vista á la capital
ilustre que se sienta á la falda del P ausilipo, y to m ó
el C onde de L ém os posesión del cargo que el R ey le
confiaba.
G rato recuerdo quedó en el rein o de N ápoles de
la gobernación del ilustre Conde,
— 25 —
A tento á la buena ad m in istració n del E stado y á
proteger los ho m b res in d u strio so s, era inexorable y
severísim o con los m alvados y vagabundos que allí
acudían de tod as partes p o r la m u ch a com o d id ad y
holgura en el vivir. De su justicia se citan ejem plos
adm irables.
P a ra la g u ard ia de su p erso n a y debida o sten ta­
ción del cargo, ten ía lucidísim a escolta de españoles
que vestían calzas e n te ras, arm as d o rad a s, picas con
fundas de terciopelo, y p enacho en el m o rrió n con
bravos cuellos y p u ñ o s abierto s (i).
Las obras de em bellecim iento y u tilid ad de la
córte le m erecieron señalada preferencia.
A hí q u ed aro n com o insignes testim o n io s de su
ilustració n y a m o r á las artes el suntuoso palacio de
los V irreyes, el m agnífico edificio de la U niv ersid ad ,
las grandes obras p ara red u cir á caiiipos am enos y
salutíferos las lagunas y p an tan o s pestilenciales, y
para co n d u cir desde el V esubio las aguas que h e r ­
m osean la ciudad y fertilizan sus deliciosas vegas (2).
Mas á pesar de todos los cuidados no se descuida­
ban las letras. H abia ju n ta d o el C onde-V irrey u n a lu ­
cida A cad em ia, de la que fueron iniciadores L u percio L eo n ard o y A rgensola, y el napolitan o Juan
B. M anzo, M arqués de la V ila. L lam áro n la de los
Ociosos; y en efecto, en ella pasaban los ratos que le
dejaban vagar las tareas de la S ecretaría todos los
(1) Com entarios del D eseng-añado, ó sea Vida de D. Diego
Duque de Estrada, escrita por él mismo. (Ms. de la Biblioteca
Nacional.) M em orial h istórico esp a ñ o l.—Tomo X II.—Madrid:
Imprenta Nacional, 1860.
(2)
Vida de Cervántes,'pÁg. 1S3.
— 26 —
poetas que el de L ém os h abía llevado de E spaña, y
los principales de Italia.
B rillaba en aquellas agradables reuniones el jóven
D. G abriel L e o n ard o p o r su felicísim a m em o ria y
festivo ingenio.Y no m énos brillaba el insigne V irrey,
cuyos elegantes versos excedian á los de H o m ero y
V irgilio, al decir de sus com ensales.
R ecitábanse cada n oche las poesías que los escri­
tores habían em b o rro n a d o en la o ficin a; se aplau­
dían y corregían lo m ism o las buenas que las m alas,
y se daban tem as forzados de ex traños asuntos para
p ro c u ra r recreo y variedad. T o d o s los ingenios que
de diversos pu n to s llegaban á N áp o les, eran ad m iti­
dos y obsequiados.
E n en tran d o de las p u ertas ad en tro n in g u n o po ­
día hablar, á m énos que fuese en v e rs o , so pena de
ir pagando nieve y c o n fitu ra , según el delito, con
graciosísim as acusaciones y pleitos.
V I.
R epresentaciones de im provisadas com edias, por
todo extrem o disparatadas y graciosas, solían am eni­
zar las veladas.
M em oria de u n a de éstas, que debió de ser h arto
célebre, nos h a conservado en sus Comentarios el
m encionado D. Diego D uque de E strad a.
E ra la bajada de Orfeo al reino de P lu to n en busca
de su consorte:
— 27 —
«Que no pudo á peor lu g ar
L levarle ta n m al deseo,»
según decía Q uevedo.
T ocó el papel de Orfeo á cierto capitán A naya,
hom b re de ingenio y chispa, que sacó p o r cítara
unas parrillas forradas de perg am in o , con que hacía
un ru id o desapacible. R epresentó P ro serp in a B arto ­
lom é L eo n ard o y A rg en so la, cuya go rd a cata d u ra
excitaba g ran d em en te la risa del a u d ito rio , y que lle­
gó al extrem o cu an d o le v iero n acercarse á P lu to n
(que lo figuraba el secretario L a re d o , sentado sobre
u n arm ario que le servía de tro n o ) y decirle con m il
dengues y rem ilgos;
Soy P ro s e rp in a ; estoy en la m orada
Del horrib le rabioso cancerbero.
Q ue me quiere m o rd e r p o r el tra se ro ......
á lo que P lu to n con testó gravem ente:
Bien hay en qué m o rd er, no im p o rta nada.
L a función acahó en tragedia, ó á lo m énos en
trag i-c o m ed ia; p o rq u e al b ajar P lu to n del arm ario ,
cayó éste encim a de los o tros actores, saliendo todos,
cuál m ás, cuál m énos. lastim ados.
VIL
E n tre los m u ch o s viajeros que visitaro n al C onde
en su cap ital, no p ueden d ejar de recordarse tres
— 28 —
españoles insignes: D. F ran cisco de Q uevedo V ille­
g as, que fué allá fugitivo á consecuencia del caba­
lleresco suceso de la iglesia de San M a rtin , en la n o ­
che del Juéves S anto del año 1611. E l G ran D uque
de O su n a, E m bajador de E spaña en V enecia, y el
C onde de V illam ediana, célebre en n u estra historia
literaria po r sus desenfadadas sátiras y p o r su trá ­
gico fin.
V III.
U n desgraciado suceso vino á tu rb a r la alegría de
la ilustrada córte del V irrey.
E n el m es de Marzo de 1613 , falleció in o p in ad a­
m ente y tras brevísim a enferm edad el secretario L u percio L eo n ard o y A rgensola.
E l do lo r del C onde de L ém os fué grandísim o.
L a A cadem ia de los Ociosos le consagró suntuosas
exequias. C o n cu rriero n los P ríncipes y personajes
n otables de to d a Ita lia ; h u b o poesías la tin a s , ita­
lianas y españolas; y en el tú m u lo , de m aravilloso
artific io , levantado p ara aquella fúnebre solem ni­
dad, se colocaron inscripciones con grandes alab a n ­
zas del finado.
IX.
V acante la plaza de cro n ista del reino de A ragón,
que desem peñaba L u p ercio L eo n ard o , quiso c o n ti-
— 29 “
n u a r en ella su h erm an o B artolom é, p ara lo cual
envió sus m em oriales á los D iputados de la C o ro n a;
y p ara facilitar y esforzar sus pretensiones, escribió
tam b ién el C onde de L ém os á aquellos señores en
los siguientes térm inos;
«£■/ Secretario Ltipercio de A rg e n so la , cronista de
ese R eyno^ es mue?'to, dexándorne con el sentim iento
que se debe á la f a l t a de tan g ra n sugeto, de cu yo
ingenio A ra g ó n y toda E sp a ñ a esperaba ju sta m en te
grandes fr u to s . H a co n form ado su m uerte con la
in teg rid a d de su vid a , con lo qual, y con su hijo que
le sucede, hallo a lg ú n consuelo. A l o fc io de cronista
que ahora vaca, y V. S. ha de proveer, á m i ju ic io ,
supuesto que en la elección se ha de atendei a los
m éritos, que la obra y el m inisterio piden, no h a y en
E spaña quien ten g a tanto derecho como el D octor
B a rth o lo m é L eo n a rd o , herm ano del difunto', pero no
in ferio r ni caSi en la edad. Aducho antes que Luper-'
d o con orden de ese consistorio tratase de continuar
los A n a les de Z u rita , y de p reseg u irlo s hasta nues­
tros tiem pos, tenia el dicho R ector hecho apai ato y
estudio p a ra el m ism o efecto. D e su caudal, de su
estudio, y len g u a je latin y español, casi en todos los
R e y n o s de E u ro p a h a y noticias y aprobación. P o r
lo qual, y p o r acudir á m is obligaciones, que son tan
sabidas, le suplico á V. S . se sirva de d a rle este
oficio^ pues dem ás de la merced que y o recibo, cu m ­
p lirá ese Consistorio con su conciencia y con el deseo
universal, que sin duda se endereza á lo m ism o . D e
la im portancia del negocio, de la suficiencia de la
persona propuesta, y como he dicho, de m is o b lig a ­
ciones, se puede in je rir que no lo pido p o r cu m p li­
— 3o —
m iento, sino con las m a y o re s veras que puedo, y de
las m ism as causas injiero que h a g o lisonja á ese Con­
sistorio y á ese R e y no con habérselo suplicado.—
Ñ apóles, i'ñ de Mar^^o de 1612 años.— E l C onde de
Lémos.»
A pesar de tan b u en á reco m en d ació n , no obtuvo
entonces B artolom é el em pleo de cro n ista que a p etecia.
X.
A lgunos meses despues de este desgraciado a c o n ­
tecim iento, recibió el V irrey , con u n a carta de M ig u e l
de Cervantes, la D edicatoria del libro de N o vela s
E jem p la res, de que le h abla h ablado ántes de su sa­
lida de E spaña, que venía fechada en i 3 de Julio
de 1613 . Despues dirigió Cervantes nu ev a carta al
C onde p ara que adm itiese la dirección de las ocho
com edias y ocho entrem eses nuevos, nunca represen­
tados; y no se hizo esperar la de la S eg u n d a parte
del Ingenioso caballero D . Q uixo te de la M ancha, ya
aceptada por el C onde, com o la de las N ovelas, ántes
de su salida de M adrid.
E n todas ellas aparecen las m uestras del agradeci­
m iento del escrito r á los beneficios que la m an o li­
beral del C onde de L ém os le p rodigaba. Y es a lta ­
m ente satisfactorio el Considerar que si el ilustrado
m agnate era el sosten y el am paro del escrito r des­
valido, éste en los rasgos de su p lum a consagraba á
la in m o rtalid ad el n o m b re de su bienhechor.
— 3i —
Más debe el C onde de L ém os la fam a de su n o m ­
bre y la in m o rta lid a d de su fam a á los libros que le
dedicó CervánleSy p o b re y oscurecido en M adrid, que
al suntuoso palacio que, p ara m an sió n de los V irre­
yes, hizo lev an tar en N ápoles, y á los otros edificios
con que engalanó la ciudad. De aquellos nadie re­
cuerda hoy al a u to r, y h an sido eclipsados p o r o tro s
m ás ricos y m ás m odernos. Las obras de Cervantes
no h an sido superadas, y etern izan el n o m b re de sus
favorecedores.
Sobre estar enferm o, estaba m u y sin din ero el sol­
dado de L e p a n to , cuando en el ú ltim o dia del m es
de O ctubre de i 6 i 5 firm aba la D edicatoria de la S e ­
g u n d a parte del Q uixote; pero, en N ápoles tengo,
decia, a l Conde de L ém o s, que m e sustenta, m e am pa­
ra y hace m ás m erced que la q u e y o acierto á desear.
XI.
P o r m uerte de L u p ercio L e o n a rd o , hab la confiado
el C onde la Secretaría del v irrey n ato á D. G abriel
L eo n ard o de A lb io n , su hijo.
Jóven que apenas co n tab a 26 años, era sin em b ar­
go el D. G abriel aventajadísim o y diestro en el des­
pacho de los negocios; y era ta n feliz su m em o ria,
que en u n a ocasión relató al C onde m ás de cien m e­
m oriales, sin equivocar las pretensiones, con h a b er­
los leido u n a sola vez.
O tra dem ostración de su m em oria prodigiosa re­
fiere D. Diego D uque de E strad a, en su Vida citada
ántes. Dice que hab ien d o com puesto en cierta oca-
32 —
sion diez décim as p ara recitarlas en la A cadem ia, se
las enseñó á D. G abriel, el cual le dijo que las tenía
escritas y ías sabía de m em o ria. (íEnqjóme tantó^ di»ce D uque de E stra d a, que quise desafiarle, y e m y>puñé la espada, diciéndole que no era y o hombre que
D vendiapor m ío lo que c'l se sabía de m em oria. R ióse
y>de m i cólera diciéndom e, pues escuche: y d íx o m e
^las d ie j decim as,
que fa lta s e un tilde. Yo entré
j>más en cólera, ju r a n d o que habia de m a ta r a l p aje
-oque m e habia tom ado el original', pero viéndom e deT>term inado, m e dixo : fu e r a cólera, y seam os a m i»gos; que lo m ism o h a g o con una com edia y con un
iserm on.^
Su propio p ad re, L u percio L e o n a rd o , escribia des­
de A ragón á Ju sto L ipsio, y h ab lán d o le de su hijo le
decia; íF íH u s est m i G a b rie l, qui tton dum decim u m
quin tu m ann um cetatis e x p le v it (la carta está fechada
en 9 de D iciem bre de 1602, y p o r lo ta n to se deduce
que habia nacido en i 588 , que fuá el siguiente al del
enlace de L u p ercio con D oña M aría B árbara) latina;;
greccequ e lin g u a ’ non ig n a ru s; m oribu s c a n d id issi­
m is, p u e r m e lio ri a>vo, m elio re p a tre d ig n u s.d
E n m anos ta n expertas p o n ia el C onde la ad m in is­
tració n dei rein o , y á tales hom bres confiaba el des­
pacho de los árd u o s negocios de su gobern ació n ; p o r
eso no es de e x tra ñ a r que los n ap o litan o s vieran con
señaladas m u estras de disgusto cóm o se iba aproxi­
m an d o el té rm in o del sexenio, y que d em ostraran
sus sentim ien to s de adhesió n , de afecto al C onde de
Lém os cuan d o llegó el fin de su g obierno.
— 33 —
X II.
C uando el C onde se d isponía en N ápoles para em ­
p ren d er su viaje á E spaña, se en co n trab a en M adrid
á las puertas de la m u erte, solo, triste, p ostrado y sin
recursos M ig u e l de Cervantes Saavedra.
El deseo m ás ard ien te del g ran escrito r era saber
la llegada del C onde á los p uertos españoles. C on
ella esperaba ver m ejo rar su suerte, a u m en tar sus re ­
cursos, h arto escasos y reducidos para tan penosa
enferm edad com o la hidropesía, que le aquejaba; y
tan to era su an h elo , que hasta creía había de p ro lo n ­
garse su existencia para besar las m anos de su b ie n ­
hech o r.
No quiso Dios darle ta n g ra n consuelo. C recen las
ansias, las esperanzas m en g u an ; el tiem po es breve,
el tem o r g ra n d e
Recibe el escrito r ilustre la E x ­
trem au n ció n devotísim am ente y con h u m ild a d cris­
tian a, el lunes santo i8 de A bril de 1616; y al día
siguiente, aprovechando u n m o m en to de tra n q u ili­
dad, escribió al C onde aquella D edicatoria sin igual,
digna, com o dice u n o de sus biógrafos, de que la tu ­
v ieran presente todos los grandes y todos los sabios '
del m u n d o , p ara ap ren d er los u nos á ser m agníficos,
y á ser agradecidos los o tro s.
’
(¡.Aquellas coplas a n tig u a s, que fu e r o n en su tiem-‘
po tan celebradas, que com ienzan
P uesto ya el pié en el estribo,
-
3 4 -
quisiera y o no vinieran tan á pelo en esta epístola,
porque casi con las m ism as p alabras puedo co m en ta r
diciendo:
P u esto ya el pié en el estribo,
co n las ánsias de la m u erte,
g ra n S eñ o r, esta te escribo.»
T a l fué el ú ltim o recuerdo que Cervantes consa­
gró al de L ém o s. A l llegar éste á su palacio de Ma­
d rid recibió ta n interesan te D edicatoria, con el pesar
que puede im aginarse; y es de creer que p o r sus cui­
dados se d ie ro n á la estam pa L o s trabajos de P e r siles
y Sigisrnunda.
FI N DE LA SEGUNDA P A R T E .
PARTE TERCERA.
(i6 i6 — 1622).
I.
D ivulgada la n o tic ia del regreso del C o n d e , trasla­
dáronse á V alen cia, donde debia d esem b arcar, m u ­
chos de sus am igos y favorecidos, para recibirle y
abrazarle. C on ellos fué tam b ién L ope de V e g a , que
adoleció de u n a enferm edad b astante grave en aque­
lla ciudad.
Al llegar á la C ó rte , fué recibido el C onde de L é m os con grandes d e m o strac io n es; se le confió la p re ­
sidencia del C onsejo de Ita lia , y se le n o m b ró g entil­
h o m b re de C ám ara p ara el cu arto del P rín cip e D on
Felipe.
Y a en aquel tiem po com enzaba el D uque de L erm a
á sentir que su p o d er é influencia vacilab an . E l
confesor del R e y , el célebre F r. L uis de A liag a, iba
m in an d o sorda y d isim uladam ente el terre n o al favo­
rito ; y , para m ejo r logro de sus in ten to s, buscó y
e n c o n tró , do n d e m énos p u d iera esperarlo , poderosos
auxiliares. E l hijo m ay o r del M in istro , D uque de
U ced a, y el p rim er S e c re ta rio , D. R odrigo C alderón,
se u n iero n al C onfesor para ayudarle en sus m aq u i­
— 36 —
naciones. La in g ratitu d se coligó con la so b erb ia; la
am bición del m ando fué lazo de la u n ió n.
C onocia el de L erm a que u n p o d er ex trañ o y m is­
terioso iba oponiéndose á su v a lim ie n to ; pero no
atin ab a de dónde podia v en ir el golpe. No era fácil
sospechar tanta perfidia.
tvl D uque te m ió , ó m ás bien a d iv in ó , que la in tri­
ga Se fraguaba entre la servidum bre del P ríncipe.
E ntónces encargó al de L ém os se hiciera dueño de la
am istad y confianza de a q u é l, p ro c u ran d o deb ilitar
Ci influjo de m u ch o s, de q u ien es, con h arta razón,
sospechaba. P ero ya fué tarde.
II.
Form ábase la n u b e que hab la de descargar el rayo
sobre el om nipotente M inistro. L a atm ósfera co rte­
sana se iba cargando de intrigas. P ero ad elan tab an
lentam en te. E l cen tro prin cip al estaba en el cu arto
del Príncipe D. F e lip e , do n d e el g e n til-h o m b re don
G aspar de Guzm an com enzaba á d ar m uestras de
lo que habla de ser luégo el C onde-duque de O livares.
El Conde de L é m o s , aten to p o r u n a p arte á cu an to
p odia traslucirse en tre la servidum bre del P rín cip e en
interés de su tio el D uque de L e rm a , em p u jan d o p o r
o tra el favor de que con aquél gozaba el enem ig o , de­
seoso de d erro carle, no ab an d o n ab a p o r eso el estu­
dio , ni dejaba el tra to de sus am igos literarios.
T u v o lugar entónces, en el mes de O ctubre de 1617,
a dedicación de la Iglesia Colegial de L e rm a , acto
que se ver ficó su n tu o sa y solem nísim am ente. A sis­
tió á las fiestas el Rey Felipe 111; y cerca del an o c h e ­
cer del dia i6 , en la iglesia de San B las, en u n teatro
m uy ad o rn a d o , con buena disposición y traza , se re­
presentó la com edia titu lad a L a casa c o n fu s a , que el
C onde de L ém os habia escrito p ara aquella ocasión.
S ob rem an era agradó al au d ito rio ; y eso que v e ro ­
sím ilm ente debió separarse m u ch o del estilo de las
que el público escuchaba en los te a tro s , cuando la
calificaron por la p rim era cosa m ás conform e al A rte
que se ha tenido en E spaña.
P ara la rep resen tació n estuvieron u n id o s los co­
m ediantes m ejores de diferentes co m p añ ías, bajo la
d irecció n del fam oso P in ed o .
Dió á fábula con n o m b re de C onfusa
L ím ite aleg re, en p o p u lar e s tilo ;
E scribió A p o lo , recitó la m u sa .
A ñ u d an d o los labios á Z oilo :
P lu m a , pues vuelas to rp e m e n te , escusa
H onores del que dellos es asilo ;
Dió á la com edia f i n , com o al d ese o ,
H onesta V e n u s, lícito H im eneo.
i..
E sto dice de la com edia el rio jan o F ran cisco L ó ­
pez de Z ára te, en la D escripción poética de las fie sta s
de Lerrna.
L a o b ra , sin e m b arg o , á pesar de tan circ u n sta n ­
ciadas n o tic ia s, y de figurar en los catálogos de Medel y de H u e rta , no es conocida.
T am b ién C ervántes nos dice en E l viaje del P a r ­
naso , haber escrito u n a com edia titu lad a L a co n fu sa ,
que pareció en los teatro s ad m ira b le , pero que ta m o co h a podido descubrirse hasta ho v .
38
III.
E ra u n o de los p rim ero s días del m es de O ctubre
de 1618.
U nidos se e n co n trab an en la an tec á m a ra del P rín ­
cipe el C onde de Lém os y su p rim o el joven D on
F ern a n d o de B orja, C o m en d ad o r M ayor de M ontesa,
entregados á u n a grave conversación y de sum o in ­
te ré s, según las apariencias y sigilo co n que h ab la­
b a n , cuan d o fueron in terru m p id o s p o r u n p o rtero
de C ám a ra , que entregó al de M ontesa u n pliego se­
llado de o rd en de S. M.
A b rirlo y palidecer, to d o fué u n a m ism a cosa. R e­
cogiólo el C onde de L é m o s, lo leyó co n rap id ez, y
palideció igualm ente. E ra órd en so b e ra n a , desabrida
y seca en el fondo com o en la fo r m a , p ara m a n d a r á
D. F e rn an d o que n u n ca m ás volviese á h a b la r á solas
co n el P rín cip e D. Felipe.
L a in trig a palaciega hab ia triu n fa d o . L a influencia
del C onfesor A liaga em pezaba á m anifestarse. El
C onde de L ém o s hizo en aquel m ism o p u n to la re­
n u n cia de sus cargos, co n d u cta que im itó el C om en­
d ad o r de M ontesa.
IV.
Dos dias despues fué com unicada al D uque de L erm a la ó rd en que le p receptuaba salir de la C ó rte.
— 39 —
El Duque de U ceda, su hijo prim ogénito, le suce­
dió en la privanza y en el Ministerio. E n la servi­
dum bre de Palacio 'hubo grandes mutaciones.^ Las
sátiras contra los caldos fueron muchas y corrieron
por todas partes. ¡ Espejo y desengaño fuá la calda del
Duque de L e rm a , que siempre deben tener en me­
moria los poderosos!
El Conde de L ém os, disgustado de tantas miserias,
quiso apartarse de los lugares donde tenían cab id a, y
sin más compañía que la de su esposa, se retiró á su
villa de M onforte, y volvió á entregarse por comple­
to á sus placeres favoritos, al estudio y á la poesía,
huyendo de todo linaje de intrigas.
T al vez su amigo Bartolomé Leonardo y A rgensola hubo de preguntarle la causa de su voluntaria sa­
lida de la Córte:
Q u e , puesto que el dejarla en coyuntura
Que todos esperaban lo contrario
Les pareció elección de su cordura.
Porque el juicio de la Córte es vario,
Nos dijese la causa verdadera
Que lo redujo al trato solitario.
^
Y bien creemos que las razones que el mismo Bar­
tolom é pone en la boca del Conde, deben de ser,
puestas en verso, las mismas que éste le diera para
explicar su resolución. Merecen conocerse, y á no
ser tan largo el pasaje, de buena gana lo insertaría­
mos íntegro. Oigámosle:
— 40 —
L a in g ra titu d , que ocupa el poderío
De la Justicia, acrecentó accidentes
T ales, que ocasionaron m i desvío.
A qu í ni la am bición finge á porfía,
Ni el in ocente arado ó ru d a azada
Ofrece á la privanza id olatría.
A la privanza, que con ver la espada
Q ue sobre su cerviz del techo pende
Al pelo sutilísim o añ u d ad a.
1 anto á evitar los ém ulos atiende.
Q ue la v irtu d , que en otro s pechos m ira,
Sólo p o r b enem érita le ofende.
No ve que si el favor se le retira
Y de las dos fortunas vence aquella
Q ue la gracia Real convierte en i r a :
Luégo sus confidentes atropella, etc.
V.
C om partía el C onde los dias en la m e d ita c ió n , el
estudio y el cultivo de los cam pos. E n la paz del h o ­
gar, con la felicidad del cariñ o de su esposa, trascu rrian las largas veladas del in v ie rn o , y d u ra n te ellas
bosquejaba sus obras poéticas, que p o r d e sg raciase
han perdido; ó bien se entregaba al dulce p lacer de
la correspondencia con sus amigos.
Al recuerdo de sus desengaños en la C órte se de­
bió, sin duda, u n a de las pocas obras de su ingenio»
— 41 —
que han logrado salvarse del o lv id o , y que n u n c a se
ha im preso, que sepam os. Bien es verdad que ta m ­
bién algún crítico ha llegado á negarle la p a tern id ad ,
suponiéndola com puesta p o r su in m ediato sucesor.
Nos referimos á la que se intitula: E l
B
uho
Ga­
llego.
Es u n a especie de apologo en p ro s a , ó m ás bien
novela satírico-política, en que, bajo la form a de u n a
ingeniosa alegoría, se tra ta de graves cuestiones. L os
personajes son aves que c o n cu rren ó asedian al B uho
para que ab an d o n e el soto del M anzanares. E n E l
B uho G a lle g o , cuyas heroicas virtu d es en vidiaban
o tras aves, fácil es reco n o cer al buen C onde, á qu ien
los desengaños llevaron á vivir en G alicia, do n d e h a - *bia nacido , y de igual m an era reco n o cerían los c o n ­
tem poráneos á los palaciegos y co rtesan o s p in tad o s
en los to rd o s, en el pavo an d a lu z , en el sisón m an cbego, en el cuco aragonés y en todos los dem as que
allí se diseñan.
P a ra que no falte en este E studio u n a m u estra del
estilo de la desconocida fábula, insertarem os a q u í su
p rin cip io , to m án d o lo del M. S. que tenem os á la
vista.
— 42 —
VI.
H IS T O R IA
c aEl^BUHO
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^ „ co
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GALLEGO
D EM A S A V E S D E E S P A Ñ A ,
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CO M PU ESTA
CQ
POR EL EXCELEJíTÍSIMO SEXOR MVROEÉS DE SX R R IL
Conde
de
L é m o s , e n e s te a ñ o d e
1620.
É rase u n dia de A bril flo rid o , al tiem po que la es­
trellada diosa, vencida en la lucha del A u ro ra, c o rri­
da cam inaba á los fines del ocaso 5 entonces los no
enseñados P a ja rillo s, en to n o s a c o rd a d o s, can tab an
m elosa (au n q u e co n fu sam en te) el triu n fo de la v e n z ed o ra; y e lla , m ás penosa de h ab er dejado el tálam o
de su dulce A m an te que gloriosa del venzim iento
p resen te, sin cesar derram ab a tiern as lág rim as, que
al m ism o tiem po su consorte co n v ertia en perlas y
fino aljófar; v e n ía , p u es, el opuesto jayan con ro stro
alegre subiendo el recuesto del O rien te, cu lp an d o su
tard an za p o r el lento paso d e lto ro ,e n q u e tres dias h abia que andaba caballero; sus d o rad o s ralos p reg o n a­
b an ya p o r los m ás altos collados su llegada, y al tiem ­
- 43 po qvie de ellos recibe la co ro n a G u ad arram a, el B uho
G allego, cansado de las largas y prolijas centinelas de
las lóbregas y espaciosas noches de frió Ibierno; pen­
sando ten er algún descanso en ta n alegre dia, salió al
Soto del hum ild e M anzanares, acaso bien descuidado
del o c a so , ya sacudiendo sus alas del húm ed o rocío
de la n o c h e , p ensando reposar y gozar á su salvo del
sol herm o so , le vino u n penoso hazar, que al m ism o
pu nto le descu b riero n u n a m an ad a de to r d o s , ó
sa n c h ito s , que dfesde lo alto de un álam o can ta b an
en vascuence: H o ra fuese envidiosos de que el B uho
hubiese m adru g ad o ántes que ellos, ó envidiando o tra
v irtu d m ás h eroyca que acaso conozian en é l , y no
les estaba bien confesarla, ó p o r lo que ello fuese;
ellos se d e rram aro n p o r el P ra d o , y co n v o caro n á las
dem as aves de E spaña á q u e , con razón ó sin ella,
le obligasen á dejar el P ra d o ; las cu ale s, p o r el am o r
que á los to rd o s te n ia n , con facilidad confusam ente
se resolvieron á su o p in ió n ; y ju n tas de tro p el le
acom etieron con furia franzesa, pensando de aq u ella
vez n o dejarle cañón.
N uestro B u h o , repo rtán d o se lo que p u d o , req u irió
sus a rm a s , y afirm ándose en bu en a p o s tu ra , resistió
aquel p rim er ím p e tu , y q u an d o vió que estaban apla­
cadas y en térm in o s de poder m o strar con razones
la poca que h ab lan tenido en q u ererle o fe n d e r, y que
n o solam ente les h ab la dado causa p ara e llo , pero
hécholes siem pre m u i p articu lares b en eficio s, dignos
de perpetuos ag rad ezim ien to s, lim piándoles y g u ar­
dándoles sus tie rra s , echándoles de ellas las árabes y
africanas a v e s, en tiem pos que se las ten ian ocupadas
y puestas en ex trem a n ecesidad, convenzidos con
buenas razones á que le e sc u c h a se n , y haziendoles un
— 44 —
largo p arlam en to de las causas que h a b ía , para que
no solam ente no le ab o rre cie sen , pero venerasen y
reverenciasen; no sé si viéndose atajadas y corridas
de lo h e c h o , p orque el B uho les probó h ab er en su.
beneficio hecho bienes tan to s que con n in g u n o le
podían re m u n e ra r, buscaron c a m in o s, a u n q u e avie­
sos, p ara salir de ta n ta o bligazion; y hacien d o pleito
el c a s o , sin fu n d am en to de razón de justicia n i razón
de d e re c h o , le m etiero n á v o zes, y cada u n o de p ala­
bra , fue calum niando al B u h o , no respetando v irtu d
alguna que en él h u b ie re , y d eterm in a ro n que cada
una de ellas p o r sí, y en n o m b re'd e su p a tr ia , le ca­
pitulasen, y que el B uho satisfiziese p o r escrito.
Este acuerdo al B uho le estuvo m uy á c u e n to , á lo
que m ostró en su sem b lan te; y así, olvidadas de las
A rm as, desterrad a toda có le ra , se sen taro n á la som ­
bra de un chopo fro n d o so , y ro d earo n al B uho Ga­
llego u n T o rd o V izcaíno, u n C ernícalo N a v a rro , un
C uco A ragonés, u n M ilano C ath alan , u n a M irla V alen­
ciana, u n a G o lo n d rin a de M urcia, u n Pavo A ndaluz,
un G ilguero P o rtu g u é s, cerraro n el co rro . E l G anso
C astellano y el Sisón M a n ch eg o , com o d ueños del
prado en que se h a lla b a n , se sen taro n d en tro del
co rro , de m an era que estaban en oposición del B uho.
Quien así las viera ju n ta s aquel d ía , le pareciera
ju n ta de C ortes, y á la verdad m ucho se le parescia,
porque estas a v e s, com o d ig o , to m arían cada u n a la
voz de su patria para sólo acusar el B u h o , p o r salir de
la Obligación que les probó te n e r le ; el agraviado de
esto , deseoso de sacar de las tinieblas la sinrazón que
sus ém ulos ten ían para a b o rre c e rle , p rim ero que en­
trase en disputa p a rtic u la r, á todos en general les
d ijo , que si había alguna en tre ellas que fuese de su
— 45 —
b a n d o , ó p o r lo m énos se hallase desapasionada sin
legítim a causa de aborrezerle. Y a u n q u e á la v erdad
estaba cierto que n in g u n a la te n ía , hizo esta p re g u n ­
ta el B uho p ara si alguna de- ellas se m o strab a des­
ap asion ad a, h acerla Juez de la causa. T o d as e llas, á
u n a v o z,u n á n im e s y confonm es,respondieron que no.
= N o p en sé is,; dijo el B u h o ,; que poco ufano quedo
de esa re sp u e sta , p o rq u e m e da nuevos bríos de aszender á m aio r p re s u n c ió n , p orque no hay cosa que
m ás pregone y descubra la v irtu d que la envidia y
a b o rre z im ie n to , y cuando no se h allára o tra cosa ó
razón p ara p ro b aro s que á todos os soy s u p e rio r, sólo
esta fu e r a , fuerza b a sta n te , p orque á la verdad n u n ­
ca son envidiosos los súbditos flacos, tím idos h u ­
m ildes, vestidos c o n trah ech o s, sino aquellos que o cu ­
p an altos y em inentes L u g a re s, ó tienen p o r razón
de m ás n o b le z a , an tigüedad y lim p ie z a, m ás acción
á o c u p a rlo s, y au n q u e de esta parte os p u d iera traer
m uchas consecuencias, basta la que tenem os en tre
m anos, que no m e podéis negar, que la n ació n espa­
ño la de todas es la m ás abo rrecid a y odiosa, no p ien ­
so que ignoréis la causa, pero de nuevo quiero refe­
rirla.
V IL
O cupado debia estar todavía en la com posición y
lim a de su apólogo el C onde d eL ém o s, cuando recibió
la visita de D. Ju an de E sp in o sa, que se p resentó en
M o n fo rte , fiando su acogida en u n a carta de D. L u is
—
46
—
de G óngora. T iem p o había que el poeta cordobés no
se com unicaba p o r escrito con su M ecenas, y aprove­
chó la p artid a de E spinosa p ara solventar su deuda.
L a carta decía así:
«Exmo. S
r
.:
♦
H e hallado m ensajero de m i c a r ta , i abogado de
m i culpa, que p o r ta l ju ^ g o la om isión que he tenido
en besar a U. E x . la m ano p o r escrito. I as si m e
atrevo ahora a rom per el silencio, o p o r m ejor decir,
el encogim iento, suplicando a U. E x . quando no m e
perdone, no m e castigue en su g r a c ia , n egándom e
el nom bre de C apellán, i Criado de U. E . de que Yo
tanto m e honro. Sírvase U. E . de m a n d a rm e , como
es ju s to , p ara que no esté ociosa una voluntad tan
rendida. G uarde D ios a U. E . la rg o s i fe lic e s años
con el acrecentam iento de E stados, que a sus Capella­
nes nos im porta. M a d rid i O ctubre 2. de 1620. a ñ o s.=
E x m o . S r .= B e s a los pies de U. Exm.=T>o-H L uis
DE G ó n g o r a . »
E l C onde le con testó desde P arad ela en los si­
guientes té rm in o s :
<í.En qualquier tiempo que lleguen sus C artas
de U. M . a esta casa, han de ser bien recibidas; p o r­
que se que le nace del coraron la afición que tiene a
las cosas délla, i que el deja r de escribir a los a m i­
gos no induce olvido, m a y o rm e n te en quien tien su
intención tan bien probada, como U. M . Todo lo de­
m as que a este propósito p u d iera decir, rem ito a D on
Juan de E spin o sa , que ha hallado, poco o n a d a , en
que ejercita r el oficio que U. M . le en ca rg ó de su
— Al —
A b o gado, i m ucho en que echar de ver el deseo, que
por acá ai de a cu d ir a cuanto se ofreciere del servi­
cio de U. M . como lo haré Yo a todos tiem pos.
G uarde D ios, etc. P a ra d ela , 25 . de O ctubre 1620.»
T a n afectuosa epístola m ovió á G óngora el de.seo
de hacer u n a visita al C onde en su villa de M o n fo rte, y allá se dirigió en la P rim a v e ra del añ o 1621. E l
recuerdo de su p erm an en cia al lado del ilustre m ag­
n ate, fué consignado p o r el poeta en este soneto:
«Llegué á este M onte-fuerte coronado
De to rres convecinas á los cielos,
C una siem pre Real de tu s abuelos
Del R eino escudo y silla de tu E stado.
E l tem plo vi á M inerva dedicado.
De cuyos geom étricos m odélos,
Si todo lo m o d ern o tiene zelos
T u v iera envidia to d o lo pasado.
S acra erección de P rín cip e glorioso
Q ue ya de m ejo r p ú rp u ra vestido
R ayos ciñe de luz, estrellas pisa.
Oh! cu án to deste m o n te im perioso
D escubro! U n m u n d o veo! poco b a sido.
Q ue seis orbes se ven en tu divisa.»
V III.
Más de un año bacía que el b u en C onde no recibía
n o ticia alguna de sus doctos am igos de A rag ó n ,
cuando en v o lum inoso pliego llegó á sus m anos u n a
— 4^ ™
carta del R ecto r de V illah erm o sa, y con ella, som e­
tién d o la á la censura y ap robación del ilustre p ro cer,
u n a elegante cu an to in teresantísim a epístola en te r­
cetos, que aquél dirigía á D. F ern an d o de B orja, y en
la cual, bajo el disfraz del retira d o del gabattcillo
verde, se describía la vida tra n q u ila y feliz del C o n ­
de, léjos del bullicio co rtesan o , y se ap u n ta b a n dis­
cretam ente las causas de su e stra ñ a m ie n to , to m á n ­
dolas tal vez de cartas escritas p o r el C onde m ism o,
cuando él las calificó de traslado m u y p u n tu a l de la
verdad.
L a E písto la es u n a de las m ejores de B arto lo m é
L eo n ard o , tal vez p orque el asunto prestaba am plísi­
m o cam po á la inspiración filosófica del grave poeta.
Desde luégo se an u n cia interesando.
P a ra ver acosar to ro s valientes
(fiesta africana u n tiem po i despues goda
que hoy les irrita las soberbias frentes).
C orre agora la gente al coso, i to d a
ó sube á las ventanas i balcones
ó abaxo en ru d as tablas se acom oda.
Así m ira ro n E tn icas N aciones
m íseros reos en T h ek tro im pío
expuestos al fu ro r de sus Leones.
Q ue ta n to im p o rta ver, F ern an d o m ío ,
de n u e stra plebe u n n ú m ero liviano
que e n tra á pié con u n to ro en desafío:
Q ue ardiendo en la C anícula el V erano,
ni E d ad , ni Sexo en to d o el pueblo habita;
que falte al espectáculo in h u m an o ?
Yo no co n cu rriré p o r m i exquisita
austeridad, aunque el benigno in d u lto
—
49
—
ver fatigar las fieras m e perm ita.
Y así te escribo, m ién tras que el tu m u lto
vulgar n u estro cu artel desem baraza
i en grata soledad m e dexa oculto.
E scrito en n u estro s Üias p o d rá p arecer este relato
á algunos lectores. P asa despues el R ector á explicar
al de M ontesa las causas que le m ueven á no seguir
el consejo que le dab an de volver á la C órte,
D onde prem ia los m éritos E sp a ñ a ;
y poniendo en co n traste los excesos cortesanos con
la sencillez de la vida c a m p e stre , se resuelve á p in ­
ta r la
Soledad v o lu n taria de un am igo
que se aju stab a con el m odelo.
Del cuerdo la b ra d o r que p in ta H o ra c io ,
y que no era o tro que n u estro C onde de L ém os en
su señorío de M onforte.
C ensura y a p ro b ació n del contenido de esta p re­
ciosa ep ísto la, envió el la b rad o r á B artolom é L eo­
n ard o , en fecha 9 de A gosto de 1621, en la siguiente
c arta:
IX.
(.(.Válgame D io s, R echn' de Villa-pulcra, y qué
p ro fu n d o ha sido nuestro sueño! D e aquí saco por
cuenta cierta que Vm . y y o , que no somos m a s q u e
y o y V m ., que quiere decir dos, hem os parecido siete
4
— 5o —
de un año á esta p a rte. Y a ve dónde v o y á p a ra r con
m i erudición; pues y o le perdono el silencio pasado,
si todo este tiempo se ocupó en lam er el parto de los
d e s ig u a le s :y como quiera que sea le perdono'su si­
lencio por lo bien que habla en sus Tercetos. E le g a n ­
tísim a cosa, m i R ector, y uú traslado m u y p u n tu a l
de la verdad. DEemonium h a b e s ,jr sino quis tibi di­
xit que tenemos en M o n fo rte dos raleas de p a n , uno
que m ira á la fa m il ia , y otro que m ir a m o s y o y m is
com ensales con m ucho gusto; porque es m u y blanco
y m u y sabroso, obra de un ingenio ó artificio P o rtu ­
g u és , que llam an ruedas alvares, traidas p o r arte
m ia , que es como decir arte del diablo, p o r el estre­
cho de M a g a lla n es, D a nian y todos los dem as es­
trechos que encierran en si, y con abreviatura, m ire
qual será un paso que ha p o r nom bre la cuesta de
Velesar. D iferen te es el paso de su capitulo, que
dice a si:
Q u ién su frirá el silencio de u n a aldea
desde que el sol su plebe agreste envía
á su d ar en los cam pos la ta re a ? .
Q ueda entonces ta n sorda y tan vacía,
que n i u n a voz (y á veces n i u n ruido)
suena en las h o ras útiles del día.
¡Q ué plebe ag reste, qué su d ar la ta re a , qué horas
útiles! M a l h a y a quien ta l d ix o , porque no lo d ix e
y o , y a se entiende que es de las m aldiciones que
a m a g a n y no dan. L le n ísim o s vienen estos versos,
no h a hecho m ejor cosa en su vida, sólo m e da un
tantirrico de fa s tid io aquella p a la b r a , n i u n ru id o .
P orque esta palabra está y a tom ada en sentido de
pendencia, y él la toma en su prim itivo significado
que es sonido. D ira m e que también se dice hacer
ru id o . R espondo que como lo uno y lo otro nace del
u so , no podem os desquiciarlo, y convinar de nuevo
las v o c e s;y si todavía tiene g a n a de p o rfia r y d efen ­
derse, po d rá decir que no trueca estos fr e n o s , ni hace
m ás que re stitu ir in p ristin u m ó al propio la p a la ­
bra que anda d esfig u ra d a por tiranía del uso; y
ansí tomó la p a labra ru id o en su prim itivo sig n ifica ­
do, esto es, para sig n ific a r sonido^ de lo que h a y m u ­
chos exem plos en los P oetas C astellanos: y D . D ie­
g o de Mendor^a d ix o :
Q ue yo callo, au n q u e im p o rtu n o ,
h uy en d o de d a r e sc u sa ;
p o rq u e qu ien la d a , se acusa
si n o se la pide alguno.
H é a llí im p o rtu n o , que sig n ific a , porque sic v o lu it
usus, hom bre p r o lix o , aunque en su propiedad quiere
decir fu e r a de tiempo, y D . D iego le re stitu y e á este
sentido, que es el propio y p rim itiv o .
N o sé si he dicho a lg o , ó m e he quebrado la cabeya. Si vis e n m e n d a ri, v o lo ; ego te b ap tizo ; y digo
ansi ;
Q u ed a ento n ces ta n sorda y tan vacía
que n i voz, ni o tro objeto del sentido.
Y si no p a ra evitar la afectación ó vu lg a rid a d fo lo SÓfica :
Q ue n i u n a voz, n i áu n el m en o r ruido
suena en las h o ras útiles del dia.
Que aunque se quita a n si aquella palabrita y á ve­
ces, no hace fa lta , y antes queda m ás encarecido el
— 52 —
silencio de una aldea. Dixi: y pasóm e a l T urco,
Vm. presupone que m e ha enviado y a dos veces la
dedicatoria de Don Juan W itria n y sus in te n to s .,y
y o lo creo a n sí, porque es m u y honrado prebistero
de C artago, ó C esaraugusta, que p a ra m i que vivo en
M onforte es todo uno; y d ig o verdad que hasta ahora
nó habia lleg a d o á m is m anos nada de esto. V m . ace­
te la honra que m e hace su a m ig o , y le dé infinitas
g ra cia s de m i parte, ofreciendo no solo estim ación de
su buen ánim o, pero toda la g ra titu d que se le debe-,
tanto m ás habiéndom e escogido p o r com pañero con
exclusión de otros, y ta le s, en esa traducción. E sp e­
róla y a con p a rticu la r alboroto. V m . le anim e y
p ida en nom bre de entram bos que la dé p resto á la
estam pa; que aquí y donde quiera que m e hallare, m e
honraré siem pre m ucho de verm e im preso p o r m ano
de un hom bre tan docto y tan insigne.
Vuelvom e á la descripción del cortesano, y sepa
que he g usta d o m ucho del g a va n cillo verde-, lin d a ­
mente lo dice todo, y m uestra como se han de ju n ta r
con gentile:;a virtudes contrarias en un sugeto. D ig o
que m e a g ra d a , no h a y que decir. D el resto no se
diga: inopem m e copia fecit: y nuestro a m ig o el V ir e y puede a divinar harto, pues ha tantos dias que
traem os conform es dos corazones. P o r horas a g u a r ­
do que m i m adre m e avise de M adrid; pero y o le p ro ­
meto que esto y tan a m i placer, que nunca m e parece
que tarda este aviso. O g ra n fe lic id a d ! Si n o n possis
quod vis, vellis q u o d possis. L in d o s ratos m e paso
con los libros, y encom endarm e a D ios. Todo es i'isa,
m ihi crede, nisi vivere jo cu n d a, etc., severe m o ri.
G uarde D ios a V m . como deseo.
M o n fo rte 9. de A g o sto de 1621.
— 53 ~
A G abriel m is encom iendas, y
m erece.
E
l
C
onde de
L
dele D ios lo que
émos y de
A
ndrade
.»
X.
Según vem os en el co n ten id o de esta carta, espera­
ba el de L ém os el po d er c o rre r á M adrid al lado de
su m adre. Q uizá le inspiraba aquella confianza la va­
riación o cu rrid a en el G o bierno al subir al tro n o
Felipe IV. T a l vez no esperaba el rápido en cu m b ra­
m iento del nuevo favorito; ó creia que éste, su an ti­
guo com pañero en el cu arto del P rín cip e , b a ria jus­
ticia á las nobles cualidades de su carácter. M ucho se
equivocaba. C on o cía m u y poco, á pesar de h ab er
vivido siem pre en la C ó rte , los estrechos horizontes
de la envidia palaciega.
E nferm ó de gravedad, en T ord esillas, el desterrado
D uque de L erm a . P a ra asistirle acudió allí su sobri­
no. A pénas convaleciente el enferm o, recibió aquél
órden para que sin pasar á M adrid se tornase á M onforte.
E n A gosto del siguiente año de 1622 fué atacada á
su vez de gravísim a dolencia, que m u y luégo la c o n ­
dujo al sepulcro, la an cia n a m ad re del C onde. Soli­
citó y o b tuvo licencia del R ey p ara que su hijo pu ­
diera v en ir á su lado; y acudiendo presuroso, tuvo
el C onde de L é m o s el consuelo de c e rra r los ojos á
su cariñosa m adre.
A los dos meses n o cum plidos m u rió el C onde,
á 19 de O ctubre de 1622. H u b o sospechas de que la
m u erte no hab ia sido n atu ra l. A d a r peso á esta co n -
— 54 —
íe tu ra concu rre el billete que L ope de Vega escribió
por aquellos dias á su g ran am igo el D uque de Sessa,
y que se conserva autógrafo en la colección de sus
cartas (i). C ada u n a de las frases del billete m erece
estudio y especial m editación:
«D uque m i S eñor, yo no sabia n ad a del C o n d e , que
»Dios tiene; y pro m eto á V. E. que m e ha dado tal
«pesadum bre q ual en m i vida la he tenido; p o r ah o ra
«haze u n año que sucedió la p rim era desgracia: para
»la que es ta n g rande no h ay consuelo, y más h a«biendo cay do en o m bre ta n bien quisto; m ucho
«hay que h ab lar, y que no es p ara papel: yo aguardo
»á V. E .; á quien me guarde Dios com o yo he m e »nester.»
L o pe.
X I.
A nte tam añ a desgracia llo raro n to d o s en la C órte
de E spaña; los m énos p ú b licam ente; los m ás en .se­
creto y con te rro r.
C ontaba el C onde de L ém os cu a re n ta y seis años
de edad cuando le alcanzó la m u erte. De su m atri­
m onio no habia ten id o sucesión.
Sobre lo que sucedió á su fallecim iento, dejem os
hab lar á un docto escrito r (2): .
(1) A r c h iv o d e l a c a s a d e A l t a m i r a . — C a r t a s de Lope, t. X I ,
n ú m e r o 106 d e l a s c o n te n i d a s e n é l.
(2 ) E l S r . D . C a y e t a n o A . d e l a B a r r e r a , e n s u C atálogo b ib lio ­
gráfico y biográfico d el teatro a n tig u o español, o b r a p r e m i a d a
p o r l a B ib lio te c a N a c i o n a l e n e l C o n c u r s o d e 1860.
i
— 55 —
«Su en tierro fue su n tu o so . A co m p añ aro n al cadá«Aer desde la casa m o rtu o ria al C onvento de las Des»calzas Reales, do n d e se le depositó, las C o m u n id a»des religiosas con hach etas encendidas; los señores y
»grandes, vestidos de lu to ; cin cu en ta pobres y todos
»los criados de la casa. Iba descubierto, vestido de
«blanco, m an to C ap itu lar de A lcán ta ra, cuello abier))to y espada d o rad a, en h o m b ro s de los caballeros
»de su O rden. P resid ian el fúnebre cortejo el C onde
»de C astro, D. F ran cisco , h erm a n o y sucesor del di«íunto, el C onde de B enavente, y D. D uarte de P o r«tugal.»
X II.
F ué D. P ed ro F ern an d ez R uiz de C astro y O sorio,
C onde de L ém os, de A n d rad e y V illalba, M arqués
de S arriá, C o m en d ad o r de la Z arza en la O rd en de
A lcánta ra.
Su re tra to , grabado p o r B esanzon p ara la Colec­
ción de los E spañoles ilustres que publicó la calco­
grafía de la Im p ren ta R eal á fines de la a n te rio r cen­
tu ria , nos le representa de noble y agraciada fisono­
m ía, frente esp ac io sa , nariz aguileña, boca sim pática
y expresiva y apuesto co n tin en te. M ucho debe te n e r
de la figura del C o n d e ; pues procede del Teatro heróico-politico del gobierno de los V irre y e s de Ñ a p ó ­
les, y allí debieron re tra tarle buenos a rtista s, cuando
contab a tre in ta y cu atro años.
N o conocem os el epitafio que debió p onerse en la
sepultu ra del C onde. P a ra llen ar esta falta, te rm in a em os copiando el E lo g io que le consagró L ope de
r
—
56
—
V ega, en el L a u re l de A p o lo , seis años despues de
haber fallecido:
G alicia n u n c a fértil de P oetas
Mas sí de casas nobles,
Ilustres C apitanes y L etra d o s,
P o r no d exar sus partes im perfectas
C ual blanca palm a e n tre robustos robles.
P o r donde los cabellos co ronados
De m irto y de verbena.
El Sil anciano b lan d am en te suena,
, ^
U n P rín cip e llam aua
O "U
De L é m o s, y del M onte de H e lic o n a ,^ ^
P o rq u e ju n ta r pensaua
.2 CÓ
A l coronel de perlas
2
Q
Del Á rbol de las Musas la C o ro n a, CQ
®
Y de u n círculo solo com ponerlas,
"O
Q ue perlas, y laureles ju n tam e n te ,
eí
A d o rn an bien de un g ran señ o r la f r e ^ e . ’C
Mas com o ya pisaua las E strellas,
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O le besauan ya las p lan tas ellas,
* ^ £
C on M anto m ilitar, insignia verde
£
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E l claro y siem pre am ado señ o r m ió, Q
L as esperanzas pierde
3
Y boluiendose M ar, anega el Rio,
Q ue en trán d o se en el llan to de si m ism o
De Rio se hizo M a r, de M ar A bism o,
Y to d o s ju n to s. R io, M ar y enojos
No p ueden igualarse con mis ojos.
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La ILUSTRACION CATÓLICA,
D IR E C T O R
D. MANUEL PEREZ VILLAMIL.
E sta interesa n te
R
e v ist a
, que consta de ocho p la­
nas elegantem ente im presas é in tercalad as con p re ­
ciosos g ra b a d o s, se publica en M a d rid , c u atro veces
al m e s , y su p re c io , fabulosam ente b a r a to , es de
3 o reales sem estre.
A d m in istra c ió n : E stre lla , 7 , segundo.
Donado á la Biblioteca
Universitaria de Granada,
en m e m o r ia d e l m a lo ­
g ra d o p o e ta
BALTASAR MARTINEZ DÚ:^L
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