multi-2015-01-02. - FES Acatlán

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EL AMPARO: UN RECURSO ÚTIL
CONTRA LA DEPORTACIÓN EN MÉXICO
Writ of protection: a useful resource against extradition in Mexico
Juan Manuel Portilla Gómez - [email protected]
Resumen
La estancia y movilidad de las personas en suelo extranjero suele ser muy desfavorable, a la vez que enfrentan una serie de vicisitudes mayormente negativas. Sin bien
existe un marco jurídico internacional e interno de derechos humanos, los migrantes,
a menudo, no gozan plenamente de éstos y enfrentan situaciones de vulnerabilidad en
aquellos países a los que se desplazan. Un derecho humano fundamental es la libertad
de tránsito, la cual se complementa con el derecho a migrar. Nuestro país, a pesar de su
apego nominal a los instrumentos de derechos humanos, incurre en una práctica no del
todo adecuada en el tema de la deportación. En dicho contexto se inscribe el objetivo del
presente trabajo en el que se presentan los procedimientos administrativos conforme
a la normatividad migratoria nacional y de cuyo análisis crítico se deducen las deficiencias del sistema seguido. Al mismo tiempo, se pondera un recurso legal útil como
forma de enfrentar la discrecionalidad de la autoridad y de proteger a los extranjeros en
México contra la deportación.
Palabras clave: Ley de Migración; migrantes; derecho migratorio; deportación; amparo.
Abstract
The residence and mobility of individuals in foreign soil tends to be unpromising and
faces a series of mostly negative difficulties. Even though an international and internal
legal framework for human rights exists, migrants do not enjoy it often and confront
vulnerability situations when they move to another country. A fundamental human
right is the freedom of transit which is complemented by the right to migrate. Even
though our country has a professed commitment towards human rights instruments, it
incurs in an inappropriate practice of extradition. In such a context, the purpose of this
paper is to present the administrative procedures followed according to the national
Núm. 20, ene-abr. 2015, pp. 29-52
JUAN MANUEL PORTILLA GÓMEZ
migration legislation and from which critical examination works out the deficiencies of the system emulated. At the same time, a useful legal resource
is analyzed as a way to confront the authorities’ discretional nature and to
protect foreigners in Mexico against extradition.
Keywords: Law of Migration; migrants; right to migrate; extradition; writ
of protection.
•
I. Consideraciones preliminares
La migración es un fenómeno global del cual nuestro país no es ajeno. La
estancia y el tránsito por territorio nacional de individuos de diverso origen,
independientemente de su condición migratoria, es sumamente complicada,
pues son un grupo vulnerable expuesto a diversas formas de violencia, tanto
estructural como institucional. Para efectos de nuestro estudio, nos concentraremos en esta última por cuanto a las formas no sólo burocráticas, sino
autoritarias, que en muchos casos violan disposiciones de derechos humanos
contenidas en instrumentos internacionales que obligan a México.
Si bien la nueva ley de migración representa algunos avances, la criminalización de la estancia indocumentada en territorio nacional continúa
aplicándose como resultado de laxos criterios de discrecionalidad por parte de
la autoridad migratoria. Frente a ello, es necesario reforzar el debido proceso
legal y aplicar los recursos procesales disponibles, especialmente el amparo,
para combatir la arbitrariedad más grave contra un extranjero: la deportación.
Sirvan como punto de partida de nuestro análisis, las siguientes interrogantes: ¿En qué consiste la libertad de tránsito? ¿Es una libertad absoluta?
Si no es así, ¿qué limitaciones tiene ésta? ¿Todos los seres humanos gozan
de la misma libertad en condiciones de igualdad? Si bien las respuestas a las
interrogantes planteadas han sido numerosas y muy estudiadas por cuanto a
su argumentación y razonamiento, dicha libertad de tránsito es considerada
como el corazón de la doctrina de los derechos fundamentales, es decir, la
30
Toda persona que se halle legalmente en el territorio de un Estado tendrá
derecho a circular libremente por él y a escoger libremente en él su residencia…
los derechos antes mencionados no podrán ser objeto de restricciones salvo
cuando éstas se hallen previstas en la ley, sean necesarias para proteger la
seguridad nacional [y] el orden público.
Esto pareciera contradecir la arquitectura del artículo 13 de la Declaración
Universal de Derechos Humanos donde se afirma categóricamente que
“toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en
el territorio de un Estado”. Sin embargo, dicho argumento, desde un plano
1 Carbonell, Miguel, “Libertad de tránsito y fronteras: la gran cuestión del siglo XXI” en Valadés,
Diego et al (coords.) El proceso constituyente mexicano. A 150 años de la Constitución de 1857
y 90 de la Constitución de 1917, IIJ-UNAM, México, 2007, p. 103.
2 Rodríguez Domínguez, Carlos. “Notas sobre el marco normativo internacional de protección
de los trabajadores migrantes globalización económica vs derechos laborales”, Anuario
Hispano-Luso-Americano de Derecho Internacional, Nº 18, España, 2007.
3 Tal es el caso de Italia, España, Francia, Estados Unidos, entre otros, donde se ha relacionado
al capital humano foráneo en condiciones irregulares con un alza en la incidencia de la
criminalidad, provocando disturbios internos e incluso con el terrorismo. Roberto Cuéllar
habla de cómo la prioridad dada a los temas de Seguridad nacional sobre el respeto a
los Derechos Humanos es una constante actualmente Cfr. Cuéllar, Roberto, “Seguridad y
Derechos Humanos: un desafío para el derecho constitucional”. en: Arismendi Alfredo et
al (coords.) El Derecho Público a Comienzos del Siglo XXI; Estudios en Homenaje al Profesor
Allan R. Brewer Carías Tomo III, Civitas, España, 2003, pp. 2545 y ss.
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libertad personal y de movimiento1; al día de hoy goza de una connotación
polémica, sobre todo por las implicaciones que su ejercicio reporta para las
economías y mercados laborales nacionales2, encontrándose incluso, según
el discurso político dominante en ciertas regiones del mundo, causalmente
ligada a cuestiones de seguridad nacional.3
Lo anterior es en razón de que la libertad de tránsito se relaciona indefectiblemente con el derecho humano a migrar, este último responde a una
doctrina y legislación internacionales tendentes a una evolución conceptual
progresiva, pero que actualmente no ha encontrado bajo ningún esquema,
justificación, ni legitimación absolutas y que, desde la perspectiva jurídica, ha
sido un derecho subordinado al poder fáctico y al desiderátum de los Estados.
Esto resulta notorio cuando se lee el artículo 12º del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos:
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positivista, pierde fuerza cuando se lee lo señalado por el artículo 29 inciso 2
de la misma Declaración donde se dice que:
En el ejercicio de sus derechos y en el disfrute de sus libertades, toda persona
estará solamente sujeta a las limitaciones establecidas por la ley con el único
fin de asegurar el reconocimiento y el respeto de los derechos y libertades de
los demás y de satisfacer las justas exigencias de la moral, del orden público y
del bienestar general en una sociedad democrática.
De lo anterior podemos ver que la libertad de transitar por el mundo sin restricciones se encuentra supeditada a la ley de cada nación y al orden público de
ésta; además que no puede ser ejercida a plenitud desde un plano real por
todos los seres humanos sin distingo alguno, pues sólo aquellos que entren a
un Estado de forma legal podrán disfrutar de su ejercicio y, aún en este caso,
sufrirán limitaciones, ya que cuando el Estado lo considere necesario puede
deportarlos bajo argumentos de que su estancia es nociva para el país, que
han violado sus normas o que sus actos son contrarios al orden público o a la
moral prevaleciente.
De acuerdo con diversos instrumentos de Naciones Unidas sobre los no-ciudadanos4 se afirma que, en efecto, la libertad de tránsito, así como los derechos
políticos, se encuentran limitados para los extranjeros en un país ajeno debido
a la algidez de su materia; dejando en claro que estas limitaciones no pueden
ser, bajo ninguna circunstancia, impuestas de modo caprichoso por el Estado
receptor sino, por el contrario, deben responder al principio de proporcionalidad y a la validez jurídica y política de que goce el objetivo por el cual
la maquinaria estatal restringe su ejercicio para los no-ciudadanos. En este
sentido es que el Estado se encuentra legitimado para establecer distinciones
entre ciudadanos y no-ciudadanos pero únicamente con respecto a estas dos
categorías de derechos.
De lo antes expuesto, es sencillo concluir que la libertad de tránsito
contemplada en el artículo 11º de la Constitución mexicana, responde a este
ánimo de subordinar el ejercicio de la migración respecto al decir estatal
4 Recomendación General Nº XXX sobre la Discriminación contra los No-Ciudadanos,
Aprobada en el 65º período de Sesiones de la Organización de Naciones Unidas, celebrado
en 2005; Observación General Nº 15 relativa a la situación de los extranjeros con arreglo
al Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, Aprobada durante el 27º período de
Sesiones de la Organización de las Naciones Unidas, 1986.
32
5 Tal es el caso de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Para ahondar sobre la
temática del Ius Cogens Cfr. Gómez Robledo, Antonio, “El ius cogens internacional.
Estudio histórico-crítico”, UNAM- IIJ, México, 2003. Pp. 75 y ss.
6 La Corte Interamericana de Derechos Humanos a recogido elementos importantes respecto
al concepto del Debido proceso en el Caso “Barreto Leyva vs Venezuela” en él se comenta
la necesidad de que el Tribunal sea competente para conocer del caso, y que el justiciable
goce de los medios necesarios para poder defenderse. Cfr. CORTE INTERAMERICANA
DE DERECHOS HUMANOS, Caso de Barreto Leyva vs. Venezuela. Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia de 17 de Noviembre de 2009. pp. 17 y 25.
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plasmado en ley. Justamente este artículo otorga validez a las políticas
migratorias del Ejecutivo con el objetivo de controlar la entrada o salida
de capital humano con apego a la norma positiva, lo cual siguiendo la tesis
mencionada apenas, resulta en efecto legítimo; sin embargo cuando se da
vuelta al argumento de dicha tesis se observa que aunque el Estado puede
restringir los derechos políticos y la libertad de tránsito no goza de la misma
legitimidad para restringir los demás derechos fundamentales ni, para el caso
de estudio, hacer lo propio con aquellos vinculados al desarrollo del proceso
vital que representa la migración. En caso de hacerlo, no tan sólo situaría a los
inmigrantes en una situación de vulnerabilidad y falta de certeza jurídica insoslayable, sino que además incumpliría de forma flagrante con las obligaciones
internacionales adquiridas al momento de firmar y ratificar instrumentos
internacionales en la materia, así como aquellos que gozan de jerarquía de ius
cogens dentro del Derecho Internacional.5
Para efectos del presente análisis, uno de estos derechos es el debido proceso
por medio del cual todo ser humano debe gozar de garantías mínimas cuyo
ejercicio se encamina a asegurar un resultado equitativo dentro de una controversia ante tribunales públicos, debiendo permitírsele ser oído en juicio y poder
demostrar sus pretensiones para, en su oportunidad, salir airoso, o bien, vencido
de acuerdo con lo dispuesto por un tribunal establecido conforme a derecho.6
En este orden de ideas, el Estado receptor debe brindar las garantías
legales, procesales y materiales necesarias para que el no-ciudadano afectado
por alguna decisión estatal relativa al ejercicio restringido y controlado de su
libertad de tránsito, pueda demandar su invalidación y la restitución en su
goce como un ciudadano cualquiera, traduciéndose así tal procedimiento en la
impugnación de la deportación.
Así pues, el objetivo del presente estudio es abordar la temática referente
a los no-ciudadanos que ingresan al territorio de un Estado ejercitando su
derecho humano a migrar, reiteramos, desde un plano eminentemente legalista y
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apegado al derecho escrito, analizando el medio de defensa legal que en México
se denomina Juicio de Amparo, a través del cual se impugnan actos de autoridad
o leyes auto-aplicativas que vulneran los derechos fundamentales consignados
en la Constitución mexicana y otros instrumentos jurídicos. Para el caso
concreto, se abordará el amparo contra la deportación como medio de defensa
legal extraordinario útil para que el quejoso pueda impugnar su deportación.
Quisiéramos advertir que si se destaca el aspecto legalista de este proceso, se
debe a que el análisis realizado en líneas subsecuentes se basa en normas jurídicas
positivas, sobre todo en aquellas que son atinentes al proceso migratorio y a la
impugnación que se haga de la deportación mediante el amparo. A pesar de
lo anterior, el hecho de utilizar durante esta ocasión al positivismo como un
método de comprensión jurídica no significa que se compartan sus postulados
totalmente, pues lo deseado es destacar que la norma jurídica, aún cuando
positiva, en tanto no goce de eficacia7 sólo resulta ser letra muerta.
II. La deportación como acto de autoridad reclamable por medio
del amparo
Para poder alcanzar el núcleo medular del presente trabajo y comprender las
implicaciones y efectos que el amparo contra la deportación debiera gozar,
resulta fundamental entender en qué consiste el acto que lo motiva, pues sobre
las partes que en él figuran no es necesario hacer una descripción exhaustiva.
Es importante comentar, antes de dar inicio al análisis, que anteriormente
existía discrepancia entre los términos utilizados por la Ley de Amparo y por
la Ley General de Población, en donde se referían a nuestro objeto de estudio
como “deportación” y “expulsión” respectivamente; por ello es que buscaron y
encontraron trabajos e investigaciones que dedicaron parte de su contenido a
7 No conviene desviarnos del tema central, sin embargo conviene comentar que la lógica de la
norma, como estructura del lenguaje, no se rige por los parámetros de la verdad o de la
falsedad por los de la eficacia y la ineficacia, en tanto la norma no goce de la primera no
cumple su misión fundamental. Ahora bien, saliendo del campo de la teoría del Derecho
y situándonos en el de la sociología jurídica la eficacia de la norma se mide de acuerdo
con la realización de las consecuencias jurídicas contenidas en la estructura de la norma,
para el caso concreto el respeto y garantía de Derechos Humanos. Sobre la eficacia de la
norma Cfr. J.J Moreso y J.M. Villajosana, “Introducción a la teoría del Derecho”, Marcial
Pons, España, 2004, pp. 76-90.
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El acto jurídico administrativo dictado por la autoridad migratoria para
hacer abandonar el territorio nacional al extranjero que no reúne o deja de
satisfacer los requisitos sanitarios, migratorios o ambos para su internación y
permanencia en nuestro país.9
Por su parte, la definición legal de “deportación” la hace consistir, en la medida
dictada por el Instituto Nacional de Migración, mediante la cual se ordena
la salida del territorio nacional de un extranjero y se determina el periodo
durante el cual no podrá reingresar al mismo.
Su fundamento constitucional se encuentra inserto en el artículo 11 en
donde se dice que la libertad de tránsito en México se encontrará subordinada
a las facultades otorgadas por la ley a la autoridad administrativa en materia
de emigración e inmigración. Con lo anterior, desde nuestra perspectiva, se
da fundamento jurídico a tres conductas específicas, primero, a la creación de
una política migratoria; segundo, la facultad administrativa de establecer un
control legítimo, según el discurso legal, sobre la entrada de capital humano al
país y por último el de realizar el acto administrativo de la deportación.
Ahora bien, en cuanto a la creación de la política migratoria, debemos aclarar
que la Ley de Migración fue publicada en el Diario Oficial de la Federación el
25 de mayo de 2011 y entró en vigor al siguiente día; en el artículo 2 se prevé
8 No obstante, la Ley de Migración continúa haciendo referencia al término “expulsión” en el
artículo 114, pero se refiere expresamente a la facultad del Presidente de la República prevista
en el artículo 33 Constitucional, diferenciándose así completamente de la deportación.
9 Idem.
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esclarecer la identidad entre dichos vocablos, además de la existencia de tesis
emitidas por el Poder Judicial de la Federación en ese sentido.
En la actualidad, es innecesario ya detenernos en este punto, pues tanto
la Ley de Amparo como la Ley de Migración vigentes, utilizan el término
deportación8 subsanando así las ambigüedades que pudieran favorecer una
equivocada interpretación al momento de estudiar la deportación.
Una vez hecha tal aclaración, procederemos a dar un concepto de deportación.
Posteriormente, hablaremos sobre el procedimiento administrativo previo y de
trámite que la hace surgir como consecuencia para que, explicado lo anterior,
sea mucho más sencillo observar contra qué acto se interpone la acción de
amparo. Comencemos entonces por decir que la deportación, para los efectos
de nuestra disertación, debe entenderse como:
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la creación de una política migratoria, independiente de la política poblacional
del país, que consiste en el conjunto de decisiones estratégicas para alcanzar
objetivos determinados que, con fundamento en los principios generales
y demás preceptos contenidos en dicha Ley, se plasman en el Reglamento
normas secundarias, así como diversos programas y acciones concretas para
atender el fenómeno migratorio de México de manera integral, como país de
origen, tránsito, destino y retorno de migrantes.
En el mismo sentido, se creó al seno de la Secretaría de Gobernación la
Unidad de Política Migratoria, cuyo propósito fundamental es contribuir a una
adecuada gobernabilidad del fenómeno migratorio en un marco de legalidad,
seguridad y pleno respeto a los derechos humanos, que aproveche el potencial
de las migraciones para el desarrollo nacional en el seno de una sociedad
acogedora, diversa e incluyente de los migrantes y que se ve reflejada en el
Programa Nacional de Migración 2014-2018. La eficacia y operatividad de
esta política, no forma parte del presente estudio, basta con establecer que su
existencia es algo novedoso para el Estado Mexicano y su reciente formulación
e implementación será susceptible de evaluación en un futuro.
Previo a entrar al análisis de los cuerpos legales donde se encuentran los
procedimientos cuya puesta en marcha hacen surgir la deportación, conviene
esbozar una de sus características legales, que conforme vayamos construyendo
criterios y conclusiones en torno al amparo contra la deportación, irá tomando
una relevancia específica. Desde la teoría del acto administrativo construida a
partir del derecho civil, más específicamente con base en la doctrina francesa
–comenta Serra Rojas– se considera que éste necesita la conjugación de
elementos específicos que unidos provocan su nacimiento, así pues, el sujeto
activo, esencial en cualquier acto jurídico, en el caso de estudio es la autoridad
investida por ley quien realiza sus atribuciones bajo tres variantes principales:
de forma reglada, discrecional libre y discrecional obligatoria10.
La discrecionalidad legal presenta dos extremos: uno en el que no hay tope
alguno en la realización del acto, pues la autoridad puede agotar cualquier
medio o hacer uso de cualquier instrumento para lograrlo; y otro en que la ley
marca parámetros, y en tanto la autoridad no los supere, tiene un margen de
acción brindado por la arquitectura de la norma y por la interpretación que de
ella se haga para actuar.
10 Serra Rojas, Andrés, Derecho Administrativo, Porrúa, México, 1983, pp. 270 y ss.
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El acto de la deportación es, sin duda alguna, uno surgido a partir del
ejercicio de facultades discrecionales, que si bien son de tipo obligatorio, como
veremos más adelante, no dejan de ser demasiado amplias pudiendo su ejercicio
trocarse intransigente. Lo dicho es en razón de la ambigüedad sufrida por
algunos términos en las distintas arquitecturas de las leyes a estudiar, debido
a que abren la puerta a una interpretación parcializada de la norma. El estudio
del lenguaje legislativo no es atinente al presente esfuerzo; sin embargo, es
importante guardar la idea de discrecionalidad relacionada con la deportación.
Ahora bien, atenidos al concepto anterior de deportación entremos al análisis
de los cuerpos legales que lo contemplan. Al hacer esto marcaremos en un
primer momento el ideal legal de la deportación como acto jurídico, es decir, la
intención que la norma tiene de construir paso a paso dicho proceso mediante
la actualización de sus hipótesis observando, desde un plano legalista, cómo se
configura el procedimiento administrativo que da pie al acto, con lo cual será
mucho más sencillo identificar claramente el acto reclamado en el amparo.
La primera ley para analizar será la Ley de Migración; ésta nos servirá
de preámbulo para ir armando, con la información atinente que nos brinda,
el procedimiento administrativo previo a la deportación. En su artículo 18,
fracciones II, III y IV, la ley nos muestra a la Secretaría de Gobernación, sujeto
activo del acto, quien entre sus atribuciones tiene la de fijar cuotas, requisitos
o procedimientos para la emisión de visas, así como la autorización de
condiciones de estancia, sujetando con ello la inmigración de extranjeros a las
modalidades que juzgue pertinentes, dichas modalidades sólo serán las que se
encuadran en la denominada migración selectiva, es decir, la ley únicamente
contempla la migración por medio del permiso estatal - y, a pesar de la previsión
legal de visas humanitarias y de la continua mención legal que se hace de la
migración irregular, pareciera que mediante la autorización estatal se niega su
existencia-; por tal razón, en su artículo 52, la Ley de Migración menciona que
los extranjeros podrán permanecer en el territorio nacional en las condiciones
de estancia de visitante, residente temporal y residente permanente, siempre
que cumplan con los requisitos establecidos en esta Ley, su Reglamento y
demás disposiciones jurídicas aplicables; en este artículo nos referimos tan
sólo a la segunda clase, pues es un género que engloba a personas que se
encuentran en diferentes hipótesis y que además, son susceptibles de obtener
eventualmente la condición de residentes permanentes lo que les permitiría
residir en el país de manera indefinida.
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El residente temporal, queda definido por la ley como el extranjero
autorizado para permanecer en el país por un tiempo no mayor a cuatro años,
con la posibilidad de obtener un permiso para trabajar, entrar y salir del
territorio nacional cuantas veces lo desee y con derecho a la preservación de
la unidad familiar.
A diferencia de la normatividad anterior, la Ley de Migración no prevé
diferentes categorías legales dentro de las propias condiciones de estancia,
como sí lo hacía la Ley General de Población al dividir las calidades migratorias
en diferentes características; empero, el artículo 107 del Reglamento de la Ley
de Migración, establece diferentes supuestos que deberá colmar la persona
extranjera que pretenda permanecer en México bajo esta condición de estancia:
‣‣ Contar con solvencia económica suficiente para cubrir el monto de los
gastos de alojamiento y manutención durante su estancia en México.
‣‣ Formar parte de un proyecto de investigación científica o recolección de
muestras en el territorio nacional o aguas jurisdiccionales del país, previa
autorización de la autoridad.
‣‣ Tener vínculo familiar con mexicano, residente temporal o permanente.
‣‣ Contar con invitación de una organización o de una institución pública o
privada establecida en el territorio nacional para participar en una actividad
no remunerada en México, pero demostrando la solvencia económica.
‣‣ Tener bienes inmuebles en el territorio nacional cuyo valor equivalga a los
montos previstos por la autoridad.
‣‣ Tener inversiones en el territorio nacional, tales como participaciones de capital
social, muebles o activos fijos, así como el desarrollo de actividades económicas
o empresariales en el territorio nacional que generen empleos formales.
Es momento de describir el proceso de ingreso de acuerdo con la Ley de
Migración, su Reglamento y los lineamientos para trámites y procedimientos
migratorios, publicados el 8 de noviembre de 2012. El proceso comienza
en el extranjero donde la persona que desea ingresar al país con ánimo de
radicarse temporalmente, entabla comunicación con el personal adscrito a la
Embajada de México, o bien, a los diferentes consulados esparcidos en su país,
con excepción de los casos de derecho a la preservación de la unidad familiar,
oferta de empleo o razones humanitarias, que podrán tramitar en territorio
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nacional, según el artículo 141 de la ley. Ahí, se entrevistará con miembros del
servicio exterior mexicano quienes, una vez acreditada su personalidad, así
como los requisitos legales necesarios para ingresar al país, le harán entrega
de una visa internacional para poder llegar a un puerto de entrada al país
(aeropuerto, puerto marítimo, puente).
Luego de lo anterior, ya una vez dentro de nuestro país, se le sellarán los
documentos entregados con anterioridad; luego tendrá que llenar diversas
formas migratorias, y posteriormente continuará vinculado al personal del
Instituto Nacional de Migración, pues deberá canjear la visa por su tarjeta
de residente temporal, y además para que las áreas especializadas de este
órgano abran un expediente personal donde todos los trámites solicitados por
el inmigrante serán guardados y seguidos; así mismo el residente temporal
tendrá que pagar una cantidad determinada de derechos por ingresar al país,
esto tendrá que hacerse en un lapso no mayor a 30 días luego de poner un
pie en México, pues de no ser así, ya no se encontrará legalmente en el país y
podrá ser sujeto de deportación.
En el caso concreto del residente temporal que se interna por oferta de
empleo y que es autorizado para trabajar a cambio de una remuneración, se
sustanciará todo lo descrito debiendo cumplir con requisitos muy específicos
que son: (1) la copia de su pasaporte o documento de identidad; (2) una carta
de oferta de trabajo dirigida a la persona extranjera y emitida por la empresa o
dependencia donde se detallen las características del empleo como nombre del
cargo, duración, sueldo y prestaciones, lugar donde desempeñará las labores y
jefe inmediato; (3) una carta dirigida al Instituto Nacional de Migración en la
cual solicita la condición de Residente Temporal por Oferta de Empleo; (4) una
carta, en papel membretado, proveniente de la organización donde va a trabajar
redactada por el representante legal, mismo que debe estar reconocido ante el
Instituto Nacional de Migración en la Constancia de Registro de Empleador
con que previamente debe contar la empresa, además de que la oferta debe
ajustarse al sistema de cuotas que establece el Reglamento de la Ley, las que se
fijan de acuerdo al Sistema Nacional de Clasificación de Ocupaciones emitido;
(5) los documentos que comprueben que el solicitante tiene el perfil para
satisfacer las características que reclama el desempeño de tal empleo.
Ahora bien, llevado a cabo todo el procedimiento anterior, armado el
expediente, pagados los derechos -previstos en el artículo 8 de la Ley Federal
de Derechos- y una vez presentada la solicitud, la autoridad cuenta con 20 días
hábiles para dar respuesta, y en caso de no hacerlo se configurará la negativa
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ficta. Supongamos, para efectos de continuar a la deportación, que la solicitud
fue aceptada por la Secretaría de Gobernación en la persona de su organismo
desconcentrado especializado: el Instituto Nacional de Migración; luego de
lo cual se le informa al extranjero por vía institucional el tiempo máximo
que podrá establecerse en el país bajo esa calidad -4 años-, por lo que tendrá
la posibilidad de solicitar 3 renovaciones anuales a su Tarjeta de Residente
Temporal y así la autoridad competente renueve el permiso de su estancia.
Todo lo anterior es una especie de Procedimiento Administrativo Migratorio
en materia de Regulación Migratoria, que en la Ley de Migración se encuentra
estatuido a lo largo del capítulo IX, donde la ley hace una relación de todos los
trámites de internación, estancia, regularización, salida y regreso que puede
iniciar un extranjero.
Nos referimos a esto como una especie de procedimiento porque una vez
ingresado el extranjero es cuando empiezan a complicarse un poco más los
supuestos legales y, para el caso del Procedimiento Migratorio, es el momento
durante el cual los trámites son promovidos por el residente temporal para
prorrogar la estancia demostrando a la Secretaría lo que ella solicite cuando
considere esto necesario con base en un hecho o una presunción legal que
dé pie a concluir que se ha cumplido con los requisitos legales atinentes a su
condición de estancia o bien que no. En estos casos el Instituto deberá, dentro
de los 20 días posteriores al inicio del trámite, responder igual que en el primer
caso, configurando una negativa ficta al pedimento de la persona extranjera.
Conviene abordar, antes de continuar, dos puntos por separado que se
encuentran causalmente unidos y que clarificarán más nuestras ideas para
poder llegar al tema central de este ensayo; el primero es sobre lo recién dicho
de tener que proporcionar la información y datos personales que le requiera
la Secretaría; lo segundo es relativo a la renovación de la Tarjeta de Residente
Temporal con permiso para trabajar, figura fundamental para la estancia del
extranjero, misma que puede ser objeto de la negativa ficta o bien de un acto
administrativo que limite su esfera de derechos. Sobre el primer punto el
artículo 156 del reglamento de la Ley de Migración estatuye:
Artículo 156. La tarjeta que acredita la condición de estancia de residente
temporal podrá tener vigencia de uno, dos, tres o cuatro años, contados a partir
de que la persona extranjera obtuvo la autorización de la condición de estancia.
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Esta disposición es el fundamento legal de la renovación de la Condición de
Estancia y ejemplo idóneo de una facultad discrecional obligatoria, pues en el
artículo 159 de la Ley se mencionan los requisitos que debe contener la solicitud
de renovación y que entendidos desde un ángulo paralelo al que se encuentra
plasmado en la norma, pueden configurar los límites que la autoridad no debe
rebasar al refrendar la calidad migratoria, los cuales se transcriben para efectos
prácticos:
Artículo 159. Las personas extranjeras deberán solicitar la renovación del
documento migratorio, de acuerdo a lo siguiente:
I. Presentar la solicitud de trámite acompañada de la siguiente documentación:
a) Documento migratorio que acredita la condición de estancia
b) Escrito bajo protesta de decir verdad en el que manifieste que subsisten las
condiciones bajo las cuales fue concedida la condición de estancia
c) Los estudiantes deberán presentar carta o constancia emitida por la
institución educativa en la que conste que continúa con sus estudios
d) Comprobante del pago de derechos que corresponda de conformidad con la
Ley Federal de Derechos, y
e) Los demás que prevean las disposiciones administrativas de carácter
general que emita la Secretaría y que serán publicadas en el Diario Oficial
de la Federación.
II. La persona extranjera deberá comparecer de manera personal ante
la autoridad migratoria y proporcionar la información y datos
personales que sean requeridos.
A pesar de que desde la exposición de motivos de la Ley de Migración se señaló
que la normatividad que rige actualmente la migración en México tiene por
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El titular de esta tarjeta podrá, dentro de los treinta días naturales previos a
su vencimiento, solicitar las renovaciones que correspondan hasta completar
cuatro años contados a partir de que obtuvo la condición de estancia.
Ciencias Jurídicas
Cuando el residente temporal obtenga un permiso de trabajo, la tarjeta que
acredite su condición de estancia tendrá la misma vigencia que la oferta de empleo.
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objetivo eliminar la discrecionalidad tan amplia de que siempre había gozado
la autoridad migratoria, lo cierto es que tal discrecionalidad no se ha logrado
erradicar, tan es así que, si se observa con detenimiento, la fracción II del
artículo transcrito, salta a la vista que dicha atribución es amplísima.
En dicho artículo se establece que el Visitante Temporal tendrá que
comparecer de manera personal y proporcionar la información y los datos
personales que le requiera la autoridad, lo que sin duda abre la puerta para
el ejercicio de facultades discrecionales; ya que si bien, a diferencia de la ley
anterior no existe un elenco de condiciones a cumplir para renovar su estancia,
sino que únicamente se le pide que presente un escrito bajo protesta de decir
verdad en el que afirme que subsisten las condiciones bajo las que se le otorgó
la condición de estancia, lo cierto es que si relacionamos los artículos 156 y 159,
vemos que es necesario que conserve el empleo para el que se internó y que
se encuentra a merced de lo que la autoridad tenga a bien pedirle y ante la
imposibilidad de satisfacer los requerimientos entonces se podrá cancelar la
condición de estancia.
Dentro de este orden de ideas, si la renovación es negada, ya porque así lo
conteste expresamente la autoridad administrativa o bien por la configuración
de la negativa ficta, el migrante tendría que salir del país en un plazo especificado en la notificación que se dará a conocer preferentemente al momento
ejecutándola con prontitud, exceptuando que, como la propia Ley lo reconoce,
puede el extranjero interponer el recurso genérico en materia administrativa
de Revisión, solicitando la suspensión del acto administrativo y su posterior
revisión; con todo, si este recurso no es interpuesto o el mismo no prospera y
el extranjero incumple con la orden de salida, entonces se actualiza la fracción
VI del artículo 144 de la Ley de Migración y se ordenará su deportación.
El mencionado artículo 144 prevé otras cinco hipótesis que darían lugar a
la deportación de una persona extranjera: la internación al país sin la documentación requerida o por un lugar no autorizado; la internación posterior
a una deportación sin el necesario acuerdo de readmisión; la ostentación de
un extranjero como mexicano; la sujeción a proceso penal o la condena por
delito grave; la entrega o manifestación de información falsa o documentación apócrifa, alterada o legítima pero adquirida de manera fraudulenta. No
obstante nos referimos únicamente a la causal de la fracción VI, en apego al
ejemplo que hemos venido desarrollando.
Cambiando un poco de rumbo, pero continuando en la misma línea de
argumentación, es momento de hablar sobre un procedimiento administra42
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tivo migratorio en materia de Control y Verificación Migratoria, donde se le
permite a la Secretaría de Gobernación la realización de un número específico
de diligencias enunciadas en sus artículos 81, 92 y 93, las más ligadas a lo
aquí expuesto son: (1) Visitas de Verificación; (2) Comparecencia del extranjero
ante la autoridad migratoria; (3) Recepción de Denuncias. Estas pueden configurarse porque a juicio de la Secretaría ya no se cumplen con los requisitos
legales enunciados para el goce de una calidad migratoria, o bien, porque el
extranjero encuadre en cualquiera de las hipótesis del artículo 144, fundamento
expreso de la deportación.
Así, por ejemplo, si la Secretaría de Gobernación recibe una denuncia sobre
un extranjero cuya entrada fue legal pero ya no lo es, pues feneció su término
para renovar su tarjeta que lo acredita como Residente Temporal, o bien, debido
a la insubsistencia de las condiciones bajo las cuales se le concedió la condición
de estancia, podrá iniciar una revisión en los puntos que considere prudentes
para luego hacer comparecer, en la fecha que así decida, al extranjero y a dos
testigos quienes podrán demostrar que la presunción es falsa y que se encuentra
legalmente en el país. La Secretaría, luego de la Comparecencia y firmado un
oficio en el que se dispone la revisión de la calidad migratoria, tendrá que
resolver en quince días hábiles notificando al interesado la resolución.
Por su parte, ante este supuesto el extranjero tendrá derecho a solicitar la
regularización de su situación migratoria, de acuerdo al artículo 132 de la Ley
de Migración. Relacionando todos los artículos antes mencionados, debemos
referirnos al 145 para continuar en la misma línea de comprensión, donde
se dice que, salvo algunas excepciones, se impondrá multa al extranjero que
habiendo obtenido legalmente autorización para internarse al país, no cuente
con la documentación para acreditarlo o la misma se encuentre vencida.
Aunque lo dicho no parece de gravedad, si se ha comprendido lo vertido
hasta este punto se verá que la autoridad migratoria tiene el poder de deportar
a quien no cumpla con los requisitos de estancia. En el caso del Residente
Temporal con permiso para trabajar, si éste queda desempleado o no solicita
las renovaciones conducentes puede ser sujeto de deportación. Lo anterior
debe causar curiosidad porque la estabilidad laboral, es más, la existencia de
oportunidades laborales en el país, no dependen, como resulta evidente, de la
voluntad o capacidad de las personas.
Aunado a lo anterior, cabe decir que en cualquiera de los casos esbozados
en los que se haga al inmigrante acreedor a la deportación, éste se deberá
“presentar”; la presentación es una figura eminentemente administrativa que
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utiliza un término más elegante y cadencioso para disfrazar, mediante un
eufemismo, la detención que en materia penal se hace a quien comete un delito.
El inmigrante no comete un delito desde luego, sino una falta administrativa y,
a pesar de esto, se le priva de su libertad si se encuentran las causas necesarias
para hacerlo como una presunción fundada en la evolución del expediente
migratorio sobre violaciones a las normas migratorias.
Esta presentación es definida por la Ley como la medida dictada por el
Instituto mediante la cual se acuerda el alojamiento temporal, en una estación
migratoria o provisional, de un extranjero que no acredita su condición de
estancia, a fin de que pueda regularizarla o reciba asistencia para el retorno o
deportación, según lo que resulte del procedimiento que se inicie. De acuerdo
con la Ley y su Reglamento, esta presentación tendrá que apegarse a los
tratados internacionales en materia de derechos humanos, cooperación internacional y asistencia consular y respeto a no-ciudadanos. Además, se le harán
saber sus derechos y garantías, el motivo de su presentación y se le permitirá
la posibilidad de regularizar su situación. Del mismo modo, el Reglamento
enumera un amplio catálogo de derechos que asistirán a la persona presentada.
Es este el momento idóneo para abordar el tema de la defensa contra estas
determinaciones antes de entrar al análisis del Amparo contra la Deportación.
El Reglamento de la Ley, en su artículo 234, dice que todas las personas
extranjeras presentadas tienen derecho a interponer recurso en contra de las
resoluciones que emite el Instituto, evidentemente se refiere al Recurso de
Revisión en materia administrativa.
Ahora bien, es necesario recordar que la procedencia del Recurso genérico
de Revisión se da cuando el Acto administrativo es el último del procedimiento
administrativo, pues, en contra de aquellos que surjan durante el trámite, éste
será improcedente, por tanto, deberá esgrimirse para el caso concreto, contra
la orden de deportación. Goza el recurrente de 15 días para interponerlo,
situación que choca con la disposición del artículo 211 relativa a la inmediatez
en la ejecución -¿cómo lo interpondrá si se encuentra camino a su país?- y aún
cuando se admita el escrito inicial el problema más notorio es la suspensión del
acto administrativo que de darse permitiría, en tanto la autoridad administrativa
resuelve el recurso, la permanencia del extranjero -cabe decir que no en casa
sino en la estación migratoria-; sin embargo, la medida cautelar no puede darse
en estos casos bajo un gastado argumento que en amparo no encuentra cabida.
La medida suspensional siempre responde a la conservación de la materia de
la controversia y, sobre todo, a la promoción de un “alto” en contra de los daños
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causados a quien recurre; sin embargo, la interposición del recurso suspende
la ejecución del acto impugnado, siempre y cuando lo solicite el recurrente y,
lo más importante, mientras no se siga perjuicio al interés social o se contravengan disposiciones de orden público; en este sentido, y con una miope visión
legalista, la orden de deportación se rige por disposiciones de orden público. Las
disposiciones de orden público no pueden ser desobedecidas, luego entonces
la orden de deportación no puede ser desobedecida; lo anterior no permitiría
la suspensión del acto, permitiendo la continuación de sus efectos haciéndolos,
hasta cierto punto, irreparables si lo que se esgrime como agravio en el recurso
es el aseguramiento o la violación al debido proceso, trayendo como consecuencia la actualización de una causal de improcedencia, para ser exactos, la
fracción III del artículo 89 de la Ley Federal del Procedimiento Administrativo,
teniendo entonces la autoridad que sobreseer el recurso.
Aún en el caso de que dentro del recurso se esgriman como agravios la
orden de expulsión a causa de una inexacta interpretación de los requisitos
legales para configurar el refrendo, o bien, de una violación expresa a las disposiciones sobre las condiciones de la calidad migratoria, el debido proceso u
otras similares; si la medida suspensional no fructifica, deviene la deportación
y la irreparabilidad de los daños.
Dicho todo lo anterior, y esperando no haber fomentado confusión en lo
relativo a la descripción del procedimiento migratorio y del acto administrativo de la deportación, tan sólo para efectos didácticos, puntualizaremos tres
cuestiones de vital importancia. Primeramente quedó clara la discrecionalidad
de que goza la autoridad administrativa para permitir el ingreso, refrendar, o
bien deportar al extranjero legal. Así mismo, en segundo lugar, la defensa de
dicho acto administrativo por medio del Recurso de Revisión no es tan sencilla
como pareciera, sobre todo por la rapidez con la que el acto se consuma y la
vulnerabilidad que vive el inmigrante al ser asegurado, o peor aún, expulsado
y punto. Por último, la propia naturaleza del acto en esencia administrativo
por el sujeto que lo provoca, sus características y fundamentos, no permite una
correcta defensa en materia administrativa, pues como veremos enseguida,
por medio del amparo la deportación pierde esta naturaleza para convertirse
en un acto impugnable por la vía penal.
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III. El amparo contra la deportación ¿herramienta útil?
Iniciemos el estudio de las características del amparo contra la deportación.
Las partes en él no son otras que el inmigrante como quejoso, la Secretaría de
Gobernación y el Instituto de Inmigración en las personas de sus funcionarios competentes como autoridad responsable, el Ministerio Público Federal
y tan sólo contingentemente podrá figurar el tercero perjudicado, que podrá
ser alguna autoridad administrativa, una judicial o un particular inclusive.
Comencemos por decir que es de tipo indirecto, ante un Juez de Distrito en
materia penal, y en el cual se hacen excepciones a los términos fatales para la
interposición de la demanda, así como a los principios de estricto derecho y
definitividad debido a la propia naturaleza del acto y a los efectos que reporta
sobre el afectado.
Pasemos ahora con la competencia del Juez de Distrito en materia penal;
esto tiene implicaciones importantes en la sustanciación del juicio, pues aunque
no podemos hablar de un amparo específico distinto de los ya existentes, hay
que tener conciencia de que cada materia guarda sus propias peculiaridades
respecto a la impugnación de sus actos; por lo que la deportación representa
un caso sui generis de defensa en amparo, pues nace siendo un acto administrativo y se presenta ante la Justicia Federal como un acto defendible por la vía
Penal, sobre esto, obsérvese la siguiente tesis jurisprudencial:
DEPORTACIÓN, AMPARO CONTRA LA (INCOMPETENCIA DE LA SALA
ADMINISTRATIVA)-[TESIS HISTÓRICA].- La deportación debe estimarse
materia penal y conforme al artículo 41, fracción III, de la Ley Orgánica del
Poder Judicial de la Federación, aunque provenga de una autoridad administrativa, debe conocer, en cuanto al amparo, un Juez de Distrito en Materia Penal,
y por tanto, la Sala Administrativa de la Suprema Corte de Justicia es notoriamente incompetente para conocer de la revisión correspondiente, debiendo
remitirse los autos al Tribunal Colegiado que corresponda, que es el competente
para resolver dicha revisión, al tenor de los artículos 7o. bis, fracción III, del
capítulo tercero bis de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación y 84,
(fracción I), de la Ley de Amparo.11
11 Cabe aclarar que por tratarse de una “tesis histórica” la ley mencionada es la que estuvo
vigente hasta antes del 2 de abril del 2013.
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Cabe comentar que si bien existen otros actos administrativos cuyos efectos
procesales o de impugnación trascienden a otras materias, -un ejemplo claro
es el de la orden de aprehensión realizada por el Ministerio Público-, con la
deportación, aunque goza de esta característica, sus implicaciones trascienden
además al ámbito político y no al eminentemente legalista, con lo cual sus
efectos son diversos. Lo anterior es lógico cuando se piensa que la entrada de
capital humano, se vea desde la perspectiva que se vea, provoca repercusiones
en los discursos y en las acciones de los gobiernos actuantes.
Respecto al término para accionar, se permite al quejoso la prórroga del
mismo al decir la ley que se exceptúa de la interposición en el término de
15 días a los casos donde el “acto [reclamado] importe peligro de privación
de la vida, ataques a la libertad personal, deportación, destierro…” pudiendo
hacerlo en cualquier tiempo. Respecto al estricto derecho, en el artículo 76 y
79 de la Ley se permite al Juez suplir la queja deficiente, así como el error en
la cita de los preceptos constitucionales o legales invocados, en virtud de que
la deportación es un acto impugnable por la vía penal, materia para la cual
la suplencia se da de oficio buscando así que sus deficiencias no representen
daños para el quejoso.
Por cuanto hace al principio de definitividad, se exceptúa de su observancia
estricta a quien interponga el juicio motivado por la deportación; esto es visible
en el artículo 61, fracción XVIII, inciso a) ya que al encontrarse en la nómina de
actos que la Ley de la materia considera como irreparables -pérdida de la vida,
de la libertad personal o, para el caso concreto, de la libertad de movimiento-,
se permite al quejoso la interposición de la demanda sin necesidad de agotar
los recursos ordinarios que el proceso de mérito establece, con el fin de no
poner en riesgo continuado, o bien, de evitar el menoscabo irreparable al bien
jurídicamente tutelado de la vida o de la libertad. En materia de Deportación
se le permite al quejoso ir ante la instancia federal sin necesidad de agotar la
vía administrativa mediante el recurso de revisión o la jurisdiccional ordinaria
por medio del Juicio contencioso.
Aunado a lo anterior, es importante decir que la suspensión del acto en
materia de Deportación debe darse de oficio. Sobre este punto específico, se
abordó en foros judiciales la posibilidad de no brindarla por medio de un
argumento cimbrado en un fundamento legal que, pasado el tiempo, resultó
inválido por ser fruto de una mala interpretación. Resulta que la suspensión
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EL AMPARO: UN RECURSO ÚTIL CONTRA LA DEPORTACIÓN EN MÉXICO
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del acto reclamado en el amparo, como afirma Arturo Zaldívar12, en la práctica
responde al ánimo de frenar los efectos del mismo sin necesidad de entrar al
estudio del fondo del asunto, para que vista su viabilidad se continúe el procedimiento hasta desembocar en la sentencia; el hoy Ministro comenta atinadamente que los efectos, o dicho de otro modo, los alcances de la suspensión
no debieran supeditarse tan sólo a un dique que frene el cauce de acción
autoritario, sino avocarse al estudio de la constitucionalidad del acto con la
finalidad de conservar la materia del amparo y evitarle así al quejoso daños de
difícil o imposible reparación.
Así pues, el otorgamiento de la medida cautelar trasciende al fondo del
asunto, ya desde el ámbito legal como desde luego al vital entendiendo por
éste los procesos que sufre el quejoso a causa de la medida. El artículo 126 de
la Ley de Amparo afirma que se dará la suspensión de oficio “cuando se trate
de actos que importen peligro de privación de la vida, deportación…” teniendo
como efectos la obligación inmediata por parte de la autoridad responsable
para cumplimentarla, pudiendo ser el cese del acto o bien la conservación del
estado que guarde la materia del amparo.
A pesar de lo anterior, por décadas se sostuvo el criterio13 de que la
suspensión no podía darse de oficio en materia migratoria, ya que si bien
el artículo 126 apuntaba con claridad que ésta se encontraba entre los actos
que provocaban la medida cautelar por vía oficiosa, si el Juez la otorgaba
contravendría el orden público en virtud de que la ley migratoria es de este
calado -como lo estatuye el artículo 128- y la ejecución de su acto responde
al mismo; así pues, resultaría dañoso para la sociedad permitirle al sujeto
de la deportación la continuación de su estancia. Dicho criterio cercano a la
xenofobia ha sido superado entendiendo que la inserción de la hipótesis del
artículo 128, hablando de la suspensión oficiosa en materia de deportación, no
reviste otra cosa que una interpretación legal mal realizada.
Por ello es visible la importancia que reviste el estudio previo de la constitucionalidad del acto, para otorgar la suspensión del mismo ya a petición de
parte, o bien oficiosamente -pues en hablando de deportación- es fundamental
revisar con pinza fina si la actuación discrecional del Instituto Nacional de
Migración o de la Secretaría de Gobernación se inscribe en el marco del debido
12 Zaldívar, Arturo, “Hacia una nueva Ley de Amparo”, UNAM-IIJ, México, 2002, pp. 83 y 84.
13 Op. cit. Contradicción de Tesis 1/2006-PL “Suspensión de Oficio, procede decretarla de plano
contra la expulsión…
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IV. Conclusiones
La negación o la restricción arbitraria de derechos humanos, como la libertad
de tránsito, constituye una expresión de violencia institucional contra los
migrantes, la cual debe combatirse a través de la instrumentación de políticas
públicas y legislaciones adecuadas que reafirmen en México el Estado de
Derecho y posibiliten la aplicación de un debido proceso legal, conforme a
los estándares mínimos establecidos por los diversos tratados e instrumentos
internacionales a los que México está obligado.
Es en este sentido que el amparo contra la Deportación en México, debido
a la discrecionalidad de la autoridad administrativa en el ejercicio de sus
funciones, a la inestabilidad jurídica sufrida por los inmigrantes debido a la
acción gubernamental y a la mala construcción de las normas migratorias, no
se ha constituido en el instrumento de defensa tan avasallador en el cual se ha
erigido, cuando por ejemplo, se esgrime contra actos administrativos fiscales
o bien actos administrativos con repercusiones penales como una orden de
aprehensión, independientemente de si éstos se han resuelto a favor de quien,
desde una perspectiva axiológica o filosófica, merecía el auxilio de la justicia.
Así pues, la defensa legal contra la deportación con motivo de la discrecionalidad en la actuación de las autoridades migratorias, aún a pesar de las
reformas existentes, no se ha erigido en una herramienta de auxilio para el
quejoso, pues en la mayoría de los casos, aun cuando prospere la admisión de
la demanda, a causa de la falta de ratificación, se sobresee el juicio por falta
de interés jurídico, o bien porque al haber sido consumado el acto -pues el
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proceso y de la garantía de audiencia que los extranjeros tienen o debieran
tener en México.
Con respecto al procedimiento, no puede decirse que existan diferencias
entre el amparo contra la deportación como especie del amparo indirecto, ya
que la rendición de los informes justificados, el ofrecimiento de las pruebas
o la sustanciación de la Audiencia Constitucional, en líneas generales, son
iguales con excepción de ciertas salvedades sobre la preclusión de términos
o sobre la etapa resolutiva del juicio; sin embargo, la diferencia real radica
en la clase del acto reclamado y de la suspensión provisional, y ante todo,
depende de la propia naturaleza del sujeto que se duele ante el tribunal, esto es
un inmigrante que de acuerdo a supuestos legales aplicados por autoridades
administrativas de forma discrecional son privados del goce de sus garantías.
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inmigrante ya se encuentra fuera del país-, la medida cautelar no tiene razón
de ser, trayendo como consecuencia un daño irreparable.
Por tanto, para lograr que el Amparo contra la Deportación se convierta
en una herramienta eficaz para la defensa de la libertad de tránsito urge
la delimitación de las facultades atribuidas a las autoridades migratorias,
buscando mediante su regulación en primer lugar que la discrecionalidad no
sea sinónimo de arbitrariedad; en segundo término un control legal de sus
actuaciones y por último la posibilidad no jurídica, sino fáctica, de su defensa
mediante el Amparo, ya que el factor tiempo juega un papel especialmente
macabro en su logro, máxime cuando se observa que el posible quejoso es
asegurado, notificado y casi de inmediato expulsado.
Aunado a lo anterior, el Instituto Nacional de Migración merece una revisión
orgánica y sobre sus actuaciones respectivamente; no en virtud de que todas
adolezcan de legalidad o incluso legitimidad política, sino para evitar caer en
los extremos recién planteados, pues si lo que se pretende es acercar más la
justicia al justiciable como elemento fundamental de un estado constitucional,
es necesaria la revisión de sus actos -pero no tan sólo por medio del recurso de
revisión o en su caso por la vía jurisdiccional- sino mediante el fortalecimiento
de su órgano interno de control. Con lo cual sus actuaciones encontrarían
un tamiz que quizá incidiría en una disminución de deportaciones por una
nula o muy disminuida aplicación de la Ley, pues aunado a todo lo dicho, hay
que sumar a la ineficacia, la falta de comunicación con agentes consulares e
incluso la falta de interés que éstos presentan ante casos de deportación, con lo
cual el acto está destinado a darse y el inmigrante a salir del país aun cuando
en puridad posee herramientas legales para evitarlo si el derecho le asiste.
Por último, es fundamental el papel que puedan desempeñar los abogados
defensores del quejoso en este tipo de Juicio, pues la rapidez y técnica que
posean serán elementos sustanciales para inclinar la victoria en la suspensión
provisional y luego en el Juicio de garantías a favor del quejoso. Cabe decir
que el abogado postulante lleva a cabo una labor que le distingue, para el
caso concreto, de otros profesionales del derecho relacionados con el Amparo
y la Migración, sencillamente porque le corresponde en la praxis llevar la
voz reiterada de los inmigrantes que se duelen ante el tribunal federal de las
violaciones sufridas, mismas que en tanto sean constantes abrirán una brecha
para hacer que el Amparo contra la deportación sea una herramienta eficaz.
Repetimos, no es un juicio que revista procedimiento especial con relación
al Amparo, por el contrario, goza de rasgos especiales que permiten en esencia
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Referencias
ਈਈ Carbonell, Miguel, “Libertad de tránsito y fronteras: la gran cuestión del siglo
XXI” en Valadés, Diego et al (coords.) El proceso Constituyente mexicano. A 150
años de la Constitución de 1857 y 90 de la Constitución de 1917, IIJ-UNAM, México,
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ਈਈ Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
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Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 17 de Noviembre de 2009.
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Comienzos del Siglo XXI; Estudios en Homenaje al Profesor Allan R. Brewer Carías
Tomo III, Civitas, España, 2003. ¬
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General, 10 de diciembre de 1948.
ਈਈ Gómez Robledo, Antonio, “El ius cogens internacional. Estudio histórico-crítico”,
UNAM- IIJ, México, 2003.
ਈਈ Ley Federal de Derechos
ਈਈ Ley de Amparo
ਈਈ Ley de Migración y su Reglamento
ਈਈ J.J Moreso y J.M. Villajosana, “Introducción a la teoría del Derecho”, Marcial Pons,
España, 2004.
ਈਈ Normas para el funcionamiento de las Estaciones Migratorias del Instituto
Nacional de Migración.
ਈਈ Recomendación General Nº XXX sobre la Discriminación contra los No-Ciudadanos,
Aprobada en el 65º período de Sesiones de la Organización de Naciones Unidas,
celebrado en 2005;
ਈਈ Rodríguez Domínguez Carlos. Notas sobre el marco normativo internacional de
protección de los trabajadores migrantes globalización económica vs derechos
laborales, Anuario Hispano-Luso-Americano de Derecho Internacional, Nº 18,
España, 2007.
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su más expedita prosecución, no es tampoco un procedimiento con requisitos
engorrosos y trámites excesivos que hagan al quejoso desistir de su acción;
sin embargo, en tanto no se palien los factores de la discrecionalidad sin
cortapisas, la vulnerabilidad del inmigrante y las normas jurídicas inatinentes,
no se erigirá en un verdadero medio para defender al extranjero. Sólo será una
figura inserta en la Ley cuyos efectos son invisibles.
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EL AMPARO: UN RECURSO ÚTIL CONTRA LA DEPORTACIÓN EN MÉXICO
JUAN MANUEL PORTILLA GÓMEZ
ਈਈ Observación General Nº 15 relativa a la situación de los extranjeros con arreglo al
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, Aprobada durante el 27º
período de Sesiones de la Organización de las Naciones Unidas, 1986.
ਈਈ Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, Resolución 2200 A (XXI) de la
Asamblea General, 16 de diciembre de 1966.
ਈਈ Reglamento de la Ley General de Población.
ਈਈ SCJN, Contradicción de Tesis 1/2006-PL “Suspensión de Oficio procede decretarla
de plano contra la expulsión de extranjeros ordenada por una autoridad administrativa con fundamento en la ley general de población”. Novena época, Pleno
de la SCJN, Tomo XXVII, Febrero 2008.
ਈਈ Serra Rojas, Andrés, Derecho Administrativo, Porrúa, México, 1983.
ਈਈ Zaldívar, Arturo, “Hacia una nueva Ley de Amparo”, UNAM-IIJ, México, 2002.
JUAN MANUEL PORTILLA GÓMEZ es Licenciado en Derecho por la ENEP Acatlán de la
UNAM; Maestro y Doctor en Derecho Internacional por la Facultad de Derecho de la
UNAM; Profesor Titular “C” de Tiempo Completo en el Área de Derecho Internacional
en la FES Acatlán de la UNAM, adscrito a la División de Ciencias Socioeconómicas y
a la Unidad de Investigación Multidisciplinaria. Es miembro del Sistema Nacional de
Investigadores con nivel II. Titular de la Cátedra Especial “José Vasconcelos” de la
FES Acatlán y es integrante del Consejo Editorial del Anuario Mexicano de Derecho
Internacional del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.
Sus líneas de investigación son: Derecho Internacional Derecho Internacional Humanitario,
Derecho Penal Internacional, Paz y Seguridad Internacionales y Medio Oriente.
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