Como reindustrializar la economía venezolana

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Como reindustrializar la economía venezolana
Por: Víctor Álvarez R1.
La caída sostenida del aporte de la manufactura al PIB exige una profunda revisión y rectificación
de la política económica. Más que una ráfaga de medidas aisladas, se impone el diseño de una
nueva estrategia económica que ponga freno a la desindustrialización de la economía venezolana.
Lograr y mantener la reactivación de la economía y su reindustrialización pasa por concentrar el
impacto de los incentivos públicos en los sectores con mayor efecto multiplicador y más peso en la
estructura del PIB. Como se puede apreciar en el gráfico siguiente, en Venezuela ha tenido lugar
un proceso de desindustrialización que redujo el aporte de la industria al PIB de casi 20 % en 1987
a solo 15 % en 2011. Aún así, la manufactura es el sector de más peso en la conformación del PIB.
Grado de Industrialización de la economía venezolana
(PIB industrial/PIB total)
Por su peso específico en el PIB, cualquier crecimiento o contracción de la industria repercutirá en
la dinámica general de la economía y el empleo. La manufactura tiene un gran impacto sobre las
cadenas productivas. Hacia atrás demanda materias primas a la agricultura, pesca, forestal,
minería, etc. Hacia adelante ofrece bienes intermedios y finales para el desarrollo de otros
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Víctor Álvarez es economista, investigador y consultor. Se ha desempeñado como Ministro de Industrias
Básicas y Minería; presidente de la CVG, Director de PDVSA, Presidente del Banco de Comercio Exterior
(BANCOEX), Presidente del Fondo de Reconversión Industrial, Viceministro de Industrias, Gerente general de
políticas y estrategias del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y tecnológicas (CONICIT). Es
articulista de El Mundo Economía y Negocios y El Nacional.
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sectores. Demanda también servicios de apoyo, agua, gas, electricidad, telecomunicaciones,
financiamiento, infraestructura, redes de distribución y comercialización. Si crece la industria,
también crecen estos sectores. Pero solo a través de un firme reimpulso a la industrialización
transformaremos la economía rentista e importadora en un nuevo modelo productivo capaz de
sustituir eficientemente el alto volumen de importaciones, diversificar la oferta exportable y ser
cada vez menos vulnerables a los traumas que ocasionan los altibajos del ingreso petrolero.
Política industrial como forma de intervención del Estado en la economía
Hasta hace poco, el debate económico en América Latina estuvo dominado por el Consenso de
Washington, cuya agenda establecía el desmontaje de las capacidades de intervención del Estado
para dejar el desarrollo económico bajo la dinámica de las fuerzas ciegas del mercado. Pero la
reciente crisis de la economía mundial una vez más dejó en evidencia la incapacidad de las leyes
de la oferta y la demanda para restaurar automáticamente los equilibrios básicos de la economía.
Las políticas económicas a favor de la intervención del Estado o del funcionamiento del mercado
no pueden asumirse como opciones antagónicas e inconciliables. Asumir este enfoque maniqueo
nos llevaría a otorgarle todo el poder de decisión, o bien a la burocracia estatal o bien a la mano
insensible del mercado. La dinámica de las relaciones entre mercado y Estado no es un asunto que
pueda resolverse de una vez y para siempre, para todas las situaciones y coyunturas. La
conveniencia de diferentes niveles de regulación estatal constituye, hoy en día, uno de los asuntos
claves en la reformulación de las estrategias de desarrollo, particularmente en los países
subdesarrollados.
Sin embargo, en el debate económico ha prevalecido un fuerte sesgo ideológico que considera
superior el funcionamiento del mercado a la acción estatal, desconociendo una larga historia de
eficaz intervención pública para apoyar con éxito el desarrollo armónico y proporcional de los
diferentes sectores productivos y regiones de un país. En los EE.UU., tan abiertamente opuesto a
la intervención estatal, se otorgaron multimillonarios auxilios financieros para evitar la quiebra
masiva de los bancos e instituciones financieras, cuya quiebra masiva y generalizada habría
barrido con el resto de la economía.
¿Reactivar o transformar la economía?
Como dijimos al comienzo, la caída del aporte de la manufactura al PIB impone la necesidad de
revisar la política económica, toda vez que no se trata solo de reactivar la economía sino de
transformarla. En este sentido, las medidas que el Gobierno en adelante tome, deberán ir más allá
de la simple reactivación económica para plantearse, fundamentalmente, la transformación de
una economía rentista e importadora en un nuevo modelo productivo capaz de sustituir
eficientemente importaciones y diversificar la oferta exportable para generar nuevas fuentes de
divisas y reducir la dependencia del ingreso petrolero.
A la luz de lo anteriormente expuesto, la actuación del Estado se debe enfocar en aquellos
sectores con un mayor impacto multiplicador y acelerador de la actividad económica; tales como
la industria manufacturera, cuya ponderación o peso específico en la conformación del PIB ya
vimos que es del 15 %. Debido a esta alta ponderación, cualquier incremento o contracción de la
actividad manufacturera hará sentir su incidencia o impacto en el desempeño general del PIB.
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Ponderación de los sectores económicos a la conformación del PIB
Actividad Económica
Ponderación PIB (%)
Actividad Petrolera
12,0
Manufactura
14,8
Comercio y Servicios de Reparación
9,6
Transporte y Almacenamiento
3,5
Comunicaciones
4,7
Construcción
7,4
Electricidad y Agua
2,3
Instituciones Financieras y Seguros
4,1
Servicios Inmobiliarios
Empresariales y Alquiler
9,9
Servicios Comunitarios Sociales y
Personales
6,0
Producción de Servicios Gobierno
General
12,4
Minería
0,5
Fuente: BCV
La problemática del sector industrial
Los problemas más importantes que afectan el desempeño de la industria manufacturera y su
aporte a la transformación productiva son los siguientes:
1. Alta capacidad ociosa debido a su dependencia de la demanda agregada interna, al no
exportar un volumen considerable de su producción.
2. Obsolescencia tecnológica y rezagos en calidad, productividad y competitividad.
3. Baja densidad de establecimientos manufactureros por cada mil habitantes, lo cual hace que
su aporte al PIB aún esté por debajo del 20 % necesario para que la economía nacional alcance
su grado de industrialización.
4. Cartera crediticia demorada de la industria, con problemas de liquidez y activos
comprometidos por garantías previamente constituidas, lo cual dificulta su acceso a nuevo
financiamiento.
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5. Concentración territorial de la actividad industrial en el Eje Centro-Norte-Costero, lo cual
limita la contribución del sector manufacturero al desarrollo armónico y proporcional de las
diferentes regiones y estados del país.
Objetivos de la Política Industrial
De esta problemática se deducen al menos cinco objetivos a lograr con la nueva política industrial:
1. Reactivar la industria manufacturera: hasta lograr que al menos el 95 % de la capacidad
industrial actualmente instalada se encuentre en pleno funcionamiento, toda vez que –por su
alta ponderación en el PIB-, su reactivación tendrá una alta incidencia en la recuperación del
ritmo de actividad económica y en el nivel de empleo.
2. Reconversión industrial: para modernizar la industria y fortalecer sus capacidades
tecnológicas e innovativas, de tal forma que pueda lograr mejoras sostenidas en la
productividad que permitan mejorar la estructura de costos y abatir las presiones
inflacionarias; así como mejorar su calidad y desarrollar nuevos productos que contribuyan a
la sustitución eficiente de importaciones y a la diversificación de la oferta exportable.
3. Reindustrialización: para incrementar la densidad industrial de 0.25 a 1 establecimiento
manufacturero por cada 1.000 (mil) habitantes y así elevar el aporte de la manufactura al PIB
de 15 % a 20 %; logrando un crecimiento económico de calidad (sustentado en la economía
real) y generando nuevas y mejores fuentes de empleo productivo, estable y bien
remunerado.
4. Refinanciar la deuda industrial: reestructurar el cronograma de pagos de deudas vencidas,
con condiciones más adecuadas de plazos, tasas de interés y garantías, que permitan aliviar la
carga financiera de las empresas que han entrado en mora debido al comportamiento errático
de la economía nacional e internacional.
5. Relocalización industrial: para estimular nuevas inversiones así como la reubicación de
establecimientos industriales ya existentes en regiones, estados y municipios con un PIB por
debajo de la media nacional y con baja densidad de establecimientos manufactureros, en
función de corregir asimetrías y disparidades y propiciar así un desarrollo armónico y
proporcional del territorio nacional.
Los programas de política industrial se deben diseñar y ejecutar a través de una combinación de
medidas de incidencia general o sectorial sobre la actividad manufacturera, las cuales serán
aplicadas simultáneamente con otras medidas especialmente dirigidas a sectores que se
consideren prioritarios. Para lograr la efectiva aplicación de ambos tipos de medidas se requiere
también adecuar el marco legal y el entorno institucional que facilite la armonización y eficaz
instrumentación de todas y cada una de estas medidas. Para su mejor comprensión y tratamiento
clasificaremos estas medidas en las siguientes dimensiones:
•
•
Dimensión Macroeconómica: son medidas horizontales o decisiones fundamentalmente
en materia de política macroeconómica, las cuales tienen una incidencia general, más no
igual, sobre todos y una cada uno de los sectores, ramas, agrupaciones y empresas
industriales.
Dimensión Mesoeconómica: son medidas para adecuar tanto el marco legal y regulatorio
como el entramado institucional a través de los cuales los ministerios, entes adscritos y
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•
demás órganos del Estado se coordinan y articulan para complementar sus capacidades y
recursos en función de asegurar el buen gobierno de la economía.
Dimensión Microeconómica: son medidas fundamentalmente en materia de política
microeconómica o sectorial, las cuales tienen una incidencia focalizada en determinados
sectores, ramas o agrupaciones industriales a las que se atribuye una mayor importancia,
bien sea por su efecto multiplicador y acelerador de la dinámica económica, por su
contribución al empleo o por su efecto sobre la inflación.
Incentivos para el desarrollo industrial
Arancelarios: para la promoción y protección del desarrollo endógeno.
Incentivos fiscales: exoneraciones de ISR, IVA, Aranceles.
Financieros: préstamos a largo plazo y bajas tasas de interés, con garantías flexibles.
Cambiarios: asignación de divisas al tipo de cambio oficial y liquidación rápida y oportuna.
Compras gubernamentales: preferencia en las compras públicas para la producción nacional.
Mejora de la infraestructura: servicios de apoyo a la producción.
Suministro de materias primas: en condiciones adecuadas de calidad, cantidad, precio y
condiciones de pago.
Fortalecer capacidades tecnológicas e innovativas: mejora de productos y procesos productivos,
normalización, metrología, propiedad industrial.
Capacitación fuerza de trabajo: formación empresarial, técnica-productiva.
Asistencia técnica: innovación, servicios tecnológicos, mercadeo, etc.
Integración comercial: inteligencia, promoción, financiamiento.
La meta de la política industrial
La política industrial es la clave para reactivar y transformar la economía. El Estado puede
combinar incentivos arancelarios, fiscales, financieros, cambiarios, compras públicas, suministro
de materias primas, asistencia técnica, etc. para elevar el aporte de la manufactura al PIB del
actual 15 % al 20% que establecen los estándares internacionales para reconocer que una
economía se ha industrializado. Esto implica elevar la densidad industrial de 0.25 a por lo menos 1
establecimiento industrial por cada mil habitantes. No es una meta difícil: Colombia tiene 1.2 y
México 1.7. Alcanzar esta meta significaría que el número de establecimiento industriales
aumentaría de 7.000 a 27.000, generando más y mejores fuentes de trabajo realmente
productivas, estables y bien remuneradas.
Reactivar, modernizar y ampliar la industria nacional requerirá muchos años de aplicación de
políticas públicas. La protección y los apoyos del Estado a la producción local es una condición
clave para estimular la creación de nuevas fuentes de trabajo que permitan enfrentar con éxito los
flagelos del desempleo, la pobreza y la exclusión social. Ni absolutismo de Estado ni hegemonía del
mercado deben ser los extremos en los cuales se plantee el debate económico. Cada uno tiene su
función. Pero la intervención del Estado no puede limitarse a corregir las imperfecciones del
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mercado ni confundirse con las prácticas paternalistas que mediatizan la capacidad emprendedora
e innovadora de la gente. Tampoco se trata de tener un Estado más grande sino de fortalecer su
capacidad de gestión para el diseño y ejecución de políticas y estrategias orientadas al desarrollo
del aparato productivo nacional y, sobre todo, a la mejora sostenida de la calidad de vida y grado
de bienestar de nuestra población.
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